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015.ᴀʙᴏᴜᴛ ʜᴏᴡ ɪ ᴅɪꜱᴄᴏᴠᴇʀᴇᴅ ᴀ ᴘʟᴏᴛ ᴀɴᴅ ɪᴛ ᴅɪᴅɴ'ᴛ ʜᴇʟᴘ

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ꜱᴏʙʀᴇ ᴄᴏᴍᴏ ᴅᴇꜱᴄᴜʙʀÍ ᴜɴ ᴄᴏᴍᴘʟᴏᴛ ʏ ɴᴏ ꜱɪʀᴠɪÓ ᴅᴇ ɴᴀᴅᴀ

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AÚN ERA DE NOCHE  cuando salí de la cabaña, estaba sudando y las ganas de vomitar eran insoportables.

Fuera, el campamento estaba tranquilo, todos dormían; el sol saldría dentro de poco.

Me dirigí al bosque, lejos de la atención de cualquiera que pudiera levantarse temprano. Me senté en el suelo, escondida entre los árboles y arbustos, y finalmente me rompí.

Lloré por todo el miedo que acababa de pasar, había sido un sueño, pero fue tan real que ahora, despierta y alerta, seguía sintiendo las fuertes manos apretando mi cuello, haciéndome respirar con dificultad.

Papá tenía razón, Apolo era un cabrón.

Me acurruqué contra un árbol, y deseé poder ya estar en casa o incluso, que papá se hubiera aparecido.

—¿Darlene?

La voz me sobresaltó, me limpié rápidamente las mejillas cuando lo vi parado a unos pasos de mí.

—¿Luke, qué haces aquí?

Él me miró, enarcando una ceja.

—Estaba por ir a entrenar —respondió mostrando la espada que colgaba de su cinturón—, pero te ví saliendo a hurtadillas y no tenías buen aspecto. ¿Pasó algo?

Se sentó a mi lado, observando a todas partes, atento de cualquier peligro.

Abracé mis piernas contra mí; estaba temblando por la brisa fresca que me daba en la piel sudada. Luke no me presionó, esperaba paciente a que le contara qué me pasaba.

—Tuve una pesadilla —respondí en voz baja.

—¿Fue muy malo?

—¿Sabes sobre la disputa de mi papá con Apolo? —Él asintió—. Soñé con Él, bueno... más bien... se apareció en mis sueños.

Luke hizo una mueca, entendiendo que no había sido una conversación bonita.

—¿Te hizo daño?

Le conté todo: cómo se había aparecido, me había asustado terriblemente haciéndome creer que me mataría en ese momento y como al final, me había amenazado de muerte.

Soltó una maldición bastante grosera.

Entonces lo noté. Luke era guapo, el tipo de chico por el que todas suelen suspirar solo por verlo respirar, pero ahora se veía cansado, enojado y nada atractivo. Su pelo rubio se veía gris a la luz del sol. La cicatriz de su rostro parecía más profunda de lo normal.

—Los dioses son tan miserables, ellos se pelean y son sus hijos los que pagan el costo —dijo con desprecio—. Quirón siempre dice que nuestros padres hicieron el campamento en este seguro espacio mágico para protegernos, pero estoy tan cansado de vivir con miedo y escapando de todo.

Yo asentí, porque en verdad no era justo lo que nos había tocado solo por ser hijos de los dioses. Casi que deseaba volver a mi antigua vida sin conocimiento, sin saber de quién era hija y sin tontos dioses solares que amenacen mi existencia.

—¿Alguna vez mejora? —pregunté.

—Me gustaría decir qué sí, pero solo somos sus peones, es la única razón de nuestra existencia —respondió—. Siempre encontrarán algo para usarnos a voluntad, o buscarán algo para mantenernos ocupados y que no les estorbemos.

Se tocó la cicatriz, tenía la mirada perdida, cómo si estuviera recordando algo que le molestaba.

—Por eso es hora de que alguien los ponga en su lugar —agregó.

Lo miré, atónita sin entender a qué se refería.

—¿De qué hablas?

El odio en sus ojos me asustó, nunca había visto una mirada como aquella en Luke, era la mirada de alguien roto por el dolor, la traición, el enojo y el deseo de venganza.

—Ares pensó que se trataba de empezar una guerra entre los dioses, pero es más grande que eso —respondió poniéndose de pie—. Su preciosa civilización occidental es una enfermedad, Dari. Está matando el mundo. La única manera de detenerlos es quemarla de arriba abajo y empezar de cero con algo más honesto.

Entonces lo entendí: Luke era el traidor.

