032.ᴠᴇɴᴜꜱ
╔╦══• •✠•❀ - ❀•✠ • •══╦╗
ᴠᴇɴᴜꜱ
╚╩══• •✠•❀ - ❀•✠ • •══╩╝
HÉCTOR ME DEJÓ EN EL SILLÓN DE SU CABAÑA, MIENTRAS SU MADRE CURABA MIS HERIDAS.
—Lo que hiciste fue una completa locura, Darlene —dijo Bruno. Calia me entregó un poco de néctar.
—No podía dejar que siguiera haciendo de las suyas —espeté tomándolo.
—Sí, pero no era la forma —replicó Julián.
Estaba apoyado en el marco de la puerta, con los brazos cruzados y una expresión seria. Me dio la sensación que así se vería Luke si llegara a los cuarenta y sin la cicatriz. Los genes de Hermes eran impresionantes.
—Al final todo salió bien.
—¡No, no lo fue! —gritó Héctor—. ¡Fuiste inconsciente! Tuviste suerte de que Lessa interviniera.
Lo miré con el ceño fruncido, dándome cuenta por primera vez de las heridas que él y su padre tenían. Al parecer habían intentado detener a Klaus de que me matara, pero habían acabado metidos en una pelea, en realidad, varios miembros del santuario habían intentando salvarme, pero o los seguidores de Klaus les habían impedido el paso o algunos habían caído presos de su hipnosis y habían acabado peleando entre ellos.
—Tal vez sí lo subestimé —dije enfurruñada.
—¿Eso crees? —cuestionó Bruno con el ceño fruncido—. Klaus, por alguna razón, tiene un especial interés en matarte y no creo que vaya a detenerse hasta conseguirlo. No puedes seguir actuando de manera tan imprudente.
«Lo mismo pretendía Apolo y ahora no para de regalarme flores», pensé rodando los ojos.
—Miren, les prometo que no volverá a ocurrir, no volverá a tomarme con la guardia baja y...
—No es tan fácil, Dari —intervino Calia—. Klaus tiene mucha experiencia matando gente, no le temblará el pulso, y ni siquiera sabemos por qué parece obsesionado con hacerte daño.
Bajé la vista, tenía los puños apretados sobre mis piernas. Algo dentro mío también se sentía personal contra él, y lo que más hacía hervir mi sangre, era cuando el muy cabrón no dejaba de mencionar a Michael.
No sabía qué le pasaba, pero no estaba dispuesta a dejar que se acercara a él.
—Deberías dormir un poco —me recomendó Calia.
—No puede todavía —intervino Julian—, Alessandra quiere hablar contigo.
Suspiré resignada, me sentía como si me hubiera atropellado un camión. No me dolía tanto el cuerpo y el orgullo tras una pelea desde que tenía doce años y Clarisse estaba comenzando a entrenarme.
—Iré ya para poder ir a dormir —mascullé poniéndome de pie con dificultad.
—Déjame ayudarte —dijo Héctor pasando mi brazo por encima de su hombro, cuando me quejé por el dolor.
—Gracias.
Héctor me ayudó a salir de la cabaña, la oscuridad se cernía sobre el bosque, y las llamas de los árboles incendiados aún proyectaban sombras inquietantes que se reflejaban en los rostros preocupados de todos los que intentaban apagarlo.
—Tu novio se enojó bastante —comentó por lo bajo.
No respondí, solo sonreí.
«Ya cálmate, Sunshine. Estoy bien, no quiero que destruyas este lugar».
Tenía la esperanza de que me hubiera escuchado y no hiciera un enorme drama por culpa de mi imprudencia. Inmediatamente, una brisa fresca comenzó a soplar y el calor sofocante se atenuó muchísimo.
«Gracias, cariño» pensé sonriendo por lo bajo.
Mi cuerpo dolía con cada paso, y el sabor metálico de la sangre persistía en mi boca.
—¿Te duele?
—Algo, pero no es nada a otras veces —respondí haciendo una mueca de dolor.
—Al menos no fue tan grave.
Héctor me ayudó a llegar a la carpa de Alessandra, lo suficientemente cerca para que pudiera moverme sola.
—¿Estás segura de que no quieres...?
—No, ve a ayudar con las secuelas del incendio —dije apoyando mi mano en la herida del abdomen—. Estaré bien.
—Si tú lo dices —murmuró sin creerme mucho y se alejó.
Respiré profundo, incluso cuando ya no había peligro de nada, la herida me ardía mucho.
Y como si fuera un interruptor, el dolor comenzó a menguar hasta desaparecer, y un calorcito me invadió el pecho.
—Gracias —mascullé antes de acercarme a la entrada de la tienda.
Sabía que tendría que enfrentar los reproches de Lessa, y aunque ella podrá tener razón en que arriesgué todo, no me arrepentía de nada, no cuando Klaus andaba usando niños para divertirse como si fuera un emperador viendo a sus gladiadores matarse entre ellos.
Estaba por entrar a la tienda cuando las voces dentro me llamaron la atención.
—Estás exagerando —dijo Klaus con tono despectivo.
—¡¿Exagerando?! —gritó Lessa furiosa—. ¡Por tu culpa casi arruinas el plan que venimos preparando hace dos años, y todo por tu estúpida obsesión con esa chica!
—Sigo sin entender por qué es tan importante —espetó él—, es solo una mocosa sin valor, no pasará nada si...
—¡Ya viste lo que hizo Apolo! ¡¿Tienes una idea de lo que haría si ella muere?! —gruñó con tono amenazante—. La traje conmigo para evitar que los dioses sigan destruyendo nuestros campamentos, con ella en nuestro poder, tienen las manos atadas, ¡y tú casi lo arruinas todo!
Se me escapó un jadeo bajo y mis ojos se abrieron con incredulidad.
«¡¿Pero qué mierda?!»
Sentí una mezcla de traición y confusión. ¿Me había equivocado en mi análisis de carácter y Alessandra me había mentido todo este tiempo?
Sus palabras se repetían en mi mente como un disco rayado.
¿Era una carnada? ¿Me había entregado voluntariamente como cebo extorsivo para evitar que los dioses redujeran el ejército de Cronos?
¿Era todo... una trampa?
"La mejor mentira, es la que contiene algo de verdad en ella" me había dicho en la mañana, y por alguna razón, me había generado dudas.
Ahora entendía por qué.
O al menos una parte lo era. No estaba segura, pero la otra parte de mí quería creer que esto era otra actuación de Lessa para rescatar el desastre que provoqué al atacar a Klaus antes de tiempo.
—Me importa un carajo lo que sea que tengas contra ella, no volverás a hacer una cosa así —ordenó entre dientes—. No vas a joder todos mis planes.
Mis manos temblaban, y la ira se apoderó de mí. Otra vez, me sentía como un peón en un juego mucho más grande de lo que imaginaba.
¿Pero... qué debía hacer ahora?
Cuando sabes una verdad, tienes que tomar una decisión sobre ella. Ahora tenía que pensar en cómo seguir a través de todo esto.
—Como sea —espetó él tras unos instantes de silencio.
No me sentía del todo con fuerzas para elegir ahora, decidí que Alessandra podía esperar. De todas maneras, ella creía que yo seguía pensando que éramos amigas.
━━━━━━━━♪♡♪━━━━━━━━
Volví a la cabaña principal, donde Calia me había preparado una cama para que descansara por mis heridas. La habitación era pequeña, pero al menos estaría tranquila por esta noche.
La luz tenue de una lámpara de aceite iluminaba la pequeña estancia. Cerré la puerta detrás de mí, sumergiéndome en la relativa oscuridad. Me acerqué a la cama y me senté sobre el colchón.
—Que ya acabe este maldito día —mascullé apoyándome en las rodillas y pasando la mano por mi rostro cansado.
—Cronos quiere que pongas tus visiones a su disposición.
Estaba comenzando a cansarme de que todo en lo que pudiera pensar era en ese imbécil de mierda.
—Cronos quiere que pongas tus visiones a su disposición.
Levanté la vista hacia la pared frente a mí.
«Cronos... ¿qué quiere de mis visiones?»
Morfeo también había querido ver en ellas, pero algo lo había bloqueado, algo que pensaba, tenía que ver con los dioses.
Zeus no quería que ellos vieran y había mandando a Apolo para que protegiera mis visiones en sueños. Y luego... otra vez había perdido la capacidad de recordar lo que ocurría dormida.
—Cronos quiere que pongas tus visiones a su disposición.
—Algo están planeando —mascullé entre dientes—, algo va a pasar.
Respiré profundamente, intentando concentrarme y sumergirme en un estado de trance, tal como siempre hacía cuando practicaba con Quirón. Cerré los ojos y me sumergí en un estado de meditación, dejando que mi intuición y mis sentidos se agudizaran.
Me sentí caer hacia atrás, como si me estuviera quedando dormida de golpe, pero se sentía más como caer de espaldas hacia un enorme vacío, con tal fuerza que el peso de la gravedad me arrastraba como una enorme piedra, sacudiendo todo a mi alrededor.
Abrí los ojos horrorizada. El Santuario estaba prendido fuego, y esto, no tenía nada que ver con Apolo.
Me faltaba el aire, no podía respirar por la cantidad de humo que había.
Los gritos de sus habitantes, la sangre manchando todo, los monstruos invadiendo todo el terreno y semidioses peleando unos contra otros. Era una verdadera masacre.
Alguien corría hacía mí, no alcancé a girarme a tiempo y me sujetó del cabello, arrojándome al suelo y presionando mi espalda para evitar que me pudiera defender.
Me retorcí bajo el fuerte agarre, intentando desesperada poder liberarme y la risa perversa me heló el cuerpo.
Sentí el filo de una daga apoyada contra mi cuello, y él levantó unos centímetros mi cabeza del suelo.
—Nunca serás suficiente para vencerme —masculló con diversión.
—Vete a la mierda —espeté tratando de quitármelo de encima sin éxito.
—Deberías agradecerle a Lessa, sin ella nada de esto sería posible. Ella quería tener un as contra los dioses, pero no midió el alcance de traerte ante mí.
Y eso era lo que más me enojaba. Había confiado en ella y esta era la consecuencia.
—Voy a matarlos... a ambos —escupí sintiendo mis lágrimas caer.
—Sí, seguro que sí —bufó.
A nuestro alrededor, la lucha seguía y a lo lejos, pude distinguir a Bruno caer cuando un monstruo atravesó su cuerpo con sus garras. Sollocé, sintiendo tanta impotencia, pero no podía moverme, no podía hacer nada.
—¿Recuerdas lo que te dije aquella vez, hace 2500 años? —preguntó pasando el filo de la daga de mi cuello hacia mi rostro, grité cuando ejerció presión en la mejilla haciéndome sangrar—. No será lento. No lo disfrutarás. Yo no soy tu rey.
Y como si esas palabras fueran un balde de agua helada, grité. Entre tanto odio y rencor, un repentino golpe de horror se coló por cada fibra de mi ser, apoderándose de mí como un monstruo voraz, borrando cualquier atisbo de valentía que pudiera quedar en mi interior. La fría hoja de la daga se deslizaba peligrosamente por mi piel, dejando una línea de sangre ardiente a su paso. Mi corazón latía con fuerza, martillando en mis oídos como un tambor frenético.
—¿Recuerdas, Darlene? —susurró con malicia, deletreando mi nombre con lentitud; disfrutando de mi agonía—. Yo recuerdo cada detalle, cada grito, cada lágrima que derramaste. Esta vez, no cometeré el mismo error, esta vez... serás tú la que caerá primero.
Mi mente se sumergió en un torbellino de imágenes del pasado, la crueldad de aquellos días resurgiendo como espectros que se alzaban desde lo más profundo de mi memoria. Aquellos gritos, aquellos momentos de desesperación... todo se desplegaba ante mis ojos como un macabro espectáculo.
«Vuelve con tu escudo o sobre él» dijo mi consciencia.
No... no era ese monstruo horrible que reflejaba todas mis inseguridades. Era otra cosa... era...
«Eres una guerrera, eres la reina. Eres de la sangre espartana, de la sangre de Ares. No lo dejes ganar. Lucha y mátalo».
Cerré los ojos con fuerza, tratando de bloquear los recuerdos, pero eran cadenas invisibles que me ataban al pasado. Sentí la humedad de mis lágrimas mezclándose con la sangre en mi mejilla, una manifestación física de la tortura emocional que estaba experimentando.
Un recuerdo de antaño cargado de furia y asco me recorrió por completo. No había lugar para el miedo ni el dolor, ya habría tiempo para eso después, ahora... Ahora... debía dejar que la piel de mi vida pasada me invadiera.
Por más que fuera ahora quién era, seguía siendo una niña. Ella tenía la verdadera experiencia de una guerrera con las manos manchadas de sangre que no sentía piedad por su enemigo.
Con un jadeo profundo me sentí regresar.
Abrí los ojos con brusquedad, sintiendo cómo la realidad se cerraba sobre mí como un puño implacable. El aire me llenó los pulmones en grandes bocanadas, pero la opresión no abandonó mi pecho. Mi respiración era agitada, el pecho subía y bajaba con frenesí mientras el eco de los gritos y el estruendo de la batalla se desvanecían lentamente.
La luz tenue de la lámpara de aceite parecía parpadear, arrojando sombras danzantes sobre las paredes. Me encontraba de nuevo en la cabaña, pero la crudeza de la visión persistía en mi mente.
Mis ojos se posaron en el techo de la pequeña habitación, pero mi visión estaba borrosa. Parpadeé varias veces, tratando de despejar la neblina que confundir mi percepción. El frío sudor perlaba mi frente, y mis manos temblaban levemente mientras las apretaba con fuerza. La realidad y la pesadilla parecían entrelazarse, superponiéndose de una manera confusa. Aún sentía el eco de la risa perversa, la presión de la daga en mi piel.
Me llevé una mano al rostro, ninguna herida ni sangre. Solo suavidad y lágrimas.
El silencio se había apoderado de la cabaña, interrumpido solo por el crepitar de la lámpara de aceite. Mis pensamientos corrían desenfrenados, tratando de procesar lo que acababa de experimentar.
Me incorporé lentamente, apoyándome en los codos mientras mi mirada se deslizaba por la habitación. Cada músculo, tenso y alerta, como si el peligro estuviera a la vuelta de la esquina.
La realidad de mis emociones aún estaba enredada entre el miedo, la rabia y la impotencia.
Me quedé sentada en la cama, tratando de recobrar la compostura y entender lo que había sucedido. El colchón bajo de mí era sólido, tangible, un ancla que me recordaba que estaba de vuelta en el presente. Aunque mi cuerpo temblaba, había una chispa de determinación en mis ojos.
—Es todo una trampa —murmuré—. Si no pueden usarlos como soldados, los van a eliminar.
Pero no tenía sentido.
Nada de esto lo tenía.
Apolo y papá habían confirmado que Alessandra era de nuestro bando.
Y ella había dicho que el hecho de haber perdido a Luke por Cronos la había marcado lo suficiente para dejar de intentar convencerlo de hacer lo correcto y al menos intentar salvar su alma luego de que destruyera a Cronos.
Entonces, ¿por qué ahora resultaba que nada de lo que se suponía era real? ¿Por qué ahora resultaba ser todo una trampa contra los dioses?
¿En qué me equivoqué?
¿Era otra estrategia suya para evitar levantar sospechas de su traición? ¿A quién estaba traicionando: a Luke y Cronos, o a Niké y al Olimpo?
¡MARATÓN!
Estaré subiendo varios en días seguidos, prepárense que se vienen cositas fuertes.
Por otro lado, me he estado tardando tanto porque no terminé bien el año: tomando mate, tiré sin querer agua sobre el teclado Bluetooth de mi tablet. Si bien anda, la tecla espacio no funciona y no consigo ningún técnico que me lo arregle. Tuve que volver a escribir en la notebook que es bastante lenta.
No tengo meme para la historia, pero tengo este que me hizo una amiga por mi tragedia con el teclado.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro