
035.ɢʟᴀᴅɪᴏʟᴏ ᴘᴀʀᴛᴇ 3
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ɢʟᴀᴅɪᴏʟᴏ ᴘᴀʀᴛᴇ 3
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EL HUMO Y LA CONFUSIÓN ENVOLVÍAN EL CAMPO DE BATALLA.
No estaba segura de cuánto tiempo hacía que todo había empezado, había estado peleando por lo que parecían horas, pero se sentía como si no fuera a acabar jamás.
Las flechas continuaban lloviendo desde las posiciones elevadas, pero la visibilidad seguía siendo limitada.
Esquivé a un monstruo que se abalanzaba hacia mí y contraataqué con una serie rápida de flechas. A mi alrededor, podía ver a mis compañeros luchando con todas sus fuerzas. Avisté a Bruno blandiendo su espada, cortando a través de las filas de monstruos sin dudar, a su lado, como cuidando su espalda, Julián mantenía a raya a otro grupo con una lanza, era bastante ágil y era impresionante cómo peleaban juntos.
A lo lejos noté a Calia, subida en la cima de un árbol y creando hechizos agresivos, era sin duda una enorme ventaja tener a una hija de la diosa de la magia de nuestro lado.
Las chispas de acero chocando resonaban en el aire, mezclándose con los rugidos de los monstruos y los gritos de los semidioses.
Me movía con rapidez entre las sombras de la batalla, buscando los flancos débiles de los monstruos. Flecha tras flecha salía de mi arco, encontrando sus blancos con precisión milimétrica, cortando el aire y enviando destellos de luz cada vez que hacía contacto con la oscuridad de las criaturas.
De repente, un monstruo más grande y feroz se interpuso en mi camino. Con agilidad, esquivé su ataque y contraataqué buscando abrir una brecha en su defensa.
Hubo una explosión a lo lejos, y el fuego griego se extendió arrasando todo.
—Mierda —mascullé esquivando las garras del monstruo que centelleaban a la luz de las llamas como enormes navajas.
El caos se extendía como una marea oscura y furiosa. Mientras esquivaba los embates del monstruo, sentí la furia y la rabia que emanaban de él. Apreté los dientes, dejando que su ira me invadiera y se mezclara con mi propio enojo.
El monstruo, en medio de su furia descontrolada, se detuvo por un instante al sentir el cambio en el aire. Mis alas se desplegaron, y con un movimiento ágil, aproveché la confusión momentánea del monstruo y lancé una flecha de plomo. La flecha encontró su objetivo, impactando en una zona vulnerable y la confusión de la criatura estalló en un enojo destructivo. Soltando un gruñido ensordecedor, se giró y cargó contra sus propios compañeros.
No me gustaba usar esas flechas, no al menos contra otros humanos, pero contra monstruos, sabiendo que aunque se desintegraran, podrían volver del Tártaro como si nada en unos años, eran bastante útiles.
Mientras me sostenía en el aire, dirigí la atención hacia los demás. Era impresionante la valentía y destreza con la que todos luchaban, para ser adultos casi sin experiencia en misiones, eran muy buenos peleando.
O al menos así fue...hasta que muchos de ellos se detuvieron abruptamente. Sentí el cuerpo helárseme al comprender los movimientos mecánicos de varios.
«Klaus, maldita sea».
La sangre comenzó a derramarse por todo el campo, los monstruos caían y los semidioses luchaban sin piedad entre ellos. Hubo otra explosión y el fuego se extendió con más brío. La oscuridad de la noche se veía agravada por las llamas devoradoras que arrasaban con todo a su paso.
Sentía el corazón en la garganta. Esto era...era...mi visión.
El Santuario estaba prendido fuego, y esto, no tenía nada que ver con Apolo. Me faltaba el aire, no podía respirar por la cantidad de humo que había.
Descendí hasta el suelo, presa de un ataque de tos, mientras intentaba recuperar el aliento en medio del humo asfixiante. Los rugidos de los monstruos resonaban en la oscuridad de la noche, mezclándose con el crepitar de las llamas y los gritos de los semidioses.
La sangre manchando todo, los monstruos invadiendo todo el terreno y semidioses peleando unos contra otros. Era una verdadera masacre.
Intenté ignorar el dolor en los pulmones y la tristeza y el miedo que amenazaba con abrumarme, producto de las emociones negativas que flotaban por todo el lugar, priorizando infundir las mías para calmar a todos.
En medio del humo espeso y la confusión, mis sentidos se agudizaron, alguien corría hacía mí, sabía quién era. Esta vez no lo dejaría tomarme con la guardia baja. Tensé los músculos y me paré más firme en mi posición, esperando el momento en que su mano intentaría sujetar mi cabello para arrojarme al suelo.
En un giro rápido, me volví hacia él. El rostro de Klaus, oculto parcialmente por la oscuridad y la maraña de humo, reflejaba sorpresa al encontrarse con una resistencia que no esperaba. Mis dedos se cerraron con firmeza alrededor de su muñeca y con una mezcla de fuerza, la torcí hacia atrás, aprovechando su propio impulso de velocidad contra él.
Moviéndome tan rápido cómo podía para no darle tiempo a reaccionar, usé mi pierna para barrerle los pies, llevándolo al suelo con un estruendo sordo, arrojándolo al suelo. Se retorció bajo el fuerte agarre, intentando poder liberarse sin éxito, pero se detuvo abruptamente cuando notó mi mano con una daga contra su cuello.
Klaus sonrió, y el brillo de las llamas iluminó su rostro, proyectando sombras danzantes que por un segundo me recordaron a los monstruos de mis terrores nocturnos, varios meses atrás.
—Sabías que vendríamos —murmuró con certeza.
Asentí.
—Fuiste muy insistente con querer ver mis visiones —respondí presionando más fuerte la daga hasta que un ligero hilo de sangre descendió de su cuello y se perdió entre su ropa—. Supuse que debía ver una miradita.
—Aún así, nunca serás suficiente para vencerme.
—¿Eso crees? —Ladeé la cabeza, sonriendo de la misma forma en la que él me había mirado en la visión: ladina, grande y con una promesa silenciosa de las consecuencias que enfrentaría si continuaba su juego.
Klaus resopló.
—Sigues siendo demasiado confiada.
Su comentario apenas escapó de sus labios cuando, con una rapidez que me tomó por sorpresa, arrojó puñados de tierra directo a mis ojos. Parpadeé frenéticamente, sintiendo el ardor mientras la tierra se me adhería a las pestañas y me nublaba la visión. El agarre sobre Klaus se aflojó por un instante, y él aprovechó la oportunidad.
Con un movimiento brusco, Klaus se zafó de mi control, apartándome de él con una patada precisa directo en la cabeza. El golpe me arrojó hacia atrás y el dolor se expandió como brasa, un gemido salió de mi boca, mientras me sujetaba la zona ahora sangrante.
Veía borroso por la tierra y el golpe, y el humo no ayudaba mucho. El sonido de la risa de Klaus resonó en el aire.
Mis dedos palpaban el suelo en busca de mi daga perdida, sin resultados.
—Patético —se mofó, danzando alrededor de mí como un depredador que acechaba a su presa herida.
Apreté los dientes, tratando de concentrarme pese al caos a mi alrededor mientras frotaba mis ojos en un intento desesperado por recuperar completamente mi visión. Me forcé a centrar los sentidos en el sonido. Cada rugido, cada choque de acero, y, sobre todo, la risa burlona de Klaus, se convirtieron en mi brújula.
De repente, el aire cambió a mi alrededor. Un susurro, un leve desplazamiento de peso cerca mío. Klaus se movía hacia mí con la certeza de que me tenía vulnerable.
Me giré en la dirección del sonido de sus pasos, y cuando estuvo demasiado cerca, apoyé todo el peso en una mano y empujé las piernas para tomar impulso hacia atrás, mi cuerpo siguió la trayectoria del salto mortal, una de mis piernas lo golpeó en la mandíbula mientras bajaba siguiendo el mismo impulso de gravedad.
Aterricé con gracia sobre los pies, mientras Klaus se tambaleaba hacia atrás. El brillo de mi horquilla convertida en espada, iluminaba la oscuridad de la batalla.
—Sigues siendo demasiado confiado —repetí con tono burlesco.
—Lo empezaré a tener en cuenta.
Blandió su propia espada y se abalanzó contra mí. Esquivé su primer ataque con un giro rápido, sintiendo la corriente del viento mientras su espada cortaba el aire a centímetros de mi rostro. Nuestros aceros chocaban, resonando en el tumulto de la batalla circundante. Bloqueé sus ataques, aprovechando cada oportunidad para contraatacar.
Aprovechando un punto abierto, dirigí la espada hacia su costado, pero Klaus logró bloquear el golpe a último momento, la fuerza del choque resonó en mis brazos. Esquivé un tajo descendente de Klaus con un giro rápido de espada, y contraataqué con un golpe lateral dirigido a sus piernas. Él saltó ágilmente, evitando el golpe, y respondió con una serie de rápidos ataques.
Me lancé hacia un lado, evitando su golpe por un margen estrecho. Aproveché su desequilibrio momentáneo para recuperar mi posición y, con una rápida vuelta, dirigí una patada precisa a su rodilla.
Klaus soltó un gruñido de dolor, giré sobre mí misma, agarrando un puñado de su ropa. Con un tirón brusco, lo atraje hacia mí mientras lanzaba una rodilla directo a su rostro.
Un crujido resonó en el aire, y Klaus se tambaleó hacia atrás, aturdido por el impacto. Mi respiración agitada resonaba en mis oídos mientras me preparaba para el próximo asalto.
Levantó la mirada hacia mí con una sonrisa perturbadora.
—¿Sabes? No me importa realmente si Cronos gana o no, no me importa si los dioses son destruidos o no. Mi única razón para estar en su bando, es simple: me gusta ver el mundo en caos y destrucción.
—Por alguna razón, no me sorprende.
Aunque no entendía a qué venía esa confesión.
Extendió sus manos y la neblina gris se expandió más intensa que el humo.
Me tensé, apretando la empuñadura de Resplandor, esperando el sacudón en la mente, pero no pasó nada. Sonrió perversamente.
—No dejes que tus amigos se hagan daño, Darlene.
Observé horrorizada a Héctor cortando con su espada, sin distinguir entre amigos y enemigos, avanzando rápidamente hacia su padre, que estaba de espaldas a él y recordé que en mi visión, Bruno debía morir por la garra de un monstruo, pero ahora eso había cambiado por mi intervención.
«No...no...no dejaré que pase otra vez». Mis ojos se llenaron de lágrimas al revivir la muerte de Lee.
—En una guerra, cualquier arma es válida. Klaus no dudará en intentar manipularte, a tí o a quien sea con tal de ganar, deberás elegir si estás dispuesta a mantener tus valores cuando alguien a quién amas corra peligro. Solo piensalo. Toda arma o estrategia es válida con tal de obtener la victoria. Aquí no podemos darnos el lujo de ser moralmente correctos, o sino, el mundo acabará en manos de Cronos, y lo más probable, es que Apolo acabe encerrado en el Tartaro si eso pasa. Elige bien.
Mi cuerpo se movió antes de que pudiera ser completamente capaz de comprender el recuerdo de las palabras de Alessandra.
Desplegué mis alas sintiendo las venas como lava ardiente, una brisa perfumada inundó mis sentidos. Sus ojos se abrieron de par en par, reflejando el brillo de una pasión recién despertada. Sus labios entreabiertos dejaban escapar un suspiro casi imperceptible. Su expresión pasó de la arrogancia a la vulnerabilidad en cuestión de segundos. Su cuerpo pareció temblar antes de caer de rodillas frente a mí.
—Darlene, entiendo tus principios, pero enfrentarte a Klaus no será una batalla convencional. Necesitarás usar todos los recursos a tu disposición, él no dudará en usar lo que sea necesario para ganar, aquí no podemos darnos el lujo de tener nobleza.
—¿Y qué pretendes que haga? —cuestioné incrédula—. ¿Qué lo seduzca para convencerlo que deje el Santuario por la paz?
—No seas tonta, por supuesto que no. Pero es mejor un ejército destilando amor, que uno sediento de sangre.
Me elevé aún más y un halo de brillo rosa casi rojo me envolvió, dejando que mi poder se extendiera con más fuerza, como un tsunami abarcando todo a su paso, fluyendo con brutalidad ante cada persona o monstruo que encontraba.
Y como si la predicción de Alessandra previno, la neblina gris que Klaus había desatado retrocedía ante mi aura, y uno a uno, monstruos y semidioses bajaron sus armas, observándome atónitos antes de caer todos de rodillas.
—Tienes que entender, Darlene —dijo con seriedad—. que el amor tiene un inmenso poder sobrecogedor, capaz de salvar hasta a las almas más llenas de odio, pero también es una fuerza capaz de destruirte.
Cerré los ojos, recordando las palabras de Afrodita, sintiendo por un instante, el placer incontrolable que flotaba por todo el lugar. Me sentía...tan poderosa.
«Las guerras más grandes de la historia se desataron por amor».
Por primera vez estaba comprendiendo por completo el verdadero poder que tenían Afrodita y papá. Por eso él era tan temido, por eso ella era tan respetada. Por eso Ares los amaba.
Ambos me habían heredado su fuerza y voluntad. Las mismas que ahora me habían dado el poder para poner a dos ejércitos de rodillas.
En ese momento, hubo un gran estruendo de gritos de guerra y observé, atónita, a la cabaña de Ares ingresar con lanzas y espadas al Santuario.
Disminuí la fuerza de mi poder, no queriendo que ellos también cayeran presos de él. Haciéndolo retroceder de los semidioses del Santuario, dejando que solo los enemigos se mantuvieran en ese estado.
Poco a poco, comenzaban a recobrar la claridad y se pusieron de pie, confundidos, recuperándose al ver a los de Ares atacar al enemigo, uniéndose a la refriega nuevamente.
—¡No! —El grito furioso de Klaus me regresó la atención hacia él.
Me miraba con desprecio e impotencia, sus manos abiertas tratando de extender su poder otra vez, pero éste seguía retrocediendo ante el mío.
Mis alas se cerraron lentamente. A mi alrededor, cada vez íbamos ganando más terreno, los monstruos desaparecían en alaridos y brillos dorados cuando las armas los atravesaban, y los semidioses enemigos reducían sus números.
Caminé hacia Klaus, cuya expresión me resultó demasiado familiar.
—Creo que esta vez gané yo.
Una risa amarga escapó de sus labios.
—Aún no lo has comprendido —masculló entre dientes—, aún no has visto nada.
Entonces, de su espalda brotaron dos enormes alas negras.
—¡¿Qué?! —Lo miré asombrada, sin comprender lo que veía.
—No eres la única con un padre alado, Darlene —dijo sonriendo mientras sus alas comenzaban a elevarlo—. Disfruta tu pequeña victoria, ya nos veremos en otro momento.
Con esas palabras, se alejó antes de que pudiera siquiera reaccionar. Sentí una mezcla de asombro y frustración. Su escape me había tomado por sorpresa, y mientras observaba cómo se alejaba, una sensación incómoda se apoderó de mí.
El sonido de un cuerno de victoria resonó por todo el campamento, justo cuando el sol comenzó a deslumbrar con sus rayos.
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—Esa... esa fue una intervención impresionante —dijo Bruno acercándose a mí apoyado en el hombro de su esposo.
—Gracias —murmuró Julián con una pequeña sonrisa.
—No fue nada —dije negando con la cabeza.
Calia bajó del árbol con gracia, con su mirada llena de gratitud.
—¡Claro que lo fue! —exclamó dando un fuerte abrazo, luego se giró hacia ambos y los besó con tal intensidad que sentí un ligero cosquilleo en la piel.
—Oigan, una menor aquí presente —dije levantando la mano—, no quiero tener que ir por agua para bajarles la calentura.
Pero me ignoraron sin pudor alguno.
—Técnicamente, es tú culpa. —Me giré hacia Héctor, tenía una sonrisa pequeña en sus labios, pero sus ojos parecían estar llenos de dolor—. Gracias.
—No...
—No digas que no fue nada, por favor —dijo conteniendo un sollozo—. Si no hubiera sido por tí, habría matado a mi propio padre.
No supe qué responder a eso.
—Héctor, yo...
—Gracias —repitió abrazándome con fuerza.
Cerré los ojos con fuerza, aguantando mis propias lágrimas.
—No tienes que agradecerme, Héctor. Estamos todos juntos en esto.
Aunque las palabras sonaban reconfortantes, sentía que había algo más, una sombra que amenazaba con oscurecer la alegría momentánea.
Klaus había escapado, dudaba que Cronos le perdonara fácilmente su fracaso, pero quería creer que pasaría tiempo antes de que cumpliera su amenaza.
—¡Darlene!
Me separé de Héctor, girándome hacia el grito y pasos que se acercaban corriendo hacia nosotros.
—Clarisse —dije con una sonrisa suave.
Me había equivocado. Aunque fuera casi al final, la ayuda de la cabaña cinco me había ayudado en el momento justo.
Se detuvieron frente a mí, todos con sus horribles sonrisas y caras cubiertas de sangre. Me pregunté cómo me vería yo misma tras pasar toda la noche peleando.
—No tengo idea de qué hiciste —dijo ella—, pero por los rumores, fue toda una locura.
Me reí y me encogí de hombros.
—Ni yo sé que hice exactamente.
—Bien hecho —espetó dándome un golpe en el brazo, sacándome un quejido de dolor.
—¡Amigos!
Nos giramos hacia Julián, que se había subido a un montón de rocas y todos le prestaron atención. Noté a Héctor abrazando a su padre Bruno, mientras él le murmuraba cosas tratando de calmarlo.
—¡Esta noche, hemos obtenido la libertad! —gritó Julián con la espada en el alto, y una gran ovación surcó todo el campo—. No es el final de la guerra, no con Cronos aún siendo una amenaza, pero hemos dado un gran paso hacia el camino correcto. —Hubo más gritos enfebrecidos—. Esta noche, nuestros hermanos del Campamento Mestizo han venido en nuestra ayuda, pero debemos principalmente esta victoria a nuestra heroína. ¡Darlene! —Me señaló y todos se giraron hacia mí.
—He...no...no... —intenté decir, pero Clarisse me empujó hacia él.
—Aunque no quieras reconocerlo, si no hubiera sido por tí, no habríamos ganado. Fuiste la única que siempre tuvo el valor de enfrentar a Klaus, y la única que tuvo el poder para contrarrestar el suyo.
Julián extendió la mano hacia mí, y la multitud coreó mi nombre. A regañadientes, acepté su ayuda para subir a las rocas. Sentí la mirada de todos sobre mí, y era una sensación extraña.
Pero cuando pensé que no podía ser más extraño, una luz cegadora resplandeció frente a mí. Cerré los ojos y al abrirlos nuevamente, me llevé una sorpresa que nunca esperé.
No estaba en el Santuario, y delante de mí, no había ninguno de los semidioses con los que peleé.
Estaba en el Olimpo, y estaba delante de los doce Olímpicos.
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Ok. Los Olímpicos tienen un serio problema con secuestrarme.
Abrí la boca sin saber qué decir, los doce dioses me miraban como esperando algo de mí.
«Inclínate, estúpida» dijo mi consciencia.
Ah, sí.
Me incliné rápidamente, antes de que decidieran calcinarme.
—De pie, Darlene Backer —dijo Zeus con voz seria.
Obedecí, levantando un poquito la mirada, y lo primero que hice, fue dirigirla hacia el trono de Apolo.
Me contuve de soltar un suspiro. Estaba tan guapo como siempre el muy hijo de su putisimo padre.
«Hola, preciosa» dijo en mi mente, guiñandome un ojo.
«¿Qué te he dicho sobre meterte en mi cabeza?»
Levantó un dedo, señalando al trono de su padre, mientras hacía esfuerzos para no sonreír.
Ah...cierto, los demás dioses.
Aparté la mirada de él y entonces me di cuenta de que mi padre estaba en la sala también. Apoyado contra una columna y mirando a Apolo con enojo. Luego me miró a mí, y sonrió.
«Bien hecho, princesa» dijo con tono orgulloso.
Un carraspeo llamó mi atención, y me giré hacia Zeus.
—Como decía...Darlene Backer, has demostrado ser una fuerza formidable en esta batalla. Tus acciones han cambiado el rumbo de los acontecimientos, y has reducido enormemente los números de nuestros enemigos. No solo eso, probaste ser un eslabón poderoso para nuestra victoria en un futuro.
Me mordí el labio inferior, aún procesando la magnitud de lo que había logrado.
—Has mostrado valentía y astucia, querida —añadió Afrodita.
Por alguna razón que no entendía, me estaba sonriendo. Me pregunté si acaso se había olvidado que la amenacé con una flecha en la cara.
—Gracias —dije con duda.
—¡Fue una buena pelea! —expresó Ares asintiendo a gusto—, lo que le hiciste a ese monstruo clavando una flecha en el ojo fue....
—Sabemos que tienes un futuro importante por delante, Darlene —dijo Atenea interrumpiéndolo—, pero hoy has hecho mucho más. Tu fuerza de voluntad y valor esta noche ha sido asombrosa.
—Mi chica es lo mejor —dijo Apolo de repente.
—Sí, por eso te tiene domesticado —espetó Artemisa con una sonrisa burlesca.
La mayoría se rió sin piedad, él frunció el ceño, y de repente la comisura de su labio se curvó, como si hubiera pensando que no estaba segura de querer saber.
—Lo importante —Hera remarcó sus palabras con fuerza, llamando la atención de todos en la sala—, es que tu victoria nos ganó tiempo y números. Bien hecho.
Asentí sin mucho ánimo.
—Bien hecho, Darla Barren —masculló Dioniso haciendo una mueca con los labios. La conocía bien, era la misma que me había dado el verano pasado cuando me agradeció por haber salvado a su hijo.
Hefestos y Démeter se limitaron a inclinar la cabeza de acuerdo con él. Poseidón murmuró algo sobre "pudo haber sido mi nuera", pero me sonrió cuando me giré hacia él y levantó el pulgar.
Apolo lo miró enojado.
—Fue una destreza realmente impresionante la tuya con el arco —expresó Artemisa con una sonrisa orgullosa—, sigo lamentando que no pertenezcas a mi cacería, pero dada las circunstancias de tu futuro, me gustaría invitarte a pasar unas semanas con mis cazadoras. Podría ser una gran experiencia.
—Yo... —No quería sonar grosera, me gustaba la idea de pasar unas semanas con ella y Thalia, pero no estaba segura de qué tan buena idea era juntarme con las demás cazadoras considerando que una vez casi le declaré la guerra. Miré a Apolo, y él me sonrió, decidí que valía la pena intentarlo—. Será un honor, señora.
Ella asintió complacida.
—Y cómo Apolo no dejó de parlotear durante toda la batalla —agregó Hermes.
—Sí, sí —murmuró Zeus. Levantó la mirada al techo, como si estuviera cansado—. Ciertamente tu aporte fue imprescindible, y dado que, como dijo Atenea, tienes un futuro importante, hemos estado debatiendo un poco.
Enarqué una ceja sin entender nada.
Darlene Backer, por tu gran valor y lealtad, por tu impresionante victoria y destreza en el campo de batalla. —Con un gesto majestuoso, Zeus alzó su mano y una luz dorada brilló sobre mi cabeza, me di cuenta que en mi cabeza comenzaba a aparecer lentamente, una diadema de oro—. El consejo Olímpico, en votación unánime, te nombra "Espada del Olimpo".
HURRA!!!
¡DARI CONSIGUIÓ SU PRIMER TÍTULO OFICIAL!
Prepárense que en el siguiente cap se viene chismesito olimpico y unos buenos besotes.
Ahora, unos memes...
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