
001.ᴀʙᴏᴜᴛ ʟᴀꜱᴛ ᴅᴀʏꜱ ᴏꜰ ꜱᴄʜᴏᴏʟ
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ꜱᴏʙʀᴇ Úʟᴛɪᴍᴏꜱ ᴅÍᴀꜱ ᴅᴇ ᴄʟᴀꜱᴇꜱ
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━━━NUEVA YORK, JUNIO 2006
ESTIRÉ LAS MANOS por encima de la cabeza, pensando en cuánto deseaba volver a mi cama y seguir durmiendo hasta la hora del almuerzo.
Pero no podía, porque aún me quedaba un día más de clases y mamá no me dejaría saltármelo sólo porque había decidido empezar las vacaciones un día antes.
—Hubieras dormido y ahora no estarías tirada sobre la mesa —dijo sirviéndome más jugo—, no tengo idea de que haces en esa computadora, pero ahora te vas a aguantar e ir a clases.
Solo asentí, porque no iba a explicarle que estuve leyendo fanfics hasta las cuatro de la mañana. Sé que debí dormirme, pero anoche mi autora favorita publicó un nuevo capítulo y cuando lo terminé, la necesidad de más me llevó a buscar nuevas historias.
—Vamos, mi amor —dijo mi madre entregándome mi bolso—. ¡Último día de clases!
—Eso significa que irás al campamento —agregó mi abuelo—, estabas muy emocionada por eso.
Asentí, sonriendo cansada. Sí, era lo que quería; pero ahora quería dormir.
Al dia siguiente, Percy y yo nos iríamos al Campamento Mestizo, solo un día más de vida mortal y luego todo el verano con mis amigos semidioses.
Me coloqué mi bolso y me di una última mirada en el espejo de la sala, era el espejo de oro que papá me había regalado para hablar con él cuando quisiera, o para hablar con mi madre y abuelo cuando estuviera en el campamento.
Deslicé los dedos sobre la fea cicatriz en el cuello, donde el verano pasado Luke me había apuñalado intentando matarme para que no lo delatara como el traidor.
Había sido gracias a Apolo que había sobrevivido, el mismo que un rato antes había amenazado con aniquilarme.
—Nadie va a matarte si puedo evitarlo, es mi derecho tomar tu vida. Nadie más que yo va a hacerlo.
Un divino, tan divino.
Había pasado todo el año escapando de los rayos solares, usando gorras y un filtro solar que Annabeth me recomendó porque Sunshine decidió que era divertido provocarme un sarpullido que me dejaba tan roja como tomate, Lee había dicho que se llamaba "erupción polimorfa lumínica" y que al parecer, ahora me daba alergia el sol. Además, era ridícula la cantidad de gripes que había tenido este año.
Salí de casa y me dirigí unas puertas a la derecha, al apartamento de Percy, que en ese momento salía con una expresión clara de preocupación.
—Hola —dije colgándome de su brazo.
—Hola —respondió con una sonrisa, pero seguía perdido en sus pensamientos.
Bajamos las escaleras del edificio, fuera Percy miró unos segundos el edificio, algo en el sol que se reflejaba en la pared rojiza lo molestaba.
—¿Qué ocurre?
—Creo que Grover está en problemas —dijo y me contó su sueño.
—¿Qué dijo tu mamá? —pregunté cuando acabó su relato.
—Que no debería preocuparme tanto, que Grover es un gran sátiro y que si hubiera algún problema ya habríamos sabido de algo desde el campamento.
Asentí, tenía razón en que si algo hubiera pasado ya lo sabríamos, pero entiendo que eso a veces no ayuda a aliviar la preocupación. Grover era el mejor amigo de Percy y no tener respuestas puede ser tan malo como tenerlas.
—Mamá va a llevarnos a celebrar el fin de curso —dijo de repente cambiando de tema—, llevaremos a Tyson al Rockefeller Center, a la tienda de patinaje.
—¡Genial! —exclamé encantada. Encanto que murió cuando me di cuenta que él estaba molesto por eso—. ¿Qué pasa?
—Quirón le dijo a mi mamá que piensa que no es seguro para mí ir al campamento mañana —informó. Lo miré asombrada porque el campamento es el lugar más seguro del mundo para los mestizos.
—No pienso matarte esta noche —dijo. Levanté la cabeza, observándolo borroso por las lágrimas—. No podría, tu cuerpo está en el campamento y es territorio de protección para los mestizos, mientras estés aquí no puedo hacerte nada.
Esas palabras vivían grabadas a fuego en mi memoria.
—Dijo que debería posponer el viaje —siguió hablando—, dijo que están teniendo problemas.
—¿Qué problemas? —pregunté frunciendo el entrecejo.
Desde hacía un par de semanas que no había tenido noticias de ninguno de mis compañeros de la cabaña de Afrodita, ni de Lee o Michael, así que tampoco estaba al tanto de lo que estaba pasando allá.
—No lo sé, dijo que no tenía tiempo para explicármelo cuando sonó la alarma para irme. Quería seguir preguntando pero...me miró de esa manera...como si se pusiera a llorar si seguía insistiendo. Además, se nos hacía tarde para ver a Tyson.
Sonreí enternecida. Amaba la compasión que Percy sentía por los sentimientos de las personas que quiere.
—Vamos por Tyson entonces —dije pensando en el chico grande que le teme a viajar solo en el metro. A veces me daba ganas de apapacharle las mejillas.
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El día empezó normal, o por lo menos tan normal como puede serlo en la Escuela Preparatoria Meriwether.
Era una escuela progresista en el centro de Manhattan, no usaban el sistema de calificación normal de notas, tampoco usaban pupitres y se esmeraban en hacer creer que los errores y fallas en el aprendizaje eran solo otra manera de aprender.
Me gustaba, mi dislexia lo agradecía enormemente.
Sin embargo, Meriwether tenía un punto negativo que opacaba todo lo demás: los alumnos.
En la primera clase, Inglés, nos habían hecho leer El Señor de las Moscas, y como examen final el profesor nos soltó en el patio una hora sin supervisión adulta para ver qué pasaba.
¿Qué pasó? Pue un concurso de puñetazos, séptimo contra octavo; también dos peleas de piedras y un partido de baloncesto con placajes de rugby.
Matt Sloan, el típico matón estrella, dirigió la mayor parte de las actividades bélicas. No era grande ni muy fuerte, pero actuaba como si lo fuera. Tenía ojos pequeños y pelo oscuro desgreñado; usaba ropa cara, pero de un manera que a Silena le daría un infarto por lo descuidada que estaba.
Era un claro ejemplo de "mi familia tiene dinero, pero a mí me da igual porque soy rebelde", pero no dudaba en usar ese mismo estatus para lograr sus fechorías.
Como por ejemplo, uno de sus incisivos estaba mellado de haber estrellado el porche de su papá para dar una vuelta sin permiso. Para él era un orgullo contar aquella anécdota.
—Este sería el sueño de Clarisse y los demás hijos de Ares —murmuré observando a la manada de brutos que teníamos por compañeros. Percy se rió de mi broma y me dio la razón.
—Sloan podría ser uno de ellos —agregó haciéndome soltar una carcajada.
Sloan estaba en el centro de la disputa, dando golpes a todos lados e intentó golpear a Tyson.
Tyson era el único chico sin techo de la escuela. Percy y yo teníamos la teoría de que sus padres lo habían abandonado siendo pequeño. Media 1,90 y tenía una complexión de montaña, pero lloraba todo el tiempo porque todo le daba miedo.
A veces hablaba raro, pero eso quizá se debía a que era su primera vez en una escuela. Usaba ropa andrajosa y olía a callejón porque vivía en uno en la calle 72, en una caja de cartón de frigorífico.
Con mamá y la señora Jackson preparamos una caja con ropa para él, fue difícil porque Tyson es bastante grande para su edad.
Cuando se la dimos, se puso a llorar y me dio un abrazo que casi me parte en dos.
La escuela lo había tomado como proyecto de servicio comunitario, pero se olvidaron de que a la mayoría de los alumnos de esta escuela les faltaba algo importante: valores.
Al principio le temían por su tamaño, hasta que se dieron cuenta que era un osito de peluche tierno que se asustaba en todo momento, entonces lo usaron como fuente de "diversión". Percy y yo éramos sus únicos amigos.
La señora Jackson, mi mamá y el abuelo se habían quejado varias veces en el colegio y los había acusado de no estar haciendo lo bastante para ayudarlo. También habían llamado a los servicios sociales, pero los asistentes sociales alegaban que Tyson no existía, que no había nadie en el callejón.
Gracioso, pero no gracioso de risa, gracioso de raro.
El caso es que Sloan intentó ir por la espalda y darle un golpe, Tyson se asustó y lo empujó tan fuerte que lo envió volando contra el columpio unos cinco metros atrás.
—¡Maldito monstruo! ¿Por qué no vuelves a tu caja de cartón! —gritó.
Hizo llorar a Tyson, que se sentó al pie de las barras para trepar con tanta fuerza que dobló una y ocultó la cara entre las manos.
Corrí hacia él, sentándome a su lado y dándole un abrazo. Difícil porque incluso sentado parecía una montaña al lado mío.
—No le hagas caso, Tyson —murmuré tratando de calmarlo—, es solo un imbécil sin cerebro que no sabe lo que dice.
Pero él solo sollozaba sin parar.
—¡Retira eso, Sloan! —gritó Percy furioso.
—¿Por qué molestas, Jackson? —cuestionó él con desdén—. Quizá tendrías amigos si no te pasaras la vida defendiendo a ese monstruo.
Desearía haber tenido mis flechas y poder dispararle una a ese tipo.
Percy apretó los puños, tenía la cara roja y estaba segura de que él desearía tener a Contracorriente para darle una paliza.
—No es un monstruo. Sólo es...
Pero lo que Percy estaba por decir, dio igual, porque Sloan ya no le prestaba atención. Estaba ocupado riéndose a carcajadas con sus amigos.
—Ey —me susurró en un momento—, ¿es idea mía o Sloan parece más alabado de lo habitual?
Confundida, miré al chico que siempre estaba rodeado de dos o tres imbéciles iguales que él, pero ese día había más de media docena que nunca había visto.
Gracioso, pero no gracioso de risa, gracioso de raro al cuadrado.
—Espera a la clase de EF, Jackson —gritó Sloan—. Eres hombre muerto.
Cuando terminó la clase y el profesor volvió, dijo—: Todos entendieron a la perfección el libro, están todos aprobados, y espero que nunca se conviertan en personas violentas.
No creo que Sloan entendiera la idea de no ser una persona violenta.
Percy le prometió a Tyson un sándwich extra de mantequilla de maní para que dejara de llorar.
—¿Soy un monstruo? —preguntó entre hipidos.
—No —dijo Percy con los dientes apretados.
—El único monstruo que hay aquí es Matt Sloan —agregué.
Tyson se sorbió los mocos—. Son buenos amigos. Los echaré de menos el año que viene... si es que puedo..
Le tembló la voz. Me di cuenta de que no estaba seguro de que volvieran a admitirlo en el proyecto de servicios comunitarios. Me pregunté si el director se habría molestado en hablar con él del asunto.
—No te preocupes, grandote. Todo saldrá bien —dijo Percy tratando de animarlo.
Pero por la mirada que me dio, ni él estaba seguro de qué pasaría.
La siguiente hora era ciencias. La señora Tesla nos dijo que teníamos que ir combinando productos químicos hasta que consiguiéramos que explotara algo.
Tyson y Percy eran compañeros de laboratorio. A mí me tocó la desgracia llamada Matt Sloan. Yo hice todo el trabajo sola, porque él pasó toda la hora coqueteándome.
Esta era una nueva faceta que había descubierto de mi parentesco divino. Silena me había explicado que era normal considerando que descendíamos de la diosa de la belleza.
—Pero yo no soy su hija.
—Claro, pero tu padre sí. —Me había dicho cuando alegue que era extraño porque nunca me había pasado de dejar encandilado a un chico solo por sonreírle—. Eros es el más guapo de sus hijos divinos, se dice que es tan hermoso que es imposible verlo al rostro y toda su aura desprende un magnetismo animal atrayente que vuelve loco a cualquiera. Es el dios del deseo y la atracción después de todo; es normal que tu herederas su encanto.
Y ahora tenía a algún que otro energúmeno tratando de coquetearme, y a mí solo me gustaría que Percy me mirara como algo más que "su hermanita de otros padres".
—¡Quítame las manos de encima! —chillé doblandole la mano en una llave cuando tomó mi cabello y lo olfateó.
El quejido de dolor fue tan satisfactorio. Percy me levantó los pulgares al otro lado del salón.
Entonces, Tyson derribó una bandeja entera de productos químicos sobre la mesa y desencadenó en la papelera de un gran hongo de gases anaranjados.
En cuanto la señora Tesla terminó de evacuar el laboratorio y avisó a la brigada de residuos peligrosos, elogió a Tyson y a Percy por sus dotes innatas para la química.
A mi me dijo que podría tener una gran destreza en artes marciales, pero que el salón de química no era lugar para tales actividades, y que llevara mis habilidades al gimnasio donde podría desempeñarme mucho mejor, sin muebles que estorbaran.
Sí, elogió mi llave espanta-imbéciles.
En sociales, mientras dibujábamos mapas de latitud-longitud, Percy abrió su cuaderno de anillas y se quedó mirando por un rato largo una foto que tenía guardada dentro: era Annabeth, de vacaciones en Washington D.C., posaba de pie frente al Lincoln Memorial, con los brazos cruzados y el aire de estar muy satisfecha consigo misma, como si ella hubiera diseñado el monumento.
Ella nos había enviado a los dos aquella foto por e-mail después de las vacaciones de Pascua.
Annabeth y yo habíamos puesto todo de las dos en intentar ser amigas, y mientras estuviera sola, era fácil quererla como tal. Era divertida, inteligente y pasábamos horas hablando por teléfono teniendo debates interesantes de historia.
Mi problema con ella ocurría cuando Percy estaba en medio.
Cuando tenía que fingir que no me molestaba lo cercanos que ambos se habían vuelto después de la misión "En busca del rayo del todopoderoso señor drama".
Cuando tenía que fingir que no me molestaban cosas como estás, atraparlo viendo esa foto todo el tiempo o que la llevaba consigo a todas partes.
—Me gusta pensar que al verla, es real lo que vivimos el verano anterior y no mi imaginación —me había dicho una vez.
Yo no dije nada, solo asentí y guardé para mi el dolor que se instaló en mi pecho. Porque Percy tenía una prueba constante de que lo que pasó era verdad: yo también lo viví. Pero él usaba eso de excusa para ver la foto de Annabeth sin dar muchas explicaciones.
Estaba por cerrar el cuaderno, cuando Sloan alargó el brazo y le arrancó la foto.
—¡Eh! —protestó.
Sloan le echó un vistazo a la foto y abrió los ojos como platos.
—Ni hablar, Jackson. ¿Quién es? ¿No será tu...?
—Dámela.
—Na, imposible —dijo mirándome—, ya tienes demasiada suerte teniendo al bellezón de al lado como amiga, no podrías tener una novia así.
¡Qué ganas de clavar una de mis flechas en sus pelotas!
Sloan pasó la foto a sus espantosos guardaespaldas, que empezaron a soltar risitas y romperla en pedacitos para convertirlos en proyectiles.
Debían de ser alumnos nuevos que estaban de visita, porque todos llevaban aquellas estúpidas placas de identificación HOLA, ME LLAMO: que daban en la oficina de inscripción. Y debían de tener también un extraño sentido del humor, porque habían escrito en ellas nombres raros como "Chupatuétanos" "Devoracráneos" y "Quebrantahuesos".
—Estos chicos se trasladan aquí el año que viene —dijo Sloan con aire fanfarrón—. Apostaría a que ellos sí pueden pagarse la matrícula, a diferencia del retrasado de tu amigo.
—No es ningún retrasado —espetó Percy.
—Lastima que tu no puedas comprarte un cerebro nuevo —dije furiosa.
Pero él nos ignoró a ambos.
—Eres un auténtico gusano, Jackson. Por suerte para ti, en la próxima clase voy a acabar con todos tus sufrimientos —dijo entre risas—. Observame, Darlene, la paliza será en tu honor —agregó tirando besos al aire.
«Qué asco».
Si tan solo supiera este de quién soy hija, papá lo haría pedazos con una sola mirada.
Sé que Percy y Sally se mudaron de edificio al final del ladrón del rayo, pero por temas de trama aún siguen viviendo ahí, se mudaran más adelante.
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