48.ᴛᴜʟɪᴘᴀɴᴇꜱ ᴀᴍᴀʀɪʟʟᴏꜱ
Capítulo BIEN largo por todo los días que me tardé en escribirlo.
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ᴛᴜʟɪᴘᴀɴᴇꜱ ᴀᴍᴀʀɪʟʟᴏꜱ
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CUANDO APOLO ENTRÓ EN LA HABITACIÓN, ME ENCONTRÓ ABRAZANDO UNA ALMOHADA.
Se detuvo junto a la cama, creo que sin saber qué esperar de mí o mi humor.
—Hola.
—Hola —respondí apenas levantando la cabeza. Aún tenía el cabello algo húmedo.
—¿Esa es mi ropa? —preguntó señalando lo que tenía puesto: una camiseta negra de los Beatles que me quedaba tan grande que parecía un vestido a medio muslo.
—Sí.
—¿Cómo conseguiste eso?
—Le dije a Meleis que quería ropa tuya. ¿Te molesta?
Se recostó a mi lado, abrazándome por detrás y dejándome un beso en la sien.
—No. Te queda bien. Solo tenía curiosidad.
Permanecimos en silencio, nada más que abrazándonos, cerré los ojos, sumergiéndome en la paz que solo él me daba.
—Dari... —susurró, su voz apenas un murmullo en la quietud de la habitación.
—¿Mmm?
—Lamento lo que ocurrió. No deberías haber pasado por esto.
—No me importa que me atacaran, Apolo. Estoy acostumbrada —murmuré en un tono vago—. Nada de lo que hicieron se compara con lo que yo experimento en general.
Se quedó en silencio por un momento, su agarre en mí se apretó suavemente. Respiré hondo, dejando que su cálido tacto y aroma me llenaran de paz.
—No tienes que mentir. Y que te hayas acostumbrado no significa que esté bien. —Asentí, sintiendo un nudo en la garganta—. Las expulsé.
Me separé de él bruscamente, sentándome en la cama y mirándolo de frente.
—¡¿Qué hiciste qué?!
—Las expulsé —repitió acomodándose mejor a mi lado.
—Pero…
Se le escapó una risa baja que me erizó el vello de la nuca. Me quedé sin aliento por un momento.
—Mi ángel, ¿aún no has comprendido de lo que soy capaz por tí? —Apoyó una mano en mi mejilla.
—Sí, pero…son tus musas.
—Sí, ¿y? —Se encogió de hombros—. Pueden cumplir sus deberes desde dónde estarán ahora, no las necesito aquí. Cómo les dije a ellas, ahora tú eres mi nueva musa.
Parpadeé, confundida, y él se acercó, dejándome un beso en la comisura del labio.
—Eres mi sol, Darlene, y cualquier ofensa contra tí, es una ofensa contra mí. No dejaré que nadie te falte el respeto, y ellas te hicieron llorar.
Negué con la cabeza. Era una tontería realmente, había pasado por cosas peores que unas matonas celosas. Lloré de rabia, por dejar que me pasaran por encima cuando perfectamente podría haber hecho más que unos cuantos golpes.
—No necesito que me defiendas, Apolo —murmuré mirándolo a los ojos.
—Lo sé, sé mejor que nadie que te puedes defender sola —dijo con tono bromista, y me sacó una sonrisa. Volvió a abrazarme, atrayendome tan cerca que estaba segura podía oír los latidos de mi corazón—, pero no voy a tolerar algo así de quienes dicen ser mis súbditos.
Me encontré perdida en sus ojos, tratando de encontrar las palabras adecuadas para expresar lo que estaba sintiendo.
—¿No crees que quizá fue mucho?
—No, al contrario, creo que fui demasiado clemente —respondió frunciendo el ceño—. Las envié a Delfos, el centro de mi poder, cuando levante su castigo, espero un buen comportamiento para contigo, sino…
—¿Sino?
—Sino —murmuró por lo bajo, su voz tan parecida al siseo de una serpiente—, arrancaré sus cuerdas vocales para que no puedan volver a emitir sonido alguno, sus ojos para que no puedan apreciar la belleza del mundo, quemaré sus oídos para que no puedan escuchar las melodías de la naturaleza y cortaré sus dedos para que no puedan volver a crear arte. Servirán de ejemplo hacia cualquiera que ose ofenderte.
