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016.ᴄᴀᴍᴘᴀɴɪʟʟᴀ ᴅᴇ ɪɴᴠɪᴇʀɴᴏ

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ᴄᴀᴍᴘᴀɴɪʟʟᴀ ᴅᴇ ɪɴᴠɪᴇʀɴᴏ

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━━━12 de Mayo

LAS VISIONES SON UNA MIERDA cuando te toman por sorpresa.

Apolo me había advertido que cuando empezara a tenerlas estando lucida, probablemente me iba a sorprender y me dejarían en un estado de aturdimiento y agotada. Pero saberlo, no es igual a vivirlo.

Estaba sentada en la última fila de la clase de historia, mientras el profesor hablaba sobre la Segunda Guerra Mundial. Normalmente historia era una de mis materias favoritas, aunque en aquel momento no lograba concentrarme lo suficiente.

De repente, sentí un cosquilleo en la nuca y un escalofrío recorrió mi cuerpo. Mis manos temblaban y mi corazón latía con fuerza, tenía unas ganas horribles de vomitar, era la sensación más desagradable que podía sentir.

Miré hacia la pizarra para pedirle al profesor que me dejara ir a la enfermería y me di cuenta que no estaba viendo la clase.

Frente a mí había un niño pequeño cruzando una calle muy transitada.

Sentí como si estuviera siendo absorbida por la visión y la imagen se volvió cada vez más detallada, como si estuviera viendo la escena a través de los ojos del niño. Podía sentir su miedo y su confusión mientras intentaba cruzar la calle. El ruido de los coches parecía ensordecedor y las luces de los semáforos parpadeaban como si estuvieran a punto de estallar.

Me levanté de mi asiento y miré por la ventana. La calle estaba a unos metros de la escuela, y aunque no podía verlo desde allí, sabía que el niño estaba en peligro.

—Señorita, Backer —llamó el profesor—, ¿hay algún problema?

Lo miré aún aturdida, no sabía qué responderle.

—Y-Yo...no —murmuré, intentando sonar calmada mientras mi corazón latía con fuerza en mi pecho. Tenía que hacer algo para salvar al niño, pero no podía decirle al profesor que tenía visiones del futuro. Pensé en una excusa para salir de la escuela sin levantar sospechas.

»Lo lamento, pero no me siento bien, ¿podría ir a la enfermería? —mentí, mientras me agarraba el estómago.

El profesor asintió y me indicó la dirección. Salí corriendo de la clase, sabiendo que tenía que actuar rápido. No tenía idea de cómo encontrar al niño, pero sabía que estaba cerca de la escuela.

En cuanto salí al pasillo corrí aprovechando que estaba todo vacío. Mis manos seguían temblando y sentía una opresión en el pecho que me dificultaba respirar. Necesitaba encontrar una manera de salir de la escuela sin que nadie sospechara nada.

Llegué a la puerta de emergencia y traté de abrirla, pero estaba trabada. En ese momento, el pánico se apoderó de mí.

—¡No, no, no! —grité sujetándome el cabello.

Respiré profundo tratando de calmarme, pero el miedo y la angustia seguían atenazando mi cuerpo. Miré a mi alrededor buscando algo que pudiera ayudarme, y fue entonces cuando vi la alarma contra incendios.

Sin pensarlo dos veces, bajé la palanca. El sonido ensordecedor de la alarma llenó el pasillo, y supe que no pasaría desapercibido para nadie en la escuela.

Mientras el ruido estridente seguía resonando, me alejé de la alarma y traté de pensar en lo que iba a hacer a continuación.

La gente comenzó a salir de las aulas, confundida y asustada. Sabía que tenía que encontrar al niño antes de que fuera demasiado tarde. Mientras la multitud se dirigía hacia la salida, los maestros ordenaron que todos debíamos salir en cuanto las puertas de emergencias se abrieron.

Me abrí paso a empujones, tratando de mantenerme en calma y no llamar demasiado la atención. Una vez que estuvimos fuera de la escuela, miré a mi alrededor buscando al niño que había visto en mi visión.

Lo vi al otro lado de la calle, junto con otros niños y adultos que miraban a la escuela con preocupación y temor. La alarma había detenido su juego y atraído la atención de los mayores sobre ellos.

El corazón me latía con fuerza en el pecho mientras trataba de calmarme.Me quedé parada en el lugar, mirando fijamente a los niños del otro lado de la calle. El sonido de la alarma de incendios seguía resonando en mis oídos, pero ya no me importaba. Había logrado evitar que algo terrible sucediera y eso me llenaba de alivio.

Por primera vez, tenía la verdadera certeza de que el don que le había pedido a Apolo podría ayudar.

Sin embargo, cuando finalmente tomé conciencia de todo lo que acababa de suceder, me di cuenta de que seguía temblando y que las lágrimas corrían por mis mejillas sin control.

Traté de controlarme, pero no pude evitar que mis emociones me dominaran. Sentía una mezcla de miedo, tristeza y alegría que me hacían sentir vulnerable y frágil. Mis piernas temblaban y sentía como si en cualquier momento fuera a caerme.

Respiré profundamente, pero mi cuerpo sigue temblando y las lágrimas no dejan de caer por mis mejillas.

Todavía no podía creer que lo logré, que evité una tragedia. Pero al mismo tiempo, sé que era solo el comienzo.

Que la guerra que se avecinaba en el Campamento Mestizo era real y que mis amigos estaban en peligro, pero ahora, quizá teníamos una oportunidad contra el ejército de Luke.

Seguí llorando, incapaz de controlar mis emociones. Me sentía vulnerable y frágil, como si todo el peso del mundo estuviera sobre mis hombros. Pero también sentí una fuerza dentro de mí, una determinación que nunca antes había experimentado. Si había algo que podía hacer para ayudar a mis amigos, lo haría sin importar el precio.

Para cuando los bomberos que habían llegado tan rápido como pudieron decretaron que no había ningún incendio y que todos podíamos volver a clases, ya había logrado calmarme lo suficiente como para secar mis lágrimas.

Con paso firme, volví a la escuela, lista para enfrentar lo que sea que viniera en nuestro futuro. Teniendo la certeza de que mi don me ayudaría a proteger a los que quiero y a luchar contra Cronos.

Ahora tenía esperanza de que podría ser capaz de un verdadero cambio.

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Me expulsaron de la escuela.

Sabía que podía pasar. No tenía ninguna excusa que justificara el por qué activé una alarma contra incendios sin contarles que tuve una visión del futuro donde un niño pequeño era atropellado por un auto gracias al don de previsión que me había regalado un dios griego.

Pero la expulsión valió totalmente la pena. No era nada comparado a lo que pudo haber sido de no haberlo hecho.

Eso sí, le conté la verdad a mi familia. Al menos ellos no me mirarían como si fuera una loca.

Al ver a los ojos a mi mamá, pude ver la pena y el dolor que le provocaba el peso que me estaba poniendo sobre los hombros. Lo mucho que ella deseaba alejarme para siempre del mundo mestizo y cómo quería reprenderme por no haberle contado del don, pero en su lugar, me tomó en brazos y me acunó con cariño.

—No importa, mi amor —murmuró—. Está bien, hiciste lo correcto. Encontraremos otra escuela.

La mañana siguiente de aquel día, me desperté con un regalo en mi mesita de noche: una maceta de cristal redonda repleta de piedras con una planta que tenía hojas verdes largas y estrechas, y flores en forma de campana, de color blanco con marcas verdes en la punta de cada pétalo.

Alguien las había dejado allí con una tarjeta:

Bien hecho, mantén la esperanza de que puedes lograr grandes cosas.

Apolo

Hacía días que no sabía nada él, al parecer, Zeus había llamado a un nuevo consejo y todos los dioses habían sido llamados al Olimpo porque las cosas se estaban complicando con el temita de Don Relojito.

Sonreí enternecida de que aún así se hubiera tomado el tiempo de enviarme un regalo para hacerme sentir mejor.

El abuelo dijo que eran Campanillas de Invierno y cómo crecían cuando el invierno llegaba a su fin y la primavera comenzaba a asomarse, eran consideradas símbolo de esperanza y consuelo.

Estaba agradecida por el detalle.

Aunque ahora que no tenía escuela pasaba mis días en casa, aburrida y con mucho cansancio.

Después de aquella primera visión, las demás vinieron con fuerza. Todas una detrás de la otra, atacándome cuando menos lo esperaba. Me quedaba paralizada en dónde sea que estuviera, anonadada y confundida, pero sabiendo qué había mucho por cambiar.

Otras seguían viniendo en sueños, pero no lograba retener las imágenes cuando me despertaba, seguían siendo borrosas y dejándome angustiada por el miedo y la preocupación.

Me despertaba entre gritos y llantos, sintiendo una sensación de pérdida, como si alguien arrancara una parte de mi corazón, sin poder explicar del todo la tristeza y el dolor tan grande que sentía.

Y por supuesto, cosas así no pasan desapercibidas por más que una lo intente.

Es así como me vi sentada frente al televisor, con mis dos queridísimos mejores amigos, Michael y Percy, pidiendo explicaciones de mi aspecto demacrado.

Por favor, no le digan a Lee que dije que estos dos son mis mejores amigos. El tipo no me va a dejar en paz hasta que admita delante de todo el campamento que él es el dueño de ese puesto.

Bueno, volviendo a la visita de los dos señores preocupación que tengo aquí....

Sabía que no dejarían de insistir hasta que les contara porque no habían dejado de mirarme con preocupación desde que les abrí la puerta.

Mi apariencia me delataba. Sabía que había cambiado mucho en los últimos días, mi familia trataba de hacerme todo más cálido y sin tantas preguntas para no angustiarme, eran comprensivos y amorosos sin llegar a hostigar, y sabía que tanto mi mamá como mi abuelo estaban sufriendo con solo verme sin saber cómo ayudarme.

Mis ojos estaban hundidos y oscuros, rodeados de grandes ojeras que no podía cubrir con maquillaje por más que lo intentara. Mi piel estaba pálida, y las líneas de preocupación y estrés se me notaban en la frente y en la comisura de los labios.

Hasta Nico había estado muy preocupado la última vez que vino.

—¿Qué te está pasando? —cuestionó con pena.

—¿Me contarás qué estás haciendo cuando te vas?

—No, no necesitas saber.

—Entonces ahí tienes la respuesta.

Pero Nico era un ser chiquito, le costaba tratarme sin la mirada de hermano menor, más acostumbrado a ser protegido que protegerme, incluso por más que lo intentara. No sabía cómo lidiar conmigo cuando me ponía esquiva.

Eso no pasaba con Percy y Michael. Ellos no me daban margen para esconderme en mis evasiones.

—¿Vas a contarnos por qué te expulsaron? —preguntó Percy comiendo galletas que trajo de su casa.

—Ya les dije, activé la alarma contra incendios.

—Nah —espetó Michael—, esa a nosotros no. No harías algo así solo porque sí. Debió haber un motivo para que lo hagas.

Intenté dar una sonrisa fingida a mis amigos, pero sabía que no había forma de ocultar mi agotamiento y mi angustia. Aunque no quería preocuparlos, no podía evitar sentirme impotente ante las visiones que me atacaban cada vez con más frecuencia.

—De verdad, chicos, no hay nada que contar. Solo fue un error estúpido, lo juro. —intenté convencerlos.

Pero ellos no parecían muy convencidos, intercambiaron una mirada que me hizo sentir como si estuvieran leyendo mi mente.

—Darlene, podemos ayudarte. Sabes que puedes confiar en nosotros, ¿verdad? —dijo Percy, poniendo una mano sobre mi hombro.

Sus palabras me hicieron sentir una punzada de dolor en el pecho. Sabía que ellos estaban ahí para mí, pero no podía contarles todavía.

Intenté tragar saliva para disimular la bola que se había formado en mi garganta. No pude evitar las lágrimas que empezaron a resbalar por mis mejillas.

—No puedo contárselos —respondí—. Es algo que afecta al Campamento, pero no tengo permiso de contarles.

Me sobresalté un poco al sentir la mano cálida de Michael sobre la mía. Me dio una sensación de confort que no sabía que tanto necesitaba.

—¡Si es sobre el Campamento, deberías decirnos con mayor razón! —exclamó Percy.

Negué. Había aprendido la diferencia entre contar a mortales y contar a semidioses. Mi familia no hacía preguntas porque no podían hacer nada para solucionar algo que estaba fuera del alcance, sabían que algo malo pasaba, pero no insistían en saber más de lo necesario.

Eso no pasaría con los chicos del Campamento. Ellos insistirían en saber algo si descubrían que podía ver visiones. Era un plus por encima del Oráculo, yo no tenía que hablar en estrofas, podía darles una explicación más certeza aunque no supiera del todo qué significaba, tampoco se limitaba a una única respuesta antes del silencio.

Y con la guerra tan cerca, todos querrían saber lo que deparaba.

Al menos si tenía la compañía de Quirón, él sabría qué curso mejor tomar ante esto. 

—Déjenme hablarlo primero con Quirón, al menos —murmuré—. Les juro que si él me dice que puedo, les contaré,

Había estado pensando en eso un par de días, recordando el mito de Cassandra.

Apolo había dicho que no debía contarle a nadie su futuro. Pero la princesa troyana había gritado a viva voz las desgracias que se avecinaban.

Llegué a la conclusión que quizá se debía a que Cassandra ya estaba maldita, no importaba porque ya nadie le creería y todos la trataban de loca. Ese, técnicamente, era su castigo.

Pero Apolo nunca le advirtió como a mí que no contara nada, quizá porque, en su locura de amor por ella, le dio el don apresurado por su deseo de tenerla, sin pensar en todo el panorama de alguien pidiéndole un poder para ver el futuro.

Y cuando Cassandra se arrepintió de estar con él, Apolo no vio necesidad de advertirle sobre lo que pasaría si lo contaba porque de todas maneras iba a maldecirla por ofenderlo.

Pero ese no era mi caso. A mí me creerían, pero ese era precisamente el detalle. A mí sí me advirtió porque no teníamos un trato igual a aquel.

