44.ᴍᴜᴇʀᴅᴀɢᴏ
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ᴍᴜᴇʀᴅᴀɢᴏ
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━━━24 de Diciembre
EL DÍA DE NAVIDAD HABÍA MUCHO TRABAJO POR HACER.
Aunque si era honesta, iba a tener mucho trabajo por hacer los próximos dos meses porque....
Redoble de tambores, por favor....
¡SALLY Y PAUL SE IBAN A CASAR!
Y por eso ahí estaba esa tarde, planeando algunas cosas para la boda mientras supervisamos la octava tanda de galletas navideñas. Habíamos decidido hacer bastante porque este año seríamos varios en la cena.
Sally y Paul me habían contratado para organizarles la boda.
—He visto el talento natural que tienes para organizar este tipo de cosas, Dari. Tienes buen gusto y mucha dedicación. Te dejo en las manos mi día especial —había dicho ella cuando me lo contó.
—Entonces, ¿necesito que me digas qué días tienes libre para que vayamos a ver el vestido? —pregunté mirando mi cuaderno—. Y después de año nuevo deberíamos ir a ver las decoraciones, ¿qué tipo de flores te gustarían?
Sally y Paul no tenían mucha familia o amigos, no creían que fueran más de veinte personas en total, pero aún así, merecían un día único e iba asegurarme de que lo tuvieran.
—Me sorprende que armaras esto en menos de dos días —comentó Nico desde el sillón. Estaba sentado jugando ajedrez con mi abuelo, esos dos se llevaban muy bien.
—Lo sorprendente sería si no lo hubiera hecho —mencionó mi abuelo con diversión.
Estaban sentados jugando ajedrez, esos dos se llevaban muy bien. La verdad, Nico se había acoplado a mi familia a un nivel que no esperé. Al parecer, el tiempo que estuve fuera de casa, apenas se había ido un par de días para resolver algunas cosas que estaba investigando, y luego regresaba. Incluso ahora tenía su propia cama y mi mamá le había comprado mucha ropa.
—La verdad, Dari, todo esto es maravilloso —dijo Sally viendo el catálogo de muestras para los manteles—. Tienes un don para estas cosas.
—Quién sabe, quizá me dedique a ser organizadora de eventos —bromeé.
—¿Pero estás segura que con el presupuesto que te dimos estarás bien? —preguntó con expresión preocupada—. Si necesitas más...
—No te preocupes, estará bien, si necesito te avisaré.
La puerta se abrió y mi mamá entró cargando una caja gigante de adornos. Nico y yo nos apresuramos a ayudarla. Mamá había estado algo distante, no enojada, pero no estaba muy a gusto con mi confesión de mi relación con Apolo.
El abuelo me había dicho que solo estaba preocupada. Imagino que estaba un poco influenciada por la perspectiva de mi papá.
Tenía la esperanza que la personalidad encantadora de Apolo la convenciera de que todo estaba bien, aunque sabía que nunca estaría del todo conforme porque ella ya sabía lo que era estar en una relación con un dios.
Sally se despidió pronto para terminar algunas cosas que había estado preparando para la cena, el aroma de las galletas recién horneadas flotaba en la cocina y terminamos de preparar los últimos detalles. En menos de lo esperado ya había comenzado a anochecer.
Mamá y yo nos arreglaríamos en su habitación. Era la primera navidad que tendríamos tantos invitados, así que todo tenía que ser perfecto.
Cuando ella salió de bañarse me vio colocándome las botas. Se me quedó mirando unos instantes sin decir nada.
—Esa ropa es muy bonita —comentó finalmente—. ¿Es la nueva?
Asentí. Era parte de las cosas que me había regalado Apolo dos días antes: un vestido Channel rojo de mangas largas y unas botas negras Louis Vuitton. ¿Pueden culparme? Nunca había tenido nada de ese estilo, no me importaba que fuera una mera cena navideña en casa, quería lucir bonita y lujosa.
Mamá sonrió con aprobación y se acercó para ayudarme a ajustar el vestido. Se sentía extraño tener estas conversaciones normales después de todo el drama que había ocurrido en los últimos días.
—Te ves preciosa —murmuró.
—Gracias. —Me mordí la mejilla, aunque había al menos un cinco por ciento de probabilidades de que acabáramos discutiendo, decidí arriesgarme a confiar en el otro noventa y cinco en que mi mamá solo necesitaba exteriorizar sus preocupaciones—. ¿Mamá?
—¿Mmm?
—¿Estás enojada conmigo?
Soltó un suspiro y me abrazó.
—No estoy enojada, mi pequeño pastelito —murmuró. Hacía mucho que no me llamaba así, lo hizo desde que estaba embarazada hasta que cumplí los diez más o menos, me había empezado a avergonzar que me dijera así, pero ahora escucharla llamarme de esa manera casi me hizo llorar—. Eres mi vida entera, Dari. Solo quiero... —su voz se detuvo antes de que pudiera terminar la frase.
Solo quería que estuviera a salvo. Supongo que en algún punto se dio por vencida. Ella quería algo, pero siendo lo que soy, es imposible.
Me aferré a su abrazo con fuerza.
—Sé que no es fácil para tí, mi vida es un completo desastre...
Ella negó con la cabeza.
—Yo sabía que sería así, Eros me lo intentó decir, pero creí que si al menos lo intentaba, no tendrías que saber nunca sobre el mundo divino —dijo mirándome por el espejo—. Y ahora resulta que hasta sales con un dios —agregó con tono irónico—. Al menos dime, ¿te trata bien?
—Ven conmigo —dije después de meditar su pregunta.
Tomé su mano y la llevé a mi habitación. Cerré la puerta detrás de ella.
—¿Darí, qué...?
—Quiero mostrarte algo —dije, guiándola hacia mi armario.
Cerré los ojos, deseando encontrarla allí. Corrí las prendas colgadas y ahí estaba. Mamá abrió la boca, asombrada.
—¿Y esa puerta?
—Los regalos del otro día no han sido los únicos que Apolo me ha dado —bromeé. Abrí la puerta, y si ya estaba sorprendida, lo que vio casi hace que se desmaye—. Bienvenida a mi jardín secreto.
Se quedó boquiabierta ante la visión que se extendía ante nosotras, iluminado por la suave luz de la luna. El aire estaba impregnado con la fragancia embriagadora de las flores.
Se adentró observando todo sin poder creer que hubiera algo así en mi armario, me reí de su expresión cuando vio la fuente.
—Apolo no sabe hacer cosas sencillas y pequeñas.
—Eso está claro. —Giró sobre sus pies y se detuvo abruptamente al ver una pequeña zona de flores plantadas en tierra removida recientemente—. ¿Esas son...?
—¿Mis hijas? Sí. —Sonreí—. Por cierto, también regalos de Apolo. Decidí trasladarlas aquí para que se vean influidas por la magia divina, así me durarán más. —Me acerqué, bromé una regadera que había cerca y me incliné para mojarlas—. Mis bebés están felices con el lugar que su papá les creó.
—¡¿Qué dijiste?! —chilló mi mamá, pálida.
—Nada. Es solo un decir.
Mamá frunció los labios, claro que no le gustó la broma de mis hijas con Apolo.
Al final negó con la cabeza y suspiró resignada.
—¿Eres feliz? ¿Lo amas?
—Sí.
—Entonces, supongo que solo queda conocer al susodicho —masculló dándome una sonrisa que yo conocía muy bien.
Estaba planeando algo, y no sabía si debía preocuparme.
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La mesa estaba preciosa y la decoración me había quedado un sueño. Nico miraba con algo de malestar el traje informal que mi mamá le había comprado para esta noche, pero solo bastó que ella le dijera que se veía muy guapo y le sonriera para que aceptara dejárselo puesto.
Me reí un poquito. Nico no podía decirle que no de la misma manera que tampoco podía decirme que no a mí.
Sally, Paul y Percy llegaron bastante rápido. Solíamos pasar navidad juntos desde hace cuatro años, así que en cuanto abrí la puerta no me sorprendió verlos con las manos cargadas de bandejas de comida.
—Tengo hambre —comentó Percy quitándose el abrigo.
—Todos tenemos hambre —masculló Nico rodando los ojos. Clavó su mirada en mí, frunciendo el ceño—. ¿Por qué parece que has hecho una maldad?
—Oh, no es nada.
—Por alguna razón, eso no me da confianza.
—Porque no podemos confiar en esa sonrisa —agregó Percy.
—Ay están exagerando —dije quitándole importancia.
—No, no lo estamos —dijeron ambos al mismo tiempo.
Fruncí el ceño. Nico rara vez le daba la razón a Percy, pero ahora resultaba que para ponerse en mi contra, estaban de acuerdo.
«Es que le gustaaaaa».
Aparté el rostro antes de que me vieran sonreír como tonta. Había olvidado por completo que tenía una charla pendiente con Nico sobre ese tema.
Mamá, Sally y Paul estaban colocando la mesa y el abuelo traía las bebidas de la heladera, ya casi estaba todo listo. Miré el reloj de la sala, aún era temprano.
El primero en aparecer fue mi papá.
Lo encontré inclinado sobre la encimera de la cocina viendo los postres que mi mamá y yo habíamos estado haciendo.
Aún no podía creer que ella lo hubiera invitado solo para poner a prueba a Apolo.
Entendía que ella no confiaba en él, bastante influenciada por la opinión de papá y porque encima, ella sabía que Apolo no había sido la mejor persona conmigo mis primeros años como semidiosa.
Pero esperaba que confiara lo suficiente en mi criterio para no haberme enamorado hasta que Apolo cambió.
Bueno, iba a descubrir que a ella tampoco le saldría fácil traer a mi padre a cenar con mi novio.
Eros levantó la vista y me dedicó una sonrisa.
—Hola, princesa —dijo observándome—. Estás hermosa.
—Hola, papá. —Me acerqué a él—. ¿Qué haces aquí? —pregunté con tono inocente.
—Tu…tu madre me invitó —respondió algo confundido, aunque lo escondió rápidamente—. No podía dejar pasar la oportunidad. Aunque como dios griego no estoy muy interesado en este tipo de festividades, sé que es tu fiesta favorita. Siempre quise pasarlo contigo.
—Awww eso es genial, papá.
Nos dirigimos a la sala y todos se nos quedaron viendo, Paul era quizá el que más confundido parecía. Por lo que sabía, Sally y Percy habían tenido que contarle la verdad de nuestro mundo cuando él decidió pedirle matrimonio. Tenía que saber dónde se metía.
Pero me imaginaba que no debía estar resultándole fácil a su mente mortal por más que le pusiera toda la buena intención.
—¿Qué hace él aquí? —cuestionó mi abuelo con el ceño fruncido.
—Yo lo invité, papá —respondió mamá.
Fue super notorio cómo empezó a acomodar su cabello “disimuladamente”. O cómo Eros no quitaba sus ojos de ella.
—¿Último invitado? —Hubo una serie de golpes en la puerta, que hicieron que papá se pusiera como un gato enojado—. ¿Darlene?
Me apresuré a abrir para no tener que responder nada.
—Hola, hermosa.
«Ay mis dioses, no dejen que nunca deje de sentir esas mariposas» pensé al verlo.
—Hola, Sunshine.
Me lancé a sus brazos, dejando que mi corazón se llenara de alegría al verlo. Apolo me envolvió en un abrazo cálido. Cerré los ojos por un momento, disfrutando de la sensación reconfortante de tenerlo cerca.
—Estás hermosa —susurró en mi oído.
Me reí, apartando el rostro de su hombro para poder verlo completamente.
«Bendito el momento en que Leto lo concibió».
—Me gusta esta chaqueta —dije en su lugar. Era de cuero marrón, y se la había puesto debajo de una camisa blanca.
—Sí, seguro que eso es lo único que te gusta —bromeó.
Sus manos en mi cintura me atrajeron más cerca para besarme, pero un carraspeó lo detuvo. Miró por encima de mi hombro y sonrió con falsedad.
—¡Suegrito!
Quería pegarle. Pero la verdad, era que otra parte mía, una mucho más grande, esta vez quería divertirse. Igual que mi mamá.
—Las manos —siseó por lo bajo.
—¿Mis manos? —preguntó, deslizando las manos hacia mis caderas—. ¿Mmm? No te preocupes, Eros; mis manos están bastante calientes.
Papá murmuró algo parecido a un insulto en griego antiguo. Si mi mamá y Sally lo hubieran entendido, le habrían lavado la boca con jabón.
La prueba está en que tanto Nico y Percy como yo miramos a Eros con asombro.
—¿Tienes que ser siempre tan maleducado? —cuestionó Apolo frunciendo el ceño.
—¡Bueno! —exclamó mamá cuando vio a Eros dar un paso en dirección a nosotros, lo tomó del brazo y lo arrastró a la mesa—. Ya estamos todos, ¿por qué no cenamos?
—Es una gran idea —agregó Sally con el mismo tono.
Cada uno comenzó a tomar lugar, pero Apolo se inclinó cerca mío.
—¿Por qué no me dijiste que él vendría?
—Porque no lo supe hasta hace media hora —respondí—. Además, él tendrá que lidiar con mi abuelo, ¿no puedes lidiar con él?
—¡Claro que puedo! —masculló entre dientes—. Pero quería poder besarte libremente sin tener que estar soportando a ese metiche. —Dirigió la vista hacia Percy—. ¿Y él por qué vino?
—Apolo, ya hemos hablado de Percy. Es mi mejor amigo, superalo.
Frunció el ceño, pero me siguió a la mesa.
El ambiente en la sala se volvió tenso de repente, como si el aire se hubiera cargado de electricidad negativa. Mi abuelo, con su ceño fruncido y su mirada fija en mi padre, emanaba una hostilidad que era casi palpable. Me preguntaba si acaso estaba imaginando que le clavaba el tenedor en el ojo.
Eros no estaba muy diferente. Nico y Percy parecían disfrutar mucho la tensión. Mamá y yo también la verdad. Era cuestión de segundos antes de que alguno de los tres empezara.
Sally y Paul eran los únicos que intentaban hacer todo más cordial, preguntando a todos por sus propósitos de año nuevo.
«Acá solo falta Poseidón, Anfitrite y Psique y termina como mi telenovela de las cinco».
—¿Apolo, verdad?
Al final fue mi abuelo el primero en romper la tensión. Apolo levantó la vista hacia él, todos los demás lo imitamos.
—Sí, señor.
—¿Eres el dios del sol?
—Sí.
—¿Cómo funciona lo del carro del sol? —preguntó apoyándose en los codos.
Sonreí. Ya me extrañaba que teniendo a dos dioses griegos no preguntara sobre algo de los mitos antiguos.
—¡Ah! —Apolo se lanzó a una detallada explicación sobre su precioso carro con forma de un maseratti.
Papá miraba de uno al otro. Disgustado por cómo mi abuelo sí parecía interesado en conocer a Apolo, pero a él siempre lo trató con desprecio.
«Karma, lo siento, papá».
—Eso es verdaderamente interesante —agregó Paul. Él también se había unido a la conversación, ambos interrogando a Apolo queriendo conocer todo sobre el Olimpo.
—Percy.
La voz de Eros apenas se escuchó, pero fue lo suficiente para que mi amigo lo mirara.
—¿Sí?
—Quiero agradecerte por cómo siempre has cuidado a mi princesa. Es maravilloso que tenga a alguien cómo tú en su vida.
—¡Oh sí! —exclamó mamá—. Son tan adorables, deberías verlos con sus pijamas a juego. Se ven tan lindos.
Percy se sonrojó. Y yo también. Y Apolo parecía apunto de reventar la copa que tenía en la mano.
—Sí, es tan buen amigo —masculló entre dientes. Estaba tenso como una cuerda de arco. Sus ojos centelleaban con una mezcla de ira y frustración contenida.
—También le quiero comprar una pijama a Nico.
Él dejó de revolver la comida en el plato y me miró frunciendo el ceño.
—¿Por qué?
—Porque quiero. Tendremos también unas a juego.
—¿Y conmigo no?
—¿Y por qué debería tener una contigo? —cuestionó papá con una ceja enarcada—. Tú ni tienes pijamadas con ella.
Esta vez, hasta mi abuelo lo miró molesto.
Apolo no sabía qué responder.
—No necesitamos hacer pijamadas para tener pijamas a juego, papá. Apolo mira películas conmigo, eso es suficiente.
—¿Y cuándo has visto películas con Apolo? —interrogó mi abuelo—. Que yo sepa, esta es la primera vez que viene a la casa.
—Bueno, no ha sido... —murmuré, tratando de encontrar una salida a la pregunta de mi abuelo. Sentí la mirada intensa de Apolo sobre mí, pero, ¿qué podía decir? Realmente no quería compartir detalles de nuestra relación con nadie, eran momentos nuestros que no le tenía porque concernir a nadie más que a nosotros, incluso si era mi familia—. Vamos mucho al cine —respondí finalmente, esperando que la excusa fuera suficiente para calmar su curiosidad.
—¿Y quieres ir al cine en pijama? —preguntó mamá con una ceja enarcada—. ¿Tú? ¿La que me grita por no usar labial que combine con la ropa cada vez que salgo de la casa?
—Yo…
—La verdad, no quiero un pijama, Dari —murmuró Nico.
—¿Y yo no tengo nada que decir sobre eso? —Percy levantó la mano de repente—. ¡Los pijamas a juego es algo que tienes conmigo! ¿Por qué se los das a otros?
—Porque ahora yo soy su novio —dijo Apolo entrecerrando los ojos.
—Sí, perfecto, pero pueden hacer cosas nuevas entre ustedes, lo de los pijamas lo hacemos desde los doce.
—¿Alguien quiere más vino? —preguntó Paul, levantando la botella en señal de paz.
—¡¿Qué tiene eso que ver?! Consiguete una novia con la que hacer eso, y deja a la mía en paz. Perdiste tu oportunidad.
—¡¿Disculpa?! ¡Ese no es asunto tuyo!
Me daba cuenta que Percy estaba siendo pesado al molestar a Apolo, pero también me estaba cubriendo para que mi familia no interrogaran más sobre el tema. Aunque desearía que lo hubiera hecho de otra forma.
Mi cabeza estaba a punto de explotar con todas las emociones y tensiones que llenaban la sala. Mientras intentaba mantener la compostura, mi mente se agitaba tratando de encontrar una manera de calmar los ánimos y llevar la cena a un terreno menos conflictivo.
—No entiendo por qué Dari y Percy no pueden seguir con sus tradiciones solo porque ahora sale contigo —dijo papá de repente.
—Porque es MI novia —replicó Apolo, tomando mi mano por encima de la mesa.
—¿Y?
—Yo lo que no entiendo, es por qué mi hija no consigue relaciones estables, si tú y ella terminaron hace dieciséis años —espetó mi abuelo apuntándolo con el tenedor—. ¿Acaso no es tu trabajo unir parejas? ¿Por qué no le das una buena pareja para compensarla por todo lo que has hecho?
—¡Papá!
—¿Qué? Es verdad, Gillian, por más que lo has intentado por años, ninguna sale como quieres. Entonces, ¿de quién es la culpa?
—Pero…Gill lleva saliendo con alguien hace más de un mes —comentó Sally por lo bajo tratando de calmar la situación.
—¡¿Estás saliendo con alguien?! —grité poniéndome de pie con una sonrisa—. ¡¿Por qué no me lo dijiste?!
La mesa estaba en silencio, todos los ojos se volvieron hacia ella, esperando una respuesta. Mi mamá sonrió con nerviosismo, jugueteando con el borde de su servilleta.
—Oh, bueno, no es nada serio.
—Debe ser obra de mi madre —masculló Eros frunciendo el entrecejo.
—¡No puede ser! —jadeé—. ¡¿De verdad fue por tí?!
—¡Yo no hice nada! —se defendió.
—A mí me huele a mentira —comentó Apolo con una sonrisa.
—¿Tienes que meterte en todo lo que no te importa? —siseó Eros.
—Sí.
—¿Y…Apolo? ¿Ya sacaste a todas tus ninfas del templo? Es que si bien recuerdo, eres uno de los que más tiene.
—Percy —Sally parecía abochornada.
—¿Tienes muchas ninfas? —cuestionó mi mamá entrecerrando los ojos.
Apolo la miró sin saber qué responder, en cambio se giró hacia Percy.
—No te quejes si mañana despiertas enfermo otra vez.
—¡Fuiste tú! —gritó poniéndose de pie con el cuchillo en la mano.
Ok. Esto se estaba saliendo de control.
—Oigan…
—Déjalos, Dari —dijo Nico. Él no había dejado de comer en todo el rato—. Es buen entretenimiento.
Mamá se había girado hacia Eros y ambos discutían por lo bajo, con comentarios de mi abuelo y papá intentando defenderse de ambos. Apolo y Percy seguían intercambiando palabras insultantes, y me daba cuenta que Apolo trataba de mantener la compostura por mí, pero estaba llegando a su límite.
Sally intentaba calmar las cosas sin ser realmente escuchada, Nico y Paul miraban a todos, el primero con diversión y el segundo con preocupación.
Me levanté de la silla con tanta fuerza que temblaron los platos sobre la mesa. Mi corazón latía con furia, mis manos temblaban de indignación. Miré a cada uno de los presentes, mi familia y amigos, con ojos llenos de decepción y frustración.
—¡Basta! —Todos me miraron con sorpresa cuando grité, pero no me importó. Estaba harta—. ¡Ya es suficiente! —exclamé, mi voz temblaba con la ira contenida—. ¿Es que no pueden comportarse como adultos por una noche? ¿No podían elegir cualquier otro día para hacer esto? Todos saben lo importante que es navidad para mí, solo quería una cena bonita y agradable, me esfuerzo cada año para que sea lo mejor para todos, pero lo arruinaron con sus peleas y reclamos. Muchas gracias.
Tomé mi abrigo y salí del apartamento dando un portazo.
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Me apoyé en el alféizar de la azotea viendo la ciudad iluminada, con los copos de nieve cayendo sobre mi cabeza.
El frío de la noche se filtraba a través de mi abrigo, pero mi corazón estaba más helado que el aire que me rodeaba. Cerré los ojos con fuerza, tratando de contener las lágrimas que amenazaban con escaparse.
Sentí una presencia detrás de mí. Sin necesidad de girarme, supe que era Apolo. Apoyó sus manos en mis hombros e inmediatamente su calidez me embargo hasta los huesos.
—Lo siento… —su voz era suave, llena de preocupación y amor.
Abrí los ojos y me volví hacia él, encontrando consuelo en su mirada sincera y cálida. Sus ojos azules brillaban con una ternura infinita que me envolvía como una manta reconfortante en medio de la tormenta.
—No es tu culpa —susurré, dejando que mis defensas se desmoronaran frente a él—. Cuando mi mamá me dijo que había invitado a Eros supe que podía terminar así, solo quise tener esperanza que podía salir bien. Es la razón por la que nunca lo he invitado, sabía que esto pasaría. Mi abuelo lo odia.
—Bueno, está claro que ni él ni yo sabemos ganarnos a nuestros suegros.
—Eso es un eufemismo.
—Tampoco le agrado a tu madre.
—A ella solo dale tiempo de conocerte, hasta ahora no has hecho nada a sus ojos que te haga un buen prospecto. Por más que le explique, ella sigue viendo al tipo que me odiaba a muerte.
Hizo una mueca, y soltó un suspiro.
—Sí, supongo que es obvio.
Lo miré sintiendo mal. Apolo de verdad lo había intentando, incluso cuando sé lo mucho que detesta este tipo de festividad, realmente lo intentó.
Él se acercó y me rodeó con sus brazos, atrayéndome hacia su pecho. Su calor era reconfortante, como un faro en la oscuridad que iluminaba mi camino.
—¿Qué pasa, cariño?
—Mi familia complicó todo.
—Aunque no lo creas, esto no es nada comparado a las cenas en el Olimpo —bromeó.
—¿Ah sí?
—Sí, tener un padre como Zeus con tantos hijos ilegítimos y una madrastra como Hera, no suele acabar nada bien.
Me reí negando con la cabeza.
—No, imagino que no. Supongo que tengo que agradecer que ni Psique, ni Afrodita ni mucho Ares vinieron.
Apolo asintió.
—Solo con Ares presente habría acabado con alguien apuñalado —dijo con tono divertido, sonrió con maldad—. Probablemente hubiera sido el percebe.
—Compórtate. —Lo golpeé en el brazo.
—Oye, no soy yo el que empezó hoy.
Solté un suspiro.
—Lo sé, hablaré con él.
Me aferré al abrazo reconfortante de Apolo, dejando que su calor y su amor me envolvieran por completo. Él me besó suavemente en la frente, enviando ondas de amor y consuelo a través de mi ser.
Después de unos minutos de silencio compartido en la azotea, Apolo rompió la calma con su voz suave y tranquilizadora.
—Creo que aún puedo salvar esta noche, al menos para nosotros.
Lo miré con curiosidad, preguntándome qué tenía en mente. Su sonrisa pícara y su brillo en los ojos me dieron una pista de que tenía algo planeado.
—¿A qué te refieres?
—¿Confías en mí?
Asentí, confiando en su juicio.
El lugar estaba adornado con luces centelleantes y el sonido de la música navideña llenaba el aire. Las risas y los gritos de alegría de los patinadores se mezclaban con el murmullo de la gente que los observaba desde el borde de la pista.
—¿Rockefeller Center? —pregunté sonriendo.
—Si mal no recuerdo, patinar sobre hielo era una de las cosas de tu lista.
Apolo me miró con una sonrisa traviesa y me guió hacia la entrada de la pista. Casi saltaba de emoción mientras observaba a los patinadores deslizarse elegantemente sobre el hielo.
Había venido otras veces, pero nunca con un chico en plan romántico.
Nos pusimos los patines y nos adentramos en la pista. El hielo crujía bajo nuestros pies mientras nos deslizábamos, agarrados de la mano para mantener el equilibrio. Las luces brillaban sobre nosotros, creando un ambiente mágico y super lindo.
Por supuesto, Apolo siendo el dios “mirenme soy el centro del universo” que era, tenía que destacar, llamando la atención de todos sobre él. Pero sus ojos solo estaban en mí, me guió con tanto amor que me era imposible calmar las mariposas en el estómago.
Era casi medianoche cuando me llevó de regreso a casa. Fue la mejor no-cita que hubiéramos tenido hasta ahora, incluso accedió a sacarse fotos conmigo con un gorrito de santa.
—Llamabas más la atención que el árbol de navidad gigante —dije riéndome.
Apolo me trajó a sus brazos, apoyé las manos en su pecho, mientras él se apoyaba contra la pared.
—Soy el dios del sol, es obvio que llamo la atención.
—Ya te lo he dicho, eres una marquesina andante.
Con una sonrisa jugando en mis labios, saqué del bolsillo de mi abrigo un pequeño ramito de muérdago que había guardado esa mañana. El frío de la noche se aferraba a mis dedos.
—Mira.
—¿Muérdago? —preguntó enarcando una ceja.
—Te dije que tendría uno con tu nombre.
Y en efecto, el ramito tenía atado una tirita de papel con cinta dorada con el nombre de Apolo escrito en él.
—Esto es lo más literal que te he visto hacer —dijo riendo y tomando la ramita. La sostuvo sobre nuestras cabezas y me dio una sonrisa perezosa—. Debo admitir que esta tradición sí me gusta —susurró, antes de inclinarse hacia mí.
El roce suave de sus labios contra los míos envió corrientes eléctricas de emoción y pasión a través de todo mi ser.
Cuando finalmente nos separamos, se me escapó una risita.
—Esta es tu tradición favorita, la única que implica besarme, por supuesto —dije mordiéndome el labio—. Aún no puedo creer que me dijiste que no me besarías hasta que tuviera diecisiete y mirate ahora.
—Esta es precisamente la razón por la que no quería hacerlo —bufó rodando los ojos—, porque sabía que si lo hacía una sola vez, ya nunca más podría dejar de hacerlo.
El suave susurro del viento invernal nos rodeaba, pero dentro de ese abrazo, estaba a salvo, protegida por el amor que nos envolvía.
Me estiré en puntas de pie, pasando los brazos por su cuello.
—No seré yo quién se queje.
Sus labios se curvaron en una sonrisa cómplice mientras me dejaba acercarme a él, apenas una caricia a sus labios, soltó un suspiro contra mí, colocó una mano en mi nuca y me besó profundamente.
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Cuando bajé de regreso a mi apartamento, sentía que estaba en una nube de felicidad.
Las luces estaban tenues, y ya no había nadie. Me imaginé que ya todos debían haberse ido. Mi familia sabía que cuando me enojaba era mejor dejarme sola.
Pero sentí murmullos en la sala, así que me encaminé hacia allí. Me asomé por el borde de la pared, y me encontré a Nico y mi mamá.
Estaban sentados en el sofá, hablando por lo bajo y noté el sobre en la mano de ella. Se me cortó la respiración, finalmente iba a hacerlo.
El corazón se me aceleró por la emoción. No importaba que ella hubiera causado el desastre en mi cena, lo que estaba por hacer era realmente el mejor regalo que podía hacer, no solo a Nico, a mí también.
Había esperado tanto esto desde que ella y mi abuelo me lo contaron.
Observé a Nico y a mi madre, intentando no perder ni un detalle de su conversación. La anticipación llenaba el aire, y mi estómago se retorcía con nerviosismo.
—Nico, sé que el último año ha sido muy difícil para tí —dijo mi madre con sinceridad, mirando a Nico con ternura—, y lamento lo de esta noche.
—No pasa nada, señora Gillian. De hecho, me divertí bastante, al menos hasta que Dari se enojó.
—Sí, hablaré con ella sobre eso, me disculparé.
—Estoy seguro que entenderá. Dari no puede enojarse tanto tiempo con quienes ama.
Mamá asintió, aunque sus emociones vibraban lentamente entre la culpa y la tristeza, mezclada con los mismos sentimientos que yo estaba sintiendo en ese momento.
—Y lamento tenerte despierto tan tarde, pero hay algo que quería discutir contigo a solas.
—¿Sobre qué?
—Primero, quiero que sepas que esto ya lo hablé con Dari y con mi padre, ambos estuvieron de acuerdo conmigo, y es un regalo de los tres hacia tí, aunque en parte, tu respuesta también será un regalo para nosotros. Nos hace mucha ilusión si al final decides aceptar, pero quiero que sepas que no estás obligado a aceptarlo si no quieres. Independientemente de la decisión que tomes, siempre tendrás un lugar aquí en casa.
Nico parecía confundido, pero asintió.
Ella le extendió el sobre, y él lo tomó con cuidado, sus manos temblaban ligeramente, quizá una parte de él comprendía lo que era. Observé con ansias mientras abría el sobre y sacaba lo que estaba dentro.
Leyó la hoja, apenas una sola hoja con una frase escrita.
Fue hermoso ver el cambio de expresiones a medida que iba comprendiendo: incredulidad, asombro, tristeza, esperanza…amor.
Levantó la vista hacia ella con los ojos llenos de lágrimas, por primera vez en meses me pareció estar viendo de nuevo al pequeño niño que conocí en Westover Hall.
—¿D-De…verdad? —preguntó con la voz rota.
Mamá asintió, también tenía los ojos vidriosos.
—No queremos que sientas que queremos ocupar el lugar de tu familia biológica, pero…
Nico no la dejó seguir hablando, se arrojó a sus brazos.
—Sí, sí quiero —repetía entre sollozos, mientras ella lo abrazaba.
Sentí una oleada de felicidad y alivio al ver cómo finalmente se desplegaba la verdadera conexión entre ellos. Era como si un peso se hubiera levantado de mis hombros, y una cálida luz de esperanza iluminara todo.
Nico se apartó de repente.
—¿P-Pero…de verdad? ¿Está segura? Es que yo…
—Claro que sí, es un hecho para nosotros.
—Pero mi padre…
—No te preocupes por él, Darlene dijo que ella se encargaría del permiso. —Se inclinó hacia él con una sonrisa cómplice—. Y ya sabes que ella sabe cómo conseguir lo que quiere. ¿Verdad, hija?
Miró en mi dirección y Nico me observó, dándose cuenta que estaba allí, con la esperanza pintando sus rasgos.
Caminé lentamente hacia ellos, dejando que mis pasos resonaran suavemente en la habitación. No podía contener la sonrisa que se formaba en mis labios, irradiando pura alegría y felicidad.
—Dari... —susurró, con la voz aún entrecortada por la emoción.
—¿Recuerdas, Nico? —murmuré—. Somos hermanos, pero ahora será más real. Eres parte de nuestra familia.
Mi madre asintió, estirando el brazo hacia mí para que me uniera a ellos.
Abracé a mi madre y a Nico con fuerza, sintiendo el latido de sus corazones y cerré los ojos disfrutando el momento. No había duda en mi mente de que este era sería el mejor inicio de año.
—Veo que todo salió bien. —Los tres miramos a mi abuelo, estaba en la entrada que daba al pasillo de habitaciones, con las manos en los bolsillos y una sonrisa tranquila—. Te lo dije, Gill.
Ella asintió sollozando.
—Señor…
—Abuelo —reprendí, tirando su oreja con suavidad.
—Abuelo —repitió Nico, disfrutando de la palabra en su boca—. ¿En serio, está de acuerdo?
—¿Por qué no lo estaría? —dijo él acercándose y sentándose a su lado—. Como dijo Dari, ya eres parte de la familia, esto solo lo hace oficial.
Nico soltó una risa nerviosa, incrédula, y solo asintió.
—Ya es tarde —dijo mamá limpiándose las lágrimas—. Vayan a dormir, mañana hablaremos sobre esto.
Los dos obedecimos.
—Dari —llamó mi abuelo. Nico me miró, inseguro, esperando mi respuesta, le hice un gesto con la cabeza y se alejó por el pasillo dejándome sola con ellos.
—¿Sí?
—Me alegra que al menos Apolo consiguió hacerte feliz después del desastre de cena que causamos.
Sentí la cara arder.
—¿Por qué lo dices?
—Es obvio, hija —dijo mamá riendo—. Tienes la ropa desarreglada y el labial corrido por media cara.
Vamos por partes, capitulo bien largo y con muchísimo para comentar.
Primero, no sé quién odia más a su yerno, si el abuelo a Eros o Eros a Apolo XD
La mamá de Dari, para mí debe tener sangre de Hermes, intentó hacer "una broma" para poner a prueba a Apolo y le salió todo mal, hasta ella misma la liga de arriba.
No olvidemos que la familia de Dari sigue siendo humana, no son perfectos, tienen rencores y malestar como cualquier otra persona. Gillian necesitaba pruebas reales de que podía confiar su hija a Apolo, no sólo que le regale cosas. Recuerden que ella no sabe todo lo que Apolo ha hecho por Dari, pero si sabe que su hija estuvo un año enferma, con quemaduras solares y alergias, y por los mitos, sabe que si hay un dios que podría haberla odiado por Eros, ese es Apolo.
Y en el caso de su abuelo, si bien no confía mucho en Apolo, menos confía en Eros. Tenía atravesado reclamos contra él por años.
Segundo, ¡Apolo resolvió!
Dari ya puede tachar "patinar sobre hielo" de su listaaaaaaaaa.
Tercero, hace bastante tenía pensado lo de Nico, pero no cómo ejecutarlo, así que ya es oficial:
¡Nico ya es un Backer!
No estoy llorando, se me metió basura al ojo.
Vamos a aligerar el ambiente con el meme time:
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