054.ʀᴏꜱᴀ ɴᴇɢʀᴀ - ᴘᴀʀᴛᴇ 2
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ʀᴏꜱᴀ ɴᴇɢʀᴀ - ᴘᴀʀᴛᴇ 2
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━━━15 de Junio
LOS PRIMEROS DÍAS DEL VERANO COMENZARON CON UNA AVALANCHA DE NUEVOS CAMPISTAS.
—Por fin podré ver este lugar en pleno apogeo —dijo Héctor una mañana mientras veíamos a los últimos llegados, entre los que llegó Percy.
—¡Hola! —grité abrazándolo.
—Tienes que dejar de irte sin avisar —me reprendió.
—Tú haces lo mismo.
Un carraspeó nos hizo voltear. Nico estaba de pie al lado de Héctor, con los brazos cruzados, mirando a Percy abrazarme.
—Hola, Nico.
—Suelta a mi hermana.
—También es mi hermana.
—¡Que la sueltes dije!
Me dejó en el suelo, todo acompañado por la risa de Héctor. Y finalmente los presenté, pronto ambos estaban planeando prácticas de combate como si fueran grandes amigos de toda la vida.
—¡Oh, qué tragedia! —exclamé exageradamente con una mano en la frente. Los tres me miraron sin entender—. Mis dos crush combatiendo por mi amor.
Percy se puso rojísimo, igual que Nico, Héctor se río a carcajadas; entonces, Percy cayó en cuenta y empezó a reírse también.
Risas que se cortaron cuando a ambos los cegó un rayo de sol.
—¡Ay! —se quejaron al mismo tiempo mientras se frotaban los ojos.
Miré hacia arriba con los brazos cruzados.
«Eso no está bien, Apolo. Ya ni bromas me dejas hacer».
«No ese tipo de bromas» resonó su voz en mi mente.
Rodé los ojos y miré a mis amigos, que se frotaban la zona que les había quemado.
—En la cena le voy a tirar una banana podrida —espetó Percy. Tenía los ojos rojos.
—¿Se puede hacer eso? —preguntó Héctor en igual condición.
—Vamos, chicos —dije riendo—, tampoco lo provoquen.
—No prometo nada —dijeron los dos al mismo tiempo.
Pronto todo volvió a las actividades normales. Captura la bandera, carreras de carros, clases de cestería, canotaje y canciones alrededor de la fogata con malvaviscos y chocolate.
Aún así, había algo que hacía que por primera vez, no sintiera al campamento un lugar lleno de vida y alegría, ahora se sentía como si una parte se hubiera perdido. Y contrario a lo que puedan pensar, no era la inminente guerra que se avecinaba, o las reuniones del consejo, la presencia del traidor entre nosotros o que parecía que cada dia que pasaba, perdíamos a otro semidiós pasándose al bando de Luke.
El problema era que mi amistad con Michael ya no se sentía igual.
Hablábamos, entrenábamos juntos y hasta a veces nos sentábamos uno al lado del otro viendo el lago, solos en silencio. Desde afuera era difícil percibir que algo hubiera cambiado, pero estaba ahí. Una barrera que se había alzado entre los dos desde que le dije que tenía novio.
Había dado un paso atrás, respetando mi decisión, pero en el proceso, detuvo cualquier muestra de afecto, por más mínima que fuera cómo tomarse el tiempo de atarme los cordones o ayudarme a pintarme las uñas.
Y yo lo entendía. En serio que sí, lo agradecía porque no era justo pedirle que siguiera actuando conmigo como si nada hubiera pasado. No era justo para él ni para Apolo.
Pero explíquenle eso a mi alma, que parecía llorar la distancia puesta como si en realidad hubiera un océano entre los dos.
Yo sabía que mi amor estaba con Apolo. Y Gorgo seguramente me odiaba por eso.
—No te odia —dijo Will una tarde mientras le teñía el cabello a Kayla.
Estábamos en el comedor de la Casa Grande. Ella sentada frente a mí con un montón de papel aluminio en la cabeza. Él, Nico y Austin habían decidido venir con nosotras y ahí estamos los cinco hablando del desastre que había en mi vida.
—Solo está triste —agregó Austin.
—No era mi intención lastimarlo —murmuré.
—Él lo sabe —dijo Will—, pero creo que una parte suya se pregunta por qué no fue él.
No me perdí la manera en cómo miró de reojo a Nico.
—¡Oye sí! —exclamó Kayla—. ¿Por qué no él? ¿No se supone que son almas gemelas?
—No es tan fácil —respondí, poniendo la última tira de aluminio—. Uno no elige de quién enamorarse. Esas cosas solo suceden y ya.
—Creía que tu papá elige y hace que suceda —espetó Austin con una ceja arqueada.
—Sí y no...ay es...complicado —dije sentándome al lado de Nico—. Miren, mi papá no lo aprueba, él no lo decidió, y créanme, una partecita mía también se pregunta ¿por qué no él? Pero así no es como funciona, las almas gemelas no son siempre románticas y aunque lo sean, no siempre están destinadas a estar juntas en cada vida. A veces, uno solo se enamora y ya. No hay fórmulas mágicas ni ciencia, es algo que nace porque sí cuando se le da la gana sin medir distancia, edad, color o sexo.
Nico frunció el ceño y bajó la vista, pensativo. Will lo miró fijamente y soltó un suspiro, negando con la cabeza.
—A mí me hubiera encantado que seas mi cuñada —masculló Kayla.
«Quizá sea tu madrastra, ¿no te sirve?».
Respiré profundo.
—Lo siento.
Ella negó con la cabeza.
—No, está bien. Este tipo...Panaberto, se nota que te hace feliz —dijo aguantando las ganas de reírse por el nombre que les di cuando me preguntaron cómo se llamaba. A su lado, Austin se tapó la boca con la mano, conteniendo una carcajada como le pasaba siempre que escuchaba ese nombre.
—¿Algún día nos dirás como se llama de verdad? —preguntó Will con una sonrisa divertida.
—Tal vez —murmuré.
Una hora después, el trabajo estaba listo y Kayla lucía unas bonitas mechas verdes sobre el rojo.
Nico y yo nos quedamos un rato en la Casa Grande, limpiando todo el desastre. Él en un silencio profundo desde hacía rato.
—Lo que dijiste...
Lo miré al darme cuenta que se había quedado quieto.
—¿Qué cosa?
—Sobre que a veces, uno solo se enamora y ya porque es algo que nace porque sí cuando se le da la gana...incluso con alguien de tu mismo sexo.
—¿Sí?
—¿No te molesta?
—¿Por qué me molestaría? —pregunté en un susurro.
Nico me miró a los ojos. Estaba aguantando las ganas de llorar.
—Es raro.
—¿Qué es raro?
Respiró profundo.
—Dos personas del mismo sexo —susurró haciendo una mueca de vergüenza—. ¿No te da...asco?
—No —dije con firmeza—. Es natural. Tan natural como una mujer y un hombre. Mientras no le hagas daño a nadie, el amor no da asco. Solo se siente y ya.
—Pero...
—Y somos griegos, a nuestros padres les gustaba un poco de todo —agregué dándole una sonrisa pequeña—. Además, salgo con ya sabes quién, tuvo tantos novios como novias.
Nico abrió los ojos.
—Creí que solo eran dos.
Me crucé de brazos.
—Dos o cientos, es lo mismo. Lo que importa es que él se enamoró sin fijarse en si eran mujeres u hombres, y a mí no me molesta, porque no tiene nada de malo.
Nico bajó la vista. Podía sentir la enorme confusión que sentía, sumado al miedo y la vergüenza. Cuando me miró, tenía los ojos llenos de lágrimas, le temblaba la boca y respiraba con dificultad.
—Dari, yo...
Me rompió el corazón verlo así.
—Está bien, Nico —susurré tomándolo de la mano—. Ya lo sé.
Parecía que le iba a dar un ataque de pánico en cualquier momento, así que lo abracé, y él se aferró a mí como si fuera una madera en el océano tras un naufragio.
—No tienes que decirlo todavía. Está bien. Yo te amo sin importar qué. Mamá y el abuelo también.
Dejé que me abrazara y sollozara el tiempo que necesitara.
«Lo estoy haciendo, Bianca» pensé cerrando los ojos. «No dejaré que se sienta solo y perdido como tú. Tendrá el amor que tú también merecías».
Nos quedamos así por unos minutos, envueltos en un abrazo silencioso, hasta que fue roto por un repentino estruendo de gritos. Nos apartamos sin saber qué pasaba y la puerta se abrió bruscamente, Will tenía la respiración agitada y el rostro rojo por correr.
—Um, Dari, hay una emergencia en tu cabaña.
Fruncí el ceño.
—¿Qué clase de emergencia?
—Del tipo en cualquier momento corre sangre.
Eso me puso en alerta.
—¿Qué pasó? —pregunté saliendo de la cabaña con ambos siguiéndome.
—Se escucharon gritos desde tu cabaña, al principio nadie les prestó atención porque siempre hay gritos y peleas. Pero luego se empezó a sentir como si se estuvieran arrojando cosas.
—Siempre se arrojan zapatos y cepillos —dije nerviosa.
—¡Pero es que se estaban tirando cuchillos!
OK. Eso era malo.
Corrimos lo más rápido que pudimos, pero ya tenía un mal presentimiento.
Y dicho y hecho, así fue.
Era un caos total cuando llegamos a la cabaña diez. La puerta estaba abierta y volaban cosas por todos lados, incluso una ventana estaba rota. Hubo fuertes gritos y Silena y Drew salieron a tropezones, agarrándose por el cabello.
A Mitchell y Dylan les sangraba la nariz, y a Valentina le habían puesto un ojo morado. Los demás estaban peleándose parecido a Silena y Drew.
El resto del campamento estaba ahí, sin saber cómo intervenir.
—¿Llamaron a Quiron?
—Michael fue a buscarlo, pero pensé que tú serías más rápida.
Me agaché cuando alguien revoleó una piedra.
—Will, ¿puedes hacer esa cosa del silbido?
Él asintió.
Se llevó la mano a la boca y soltó un silbido tan agudo que resonó por todo el campamento y más allá. Las ventanas de las cabañas explotaron y todos se cubrieron los oídos con dolor.
Pero funcionó, porque inmediatamente dejaron de pelear y nos miraron.
—No tengo idea de que desencadenó esto —espeté tomando a Silena del brazo y la aparté de Drew—. ¡Pero eres la capitana! ¡Tu trabajo es evitarlo, no ser parte! —Ella bajó la vista avergonzada—. ¡Y los demás! ¡¿Qué carajos les pasa?! ¡Son hermanos y mírense! ¡Peleando como callejeros!
Todos se miraron igual de apenados qué Silena, y el resto del campamento pareció suspirar de alivio.
Vi a Quirón trotando hacia nosotros, pero no dijo nada cuando me vio gritándole a mi cabaña.
—¿Quién empezó? —Inmediatamente señalaron a Drew—. Por alguna razón no me sorprende.
—¡Silena y Arantza también! —se defendió.
Miré a Silena, cruzándome de brazos.
—Lo siento —dijo ella y me tendió un mango que no me había dado cuenta que llevaba en la mano. Un mango dorado—. Drew encontró esto y empezó a gritar que ella era la más guapa y nadie podía decir lo contrario.
Observé el mango. Tenía una inscripción que decía "a la más guapa".
Levanté la vista a todos, y me di cuenta como todas las chicas de mi cabaña miraban el mango como el trofeo que querían más que nada en la vida.
—¿Es en serio?
—¡Es mía! —gritó Drew—. ¡Yo soy la más guapa y yo la vi primero!
Bueno, eso último era justo, pero la primera parte era el problema.
—¡Yo soy la capitana, yo soy la más guapa! —replicó Silena.
Y así volvieron a discutir.
—¡Oigan! —grité, pero nadie me escuchó—. Will.
Will asintió y volvió a silbar, esta vez manteniéndolo por más tiempo. La cacofonía de gritos y peleas se extinguió gradualmente, y todos miraron en mi dirección.
—¡Esto es ridículo! —exclamé, mirando el mango dorado con frustración—. ¡¿En serio están peleando por esto?!
—¡Es un regalo! —dijo Valentina, con la respiración agitada—. Seguro que de mamá.
—Sí, así como ella recibió su manzana, nos ha dado a una de nosotras un mango —agregó Arantza.
—¿Tengo que recordarles que la bendita manzana provocó una de las guerras más largas y sangrientas del mundo antiguo? —cuestioné dándole el mango a Nico y me puse las manos en la cintura—. ¡Miren todo el desastre que han hecho por un tonto mango! ¡Silena, deja el mango! —ordené al darme cuenta que intentaba sacarselo a Nico.
Silena me miró con ojos de disculpa, y lentamente se alejó de mi hermano.
—¡Pero esto es diferente! —espetó Drew sin quitar los ojos de la fruta—. No somos diosas, no vamos a provocar una guerra. Hay que ser justos y dárselo a la más guapa del campamento, y esa soy yo —Intentó agarrar el mango, pero Nico dio un paso atrás, fuera de su alcance.
—Alejate de él, perra —gruñí tapándole el paso. Drew se cruzó de brazos enojada—. ¡Nadie va a tener esa cosa! ¡¿Y qué es eso de la más guapa del campamento?! ¿Acaso la cabaña de Afrodita es la única que tiene chicas hermosas o qué?
Hubo un murmullo de voces y Charlie Beckendorf levantó la mano.
—Técnicamente, ellas son las más hermosas del campamento.
—No pedí tu opinión, Charlie. —Bajó la mano.
—De todas maneras, alguien debe tenerlo —espetó Valentina—. Nico puede elegir a quién darselo.
—¡Sí! —gritaron todas y lo miraron con sonrisas excesivamente dulces.
El pobre parecía que iba a entrar en pánico en cualquier momento, así que lo tomé del brazo y lo puse detrás de mí.
—¡Dije que se alejen de él!
Silena avanzó hacia mí.
—No tiene porque ser algo malo, Dari. Solo que elija a la que le parece más bonita y ya. También tienes razón que no es justo para el resto de las chicas que solo sea nuestra cabaña, así que podemos reunir a todas las chicas del campamento y elegir.
Annabeth levantó la mano.
—La cabaña seis se retira —dijo y sus hermanas asintieron—. A Atenea ya no le importa todo eso de la belleza.
Nyssa le susurró algo a Beckendorf y él suspiró.
—La cabaña nueve también se retira.
Clarisse ni siquiera lo dijo, solo se marcharon bufando molestos.
—Bien, de las cabañas tres y doce son solo Percy, Castor y Pollux, así que no cuenta; de la cuatro son 5, de la cabaña siete son 4 porque no vamos a contar a niñas menores de 12 años, y de la once... —Miró a la enorme cantidad de campistas que la miraban—. Bueno...quizá esto tome más tiempo de lo que pensé.
Mi pobre hermano parecía que se iba a desmayar ante tanta atención femenina repentina. Todas coqueteándole y sonriendo como si estuvieran en el Miss Universo.
—Nico no va a elegir nada —espeté—. Dejen a mi hermanito en paz.
Quirón se adelantó hacia mí y extendió la mano a Nico, quién le dio el mango.
—Estoy de acuerdo con Darlene, esto se va a salir de control.
—¡No podemos no hacerlo! —se quejó Arantza—. ¿Qué pasa si es un designio de Afrodita? ¿Quirón, de verdad quieres decir no a algo que ella quiere?
Quirón se puso nervioso.
—Eh...bueno...
—¡Como sea, pero Nico no lo hará!
—Bueno, sí no es Nico, que sea otro —gruñó Drew—. De preferencia, alguno de las cabañas que no participan para que sea imparcial.
—No estoy segura de que sea una buena idea seguir con esto —dije, tratando de mantener la calma—. Miren todo el caos que ha causado. Y, para ser honesta, ¿a quién le importa quién es la más guapa?
Drew se cruzó de brazos.
—Ay por favor, ¿en serio quieres hacernos creer que no estás interesada en ser la ganadora?
—No, Drew. Sé quizá debe ser extraño para tí, pero no necesito un estúpido mango para saber que soy hermosa —dije en el mismo tono.
Varias se miraron, sin saber qué responder a eso.
A Drew se le puso la cara roja de enojo.
—¡Solo elijan a una!
Quirón quería rebatir, pero supongo que estaba demasiado preocupado por lo que pasaría si no lo hacían.
—Está bien, pueden hacerlo —se giró hacia los campistas—. Cabañas 3, 5, 6, 9 y 12... ¿alguno quiere hacer de Paris de Troya? —Ninguno dio un paso al frente—. ¿Alguien? ¿No?
—Muy bien, entonces lo haremos de otra manera —dijo Drew—. El chico más guapo elegirá.
Todos miraron a Percy.
Él miró detrás suyo esperando ver a alguien más, pero todos tenían sus vistas fijas en él. Se señaló así mismo y recibió asentimientos de cabeza.
—Ay no, ¿por qué yo? —se quejó pálido.
Denle a Percy una espada y se enfrentará a poderosos titanes, monstruos peligrosos devora semidioses, y hasta a mi novio celoso; pero no lo hagan elegir a la más bonita entre las chicas de Afrodita con Annabeth mirándolo fijamente, porque seguro que se nos desmaya.
—Solo elige una —pidió Quirón.
Percy miró a todas las chicas, asustado al ver la horda que se le venía encima con ojos coquetos mientras Annabeth parecía haber chupado un limón.
—Te doy un consejo —le dijo Héctor en voz baja—. Elige a la que más probabilidades tiene de ganar una pelea contra todas, y por ende, las asuste lo suficiente para no hacer nada más.
Percy asintió. Y me arrojó el mango antes de salir corriendo hacia su cabaña.
Me quedé atónita viendolo escapar. Me arrojó el cadáver a mí. La traición, la decepción hermano.
Me froté los ojos, tratando de calmarme, y luego miré a las chicas que me rodeaban tan alborotadas. Sus quejas y gritos llenaban el aire, y yo sentía que mi cabeza iba a explotar si escuchaba una queja más sobre el resultado de la "elección".
—Bueno, eso lo resuelve —dijo Quirón—. Darlene es la dueña del mango, ahora vuelvan a sus actividades y...
—¡Esto no es justo! —gritó Drew, cruzada de brazos y con el rostro enrojecido de furia—. ¡Eres su mejor amiga! ¡Sabía que te iba a dar el mango!
—¡Si tanto estabas segura de que me lo daría, no lo hubieras propuesto a él! —respondí harta.
—¡Pero tú ni siquiera estabas interesada! —replicó Arantza—. Solo tienes que dárselo a alguien más.
Miré alrededor, varias asentían con la cabeza, algunas con expresiones de frustración, otras con miradas de pura indignación.
—¡Dame el mango!
Drew dio unas zancadas hacia mi con sus garras extendidas directo a mi rostro, cuando fue interceptada por la muñeca. Soltó un grito adolorido por la presión, y gimoteo para que la soltaran.
Varios gritaron asombrados y otros indignados. Yo estaba atónita. Michael no la dejó hasta que Drew se arrodilló diciendo que lo sentía.
—¡Ya está bien! —gritó furioso—. A las únicas que les interesaba esa cosa era a la cabaña diez. Una manzana dorada fue lo que provocó miles de muertes por culpa de la vanidad y ustedes se ponen a pelear por una estupidez igual. Pidieron que se eligiera a alguien, eligieron a Jackson para hacerlo y él se la dio a Darlene. Fin del cuento.
—¡Pero a ella ni siquiera le interesaba!
—¡Sí! Y Jackson solo se la dio porque es su amiga.
—Y tú la defiendes porque estás enamorado de ella
«Genial. Échenle más sal a la herida».
La última cosa en la que quería estar involucrada era en una pelea por un mango estúpido que había causado más drama del que podía manejar. Y peor si me complicaba más las cosas con Michael.
—Les dare una sola jodida razón por la que Dari es la más hermosa del campamento. —Señaló a cada una de las chicas de mi cabaña—. Nadie discute que la cabaña diez tiene a las chicas más hermosas, pero estas actitudes de mierda son lo que hace que nadie las quiera tener cerca. Además, el solo hecho de que ella fuera la única entre ustedes que está tan segura de su belleza qué no necesita esta porquería, es lo que le da más atractivo. Y sí, la defiendo porque estoy enamorado de ella, y sí, creo que debería tenerla porque me parece la más guapa. —Se giró hacia todos los demás—. ¿Alguien piensa que no debería tenerla? —Nadie respondió—. Bien, ¿ahora podemos dejar esta mierda atrás y seguir el dia con tranquilidad?
Poco a poco todos se fueron dispersando. Varias de mis compañeras se fueron molestas y Drew incluso dio una patada al suelo.
Silena se me acercó, avergonzada.
—Tienen razón, te lo has ganado. Fuiste la única de nosotras que no perdió la cabeza por una fruta colorida.
Tomé sus manos.
—Sé que es importante para ustedes, pero miren el caos que ocasionó. Lena, las dos hemos trabajado mucho para mejorar la reputación de nuestra cabaña, y hoy volvimos todo atrás. —Ella asintió con los ojos llorosos.
—Tienes razón. Pondré a las chicas a ayudar en la enfermería por un par de semanas. Quizá aprendamos un poco de humildad así.
—Me parece bien —dije. Y le sonreí—. Por cierto, bien hecho con el arrastre que le hiciste a Drew.
Ella se rió y me guiñó el ojo antes de irse.
Me giré hacia Michael, pero él ya se había ido. Annabeth apuntó al campo de entrenamiento y le agradecí con una sonrisa, antes de salir corriendo detrás suyo.
Corrí hacia el campo de entrenamiento, mientras las últimas luces del día comenzaban a desvanecerse. Llegué con la respiración agitada, y el corazón que ya se me salía del pecho.
Estaba agachado revisando unas flechas y no se había dado cuenta de mi presencia.
Me acerqué, hasta que estuve a su lado.
—Gracias —murmuré.
—De nada.
No dijo nada más.
—Michael.
Suspiró, parándose, pero sin mirarme.
—Darlene, por favor, solo déjalo estar.
—No puedo —dije sintiéndome de lo peor—. Porque sé que estás sufriendo.
No respondió de inmediato. Miró hacia el lago de nuevo, sus ojos fijos en el agua que reflejaba los últimos rayos del sol.
—Lo superaré, en algún momento dejará de doler y todo estará bien —murmuró—. A fin de cuentas, yo te dije que te enamoraras de alguien más y fueras feliz sin mí.
Cerré los ojos recordando ese momento de nuestras vidas pasadas. Cuando Leónidas se estaba por ir a la guerra y Gorgo le preguntó qué debía hacer si él no volvía.
—Cásate con un hombre bueno, uno que te ame profundamente, y alumbra hijos. No mires atrás, sigue adelante sin importar lo que pase.
—Yo...
—Déjalo así, por favor —murmuró—. No mentí, nadie merecía esa cosa más que tú. Por eso nadie más se quejó. Eres la chica más guapa, Darlene. No es solo lo que hayas heredado de Afrodita o Eros, sino que tienes el alma más bonita de todas, y eso se refleja en el exterior.
Sonreí levemente. Me acerqué a él y le di un beso en la mejilla. Michael cerró los ojos, como disfrutando el contacto.
—Gracias por ser mi otra mitad —susurré y él me devolvió la sonrisa.
Nos fuimos a cenar más tranquilos. Las cosas parecían haberse asentado y por ahora todo estaba bien.
Un día más tarde nos enteramos de que todo había sido una broma de los hermanos Stoll. Mis compañeras estaban furiosas y los persiguieron por medio campamento.
Al final, cuando los alcanzaron, les pusieron una maldición a cada uno. A Connor, no importaba que ropa se pusiera, esta siempre sería dos tallas más pequeña. Travis, por otro lado, fue maldecido con maquillaje permanente y se pareció a un payaso por un mes entero.
Amo los finales felices.
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