016.ᴀʙᴏᴜᴛ ʜᴏᴡ ᴅᴀᴅ ᴀʟᴍᴏꜱᴛ ɢᴀᴠᴇ ᴍᴏᴍ ᴀ ʜᴇᴀʀᴛ ᴀᴛᴛᴀᴄᴋ
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ꜱᴏʙʀᴇ ᴄᴏᴍᴏ ᴘᴀᴘÁ ᴄᴀꜱɪ ʟᴇ ᴅᴀ ᴜɴ ɪɴꜰᴀʀᴛᴏ ᴀ ᴍᴀᴍÁ
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EL VIAJE DE REGRESO a casa fue demasiado tranquilo comparado a cuando nos fuimos.
Percy y yo nos quedamos dormidos en el asiento de atrás y nos despertamos cuando ya estábamos en pleno Nueva York.
Las luces de la ciudad resplandecían contra el vidrio del auto, y pronto llegamos al edificio donde vivíamos.
Nos despedimos de Argo hasta el próximo verano y subimos al piso.
—Aún tenemos el fin de semana antes de comenzar las clases —dije deteniéndonos frente a su apartamento—, ¿quieres ir al cine?
—Ir al cine suena como el paraíso después de un verano de locos —respondió divertido. Clavó sus ojos en mi herida y frunció el ceño—. Si te sientes bien por la mañana, entonces tenemos un plan en marcha.
Asentí, encantada de por fin tener mi preciada cuasi-cita con él.
Quizá eso me animó a ser un poquito atrevida, le di un beso en la mejilla, y me despedí disfrutando de lo sonrojado que quedó.
Entré al apartamento y apenas di dos pasos, me vi envuelta entre los amorosos brazos de mi mamá.
—¡Darlene, mi amor!
Ella me abrazó, y me besó mejillas, frente, nariz; estaba frenética, revisándome desesperadamente en busca de heridas y, por supuesto, cuando se detuvo en la que Luke me hizo, parecía que estaba lista para caminar hacia el campamento y prenderlo fuego.
—¿Qué pasó? —preguntó en un tono helado.
—Nada.
—Darlene Backer, ¿qué pasó?
La mirada en sus ojos me dijo que no me dejaría ir hasta saber la verdad.
—Gillian, al menos deja que la niña se siente —intervino mi abuelo.
Él se acercó a darme un abrazo, pero se notaba que también estaba molesto por ver tremenda herida.
Así que les conté todo, sobre la guerra que estuvo a punto de desatarse, sobre la misión de Percy por todo el país. Al parecer, ellos habían visto las noticias y habían querido protestar por las acusaciones que ese cerdo de Gabe Ugliano había hecho, pero haber revelado que sabían que Percy era inocente porque yo me había marchado en su busca, hubiera levantado muchas preguntas sobre dónde estábamos ambos.
Les conté también sobre lo que Luke había hecho, no podían creer que esa misma mañana hubiera ocurrido todo y ya estuviera en pie como si nada hubiera pasado.
—Ese director tuyo debió avisarme —espetó enojada.
—Habría servido para angustiarte sin que pudieras hacer nada, porque los mortales no pueden entrar al campamento —respondí—. Mamá, no tienes que preocuparte, estoy bien.
—Me alegra que estés bien, amor mío —dijo mamá abrazándome. Podía sentir su miedo que trataba de ocultar para no hacerme sentir mal. Se apartó un poco de mí, mirando la cicatriz y sus ojos se llenaron de lágrimas—. Me hubiera gustado al menos estar ahí cuidándote.
—Lo sé —dije dándole una sonrisa—, pero esto era algo que solo la medicina para mestizos podía curar.
No le conté que sané más rápido de lo normal porque el mismo dios de la medicina me había salvado. Eso hubiera supuesto contarle que la única razón de Apolo para hacerlo, era que "era su derecho tomar mi miserable vida mortal".
—Bueno, hija —comentó el abuelo poniendo una mano sobre el hombro de mamá—, tienes todo el año para mimarla antes de que la niña se vaya de nuevo a ese campamento.
Mamá torció los labios—. No irá.
—¿Qué? —Sentí como mis ojos se llenaron de lágrimas, a pesar de lo que me había pasado, este verano había sido asombroso —obviando la casi destrucción mundial por culpa del bendito rayo—, había hecho tantos amigos y en poco tiempo se había convertido en mi hogar—. ¡Sí voy a ir! —grité molesta.
Mamá me miró asombrada. Nunca había desafiado sus decisiones con tanta fuerza porque estaba convencida de que todo era por mi bien, que aunque no entendiera todo lo que ocurría, nadie sabría mejor cómo cuidarme que ella.
Pero ahora sabía la verdad. Mi madre seguía siendo una mortal, y por más que lo intentara, nunca podría darme la verdadera seguridad que necesitaba. Solo el campamento podía, entrenándome lo suficiente para aprender a valerme por mí misma.
—Darlene...
—¡No puedes hacerme esto!
—Te quiero lejos de ese mundo, Dari —dijo—. Este verano pasé cada segundo aterrada de que alguien apareciera en mi puerta para decirme que te había perdido para siempre, o que incluso ni siquiera recibiría un aviso —sollozó—. ¡Se supone que ese campamento era "el lugar más seguro para una semidiosa" y casi mueres! No, nos iremos en cuanto consiga un nuevo hogar.
—¡Pero, mamá...!
—Sin peros.
—Gillian —interrumpió mi abuelo—, durante mucho tiempo has intentado apartarla de su verdadera naturaleza. Darlene es una mestiza, es hija de un dios; uno que intentó advertirte de los peligros que correría.
»A mí también me enoja lo que pasó, pero siempre supimos que ese sería el tipo de vida que tendría que enfrentar. Y ya es demasiado tarde para seguir manteniéndola en la oscuridad, ahora el campamento es la única oportunidad de que sobreviva.
—¡Será solo por el verano, mamá! —dije desesperada por convencerla—. Volveré cada agosto a tiempo para las clases, y no estaré sola, Percy también es un semidios.
—Eso no me tranquiliza nada —murmuró inconforme. Parecía que quería seguir insistiendo, pero supongo que entendía que el abuelo tenía razón. Al final, soltó un suspiró resignado—. Bien —dijo, y solté un grito emocionada, ella levantó un dedo y me apuntó—, pero no quiero armas en casa.
Asentí, porque era más de lo que mamá hubiera aceptado en el pasado con respecto a mi seguridad.
Se marchó a la cocina y el abuelo se acercó a mí.
—Tienes mucho que contarme, jovencita —dijo con esa sonrisa traviesa que mamá y yo heredamos.
—Traigo muchas historias.
—Maravilloso.
—Bueno, cariño —dijo mamá entrando a la sala donde estaba puesta la mesa, cargando una ensaladera—, lávate las manos, es hora de cenar.
—¡Genial, tengo hambre! —exclamó Eros de repente entrando por la cocina con un vaso de agua— ¿Qué hay para cenar?
Mamá gritó y la ensaladera voló, desparramando el tomate y la lechuga por todas partes, ella se volteó y pisó un poco de la comida, resbalando. Por suerte para ella, papá estaba cerca, pudo sujetarla a tiempo antes de que se golpeara.
¿Han visto esas escenas en cámara lenta de las comedias románticas donde la protagonista se cae de espaldas, y su interés amoroso la atrapa, quedando ambos muy cerca y viéndose a los ojos?
Bueno, eso pasaba delante de mis ojos con mis padres. Fue increíble, algo que nunca esperé ver.
—Hola, Gillian —dijo papá aun sujetándola—. Tanto tiempo.
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Sobra decir que la imagen del dios del amor caminando, curioso, por nuestro apartamento era bastante bizarra, pero papá estaba en su apariencia de mortal. Así que solo era raro que parecía un tipo de veintitantos demasiado atractivo para estar entre tres simples mortales.
El abuelo lo miraba como si quisiera tirarlo por la ventana, pero no lo hacía porque... bueno, porque papá es un dios y no es buena idea hacer enojar a un dios.
Mamá estaba histérica, pero solo lo demostraba por el movimiento frenético de sus manos.
—Papá, ¿qué haces aquí?
—Quería pasar a ver a mi niña —respondió con simpleza. Se detuvo frente al mueble repleto de fotos de mí de pequeña y sonrió—. Que bonita, ¿Gillian, puedo tener esta foto?
—Ver a su niña —refunfuñó mi abuelo—, no la viene a ver en doce años y de repente se aparece.
—Mis razones ya se las expliqué a Darlene —dijo papá sin inmutarse—. Ahora que pude reclamarla abiertamente como mi hija, las cosas son diferentes.
Pero eso no pareció complacer a mi abuelo, porque tomó su chaqueta y murmurando que saldría a caminar un rato, se marchó.
Quizá sí fue lo mejor. Eros nunca sería del agrado de mi abuelo por más razón que hubiera tenido para no aparecer nunca.
Mamá me miró y luego a papá.
—¿Reclamarla?
—Todos saben que soy su hija, mamá —respondí—. Nos conocimos en el campamento.
Mientras papá seguía interesado en las fotos, le conté brevemente cómo fue que me reclamó, sobre nuestro encuentro en la Casa Grande, sobre cómo ahora tenía un lugar en la cabaña de Afrodita y hasta le mostré el precioso arco que me había regalado.
—¿Sabías del ataque? —cuestionó mamá señalándome.
—Me enteré —respondió él, sus ojos rojo sangre era un claro indicio de que él también estaba enojado—, pero rara vez podemos interferir en los problemas entre semidioses.