Aunque estaba segura de que debían haber puntos en medio que me permitieran libertad, debía haberlo. Siempre había una laguna en todo contrato, solo había que encontrarla.

Michael y Percy se miraron y luego volvieron su atención a mí. Soltaron un suspiro resignado y asintieron.

—Está bien —dijo Percy—, esperaremos.

Tomó los tres vasos que teníamos delante y se marchó a la cocina a buscar más coca-cola.

—Vamos a esperar —murmuró Michael llamando mi atención—, pero por favor, lo que sea que te pase, no lo guardes por mucho tiempo. No puedes seguir soportando todo en silencio y a solas.

—No lo haré —respondí en igual tono—, no quiero hacerlo. Solo necesito asegurarme primero con Quirón.

Él asintió.

—Parece que no has dormido en días —comentó mirándome a los ojos.

—Son pesadillas —dije apoyando la cabeza en su hombro.

—Y supongo que son peores que las típicas pesadillas semidioses —agregó pasando su brazo por detrás de mí para sujetarme más. Asentí.

No me había dado cuenta que Michael olía a limón y sándalo.

Una extraña sensación de calidez me envolvió, como si estuviera siendo abrazada por una manta suave y tibia en una fría noche de invierno. Era una sensación que nunca antes había sentido con nadie más. Ni siquiera con mi madre, quien siempre me había dado el mejor de los abrazos.

Miré hacia arriba y encontré los ojos verdes de Michael clavados en los míos. Su expresión era dulce y compasiva, como si supiera exactamente lo que estaba sintiendo en ese momento.

No pude evitar sonreír y apoyar mi cabeza de nuevo en su hombro, disfrutando de la comodidad que me brindaba. Sentí su mano acariciando suavemente mi cabello, y eso me hizo sentir aún más segura y tranquila.

—Todo va a estar bien —susurró.

Cerré los ojos y respiré profundamente, tratando de seguir sus palabras y encontrar la paz dentro de mí. Y, de alguna manera, funcionó. Me sentí más relajada, más tranquila y menos angustiada que en los últimos días.

De repente, me di cuenta de que nunca antes había estado tan cerca de Michael. Habíamos sido amigos durante años, pero nunca habíamos compartido un momento tan íntimo y reconfortante como este.

Pero, de alguna manera, no me importaba. Me sentía tan cómoda y segura con él que no había nada más en el mundo que quisiera en ese momento que estar ahí.

Dejé escapar un suspiro de alivio y cerré los ojos de nuevo, permitiéndome disfrutar de la paz y calma que Michael me estaba dando. Y por primera vez en mucho tiempo, sentí la esperanza de que todo pudiera ser mejor.

No supe en qué momento me quedé dormida, pero por primera vez en días, no tuve pesadillas. Solo un profundo sueño de oscuridad y silencio.

😉Sin comentarios, diganme qué piensan.😉

Solo quiero agregar, que hay un detalle particular. Darlene dijo que Michael olía a limón y sándalo, y no sé si recuerdan, que dijo que Apolo olía a bloqueador solar y canela. 

Bueno, hay una razón de por qué lo menciono, los cuatro aromas tienen un significado. Primer vamos con Apolo:

CANELA: el olor a canela suele vincularse con cuestiones positivas y vibraciones intensas, muy vinculadas al sentimiento romántico. La canela es conocida como la especia del amor, debido a su aroma tan embriagador y afrodisíaco. Es por ello que se la utiliza por rituales vinculados con el amor y el romance. Un ritual cuyo fin no es amarrar ni hipnotizar a alguien para que quede enamorado de ti, ya que eso no sería amor de verdad, sino de evocar el amor en abundancia en tu vida y dar paso a que la persona ideal para ti, sin importar quien sea, llegue a tu vida.

PROTECTOR SOLAR: Obviamente esto no es un aroma con significado, es más un aroma comercial. Sin embargo, tiene relación a lo que uno siente cuando lo huele, aroma a verano: libertad, frescura, calor, playas, arena, cítricos, y puntualmente, el aroma a Petricor (es la palabra con la que se conoce ese olor tan característico de las tormentas de verano). Uno de los aromas que suelen ser el favorito de muchas personas.

Y ahora Michael:

LIMÓN: Es el aroma de la alegría. Es un aroma fresco y natural que nos activa el buen humor y el optimismo, nos llena de energía positiva y mejora el estado de ánimo de forma natural. 

SÁNDALO: La madera de Sándalo destaca por su aroma cálido, amaderado aterciopelado, muy sensual y ligeramente animal. Su olor cautivante y lechoso es delicado, pero resulta muy estable sobre la piel y en ocasiones se torna gourmand recordando levemente el aroma de la almendra. El incienso de sándalo es sagrado en algunas culturas y uno de los mejores aromas si buscas relajarte y combatir el estrés.

Meme time:

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