017.ᴀʙᴏᴜᴛ ʜᴏᴡ ɪ ꜱᴛᴀɴᴅ ᴜᴘ ᴛʜᴇ ɢʀᴏᴏᴍ ᴀɴᴅ ʀᴜɴ ᴀᴡᴀʏ ɪɴ ᴀ ʜᴀɪʟ ᴏꜰ ꜱᴛᴏɴᴇꜱ
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ꜱᴏʙʀᴇ ᴄÓᴍᴏ ᴅᴇᴊᴏ ᴘʟᴀɴᴛᴀᴅᴏ ᴀʟ ɴᴏᴠɪᴏ ʏ ᴍᴇ ᴅᴏʏ ᴀ ʟᴀ ꜰᴜɢᴀ ᴇɴ ᴜɴᴀ ʟʟᴜᴠɪᴀ ᴅᴇ ᴘɪᴇᴅʀᴀꜱ
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LA SUERTE no es algo destinado a los semidioses.
—¡Has fallado! —gritó eufórico—. ¡Nadie ha fallado!
Clarisse y Grover intentaron atacarlo, pero el monstruo los apartó de un golpe, como si fueran moscas.
Me paré delante de Annabeth, arco en mano, lista para dispararle una flecha en el ojo...cuando dejara de moverse tanto.
Percy alzó la espada y saltó hacia él, clavando la espada en la barriga y cuando Polifemo se dobló de dolor, le asestó un golpe en la nariz con la empuñadura.
Claramente, estaba furioso. Golpeó varias veces, angustiado y violento, atacando sin piedad hasta que el cíclope estuvo en el suelo, aturdido y soltando gemidos de miedo y dolor.
—¡No, por favor! —suplicó mirando a Percy con miedo. Le sangraba la nariz y por el rabillo del ojo le asomaba una lágrima—. Mis ovejitas me necesitan. ¡Yo sólo quiero proteger a mis ovejitas!
Y empezó a sollozar.
Percy levantó la espada con la intención de acabar con él, pero dudó. Y creo que tenia que ver con que Polifemo, encogido en el suelo, lloroso y con miedo, se parecía bastante a Tyson.
Tuve el impulso de arrojarme sobre Percy y obligarlo a bajar la espada. Pero Polifemo no era como Tyson. No era un niño pequeño y no dudaría en masacrarnos si le dábamos la oportunidad.
—¡Mátalo! —chilló Clarisse—. ¿A qué esperas?
—¡Es un cíclope! —gritó Grover—. ¡No te fíes de él!
Percy de verdad estaba teniendo serios problemas, incluso un poco lejos de donde estaba, podía sentir el dolor, la culpa y la angustia de tener que tomar la vida de Polifemo, incluso cuando él lo hubiera despellejado sin remordimiento, Percy tenía compasión.
—Sólo queremos el Vellocino de Oro —le dijo—. ¿Dejas que nos lo llevemos?
—¡No! —gritó Clarisse—. ¡Mátalo!
—¡Cierra el pico, Clarisse! —Ella me miró como si estuviera considerando clavarme su lanza en el ojo, pero no me importó. Esto ya era demasiado difícil para Percy como para que ella lo influenciara.
El monstruo se sorbió la nariz ruidosamente—. Mi hermoso vellocino, la mejor pieza de mi colección. Llévatelo, hombre cruel. Tómalo y vete en paz.
—Voy a retroceder muy despacio.Un movimiento en falso y...
El cíclope asintió como si comprendiera.
Percy apenas retrocedió un paso y Polifemo lo golpeó de un manotazo.
—¡Percy!
—¡Por eso le dije que lo matara! —gritó Clarisse furiosa—. Nunca puedes confiar en uno de ellos.
Quería correr hacia él, pero no podía dejar a Annabeth. Se estaba poniendo muy pálida y fría.
—¡Estúpido mortal! —bramó mientras se incorporaba—. ¿Llevarte mi vellocino? ¡Ja! Primero he de comerte.
Sentía un dolor tan grande en el pecho que casi no podía respirar, mi cuerpo estaba como pesado y frío, empecé a llorar de una manera que me hizo pensar que podía ahogarme. Todo a mi alrededor daba vueltas y estaba borroso, solo podía ver como Polifemo sujetó a Percy y abrió su enorme boca dispuesto a comérselo, todo como en cámara lenta.
Entonces una piedra como una pelota de baloncesto se coló por la garganta de Polifemo.
—¿Q-Qué? —apenas me salió la voz. Sentía como un hierro ardiente en la garganta y el cuerpo me temblaba aún por el pánico.
