
021.ᴅᴇʟᴀᴅᴇʀᴀ - ᴘᴀʀᴛᴇ 1
╔╦══• •✠•❀ - ❀•✠ • •══╦╗
ᴅᴇʟᴀᴅᴇʀᴀ - ᴘᴀʀᴛᴇ 1
╚╩══• •✠•❀ - ❀•✠ • •══╩╝
━━12 de Octubre
ME DESPERTÉ EN MI HABITACIÓN DEL PALACIO DE PAPÁ.
No tenía ni idea de qué día era o cuánto había dormido, pero a pesar de eso, me sentía tan agotada como si me hubiera atropellado un camión o como cuando termino una hora de entrenamiento con Clarisse.
Lo primero que me vino a la cabeza fue mi conversación con Anteros.
—Hace tres mil años, cuando tu padre hechizó a Apolo, él lo maldijo por el río Estigio, juró que Eros lo pagaría con aquello que más amara. —Fruncí el ceño, podía ver aquello perfectamente, Apolo de verdad había intentado vengarse mediante ella—. Se podría decir que ese juramento desencadenó varias cosas.
—No entiendo.
Anteros meditó un instante, quizá pensando qué palabras usar.
—Un par de siglos después, cuando pasó lo de Jacinto… —Me tensé al escuchar ese nombre, Apolo a veces aún parecía tan triste cuando recordaba al príncipe espartano, me intentaba imaginar el dolor de amar tanto a alguien y perderle frente a tus ojos, debía ser horrible—. Apolo pasó mucho tiempo sufriendo por eso, y con el corazón afligido fue a ver a su Oráculo, quería saber si algún día dejaría de doler. Salió de allí con una profecía.
Abrí la boca sin saber qué decir. Anteros sonrió con tristeza, mirándome como si no le gustara tener que decirme nada de esto. Tragué saliva al pensar si esta profecía era la que Afrodita me había mencionado una vez.
—Tiene que ver conmigo, ¿verdad?
Anteros asintió y sonrió con tristeza, mirándome como si no le gustara tener que decirme nada de esto.
—No sé exactamente las palabras que dijo el Oráculo, pero básicamente, le dijo que un día, una semidiosa nacería del monstruo más temible y que estaría destinada a ser su amor eterno.
Mis pensamientos dieron vueltas mientras trataba de procesar esta información. La profecía que Anteros acababa de compartir conmigo era impactante y confusa.
—Pero…perdón no…no comprendo, es... —mi voz se quebró, y mis pensamientos se enredaron aún más. Todo esto era abrumador, y no sabía cómo enfrentar esto—. Y-Yo… —Mi respiración se agitó y mis manos temblaban, me estaba costando pensar correctamente—. ¿Cómo saben que yo…?
—Las Moiras lo han confirmado. Tu hilo de vida está atado a él.
Tenía la sensación de una garra aferrada a mi cuello. Las Moiras. Las había conocido y solo pensar en ellas me invadía un gran terror.
—Pero…
—Y no es lo único. —Lo miré sintiendo mis manos comenzar a temblar, no estaba segura de qué debía sentir o pensar de todo esto y encima, ¿había más?—. Es sobre tu alma gemela.
Aún me sentía adormecida, sin poder creerme todo lo que ahora sabía.
Me levanté de la cama, notando que me habían puesto un camisón de seda. No le di tanta importancia, me acerqué al tocador con espejo que había en un rincón y miré mi reflejo.
Ese día que Alessandra nos visitó me había levantado feliz, llena de energía, recuerdo que me había puesto brillo labial y sombra rosa con unos bonitos apliques brillantes en los bordes. Y ahora tenía ojeras bastante pronunciadas y los ojos inyectados en sangre, el cabello desordenado y los labios resecos. Realmente no me importaba como lucía, pero era impresionante cómo las cosas pueden cambiar tan bruscamente.
Intenté forzar una sonrisa, pequeña aunque sea, para sentirme mejor conmigo misma, pero me fue imposible, solo logré hacer pucheros como si estuviera por llorar de nuevo.
Suspiré profundamente y me dirigí hacia la ventana, la luz del sol se filtraba tímidamente a través de las cortinas, y el mundo exterior parecía seguir girando, ajeno al terremoto que era mi mente.
Por si aún te quedan dudas.
Te amo, pequeño engendro.
Me quedé mirando las rayas de sol en el suelo mientras las lágrimas se acumulaban en mis ojos. Todo lo que había creído sobre Apolo parecía tambalearse en mis memorias. Me aferré a la idea de que lo que sentía por mí era real, que nuestras emociones eran genuinas. Pero ahora, con la revelación de la profecía, todo parecía una ilusión.
Su voz resonaba en mi cabeza, pero esta vez, en lugar de traerme alegría, solo provocaba confusión y dolor. ¿Había sido sincero en sus sentimientos, o todo era parte de un destino predecido?
Me pasé una mano temblorosa por el rostro, intentando contener las lágrimas que amenazaban con caer. ¿Cómo podía confiar en sus palabras después de esto?
O peor, ¿cómo podía confiar en mis propios sentimientos hacia él, si lo que sentía era lo que se suponía que tenía que sentir? ¿Cómo podía estar segura de que mi amor era mío y no provocado con magia?
—Tienes que entender, Darlene —dijo con seriedad—. que el amor tiene un inmenso poder sobrecogedor, capaz de salvar hasta a las almas más llenas de odio, pero también es una fuerza capaz de destruirte. Y tú, particularmente, tienes un destino en cada mano y dependerá de tu elección final a quién le arrancarás el corazón: tu alma gemela o el amor de tu existencia.
Apreté los dientes con tanta fuerza que me dolió. Me invadió un sentimiento que pocas veces había sentido, una ira asesina.
La manera en como me había sonreído, como si lo que dijera fuera un mero chisme de novela, como si mis sentimientos fueran solo un juego para ella. Para todos.
—Afrodita quiere que elijas a Apolo, ha planeado todo desde que se enteró que una descendiente suya sería la perdición del dios del sol. Tu futuro se vislumbró para ella en el instante en que Apolo pronunció las palabras de su juramento contra Eros. —Anteros tenía tanto enojo en sus ojos, su voz me sonaba como veneno puro—. Y como quiere a toda costa que ese destino se cumpla, hizo lo que creyó necesario para quitar todo obstáculo del camino, incluso tus sentimientos del vínculo de almas gemelas.
Ya estaba harta de que los demás manejaran mi vida.
Quería tomar mis propias decisiones, quería tomar el control, que mis errores fueran míos, que mis sentimientos fueran solo míos.
Quería decidir yo, quería saber que nadie me manipulaba ni me controlaba. Quería ser responsable de mis elecciones.
Cuando alguien entra a tu vida y logra imponer sus deseos hace que sientas, que pienses, que actúes como ella quiere, como si te estuviera manejado a control remoto. Y yo no quería que eso me siguiera pasando, ya no quiero que nadie más decida por mí.
La ira que estaba ardiendo en mi interior se sentía como un volcán a punto de erupcionar. Mis puños se cerraron con tanta fuerza que sentí las uñas clavarse en mis palmas, pero el dolor físico no se comparaba en absoluto con la furia que me consumía por dentro.
Diosa del amor. ¡¿Cómo podía ser tan egoísta y cruel?!
El amor es puro, es importante y especial, no se desea así sin más, sin pensarlo como si solo fuera algo que se saca de una compra en Amazon.
Entendía tanto el enojo de Anteros con todo lo que hacía su madre y su hermano, el amor no debía ser forzado, ni convertido en un mero juego.
Era un tesoro valioso que pocos encuentran. Tener el corazón de alguien en tus manos implicaba cuidarlo como lo más bello que pudiera haber, incluso si no puedes corresponderle, aún así debería cuidarse. Respetar ese amor, agradecer ser amado de esa manera, y jamás usarlo para lastimar.
Me dirigí al armario que la otra vez Arise, la aura que me dio la bienvenida me había dicho que mi querida madrastra había mandado a preparar para mí.
Cuando era pequeña, mamá me había arrastrado por varias ciudades con miedo a dejar que nos asentáramos el tiempo suficiente para ser encontradas por Psique. Temía que ella fuera como Hera y nos quisiera tres metros bajo tierra, pero Psique había resultado una madrastra genial.
¿Se enojaba cuando mi mamá salía en la conversación? Sí, pero no me lo decía ni dejaba de sonreír por ello. Al contrario, parecía muy decidida a que fuera de su familia.
Observé la ropa frente a mí, era impresionante como la diosa había captado mi estilo sin preguntar. Tomé unos jeans rasgados, un par de botas de montaña con tacón y un top con chaqueta de cuero. Me vestí y me hice una coleta rápida.
Noté que incluso había una sección con armas. Esta mujer me comprendía muy bien.
Tomé una daga y un carcaj repleto de flechas de Eros. Estaba lista para salir cuando vi mi horquilla en la mesita de noche.
La miré unos instantes, Resplandor me llamaba como si no pudiera tolerar que no la llevara conmigo. Puse los ojos en blanco, mientras la tomaba en mis manos con delicadeza.
—Igual de intensa que tu dueño original —murmuré colocándola en mi cabello.
Salí de la habitación, caminando por los pasillos vacíos. No tenía ni idea de cómo encontrar a Afrodita, pero había cruzado la línea e iba a escucharme.
Me recorrí varios pasillos antes de que pudiera escuchar voces, me dirigí al salón de mi madrastra y abrí la puerta, encontrándome con casi toda mi familia allí.
Papá estaba bastante enojado, gritándole a Anteros que estaba sentado con las piernas en la mesa sin importarle lo que su hermano decía. Psique intentaba calmarlo en vano, y Hedoné y Hímero estaban sentados en otro sillón, tomando vino y mirando la discusión como si fuera mi novela de la tarde.
—¡Sigues sin comprenderlo! ¡Le hiciste daño diciéndole lo que dijiste! —gritó Eros apuntando a Anteros con un dedo.
—Daño era seguir mintiéndole.
—¡Ella no estaba lista para saberlo!
—¿Y cuándo iba a estar lista? —cuestioné entrando.
Todos se giraron para verme, mi hermana tomó un sorbo de su copa y miró a otro lado.
—El drama mejora cada vez más —masculló Hímero con una sonrisa.
—Cállate —espetaron papá y Anteros al mismo tiempo.
—Dari, cariño —dijo Psique con tono tenso—. Has dormido casi tres días, ¿cómo te sientes?
—Bien, como nunca —dije entre dientes, acercándome a mi papá sin dejar de mirarlo.
Imagino que todos podían sentir lo enojada que estaba porque nadie dijo nada más. Mi mirada se clavó en los ojos de Eros, duros como el acero, llenos de preocupación.
—Darlene, entiendo que estés enfadada. —Papá intentó suavizar su expresión, pero seguía tenso—. Pero necesitas entender que no fue nuestra intención…
—Creí que si había un dios en quién podía confiar era en tí.
El silencio se instaló en la habitación, podía sentir la electricidad en mi piel. Psique respiró profundo y miró a todos los demás con firmeza.
—Salgamos —ordenó.
Anteros y mi hermana no cuestionaron nada, solo se pusieron de pie y salieron de allí.
—¡Pero yo quiero ver como le grita! —se quejó Hímero.
Psique puso los ojos en blanco y lo tomó del brazo arrastrándolo con ella.
En cuanto las puertas se cerraron, Eros respiró profundo. Podía sentir su propio enojo tratando de ser contenido. No debía estar acostumbrado a que le hicieran frente.
Lástima que heredé su carácter y el de Ares.
—Hija, sé que estás muy enojada —dijo entre dientes, tratando de mostrarse con la mayor calma posible—, pero te juro que solo estaba intentando protegerte.
—¿Protegerme? —exclamé, con sarcasmo evidente—. ¿De qué me estabas protegiendo exactamente? ¿De tener a Apolo como tu yerno?
—Aunque te parezca que no, sí, te estaba protegiendo de tener un futuro con él. —Sus palabras salieron en un tono cortante.
—Eso suena más a que te estabas protegiendo más a tí mismo.
Eros se mordió el labio, mirando al techo como si estuviera molestándose de que le contestara. Nunca habíamos discutido, y claramente no nos sentaba bien a ninguno de los dos.
—Tal vez no lo recuerdas porque te has cegado por tus emociones —masculló mirándome como si yo fuera una niña pequeña incapaz de entender que solo me cuidaba. Eso me enojó más—. Así que déjame recordarte una cosa. Todas las parejas que Apolo ha tenido, han acabado de una forma horrible, ni una sola se ha salvado de una muerte desgraciada.
—Muertes desgraciadas que empezaron con Dafne, antes de ella no hay registros de que Apolo tuviera amantes trágicos —espeté casi a gritos—. ¡Si no los hubieras hechizado, nada de esto estaría pasando!
—¡¿Crees que no lo sé?! —me gritó—. ¡Sé que es mi culpa, pero cuando dijo que lo pagaría caro no pensé que sería con una hija!
Nunca había visto el verdadero enojo de Eros, entendía porque todos le temían, su apariencia en ese momento me era casi imposible de soportar ver, pero mi propia furia era igual de fuerte por lo que le sostuve la mirada a pesar del pequeño terror que se instaló en mis venas.
El silencio que siguió fue ensordecedor. Ambos nos quedamos mirándonos con ojos chispeantes de enojo y frustración, la habitación se llenó de una tensión tan densa que casi podía tocarla. Me temblaba el cuerpo de la ira, y sabía que él se sentía igual.
¿Tienen idea de lo que es tener a dos seres empáticos destilando furia en estado más puro? Es agobiante, como dos fuerzas imantadas chocando la una a la otra.
—¡Eso no quita que me ocultaste la verdad! ¡No confiaste en que podía soportarlo, en que era algo que solo me concernía a mí!
Eros soltó un suspiro pesado y pasó una mano por su cabello, despeinándolo en un gesto de frustración. Su expresión parecía cambiar de enojo a resignación, y por un momento, vi una fisura en su fachada de seguridad.
—Está bien, te concedo eso, debí hablarte de ello; pero hija, no podía dar espacio a siquiera lo consideraras, para tí estar con Apolo es un ciclo interminable de sufrimiento —dijo casi con desesperación, me tomó de los hombros y podía ver en sus ojos como la sola idea de esas palabras lo enervaba—. ¡Juró por el río Estigio que tú pagarías mis culpas!
—¡Ya no me hará daño! —le grité con lágrimas bañando mis mejillas—. ¡Me sacó del Inframundo, él…!
—¡Y se lo agradezco, pero para empezar eso pasó por su causa! Darlene, el río Estigio no se toma a la ligera una promesa, no importa que él ya no te quiera hacer daño, ¡ese juramento se llevará todo de tí hasta que no quede nada! Por eso quería que te unieras a la cacería de Artemisa, eso te hubiera dado una esperanza.
—Querías impedir que me enamorara de él —murmuré, y él no lo negó.
—Amarlo solo te va a condenar.
—Ya es tarde, porque lo quiero, papá. —Mi voz se quebró por completo y la mirada de Eros se volvió más insoportable de ver—. Pero eso no importa ya, porque si había algo real entre Apolo y yo, ya no lo sé; ya no puedo estar segura de nada, ni siquiera de mí misma.
Sentía como si mi mundo se hubiera desmoronado ante mis ojos, y no sabía si podría volver a reconstruirlo.
Eros parecía que no sabía qué decir, cómo responder al hecho de que finalmente admití frente a él lo que sentía por el dios que más odiaba.
Me aparté de él, la habitación parecía más pequeña, más opresiva de lo que nunca había sentido antes. Todo lo que creía saber sobre mi relación con Apolo se había derrumbado en un instante, y me sentía perdida en medio de la oscuridad.
—Darlene…
—¿Qué hago ahora? —susurré—. ¿Qué hago con todo lo que siento? ¿Con todas las dudas? ¿Con esa voz en mi cabeza que no deja de repetir que todos mis sentimientos son una mentira?
Eros suspiró de nuevo y se acercó lentamente a mí. Puso una mano sobre mi hombro con ternura, tratando de transmitir su apoyo a través del contacto.
—No es una mentira —admitió con pesar—, no hay ninguna magia manipulando tus sentimientos.
Me mordí los labios, aguantando las ganas de llorar, y asentí con burla.
—Sí, seguro, porque lo que Afrodita le hizo a mi vínculo con Michael no fue manipulado para nada —espeté sintiendo mi enojo de nuevo crecer. Noté la manera en Eros se tensó ante mis palabras, quizá sintiendo que hablar de la diosa era lo que más furiosa me tenía—. Dime una cosa, si ella no se hubiera metido, me habría enamorado de él, ¿verdad?
Mis preguntas resonaron en el aire, y Eros pareció tomarse un momento para pensar en su respuesta. Podía sentir la tensión entre nosotros, la lucha interna de mi padre mientras buscaba las palabras adecuadas para responder.
Finalmente, él suspiró y retiró su mano de mi hombro. Sus ojos, llenos de tristeza, se encontraron con los míos, y su voz sonaba cargada de sinceridad.
—No lo sé —respondió con voz cansada—. Es algo que nunca es exacto, son almas gemelas, eso…no siempre significa amor; pero…probablemente sí.
Sus palabras me sonaron como agujas en mi corazón.
—Pero ahora eso tampoco importa —dije limpiandome las lágrimas con furia—, porque no me enamoré de él y ahora tengo que romperle el corazón. —ira ardía dentro de mí, un fuego que no podía controlar—. ¡Lo amo, pero no como él quiere porque me he enamorado de su padre, maldita sea! —con desesperación.
—No tiene que ser así, Dari; no tienes que decidir nada todavía, aún puedes amarlo, solo… —soltó tratando de volver a acercarse a mí, pero di un paso lejos de él y me miró con dolor por el rechazo.
—¿Aún puedo amarlo? —cuestioné casi con una risa asqueada—. ¿Cómo? ¿Vas a golpearme con una de tus flechas?
Nunca he sido cruel con nadie. Jamás me hubiera atrevido a decir algo que sabía que haría daño a alguien, mucho menos a alguien que amaba.
Esas palabras se me escaparon sin que pudiera evitarlo y lo peor, es que una parte de mí no se arrepentía. Miré a Eros, sus ojos desprendían un dolor tan palpable, y aunque sabía que no merecía ser herido de esa manera, algo dentro de mí había explotado en ese momento.
Cada parte de mí estaba ardiendo, y era como si las llamas de mi enojo devoraran todo a su paso. Mi mirada, antes empapada de lágrimas, ahora estaba endurecida, llena de resentimiento hacia él y hacia todos los que habían aportado su granito en toda esta mierda.
Eros tragó saliva y respiró profundo, realmente afectado por lo que le había dicho.
—Yo…nunca te haría algo así a tí —masculló con dificultad—. Darlene, sé que estás enojada, lo entiendo, pero yo…
—No quiero seguir hablando contigo —lo interrumpí con un tono que ni yo reconocía en mí misma. El corazón me latía a mil, y sentía que cada palabra que seguía escapando de mis labios era como ácido—. Quiero que la llames.
No me hacía falta decir su nombre, papá sabía muy bien de quién estaba hablando.
—Darlene, no creo que sea prudente… —intentó decir con voz cautelosa.
—No me importa lo que creas, dije que la llames —dije con tono cortante.
Me crucé de brazos, sosteniendo mi mirada firme en la de mi padre, desafiante. No iba a ceder en esto.
Eros suspiró, visiblemente preocupado, pero finalmente asintió resignado y salió de la habitación.
Yo me preparé mentalmente para hacerle frente a la loca e insensible manipuladora de mi abuela. Era hora de recordarle a Afrodita que soy descendiente suya.
Bueno...se viene fuerte la cosa en el siguiente.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro