009.ᴀʙᴏᴜᴛ ʜᴏᴡ ᴛʜᴇʏ ᴛʀᴀɢɪᴄᴀʟʟʏ ꜱᴇᴘᴀʀᴀᴛᴇᴅ ᴍᴇ ꜰʀᴏᴍ ᴍʏ ᴄʀᴜꜱʜ
╔╦══• •✠•❀ - ❀•✠ • •══╦╗
ꜱᴏʙʀᴇ ᴄᴏᴍᴏ ᴛʀᴀɢɪᴄᴀᴍᴇɴᴛᴇ ᴍᴇ ꜱᴇᴘᴀʀᴀʀᴏɴ ᴅᴇ ᴍɪ ᴄʀᴜꜱʜ
╚╩══• •✠•❀ - ❀•✠ • •══╩╝
A LA MAÑANA SIGUIENTE, Quirón trasladó a Percy a la cabaña tres.
Ahora tenía más espacio en nuestro pequeño rincón, aunque extrañaba compartirlo con Percy. Me alegraba mucho por él, sé que Percy estaba igual de resentido o quizá más por la ausencia de su padre, así que era algo bueno que por fin se "hiciera responsable".
Pero a él no le gustaba mucho.
—Justo cuando empezaba a sentirme aceptado, a sentir que tenía un hogar en la cabaña once que podía ser un niño normal, o tan normal como se pueda cuando eres mestizo, me separan como si tuviera una enfermedad rara —se quejó cuando le pregunté por qué estaba deprimido.
Nadie mencionaba el perro del infierno, el ataque había asustado a todo el mundo. Estaba claro que los monstruos no iban a detenerse ante nada para matarlo. Incluso podían invadir el campamento que siempre se había considerado seguro.
Los demás campistas se apartaban de él todo lo posible. Después de lo que les había hecho a los de Ares en el bosque, los de Hermes se ponían nerviosos cuando él estaba cerca, así que las lecciones con Luke ahora eran particulares.
Lo presionaba más que nunca, y no temía magullarlo en el proceso.
Yo tuve mi pequeño encontronazo con Michael al día siguiente de lo de la bandera, le grité y él me gritó, y Lee se paró a nuestro lado tratando de calmarnos sin buenos resultados. Al final Clarisse nos dio un empujón bastante fuerte que nos tiró al piso cuando se cansó de escucharnos gritar.
—¡Parecen dos banshees enanas! —gritó furiosa—. ¡Ya cierren el pico!
Annabeth seguía enseñándonos griego por las mañanas, pero parecía distraída. Cada vez que decíamos algo, nos reñía, como si acabáramos de darle una bofetada.
Una mañana al amanecer, los truenos bramaban en las colinas: se fraguaba una tormenta.
Me había despertado muy temprano porque Luke iba intentar enseñarme a pelear con la espada...de nuevo. No era mi mejor habilidad, pero él tenía demasiada paciencia.
Sin embargo, me detuve al verlo leyendo un períodico cuando salí al pórtico de la cabaña y me lo tendió con una mueca, me costó varios minutos entender lo que estaba leyendo.
—Es una mierda —espeté indignada cuando terminé de leer la noticia sobre la desaparición de Percy y su madre, no podía creer que ese apestoso de Gabe estuviera acusando a Percy de ser un secuestrador.
—Quizá sería una buena idea que tú se lo digas —dijo señalando con la cabeza a la cabaña tres—, ustedes dos son muy buenos amigos.
Asentí y él me dijo que me vería más tarde en la arena, así que me marché hacia la cabaña de Poseidón.
Golpeé antes de entrar, pero nadie respondió. Abrí lentamente la puerta pensando que quizá estaría dormido aún, e ignorando la sensación de alarma en mi mente por estarme metiendo en el territorio de un dios sin su permiso, di unos pasos dentro de la cabaña.
Percy seguía dormido efectivamente, y se revolvía entre las sábanas con bastante furia.
—¡Deténganse!¡Dejen de pelear! —gritaba entre sueños, tenía la frente perlada de sudor y sus rasgos faciales estaban teñidos de preocupación y miedo.
Preocupada, ignoré que podía estar ofendiendo a Poseidón, pero no me importó y me acerqué rápidamente a él para despertarlo.
—Percy, Percy —lo llamé sacudiendolo por el hombro—, despierta.
Él se removió un poco más y se despertó sobresaltado, respiraba con dificultad y observaba todo a su alrededor con nerviosismo.
—¿Qué...qué pasó?
—Tenías una pesadilla.
Él tragó con fuerza y cerró los ojos, sujetando mi mano como si quisiera recordarse que estaba a salvo en el campamento.
Quería preguntarle qué soñó, pero no lo hice. No cuando parecía estar recuperándose de una visión horrorosa. Lo que sea que soñó, le dio un fuerte sacudón.
—¿Qué haces aquí?
Yo solo le tendí el períodico con una mueca, lo tomó y entrecerró los ojos tratando de leerlo. Las emociones en su rostro a medida que leía las palabras cambiaron mucho: pasó de la confusión, a la perplejidad y luego a la ira.
Arrojó el períodico con fuerza al otro lado de la habitación, y tenía los puños apretados tan fuertes que se pusieron blancos. Estaba por decirle algo cuando oímos el sonido de pezuñas en la puerta.
—Pasa.
Grover entró trotando, con aspecto preocupado, y se detuvo abruptamente al verme. Abrió la boca como para decir algo, pero luego negó y miró a Percy.
—El señor D quiere verte.
—¿Por qué?
—Quiere matar a... Bueno, mejor que te lo cuente él.
Grover y yo salimos de la cabaña, dándole espacio para que se vistiera y luego fuimos los 3 a la Casa Grande.
—No hace falta que vengas, Dari —dijo Grover con nerviosismo.
Pero ni Percy me soltó la mano, ni yo dejé de caminar a su lado.
━━━━━━━━♪♡♪━━━━━━━━
Quirón sonrió, pero parecía cansado y en tensión.
—Darlene, no te esperabamos —comentó mirándome. Percy levantó las manos de ambos, indicando que a donde él iba, yo también. Quirón respiró profundo y luego señaló las sillas a su lado—. Siéntense, por favor. Y tú también, Grover.
Quirón dejó las cartas sobre la mesa, una mano ganadora que no había llegado a utilizar.
—Dime, Percy, ¿qué pasó con el perro del infierno?
Me estremecí de sólo escuchar el nombre.
—Me dio miedo —admitió—. Si usted no le hubiera disparado, yo estaría muerto.
—Vas a encontrarte cosas peores, Percy, mucho peores, antes de que termines.
—Termine... ¿qué?
—Tu misión, por supuesto. ¿La aceptarás?
Miré a Grover y vi que tenía los dedos cruzados. ¿Iría a una misión?
—Yo... —titubeó—. Señor, aún no me ha dicho en qué consiste.
Quirón hizo una mueca—. Bueno, ésa es la parte difícil, los detalles.
El trueno retumbó en el valle. Las nubes de tormenta habían alcanzado la orilla de la playa. Por lo que podía ver, el cielo y el mar bullían.
—Poseidón y Zeus están luchando por algo valioso... —dijo Percy—. Algo que han robado, ¿no es así?
Quirón y Grover intercambiaron miradas. El primero se inclinó hacia delante e inquirió:
—¿Cómo sabes eso?
Percy se sonrojó, y tuve la sensación de que quizá había abierto la boca de más.
—El tiempo ha estado muy raro desde Navidad, como si el mar y el cielo libraran un combate. Después hablamos con Annabeth, y ella había oído algo de un robo —me apresuré a decir para tratar de salvarlo. Quirón me dio una mirada, como si no esperara que yo supiera demasiado.
—Y... también he tenido unos sueños —admitió Percy en voz baja.
Grover y Quirón se largaron a un intercambio de palabras, Grover estaba convencido que todo era indicador de que era la misión de Percy.
—Sólo el Oráculo puede determinarlo. —Quirón se mesó su hirsuta barba—. Aun así, Percy, tienes razón. Tu padre y Zeus están teniendo la peor pelea de los últimos años. Luchan por algo valioso que ha sido robado. Para ser precisos: un rayo.
—¿Un qué? —preguntó tras soltar una carcajada nerviosa.
Quirón nos explicó la importancia de dicho artefacto, un arma de destrucción masiva que era muy importante que permaneciera bajo la propiedad de su legítimo dueño.
—¿Y no está?
—Ha sido robado —dijo Quirón.
—¿Quién?
—Mejor dicho, por quién —corrigió Quirón, maestro siempre—. Por ti.
Me quedé atónita.
—Al menos eso cree Zeus —apostilló Quirón.
Nos dio un pequeño resumen del contexto en que el rayo había sido robado.
—¡Pero yo nunca he estado en el Olimpo! ¡Zeus está loco!
Quirón y Grover observaron el cielo, nerviosos. Las nubes no parecían evitarnos, como había prometido Grover; antes bien, se dirigían directamente hacia nuestro valle, y nos estaban cubriendo como la tapa de un ataúd.
—Esto, Percy... —dijo Grover—. No solemos usar ese calificativo para describir al Señor de los Cielos.
—Quizá paranoico... —matizó Quirón—. Además, Poseidón ha intentado destronar a Zeus con anterioridad. Creo que era la pregunta treinta y ocho de su examen final...
¿Cómo podía alguien acusarlo de robar el arma de un dios? Percy no era un ladrón.
—Poseidón, Hera y otros dioses atraparon a Zeus y no lo dejaron salir hasta que prometió ser mejor gobernante —respondí.
—Correcto. Y Zeus no ha vuelto a confiar en Poseidón desde entonces. Por supuesto, él niega haber robado el rayo maestro, se ofendió muchísimo ante tal acusación. Ambos llevan meses discutiendo, amenazando con la guerra. Y ahora llegas tú, la proverbial última gota.
—¡Pero si sólo soy un niño!
—Percy —intervino Grover—. Si fueras Zeus y pensaras que tu hermano te la está jugando, y de repente éste admitiera que ha roto el sagrado juramento que hizo tras la Segunda Guerra Mundial, que ha engendrado un nuevo héroe mortal que podría ser utilizado contra ti... ¿no estarías irritado?
—Pero yo no hice nada. Poseidón, mi padre, no ha mandado a robar el rayo, ¿verdad?
Quirón suspiró.
—Cualquier observador inteligente coincidiría en que el robo no es el estilo de Poseidón, pero el dios del mar es demasiado orgulloso para intentar convencer a Zeus. Éste ha exigido que le devuelva el rayo hacia el solsticio de verano, que cae el veintiuno de junio, dentro de diez días. Por su parte, Poseidón quiere el mismo día una disculpa por haber sido llamado ladrón.
«Un poco infantil de parte de los dos grandes dioses» pensé molesta porque acusaran a mi amigo de ladrón.
—Confío en que la diplomacia se imponga, que Hera, Deméter o Hestia hagan entrar en razón a los dos hermanos. —Continúo hablando Quirón—. Pero tu llegada ha inflamado los ánimos de Zeus. Ahora ningún dios va a echarse atrás. A menos que alguien intervenga y que el rayo original sea encontrado y devuelto a Zeus antes del solsticio, habrá guerra. ¿Y sabes cómo sería una guerra abierta, Percy?
—¿Mala?
—Imagínate el mundo sumido en el caos. La naturaleza en guerra consigo misma. Los Olímpicos obligados a escoger entre Zeus y Poseidón. Destrucción, carnicería, millones de muertos. La civilización occidental convertida en un campo de batalla tan grande que las guerras troyanas parecerán de juguete.
—Muy mala, entonces —dijo.
—Y tú, Percy Jackson, serás el primero en sentir la ira de Zeus.
—Así que tengo que encontrar ese estúpido rayo y devolvérselo a Zeus.
—¿Qué mejor ofrecimiento de paz —apostilló Quirón—, que sea el propio hijo de Poseidón quien devuelva la propiedad de Zeus?
—Si Poseidón no lo tiene, ¿dónde está ese cacharro?
—Creo que lo sé. —La expresión de Quirón era sombría—. Parte de una profecía que escuché hace años... bueno, algunas frases ahora cobran sentido para mí. Pero antes de que pueda decir más, debes aceptar oficialmente la misión. Tienes que pedirle consejo al Oráculo.
—¿Por qué no puede decirme antes dónde está el rayo?
—Porque, si lo hiciera, tendrías demasiado miedo para aceptar el desafío.
Apreté la mano de Percy con fuerza. Si era algo peligroso, no estaba segura de ser capaz de dejarlo ir solo.
—Buen motivo.
—¿Aceptas, entonces?
—De acuerdo. —Contestó—. Mejor eso a que me conviertan en delfín.
—Pues ha llegado el momento de que consultes con el Oráculo —concluyó Quirón—. Ve arriba, Percy Jackson, al ático. Cuando bajes, si sigues cuerdo, continuaremos hablando.
Cuatro pisos más arriba, las escaleras terminaban debajo de una trampilla verde. Tiré de la cuerda. La portezuela se abrió, y de ella bajó una escalera traqueteando. El cálido aire que llegaba de arriba olía a moho, madera podrida y algo más... un olor que recordaba de la clase de biología. Reptiles. Olor a serpientes.
Percy me miró y sonreí algo nerviosa.
—Aquí te espero.
Él asintió y respiró profundo antes de subir.
Miré a Quirón quien tenía la vista fija en la escalera.
—¿De verdad habrá una guerra?
—Me temo que sí, a no ser que recuperemos ese rayo.
«Yo solo quería tener un verano tranquilo y divertido con Percy» pensé frunciendo el ceño.
━━━━━━━━♪♡♪━━━━━━━━
Cuando Percy bajó, estaba pálido y tenía una expresión en el rostro que me preocupó.
Me acerqué a él para sujetarlo del brazo y acercarlo a la silla más cercana, temía que se fuera a desmayar.
—¿Y bien? —preguntó Quirón.
Se derrumbó en la silla junto a la mesa de pinacle. Pasé una mano por su hombro, intentando darle consuelo. Él la tomó y la apretó entre sus manos, estaban heladas.
—Me ha dicho que recuperaré lo que ha sido robado.
Grover se adelantó en su silla, masticando nervioso los restos de una lata de Coca-Cola light.
—¡Eso es genial!
—¿Qué ha dicho el Oráculo exactamente? —presionó Quirón—. Es importante.
Quería decirle que lo dejara en paz, que presionarlo no ayudaría en nada. Pero seguramente me haría salir de la Casa si hablaba de más.
—Ha... ha dicho que me dirija al oeste para enfrentarme al dios que se ha rebelado. Recuperaré lo robado y lo devolveré intacto.
—Lo sabía —intervino Grover.
Quirón no parecía satisfecho.
—¿Algo más?
—No —respondió—. Eso es todo.
Lo miré fijamente. Estaba mintiendo, algo había pasado allá arriba, el Oráculo le había dicho algo que él no quería compartir.
—Muy bien, Percy. Pero debes saber que las palabras del Oráculo tienen con frecuencia doble sentido. No les des demasiadas vueltas. La verdad no siempre aparece evidente hasta que suceden los acontecimientos.
Tuve la impresión de que Quirón también se había dado cuenta que se aguardaba algo malo y que intentaba darle ánimos.
—Está bien —dijo, ansioso por cambiar de tema—. ¿Y adonde tengo que ir? ¿Quién es ese dios del oeste?
—Piensa, Percy. Si Zeus y Poseidón se debilitan mutuamente en una guerra, ¿quién sale ganando?
—Alguien que quiera hacerse con el poder —supuse.
—Pues sí. Alguien que les guarda rencor, que lleva descontento con lo que le ha tocado desde que el mundo fue dividido hace eones, cuyo reino se volvería poderoso con la muerte de millones. Alguien que detesta a sus hermanos por haberle hecho jurar que no tendría más hijos, un juramento que ahora han roto ambos.
—¿Hades? —preguntó tras unos segundos en silencio.
Quirón asintió.
—El Señor de los Muertos es el candidato seguro.
A Grover se le cayó un pedazo de aluminio de la boca.
—Wow. ¿Q-qué?
—Una Furia fue tras Percy —le recordó Quirón—. Lo observó hasta estar segura de su identidad, y luego intentó matarlo. Las Furias sólo obedecen a un señor: Hades.
—Hades odia a los héroes —comentó Grover—, y si ha descubierto que Percy es hijo de Poseidón...
Quirón nos dijo que los perros del infierno, como el que había atacado el otro día, solo pueden ser invocados desde los Campos de Castigo y que alguien dentro del campamento tuvo que haberlo invocado. Eso solo dejaba una certeza: había un espía.
Hades debía sospechar que Poseidón usaría a Percy para limpiar todo este desastre, y que intentaría de todo para matarlo antes de que la misión tuviera éxito.
—Estupendo —murmuró Percy—. Ahora quieren matarme dos de los dioses principales.
Sentí el apretón de Percy volverse más fuerte y tenía esa mirada en los ojos que auguraba peligro. Estaba furioso y podía entenderlo.
Hades había intentado matarlo ya tres veces: con la Furia, el Minotauro y el perro del infierno. La desaparición de la señora Jackson en un destello de luz era culpa suya. Y ahora intentaba culparlo a él y a su padre de un robo que no habían cometido.
Me preocupaba que cometiera una locura.
Grover estaba temblando. Había empezado a comerse las cartas del pinacle como si fueran chips. El pobre tenía que cumplir una misión con Percy para conseguir su licencia de buscador, fuera eso lo que fuese, y estaba más que claro que la idea de enfrentarse a Don Muertitos lo aterraba.
—Mire, si sabemos que es Hades —le dijo a Quirón—, ¿por qué no se lo decimos a los otros dioses y punto? Zeus o Poseidón podrían bajar al inframundo y aplastar unas cuantas cabezas.
—Sospechar y saber no son la misma cosa. —Nos explicó como funcionaban las leyes antiguas, los dioses no pueden tomar los objetos ni cruzar los dominios de otros dioses; por eso utilizaban a los héroes para sus órdenes.
—Me está diciendo que estoy siendo utilizado.
—Estoy diciendo que no es casualidad que Poseidón te haya reclamado ahora. Es una jugada arriesgada, pero el pobre se encuentra en una situación desesperada. Te necesita.
Eso me molestó. ¿Poseidón solo lo reclamó porque le convenía declarar que tenía a un héroe de su lado para cumplir sus mandados? ¿Acaso era el estándar de todos los dioses? ¿Por eso Vicktor aún no me reclamaba como su hija, porque aún no le era de utilidad?
—Bueno, a ver si lo he entendido —dijo—. Se supone que debo bajar al inframundo para enfrentarme al Señor de los Muertos, encontrar el arma más poderosa del universo y regresar al Olimpo antes del solsticio de verano, en diez días.
—Exacto —contestó Quirón.
Miró a Grover, que se estaba tragando el as de corazones.
—¿He mencionado que Maine está muy bonito en esta época del año? —preguntó con un hilo de voz.
—No tienes que venir —le dijo—. No puedo exigirte eso.
—Oh...—Arrastró las pezuñas—. Me has salvado la vida, Percy. Si... si dices en serio que quieres que vaya contigo, no voy a dejarte tirado.
—Pues claro que sí, súper G ¿Y adonde vamos? El Oráculo sólo ha dicho hacia el oeste.
—La entrada al inframundo está siempre en el oeste. Se desplaza de época en época, como el Olimpo. Justo ahora, por supuesto, está en Estados Unidos.
—¿Dónde?
Quirón pareció sorprendido.
—Pensaba que sería evidente. La entrada al inframundo está en Los Ángeles.
—Ah —dijo—. Naturalmente. Así que nos subimos a un avión...
—¡No! —exclamó Grover—. Percy, ¿en qué estás pensando? ¿Has ido en avión alguna vez en tu vida?
—Percy, piensa —intervino Quirón—. Eres hijo del dios del mar, cuyo rival más enconado es Zeus, Señor del Cielo. Así pues, tu madre fue suficientemente sensata como para no subirte a un avión. Estarías en los dominios de Zeus y jamás regresarías a tierra vivo.
Por encima de nuestras cabezas, refulgió un rayo. El trueno retumbó.
—Está bien. Bueno, pues viajaré por tierra.
—Bien —prosiguió Quirón—. Puedes ir con dos compañeros. Grover es uno y...
—¡Yo también voy! —grité interrumpiéndolo. Quirón me miró como si me hubiera crecido una cabeza extra.
—¿De verdad? —preguntó Percy con una pequeña sonrisa—. Tal vez sea demasiado peligroso.
—No me importa —dije apretando su mano—, somos un combo, a donde vayas, yo voy.
—Me temo que eso no será posible, Darlene. —Dijo Quirón, y antes de que pudiera quejarme, agregó—. Ya es demasiado arriesgado que Percy vaya. No voy a mandar a dos semidioses con poco entrenamiento a una misión de vida o muerte, necesitamos a alguien que sepa qué hacer en caso de que se crucen con un monstruo. Además, alguien ya se ofreció.
Entendía su punto, pero eso no me ayudaba a sentir que me estaban apartando por ser incapaz de usar una espada.
Pero lo que más me molestaba, era que tenía la sensación de que Quirón mentía. No eran esas las verdaderas razones, solo lo estaba usando de excusa. El miedo lo dominaba, como si la idea de enviarme en una misión le causara pánico.
Decidí que por ahora, fingiría creerle.
—¿Quién? —cuestioné molesta. Percy me acarició los nudillos, aunque por la mirada en sus ojos me di cuenta que a él tampoco le gustaba nada que me hicieran a un lado.
El aire resplandeció tras Quirón.
Annabeth se volvió visible quitándose la gorra de los Yankees y la guardó en el bolsillo trasero.
—Llevo mucho tiempo esperando una misión —espetó mirandome fijamente, y luego miró a Percy—. Atenea no es ninguna fan de Poseidón, pero si vas a salvar el mundo, soy la más indicada para evitar que metas la pata.
—Si eso es lo que piensas —replicó Percy—, será porque tienes un plan, ¿no, chica lista?
Annabeth se puso como un tomate—. ¿Quieres mi ayuda o no?
—Supongo que podría funcionar.
—Excelente —añadió Quirón—. Esta tarde los llevaremos a la terminal de autobús de Manhattan. A partir de ahí estarán solos. —Refulgió un rayo. La lluvia inundaba los prados que en teoría jamás debían padecer climas violentos—. No hay tiempo que perder. Deberían empezar a hacer las maletas.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro