Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

016.ᴀʙᴏᴜᴛ ʜᴏᴡ ɪ ꜱᴛᴏʟᴇ ᴛʜᴇ ɢʀᴏᴏᴍ

╔╦══• •✠•❀ - ❀•✠ • •══╦╗

ꜱᴏʙʀᴇ ᴄᴏᴍᴏ ᴍᴇ ʀᴏʙÉ ᴀʟ ɴᴏᴠɪᴏ

╚╩══• •✠•❀ - ❀•✠ • •══╩╝

PERCY

LA CRESTA SOBRE LA QUE NOS HALLÁBAMOS era más estrecha de lo que me había parecido. Por el otro lado terminaba bruscamente, y era de allí de donde venía aquella voz del terraplén que había debajo.

—¡Eres pendenciera! —bramó aquella voz ronca.

—¡Atrévete a desafiarme! —La voz de Clarisse, sin la menor duda—. ¡Devuélveme mi espada y lucharé contigo!

El monstruo se echó a reír con gran estruendo.

Annabeth y yo nos arrastramos hasta el borde. Estábamos encima mismo de la entrada de la cueva. Polifemo y Grover, que aún iba con su vestido de novia, se hallaban justo a nuestros pies.

Tenía la esperanza de ver a Tyson por allí. Aunque estuviera corriendo peligro, al menos habría sabido que estaba vivo, pero no había ni rastro de él.

En su lugar, nos tomó por sorpresa lo que vimos.

Clarisse y Darlene estaban atadas y colgadas boca abajo sobre una olla de agua hirviendo.

—¡Dari! —exclamó Annabeth en voz baja. Y tenía una expresión que seguramente se replicaba en mi cara. Eros había sido exacto al decir que la veríamos pronto.

—Hummm —murmuró Polifemo mientras reflexionaba—. ¿Me como a esta bocona ahora mismo o la dejo para el banquete de boda junto con la otra? ¿Qué opina mi novia?

Se volvió hacia Grover, que retrocedió y casi tropezó con su cola nupcial, por fin terminada.

—Eh, bueno, yo no estoy hambrienta ahora mismo, querido. Quizá...

—¿Cómo que novia? —preguntó Clarisse—. ¿Quién? ¿Grover?

—Shhh, Clarisse —le decía Darlene—. Cierra el pico.

Polifemo frunció el ceño—. ¿Qué Grover?

—¡El sátiro! —aulló Clarisse.

—¡Clarisse! —chilló Darlene.

—¡Ay! —gimió Grover—. El cerebro de la pobre ya se ha puesto a hervir con el agua caliente. ¡Bájala, querido!

Polifemo entornó el párpado sobre su siniestro ojo nublado, tratando de ver a las chicas con mayor claridad.

—¿De qué sátiro me hablas? —preguntó—. Los sátiros son buena comida. ¿Me han traído un sátiro?

—¡No, maldito idiota! —bramó Clarisse—. ¡Ese sátiro! ¡Grover! ¡El que lleva el vestido de novia!

—¡Eres una imbécil! —le gritó Darlene enojada—. No hay ningún sátiro, lo que yo veo es una pareja de cíclopes que está por casarse en pésimas condiciones. Dime, ¿no consideraste contratar a una buena organizadora de bodas?

—¡¿Acaso ya te dejaron tonta de tantos golpes en la cabeza?! —cuestionó Clarisse—. Grover es un sátiro.

—Porque si están interesados, puedo ofrecerles un maravilloso descuento en mi paquete ultra romántico para bodas de emergencia...

Darlene seguía parloteando tonterías sobre bodas en un intento por distraer a Polifemo, pero ya era demasiado tarde.

Clarisse había destapado la olla, y Polifemo no se dejaría engañar.

Se dio la vuelta y le arrancó el velo a Grover, descubriendo su pelaje ensortijado, su desaliñada barbita adolescente y sus cuernos diminutos.

El cíclope respiro pesadamente, tratando de contener su furia.

—No veo demasiado bien, no desde que aquél otro héroe me pinchó en el ojo. Pero aun así... ¡Tú no eres una mujer cíclope!

Y le desgarró el vestido por completo. Debajo, apareció el viejo Grover con sus tejanos y su camiseta. Soltó un aullido y se agachó justo cuando el monstruo lanzaba un golpe a su cabeza.

—¡Espera! —suplicó Grover—. ¡No vayas a comerme crudo! ¡Tengo una buena receta!

Polifemo, con una roca preparada para aplastar a la que había sido su novia, pareció dudar.

—¿Una receta?

—¡Oh, sí! No vas a comerme crudo, ¿verdad? Te daría diarrea, el botulismo, un montón de cosas horribles. Tendré mucho mejor sabor asado a fuego lento. ¡Con salsa picante de mango! Podrías ir ahora mismo a buscar unos mangos, allá en el bosque. Yo te espero aquí.

El monstruo se puso a reflexionar. El corazón me retumbaba contra las costillas.

—Sátiro asado con salsa picante de mango —musitó Polifemo. Se volvió hacia las chicas, que seguían colgadas sobre la olla de agua hirviendo—. ¿Ustedes también son sátiros?

—¡No, maldito montón de estiércol! —chilló—. ¡Somos chicas! ¡Soy la hija de Ares! ¡Ahora desátame para que pueda rebanarte los brazos!

—¡Clarisse, para ya! —gritó Darlene, tenía una expresión de dolor. Seguro que esas sogas y el movimiento la estaban lastimando.

—Para rebanarme los brazos —repitió Polifemo.

—¡Y para metértelos en la boca!

—Tú sí que tienes agallas.

—¡Bájame de aquí!

Polifemo agarró a Grover y lo levantó como si fuera un perrito desobediente.

—Ahora hay que apacentar a las ovejas. La boda la aplazamos hasta la noche. ¡Entonces comeremos sátiro como plato fuerte!

—Pero... ¿es que todavía piensas casarte? —Grover sonaba ofendido—. ¿Y quién es la novia?

Polifemo miró con el rabillo del ojo hacia la olla hirviendo.

Clarisse ahogó un grito.

—¡Oh, no! No lo dirás en serio. Ni pienses que...

—¡Tú no! Me da dolor de cabeza escuchar tus chillidos —bramó el cíclope, señaló a Dari con una sonrisa horrible—. Ella.

Darlene dejó escapar un jadeo—. ¡Estás loco! ¡Tengo trece años, no tengo edad para casarme, y tú no eres para nada mi tipo! ¿Siquiera considerarías hacerte un buen corte de cabello?

—¡Darlene! —gritaron Clarisse y Grover.

—¡Además, soy hija de Eros, a él no le va a gustar nada este matrimonio sin su bendición!

Polifemo pareció pensarse un poco lo que acababa de escuchar.

—Una hija de Eros ¿he? —masculló—. Sin duda me he sacado el premio mayor. Ojalá pudiera ver mejor, pero seguro que debes ser preciosa.

—¡Intenta acercarte a ella y acabaré contigo! —gritó Clarisse.

Antes de que Annabeth y yo pudiésemos hacer algo, Polifemo las arrancó de la cuerda como si fuera una manzana madura y los arrojó a los tres al interior de la caverna.

—¡Pónganse cómodos! ¡Estaré de vuelta cuando se ponga el sol para el gran acontecimiento!

Luego dio un silbido y un rebaño de cabras y ovejas más pequeñas que las devoradoras de hombres empezaron a salir de la cueva. Cuando pasó la última, Polifemo hizo rodar una roca frente a la entrada, con la misma facilidad con que yo cerraría la puerta de la nevera, y ahogó de golpe los gritos de Clarisse, Darlene y Grover.

—Mangos —refunfuñó Polifemo—. ¿Qué son mangos?

Se alejó caminando montaña abajo con su traje de boda azul celeste y nos dejó en compañía de una olla de agua hirviendo y una roca de seis toneladas.

━━━━━━━━♪♡♪━━━━━━━━

DARLENE

Polifemo nos tiró como bolsas de basura al interior de la cueva sin ningún miramiento.

Caímos en un golpe duro, ellos dos encima de mí. Me quedé sin aire y rodamos tratando de ponernos en una posición más cómoda.

—¡Maldito cíclope! —escupió Clarisse sacuendiéndose con fuerza.

—¡Ay!

—Déjenme ayudarlas —dijo Grover apresurandose a tomar unas tijeras que había tiradas por ahí.

Estábamos en una cueva que fungía como una sala de telar. Supongo que aquí es donde Polifemo hilaba la lana de las ovejas.

Grover intentó cortar los nudos que nos mantenían atadas sin ningún resultado.

—¡Estoy harta de ser prisionera! —grité enojada—. ¡Me he pasado la mitad de la misión esposada! ¡¿Acaso alguien más va a secuestrarme o qué?!

—Es inútil —dijo Clarisse ignorándome, más interesada en soltarse que en mi furia—. ¡Estas cuerdas parecen de hierro!

—¡No quiero ser esposa de un cíclope!

Sí, me estaba comportando como una quejosa. Pero quiero verlos no quejarse si un monstruo de casi cinco metros con un solo ojo, aliento apestoso, mal peinado y pésimo sentido de la moda, que encima se comerá a tus mejores amigos, quiere casarse con ustedes.

Y yo quería casarme con Percy.

—¡Sólo unos minutos más!

—¡Maldición, Grover! —gritó exasperada—. ¡Llevas rato intentándolo!

Entonces vi una figura que llevaba días esperando volver a ver.

—¡Percy! —exclamé emocionada. Él me dio una sonrisa cansada, pero llena de afecto.

—¿Percy? —dijo Clarisse—. ¡Se suponía que habías saltado por los aires!

—Yo también me alegro de verlas. Ahora no se muevan mientras...

—¡Perrrrrcy! —Grover se puso a balar y le dio un abrazo cabruno, una especie de placaje—. ¡Oíste mis mensajes! ¡Has venido!

—Sí, amigo. Claro que he venido.

—¿Dónde está Annabeth? —pregunté ansiosa por verla a ella también.

—Fuera, pero no hay tiempo para hablar. Quédense quietas.

Destapó a Contracorriente y corté las cuerdas. Clarisse se puso de pie con cierta rigidez mientras se frotaba las muñecas. Lo miró con hostilidad un momento; luego bajó la vista y murmuró—. Gracias.

—De nada —respondió. Clavó sus ojos en mí, y dando dos zancadas me sujetó de los brazos para ponerme de pie. Me estrechó en un fuerte abrazo, casi desesperado—. ¡Maldita sea, Dari! ¡Si vuelves a hacer una estupidez como lo del barco, voy a...! —amenazó, pero cerca del final su voz se quebró, como si estuviera haciendo esfuerzos para no llorar.

—Lo siento —murmuré contra su hombro—, pero no encontré otra forma.

—¡Pues si no hay, inventaremos una! —espetó. Me miró con los ojos inyectados en sangre, muy aterrado y aliviado de por fin verme—. ¡Pero no vuelvas a hacer algo así!

Asentí, pero no prometí nada. Sentí que sería mentirle descaradamente, porque si tenía que, volvería a hacerlo.

Él vio a través de mis pensamientos y me dio una mirada que comprendí muy bien.

"Estás loca si piensas que te dejaré hacerlo de nuevo"

Se giró hacia Clarisse, quizá no queriendo seguir con esta conversación hasta que estuvieramos a salvo.

—¿Había alguien más en tu barco?

Clarisse lo miró sorprendida—. No, solo yo. El resto de la tripulación del Birmingham... Bueno, ni siquiera sabía que ustedes se habían librado.

Percy miró al suelo, sus emociones gritaban impotencia y tristeza. Fue cuando me di cuenta.

—¿Percy, dónde está Tyson? —pregunté asustada.

—Vamos, tenemos que ayudar a Annabeth —dijo ignorando mi pregunta.

Quería llorar, porque si era lo que estaba pensando...

Se oyó un estruendo, cuyo eco fue rebotando por toda la cueva, y luego un grito que me hizo temer.

Annabeth gritaba llena de pánico.

Nos deslizamos fuera de la cueva, Percy me había sujetado de la mano con fuerza. Vimos al cíclope que sonreía con aire malvado y sostenía un puñado de aire. Agitó el puño y una gorra cayó al suelo, Annabeth estaba sujeta por las piernas y retorciéndose boca abajo.

—¡He atrapado a Nadie! —gritó Polifemo, regodeándose—. ¡Repulsiva niña invisible! Ya tengo una novia, ¡a tí también te voy a asar con salsa picante de mango!

Annabeth forcejeaba, pero parecía aturdida. Tenía un corte muy feo en la frente y los ojos vidriosos.

—Voy a atacarlo. —Susurró Percy—. Nuestro barco está en la otra parte de la isla. Ustedes...

—Ni hablar —dijimos al unísono.

Clarisse iba armada con una lanza rematada con un cuerno de cordero que había sacado de la colección del cíclope. Grover había encontrado un hueso de muslo de oveja con el que no parecía muy contento, pero lo blandía como si fuese una porra; y yo sostenía un arco bastante viejo de hueso y unas flechas algo gastadas, pero lo interesante era que las puntas estaban oxidadas, eso seguro que le dolería si se infectaba.

—Atacaremos juntos —gruñó Clarisse.

—Sí —dijo Grover. Y pestañeó atónito, como si no pudiera creer que hubiese coincidido en algo con Clarisse. Yo solo asentí.

—Está bien. Plan de ataque Macedonia —dijo.

Los cuatro habíamos pasado los mismos cursos de entrenamiento en el Campamento Mestizo. Sabíamos de qué estaba hablando. Nos desplazariamos a hurtadillas y atacaríamos al cíclope por los flancos mientras él atraía su atención por el frente.

Seguí a Clarisse hacia una de las enormes rocas en la cima de una pendiente y nos escondimos entre la maleza que caía salvaje por todas partes.

Entre las hojas, vi a Percy acercándose a Polifemo con Contracorriente en su mano.

—¡Eh, tú, bicho horrible! —gritó blandiendo su espada.

—¿Otro? ¿Tú quién eres? —cuestionó el gigante.

—Deja a mi amiga. Soy yo el que te insultó.

—¿Tú eres Nadie?

—¡Eso es, apestoso barril de moco! —volvió a gritar.

Hice una mueca, Percy era pésimo para los insultos.

—¡Yo soy Nadie y a mucha honra! Ahora, déjala en el suelo y ven aquí. Quiero sacarte el ojo otra vez.

El cíclope rugió furioso y soltó a Annabeth, que cayó de cabeza sobre las rocas, quedando tendida como un muñeco de trapo. Solté un jadeo, preocupada por ella; y Clarisse me sujetó del brazo cuando estuve a punto de saltar a ayudarla.

Polifemo corrió hacia Percy, justo en ese momento, Grover saltó por la derecha y lanzó su hueso de oveja, que rebotó, inofensivo, en la frente del monstruo. Clarisse apareció por la izquierda, colocó la lanza contra el suelo, justo a tiempo para que el cíclope la pisara, y se echó a un lado para no quedar atrapada. Polifemo soltó un aullido de dolor, pero se arrancó la lanza como si fuese una astilla y siguió avanzando.

Así que salté por entre la maleza y tensé el arco. Disparé tres flechas juntas que se clavaron justo en una de las rodillas del cíclope, haciendo que el gigante soltara un aullido angustiado.

Polifemo soltó manotazos, tratando de agarrar a Percy con una mano. Él, espada en mano, rodó a un lado y le dio un tajo en la otra pierna.

—¡Encargense de Annabeth! —gritó.

Grover y yo corríamos hacia ella, tomando su gorra y él la alzó en brazos. Sujeté su cabeza que caía pesadamente a un costado y tenía una herida fea que sangraba demasiado para mi gusto.

Clarisse y Percy se quedaron atrás, enfrentando a Polifemo mientras nosotros corríamos hacia el puente.

—¡Esto es malo! —chilló Grover—. Su cabeza no para de sangrar.

—Por ahora tratemos de llegar al otro lado y librarnos de ese tipo, ya veremos que hacer con su cabeza —espeté.

Me aterraba la idea de pensar que Annabeth pudiera morir, estaba sangrando demasiado, ese golpe había sido muy duro; pero no podía dejarme invadir por el pánico.

A lo lejos, los retumbos de los pasos de Polifemo sacudían el suelo de la colina.

—¡Los voy a hacer picadillo! —grito furioso—. ¡Maldito seas mil veces, Nadie!

Percy y Clarisse corrían hacia nosotros, siendo perseguidos por el cíclope, que aunque cojeaba lento por las heridas que tenía en su cuerpo, no desistía de la idea de dejarnos ir por la paz.

Y yo, particularmente, no tenía muchas ganas de quedarme a averiguar si al final me haría su cena o su esposa.

Bajamos la ladera a trópicos, y al llegar al otro lado, Grover bajo a Annabeth al suelo. Percy y Clarisse aún estaban algo alejados, tenían que cruzar antes de que Polifemo los alcanzara.

—¡El cuchillo de Annabeth! —gritó Percy a lo lejos.

—¿Qué dice? —preguntó nervioso Grover.

—El cuchillo —murmuré—. ¡El cuchillo!

—¿Qué cuchillo?

—¡Hay que cortar las cuerdas! —le grité sacando el arma que Annabeth solía guardar en su cinturón. Me apresuré a cortar las cuerdas mientras ellos atravesaban el puente.

La primera se rompió con un chasquido.

Polifemo demasiado cerca y hacía oscilar el puente de un modo brutal.

La mitad de las cuerdas ya estaban cortadas. Clarisse y Percy saltaron en plancha para alcanzar tierra firme y aterrizaron junto a nosotros.

Percy blandió su espada y de un solo golpe cortó las cuerdas que quedaban.

El puente cayó en el abismo y el cíclope aulló feliz, porque estaba justo a nuestro lado.

Michael viendo que tiene rival nuevo por el amor de Dari

Grover después de que Darlene le robo el novio

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro