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022.ᴅᴇʟᴀᴅᴇʀᴀ - ᴘᴀʀᴛᴇ 2

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ᴅᴇʟᴀᴅᴇʀᴀ - ᴘᴀʀᴛᴇ 2

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SUPE QUE NADIE ME TENÍA FE DE SOBREVIVIR A LO QUE IBA A HACER, CUANDO AFRODITA ENTRÓ EN LA SALA CON UNA ENORME SONRISA, acompañada de, literalmente, toda nuestra familia.

Eso, o eran tan pero tan chismosos que esta vez no iban a quedarse fuera mientras la gran señora y yo teníamos una conversación hermosísima.

—¡Darlene, cariño mío! —exclamó la diosa acercándose a mí—. Me dijeron que querías verme.

—Madre... —murmuró Eros, como tratando de advertirle, pero ella lo ignoró.

—Oh mi preciosa criatura —siguió ella, me tomó la cara en sus manos y me pellizcó las mejillas, también, ignorando por completo mi expresión—. Tan hermosa como siempre.

—Tenía algo que hablar contigo —mascullé entre dientes.

Afrodita se acomodó un mechón de cabello rubio y caminó hacia el sofá.

—Si querías verme, pudiste haberme visitado en mi palacio. Siempre serás bienvenida allí.

No lo dijo exactamente, pero estaba ahí, implícito: "No me gusta que me hayas hecho venir". Que mal por ella, a mí tampoco me gustaba que se metieran en mi vida como ella lo había hecho.

—Lo consideraré la próxima vez —respondí con cierto tono cínico.

Afrodita me miró, enarcando una ceja, quizá comprendiendo por fin que no estaba nada contenta con ella.

Los demás se quedaron a unos metros de nosotras, entre expectantes, tensos y nerviosos. Era realmente increíble que, literal, estuvieran todos. Ares, papá, Psique, Hedoné,mis tres encantadores tíos que ya conocía: Anteros, Hímero y Peitos, y dos dioses que no tenía ni idea de quiénes eran. 

Ambos tenían apariencia adolescente, quizá uno o dos años más que yo y vestían igualitos. Quizá lo que los diferenciaba, era que uno tenía la cara llena de cicatrices y no me atreví a verlo a los ojos porque su sola presencia me inspiraba terror.

El otro tenía un pañuelo rojo en la cabeza y los mismos ojos de fuego de Ares, y cuando me miró directamente, pude sentir el miedo invadirme de golpe. Una imagen horrible de todos los que amaba, muertos frente a mí.

Mis manos comenzaron a temblar ligeramente mientras observaba a esos dos desconocidos, con sus miradas tan penetrantes que parecían escudriñar hasta lo más profundo de mi alma. 

Eros pareció darse cuenta de lo que estaba pasando porque no dudó en darles un golpe en la nuca a cada uno.

—Ya basta, par de inútiles.

Agradecí su intervención porque inmediatamente, todo miedo pasó. 

Los dos dioses se rieron, y se apoyaron en la pared.

—Darlene, cariño, estos son dos de mis hijos que quizás no conozcas. Él es Deimos —Afrodita señaló, sin mucho interés, al que tenía las cicatrices en el rostro— y él es Fobos —indicó al que tenía el pañuelo rojo.

Ambos me dieron una sonrisa macabra, pero no intentaron nada cuando papá los miró. 

—Es tan pequeñita —comentó Deimos con burla.

—Igual que una pulga —agregó Fobos, y Ares se rió. 

Rodé los ojos. ¿Qué tenían todos con decirme pulga? 

—Bueno, Darlene, Eros ha sido un poco críptico sobre lo que querías hablar —dijo Afrodita y me giré hacia ella.

Ninguno tenía intención de marcharse, y a mi me daba igual si querían escuchar. Así de una vez aprendían que no dejaría que nadie más jugara conmigo.

—Oh, no es nada importante... —Me acerqué lentamente a la diosa y ella me miró con cautela. Podía sentir cómo las emociones de la habitación subían, como una olla comiéndose a fuego lento—. Solo quiero una explicación. 

—¿Sobre qué?

Me senté en la mesita de café, delante de ella y me incliné.

—Sobre tu maldita tendencia a jugar con mi vida como si fuera una jodida marioneta —escupí entre dientes dejando salir en olas, todo el enojo, dolor y decepción que sentía desde que todo había empezado hace tres días.

Un silencio tenso se instaló entre todos. Afrodita parpadeó, sus ojos azules, que me recordaron demasiado a cierto dios, se llenaron de sorpresa. No debía estar acostumbrada a que una mera mortal le hablara así.

—Aquí va a correr sangre —tarareó Hímero, y luego soltó un quejido cuando alguien lo golpeó.

—Darlene —dijo papá con advertencia.

—Ya hablé contigo, no te metas —espeté sin apartar la mirada de Afrodita. 

Fue cuando ella cambió su actitud. Se enderezó en su asiento, sus labios rojos formaron una línea delgada y sus ojos me devolvieron el mismo enojo que yo tenía.

—Cuida como me hablas, Darlene —siseó—, no me gusta ese tono.

—Y a mí no me gusta que me usen como juguete de entretenimiento.

—He hecho lo que creí necesario para salvaguardar tu futuro —dijo levantando la voz—. ¡Mocosa desagradecida, gracias a mí es que existes! 

Las palabras de Afrodita me golpearon como un latigazo. Mi sangre hirvió como nunca antes. 

—¡¿Gracias a tí?! ¡¿Debo agradecerte que mi existencia sea un completo desastre?! 

—¡Me he asegurado que tengas la historia de amor más bonita de todas!

—¡No soy una jodida telenovela! —Me puse de pie y la apunté con un dedo—. ¡Para tí será eso, pero para mí es mi vida!

—No voy a darte explicaciones de lo que hice, lo hice y punto. —Se puso de pie también, inclinándose por encima de mí, seguro que para hacerme sentir intimidada. Lástima que estoy acostumbrada a tener que ver a la gente siempre hacia arriba, eso ya no me impresiona—. Ahora, vas a dejar esta actitud maleducada o...

—¡¿Darlene, qué estás haciendo?! —gritó Eros.

Los demás jadearon horrorizados y Afrodita me miró realmente asombrada, dio un leve pasó atrás, como si no pudiera creer lo que estaba haciendo.

—Vas a dejar de joder mi vida —murmuré en voz baja con un tono de voz que jamás había usado, mientras apuntaba a la diosa con una flecha de oro justo en su cara—, y vas a devolver mi vinculo de alma gemela. Ahora mismo.

Sentí pasos duros acercándose detrás de mí, pero no aparté la flecha.

—Es suficiente, mocosa —gruñó Ares—, estás cruzando el límite y...

Pero lo que iba a decir, también quedó en la nada cuando me quité la horquilla del cabello, y la desenvainé hacia él, deteniéndolo antes de que se acercara demasiado.

—Ares, realmente no estás ayudando, tú sola presencia en la habitación me está haciendo desear cortarle la cabeza a alguien —dije sin mirarlo. 

—Darlene, creo que es suficiente —murmuró Eros realmente preocupado.

—Yo te adoraba —susurré con la voz carente de cualquier emoción—, siempre me he sentido orgullosa de ser tu descendiente, siempre te he defendido cuando las cazadoras te insultaban a tí o a tus hijas. Creí que eras una de las mejores diosas que podían haber, me esforcé en ser alguien digna de tí. Te hice un altar en mi casa, y aun cuando sabía de lo que eras capaz, siempre pensé que todos te juzaban con crueldad e ignorancia.

Me temblaban las manos de la ira que sentía, no estaba exagerando cuando decía que la presencia de Ares solo lo empeoraba, el tipo podía hacer que una habitación entera hirviera de furia y encima se había traído a sus esbirros del miedo.

—Cuando me dijiste que tendría un romance trágico mientras te reías en mi cara, te justifiqué pensando "está bien, tiene razón, el amor no es fácil"; pero esto...es ir demasiado lejos. —Apreté la mandíbula con tanta fuerza que me dolían los dientes, mi respiración estaba agitada y podía ver un ligero brillo rojo en la mano que sujetaba la flecha—. Me miraste a los ojos y me dijiste que tenía una elección, pero era mentira porque esa nunca fue tu intención. Me arrancaste lo más valioso que hay para el alma humana, ¿y tienes el descaro de decir que debería agradecerte por ello?

Afrodita respiró profundo, como si estuviera conteniéndose de desatar su ira divina.

—Yo no escribí esa profecía, era tu destino enamorarte de Apolo, yo solo te ayudé a...

—¡No pedí tu ayuda! —grité frustrada—. ¡No pedí nada de esto!  —Mi voz retumbó en la sala. Cada palabra que escapaba de mis labios era como una puñalada que se clavaba profundamente en el aire tenso de la habitación—. Va a devolverme mi vínculo, y no volverás a manipular mi vida a capricho.

—¿O qué? —espetó con tono burlón.

Ladeé la cabeza, mirándola con una sonrisa tenue muy parecida a la que ella me estaba dando.

—Llevo tu sangre en mis venas —murmuré—, no creo que quieras descubrirlo.

Algo brilló en los ojos de la diosa, no estaba del todo segura si era enojo, miedo o quizá cautela. Había demasiadas emociones bailando en ese lugar como para que pudiera identificarlas a todas, pero sabía que mi mensaje había calado en ella. 

Supongo que nadie la había amenazado en todos sus milenios. No debía estar segura de qué esperar después de eso.

Bajé la espada, haciendo que volviera a adoptar la forma de horquilla y la guardé en mi bolsillo.

—Si crees que voy a dejar pasar esta falta de respeto, estás muy equivocada.

—¿Crees que me preocupa si me maldices? Soy una mestiza, mi vida está condenada desde que nací. Solo respirar ya es una sentencia de muerte. —Bajé también la flecha, me sentía tan cansada de todo que me daba igual—. Así que adelante, hazlo. De todas maneras ya tengo un juramento y una profecía que me asegura un futuro de mierda. 

Ambas nos sostuvimos la mirada unos instantes, luego ella levantó el mentón y salió de la habitación hecha una furia. 

Me mordí el labio, sintiendo mis piernas temblar y me aguanté las ganas de vomitar. No me podía creer que había amenazado así a una diosa tan temperamental como ella.

Claramente Percy me había pegado lo suicida.

Me giré hacia los demás, dándome cuenta que Ares se había marchado también y el resto me miraba con la boca abierta.

—Bueno...eso si fue interesante —comentó Hedoné.

—Estaba esperando a que volaran tacones y sillas —agregó Hímero—, pero quedé satisfecho.

Los gemelos no dijeron nada, solo dieron una sonrisa tenue y se marcharon. Peitos negó incrédula y los siguió. 

Papá y Psique se acercaron a mí con preocupación.

—Darlene no puedo creerlo, eso fue... —Mi madrastra estaba realmente pálida, pero había un brillo orgulloso en sus ojos. Imagino que debía estar recordando lo que Afrodita le había hecho a ella y como había tenido que aceptarlo sin más.

—Estúpido y peligroso —replicó Eros frunciendo el ceño—. Lo que hiciste...no tiene nombre. ¡Amenazaste a Afrodita! ¿Tienes idea de lo que te hará?

—No estaba exagerando, realmente no me importa —dije sin ánimo.

—No me está gustando nada esta actitud tan despreocupada con tu vida.

—Ya que estamos, gracias a ella ahora Apolo cree que soy el amor de su existencia diciendo por ahí que no sabe lo que sería capaz de hacer si algo me pasa —Rodé los ojos, hastiada—. Si me hace daño, no creo que a él le guste. 

Eros suspiró derrotado.

—¿Qué voy a hacer contigo, hija?

Me encogí de hombros. No tenía muchas ganas de hablar con él. 

—Bueno, yo creo que Darlene hizo bien —dijo Psique—, ya era hora de que alguien le dijera la verdad.

Eros la miró con enojo.

—No ayudas.

—No te estoy ayudando. Darlene tiene razón para estar enojada, y lo sabes. Tú también te lo buscaste. 

Él hizo una mueca como si estuviera repitiendo las palabras de su esposa por lo bajo casi en una burla, pero luego se hizo el tonto cuando ella lo miró frunciendo el ceño.

—Creo que voy a volver al campamento.

Ambos regresaron la atención a mí, y Eros dio un paso cerca mío.

—¿Estás segura?

—Tengo algunas cosas que solucionar antes de irme de misión —dije asintiendo.

—¿Qué misión? —preguntó frunciendo el ceño.

Me pasé la lengua por los labios, sintiendo lo resecos que estaban. El estrés es una mierda.

—Sé lo de Alessandra Olimpia. —Miré a los ojos a mi padre, y noté como se paralizó por mis palabras—. Sé por qué lo hiciste y lo entiendo, pero no lo apruebo..

—Darlene...

—Por eso había venido en primer lugar, estaba algo molesta por eso, pero ya no importa. Iré de misión con ella.

Eros miró a Psique como buscando una respuesta, y su esposa parecía igual de confundida.

—¿Cómo que irás de misión con ella?

Asentí haciendo una mueca.

—Voy a darme una vueltita entre el ejército de Cronos.

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Papá puso el grito en el cielo y se negó a dejarme ir de su palacio cuando expliqué el plan más o menos como entendí. 

Pero al final tuvo que aceptarlo porque ya que todo esto había sido su idea originalmente...

Bajé las escaleras hacia el jardín para por fin volver al campamento. Estaba tan agotada que no tenía dudas de que iba a caer rendida en mi camita en cuanto pisara tierra firme.

—Debo decir que estoy realmente impresionado.

Me giré hacia la voz que venía detrás de mí. Anteros me había seguido.

—No te agradecí por ser honesto conmigo.

—No me agradezcas, quería hablarte hace mucho, pero como ya sabrás, tu padre no es muy tolerante a que lo desobedezcan.

Solté un suspiro y asentí.

—Creo que nadie en esta familia es muy tolerante, tenemos serios problemas de control de ira.

Anteros se rió y me removió el cabello en un gesto agradable.

—Te dije que eras hermosa como una rosa, pero creo que en realidad eres una deladera, Darlene Backer.

—¿Qué?

—Preciosa como la flor que crece en las montañas desafiando las condiciones más desagradables para sobrevivir; y peligrosa como una trampa mortal para aquellos que se acercan demasiado para cortarla. Donde otras se marchitarían o romperían, tú floreces fuerte, esplendorosa y brillante.

Medité sus palabras y le sonreí. 

—Gracias.

Tomó mi mano con suavidad, dejando un beso en ella.

—Si al final decides que Apolo es tu destino final, sin duda, serás una diosa digna de adoración.

Me sonrojé, ni siquiera se me había ocurrido algo así. 

Aunque siendo honesta, ahora ni siquiera quería verlo, menos ponerme a pensar en si quería ser su destino.

—Adiós, tío Anteros.

Él me dio un saludo inclinando la cabeza y se marchó.

Suspiré, estos días habían sido demasiado para mi gusto.

—Oí que fue todo un show.

—Llévame a casa, Céfiro —murmuré rodando los ojos.

—No seas amargada, al menos cuentame si le revoleaste un tacón a alguien en la cabeza.

—Eres un chismoso.

—Soy el viento, no esperes que no sea chismoso.

━━━━━━━━♪♡♪━━━━━━━━

Dos días después, tuve el tercer encontronazo cuando los chicos de la cabaña siete volvieron de su misión.

Estaba comiendo mi desayuno tranquila, metida en mis pensamientos y todos ellos entraron a gritos luego de tener éxito en la primera redada contra una de las bases de Luke.

—¡Primera redada: Base destruida! —gritó Michael con los brazos extendidos y sus hermanos festejando con él emocionados.

Todos en el comedor replicaron el grito de festejo, realmente era una buena noticia considerando toda la basura que Luke nos tiraba.

Claro que yo no estaba del mismo ánimo y quedó en claro cuando Michael se agachó justo a tiempo para esquivar mi cuchillo que se clavó en la madera detrás de él.

El comedor quedó en silencio absoluto.

—¡Apenas vengo llegando y ya me estás tirando cosas a la cabeza! —me gritó frunciendo el ceño.

—¡Voy a tirarte algo peor que un cuchillo! —le grité desenvainando a Resplandor—. ¡Ven aquí, cabrón, voy a hacerte una vasectomía gratis!

El muy mierda salió corriendo hacia el bosque conmigo detrás. Me tuvo persiguiendolo casi media hora hasta que se cansó y se refugió detrás de una piedra enorme.

—¡¿Puedo al menos saber qué hice ahora?!

—¡Eres un vil mentiroso! —grité tirándole una piedra que esquivó.

—Eso responde mi duda, gracias —dijo con sarcasmo.

—¿Cuándo ibas a decirme que éramos almas gemelas? —espeté bajando la espada.

La expresión en su rostro fue la misma que si lo hubiera golpeado. Me miró sin saber qué decir.

—Yo...

Negué con la cabeza.

—¿Por qué no me lo dijiste? 

Lo miré sintiendo mis ojos llenarse de lágrimas. Él avanzó hacia mí, como si ya no le importara que pudiera cortarlo con mi espada.

—Darlene, escucha...

—¡No! —Di un paso lejos suyo y lo apunté con un dedo—. Sabías lo que me hizo Afrodita y no me lo dijiste. ¡Me mataron y ni siquiera entonces, después de perderme, me lo dijiste! ¡¿Por qué?!

Bajó la vista, sus puños estaban cerrados. Michael suspiró profundamente y luego levantó la vista para enfrentar mi mirada llena de ira y confusión.

—Porque te amo, y sé que no te sientes de la misma manera —masculló, encogiéndose de hombros, sus ojos estaban tan llenos de pesar que me dolieron en el alma—. Te lo he dicho antes, no quiero que te veas obligada a corresponder mis sentimientos solo por no querer hacerme daño. 

—Pero...

Dio un paso hacia mí, tomando mi rostro en sus manos y mirándome de esa manera que siempre me hacía sentir como si fuera lo más hermoso en su mundo. Como si yo fuera todo su universo.

—Seamos honestos —dijo con una sonrisa triste—, si te lo hubiera dicho, probablemente te habrías sentido obligada a quererme, siempre haces eso, sacrificarte por otros. Pero quiero que si me amas, sea porque es lo que sientes de verdad. 

Sus palabras resonaron en mi corazón mientras luchaba con mis propios sentimientos y confusiones. Mis manos temblaban cuando las posé suavemente sobre las suyas que aún sostenían mi rostro. Sus ojos me miraban con tanta intensidad que parecían penetrar en mi alma.

—El que se está sacrificando eres tú.

—Sí, pero tú lo vales totalmente. —Ladeé la cabeza, apoyándome más contra sus manos—. Cuando me enteré de lo que te hizo Afrodita...

—Lo que nos hizo.

Él asintió haciendo una mueca de pesar.

—Lo que nos hizo... —se corrigió—, supe que no podía seguir guardando lo que sentía por tí, porque ambos nos merecíamos tener la oportunidad de saber cómo sería todo; pero quería que si me elegías, fuera porque de verdad lo querías, no por obligación.

Cerré los ojos sintiendo las lágrimas bajar por mis mejillas. Esto era tan complicado. Entendía por qué no me lo dijo, porque yo quería quería lo mismo de Apolo.

Que me amara por mí, no por esa estúpida profecía.

Michael acarició mi rostro, limpiando las lágrimas y me besó cerca de la comisura del labio.

—Será lo que deba ser —murmuró.

—No —respondí en el mismo tono, negando con la cabeza y apartándolo—. Ya no sé que debe ser, ni que es real.

—Dari...

—Estoy tan cansada y confundida, no sé lo que quiero o lo que debería querer. 

—Sé que todo esto es difícil, pero...

—No lo entiendes, ni siquiera yo lo entiendo.

—Explícame entonces.

No sabía cómo.

Me mordí el labio, sin poder mirarlo a los ojos. 

—Es complicado, siento que han pasado muchas cosas estas dos semanas que no nos hemos visto, ya no me siento la misma y...

—Te has enamorado de alguien más —murmuró—. Otra vez.

Sus palabras resonaron en el aire como un eco doloroso. Michael había captado mi dilema antes de que pudiera expresarlo completamente. Me quedé sin aliento, incapaz de responder de inmediato.

—¿Cómo...?

—Te lo dije una vez, me enamoré de la hija del dios del amor —Me dio una mirada llena de tristeza que me destrozó ser la causante de ella—. No me quedó otra opción más que entender lo que eso significa.

Solté un suspiro. De verdad estaba agotada de esto. 

Entendía por qué lo hizo, pero si me lo hubiera dicho cuando aún había tiempo, cuando aún no me había enamorado de Apolo...quizá hubiéramos tenido una oportunidad.

—Ojalá me lo hubieras dicho antes —mascullé con reproche—, ahora todo se arruinó. 

Supongo que captó mi tono porque dio un paso atrás, dándome espacio.

—Necesitas tiempo, ¿verdad?

Asentí.

—Y necesito que la gente deje de mentirme.

—De verdad lo lamento.

—Lo sé. Yo también lo lamento.

Michael se pasó la mano por el cabello. Creo que nunca me había sentido tan distante con él, como si ambos quisiéramos alcanzarnos pero hubiera un pozo enorme entre nosotros. 

—¿Qué harás ahora?

—Me voy a casa —respondí dándole la espalda—, y luego iré a una misión.

¿Les hubiera gustado ser uno de los chismosos que se quedaron a ver el mundo arder cuando Dari enfrentó a Afrodita? Yo sí. Necesitaba sacarme esa espina hace tiempo.

Sé que muchas personitas me estuvieron diciendo que Michael estaba muy desaparecido y sí, han sido doce capítulos sin él, pero en términos cronológicos solo fueron dos semanas, dentro de lo relativamente normal en una misión.

La verdad es que se me ha estado alargando bastante este arco y aun no llegamos ni a los seis meses, en mi defensa, yo pensaba que tenía más tiempo para explayar todo esto y que iba a llegar a enero febrero para cuando Darlene se enterara; por lo que iba a poder hacer más saltos de tiempo, que estos doce capítulos iban a transcurrir entre septiembre y enero, pero me arruinó todo enterarme que lo de los MTV VMA eran fueron en octubre y tuve que meter todo en un solo mes.

Pero creo que si mis cálculos no están mal, quedan dos capítulos más en octubre (quizá tres como mucho) y ya hacemos salto temporal. Aún falta el enfrentamiento con Apolo y aviso que eso viene en el siguiente, y si piensan que lo de Eros y Afrodita fue fuerte, esa viene con lágrimas bien grandes.

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