—¡Ese chico le clavó un puñal en el cuello!
—Lo sé —dijo entrecerrando los ojos—, sé todo.
Me di cuenta de que hablaba realmente de saber todo. Sabía incluso lo que había pasado con Apolo.
—¡Entonces...!
—Mamá —la detuve. Ella estaba reaccionando como cualquier madre mortal en una conversación con el ex con el que tiene una hija, no comprendía el alcance de las leyes divinas—. Los dioses ayudan en la medida de lo que pueden hacer, papá ya está rompiendo algunas leyes al querer mantenerse en contacto conmigo.
Ella torció los labios y bajó la mirada. Entendiendo que era de esas cosas que estaban más allá de su condición de mortal, algo que era de un mundo al que ella no pertenecía.
—Sé que estás enojada, Gill —dijo papá acercándose a ella—. Tienes todas las razones para estarlo, no solo con lo que pasó hoy, sino con mi ausencia todos estos años. No es fácil criar un hijo sola, mucho menos un mestizo.
»Estoy agradecido de que hayas cuidado de Darlene con amor. Es mucho más de lo que normalmente pasa en estos casos.
—No lo hice por tí —respondió ella—. Amo a mi hija, la cuidé porque es todo para mí.
—Lo sé, y por eso mismo lamento tanto no haber podido hacer más por ustedes —expresó—. Incluso el nombre que le pusiste es perfecto para ella.
Mamá me puso Darlene porque dijo que era exactamente lo que yo era: "Tiernamente amada".
Papá se acercó a mí y con el ceño fruncido dijo—: Si bien quería verte, hija, me gustaría hablar de algo contigo a solas.
Mamá se tensó.
—¿Y por qué yo no puedo saber?
—Porque tiene que ver con cosas de semidioses, mamá.
Ella torció los labios. Conociéndola, podía ver el hilo de pensamientos que estaba teniendo: la idea de dejarme sola con él y que papá me llevara, sin embargo, no diría nada. Mamá sabía que esto era algo con lo que siempre estaría atada a Eros por algo más que el solo ser mi padre, "cosas de semidioses" era algo en lo que ella jamás podría aconsejarme ni ayudarme, era algo que solo él podía hacer.
Lo guié hacia mi habitación, bajo la atenta mirada de mamá.
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Eros entró en mi habitación y parecía asombrado. No sé qué era lo que le impresionaba, pero miraba todo como si quisiera grabar cada detalle en su memoria.
Cerré la puerta tras de mí. —¿Qué ocurre, papá?
Él me miró, y la emoción había desaparecido de sus ojos.
—Me enteré de tu sueño.
Asentí.
—Supuse que era así.
—Lamento que pasaras por eso, es inadmisible, no volverá a pasar —prometió—. Apolo no volverá a acercarse a ti si sabe lo que le conviene.
«No creo que a él le importe mucho las consecuencias que pueda tener».
Eros entrecerró los ojos.
—¿Qué te dijo exactamente?
—Él me salvó —dije. No sabía por qué lo estaba defendiendo, además de temerosa, estaba enojada, yo no tenía la culpa de sus problemas.
—Sí, pero no por un acto de bondad.
—Entrenaré duro, aprenderé a defenderme —. Él hizo una mueca, sabía lo que estaba pensando, una semidiosa nunca tendría una oportunidad contra un dios, menos contra uno tan poderoso como el dios del sol.
Apolo no se detendría la próxima vez, no le importaba lo que Eros pudiera hacerle de regreso. Lo único que quedaba por hacer era exactamente lo que había dicho Percy: "solo tenemos que sobrevivir hasta entonces".
Pero Percy también había enfrentado a Ares, había vencido al dios de la guerra, así que sí era posible enfrentarlos sin acabar pulverizada.
Solo tenía que encontrar la manera de vencer a Apolo en sus propios juegos.
—¿Viniste solo por eso?
—No, pero quería ver cómo estabas —murmuró acercándose a mí—. Además, he notado que hay algo que te molesta, te sientes... culpable por algo.
Recordé que leer las emociones de otros era algo que siempre se me había hecho fácil, Quirón me había dicho que probablemente era algo que heredé de Eros.
Asentí—. Pero no es nada importante.
—Darlene, si algo te hace sentir mal, por supuesto que es importante. ¿Qué ocurre?
Bajé la mirada, torciendo los labios e intentando contener las lágrimas. La verdad es que había algo que me estaba haciendo sentir tan enojada conmigo misma desde lo que pasó con Luke.
—Me equivoqué —admití—, pensé que estaba haciendo lo correcto con Annabeth, pero casi la puse en peligro. Luke pudo haberse aprovechado de lo que ella sentía para ponerla en contra de los dioses.
Eros asintió.
