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011.ᴀʙᴏᴜᴛ ʜᴏᴡ ꜱᴜʀᴇʟʏ ʜᴇʀᴍᴇꜱ ᴡᴏᴜʟᴅ ʙᴇ ᴘʀᴏᴜᴅ ᴏꜰ ᴍᴇ ɪꜰ ɪ ᴡᴇʀᴇ ʜɪꜱ ᴅᴀᴜɢʜᴛᴇʀ

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ꜱᴏʙʀᴇ ᴄᴏᴍᴏ ʜᴇʀᴍᴇꜱ ᴇꜱᴛᴀʀÍᴀ ᴏʀɢᴜʟʟᴏꜱᴏ ᴅᴇ ᴍÍ ꜱɪ ꜰᴜᴇʀᴀ ꜱᴜ ʜɪᴊᴀ

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EL LEÓN RUGIÓ CON TAL FUERZA que me puso los pelos de punta. Sus colmillos relucían como el acero inoxidable.

—Separaos cuando dé la señal —dijo Zoë.

—¿Hasta cuándo? —preguntó Grover.

—Hasta que se me ocurra una manera de matarlo. ¡Ya!

Todos corrimos en diferentes direcciones.

Me tiré detrás de una columna junto con Grover, mientras escuchábamos los silbidos de flechas y el ruido de las espadas de Percy y Thalia.

—¿Qué vamos a hacer? —sollozó Grover asustado—. Es el león de Nemea, estamos muertos.

Miré por el costado de la pared notando que ya no estábamos solos con el león.

—No es nuestro único problema —murmuré al ver al pequeño grupo de cinco soldados enemigos que entraron al pabellón y siendo Alessandra quién los comandaba.

—¿Quién es esa? —preguntó Lee apareciendo por el costado de repente, seguido por su hermano.

—La mano derecha del traidor de Luke —respondí.

—Es atractiva —comentó Michael.

—Es hermosa —dije frunciendo el ceño—, pero si la mandaron a ella es que también es peligrosa, tenemos que sacarla del medio o entre ellos y el león nos hacen papilla griega.

—¿Y qué hacemos? —pregunto Grover.

—Yo me encargo —solté de repente poniéndome de pie.

—¡¿Te volviste loca?! —me gritó Michael, pero no me quedé a ver qué hacían porque en ese momento salí corriendo hacia una galería alterna que pasaba por delante del grupo, atrayendo la atención de los cinco sobre mí.

Sentía los pasos que corrían detrás de mí y casi suelto un grito cuando dos tipos aparecieron por mi lado.

—¡¿Qué hacen aquí?! —grité a mis dos amigos.

—Haces pura tontería cuando te dejamos sola, así que aquí estamos —respondió Michael.

—¿Y los que me seguían?

—Ellos...

—¡Cuidado! —gritó Lee tomándome de la chaqueta y haciéndome retroceder justo cuando una espada apareció por una entrada y casi me rebana el cuello.

Frente a nosotros apareció Alessandra y su grupito, armados hasta los dientes.

—Será mejor que se rindan —dijo ella—, conmigo no tienen posibilidad de ganar.

—Me gustaría probar —repliqué sacando la espada que Thalia me había dado. Era un poco pesada para mi gusto, pero de algo tendría que servir.

Los chicos sacaron sus arcos y la apuntaron.

Alessandra sonrió.

—Soy hija de Nike, diosa de la victoria —anunció—, no hay forma de vencerme.

—Y nosotros hijos de Apolo —replicó Lee disparando hacia el techo—, no hay forma de que fallemos.

La araña que se suspendía sobre ellos cayó estruendosamente, haciendo que nos apartamos para no ser aplastados. Los metales y cristales se estrellaron contra el suelo, haciendo que todo temblara y miles de vidrios volaron por todas partes.

—Por aquí —murmuró Lee tomándome del brazo para ponerme de pie mientras entrábamos a otra galería.

—Esto de ir de misión comienza a gustarme —dijo Michael riendo detrás de mí.

—Sí, claro —ironicé—. Estar a punto de ser devorado por el león de Nemea y acuchillado por un grupo de semidioses aliados del titán del tiempo y entrenados por el mejor espadachín de nuestra generación es genial.

—Tenemos que encontrar un punto alto —dijo Michael.

—O tal vez, solo uno con buenos escondites —agregó Lee señalando la sala delante de nosotros que tenía carteles de "cerrado por construcción".

Los gritos de Alessandra dando órdenes de que nos siguieran nos hizo apresurarnos a meternos ahí.

Dentro, todo estaba oscuro y repleto de andamios, estatuas y plástico que tapaba las obras. El aire estaba algo viciado y se veía poco por el polvo que había.

—Separense y busquen lugares altos —murmuré a ambos. Ellos asintieron con seriedad y cada uno se dirigió por entre las estatuas.

Me subí a uno de los andamios que daba a una enorme ventana y me agaché para no ser vista. Los chicos estaban a unos pasos de mí, escondidos y esperando al momento para disparar.

Sentía sus pasos lentos, buscándome con cautela. Alessandra se paró cerca de donde estaba, mirando a todas partes, pero no hacia arriba. Me acerqué a una estatua que estaba colocada cerca del andamio, y cuando los demás se acercaron a ella, la empujé.

La estatua hizo añicos todo a su paso, levantando el polvo y generando tal estruendo que era imposible para ellos vernos.

Salté y los chicos me imitaron, salimos corriendo del museo aprovechando el caos.

Al salir del edificio, nos dirigimos hacia el estacionamiento donde habíamos dejado la furgoneta, pero esta ya no estaba y tampoco los demás.

—¿Qué vamos a hacer? —pregunté al darme cuenta que los chicos tuvieron que marcharse sin nosotros.

—Le dijimos a Grover que si esto pasaba los veríamos en la estación de trenes en el sur —dijo Lee—. Nos estarán esperando.

Asentí y los tres nos desplazamos por entre los autos del estacionamiento tratando de pasar por un trío de adolescentes normales que no acababan de destruir una sala del museo.

El ruido de las hélices nos sobresaltó.

Sobre nosotros, un helicóptero acababa de elevarse desde el techo del museo. Era un modelo militar negro y reluciente como el que habíamos visto en Westover Hall que se dirigía hacia el sur.

—Debe estar siguiendo la furgoneta —dije.

—Son mercenarios —murmuró Michael—. Los mortales hacen lo que sea por dinero.

—Pero ¿es que no comprenden para quién están trabajando? —pregunté—. ¿No ven a los monstruos que los rodean?

—La niebla —respondió Lee con el ceño fruncido.

—Si los están siguiendo, Zoë conducirá como una chiflada —dije pensando en cómo ella conducía—, tendremos que apresurarnos para llegar a tiempo.

—¿Y cómo haremos eso? —preguntó Michael mirando a la salida—. Hay monstruos y mercenarios por todas partes, no podemos llamar la atención.

Me giré en varias direcciones buscando una manera de salir de aquí. Llamar la atención era lo que menos me importaba, solo irnos.

Entonces lo vi.

Me mordí el labio, dudando de si era una buena idea. Pero una cosa que aprendí siendo mestiza, es que las ideas no son ni buenas ni malas, solo ideas y cuando algo se te ocurre es mejor hacerlo antes de que se te pase el coraje.

—Vengan —dije.

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—He...Darlene, ¿qué estás haciendo? —cuestionó Lee mirándome con pánico.

No le respondí.

Solo me concentré en llevar a cabo mi tarea.

—Es evidente que perdió el juicio —dijo Michael.

—¡¿Tienen una mejor idea?! —espeté mientras abría lentamente la puerta del coche.

—¡Cualquier idea es mejor que robarse un coche de policías! —gritaron ambos por lo bajo.

—Bueno, quiero escucharlas —Ninguno dijo nada—. Eso pensé, ahora subanse.

Ambos acabaron subiéndose porque sabían que tenía razón.

Dos policías habían llegado tras recibir una llamada del museo por disturbios y destrucción a la propiedad, y habían dejado el vehículo ahí solito mientras entraron al edificio. Era nuestra mejor apuesta en este momento porque el estacionamiento cada vez se vaciaba más puesto que habían tenido que desalojar.

—¿Dónde...dónde aprendiste a hacer eso? —cuestionó Lee al verme hacer un puente para encender el vehículo.

—Travis y Connor.

—Pasas mucho tiempo con malas influencias —agregó con el ceño fruncido.

«Estoy segura de que Hermes no pensaría igual, incluso seguro que si fuera su hija estaría hiper orgulloso».

—¿Siquiera sabes conducir? —preguntó Michael.

—No, pero siempre hay una primera vez —dije arrancando.

El vehículo derrapó a lo bruto cuando pisé el acelerador, hubo gente gritando y casi choqué al señor del puesto de periódicos de la entrada.

—¡La próxima maneja Lee! —gritó Michael poniéndose el cinturón.

—Nos están siguiendo —dijo su hermano.

—Y es lo que pasa cuando ¡te robas un coche de policías!

—¡Deja de gritarme, imbécil!

—Oigan, creo que son los mercenarios —mencionó Lee mirando hacia atrás—. Tres autos, uno de monstruos y dos de humanos.

—¡Bueno, hagan algo y disparen!

Ambos se apresuraron a sacar sus arcos y flechas y tratar de darle a las ruedas de los otros vehículos.

Manejé a toda velocidad por entre los autos, no era tan mala en esto.

Un sacudón casi hace que derrapemos. Y luego otro, y otro.

Una de las camionetas nos estaba chocando. Aceleré y ellos también. Miré al otro conductor que se había puesto a un lado de nosotros, y me di cuenta que uno de ellos era un monstruo con la apariencia de humanos. Tenían los ojos rojos y lengua bífidas.

—Oh mierda —murmuré impactada.

Entramos en un túnel, siendo seguidos por tres camionetas. Dos detrás nuestro y una al lado.

Otro golpe y casi me di la cabeza contra el manubrio.

Si no lograba perderlos iban a terminar atrapandonos, además, estábamos llevándolos cada vez más cerca del resto del grupo.

Tragué saliva, y todo a mi alrededor se sintió como si fuera más lento. Lo único que escuchaba era mi propia respiración.

Tenía que deshacerme de ellos. Ahora.

Cerré los ojos con fuerza y giré el volante contra ellos cuando estábamos por salir del túnel. Nuestro coche se estrelló contra el auto, empujándolo contra la pared. El vehículo se estrelló y volcó, chocando con los otros dos que nos seguían y luego explotaron en una llamarada.

—¡¿Darlene, que hiciste?! —gritaron ambos impactados.

Pero yo no respondí.

Acababa....acababa de matar...

«El auto estaba repleto de monstruos» pensé sintiendo como mis ojos se llenaban de lágrimas. 

«Pero en los otros, no».

Las manos sobre el manubrio me temblaban y tenía la sensación de estar ahogándome, me costaba respirar. Mi visión estaba nublada por las lágrimas y empecé a sentir pánico de que fuéramos a chocar si no me controlaba, pero por más que lo intentaba no podía.

Detuve el auto en un estacionamiento, sin saber bien cómo logré que llegaramos a salvo, donde íbamos a abandonarlo.

Los chicos se bajaron, pero yo no me moví.

Tenía el cuerpo entumecido, y todo a mi alrededor era ajeno.

Me tomaron de los brazos y me sacaron del vehículo. Sentía que en cualquier momento iba a estallar en un llanto desconsolado. Caminaba sin ver a dónde íbamos, ellos me guiaban sujetando mis manos.

Tampoco podía sentir los ruidos a mi alrededor, solo el martillar incesante de mi corazón cada vez más agitado.

Cruzamos la calle hacía una entrada del metro, y unos minutos más tarde, estábamos a bordo de un tren que se dirigía al sur tal y como los chicos habían quedado con Grover.

Durante la media hora siguiente, ninguno habló de lo que pasó, pero ambos se sentaron a cada lado mío, nunca me soltaron. Su presencia hacía que me sintiera un poco mejor.

Cambiamos dos veces de tren, pero finalmente llegamos al final de la línea, en medio de una zona industrial, donde sólo había hangares y raíles. Y nieve, montañas de nieve.

Y parados en medio del frío, estaban nuestros amigos.

Nos acercamos a ellos, que al vernos se apresuraron hacia nosotros.

—¡¿Dónde estaban?! —nos reprendió Zoë.

—Se está haciendo costumbre esto de separarte en las misiones —dijo Percy abrazándome.

—Lo siento —respondí en voz baja enterrando la cabeza en su hombro y aguantando las ganas de llorar que regresaron.

—Bueno, como le dije a Percy, ya están aquí —dijo Zoë con tono entre irritado y resignado—. Aunque no me guste, el destino no puede modificarse. Ustedes son los tres miembros faltantes del grupo.

No tengo ni idea de qué hice en este capítulo, pero seguía sintiendo que era algo que quería hacer aunque no cómo. Quizá quedó un poco raro, pero quería establecer que Darlene aunque no se de cuenta todavía, está dispuesta realmente a hacer lo que sea por sus amigos incluso cosas de las que después se arrepiente.

Dari es muy emocional, y todo lo que hace, le afecta. Poco a poco irán viendo, como lo que dijo Eros en el segundo libro sobre su defecto fatidico se hace cada vez más fuerte al punto de estar dispuesta a romperse a sí misma si con eso protege a quienes ama.

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