Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

003.ᴀʙᴏᴜᴛ ᴍᴀᴋɪɴɢ ᴀ ᴅɪᴠɪɴᴇ ᴏᴀᴛʜ

╔╦══• •✠•❀ - ❀•✠ • •══╦╗

ꜱᴏʙʀᴇ ʜᴀᴄᴇʀ ᴜɴ ᴊᴜʀᴀᴍᴇɴᴛᴏ ᴅɪᴠɪɴᴏ

╚╩══• •✠•❀ - ❀•✠ • •══╩╝

ZÖE BELLADONA claramente no tenía tacto alguno.

—Tú eres una mestiza —dijo Zoë de sopetón luego de que Bianca hubiera dicho que sus padres habían muerto, ella me había mirado como si estuviera intentando pedirme ayuda. Incluso ahora, después de todo lo que había pasado, ellos seguían confiando en mí, seguían confiando en que podían acudir a mí incluso si era solo para responder una pregunta—. A fe mía que uno de vuestros progenitores era un mortal. El otro era un olímpico.

—¿Un olímpico? ¿Un atleta, quieres decir?

—No —dijo Zoë—. Uno de los dioses.

—¡Genial! —exclamó Nico.

—¡Ni hablar! —terció Bianca con voz temblorosa—. ¡No lo encuentro nada genial!

Nico se había puesto a dar saltos.

—¿Es verdad que Zeus tiene rayos con una potencia destructiva de seiscientos? ¿Y que gana puntos extra por...?

—¡Cállate, Nico! —Bianca se pasó las manos por la cara—. ¡Esto no es tu estúpido juego de Mitomagia! ¡Los dioses no existen!

Fruncí el ceño. Me sentía mal por los hermanos, Bianca estaba en medio de un ataque de nervios, pero Nico era un niño pequeño, y no merecía que su hermana le gritara.

—Ya sé que cuesta creerlo —dije pasando el brazo por sus hombros—, pero los dioses siguen existiendo. Créeme, Bi. Son inmortales. Y cuando tienen hijos con humanos, chicos como nosotros, bueno... la cosa se complica. Nuestras vidas peligran.

—¿Como la de la chica que se ha caído? —dijo Bianca.

Thalia se dio la vuelta. Incluso Artemisa parecía afligida.

—No desesperen —dijo la diosa—. Era una chica muy valiente. Si es posible encontrarla, yo lo haré.

—Entonces ¿por qué no nos dejas ir a buscarla? —preguntó Percy.

—Porque ha desaparecido. ¿Acaso no lo percibes, hijo de Poseidón? Hay un fenómeno mágico en juego. No sé exactamente cómo o por qué, pero tu amiga se ha desvanecido.

—¿Y el doctor Espino? —intervino Nico, levantando la mano—. Ha sido impresionante cómo lo han acribillado. ¿Está muerto?

—Era una mantícora —dijo Artemisa—. Espero que haya quedado destruida por el momento. Pero los monstruos nunca mueren del todo. Se vuelven a formar una y otra vez, y hay que cazarlos siempre que reaparecen.

—O ellos nos cazan a nosotros —comentó Thalia.

Bianca se estremeció.

—Lo cual explica... Nico, ¿te acuerdas de los tipos que intentaron atacarnos el verano pasado en un callejón de Washington?

—Y aquel conductor de autobús —recordó Nico—. El de los cuernos de carnero. Te lo dije. Era real.

—Por eso con Grover los estabamos vigilando —les expliqué, coloqué mi mano en el hombro de Nico, que me miró con sus ojos brillando de emoción—. Para mantenerlos a salvo si resultaban ser mestizos.

—¿Tú...eres una semidiosa? —preguntó Bianca, asentí y luego miró a Grover—. ¿Y tú?

—Un sátiro, en realidad. —Se quitó los zapatos y le mostró sus pezuñas de cabra. Creí que Bianca se desmayaría allí mismo.

—Grover, ponte los zapatos —dijo Thalia—. Estás asustándola.

—¡Eh, que tengo las pezuñas limpias!

—Bianca —tercié—, hemos venido a ayudarlos. Tienen que aprender a sobrevivir. El doctor Espino no va a ser el último monstruo con que se tropezarán.

—Tienen que venir al campamento —dijo Percy.

—¿Qué campamento?

—El Campamento Mestizo. El lugar donde los mestizos aprenden a sobrevivir. Pueden venir con nosotros y quedarse todo el año, si quieren.

—¡Qué bien! —exclamó Nico—. ¡Vamos!

—Espera. —Bianca meneó la cabeza y buscó tomar mi mano—. Yo no...

—Hay otra opción —intervino Zoë.

—No, no la hay —dijo Thalia.

Las dos se miraron furibundas. Yo no sabía de qué hablaban, pero estaba claro que entre ellas había alguna cuenta pendiente. Por algún motivo, se odiaban de verdad.

—Ya hemos abrumado bastante a estos chicos—zanjó Artemisa—. Zoë, descansaremos aquí unas horas. Levanten las tiendas. Curen a los heridos. Busquen en la escuela las pertenencias de nuestros invitados.

—Sí, mi señora.

—Y ustedes, Bianca, Darlene, acompáñame. Quiero hablar con ambas.

—¿Y yo? —preguntó Nico.

Artemisa lo examinó un instante.

—Tú podrías enseñarle a Grover cómo se juega a ese juego de cromos que tanto te gusta. Grover se prestará con gusto a entretenerte un rato... como un favor especial hacia mí.

━━━━━━━━♪♡♪━━━━━━━━

Las cazadoras montaron el campamento en unos minutos. Siete grandes tiendas, todas de seda plateada, dispuestas en una medialuna alrededor de la hoguera.

Una de las chicas sopló un silbato plateado. De inmediato, del bosque surgieron unos lobos blancos que empezaron a rondar en círculo alrededor del campamento, como un equipo de perros guardianes. Las cazadoras se movían entre ellos y les daban golosinas sin ningún miedo, pero yo decidí no alejarme de las tiendas. El aire seguía frío, pero el viento se había calmado y ya no nevaba, con lo que resultaba casi agradable permanecer junto al fuego.

Zoë nos guió hasta la última tienda, que no parecía diferente de las otras, y nos hizo pasar.

—Siéntense conmigo, doncellas —dijo la diosa.

Nos sentamos en el suelo frente a ella. La diosa me estudió con atención, y luego a Bianca.

—¿De qué deseaba hablar con nosotras, mi señora? —pregunté.

Artemisa hizo un gesto hacia Zoë, y ella nos entregó un folleto a cada una.

No pude evitar notar la mirada desdeñosa en los ojos de Zoë en cuanto se me acercó, la misma mirada que había visto en el resto de las cazadoras afuera mientras murmuraban entre ellas y me señalaban sin ninguna vergüenza.

—Zoë, busca al hijo de Poseidón —dijo mirando a la chica—, me gustaría hablar con él.

Zoë asintió, y se marchó dejándonos a solas con la diosa.

Miré el folleto, el titular de la tapa rezaba:

«¡UNA SABIA DECISIÓN PARA TU FUTURO!»

En el interior se veían fotografías de jóvenes doncellas en plena cacería, persiguiendo monstruos y disparando flechas. En los pies de foto se leían cosas como: «¡BENEFICIOS PARA LA SALUD: LA INMORTALIDAD, CON TODAS SUS VENTAJAS!» O bien: «¡UN FUTURO LIBRE DE PESADOS MOSCONES!».

—Me gustaría reclutarlas en mis filas.

—¿Habla...de convertirnos en cazadoras? —preguntó Bianca impresionada.

No es que yo estuviera mejor que ella.

Y es que Artemisa era una diosa a la que admiraba, que me estuviera haciendo tal ofrecimiento era un sueño. Pero sabía que había condiciones, con los dioses siempre las hay.

—Escuchaste bien, Bianca. No tienes que ir al campamento si no lo deseas. Mis cazadoras me siguen en mis aventuras. Son mis servidoras, mis camaradas, mis compañeras de armas. Una vez que me han jurado lealtad, se vuelven inmortales, sí. Salvo que caigan en el campo de batalla, cosa muy improbable, o que falten a su juramento.

—¿Qué juramento? —pregunté.

—Que renuncian para siempre al amor romántico, que no crecerán ni contraerán matrimonio, que seguirán siendo doncellas eternamente.

—¿Cómo usted, señora? —incurrió Bianca. La diosa asintió.

Lo sabía. Siempre hay condiciones con los dioses. Artemisa no sería la excepción.

Quise imaginarmelo, no crecer nunca ni morir, vivir para honrarla y pasar mi eternidad con mis compañeras, en libertad y sin problemas.

Nunca amar a nadie, renunciar a todo en lo que creía. Maldita hora para ser hija de Eros.

Unos ojos verdes como el mar, y una sonrisa que siempre me ponía las piernas como gelatina destellaron en mi mente.

No, nunca podría llevar aquel juramento. Estaría mintiendo a Artemisa y a mí misma.

—¿Entonces, qué dicen?

—Yo...

En ese momento entró Percy, dio una mirada rápida alrededor, quizá asombrado por la decoración.

—Siéntate con nosotras, Percy Jackson —dijo la diosa. Se sentó en el suelo frente a ella—. ¿Te sorprende mi edad?

—Eh... un poco.

—Puedo aparecer como una mujer adulta, o como un fuego llameante, o como desee. Pero esta apariencia es la que prefiero. Viene a ser la edad de mis cazadoras y de todas las jóvenes doncellas que continúan bajo mi protección hasta que se echan a perder.

—¿Cómo...?

—Hasta que crecen. Hasta que enloquecen por los chicos, y se vuelven tontas e inseguras y se olvidan de sí mismas.

«Ok...como una chica enamorada...eso dolió»

—Ah.

Zoë se había sentado a su derecha y lo miraba de un modo furibundo.

—Has de perdonar a mis cazadoras si no se muestran muy amigables contigo —dijo Artemisa—. Es rarísimo que entren chicos en este campamento. Normalmente les está prohibido el menor contacto con las cazadoras. El último que pisó el campamento... —Miró a Zoë—. ¿Cuál fue?

—Ese chico de Colorado. Lo transformasteis en un jackalope, mi señora.

—Ah, sí —asintió Artemisa, satisfecha—. Me gusta hacer jackalopes, ya sabes, ese animal de la mitología americana, mezcla de liebre y antílope. En todo caso, te he llamado para que me hables un poco más de la mantícora. Bianca me ha contado algunas de las cosas inquietantes que el monstruo dijo. Pero quizá ella no las haya entendido bien. Quiero oírlas de tus labios.

Percy se lo contó todo, de principio a fin. Cuando terminó, Artemisa puso una mano en su arco, pensativa.

—Ya me temía que tendría que usarlo.

Zoë se echó hacia delante.

—¿Lo decís por el rastro, mi señora?

—Sí.

—¿Qué rastro? —pregunté.

—Están apareciendo criaturas que yo no había cazado en milenios —murmuró Artemisa—. Presas tan antiguas que casi las había olvidado. —Miró fijamente a Percy—. Vinimos aquí ayer noche porque detectamos la presencia de la mantícora. Pero ése no era el monstruo que ando buscando. Vuelve a repetirme lo que dijo el doctor Espino exactamente.

—Eh..."me horrorizan los bailes de colegio".

—No, no. Después de eso.

Miré al techo de la carpa, tratando de no reírme por lo lento que podía ser este chico.

—Dijo que alguien llamado el General me lo iba a explicar todo.

Zoë palideció. Se volvió hacia Artemisa y empezó a decirle algo, pero la diosa alzó una mano.

—Continúa, Percy.

—Bueno, entonces se refirió al Gran Despertador...

—Despertar —lo corrigió Bianca.

—Eso. Y dijo: «Pronto tendremos al monstruo más importante de todos. El que provocará la caída del Olimpo.»

La diosa permanecía tan inmóvil como una estatua.

—Quizá mentía —sugerí.

Artemisa meneó la cabeza.

—No, no mentía. He sido demasiado lenta en percibir los signos. Tengo que cazar a ese monstruo.

Haciendo un esfuerzo para no parecer asustada, Zoë asintió.

—Saldremos de inmediato, mi señora.

—No, Zoë. Esto he de hacerlo sola.

—Pero Artem...

—Es una tarea demasiado peligrosa incluso para las cazadoras. Tú ya sabes dónde debo empezar la búsqueda, y no puedes acompañarme allí.

—Como... como deseéis, mi señora.

—Hallaré a esa criatura —prometió Artemisa—. Y la traeré de vuelta al Olimpo para el solsticio de invierno. Será la prueba que necesito para convencer a la Asamblea de Dioses del peligro que corremos.

—¿Y usted, señora, sabe de qué monstruo se trata? —pregunté.

Artemisa agarró su arco con fuerza.

—Recemos para que esté equivocada.

—¿Una diosa puede rezar? —preguntó Percy.

Cerré los ojos, él a veces podía ser demasiado.

La sombra de una sonrisa aleteó por los labios de la diosa.

—Antes de irme, Percy Jackson, tengo una tarea para ti.

—¿Incluye acabar convertido en un jackalope de ésos?

—Lamentablemente, no. Quiero que escoltes a las cazadoras hasta el Campamento Mestizo. Allí permanecerán a salvo hasta mi regreso.

—¿Qué? —soltó Zoë—. ¡Pero Artemisa! Nosotras aborrecemos ese lugar. La última vez...

—Ya lo sé —respondió la diosa—. Pero estoy segura de que Dioniso no nos guardará rencor por un pequeño, eh... malentendido. Tienen derecho a usar la cabaña número ocho siempre que la necesiten. Además, tengo entendido que han reconstruido las cabañas que incendiaron.

Zoë masculló algo sobre estúpidos campistas...

—Y ya sólo queda una decisión que tomar. —Artemisa se volvió hacia Bianca y hacia mí—. ¿Se han decidido ya, niñas?

Bianca vaciló.

—Aún me lo estoy pensando.

—Un momento —dijo Percy—. ¿Pensarse qué?

—Nos han propuesto... que me unamos a las cazadoras.

—¿Cómo? ¡Pero no puedes hacerlo! Tienes que ir al Campamento Mestizo y ponerte en manos de Quirón. Es el único modo de que aprendas a sobrevivir por tus propios medios.

—¡No es el único modo para una chica! —dijo Zoë.

—¡Bianca, el campamento es un sitio genial! Tiene un establo de pegasos y un ruedo para combatir a espada... Quiero decir, ¿qué sacas uniéndote a las cazadoras?

—Para empezar —repuso Zoë—, la inmortalidad.

—¿Está bromeando, no? —cuestionó mirando a la diosa con incredulidad.

—Zoë raramente bromea —dijo Artemisa.

Ella le explicó brevemente lo que implicaba unirse a las cazadoras. Percy tenía cara de haber chupado un limón.

—O sea que usted recorre el país reclutando mestizas...

—No sólo mestizas —interrumpió Zoë—. La señora Artemisa no discrimina a nadie por su nacimiento. Todas aquellas que honren a la diosa pueden unirse a nosotras. Mestizas, ninfas, mortales...

—¿Y tú qué eres?

—Eso no es de vuestra incumbencia. La cuestión es que Bianca y Darlene pueden unirse a nosotras si lo desean. La decisión está en sus manos.

Percy la miró como si le hubiera salido una cabeza extra. Luego clavó sus ojos en mí, como si recién se diera cuenta que yo era a la otra que habían ofrecido tal posibilidad.

—Tu no vas a unirte ¿verdad? —preguntó con un tono que me dejó helada, casi roto, y sus ojos me miraron como si la sola idea de que estuviera considerándolo ya fuera un acto de traición.

Di una mirada rápida a mi alrededor, y la que más me llamó la atención fue la de Zoë. Ella claramente pensaba que era una mala idea, pero jamás cuestionaría a su señora.

—No.

No es que tuviera que pensarlo mucho, aunque era un gran honor, no era algo con lo que pudiera sentirme identificada.

Percy soltó un suspiro de alivio.

Entonces Zoë me miró con una expresión burlesca, casi podía leer lo que estaba pensando, un "lo sabía" brillaba en sus ojos.

—Entiendo —dijo Artemisa—; algunas chicas necesitan más que solo un ofrecimiento, necesitan entender el mundo real antes de darse cuenta que es un mejor futuro para ellas. ¿Y tú, Bianca?

—¡Es una locura, Bianca!. ¿Y qué pasa con tu hermano? Nico no puede convertirse en cazadora —exclamó Percy volviéndose a centrar en ella.

—Desde luego que no —dijo Artemisa—. Él irá al campamento. Por desgracia, es lo máximo a lo que puede aspirar un chico.

—¡Eh!

—Podrás verlo de vez en cuando —le aseguró Artemisa a Bianca—. Pero ya no tendrás ninguna responsabilidad sobre él. Los instructores del campamento se harán cargo de su educación. Y tú tendrás una nueva familia. Nosotras.

—Una nueva familia —murmuró suspirando soñadora—, sin responsabilidades.

Estaba muy preocupada por Bianca, hacía apenas una hora que había ingresado al mundo de los semidioses y ya estaba por tomar una decisión que afectaría a toda su existencia.

Me había encariñado demasiado con ella el tiempo que habíamos estado juntos en Westover, sabía lo mucho que Bianca amaba a Nico, pero también sabía por la misma Bianca lo mucho que ella deseaba tener libertad, más tiempo para sí misma, menos responsabilidades.

Estaba cansada de tener que cuidar de Nico todo el tiempo, de no poder dedicarse a ella misma y era parte de la razón por la que se había pegado tanto a mí.

Y era precisamente por eso que tampoco podía culparla, no estaba de acuerdo con su decisión, pero yo no era quién para juzgarla.

Solo quería que al menos lo pensara.

—Esto no es algo sobre lo que pueda cambiar de opinión más adelante, Bianca —advertí. Ella me miró con pena—. Es una gran decisión y una vez que lo hagas ya no habrá vuelta atrás.

Bianca bajó la vista, vacilando antes de volver a mirarme y supe que a pesar de todo, ya había tomado su decisión.

—¿Cuidarás a Nico por mi? —preguntó con los ojos llenos de lágrimas—. No confío en nadie más que en tí, Dari.

Asentí, porque amaba a Nico. Nunca podría dejarlo solo después de esto.

—Bianca, no puedes hacerlo. Es una locura —dijo Percy.

—¿Vale la pena?

Zoë asintió.

—Sí.

—¿Qué tengo que hacer?

Me mordí el labio, sintiéndome mal por Nico. Esto sería muy incómodo de explicar.

—Repite —le dijo Zoë—: Prometo seguir a la diosa Artemisa.

—Pro... prometo seguir a la diosa Artemisa.

—Doy la espalda a la compañía de los hombres, acepto ser doncella para siempre y me uno a la Cacería.

Bianca repitió estas palabras.

—¿Ya está?

Zoë asintió.

—Si la señora Artemisa acepta tu compromiso, ya es vinculante.

—Lo acepto —dijo Artemisa.

Las llamas del brasero se avivaron, arrojando por toda la estancia un resplandor plateado. Bianca no parecía distinta, pero ella respiró hondo, abrió los ojos y murmuró:

—Me siento... más fuerte.

—Bienvenida, hermana —dijo Zoë.

—Recuerda tu promesa —añadió Artemisa—. Ahora es tu vida.

Miré a Percy que lucía derrotado, yo me sentía igual. No sabía cómo se lo tomaría Nico y sentía que había fallado en proteger a Bianca.

—No te desesperes, Percy Jackson —dijo Artemisa—. Aún tienes que mostrarles a los Di Angelo el campamento. Y si Nico así lo decide, puede quedarse a vivir allí.

—Estupendo ¿Cómo se supone que vamos a llegar al campamento?

Artemisa cerró los ojos.

—Se acerca el amanecer. Zoë desmonta el campamento. Tienen que llegar cuanto antes a Long Island sin sufrir daños —dijo. Luego abrió los ojos y me miró con pena—. Pediré a mi hermano que los lleve.

Me tensé, la última vez que nos habíamos visto con Sunboy las cosas no habían terminado bien entre nosotros.

Quizá Artemisa notó mi incomodidad porque me dio una mirada como de lástima. Por supuesto que ella debía saber lo que su hermano me había hecho el año anterior.

A Zoë no pareció entusiasmarle la idea, pero asintió y le dijo a Bianca que la siguiera.

Antes de salir, ella me dio un fuerte abrazó y murmuró—: Lo siento.

—Entonces —dijo Percy con aire sombrío—, ¿su hermano se encargará de llevarnos, señora?

Sus ojos plateados destellaron.

—Así es. Verás, Bianca Di Angelo no es la única que tiene un hermano irritante. Llamaré a mi muy irresponsable gemelo, Apolo.

Hice un edit de Apolo y Dari en mi cuenta de tiktok y lo amo 🥰🥰🥰

Lastima que Tiktok no me deja tener visibilidad T_T

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro