
052.ᴄᴏꜱᴍᴏꜱ
Por ser la seguidora 100 en mi canal, este capítulo está especialmente dedicado a:
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ᴄᴏꜱᴍᴏꜱ
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APOLO LLEVABA UNA HORA RIÉNDOSE DE MÍ.
-No sé qué te causa tanta gracia -espeté metiendo mi neceser en el bolso.
-Nada, en serio, me parece adorable -dijo aguantando una carcajada.
En un par de semanas, mis días en el Olimpo acabarían porque iniciarían las vacaciones de verano y debería volver al campamento. Mientras, había aprovechado al máximo mi tiempo allí, no solo entrenando duramente, sino que Apolo se la había pasado haciéndome citas maravillosas.
Ahora mi lista tenía varias tachadas. Como una serenata, que acabó con mi papá tirándole un balde con agua.
O un beso en un concierto, que finalmente pudimos realizarlo. Me llevó al concierto de Beyoncé de la gira "The Beyoncé Experience", en Chicago. También me había llevado a pasear en globo aerostático durante la noche.
En seis meses habíamos cumplido la mitad de mi lista, tal como prometió, todo antes de mis 18 años.
-¿Segura que necesitas esto? -preguntó levantando mi planchita.
-Sí.
-Pero vas a estar en medio del bosque.
Miré el bolso y todo lo que tenía en la cama. No, no necesitaba tantas cosas.
Solté un suspiro y empecé a sacar la mayoría de todo lo que había guardado.
-He ido a misiones antes, pero vivir como tal en el bosque por varios días es otra cosa, en el Campamento tengo electricidad -dije tratando de justificarme.
Pasó su brazo por mi cintura, abrazándome contra su pecho.
-Puedo pedirle a Hefesto que construya una que no necesite conexión -ofreció.
Negué con la cabeza.
-No, no es una necesidad.
-Claro que lo es. Cualquier cosa que quieras, es una necesidad -dijo dejando un beso en mi mejilla-. Y para mí, cualquier necesidad, es sencilla de cumplir.
Me giré en sus brazos.
-Me consientes demasiado.
-¿Es una queja? -Me abrazó por la cintura, elevándome sobre mis pies para quedar a su altura. Apolo era demasiado alto en comparación conmigo, y me encantaba-. Esperé tres mil años para amarte, ahora que te tengo, nada es suficiente para darte todo mi amor.
Pasé los brazos por su cuello, sonriendo.
-No, no me quejo.
Nos besamos suavemente, disfrutando del pequeño momento antes de que tuviera que irme.
-Tu hermana va a matarnos -dije cuando se apartó para bajar sus labios por mi cuello. Ajustó su agarré, bajando a mis piernas y las enredé en su cintura-. Apolo...
-Ella entenderá...
Se sentó en la cama, dejándome sentadas a horcajadas en su regazo. Me sujeté a sus hombros y estiré la cabeza hacia atrás, soltando suspiros por sus besos en mi piel.
-No, sabes que no lo hará.
-Luego le regalo algún animal -murmuró, subiendo hacia mi oído y mordisqueó el lóbulo.
-Sabes que eso no va a evitar que te de una patada -mascullé apoyándome en su pecho. Sus manos se movían perezosamente sobre mis piernas-. Y luego vas a estar quejándote por semanas porque no te habla.
Soltó un suspiro resignado.
-Bien.
Le di un último beso y me levanté para terminar de empacar, pero me sujetó de la cintura, atrayéndome nuevamente a su regazo. Su mano se cerró sobre mí cuello, forzándome a estirar la cabeza hacía atrás, sobre su hombro.
-Pero cuando estas dos semanas acaben, tú y yo iremos al Caribe. Quiero disfrutarte antes de tener que compartirte con el Campamento -susurró en mi oído.
-De acuerdo -dije riéndome.
Pronto tenía mi bolso listo, y salimos del templo. Faltaba poco para el amanecer y teníamos poco tiempo.
Me dejó en la entrada del templo de mi padre mientras iba en busca del carro solar. Estaba oscuro y el aire se sentía pesado a medida que el verano se acercaba.
Bostecé, deseando haber podido dormir un poco más, pero Apolo había llegado diciendo que Artemisa me esperaba.
Un ligero movimiento a mi izquierda llamó mi atención. Me giré rápidamente, con el corazón latiendo un poco más rápido de lo normal. Era una mujer alada, que descendió a mi lado envuelta en un resplandor dorada.
«Niké» pensé, reconociendo a la diosa de la victoria al instante del sueño que había tenido hace unos meses.
Ella se acercó con pasos ligeros, como si estuviera caminando en puntas de pie. Su cabello moreno sujeto en trenzas y adornado con laureles y gladiolos.
-Buenos días, hija de Eros -saludó con una voz melodiosa que resonó en el aire.
-Buenos días, señora Niké -respondí, mirándola a los ojos.
Niké sonrió de lado.
-He escuchado mucho de ti, tenía ganas de conocer al nuevo símbolo de la victoria. -Me miró de arriba abajo. No estaba segura si cumplía sus expectativas-. Ciertamente representas mejor la victoria que la ninfa.
-Dafne eligió la vida en otra forma antes que entregarse.
Niké tarareó una respuesta, meneando la cabeza.
-Huyó en lugar de pelear. Ni siquiera lo intentó, morir peleando tiene más honor que huir.
Fruncí el entrecejo.
-Era una víctima -dije con tono seco-, ella sola contra el poder de dos dioses. Huir y pedir ayuda fue lo mejor que pudo hacer. Eligió vivir antes de morir por culpa de su orgullo.
Niké me observó detenidamente, parecía buscar algo más allá de mis palabras. Al final, una pequeña sonrisa apareció en la comisura de sus labios.
-Supongo que podría considerarse un tipo de victoria.
Respiré profundo.
-¿Hay alguna razón para su visita, además de la curiosidad?
-Conociste a mi hija.
Mi cuerpo se tensó. Hacia meses que no sabía nada de Alessandra, esa asquerosa traidora y mentirosa.
-¿Me da permiso de matarla?
Niké se rió. Realmente parecía divertirle mi petición.
-Diría que lo intentes si puedes, pero no es prudente todavía.
-¿Y cuándo lo sería?
Llevó las manos detrás de la espaldas.
-Alessandra, pese a lo que puedas creer, aún es útil a nuestra causa. -La miré confundida-. Sé lo que crees que pasó, pero no te apresures a sacar conclusiones antes de tiempo. A pesar de todo, podemos sacar provecho de ello.
-No comprendo. -Niké ladeó la cabeza, dándome una sonrisa enigmática-. Ella es una aliada -murmuré tanteando.
-Depende de cómo lo veas. En el fondo de su alma, sólo le es leal a Luke.
-Pero Luke ya no existe.
-¿Entonces qué procede?
Odiaba cuando los dioses se ponían crípticos.
-Que...¿su lealtad es voluble?
-Podría decirse que sí.
Negué con la cabeza, frustrada.
-¿Por qué no simplemente me lo dice?
-Porque así deberás aprender a manejarte, hija de Eros -dijo con un tono indescifrable-. Aprenderás que deja más abierto a las posibilidades del destino si no permites que tus palabras te limiten. Alessandra lo sabe y así se maneja, por eso es tan difícil determinar sus lealtades. No hace promesas hasta no determinar el resultado más adecuado. Y con ella, debes leer entre líneas, y así mismo, hablarle de la misma manera. Incluso si crees que está de tu lado, no puedes dejar que vea todos tus planes, quizá no porque creas que te puede traicionar, sino porque siempre es necesario guardar un as bajo la manga.
Tragué saliva, nerviosa.
-Gracias por el consejo...supongo.
-Sé que puedes desear matarla después de lo que pasó en el Santuario, pero ten paciencia, ella nos sirve más viva que muerta.
Me subió la bilis a la garganta. Yo de verdad quería entender a los dioses, respetarlos y admirarlos, he incluso cuando Alessandra me caía mal, no podía comprender cómo una madre...un padre podía hablar así de sus hijos, como si fueran piezas descartables.
Luke tenía razón sobre ellos, no era la solución, pero tenía razón.
Antes de que pudiera responder, el sonido de un motor resonó a lo lejos. Me giré, viendo el maseratti rojo intenso acercándose a nosotras.
-Buena suerte -dijo suavemente antes de alzar vuelo, desapareciendo en el cielo con un destello de luz.
Apolo llegó justo a tiempo para ver el final del encuentro. Bajó del carro solar, cerrando la puerta con fuerza.
-¿Qué quería Niké?
-Siendo honesta...no estoy segura. A veces me parece que ustedes, los dioses, hablaran en otro idioma.
Apolo me miró fijamente, evaluando mis palabras. Luego, sonrió y me abrazó, como si quisiera alejar cualquier preocupación que pudiera tener.
-Puedo hablarte en todos los idiomas que quieras, preciosa -murmuro coqueto.
-Tranquilo, Romeo -dije riendo y pasando por su lado-. Vamos a tardar más si sigues así.
-Valdría la pena -respondió encogiendose de hombros.
Se apresuró a mi lado y me abrió la puerta del copiloto. Jadeé sorprendida por lo que estaba viendo.
El asiento tenía un cobertor de peluche rosa, la alfombra era de un rosa neón brillante. El espejo estaba bajado y tenía luces led, en la puerta había al menos dos de cada uno de los productos que yo solía usar para maquillarme y todo el vehículo olía a mi perfume favorito.
Y en el asiento había un enorme ramo de flores con pétalos delicados y plumosos de color rosa fuerte.
No sabía si reír o llorar. Ya debería estar acostumbrada a estos gestos suyos, pero siempre encontraba la forma de sorprenderme.
Me giré hacia él, que tenía una sonrisa de oreja a oreja, orgulloso de su obra.
-¿Qué opinas? -preguntó, atrayéndome por la cintura.
-Es... -empecé, buscando las palabras adecuadas.
-No suelo subir a mucha gente a mi carro en esta forma, pero ahora este asiento -dijo señalándolo-, es solo tuyo. También hay algunos apliques de brillos, puedes decorarlo como quieras.
Había algo encantador y excitante en que él mismo hiciera esto. Una manera poco sutil de decirle a todo el mundo que era mío.
Pasé los brazos por su cuello, estirándome para besarle.
-Me encanta -susurré.
Apolo sonrió contra mis labios y me atrajo aún más cerca, como si quisiera que el momento se prolongara indefinidamente. Al final, suspiró y se apartó un poco.
-Vamos, Julieta -dijo en el mismo tono que había usado yo-. Vamos a tardar más si sigues provocandome así.
Me reí y me subí al coche, ajustando el ramo de flores en mi regazo. Apolo rodeó el carro y se sentó en el asiento del conductor. Arrancó el motor y nos pusimos en marcha.
El sol comenzaba a alzarse en el cielo. Todo estaba tranquilo y silencioso, viajar por el aire era muy diferente cuando era él quién conducía. Era relajante.
Puso la radio para poner un background de música.
Mientras las melodías de una canción lenta comenzaban a vibrar a nuestro alrededor, no pude evitar mirarlo. Era tan guapo. Y era todo mío.
Me quité los zapatos y subí los pies al asiento. Automáticamente, Apolo despegó la vista del frente, mirando mis piernas.
-Ojos al frente, Sunshine -dije riéndome, y con un dedo, empujé su rostro para que dejara de mirarme.
Resopló, pero enfocó sus ojos donde debia. Aunque tenía una sonrisa burlona.
-Es que tienes buenas piernas, cariño.
Me acomodé mejor en el asiento, doblando una pierna sobre el cuero.
-Eres un descarado.
-Y tú una provocadora -espetó pellizacandome suavemente el muslo.
-¡Ay!
-Shhh -dijo pasando el pulgar por la piel irritada-. Tú empezaste.
-Bravucón.
Soltó una risita y volvió a mirar al frente.
Lo miré detenidamente. Estaba total e irrevocablemente enamorada de él.
Mis ojos se deslizaron de sus labios sonrientes por la fuerte mandíbula y bajaron por su cuello. Seguí por sus musculosos brazos hasta llegar a sus manos. Eran tan bonitas, grandes y se le marcaban las venas. Suspiré como tonta.
-Si sigues mirándome así voy a tener que detenerme -dijo en un tono que pretendía ser jocoso, pero salió con un deje ligeramente áspero. Sus manos se encresparon sobre el manubrio.
Me mordí el labio. Había cierta emoción en que su cuerpo reaccionará con tanta facilidad ante gestos míos como solo una mirada o mi risa.
Sabía que no debía. Era malo, íbamos a llegar tarde, pero había descubierto hace poco lo mucho que disfrutaba de provocarlo.
-Sabes, cuando empezamos a salir me prometiste que me enseñarlas a conducir el carro.
Me miró frunciendo el ceño.
-Se...
-¿Cuándo?
-Creo que mejor iniciamos con una bicicleta.
Resoplé.
-¡Ya sé andar en bicicleta!
Lanzó una pequeña maldición.
-¿Y un go kart?
-¡Apolo!
-Estoy tratando de ser razonable, cariño -lo dijo con una sonrisa que indicaba que no estaba siendo razonable en lo absoluto. Solo estaba siendo payaso--@. Solo piensalo, es una buena idea. Tiene pedales y un volante, no vas a poder romperlo o quemar una ciudad o producir una nevada.
Me apoyé sobre su brazo, mirándolo por entre las pestañas.
-Lo prometiste.
-¿No vas a dejar de insistir, verdad?
-No.
-Bien -dijo suspirando.
Solté un grito bajo y me quité el cinturón de seguridad.
-¡¿Qué crees que haces?!
Ignorándolo, me subí al asiento y me pase al otro lado, sentándome sobre su regazo.
-Darlene... -gruñó, a modo de advertencia. Sus manos se tensaron peligrosamente de nuevo sobre el manubrio.
-Te preocupa que vaya a causar un desastre medioambiental mientras aprendo -dije apoyándome contra su pecho y colocado las manos a un lado de las suyas-. Bueno, si al final eres tú quien me guía, dudo que algo malo pase.
Permaneció en silencio, y me pregunté que pensaría de mi descarado intento de ponerlo nervioso.
En su lugar, coloco las manos sobre las mías, casi entrelazando sus dedos con los míos, sobre el manubrio. Enterró la nariz en mi cabello y olfateó.
-Sé lo que estás haciendo.
-¿Aprender a conducir?
-Provocarme.
Me quedé en silencio. El corazón me latía a mil.
A veces, se me iba un poco la mano jugando con fuego.
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ARTEMISA
El sol de finales de mayo es cuando empieza a aparecer cada vez más temprano. Y cómo siempre, el irresponsable de Apolo llegaba tarde.
Suspiré y miré alrededor, los primeros rayos de luz empezaban a iluminar el bosque.
Estaba esperando a mi hermano en la cima de la colina, observando el horizonte mientras el cielo se teñía de naranja y rosa. Cada segundo que pasaba, mi paciencia se desvanecía un poco más.
-Artemisa, ¿todo bien? -me preguntó Thalia. Su cabello oscuro brillaba bajo la luz creciente.
-Apolo está retrasado -respondí con un suspiro, tratando de mantener la calma.
Había esperado que estuviera aquí a tiempo. Pero no, Apolo tenía que ser Apolo, siempre haciendo las cosas a su manera y retrasándose en el proceso.
Thalia rodó los ojos.
-Las chicas no están complacidas.
No respondí. Sé que la convivencia será complicada, pero a pesar de su relación con mi hermano, Darlene es una joven agradable. Solo hay que poner un poco de buena voluntad.
-Hablaré con ellas nuevamente -dijo mi lugarteniente, interpretando mi silencio. Se alejó dejándome sola.
Justo en ese momento, el rugido del Maserati se hizo audible. Hubo un destello repentino en el horizonte y enseguida una gran ráfaga de calor.
La luz y el calor se intensificaron, y entonces la luz se apagó.
El coche con la chapa al rojo vivo se detuvo a unos metros de donde estaba.
Me tomó por sorpresa qué Darlene sr bajara a tropezones del lado del conductor.
-¡Buenos días, señora Artemisa! -saludó Darlene con un enorme sonrojo, mientras se acomodaba el cabello aue estaba completamente despeinado.
-Llegas tarde -dije, mi tono era frío, pero no hostil.
-Culpa mía -respondió Apolo, bajando del coche y caminando hacia nosotras con esa actitud despreocupada que me exasperaba.
-Por supuesto que lo es -espeté, cruzando los brazos sobre el pecho-. No tienes respeto por el tiempo de los demás.
Apolo levantó las manos en un gesto de disculpa, pero no había arrepentimiento en su mirada, solo diversión.
-Lo siento, hermanita. Hubo un pequeño... desvío.
-Tu definición de pequeño debe ser distinta a la mía. -Miré a Darlene, quien parecía un poco incómoda bajo mi escrutinio.
Entonces me percate de los detalles. Despeinada. Sonrojada. Labios hinchados y rojos. Marchas rosa que comenzaban a ponerse moradas en el cuello. Ropa desarreglada.
Miré a Apolo. Él no estaba mejor, pero el muy descarado parecía orgulloso de haber llegado tarde por andar de lujurioso.
Respiré hondo, intentando calmar la irritación. Darlene no tenía la culpa de las manipulaciones de mi hermano.
-Apolo, puedes irte ahora. Tu presencia no es necesaria -dije, volteando a verlo-. Solo serás una distracción.
Él se encogió de hombros, claramente acostumbrado a mi frialdad.
-Claro, hermanita. Pero antes... -Se acercó a Darlene, tomando su mano y mirándola a los ojos-. Estaré esperando cuando termines. Si quieres irte antes, toca el collar -murmuró dando toquecitos en el dije-, y vendré a buscarte, no importa la hora.
Rodé los ojos, asqueada.
-Ya basta de meloserías. -Apolo sonrió antes de besar suavemente a su novia y subir de nuevo a su coche.
-Muy bien, sígueme -le indiqué a Darlene mientras comenzaba a adentrarme en el bosque. Ella me siguió en silencio, su expresión ahora completamente enfocada en lo que vendría.
Tenía buenas expectativas sobre ella. De no ser por el amor, Darlene Backer podría haber sido una magnífica cazadora.
Suspiré, resignada a la pérdida de la que pudo haber sido mi lugarteniente.
Me sentía complacida con Thalia, pero no puedo mentir que en su momento llegué a pensar en ella como una opción. Antes de saber que estaba destinada a mi hermano.
Bueno, al menos podría tener estas semanas para ver como hubiera sido todo.
No duró.
Me tuve que marchar al Olimpo dos días y cuando volví, tres de mis cazadoras tenían huesos rotos y le habían puesto pegamento mezclado con pintura en el cabello a Darlene.
-Lo siento, mi señora -dijo Thalia con una mueca-. Por más que lo intenté, ninguna me escuchó.
Apolo iba a estar furioso.
Tuve que reprender duramente a las que lo hicieron, porque al final del día, por más que no me gustara admirarlo, eran mis cazadoras las que estaban comportándose de manera desagradable.
Ahora entendía lo que mi hermano, Ares y Afrodita solían decir sobre la semidiosa. Ella nunca empezaba los pleitos, pero sí sabía cómo terminarlos.
-Buenos días.
Me giré hacia Darlene. Había estado mirando atentamente el bosque que no me había percatado de su llegada. Tenía pies ligeros y pisadas suaves, como un elegante ciervo.
-Buenos días.
-¿Ocurre algo malo?
La miré por el rabillo del ojo. Thalia había arreglado el desastre que habían hecho con su cabello y ahora era lucía bonitas mechas rosadas entre el negro. En el proceso, habían tapado también el mechón grisáceo por sostener el cielo.
-Thalia se fue.
Parpadeó confundida, antes de fruncir el ceño.
-¿A dónde?
-No estoy segura. Se fue sin avisar. Es extraño.
Nos quedamos en silencio unos instantes.
-Odio los mosquitos -musitó rascándose el brazo. Luego el cuello, y pronto se estaba rascando con desesperación. Miré su piel, estaba demasiado rojiza para ser normal.
-¿Qué pasó? -Tomé su brazo para mirarlo más a detalle-. Hiedra venenosa.
La joven soltó un grito furioso. Nunca me pareció tan idéntica a Afrodita como en ese momento. Aunque el vocabulario era de Hades.
Solté un suspiro, cansada. Apolo iba a terminar quemando a alguna de mis cazadoras.
O Darlene les iba a terminar arrancando la cabeza.
Lamento la tardanza, costó bastante escribir este capítulo pero una vez que sorteé escenas puntuales, todo fluyó.
No sé si quedó claro la repentina ida de Thalia, es un evento canónico en Percy Jackson, pero por más dudas, quedará más claro en el siguiente capítulo.
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