—Sí, lo hiciste, fue imprudente —dijo. Quería llorar, fui tan estúpida al creer que estaba haciendo lo correcto. Papá se acercó y nos sentamos en mi cama, él pasó su brazo por mis hombros—. Pero no fue solo por lo que Luke representa para el futuro del Olimpo, lo peligroso estuvo implicado de otra manera —Lo miré sin comprender de qué hablaba.
»Dari, en tiempos antiguos esto no importaba, no se veía mal, sin embargo algo que aprendí con el avance de la sociedad es que la diferencia de edad puede ser verdaderamente peligrosa —expresó—. Tienes trece años, es normal que no pensaras en eso, pero Luke tiene dieciocho. Hay muchas formas en las que pudo haberse aprovechado de la inocencia de Annabeth más que haberla puesto de su lado en este conflicto, es una suerte que él no lo pensara.
Lloré, realmente fui una estúpida que no pensó en todas los puntos negativos, me concentré en lo que pensé que era bueno y casi arruiné todo.
—No te sientas mal por no haberlo pensado, eres joven y aún te queda mucho por aprender —dijo abrazándome—. Ahora lo sabes y eso es lo que importa. Lo que debes hacer es intentar enmendarlo. Deberías llamar a tu amiga y explicarle lo que hiciste, cómo te sientes y disculparte.
—Pero Annabeth se enojará conmigo —sollocé.
—Quizá, pero es una hija de Atenea, al final lo entenderá, y pedir disculpas también te hará sentir mejor a ti.
Bajé la mirada. Me sentía avergonzada y enojada conmigo misma, no quería tener que decirle a Annabeth esto, pero quizá papá tenía razón.
—Gracias —murmuré.
—No lo agradezcas, guiarte es parte de mi deber.
Eros frunció el ceño, como perdido en sus pensamientos, y luego soltó un suspiró cansado.
—Tengo que irme, aún tengo trabajo que hacer —dijo—. Mantente alejada de las peleas.
Sonreí, no era tan malo ser hija de un dios. No era malo ser hija de Eros.
Excepto por...
—Papá.
—¿Sí?
—Deja de leerme la mente. —Él se giró hacía, asombrado por mis palabras, como si no hubiera considerado la posibilidad de que eso era lo que le pediría—. Mientras era pequeña estaba bien, pero hay una cosa que se valora más cuando eres una adolescente, y se llama privacidad.
Eros se rió, como si fuera un niño pequeño atrapado en una travesura. Su risa hacía que luciera más atractivo de lo que de por sí era.
Dio una mirada a su alrededor, parecía atraído por mis dibujos pegados en el escritorio, sobre todo uno que había hecho cuando tenía cuatro: era un dibujo de mi familia, pero sus ojos estaban fijos en la sombra de un hombre que tenía escrito en la parte superior "papá".
Recordé cómo había mirado las fotos de la sala, y cómo había pedido quedarse con una.
Me acerqué a mi biblioteca y tomé un álbum grande rosa con estrellas de gomaespuma, y se lo entregué. Él me miró sin comprender, así que lo abrió.
Su mirada se enterneció al verlas, estaba repleto de fotografías de mi vida. Mamá tenía uno idéntico, pero este lo habíamos hecho juntas a mi antojo, era más un collage que un álbum normal. Tenía cosas que me habían parecido interesantes y anotaciones en los bordes explicando por qué, era mi tesoro más preciado.
—Si quieres...—murmuré sintiendo que quizá estaba cruzando una línea demasiado grande—, puedes quedártelo.
—¿De verdad? —preguntó fascinado pasando cada página.
—Sí.
—Gracias, cariño; es el regalo más bonito que he recibido jamás —murmuró—. Hablando de regalos.... —Se acercó a mí y me sonrió con tristeza—. Lamento haberme perdido tantos años de tu vida, hubo muchas cosas que me perdí y creo que te debo unos... doce regalos de cumpleaños.
—¿Qué?
—¡¿Pero qué es esto?! —gritó mamá desde la sala.
Él sonrió, divertido por lo que sea que haya hecho.
Salí corriendo de la habitación, y me detuve asombrada al verlos.
Ahí, sobre la mesa de la sala, había doce regalos preciosamente envueltos, pero el que más destacaba, era un espejo enorme, de esos que son de cuerpo entero hecho de oro.
Mamá estaba igual de impactada que yo.
—Para que te comuniques. —dijo Eros con una sonrisa—. También hay uno pequeño, es de bolsillo, para que puedas llevarlo a todos lados.
Supe que había encontrado otra manera de vigilarme, sin tener que invadir mis pensamientos.
No sé por qué me sorprendía, Eros seguía siendo un dios, y los dioses tenían tendencias acosadoras.
Bueno, con esto terminamos el primer libro de los Dioses del Olimpo, quedan los dos extras y luego empezaremos con el Mar de los Monstruos que ya casi está terminado.
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