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031.ᴄᴀʟᴇɴᴅᴜʟᴀ

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ᴄᴀʟᴇɴᴅᴜʟᴀ

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━━━24 de Noviembre

LA LLEGADA DE KLAUS ERA COMO ESTAR EN UN VERDADERO INFIERNO.

No tenía otra manera de explicarlo, el tipo realmente tenía atemorizados a todos allí, ni siquiera los adultos o sus propios secuaces se atrevían a hacerle frente.

Los niños, que antes jugaban tranquilos, ahora no tenían permiso de salir de las tiendas principales, y todos procuraban nunca quedarse solos. 

Lessa era la única que podía sentirse un poco más tranquila a solas, y únicamente porque su posición como novia del cabronazo de Luke la protegía.

Lo peor, era que no importaba cuánto lo intentara, el tipo se me aparecía en cada esquina. Se había tomado muy en serio lo de vigilarme, y me ponía los pelos de punta el hecho de que no parara. 

—Me parece muy curioso que te hayas peleado con los dioses, pero sigas recibiendo regalos de ese narcisista arrogante —comentó esa mañana en cuanto salí de mi carpa y lo encontré parado frente a mí.

Tuve que poner toda mi fuerza de voluntad para no intentar apuñalarlo. Nadie iba a llamar narcisista arrogante a mi Sunshine frente a mí, sólo yo podía hacerlo.

«Mátalo y terminemos de una vez todo».

Odiaba estar de acuerdo con mi conciencia, pero no podía ser imprudente.

—Será que soy difícil de olvidar —respondí en su lugar.

Klaus se mofó.

—Sí, será eso...

—¿Qué quieres? —cuestioné—. Es muy temprano para que me estes molestando.

Su mirada me ponía nerviosa de una mala manera, del tipo de nervios sobre no saber cuando decidiría que no valía la pena y me mataría.

—Aún no confío en tí, pero tengo que reconocer que no has hecho nada sospechoso —dijo cruzándose de brazos. Esperaba que fuera así, no había tenido ninguna comunicación con nadie del Campamento en casi una semana, seguro que estarían preocupados—. Pero ya es hora que demuestres más compromiso —agregó con una sonrisa perturbadora.

—¿Más compromiso?

—Cronos quiere que pongas tus visiones a su disposición —respondió. Me paralicé, nunca se me ocurrió que podía pedirme algo así—. No podemos acceder a ellas en sueños, pero seguro que podemos tenerlas de una fuente más directa.

La idea de que Cronos quisiera acceder a mis visiones me llenaba de horror. Mis sueños de por sí habían sido un problema cuando Morfeo se vendió, pero Apolo pudo evitar que accediera a ellas, no sabía cómo, pero lo hizo. No iba a dárselas ahora libremente.

—¿Ah sí? —pregunté sintiendo la boca seca.

—Sí, el patético cortejo de ese perro faldero divino nos va a servir muy bien para ganar la guerra.

Mi sangre hervía ante cada palabra suya. Apreté los puños hasta clavarme las uñas en las palmas. Quería tanto matarlo.

—No sé cómo provocarlas —mentí con dureza.

Klaus se rió.

—Sabemos que has estado entrenando mucho para canalizarlas a voluntad. 

«¿Cómo supo...? Es imposible, nadie fuera de los líderes de cabaña sabían...» Un hielo se apoderó de mi cuerpo. «El espía del campamento».

Hacía años que teníamos esa sospecha, pero confirmar que había uno en nuestro bando, y que solo podía ser uno de los líderes me figuraba como un puñal clavado en mi espalda. 

Pestañé para evitar que me salieran las lágrimas. 

¿Quién sería? Podía estar segura de tres; Percy, Annabeth y Michael estaban descartados, pero los demás...

Los rostros de todos ellos pasaron por mi mente: Katie, Clarisse, Beckendorf, Silena, los hermanos Stoll y Castor. 

No, no podía concebir que alguno de ellos fuera el traidor. Simplemente no podía ser, no tenía sentido, no era siquiera concebible que alguno fuera capaz de hacerlo, era... era...

