001.ᴀʙᴏᴜᴛ ᴛʜᴇ ꜱᴛᴀʀᴛ ᴏꜰ ꜱᴜᴍᴍᴇʀ ᴀɴɴᴏᴜɴᴄɪɴɢ ᴄʜᴀᴏꜱ
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1.ꜱᴏʙʀᴇ ᴇʟ ɪɴɪᴄɪᴏ ᴅᴇʟ ᴠᴇʀᴀɴᴏ ᴀɴᴜɴᴄɪᴀɴᴅᴏ ᴇʟ ᴄᴀᴏꜱ
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━━━NUEVA YORK, 2007
NO RECOMIENDO QUEDARSE DORMIDO EN UNA MESA, te despiertas con mucho dolor de cuello.
Me estiré en la silla, dando un bostezo cansado. Luego miré nuevamente la planta de anémonas que Apolo me había dejado. Era preciosa.
—Luego te llevaré a casa y te presentaré a tus hermanas: Regina, Sharpay y Elle, y a tu sobrina, Cher —murmuré pasando un dedo por los suaves pétalos—. Tengo que ponerte un nombre. Tal vez Heather...o Mia...o quizá... no sé, ¿Courtney?
Guardé los libros que había estado leyendo sin haber logrado encontrar nada de lo que buscaba, y tomé la maceta para salir de allí.
La temporada de verano estaba en su apogeo.
Faltaba poco para las siete de la mañana, pero ya todos estaban levantados comenzando sus rutinas.
La mayoría de los campistas habían llegado el viernes anterior, los sátiros tocaban la flauta en los campos de fresas, haciendo que las plantas crecieran con la magia de los bosques. Los campistas recibían clases de equitación aérea y descendían en picado sobre los bosques a lomos de sus pegasos.
Salían columnas de humo de las fraguas y nos llegaba el martilleo de los que fabricaban sus propias armas en la clase de artes y oficios. Los equipos de Atenea y Deméter estaban haciendo una carrera de carros alrededor de la pista y, en el lago de las canoas, un grupo de chicos combatían en un trirreme griego con una enorme serpiente marina de color naranja.
Ese día había un sin fin de cosas que debíamos realizar, una de ellas y con mayor peso quizá para mis amigos: el juicio de Grover.
Aún no podía creer que los Sabios Ungulados hicieran una audiencia para parlamentar en contra de la inactividad de Grover para encontrar a Pan.
«¡Por todos los dioses, él hizo más que todos ellos en siglos!» pensé furiosa.
La audiencia comenzaría al mediodía y quería desayunar algo antes de irme a una clase privada que tenía con Quirón.
Pasé por delante del anfiteatro y vi a Quintus, el nuevo instructor dejando unas cajas enormes que me eran un poquito sospechosas. Había algo en ese tipo que no me terminaba de convencer, pero Quirón confiaba en él por alguna razón.
Lo que sí me había sorprendido, era la presencia de la Señorita O'Leary, el perro del infierno más grande, tierno y dulce que jamás había visto.Correteaba dando saltos de un lado a otro alrededor de Quintus.
Los cajones se sacudían y daban fuertes golpes. Tenían un rótulo impreso pegado a los lados, pero debido a mi dislexia tardé varios minutos en descifrarlo.
RANCHO TRIPLE G
FRÁGIL
ESTE LADO ARRIBA
En la base, en letra más pequeña, ponía:
«ABRIR CON PRECAUCIÓN. EL RANCHO TRIPLE G NO SE HACE RESPONSABLE DE LOS DESPERFECTOS MATERIALES, DE LAS MUTILACIONES NI DE LAS MUERTES EXTREMADAMENTE DOLOROSAS QUE PUEDAN PRODUCIRSE.»
Ese tipo tenía maneras muy peligrosas de querer enseñarnos. Una vez le pregunté si intentaba entrenarnos o matarnos, y solo se rió.
—A los jóvenes les hacen falta más desafíos —me dijo—. No había campamentos como éste cuando yo era chico.
Me pregunté a qué diablos se refería, por qué hasta donde yo sabía, porque Apolo me había dado una conferencia enorme y muy detallada, de cómo se había fundado el campamento, y sabía que era bastante viejo.
Me había sorprendido descubrir que era un semidiós. Normalmente todos se mueren antes de llegar a los treinta, si con eso tienen mucha suerte, pero era una sorpresa agradable, del tipo que te da un poquito de esperanza.
Caminé hasta el comedor, donde ya varios estaban terminando de desayunar y me senté en la mesa de Afrodita.
—Buenos días, Dari —dijo Silena sonriendo.
—Buen día —murmuré mordiendo una tostada.
—¿Cómo está tu mano? —preguntó Valentina tomándola—. Vaya, Lee es genial. Ni una cicatriz.
Tomé mi vasito con jugo para evitar mirarles, no iba a contarles que fue Apolo el que lo hizo. Lo último que necesitaba era darles ideas raras.
Desayuné en silencio y luego me marché rápidamente hacia la Casa Grande.
Quirón ya me estaba esperando y hacía un par de días que estábamos practicando controlar mis visiones. Buscábamos intentar evocarlas a voluntad y no que fueran inesperadas. Era de vital importancia comprender mejor los mensajes que las destinos me estaban permitiendo ver si queríamos ganar la guerra.
—Hola, Dari —dijo el centauro en cuanto entré a la sala.
—Hola —Mis manos temblaban un poco, estas sesiones siempre me dejaban con dolor de cabeza y mareos, y cada vez las pesadillas se hacían más frecuentes.
—¿Cómo te sientes?
—Cansada, estresada, adolorida y creo que me está por venir el periodo.
—Ah...sí, entiendo.
Le miré a los ojos, quería volver a la cama y fingir que nada malo estaba pasando, pero la realidad era otra.
—Me siento inquieta —confesé—. Las visiones se vuelven más intensas y confusas a medida que pasa el tiempo. Son más claras en el sentido de verlas, pero no me dan datos suficientes para saber comprenderlas.
Quirón analizó mis palabras y me señaló la mesa.
—Siéntate, toma un poco de té —murmuró. Obedecí y di un sorbo a la taza, era té de jazmín, el cálido líquido me dio una ligera sensación de paz—. Es natural que te sientas abrumada, Dari. Los tiempos oscuros exigen de nosotros una claridad mental aún mayor, y creo, que te has puesto sobre tí misma una carga demasiado grande para un corazón que sufre con el dolor ajeno.
—Solo quiero ayudar.
—Lo sé —dijo con una sonrisa tranquilizadora. Continúo tomando sorbos del té, dejando que sus palabras penetren en mi mente y se mezclen con la calidez reconfortante de la infusión. Quirón siempre sabía encontrar las palabras exactas para darme consuelo en medio del caos—. Entiendo que quieras comprender cada visión, cada mensaje que te llega, pero debes recordar que no puedes cargar el peso del mundo entero sobre tus hombros.
»Eres una pieza importante en esta guerra, pero no eres la única.
Asentí lentamente, sintiendo cómo las tensiones comienzan a aflojarse en mis músculos. Había olvidado que no estaba sola en esto, que había un equipo de semidioses y aliados luchando junto a mí.
—Percy es la pieza clave —murmuré—, solo quiero hacer más fácil todo esto para él.
Observé a Quirón con determinación, decidida a encontrar la forma de controlar mis visiones y ayudar a mi equipo en la inminente guerra contra los titanes. El centauro caminó hacia mí, colocando una mano reconfortante sobre mi hombro.
—Dari, sé que tu deseo de proteger a Percy y a todos nosotros es admirable, pero no debes olvidar que todos tenemos nuestras responsabilidades y dones únicos para aportar a esta batalla. Es en nuestra unión y apoyo mutuo donde encontraremos la fuerza para prevalecer.
Asentí, tomando sus palabras con seriedad. Quirón siempre había sido un gran guía y mentor, y confiaba en su sabiduría y experiencia.
—Ahora, vamos a enfocarnos en nuestra práctica de hoy. Quiero que te concentres en invocar una visión, la que sea, lo primero que tu mente pueda traer. Pero recuerda, no te fuerces demasiado ni te exijas más de lo necesario. El control vendrá con el tiempo y la práctica constante.
Respiré profundamente, intentando calmar mi mente y conectarme con mi poder interior. Cerré los ojos y me sumergí en un estado de meditación, dejando que mi intuición y mis sentidos se agudizaran.
Poco a poco, imágenes fragmentadas comenzaron a deslizarse ante mis ojos cerrados.
Estaba de pie en una sala de música de una escuela. Y veía frente a mí unas chicas vestidas de animadoras
—Aquí estás, Percy Jackson —dijo una de ellas—. Ya es hora de que nos ocupemos de tu orientación.
Hubo como un parpadeo y vi a las mismas animadoras avanzando otro paso, pero mi mano se movió hacia adelante, sosteniendo a Contracorriente contra ella, apoyando la punta de la espada en el pecho de una de ellas.
—Atrás.
Ella soltó un gruñido.
—Novato —me dijo con repugnancia—. Esta escuela es nuestra, mestizo. ¡Aquí nos alimentamos con quien nosotras queremos!
Entonces empezó a transformarse. El color de su rostro y sus brazos se esfumó. La piel se le puso blanca como la cera y los ojos completamente rojos. Los dientes se convirtieron en colmillos.
—¡Un vampiro! —balbuceé. Mi voz sonaba mucho más gruesa, claramente no era mi voz. Entonces me fijé en las piernas de la chica. Por debajo de la falda de animadora se le veía la pata izquierda peluda y marrón, con una pezuña de burro; en cambio, la derecha parecía una pierna humana, pero hecha de bronce—. Aj, un vampiro con...
—¡Ni una palabra sobre mis piernas! —me espetó ella—. ¡Es una grosería reírse!
Avanzó con aquellas raras extremidades desiguales. Tenía una pinta extrañísima, sobre todo con los pompones en las manos, pero no podía reírme, al menos mientras tuviera delante aquellos ojos rojos, por no mencionar los afilados colmillos.
—¿Un vampiro, dices? —Se echó a reír—. Esa estúpida leyenda se inspiró en nuestra apariencia, idiota. Nosotras somos empusas, servidoras de Hécate.
—Hummm... —murmuró Tammi, que estaba cada vez más cerca—. La magia negra nos creó como una mezcla de bronce, animal y fantasma. Nos alimentamos con la sangre de hombres jóvenes. Y ahora, ven, ¡y dame ese beso de una vez!
Otro parpadeo y la empusa esquivó el tajo que hice con la espada sin problema.
—Una hoja tan hermosa... —dijo—. ¡Qué lástima que se interponga entre nosotros!
Su forma vibraba y retemblaba de tal manera que por momentos parecía un demonio y otras veces una animadora. Procuré mantener la concentración, pero debía esforzarme mucho para no distraerme.
—Pobre muchacho —dijo la empusa—. Ni siquiera sabes lo que pasa, ¿verdad? Muy pronto tu pequeño y precioso campamento arderá en llamas y tus amigos se habrán convertido en esclavos del señor del Tiempo. Y tú no puedes hacer nada para impedirlo. Sería un acto de misericordia acabar con tu vida ahora, antes de que tengas que presenciarlo.
Tan pronto como escuché esas palabras, me vi sentada nuevamente en la sala de la Casa Grande, con Quirón mirándome con seriedad.
—Teníamos razón, van a atacar el campamento —murmuré. Comprendí que había algo del futuro de Percy. Había tenido una visión de algo que pasaría en unas horas—. Y creo que Percy tendrá problemas en la escuela.
—¿A qué te refieres?
Tenía la boca seca, pasé la lengua por los labios intentando humedecerlos mientras pensaba en el hecho de que la primera visión que había convocado por mí misma y que había sido un éxito, apenas tenía unas horas de antelación. No nos daba mucha preparación.
—Van a atacarlo —dije. Miré el reloj de la pared, eran las ocho de la mañana, Percy me dijo que a esa hora debía presentarse en la escuela.
Sabía que estaría bien, era Percy, ¿verdad?
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PERCY
No hay nada mejor para rematar una mañana perfecta que un largo trayecto en taxi con una chica furiosa.
Intenté hablar con Annabeth, pero ella se comportaba como si yo acabara de darle un puñetazo a su abuela. Lo único que logré arrancarle fue que en San Francisco habían tenido una primavera plagada de monstruos. Había vuelto al campamento dos veces desde las Navidades, aunque no quiso contarme por qué (lo cual me molestó, porque ni siquiera me había avisado de que estaba en Nueva York); y no había averiguado nada sobre el paradero de Nico di Angelo.
—¿Alguna noticia de Luke? —pregunté.
Negó con la cabeza. Yo sabía que era un tema delicado para ella. Annabeth siempre había admirado a Luke, y aunque ella lo habría negado, yo estaba seguro de que aún le gustaba.
Habíamos luchado con Luke el invierno anterior en el monte Tamalpais; increíblemente, él había logrado sobrevivir a una caída por un precipicio de quince metros. Ahora, por lo que yo sabía, seguía navegando en su crucero cargado de monstruos, mientras su señor Cronos, hecho pedazos durante siglos, se volvía a formar poco a poco en el interior de un sarcófago de oro y aguardaba a reunir fuerzas suficientes para desafiar a los dioses del Olimpo.
En la jerga de los semidioses, a esto lo llamamos un «problema».
—El monte Tamalpais todavía está infestado de monstruos —dijo—. No me atreví a acercarme, pero no creo que Luke siga allá arriba. Si estuviera, ya me habría enterado.
A mí eso no me tranquilizaba demasiado.
—¿Y Grover?
—En el campamento —contestó—. Hoy mismo lo veremos.
—¿Ha tenido suerte? En su búsqueda de Pan, quiero decir.
Annabeth jugueteó con su collar de cuentas, como suele hacer cuando está preocupada.
—Ya lo verás —dijo. No quiso explicarme más.
Me preocupaba su misticismo, hacía semanas que tampoco sabía nada de Darlene desde que se había marchado al campamento de manera tan repentina.
El taxi salió por la carretera 25A. Cruzamos los bosques que bordean North Shore hasta que una cadena de colinas bajas apareció a nuestra izquierda.
Annabeth indicó al taxista que se detuviera en el número 3141 de la avenida Farm, al pie de la Colina Mestiza.
El hombre frunció el ceño.
—Aquí no hay nada, señorita. ¿Seguro que quiere bajar?
—Sí, por favor. —Annabeth le tendió unos cuantos billetes de dinero mortal y el taxista no discutió.
Subimos a pie hasta la cima de la colina. El joven dragón que hacía la guardia dormitaba enroscado alrededor del pino, pero alzó la cabeza cobriza cuando nos acercamos y dejó que Annabeth le rascara bajo la quijada. Enseguida soltó un sibilante chorro de humo por las narices, como un calentador de agua, y bizqueó de placer.
—Hola, Peleo —dijo Annabeth—. ¿Todo bajo control?
La última vez que había visto al dragón medía dos metros de largo. Ahora tendría por lo menos el doble y el grosor del pino. Por encima de su cabeza, en la rama más baja del árbol, relucía el Vellocino de Oro, cuya magia protegía los límites del campamento de cualquier invasión.
El dragón parecía tranquilo, como si todo estuviera en orden. A nuestros pies, el Campamento Mestizo, con sus campos verdes, su bosque y sus relucientes edificios blancos de estilo griego, tenía un aire bastante pacífico. La Casa Grande se erguía orgullosamente en mitad de los campos de fresas. Al norte, más allá de la playa, las aguas de Long Island Sound refulgían al sol.
Y no obstante...había algo raro. Se percibía cierta tensión en el aire, como si la colina misma estuviera conteniendo el aliento y esperando que sucediera algo malo.
—Tengo que hablar con Clarisse y Dari —anunció Annabeth.
La miré como si acabase de decir: «Tengo que comerme una enorme bota apestosa.»
—¿Para qué?
Entendía su interés en hablar con Dari, ¿pero Clarisse?
Era una abusona ingrata y malvada. Su padre, el dios de la guerra, quería matarme. Y ella trataba de machacarme continuamente. Aparte de eso, era una chica estupenda.
—Hemos estado trabajando en una cosa —explicó Annabeth—. Nos vemos luego.
—¿Trabajando en qué?
Annabeth volvió la vista hacia el bosque.
—Voy a comunicarle a Quirón que has llegado —dijo—. Querrá hablar contigo antes de la audiencia.
—¿Qué audiencia?
Ella ya había echado a correr hacia el campo de tiro al arco sin mirar atrás.
—Bien —murmuré—. A mí también me ha encantado hablar contigo.
¡VOLVIMOS!
Espero que hayan disfrutado del arco I de Los Regalos del Amor, porque ahora vamos para el lado oscuro.
Pensaba empezar a subir esta historia el sábado, pero la verdad es que ya me hacía mucha ilusión, y ya tengo más de la mitad del libro 4, eso significa.....
Que volvemos a nuestra programación habitual de publicación cada dos días.
Espero que estén preparados y con pañuelitos a mano.
Quiero dejar aclarado algo desde el principio, mientras avanzaba en la trama, llegando al capítulo del rancho, me di cuenta que Grover menciona que ya pasaron una semana desde que salieron del campamento y es 13 de junio para entonces. Los que leyeron el libro 1,5 saben que el último capítulo fue en 19 de junio y que ese capítulo es el inicio de este.
Ya no voy a cambiarlo, así que seguimos todo el libro desde mediados de junio hasta mitad de julio creo que sería.
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