Me estremecí en sus brazos, tragué saliva con dificultad, mis manos temblando ligeramente mientras seguía su mirada intensa.
Por un lado quería decirle que no era necesario, que eso sí que me parecía excesivo. Que hacer eso me desagradaba y que ni por amor debería cometer un acto así. Pero la verdad es que yo sabía dónde me metía cuando acepté salir con él.
Era un dios. Los dioses siempre han sido retorcidos y vengativos, y el amor de un dios es algo que la mayoría de los morales no pueden soportar, porque su amor es enfermizo y oscuro.
—Las palabras "te amo" siempre son mortales, especialmente cuando esas palabras provienen de un dios —me había dicho el abuelo cuando era pequeña y me leía mitos sobre las relaciones de los dioses y mortales.
Ahora era completamente consciente de lo que había querido enseñarme, y sería una hipócrita si negaba que yo no era capaz de hacer algo así por quienes amo.
Si negara que no sería capaz de hacer lo mismo si tengo la oportunidad de matar a Luke, Alessandra o Klaus, que amenazan la existencia del Olimpo, y por ende, la existencia de Apolo.
No, sería muy hipócrita. Sobre todo porque una parte de mí, una muy gran parte de mí, estaba emocionada por ese tipo de amor.
¿Cómo podía no sentirme atraída por ello? La idea de que una lágrima mía provocara en él ese tipo reacción hacia otros me hacía sentir…poderosa.
¿Y para qué negarlo? Muy caliente también.
—Eso…fue muy específico…
—Y es la verdad. —Se acercó más, y me volví a estremecer, aunque definitivamente no de temor—. Ahora, me gustaría que me dijeras qué es exactamente lo que te dijeron que te molestó tanto como para que casi desgreñes a una de ellas.
—¿Cómo sabes qué me dijeron algo? —pregunté esquiva.
Se rió por lo bajo.
—Ay, amor, te conozco bien. Tú jamás atacarías a alguien sin razones, y sé que ellas no son precisamente de las que lanzan el primer golpe físico. ¿Qué te dijeron?
Dudé un poco antes de finalmente hablar, no es que en sí temiera contarle por lo que haría, sino porque sabía que parte de todo el enojo que me provocaron, era a partir de hacerme dudar, por un breve instante, de su amor. Y sabía que a Apolo le molestaba eso.
Noté como su cuerpo se tensó y se le marcaron las venas del cuello y los brazos. Sus ojos se volvieron dos soles resplandecientes, se había enojado. Y como me gustaba tanto verlo así, pero necesitaba dejarle en claro que no lograron lo que querían.
—Sé que no es así, confió en tí.
Sentía el peso de su mirada sobre mí, el corazón me latía como loco y no sabía por qué. Por un instante, tuve esa sensación tan conocida en batalla o en las misiones, la de estar en peligro. Aunque no estaba segura de qué clase de peligro.
—¿Crees de verdad que algo en tí podría decepcionarme? ¿Algo tan tonto como el hecho de no haber conocido el placer antes de mí? —cuestionó casi con dureza y negué con la cabeza, algo paralizada por la manera en que me miró —. Quizá si nuestro encuentro fuera más tarde, contigo viviendo una vida adulta normal y no pasando todo el tiempo corriendo de la muerte y la guerra, sería otra historia. Pero no es así, amor. Nuestra historia ha sido demasiado temprana quizá en tu vida, pero no me quejo por ello, al contrario, no necesitas saber nada para complacerme.
—¿No? —Me sentía tan indefensa bajo su mirada.
—Definitivamente no —murmuro con satisfacción—. Te puedo asegurar de antemano que no será un problema para mí. Tendremos toda la eternidad, y soy un gran maestro.
Se me escapó un jadeó bajo, y él sonrió.
—Mi pequeño engendro —Su mano me sujetó con un poco de fuerza la barbilla, obligándome a mirarlo a los ojos—. Lo que tú provocas en mí…todos los pensamientos que siempre tengo cuando estás cerca, incluso cuando no lo estás. Eres el centro de todo mi mundo. —Se acercó a mis labios, acariciándolos con los suyos. Suspiré al sentir su mano apoyándose descuidadamente en mi pierna—. Es más profundo que eso, eres la protagonista de mis fantasías más oscuras.
Ok. Ahora sí que me había dejado sin palabras.
Abrí la boca sin saber qué responder, no podía pensar en nada inteligente que decirle después de eso. No cuando sus ojos no paraban de desviarse de los míos hacia mis labios una y otra vez, cuando sus manos me estrecharon contra su cuerpo cálido, cuando su voz era un susurro ronco y muy sexy, y me sonreía de esa manera…tan…tan…
¡Aghhh, él sabía muy bien lo que me haría decirme eso!
Tragué saliva, intentando encontrar las palabras adecuadas para responder, pero mi mente estaba nublada por completo mientras su mano me acariciaba la pierna, subiendo lentamente hacia arriba.
No me fue difícil leer el profundo deseo brillando en sus ojos. Se le escapó un suspiro mientras miraba mis labios y la respiración se me aceleró, me incliné hacia él tratando de besarlo, pero esquivó mi beso.
—¿Sabes por qué llegué tarde hoy? —murmuró como si me contara un secreto. Negué con la cabeza, y él se rió, pasando sus labios por mi mejilla—. Pasé toda la reunión pensando en todo lo que pudimos haber hecho esta mañana si no me hubiera tenido que marchar.
Mi corazón latía desbocado, como si quisiera escapar de mi pecho y un calor intenso se apoderaba de mi cuerpo. Sonrió con malicia, su aliento cálido acariciando mi piel, enviando corrientes eléctricas por mi columna vertebral.
—Podríamos haber explorado cada rincón de este lecho juntos, mi amor —susurró, su voz resonando en mis oídos como una melodía embriagadora—. Podría haber desatado todos tus deseos más profundos, haberte llevado a las alturas del placer y más allá. —Me ardieron las mejillas de solo pensarlo y él se rió de mi expresión—. ¿Lo estás imaginando, verdad?
Cerré los ojos por un momento, tratando de ordenar mis pensamientos.
—N-No… —respondí tragando saliva.
—Mentirosa.
Él sonrió, un brillo travieso en sus ojos dorados que me hizo estremecer de anticipación.
Lo mire anonadada, se estaba burlando de mí. Intenté apartarme de él, algo molesta y muy nerviosa.
—¿No teníamos que ir a…?
—No, no es importante —susurró tomandome de las muñecas y arrastrándome hacia atrás nuevamente, llevando mis manos por encima de mi cabeza, imponiéndose sobre mí hasta que él era lo único que podía ver—. No hay necesidad de apresurarse a ningún lado. Déjame mostrarte una pequeña muestra de lo que será.
Sin darme tiempo a reaccionar, me besó con urgencia, su lengua explorando cada rincón de mi boca con un deseo insaciable, que correspondí con la misma intensidad. Gemí contra sus labios cuando sentí una de sus piernas hacerse lugar entre las mías.
Se apartó apenas unos centímetros y murmuró:
—Me pregunté cuántos de esos bonitos sonidos podría guardar en mi ipod.
—N-Ni…se te ocurra.
Sonrió, y suavemente llevó un mechón de cabello detrás de mi oreja.
—Ya veremos.
Sus labios encontraron el camino hacia mi cuello, dejando una estela de besos húmedos. Una de sus manos recorrieron mi cuerpo con una urgencia que me dejaba sin aliento, deslizándose bajo la tela de mi camiseta y enviando escalofríos por mi piel, y luego bajó acariciando nuevamente mi pierna, sentí su agarre bajo mi rodilla, aferrando la pierna a su cintura, haciéndome soltar otro gemido que se ahogó con sus besos, mientras sus dedos dibujaban patrones perezosos.
Un pensamiento tonto se abrió camino en mi mente, de una conversación lejana en Austin y una risa empezó a burbujear en mi interior, hasta que se escapó de mis labios en un estallido repentino.
Apolo levantó la cabeza, confundido y divertido por mi reacción.
—¿Qué pasa? —preguntó con una sonrisa juguetona.
—Nada —dije sin poder dejar de reír.
—Ah no, estoy intentando ser romántico y me sales chistosita —dijo clavando los dedos en mi costado haciéndome gritar. Maldigo el día en que se dio cuenta que ahí estaban mis cosquillas—. Ahora, dime qué pensaste.
Negué con la cabeza, intentando respirar.
—Es que…yo… —dije con la voz entrecortada. Sonreí con burla, moviendo un poquito la pierna donde su mano aún me sujetaba—. Es que recordé algo que me dijo cierta personita —Me incliné hacia arriba y susurré en su oído—. Sobre…tus dedos.
Y volví a estallar en carcajadas al ver su expresión fastidiada.
—¿Sabes? Me gustaría que no te pusieras a pensar en nadie más que en mí cuando intento seducirte.
—¿Incluso si es una ex tuya?
—Sobre todo si es una ex mía —dijo rodando los ojos.
Fruncí los labios, aguantando volver a reírme porque sabía que sería peor.
—Perdón.
—Gracias, ahora, ¿en qué estábamos?
—En qué me estabas seduciendo —dije mordisqueando su labio, y él soltó un suspiro profundo.
«¡Ja! Dos pueden jugar ese juego, dios griego».
—Mira no más, aprendes rápido —susurró dejándose caer sobre mí, nuestras piernas se entrelazaron.
—Dijiste que eras un muy buen maestro —respondí en igual tono.
Toc toc toc
Me sujetó el rostro con fuerza cuando volví a gemir y me mordió el labio.
—De verdad, mi amor, amo ese sonido —susurró antes de volver a besarme.
Toc toc toc
Me aferré con las piernas a su cadera, mientras él se volvía a presionar contra mí. He de decir que me sorprendió en sobremanera mi reacción, no sé qué debía esperar, había leído muchas cosas del tipo que si mi mamá se enteraba seguro que se infartara. Era bastante consciente del tema, no por nada mi papá era el dios del amor y el sexo, pero vivirlo nunca es igual que solo pensarlo o mucho menos leerlo.
Toc toc toc
—Apolo —llamé, apartando el rostro, pero él me besó la mandíbula y bajó por el cuello.
—¿Mmm? —Sus besos bajaron más.
—Están golpeando la puerta.
—Pueden esperar —dijo entre besos.
Toc toc toc
—Yo creo que no. —Me reí.
—¡Largo, estoy ocupado! —gritó hacia la puerta.
Pero cuando intentó volver a besarme, la puerta se abrió bruscamente y una mujer hermosísima entró con gesto enojado.
—¡Ajá, las manos donde pueda verlas, jovencito!
Tenía largos cabellos rubios y ojos azules. Me apoyé sobre los codos, paralizada y confundida, pero Apolo se apartó bruscamente de mí en cuanto la vio, levantando las manos como si lo hubieran atrapado robando una galleta.
Lo miré esperando algún tipo de explicación, pero él estaba demasiado avergonzado como para mirar a otro lado que a ella.
—Apolo, ¿en qué habíamos quedado? —cuestionó en serio enojada—. ¡Me lo habías prometido!
—Mamá, no es lo que crees —se defendió con voz aguda.
«Oh mirada» pensé horrorizada. «Hermosa forma de conocer a la suegra, Darlene».
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Caminábamos por los pasillos hacia una sala privada detrás de la señora Leto. Ambos íbamos en silencio, mientras ella no paraba de regañar a Apolo por “haber roto su promesa”, aunque no tenía ni idea de qué promesa le había hecho.
La mujer entró en una habitación, y sujeté a mi novio por el brazo, deteniéndolo, antes de seguirla.
—¿Sabías que tú mamá iba a venir? —Tuvo la delicadeza de sonreír avergonzado—. ¡¿Esta era tu sorpresa?! ¿Presentarme a tu madre?
—Bueno…creí que ya era hora, y ella de verdad quería conocerte —respondió pasando una mano por su cabello.
—¡Te pregunté si no teníamos algo que hacer, y me dijiste que podía esperar! —siseé molesta—. ¡¿La hiciste venir aquí, y luego que espere mientras me tratas de meter mano!?
—Y por eso creo que ustedes se llevarían bien —murmuró rodando los ojos.
Le di un golpe en el brazo.
—¡Fue la peor primera impresión de todas!
—Creo que ella está más molesta conmigo, y en todo caso, no es la primera vez que me encuentra así.
Enarqué una ceja y me crucé de brazos.
—¿En serio?
—¿Mala elección de palabras?
—¿A tí qué te parece?
—Mejor olvidemos lo que dije. —Pasó los brazos por mi cintura, atrayéndome hacia él—. Y en mi defensa, eres una enorme distracción cuando tengo que hacer cosas importantes, te cuelas en mi mente y no hay espacio para nada más. Esta mañana mi padre ya me regañó por no estar prestando atención en la reunión por estar pensando en tí. —Hice una mueca y él se rió—. Vamos, preciosa, no hace falta hacer pucheros, no me importa, al contrario, me encanta tenerte siempre en mis pensamientos.
—¿Crees que tu madre querrá volver a intentarlo?
—Ya te lo dije, ella estaba muy ilusionada de conocerte, y te aseguro que está enojada conmigo. No te culpa a tí.
Esperaba que tuviera razón, lo último que necesitaba era tener a la suegra en mi contra, apenas llevamos dos meses juntos y ya nos conocimos en una situación incómoda.
Aunque la verdad, dudo que tengamos una relación de mierda como la que tienen Apolo y mi papá.
—¿De qué se trata eso de una promesa que le hiciste? —cuestioné.
—He…mejor no la hagamos esperar más —respondió pasando por mi lado.
—Apolo.
—Te lo explicaré más tarde —se apresuró a decir ante mi tono.
Rodé los ojos, y decidí seguirlo. Tenía razón, mejor no le diéramos a la señora más motivos para estar molesta.
Entramos en la habitación y mis ojos recorrieron rápidamente el lugar. Era una estancia elegante, con muebles de madera oscura y cortinas de terciopelo rojo que le daban un aire sofisticado.
Me tomó de la mano y me arrastró hacia el sillón, Leto se giró hacia nosotros con una sonrisa tensa en los labios.
—Apolo, cariño, ¿podrías darme un momento a solas con Darlene? Hay algunas cosas que necesito discutir con ella —dijo con una voz suave pero firme.
Apolo frunció el ceño, claramente incómodo con la solicitud de su madre. Apretó mi mano con fuerza, como si tratara de transmitirme su reluctancia a separarse.
Miró entre su madre y yo, claramente indeciso.
—Pero…
—No nos llevará mucho tiempo, ¿verdad, Darlene?
—He…
—No veo por qué no puedo quedarme. Soy parte de esta conversación también.
Leto suspiró, apretando los labios.
—Apolo, cariño, esta es una conversación de chicas. Hay ciertos temas que prefiero discutir en privado con ella.
Frunció el ceño con más intensidad, y pude sentir su conflicto interno en la tensión de su mano sobre la mía. Sus ojos buscaban los míos en busca de apoyo, tragué saliva, no quería ser motivo de conflicto entre ellos.
—Esta bien, cariño —murmuré dándole una sonrisa suave—. No pasa nada, solo es una…charla de chicas.
Leto asintió con agradecimiento.
—Exactamente. No te preocupes, no será largo.
Apolo miró entre nosotras con resignación, como si supiera que no podía luchar contra la decisión de ambas. Parecía a punto de protestar, pero finalmente asintió con resignación.
—Está bien. Pero no me hagan esperar mucho. —Se acercó a ella para susurrar algo en su oído que apenas alcance a escuchar—. Por favor, sé amable con ella. Es importante para mí —dijo, con un tono de súplica en su voz.
Leto asintió con solemnidad. Luego se giró hacía mí, dándome un beso en la frente, y con un último vistazo preocupado, salió de la habitación, cerrando la puerta tras de sí.
La miré, sintiéndome un poco nerviosa por lo que estaba por venir, pero ella observaba la puerta por la que su hijo se había marchado con una sonrisa suave.
Entonces se giró hacia mí con una mirada penetrante que me hizo estremecer.
—Lamento muchísimo lo que vio —dije apresuradamente. Me ardía la cara de pensar que me encontró así con su hijo.
Ella parpadeó, confundida y luego soltó una carcajada.
—Oh cariño, no pasa nada. No es nada que no haya visto antes. —Me mordí el labio. Sí, ya sabía eso—. Pero ciertamente eres la primera que al menos muestra algo de vergüenza, no es que sea malo, el sexo es sano, debes saberlo, seguro que tu padre y Afrodita te lo enseñaron.
«En realidad, me lo enseñó Wattpad».
—¿Entonces, no está enojada por…?
—¿Enojada por algo así? No, no, no —dijo riendo, le quitó importancia con la mano—. Es más bien una cuestión de seguridad, Apolo me había prometido algo con respecto a tí antes de llegar a ese punto en la relación entre ustedes, y el muy hijo de su padre, por supuesto, no puede mantener las manos quietas ni por una promesa —explicó rodando los ojos.
—Ah. —No estaba segura de qué le había prometido el menso de mi novio.
—Cómo sea, ya llegaremos a eso, pero necesito hablar contigo sobre algo importante. Y espero que puedas ser honesta conmigo —dijo con un tono que dejaba claro que no habría lugar para medias verdades.
—Uhm…claro, ¿sobre qué? —pregunté, intentando mantener la calma.
Ella se acercó y tomó mi mano con delicadeza.
—Sé que esta situación es un poco... inesperada. Pero quiero que sepas que estoy feliz de conocerte. Apolo habla mucho de ti, y estoy emocionada de finalmente poner un rostro a la persona que ha capturado su corazón.
Me sentí un poco más relajada ante sus palabras amables.
—Gracias, señora Leto. Yo también estoy contenta de conocerla.
Ella asintió con una sonrisa.
—Pero también sé que las relaciones pueden ser complicadas, y quiero asegurarme de que estás bien, de que eres feliz con él. Mi hijo significa mucho para mí, y si hay algo que te preocupa o necesitas hablar, quiero que sepas que puedes confiar en mí.
Su tono era gentil pero firme, y sentí que podía confiar en ella.
—Aprecio mucho su preocupación. Estoy realmente feliz con Apolo, de verdad.
Ella sonrió, sin estar segura de creerme.
—Espero que entiendas de dónde proviene mi inquietud.
No me hacía falta escucharlo para saberlo.
—Michael.
—Es una decisión muy difícil la tuya —masculló, negando con la cabeza—. No puedo imaginar el dolor que debe ser para tí tener que elegir.
Bajé la vista a mis manos. Elegir entre Apolo y Michael no era algo que me hubiera tomado a la ligera. Ambos significaban mucho para mí, de maneras completamente diferentes. Apolo era mi presente, mi felicidad diaria, quién me hacía sonreír incluso en los momentos más difíciles. Estaba enamorada de él, de su forma de ser, de la manera en que me miraba como si fuera lo más importante en su mundo. Pero Michael...con él compartía una conexión profunda, una historia que había resistido el paso del tiempo y las adversidades. Una conexión que me sentía agradecida de volver a tener, y sí, siempre tendría esa pequeña duda de qué hubiera pasado si…pero no me arrepentía para nada de elegir a Apolo.
Porque esa es la verdadera prueba de amor, elegir a esa persona pese a todo, tomar la decisión consciente y elegirle cada día. Quería creer en que era mi futuro, mi “felices por siempre”, incluso si me rompía el corazón. Quería arriesgarme a un corazón roto por una oportunidad a su lado.
Y Michael lo entendería. Él me superaría, aprenderíamos a convivir con los recuerdos del pasado y una amistad que superaría cualquier barrera, lo vería volver a enamorarse y ser feliz con alguien que lo amara como él merecía,
Habíamos tenido nuestra oportunidad hace miles de años, y la aprovechamos al máximo hasta donde pudimos, pero no tenía porque siempre ser igual. No teníamos por qué ser una pareja en cada vida. Podríamos ser solo amigos, tal cómo habíamos hecho los últimos años. Tal vez sería incómodo al principio, con todo el asunto de Apolo siendo su padre, pero lo superaríamos.
Tomé una respiración profunda, tratando de calmar el torbellino de emociones que rugía dentro de mí.
—Señora Leto, entiendo su preocupación —comencé con voz firme, aunque temblorosa—. Pero hace meses tomé mi decisión, Michael es mi alma gemela, pero Apolo…es mi todo. Es con quién quiero estar, y nada va a cambiar eso.
Sus ojos se ablandaron, y pude ver comprensión y aceptación en su mirada.
—Me calma escuchar eso —dijo con una sonrisa tranquila—. Aunque debo decir, que se nota en tu rostro.
—¿Qué cosa?
Ella sonrió con dulzura y me apretó la mano con cariño.
—Lo mucho que lo amas —murmuró—. Hay un sol en tu sonrisa, cariño.
Su observación me hizo sonrojar, pero también me hizo sentir cálida por dentro. Saber que mi amor por Apolo era evidente para otros, era…realmente especial.
—Sí, lo amo mucho —respondí con una sonrisa sincera.
Leto asintió con satisfacción y luego se apartó un poco, como si estuviera evaluándome.
—Bien, ahora que eso está claro, hay algunas cosas más que necesito discutir contigo —dijo, su tono volviéndose más serio—. Es evidente que no puedo confiar del todo en Apolo con este tema, así que haremos la solución más obvia.
Tragué saliva, preparándome para lo que vendría a continuación. Había una tensión en el aire, y podía sentir que esta conversación sería importante.
—¿De qué se trata?
—¿Qué te gustaría más? ¿Una boda en primavera o una boda en verano? Yo particularmente, diría que prefiero en primavera, pero es tu decisión.
Me quedé paralizada por un momento, procesando lo que acababa de decir.
—¿Cómo dijo?
—Así es, verás, incluso si podemos apresurarnos para hacerlo en primavera, quizá quieras esperar al verano para que todos tus amigos estén disponibles para asistir, aunque no podemos dejar de prever esa horrible amenaza que es Tifón, y que Zeus requerirá que Apolo vaya a la guerra pronto y que la profecía del hijo de Poseidón en el verano, por lo que Cronos atacaŕa para entonces, por eso te diría que es mejor los inicios de la primavera, les dará al menos uno o dos meses de disfrutar su vida de casados.
Mis oídos zumbaban con incredulidad. Parpadeé varias veces, tratando de despejar mi mente confundida. No podía evitar preguntarme si Leto estaba hablando en serio o si acaso estaba haciendo alguna clase de broma.
—¿Una boda? —repetí con incredulidad, buscando confirmación en los ojos de Leto.
Ella asintió con una sonrisa tranquila, como si fuera la cosa más natural del mundo.
—Sí, una boda. Verás, no es que quiera ser puritana, pero creo que incluso Eros estará más cómodo con la idea de permitir que Apolo y tú estén juntos si ve que hay un total compromiso de su parte, Apolo ya ha esperado demasiado y ya es tiempo de que siente cabeza, y considerando las circunstancias de los tiempos peligrosos que vivimos, no sabemos lo que podría pasar y un matrimonio entre ustedes es parte de su destino.
—Pero... ¿no es un poco... apresurado? —murmuré, luchando por encontrar las palabras adecuadas para expresar mi desconcierto.
Leto inclinó ligeramente la cabeza, como si estuviera considerando mis palabras.
—Entiendo tus preocupaciones, querida. Pero a veces, en medio del caos, debemos tomar decisiones audaces para proteger lo que más valoramos.
Me sentí abrumada, una sensación de presión en la parte posterior de mi cabeza.
Tomé una respiración profunda, no queriendo enojarme.
—¿Apolo está de acuerdo con esto?
—No, él dice que quiere esperar a que te sientas lista, ¿por qué crees que quería quedarse a toda costa? No, pero él es hombre, a veces no comprenden que una chica quiere que ellos tomen el primer paso en lugar de solo tener que pedirlo una misma.
Traté de mantener la compostura mientras Leto seguía hablando, explicando sus razones y justificando su propuesta.
Sí, una quiere que tengan la iniciativa, pero que sea suya, no de su madre.
—No.
Leto inclinó ligeramente la cabeza, como si no me hubiera escuchado bien.
—¿Cómo?
—Dije que no. No vamos a casarnos, no en los próximos años, al menos —dije con firmeza.
Sus cejas se alzaron ligeramente en sorpresa, pero luego una expresión de comprensión cruzó su rostro.
—Claro que sí, cariño. Afrodita me ha contado sobre lo mucho que te gustan las bodas, y que siempre has tenido sueños de la tuya.
Inspiré profundamente.
—Sí, los tengo, y sí, estoy segura de Apolo, pero no quiero ahora mismo, es muy pronto, no llevamos ni seis meses de relación, es una decisión muy compleja para la que sinceramente no me siento lista, mucho menos dar las explicaciones que eso requeriría. Con respecto a mi padre, dudo que esté de acuerdo con que me case cuando ni siquiera quiere a Apolo en la misma habitación que él, mucho menos en la misma familia, ni hablar de mi madre, dudo muchísimo que a ella le alegre que su hija de quince años se case sin más. Así que no, no quiero casarme ahora —dije con un tono más duro—. Y discúlpenme si sueno irrespetuosa, pero en todo caso, espero que sea él mismo quién me pida matrimonio, no su madre. Si algún día nos casamos, será porque ambos estaremos de acuerdo, sin intervención de nadie.
Le sostuve la mirada, haciéndole saber que yo tampoco estaba dispuesta a seguir con esta conversación sin sentido.
Al final, ella sonrió de lado, se reclinó en su asiento, con los brazos cruzados y una mirada de satisfacción.
—Bueno, puedo ver por qué le gustas tanto —dijo inclinando la cabeza—. Siempre le han gustado las mujeres de temperamento fuerte y decidido, eres terca, quizá más que él y eso es bueno, no te dejarás pisar. Eres lo que necesita, una mujer que le ponga límites.
Parpadeé confundida.
—¿Esto fue…alguna especie de prueba?
—Sí y no, realmente quería que se casen pronto —dijo haciendo un puchero—, pero también quería ver qué tan firme serías en las decisiones concernientes, si me dejarías hacer a capricho lo que quisiera para complacerme o si te mantendrías firme en lo que querías.
—Ah.
Se enderezó en su asiento, mirando por encima del sillón, hacia la puerta.
—Apolo, deja de ser un chismoso.
Me giré bruscamente hacia la puerta, la cual se abrió despacio y el rostro de mi novio apareció. Nos miró con cuidado, quizá no sabiendo qué esperar de nosotras.
Entró en la habitación, con las manos tras la espalda y sus ojos buscaron los míos en busca de alguna señal sobre cómo había ido la conversación con su madre.
—¿Todo bien? —preguntó, su voz ligeramente tensa.
—Sí, todo está bien. Tu madre solo quería hablar de algunas cosas… interesantes —dije, tratando de no revelar demasiado.
—¿Qué tipo de cosas? —Frunció el ceño.
—Nada importante, ya te he dicho que no debes ser chismoso —dijo Leto. Se puso de pie y se encaminó hacia la puerta—. Ahora, por qué no vamos a cenar, será una agradable noche.
Salió sin esperarnos, y Apolo se apresuró a arrodillarse a mi lado, mirándome con preocupación.
—Por favor, dime que hizo —pidió—. La amo muchísimo, pero sé que a veces puede ser…mandona.
Me incliné hacia él, tomando su rostro en mis manos y besándolo.
—En serio, no estoy enojada si es lo que te preocupa, me descolocó un poco sus pensamientos sobre nuestra relación, pero no tenía mala intención. Al contrario, creo que solo quería poner a prueba mi temperamento y al parecer, aprobé.
Soltó un suspiro pesado, apoyando la cabeza en mis piernas.
—Lo siento.
Pasé las manos por su cabello, jugando con las hebras doradas.
—Ambos tenemos padres entrometidos, ¿eh?
—Por decir algo —masculló levantando la mirada hacia mí. Levantó la mano, dejadome ver un ramo de tulipanes amarillos—. ¿Esto compensa el mal rato?
Me reí.
—Si fueras otro, probablemente no. Pero por alguna razón, solo tú haces que un ramo de flores sea el mejor regalo.
Sonrió con diversión, besándome suavemente.
—Será que me amas.
—Sí, debe ser eso —respondí en igual tono.
¡Lo siento, lo siento, lo siento!
Tuve problemas para escribir este capítulo, escribí la escena del dormitorio desde la perspectiva de Apolo, luego la borré y la escribí desde Dari, la volví a borrar y hacerla de nuevo desde Apolo, para al final volver a borrarla y dejarla ya desde Dari.
¿Qué les pareció?
Por otro lado, he de confesar....que otros proyectos me robaron bastante tiempo también. Es que, las nuevas historias que estoy planeando me tienen muy ilusionada.
A ver si adivinan de qué fandom son y con quién las shippeo.
Aries Leerstrom.
Verity Bramwell.
Galatea de Micenas.
Galia Galare.
Aster Mares.
Aurora Solace.
Por cierto, prepárense que en el siguiente regresa Klaus.
AHORA SÍ, MEME TIME
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