—Te has puesto pálida —comentó divertido—. Te queda lindo el color de un cadáver.

Tragué saliva, tratando de centrarme en el momento.

—¿Así coqueteas? —Enarqué una ceja, y pasé por su lado—. No me sorprende que estés soltero.

Se puso a caminar detrás de mí mientras me dirigía a la arena.

—Créeme, no eres mi tipo, no tengo tan mal gusto.

—Por fin estamos de acuerdo en algo. —Me detuve frente al grupo que estaba entrenando, y él se paró a mi lado.

—No creas que no me di cuenta que estás esquivando mi orden —susurró—, eso no te deja bien parada. ¿Por qué no quieres darle tus visiones a Cronos si ahora estás de su lado?

—No es eso, yo... —me apresuré a intentar justificarme, pero no se me ocurría nada.

—¿Qué intentas esconder? —cuestionó inclinándose sobre mí.

Estaba por apartarlo, cuando divisé, por encima de su hombro, a Lessa acercándose a nosotros a grandes zancadas.

—No tengo por qué responder ante tí —espeté con una sonrisa de lado—. No me puedes dar ordenes.

—Escucha, pequeña perra miserable...

—¡Klaus!

Soltó un suspiro irritado y se giró hacia Lessa.

—¿Sí?

—¿Qué crees que haces? —espetó apartándolo bruscamente de mí con un empujón en el hombro.

—Cumplo mi deber, estoy a cargo de evitar insurrecciones, y tu "as bajo la manga" se niega a obedecer mis...

—Ella está bajo mis órdenes —replicó interrumpiéndolo—. Darlene responde ante mí, no tiene por qué obedecerte.

—Mis órdenes son las de Cronos, quiere sus visiones y ella se niega a...

—Estoy trabajando en ello —sentenció—. Yo le informaré a Cronos cuando logremos canalizar una. —Lessa dio un paso hacia él, mirándolo con enojo—. No te metas en mi jurisdicción.

Klaus le sostuvo la mirada, analizandola detenidamente.

—Cómo usted diga —respondió entre dientes—, oh gran señora.

Se giró hacia mí, con una ira silenciosa en sus ojos, una promesa de muerte brillando en ellos, antes de alejarse.

—Tenemos que deshacernos de él —gruñó Lessa.

—Sí, pero ¿qué vamos a hacer con mis visiones?

—Canalicemos algunas, luego inventaremos algo sobre eso —respondió—, la mejor mentira, es la que contiene algo de verdad en ella.

La miré con cuidado, eso me sonaba demasiado.

—¿Te lo enseñó Luke?

Lessa no me respondió, se alejó dejándome sola. 

━━━━━━━━♪♡♪━━━━━━━━

Esa noche, había una cena en la fogata, se hacían varias a lo largo del Santuario y se sentaban en grupos distintos, conversando y comiendo. 

Bruno era experto con la carne, era deliciosa; pero no podía sacarme de la cabeza la idea de que Lessa no me estaba diciendo algo.

—La mejor mentira, es la que contiene algo de verdad en ella.

Entendía su punto, pero eso me hizo replantearme muchas cosas. No quería desconfiar de ella, aunque la verdad era que ella nunca me había hablado sobre su principal plan para derrotar a Cronos. 

Ella había hablado de ganar la guerra, pero nunca de cómo lo haríamos cuando llegara el verdadero momento. Me preguntaba si estaba lista y dispuesta a matar a Luke cuando fuera necesario. Era su alma gemela después de todo, aunque ahora, Cronos se hubiera apoderado de él.

—Pareces tener mucho en la cabeza.

Levanté la vista hacia Héctor, llevaba en sus manos un pan con algo dentro, parecía una salchicha. Se sentó a mi lado, dándole un mordisco.

—Hola.

—¿En qué piensas?

—¿Confías en Alessandra?

Se detuvo de comer, pensativo y luego tragó.

—¿A qué viene esa pregunta?

Me encogí de hombros.

—No sé, es... quizá estoy sobrepensando las cosas.

—No creo que esté mal que desconfíes, así son las cosas aquí hace meses —dijo señalando a nuestro alrededor—. Ya has visto, no podemos confiar del todo en nadie. Cualquiera que tenga una mente débil, incluso un par de minutos, se convierte automáticamente en un enemigo.

Lo miré, tenía la mirada perdida. 

—¿Lo...has vivido? —pregunté con temor de tocar una fibra sensible.

Héctor asintió.

—Yo caí. —Fue lo único que dijo. 

Nos quedamos en silencio, dejando que esas palabras flotaran entre nosotros, el sonido del chisporroteo del fuego y las conversaciones de los demás era lo único que escuchaba.

Me pregunté qué le había pasado para que pareciera tan roto. 

—Héctor...

Se escucharon gritos de horror y desesperación, provenientes de un par de carpas al otro lado del lugar, ambos nos pusimos de pie y corrimos hacia un grupo de personas reunidas en círculos, algunos hombres se empujaban entre ellos, las mujeres lloraban suplicando que se detuvieran.

—¡Klaus, es suficiente! —bramó Bruno adentrándose en el círculo.

—Oh, mierda —gruñó Héctor adelantándose.

No sabía qué estaba pasando, pero si ese hijo de puta estaba involucrado, no podía ser nada bueno.

Me abrí paso entre la gente como pude y me di cuenta que había varios que no hacían nada por detener lo que fuera que pasara, pero la manera en que sus ojos parecían desenfocados, me hizo hacerme una idea de que Klaus era el causante de eso también.

El corazón me martilleaba en el pecho mientras observaba la escena macabra desplegarse ante mis ojos.

Había dos chicos, como de trece años, peleándose entre sí, estaban usando dagas y se atacaban con una gran ferocidad. Sus ojos estaban nublados por un halo transparente, acuosos como cuando apenas te estás despertando.

Klaus observaba la pelea como si fuera un espectáculo, disfrutando del caos que había sembrado, mientras algunos de los seguidores de Cronos se reían cruelmente.

—¡Klaus, detén esto! —seguía ordenando Bruno. 

Se acercó al chico con enojo e impotencia, todos los adultos tenían la misma expresión, pero ninguno se atrevía avanzar hacia él salvo sus líderes.

El hijo de Hipnos solo miró a Bruno con perezosa diversión. Le temían, y él lo sabía.

Mis puños se cerraron con rabia, y sin darme cuenta, avancé hacia él. 

La ira se apoderó de mí como un vendaval, distorsionando todo a mi alrededor, se sentía como un fuego ardiente, tiñendo mi visión de un rojo intenso y borroso que oscurecía todo, excepto Klaus. 

Cada latido de mi corazón resonaba como el tambor de una batalla, las emociones que flotaban en el aire se sentían como una ola arrasadora que se mezclaban con las mías. Los gritos de horror y desesperación resonaban en mis oídos, alimentando la llama de mi furia.

O quizá era yo la que estaba incrementando las emociones de los demás. No estaba segura y tampoco me importaba en ese momento.

 Klaus levantó la mirada hacia mí, sus ojos se encontraron con los míos y una sonrisa burlona bailó en sus labios.

—¿Disfrutando del espectáculo, Darlene? —preguntó, como si toda esta locura fuera un simple juego para él. No había rastro de simpatía en sus ojos, solo una diversión cruel que me enervó.

Me paré con firmeza, y sin pensarlo dos veces, lancé un puñetazo directo a su rostro. 

El sonido de mi puño contra la mandíbula resonó en el aire, seguido de un instantáneo silencio tenso. Klaus sonrió, como si hubiera esperado ese movimiento de mi parte. 

Observé con horror cómo una chica retrocedía unos pasos antes de caer de espaldas al suelo. Tenía la mirada vacía, ligeramente acuosa, sin rastro alguno de ser consciente de lo que acababa de hacer.

—¿Q-Qué...qué has hecho? —mi voz sonó entrecortada.

—¿Yo? —Klaus soltó una carcajada, mientras la chica permanecía sentada en el césped, como una marioneta esperando que sus cuerdas se movieran—. Tú eres la que me atacó, yo solo me estaba defendiendo.

Abrí la boca sin saber qué responder, miré a mi alrededor. Los seguidores de Cronos se reían en silencio, y los demás, algunos tenían los mismos ojos vacíos que la chica, el resto me negaban con la cabeza, asustados y desesperados.

Volví la atención hacia Klaus, apretando la mandíbula con tanta fuerza que me dolía. Di un paso hacia él, lista para esta vez darle el golpe.

—Ah, ah —dijo levantando una mano en advertencia—. Ya viste que no es buena idea. A no ser, claro, que estés dispuesta a lastimar a alguien más.

—Dari, déjalo —murmuró Héctor acercándose a mí—. Mi padre se hará cargo.

Me tomó del brazo para sacarme de allí, pero me resistía a retroceder. Al final, permití que me apartara de allí. 

—Eso, hazle caso a tu amiguito, no querrás empeorar las...

Sin que nadie pudiera preverlo, tomé una de mis dagas y meditando una pequeña oración a mi Sunshine, me giré zafándome del agarre de Héctor y la arrojé con toda la fuerza que pude.

La daga cortó el aire con velocidad, dirigiéndose directo hacia Klaus, quién no se había percatado del proyectil hasta que casi lo tuvo encima. Se alcanzó a apartar apenas unos centímetros.

La multitud que nos rodeaba contuvo el aliento, y sentí las miradas de todos clavadas en mí, seguido de un instantáneo silencio tenso. La adrenalina palpitaba en mis venas mientras esperaba la reacción de Klaus.

Él, por un momento, pareció sorprendido, pero se desvaneció rápidamente, reemplazada por una risa sardónica.

—Interesante —murmuró, tocándose la mejilla donde la hoja había rozado y luego mirando sus dedos, manchados con sangre.

—¿¡Qué hiciste?! —cuestionó Héctor en voz baja con horror, apretó mi brazo con fuerza, instándome a retroceder, pero lo aparté de un manotazo.

—Claramente, un error —amenazó Klaus, avanzando lentamente hacia mí. La energía oscura que lo rodeaba parecía intensificarse con cada paso que daba.

Extendió su mano hacia nosotros, y una neblina plateada se desprendió de sus dedos, envolviendo el aire a nuestro alrededor. Sentí cómo mi mente comenzaba a nublarse y mi visión se volvía borrosa. Mis pensamientos se entrelazaron con imágenes fugaces, y tuve que luchar para mantener mi cordura.

«Inclínate».

Esa voz...no era la mierda de mi consciencia, ni tampoco mis propios pensamientos. Era áspera como la lija, nada en ella me provocaba gusto de obedecer, más bien me provocaba terror. Como estar perdida en una oscura pesadilla, solo quería recostarme en el suelo y llorar, suplicar que me dejara en paz.

«Inclínate y usa esas dagas para cortar tu cuello» resonó en mi mente, envuelta en un eco inquietante que vibraba en lo más profundo de mi conciencia.

Mis piernas comenzaron a ceder. La figura de Klaus se recortaba contra la neblina, su risa siniestra resonando en mis oídos.

—Pero lograste escapar —dije, buscando un rayo de esperanza en medio de la oscuridad que se cernía sobre nosotros—. Will —Lo tomé de los hombros con un poco de brusquedad que no pude controlar del todo—, ¿cómo lograste escapar de ese poder?

Él miró pensativo hacia abajo, como si estuviera reviviendo aquel momento.

—Me aferré a algo que era real, algo que ellos no podían manipular. Me concentré en aquellos a quien amo, y mi lazo con ellos, eso era más real que lo que sea que estaba controlando mi mente.

Real. Necesitaba...

Traté de concentrarme, cerrando los ojos y moviendo la cabeza intentando recordar lo importante. 

Su mano se deslizó desde mi cuello hasta mi cintura, atrayéndome más cerca suyo, me aferre a sus hombros y cerré los ojos. El calor que irradiaba era embriagador, y lo ubico de lo que podía ser consciente era solo él. Nada más que él. 

Sus labios se movían como si quisiera devorar todo a su paso, gemí cuando su lengua entró en mi boca y me estrechó aún más contra su cuerpo, sus manos recorrieron mi espalda con un toque firme pero gentil, como si quisiera explorar cada parte de mi ser.

Apolo se apartó unos centímetros, dejando besos sobre mi mejilla y descendiendo por la mandíbula hasta el cuello. Eché la cabeza hacía atrás, suspirando cuando subió hacía mi oído. Sentí su sonrisa sobre mi piel, y me dieron ganas de golpearlo, pero mi cuerpo no parecía responder muy bien en ese momento, me había dejado completamente lela.

«Apolo».

—Sé que te has convencido que mis sentimientos no son sinceros, pero créeme, mi amor, estoy completamente loco por tí. —Una sonrisa juguetona se dibujó en su rostro al verme tan aturdida, tomó mi mano entre las suyas y la acarició suavemente con sus pulgares—. Cada flor aquí presente es una pizca de lo que provocas en mí, un pétalo cada segundo que mi corazón late por tí. Despertarás cada día con una nueva y así sabrás que estás siempre en mi mente.

—¿Una nueva cada mañana? —pregunté con la voz rota y lágrimas en los ojos—. ¿Y cuándo se te acaben las flores?

—Entonces crearé una nueva cada día, de todos los colores que existan, por el resto de la eternidad, para que cada vez que despiertes nunca haya una repetida frente a tus ojos.

Se acercó tanto que tuve que levantar la cabeza para poder verlo al rostro, me sujetó de la cintura y me estrechó contra su pecho. Se inclinó hacía, acarició mi mejilla y su mano se deslizó hacía la parte de atrás de mi cuello.

—El mundo entero admirará la dimensión del amor que siento por mi reina —susurró. 

La neblina pareció retroceder ligeramente, como si una ráfaga de viento hubiera dispersado las sombras momentáneamente. Un destello de claridad penetró mi mente, levanté la mirada hacia él, sintiendo mis ojos llenos de lágrimas y lo único que quería era arrancarle la cabeza.

—Ah... —masculló con tono decepcionado—. Eres de esas.

—Ya deberías aprender que no soy tan fácil de manipular —declaré, mientras sentía que la presión en mi mente se aliviaba poco a poco.

—Tal vez subestimé tu resistencia —dijo, pero no retrocedió, hizo un gesto con la mano hacia un par de chicos bajo su poder, que sacaron sus espadas, apuntando hacia mi—. No volverá a ocurrir.

Saqué a Resplandor, sintiendo el frío metal en mis manos. La multitud retrocedía, los jóvenes se lanzaron hacia mí con velocidad, sus movimientos coordinados pero carentes de la gracia y destreza que deberían tener. Aproveché la falta de habilidad real y me moví con agilidad, esquivando sus ataques mientras buscaba oportunidades para contraatacar.

Bloqueé un golpe con una daga y desvié la espada del otro con la otra. Aproveché la abertura y, con un giro rápido, logré desarmar al primero, haciendo que su espada cayera inofensiva al suelo. No tenía tiempo para sentir lástima por ellos; no cuando hacerlo podía costarme la vida.

Uno se arrojó contra mí, di un giro y lo golpeé con una patada en la espalda, el otro intentó lo mismo, pero le puse el pie y se tropezó.

—Al menos podrías elegir luchadores con experiencia —espeté apuntándolo con la espada.

—Gracias por el consejo —dijo sonriendo y otros cinco salieron de entre la multitud. 

Observé a todos, ninguno parecía que iba a intervenir, le temían demasiado como para defender a una recién llegada.

—Klaus, no es justo —espetó Héctor poniéndose a mi lado. Su padre lo miró con cuidado, aunque se acercó a Klaus para intentar convencerlo de que se detuviera.

—¿Quién dice que debe ser justo? Esto no es entrenamiento, ella me desafió abiertamente. No tiene por qué ser justo.

—Déjame, Héctor —dije entre dientes—. Tiene razón.

—Pero...

—Ya la escuchaste —se burló Klaus.

—No me da miedo pelear sola —agregué mirándolo a los ojos, con el mismo tono burlesco que él había usado—. No soy una cobarde que se esconde detrás de otros.

Klaus se quedó momentáneamente en silencio, sus ojos oscuros evaluándome con una intensidad que enviaba escalofríos por mi espina dorsal. 

—Lo que sí eres, es ser una bocona —murmuró entre dientes—. Veamos cuánto aguante tienes.

Sin previo aviso, se lanzó hacia mí con una velocidad que me tomó por sorpresa. Desenvainé a Resplandor y atajé el ataque de su propia espada.

Cuando me explicaron lo peligroso que era Klaus, asumí que el tipo no debía saber pelear con espadas porque siempre elegía defenderse usando sus poderes de hipnosis.

Estuve muy equivocada.

Klaus era ágil, sus movimientos eran fluidos y letales, tenía bastante experiencia, una que no anticipé para nada.

Me mantenía a la defensiva, bloqueando sus estocadas, el corazón me latía desbocado mientras intentaba anticipar sus movimientos.

El sonido metálico resonó en el aire cuando nuestras armas chocaron. En momentos, me daba la sensación de que mi cuerpo se detenía, bajaba la velocidad, o dudaba ante un ataque. Me costó darme cuenta que su voz seguía intentando meterse en mi cabeza y me intentaba obligar a obedecerle.

La neblina se entremezclaba con la realidad, haciéndome difícil concentrarme.

Cada golpe asestado con una brutalidad y violencia que no esperaba, enviaba vibraciones a través de mis brazos, ni siquiera los de Ares peleaban así.

Sus ojos, oscuros y despiadados, se encontraron con los míos en medio del tumulto de acero. Una sonrisa siniestra se formó en sus labios, como si estuviera disfrutando de la pelea más de lo que debería.

Retrocedí a traspiés, mientras él seguía avanzando contra mí, sin darme ni un solo respiro para pensar en alguna estrategia. Klaus lanzó un ataque rápido, buscando una apertura en mi defensa. Esquivé su espada por poco, sintiendo el viento cortante a medida que pasaba cerca de mi rostro. Con un movimiento rápido, contrarresté con un giro de muñeca, intentando desarmarlo, pero él levantó la pierna, golpeándome en el abdomen, haciéndome perder el aire.

Me incliné hacia adelante, adolorida, no atisbé a tiempo el siguiente golpe: su rodilla impactó contra mi rostro, arrojándome al suelo.

—¿Es todo lo que puedes hacer? —se burló.

Me giré, usando la espada para ponerme de pie. Tenía la vista borrosa, y la ira me quemaba como brasas ardientes. Me volví hacia él y escupí la sangre que me inundaba la boca.

—Apenas estoy calentando.

—Dari...

—¡Qué estoy bien, Héctor! —repliqué sin apartar la mirada de Klaus—. He enfrentado bestias peores.

—Ah sí, algo oí sobre eso —comentó Klaus, paseándose a mi alrededor con la espada rasgando el césped—. Ese jarronazo que le diste a tu solecito debió inflarte mucho el ego.

Blandió su espada con la misma fuerza, asestando estocada tras estocada que bloqueé con la misma intensidad.

—Aunque no me sorprende, ser capaz de golpear a un dios tan narcisista y arrogante como ese indeseable, le sube el ego a cualquiera.

Atiné a su cabeza y él esquivó el filo de Resplandor.

—Quita a mi Sunshine de tu asquerosa boca, hijo de puta —gruñí furiosa, atacando con furia, blandí a Resplandor hacia su cabeza, y él esquivó el filo con diversión.

Podía sentir la sed de sangre y la necesidad de atravesarme con la espada. Di una estocada a su pecho pero de forma ágil bloqueó y desvió para luego atacar con un corte lateral el cual fue bloqueado por mí gracias, interceptado su avance justo cuando su hoja estaba por llegar a mi costado. Sabía que lo que más le molestaba era que no podía controlarme con su poder, pero aunque me costara admitirlo... su destreza con la espada era muy igualada e incluso algo superior que la mía.

Klaus avanzó con rapidez, su espada brillando con malicia. Intenté bloquear su ataque, pero su fuerza era abrumadora. La espada se deslizó por la mía, y antes de que pudiera reaccionar, sentí un agudo dolor en mi costado.

Un fuerte puñetazo me impactó cerca del pómulo y me arrojó al suelo, me removí sobre el césped cuando el brillo de mi espada resplandeció por el rabillo del ojo, pero antes de que pudiera alcanzarla, el pie de Klaus pisó mi mano.

Grité de dolor, el sonido de la gente horrorizada se sentía como un eco lejano.

Klaus se agachó a mi lado, y su risa gutural me heló la sangre. Podía sentir las voces de Héctor y Bruno a lo lejos intentando detenerlo, pero imaginé que debían estar impidiendoles el paso.

Me tomó de la barbilla y me obligó a verlo a los ojos, fríos y vacíos, iguales a los de los monstruos de mis pesadillas de niña.

—Voy a disfrutar tanto despedazarte —murmuró con una sonrisa.

Por alguna razón, el aire se sentía más caliente, como si estuviera ardiendo en el infierno, y los gritos se volvieron más escandalosos.

Parpadeé, viendo doble, lo suficiente para intentar enfocar mejor su cara, y estiré la otra mano con fuerza contra él, arañándolo con mis uñas. Gritó y se llevó la mano a la cara un instante y me sujetó del cabello, levantó mi cabeza y me golpeó contra el suelo.

Puntitos blancos bailaron frente a mis ojos y vi con horror cómo levantó una mano en alto, y en ella, sostenía una piedra, sin dejar de sonreír como un maníaco.

—Por fin... —murmuró con la mirada perdida, como si ni siquiera estuviera siendo consciente del momento—. Después de tanto tiempo...

—¡¿Qué mierda crees que haces?! —El grito de Alessandra y su mano deteniendo la de Klaus se sintió como un bálsamo.

—Me estaba divirtiendo —respondió con simpleza, sin apartar la mirada de mí, pero su cara manifestaba lo irritado que estaba de ser interrumpido.

Alessandra lo levantó con brusquedad, empujándolo lejos de mí.

—¡Eres un imbécil! ¡Casi arruinas todo por lo que hemos trabajado! —Bajo la vista hacia mí y luego de nuevo a él—. Te dije que te mantuvieras lejos de ella.

Me senté como pude, me dolía el costado donde su arma me había rozado.

«Mierda, estoy sangrando» pensé adolorida mientras mi mano se teñía de rojo.

—Ella me atacó primero —se defendió encogiéndose de hombros.

—¿Me crees estupida? —custionó con furia—. Has estado buscando cualquier excusa para que esto pasara.

Se acercó tanto a él y murmuró algo que no alcancé a escuchar. Klaus la miró con odio y se marchó, seguido por sus secuaces, la gente le abrió el paso sin atreverse a cruzarse en su camino.

Alessandra lo observó sin apartar la mirada de él y luego dejó escapar un jadeo hastiado antes de girarse hacia mí. Me vio con enojo, seguramente a mí también me daría una charla sobre casi arruinar el plan.

En su lugar, me señaló despectivamente.

—Que alguien la asista antes de que se desangre —espetó y luego apuntó a unos árboles a lo lejos, vi incrédula, cómo se prendían fuego—. Y mejor apagamos eso antes que incendie todo el campamento.

Se alejó, sin esperar a ver si le obedecían, todos lo hicieron obviamente.

Héctor y Bruno corrieron a ayudarme a ponerme de pie.

—¡Estás demente, Darlene! —gruñó el más joven.

No les presté atención, me quedé mirando la flor que había aparecido a mi lado, una caléndula...manchada con mi sangre.

Esperaba que no fuera un mal augurio.

Capítulo bien largo por todo el tiempo que no actualicé.

En la siguiente probablemente alla maratón, así que crucemos los dedos para que pueda ser así.

La calendula, al menos en la pagina que investigué, decía que podía tomarse como crueldad. Ya vieron que Klaus no es para tomar nada a la ligera.

Y si les quedó la duda, el "repentino calor" y los árboles prendidos fuegos, fue Apolo enojado. Me sigo imaginando a los Olimpicos agarrandolo para evitar que queme el mundo porque un semidios casi le desvive a su chikistrikis.

Meme time

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