—Tú eres el ladrón del rayo, quieres despertar a Cronos —murmuré impactada—. ¿Por qué?

—Me prometió el poder para derrotar a nuestros padres.

—¡Pero Luke, Cronos es mucho peor que los dioses! —exclamé horrorizada—, la Era antes de los dioses estaba sumida en caos y oscuridad. Solo te está usando.

—Él me mostró que mi talento estaba desperdiciado —respondió iracundo.

Podía sentir sus emociones, el desprecio que sentía, no hacia mí, sino hacia todo lo que representaba la sociedad de los dioses.

—He estado aquí desde que era un niño, hice todo lo que me pidieron. ¡Todo! ¿Y para qué? —espetó—. Nunca obtendremos el valor que merecemos, este mundo jamás será nuestro mientras nuestros padres gobiernen desde las estrellas.

Me contó todo. Su misión y cómo había acabado con esa cicatriz, como su corazón se había teñido cada vez de odio y rencor contra los dioses, contra su padre. También como había robado el rayo y el yelmo, como había engañado a Ares y luego a Percy.

—Teníamos que hacer creer a Quirón que el campamento no era seguro para él, así lo iniciaría en su misión. Teníamos que confirmar sus miedos de que Hades iba tras Percy. Y funcionó.

—¡Varios pudieron haber resultado heridos, no solo Percy!

—Haré lo que haga falta, no importa cuantos perdamos en el camino —dijo apoyando la mano en el mango de su espada—, todo el sacrificio que hacemos al menos tendrá un mejor uso que servir a nuestros padres. Los dioses nunca estuvieron de nuestra parte, es hora de verlos caer.

»¿No los ves, Darlene? La Era de los dioses pronto acabará, y es mejor que te pongas del lado que reinará en su lugar —agregó extendiéndome la mano.

—¡Estás loco! —exclamé poniéndome de pie.

—Tal vez, o demasiado cuerdo para ver el mundo como realmente es —murmuró—. Qué pena, después de lo que me contaste, hubiera pensado que entenderías que los dioses deben desaparecer. Tú no tienes la culpa de los problemas de Apolo y Eros, y sin embargo, Apolo no dudará en destruirte, Eros probablemente se queje un par de días y luego pasarás a ser un mal recuerdo que olvidarán con facilidad.

—¡Mi padre no permitirá que él me haga daño!

—Estás demasiado encandilada por la falsa bondad de los dioses; realmente es una lástima, me hubiera gustado haber salvado una vida inocente. —Soltó un suspiro resignado—. Pero entenderás que ahora que sabes la verdad, no puedo dejarte ir.

Por supuesto que lo entendí.

Intenté correr, pero Luke fue más rápido y me tomó del cabello. Solté un grito cuando me arrastró hacia atrás y me sujetó con fuerza contra su pecho, ahorcándome con el brazo.

Quería gritar por ayuda, pero el miedo que había sentido horas antes cuando Apolo había hecho lo mismo regresó. Luke estaba usando mi reciente pánico para incapacitarme.

—Nunca debes salir sin protección, Darlene —dijo—. Lo siento.

Solté un jadeo adolorido, Luke me soltó, dando unos pasos lejos de mí. Me derrumbé, el dolor era insoportable, pero no podía reaccionar, no podía creer lo que había hecho.

Levanté una mano temblorosa hacia el lado derecho de mi cuello, sintiendo el mango de la daga de Luke que aún seguía clavada allí. Toqué la herida, el dolor que me atravesó me hizo desistir, miré mis dedos llenos de sangre y sollocé.

Luke se arrodilló a mi lado, sus ojos eran fríos, sin ningún arrepentimiento.

Una lágrima me bajó por la mejilla.

—No te preocupes, estoy seguro de que irás a los Elíseos, y quizá, en poco tiempo te encuentres con Percy. Serán felices pasando su eternidad juntos, no más miedo, no más dolor. Te ahorré el sufrimiento por el que seguramente Apolo te haría vivir.

Quería decirle que se fuera al infierno.

—Un nuevo mundo vendrá pronto, Darlene, lamento que no puedas verlo. Descansa en paz, compañera semidiosa.

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Apenas habían pasado unos minutos cuando amaneció, estaba sola, tirada en medio del bosque, esperando mi muerte.

Quién sabe si pasaría unas horas hasta que alguien me encontrara y pudieran ayudarme.

El sol del amanecer me cegó por entre las hojas, cerré los ojos.

Sentía mi cuerpo como si alguien hubiera cortado los hilos de una marioneta, un peso muerto. No podía creer que todo terminara así. No podía dejar que Luke se saliera con la suya.

Pero no podía moverme, porque cada vez que lo intentaba, sentía como un tirón en dónde tenía clavada la daga y eso me hacía retorcer de dolor.

Estaba medio perdida, entre la conciencia dolorosa y la inquietante inconsciencia.

Una sombra apareció frente a mí, pero estaba tan cegada por el dolor que no pude ver bien. Un resoplido fue el único aviso que tuve antes de que la sombra me levantara en cálidos brazos.

Era un hombre, y olía como a canela y protector solar.

No duró mucho, un segundo estábamos bajo el bosque y al siguiente estábamos dentro de una cabaña.

—¿No te dije que no te murieras todavía? Es lo primero que te ordeno y es lo primero que vas y haces —dijo irritado.

Sabía quién era, pero no entendía qué hacía aquí.

—¿A-polo? —murmuré con dificultad—. ¿Q-Qué...?

Me dejó cuidadosamente sobre una camilla, retiró el cuchillo y tapó la herida con su mano. Sentí un calor abrasador y de repente, nada.

—Nadie va a matarte si puedo evitarlo —dijo con simpleza—, es mi derecho tomar tu vida. Nadie más que yo va a hacerlo.

Me desmayé antes de que pudiera saber algo más.

Me desperté varias veces, y siempre escuchaba entre dormida algunas voces.

—¿Quién la encontró? —decía una voz tranquila, pero preocupada, tenía su mano sobre la herida, quizá comprobando que todo estuviera en orden.

—No es importante, Lee —dijo Quirón—, lo que importa es que sobreviva.

—Lo hará, ella es fuerte y la herida fue bien tratada.

La siguiente vez que me desperté, debía ser casi medio día porque el sol estaba en su punto más alto y entraba por la ventana, esa vez las voces hablaban a unos pasos de mí, preocupados y furiosos.

—¡¿Quién fue?! —decía una voz que sonaba bastante a Percy.

—¡Seguro que el maldito que metió al perro del infierno!

Estaba segura de que ese era Michael.

—Chicos, basta, ahora tenemos que concentrarnos en Darlene —dijo Annabeth—. Luego podemos ver a quién sacarle los ojos.

Quería poder hacer que mi cuerpo respondiera mis demandas, pero me sentía como drogada, no podía moverme ni hablar.

—¿Qué le hicieron, Lee?

—Se trata de un trauma penetrante de cuello, entre el paquete vasculonervioso y el cuerpo de la 4ta vértebra cervical...

—Eh... Lee, evita los términos médicos —dijo Michael—, nosotros entendemos, pero me parece que a Jackson le va a dar un aneurisma tratando de entenderte.

Casi podía imaginarme a Lee rodando los ojos.

—La daga penetró su cuello, muy afortunadamente no dañó ninguna estructura importante, la daga evitó que se desangrara. Realmente tuvo mucha suerte.

Suerte.

Tuve suerte de que un dios egocéntrico y caprichoso se haya obsesionado con ser el dueño de mi muerte.

Ellos hablaron un poco más, intercambiando palabras que no alcancé a escuchar. Pero hubo algo que me sobresaltó.

—Me temo que por ahora solo podemos investigar y esperar —dijo Quirón—, Darlene estará bien por la noche. Vuelvan a sus actividades y cualquier irregularidad, Lee les avisará.

Ellos suspiraron y aceptaron que lo que Quirón decía, era lo único por hacer.

—Tengo una última clase de entrenamiento con Luke —dijo Percy.

Quería gritarle, decirle que no fuera, que Luke era el traidor; pero mi cuerpo no aguantó más y me quedé dormida otra vez.

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Me desperté cuando ya comenzaba a verse el crepúsculo por la ventana.

Abrí los ojos. Estaba en una cama de la enfermería de la Casa Grande, Argos montaba guardia en una esquina. Annabeth, sentada a mi lado, sostenía mi vaso de néctar y me pasaba un paño húmedo por la frente.

—Hola —dije con voz ronca.

Ella me miró con preocupación, y sonrió casi con tristeza.

—Hola.

"Tengo una última clase de entrenamiento con Luke."

El recuerdo me golpeó como un tren, me sacudí tratando de sentarme en la cama, aun mi cuerpo se sentía algo débil y me mareé.

—Cuidado.

—¡Percy! —exclamé—. ¡Tengo que advertirle, no puede ir...!

—Estoy aquí.

Seguí la voz, y lo ví acostado al otro lado de la enfermería. Tenía el aspecto de alguien que acababa de despertar y estuviera reponiéndose de una enfermedad.

—Dos ninfas lo encontraron cerca del bosque —explicó Annabeth—, de no ser por los cuidados de Quirón...

—Bueno, bueno —intervino la voz de Quirón—. La constitución de Percy tiene parte del mérito.

Estaba sentado a unos pasos de las camas en su forma humana, su parte inferior estaba comprimida mágicamente en la silla de ruedas; la superior, vestida con chaqueta y corbata. Sonrió, pero se le veía pálido y cansado, como cuando pasaba despierto toda la noche corrigiendo los exámenes de latín.

—¿Cómo te encuentras? —preguntó.

—Me duele un poco el cuello —respondí tocándome la herida. Estaba cubierta por una venda.

—Es normal, te apuñalaron.

—¿Qué pasó contigo? —le pregunté a Percy.

—Luke —dijo con rencor—, me atacó con un escorpión del abismo.

—Percy acaba de contarnos su historia —dijo Quirón—, ¿podrías contarnos qué fue lo que te pasó a ti?

Entre sorbos de néctar, les conté la historia.

Cuando finalicé, hubo un largo silencio.

"No importa a cuántos tenga que sacrificar" —repitió Annabeth con furia, con los puños cerrados con fuerza sobre las rodillas—. Atacó a matar a dos campistas en un mismo día, está claro que no se detendrá ante nada.

Me sentí muy mal por ella. Había visto lo mucho que apreciaba a Luke, le gustaba y ahora se enteraba de que el hijo de Hermes no era tan perfecto como pensó. Sentí náuseas al recordar que pasé gran parte del verano tratando de emparejarlos, Annabeth no se merecía a alguien así; Luke era un asesino.

Estaba tan metida en mi idea de que el amor era el único camino, que olvidé la maldad que reside en el corazón de algunas personas, y que a veces, el amor es un arma peligrosa en las manos equivocadas.

Me preguntaba qué hubiera pasado si hubiera tenido éxito, si Luke hubiera aprovechado lo que Annabeth sentía por él para ponerla de su parte. Nunca me lo hubiera perdonado.

—Hay que avisar al Olimpo —murmuró Quirón—. Iré inmediatamente.

—Luke aún está ahí fuera —dijo Percy—. Tengo que ir tras él.

Quirón meneó la cabeza.

—No, Percy. Los dioses...

—No harán nada —espetó—. ¡Zeus dijo que el asunto estaba cerrado!

—Percy, sé que esto es duro, pero ahora no puedes correr en busca de venganza. Primero tienes que reponerte, y después someterte a un duro entrenamiento —dijo Quirón, y me miró—. Ambos necesitan someterse a un duro entrenamiento, y nunca ir desarmados —me reprendió.

«Luke dijo lo mismo», pensé amargamente.

Entendía el enojo de Percy, yo también quería tener la oportunidad de devolvérsela a Luke, pero Quirón tenía razón, no podíamos salir a buscarlo por enojo, debíamos prepararnos porque de otro modo, Luke nos haría puré otra vez.

No por nada era el mejor espadachín de su generación.

—Quirón, tu profecía del Oráculo era sobre Cronos, ¿no? —murmuró Percy—. ¿Aparecía yo en ella? ¿Y Annabeth?

Quirón se revolvió con inquietud.

—Percy, no me corresponde...

—Te han ordenado que no me lo cuentes, ¿verdad?

Sus ojos eran comprensivos, pero tristes.

—Serás un gran héroe, niño. Haré todo lo que pueda para prepararte. Pero si tengo razón sobre el camino que se abre ante ti... —Un súbito trueno retumbó haciendo vibrar las ventanas—. ¡Bien! —exclamó Quirón. Exhaló un suspiro de frustración y añadió—: Los dioses tienen sus motivos, Percy. Saber demasiado del futuro de uno mismo nunca es bueno.

—Pero no podemos quedarnos aquí sentados sin hacer nada —insistió.

—No vamos a quedarnos sentados —prometió Quirón—. Pero debemos tener cuidado. Cronos quiere que te quiebres, que tu vida se trunque, que tus pensamientos se nublen de miedo e ira. No lo complazcas, no le des lo que desea. Entrena con paciencia. Llegará tu momento.

—Suponiendo que viva tanto tiempo.

Quirón soltó un suspiro de cansancio.

—Debes confiar en mí, Percy —dijo Quirón, tenía una expresión de absoluto agotamiento. Nos miró a ambos y luego asintió—. Por ahora, ambos tienen que decidir su camino para el próximo año. Yo no puedo indicarles la elección correcta... Tienen que decidir si se quedan en el campamento todo el año, o regresan al mundo mortal para hacer séptimo curso y luego volver como campistas de verano. Piensen en ello. Cuando regrese del Olimpo, deben comunicarme su decisión.