El cíclope se atragantó e intentó deglutir aquella píldora inesperada. Se tambaleó hacia atrás. Sólo que no había espacio para tambalearse. Le resbaló un talón, se resquebrajó el borde de la sima y se desplomó en el abismo.
Levanté la vista hacia la cima del camino, y un sollozo se me escapó.
—¡Polifemo malo! —exclamó Tyson—. ¡No todos los cíclopes son tan buenos como parecemos!
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Tyson nos dio una versión resumida de lo que había pasado: Rainbow el hipocampo, que por lo visto nos había seguido desde Long Island Sound con la esperanza de que Tyson jugase con él, lo había rescatado cuando CSS Birmingham se hundió en el fondo del mar y había logrado ponerlo a salvo. Los dos juntos habían recorrido desde entonces el Mar de los Monstruos tratando de localizarnos, hasta que Tyson detectó un fuerte tufo a oveja y dio con la isla.
Quería correr a abrazarlo, pero temía que si me levantaba iba a caerme. Aún sentía en el cuerpo los dejes del ataque de nervios que había tenido cuando pensé que iban a cenarse a Percy.
Además, no quería soltar la mano fría de Annabeth.
—Tyson, gracias a los dioses —dijo Percy con los ojos algo llorosos—. ¡Annabeth está herida!
—¿Das gracias a los dioses porque está herida? —preguntó desconcertado.
—¡No! —Se arrodilló junto a Annabeth y vi el miedo en sus ojos.
Tenía el nacimiento del pelo ensangrentado. Estaba pálida y sudorosa.
—Está helada —sollocé.
Grover y Percy se miraron asustados, incluso Clarisse parecía aturdida.
—Tyson, el vellocino —dijo Percy—. ¿Me lo puedes traer?
—¿Cuál? —dijo Tyson, mirando a las docenas de ovejas que tenía a su alrededor.
—¡En el árbol, el de oro! —grité entendiendo la idea que había tenido.
Se movió pesadamente, procurando no pisar las ovejas. Si alguno de nosotros hubiera intentado acercarse al vellocino, habría sido devorado vivo, pero supongo que Tyson olía igual que Polifemo, porque el rebaño ni siquiera le prestó atención.
Tyson extendió el brazo y levantó el vellocino de la rama de la que llevaba siglos colgando. Al instante, las hojas del roble se volvieron amarillas. Tyson empezó a caminar despacio hacia nosotros
—¡No hay tiempo! ¡Tíramelo!
La dorada piel de cordero cruzó por los aires y Percy la tomó al vuelo. La extendimos sobre Annabeth, cubriéndole todo el cuerpo salvo la cara, y rogué en silencio a todos los dioses, incluso al tonto que casi me habia matado ayer.
«Por favor, por favor, Apolo sé que me odias y quieres verme bien muertita, pero por favor, que Annabeth se salve»
Su rostro recuperó el color. Le temblaron los párpados y abrió los ojos. El corte en su frente empezó a cerrarse.
—No te habrás... casado, ¿verdad? —dijo con dificultad mirando a Grover.
Grover sonrió de oreja a oreja—. No. Darlene me robó al novio en la cara.
—Y luego lo dejé plantado por mujeriego —agregué entre sollozos—, te mereces algo mejor que un tipo que te cambiaría por otra sin dudarlo.
Nos reímos aliviados de ver que habíamos sobrevivido por unas horas más.
—Annabeth, no te muevas —murmuró Percy.
Pese a nuestras protestas, ella se sentó y entonces advertí que el corte se le había curado casi del todo. Tenía mucho mejor aspecto. De hecho, parecía irradiar salud, como si le hubiesen inyectado un resplandor benéfico.
Le di un suave abrazo, había tenido tanto miedo de perderla a ella y a Percy.
—Tenemos que irnos —dijo Percy mirando a Tyson que comenzaba a tener problemas para controlar a las ovejas—. Nuestro barco está...
Vi a lo lejos en el mar un enorme barco de velas, bastante parecido al Perla Negra del Capitán Sparrow.
Pero estaba demasiado lejos y nuestra mejor apuesta era el puente...que habíamos cortado. La otra opción era pasar entre las ovejas asesinas.
—Tyson ¿podrías llevarte el rebaño lo más lejos posible? —pregunté.
—Las ovejas quieren comida.
—¡Quieren carne humana! —soltó Percy—. Intenta alejarlas del camino. Danos tiempo para llegar a la playa y luego reúnete con nosotros.
Tyson parecía indeciso, pero dio un silbido.
—¡Vamos, ovejitas! ¡La carne está por allí! —Se alejó trotando hacia el prado, con todas las ovejas detrás.
—Sigue con el vellocino encima —le dijo a Annabeth—. Por si no estás totalmente curada. ¿Puedes ponerte de pie?
Hizo un intento, pero palideció en el acto—. ¡Uf! No del todo curada.
Clarisse se sentó a su lado y le examinó el pecho, lo que le arrancó un grito sofocado.
—Tiene un par de costillas rotas —dijo. Extendía la mano y la toqué, Clarisse tenía razón. Había pasado muchas horas en la enfermería haciendo de asistente de Lee y me había enseñado un par de cosas.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó Percy.
—Porque yo me las he roto más de una vez, enano —espetó Clarisse—. Voy a tener que cargar con ella.
Agarró a Annabeth como si fuera un saco, se la cargó sobre los hombros y la llevó hacia la playa.
El resto las seguimos y cuando llegamos a la orilla, Percy trató de llamar al barco, tras unos minutos de ansiosa espera, lo vi rodeando el extremo de la isla.
Alcancé a ver que en la proa lucía el nombre: Vengador de la Reina Ana.
«Ah...no es el Perla Negra, ya decía que era muy bonito para ser verdad»
—¡Ya vengo! —gritó Tyson, y bajó a saltos por el camino mientras las ovejas balaban frustradas, cincuenta metros más atrás, visto que su amigo se largaba sin darles de comer.
—No creo que nos sigan en el agua —nos dijo Percy—. Lo único que tenemos que hacer es nadar hacia el barco.
—¿Con Annabeth en este estado? —protestó Clarisse.
—Podemos lograrlo, y una vez a bordo, estaremos fuera de peligro —respondió con tono confiado. Me miró, estirando el brazo para sujetarme con fuerza—. Vamos, no voy a dejarte ir lejos de mi vista de nuevo.
Supongo que de verdad lo había traumado con haberme tenido que dejar en manos de Luke.
Esperaba que ya no hubiera más sorpresas desagradables, solo quería llegar al campamento en paz.
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Estábamos cerca de la entrada del barranco, cuando oímos un tremendo rugido y vimos a Polifemo, arañado y magullado pero todavía vivo, con su esmoquin azul hecho jirones, chapoteando hacia nosotros con una roca en cada mano.
—¿Es que no se le acaban nunca las rocas? —murmuró Percy. No le respondí porque una ola me dio en la cara y casi me atraganto con el agua.
—¡Nademos hasta el barco! —dijo Grover.
Él y Clarisse se zambulleron entre las olas. Annabeth se agarraba del cuello de Clarisse e intentaba nadar con un brazo, aunque el peso del vellocino la abrumaba. Nos sumergimos en el agua, y a pesar de que hacía todo más complicado, Percy se negó a soltarme la mano.
—¡Tú, joven cíclope! —rugió Polifemo—. ¡Traidor a tu casta!
Tyson se quedó helado.
—¡Tyson, no lo escuches!
Percy intentó tomarlo con la otra mano y arrastrarlo con nosotros, pero Tyson no se movió, al contrario, se volvió y encaró al viejo cíclope—. No soy ningún traidor.
—¡Sirves a los mortales! ¡A ladrones humanos! —gritó Polifemo.
Le arrojó la primera roca. Tyson la desvió con el puño.
—¡No soy traidor y tú no eres de mi casta!
—¡Victoria o muerte!
Polifemo se adentró entre las olas, pero aún tenía el pie herido. Dio un traspié y cayó de cabeza. Habría sido muy divertido si no hubiera empezado a levantarse otra vez, escupiendo agua salada y soltando gruñidos.
—¡Percy, Darlene! —chilló Clarisse—. ¡Vamos!
Ya casi habían llegado al barco con el vellocino a cuestas. Si conseguía distraer al monstruo un poco más...
—¡Sigan! —dijo Tyson—. Ya entretengo yo al Gran Feo.
—¡No vamos a dejarte atrás! —grité.
—Te matará —espetó Percy y su voz sonó bastante asustada—. Lucharemos juntos.
—Juntos —repitió él, asintiendo.
Percy se giró hacia mí y me dio un empujón lejos de él.
—Tú te vas al barco.
—¡No voy...!
—¡Si piensas que tienes derecho a exigir quedarte después de lo que hiciste, estás mal de la cabeza! —me gritó. Percy nunca me había gritado—. ¡Sube al maldito barco porque no tengo paciencia para que me des más sustos!
—Pero...
—¡Vete!
Estaba atónita, pero decidí obedecer.
Me zambullí en el agua y nadé hacía el barco, apenas fueron unos minutos pero me dejó agotada. No estaba acostumbrada a la fuerza del mar.
No sé qué estaba pasando con Percy y Tyson, pero llegó al barco y Clarisse me arrojó una cuerda para que pudiera trepar. Cuando subí, me giré hacia la costa justo para ver como esos dos peleaban contra el cíclope.
—¡Tyson! —grité horrorizada cuando Polifemo lo golpeó con un árbol con tal fuerza que salió disparado hacia atrás, abriendo una zanja en la arena. Polifemo se echó sobre él.
Percy se arrojó contra él y le clavó a Contracorriente en la parte trasera del muslo.
El rugido de Polifemo fue ensordecedor, y trató de darle con el árbol. Varias veces lo intentó, y Percy esquivaba las ramas casi de refilón.
Tyson le hizo un placaje y lo derribó, luego lo apartó de un empujón y los hermanos corrieron directo a las olas.
—¡Los aplastaré! —aullaba Polifemo, doblándose de dolor y cubriéndose el ojo con sus manos enormes—. ¿Dónde están?
Tomó el árbol y lo lanzó al agua. Cayó salpicando demasiado cerca de los chicos.
Estaban casi llegando al borde, cuando Clarisse volvió a ponerse en modo bocona.
—¡Muy bien, Jackson! ¡En tus propias narices, maldito cíclope!
—¡Maldita sea, Clarisse! —grité empujándola.
Había hecho lo mismo en la cueva poniendo en peligro a Grover, quería estrangularla.
Polifemo rugió, agarró una roca y la lanzó orientándose por la voz de Clarisse, pero se quedó corto por suerte.
—¡Mirate! —se mofaba Clarisse—. ¡Tiras como bebé! ¡Así aprenderás!
—¡Ya basta!
—¡Clarisse! —gritó Percy—. ¡Cierra el pico!
Polifemo arrojó otra roca y esta vez le dio directo al barco. El Vengador de la Reina Ana gimió, crujió y la proa se fue inclinando como a punto de deslizarse por un tobogán.
Nos hundimos demasiado rápido y nos arrojamos al agua, tratando de nadar sin éxito en el burbujeante torbellino del naufragio. El agua me arrastró y me entró por la naríz, me sentía como un muñeco de trapo siendo desplazada sin compasión por las olas.
No tenía idea de cómo les estaba yendo a los demás, pero quién me preocupaba era Annabeth, ella seguía herida y si aun estaba aferrada al vellocino eso le dificultaría nadar por el peso.
Me hundí, sintiendo como el agua me quemaba la nariz y el dolor en el pecho era demasiado. Me agitaba desesperada, aterrada de morir de aquella manera.
Esta misión había tenido demasiadas experiencias cercanas a la muerte que había esquivado, pero no podía tener tanta suerte ¿verdad?
Entonces, cuando creí todo perdido, uno de los ponis pez del señor Poseidon aparecieron, uno de ellos me empujó con la cabeza y me aferre a su cuello. Me llevó a la superficie y respiré desesperada por el aire.
Clarisse, Grover y Annabeth aparecieron a mi lado también sobre más hipocampos.
Rainbow, que era el más grande, cargaba con Clarisse. Él y mi hipocampo nadaron hacia Percy y Tyson, y ellos se aferraron a sus crines.
Le tendí la mano a Percy y lo ayudé a subir. Nos alejamos a escape de la isla de Polifemo. A nuestras espaldas, oí todavía al cíclope rugiendo victorioso.
—¡Lo conseguí! ¡He mandado a Nadie al fondo!
Esperaba que nunca descubriera que estaba equivocado.
Nos deslizamos sobre las olas mientras la isla se convertía en un punto y desaparecía por fin.
—Lo logramos —murmuré aferrada a la espalda de Percy, apoyando la mejilla en su hombro. Estaba tan agotada de todo.
—Sí —respondió él sujetándose con una mano a la crin del hipocampo y con la otra aferrándose a mi mano.
A nuestro lado, el hipocampo que llevaba a Annabeth se acercó demasiado. Ella se había desmayado sobre el cuello de la criatura, aun sujetando el vellocino como un objeto precioso que no pensaba dejar ir.
—La salvamos —dije agradecida.
—Gracias a los dioses —dijo él con tono adormecido.
Sentía que tenía una deuda con cierto dios.
Lo detestaba, pero quizá se había apiadado de mi amiga y eso era suficiente para darle un poco de margen en nuestra turbulenta relación. No me importaba lo que me hiciera a mi, pero agradecía que al menos sintiera compasión por mis amigos.
No estoy segura de cuánto tiempo pasó ni a dónde nos dirigimos, pero en algún punto, nos ganó el cansancio y nos quedamos dormidos.
¡FELIZ AÑO NUEVO!
Espero que hayan tenido un buen inicio de año, y que todas sus metas para este 2023 se cumplan.
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