»Regresaré en cuanto pueda —prometió—. Argos los vigilará. —Miró a Annabeth—. Oh, y querida..., cuando estés lista, ya están aquí.

—¿Quiénes están aquí? —pregunté.

Nadie respondió.

Quirón salió de la habitación. Oí su silla de ruedas alejarse por el pasillo y después bajar cuidadosamente los escalones.

Annabeth estudió el hielo en mi bebida.

—¿Qué pasa? —le pregunté.

—Nada. —Dejó el vaso encima de la mesa, miró a Percy con impaciencia—. He seguido tu consejo sobre algo. Tú..., ¿necesitas algo?

Percy preguntó si me sentía bien para caminar, porque él quería salir al porche, le dije que a mí también me gustaría porque sentía los músculos entumecidos. Annabeth se puso irritada con los dos por ser tan pésimos pacientes, pero igual nos ayudó a ambos.

Cuando llegamos al porche, tenía el rostro perlado de sudor y el estómago hecho un manojo de nervios.

Estaba oscureciendo. El campamento parecía abandonado. Las cabañas estaban a oscuras y la cancha de voleibol en silencio. Ninguna canoa surcaba el lago. Más allá de los bosques y los campos de fresas, el canal de Long Island Sound reflejaba la última luz del sol.

—¿Qué vas a hacer? —preguntó Annabeth.

—No lo sé.

Nos dijo que tenía la impresión de que Quirón quería que se quedara todo el año para seguir con su entrenamiento personalizado, pero no estaba seguro.

—Me marcho a casa a pasar el año.

—¿Con tu padre? —preguntó, mirándola a los ojos.

Ambos compartieron una mirada, de esas que te indica que están teniendo una conversación privada.

De nuevo, me sentí excluida como pasaba seguido desde que volvieron. Era un tema de conversación que ya habían tenido anteriormente, uno del que yo no estaba al tanto, por lo cual no entendía tanto lo que significaba que Annabeth pareciera tensa ante la idea de ir a casa.

Ella señaló la cima de la colina Mestiza. Junto al pino de Thalia, justo al borde de los límites mágicos del campamento, se recortaba la silueta de una familia: dos niños pequeños, una mujer y un hombre alto de pelo rubio. Parecían estar esperando.

—Le escribí una carta cuando volvimos —contó Annabeth—, como tú habías dicho. Le dije que lo sentía. Que volvería a casa durante el año si aún me quería. Me contestó enseguida. Así que hemos decidido darnos otra oportunidad.

—Eso habrá requerido valor.

Apretó los labios.

—¿Verdad que no vas a intentar ninguna tontería durante el año académico? O al menos no sin antes enviarme un mensaje Iris.

—No voy a buscarme problemas. —Respondió sonriente—. Normalmente no hace falta.

—No te preocupes, Annabeth —dije con tono cómplice—. Lo mantendré a raya, y cualquier tontería que haga te lo contaré, cuando vuelvas podrás darle una paliza.

Ella se rió y Percy se quejó.

Annabeth nos miró a ambos, parecía perdida en sus pensamientos—. Cuando vuelva el próximo verano —dijo—, iremos tras Luke. Pediremos una misión, pero, si no nos la conceden, nos escaparemos y lo haremos igualmente. ¿De acuerdo?

—Parece un plan digno de Atenea.

—Cuídate, sesos de alga —me dijo—. Mantén los ojos abiertos.

—Tú también, listilla.

—Adiós, Dari; mantengamos el contacto —expresó dándome un abrazo suave.

—Nos vemos.

La vimos marcharse colina arriba y unirse a su familia. Abrazó a su padre y miró el valle por última vez. Tocó el pino de Thalia y dejó que la condujeran más allá de la colina, hacia el mundo mortal.

Percy miró el Long Island Sound unos segundos.

—¿Qué harás tú? —me preguntó.

—Iré a casa, mi mamá debe estar al borde de un ataque si le han contado lo que me pasó —respondí—. ¿Y tú?

—Lo mismo —dijo, y pasó su brazo por mis hombros—. Supongo que solo tenemos que sobrevivir hasta entonces.

—Estaremos bien, quiero ver a esos monstruos atacando a dos mestizos geniales como nosotros.

Él se rió, y nos encaminamos hacia las cabañas, acompañados de Argos, para empacar y marcharnos a casa.

Voy a agradecer a mi querida amiga kumi-ko11 por su instructivo asesoramiento en las zonas corporales para provocar daño sin matar. Gracias por tanto, perdón por tan poco. 🤣😚

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