015. ᴛʀᴇʙᴏʟ ʙʟᴀɴᴄᴏ - ᴘᴀʀᴛᴇ 2
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ᴛʀᴇʙᴏʟ ʙʟᴀɴᴄᴏ - ᴘᴀʀᴛᴇ 2
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NO NOS DETUVIMOS HASTA LLEGAR A LA CASA DE WILL.
Cerramos la puerta detrás de nosotros y me apoyé contra ella, respirando agitada mientras mi mente trataba de procesar lo que acababa de suceder.
—Dari.
Will me miró con preocupación, su mano entrelazada con la mía. Mi corazón seguía latiendo a toda velocidad, mientras luchaba por encontrar las palabras adecuadas para hablar.
—¿Qué pasó? —pregunté—. En el baño, ¿qué pasó?
Soltó un suspiro tenso y pasó una mano por su cabello antes de responder.
—Cuando fui al baño, dos semidioses aparecieron de la nada. Al principio, solo querían conversar, pero cuando me negué en rotundo a escucharlos, las cosas se pusieron algo...intensas.
—¿Intensas? ¿Cómo? —Fruncí el ceño, confundida.
Will mordió su labio inferior, como si lidiara con recuerdos incómodos.
—Intentaron convencerme de que los siguiera fuera del local, decían que necesitaban hablar conmigo. Pero algo no se sentía bien, Dari. Me sentí... atrapado. Como si…como si no pudiera decirles que no.
Mis ojos se ensancharon mientras lo escuchaba, sintiendo cómo la preocupación se mezclaba con la ira en mi interior. Estaba claro que habían intentado manipularlo de alguna manera.
—¿Embrujo-habla? —pregunté incrédula—. ¿Alguno era un niño de Afrodita?
Hasta donde sabía, no había desertado ningún de los hijos de la diosa, era casi imposible, ella era una de las que más cuidado ponía con sus niños, los reclamaba a todos, ella…
—No, no creo que hubiera uno de Afrodita —dijo Will contrariado—. No era el embrujo-habla, sé cómo se siente, Drew debe haberlo probado al menos una vez con todos en el campamento. Normalmente ese don te convence de que estás de acuerdo con lo que te dice su portador, estás contento de hacerlo.
»Pero esto…esto era otra cosa, fue mucho más intenso, sentí que no tenía ningún control de mi cuerpo, como si estuviera atrapado dentro de mi propia mente y no pudiera hacer nada para evitarlo.
Lo miré con preocupación, sintiendo cómo la tensión en la habitación aumentaba.
—Esto es malo —murmuré—. Si Cronos tiene semidioses con ese tipo de poder…
Will asintió, igual de preocupado.
—Ya no importará si estamos de acuerdo o no con sus ideales, simplemente nos obligará —agregó con la voz ahogada.
Tragué saliva y tomé una respiración profunda, tratando de mantener la calma a pesar del torbellino de emociones que me invadían. Esto era malo, íbamos tener serios problemas.
—Pero lograste escapar —dije, buscando un rayo de esperanza en medio de la oscuridad que se cernía sobre nosotros—. Will —Lo tomé de los hombros con un poco de brusquedad que no pude controlar del todo—, ¿cómo lograste escapar de ese poder?
Él miró pensativo hacia abajo, como si estuviera reviviendo aquel momento.
—Me aferré a algo que era real, algo que ellos no podían manipular. Me concentré en aquellos a quien amo, y mi lazo con ellos, eso era más real que lo que sea que estaba controlando mi mente.
Aferrarse a lo que es real, a los lazos genuinos que habíamos construido.
Era un consejo valioso, pero también traía a colación problemas futuros, no todos tienen la fuerza de voluntad que Will había mostrado, o peor, no todos tienen ese nivel de conexión con sus seres queridos.
Cada vez que recordaba su descripción de cómo fue atrapado en el baño, sentía un escalofrío recorrerme la espalda. La idea de que existieran semidioses capaces de controlar las mentes de otros de esa manera era aterradora. Si Cronos estaba empleando esta táctica en sus filas, sería casi imposible anticipar sus movimientos o prever los ataques. Nuestras habilidades de lucha y astucia podrían ser inútiles si caíamos bajo el influjo de esa manipulación.
«Nadie debería tener tal poder y usarlo sin consideración» pensé frunciendo el ceño.
Nuestras defensas habituales podrían no ser suficientes para protegernos de un enemigo que podía explotar nuestros vínculos emocionales más profundos.
Miré a Will, cuya mirada reflejaba la misma preocupación que sentía en mi interior. El tiempo apremiaba, y cada día que pasaba nos acercaba un paso más al enfrentamiento final.
Percy cumpliría los dieciséis el próximo año, dentro de once meses y dos semanas.
Probablemente la guerra se desataría poco antes de eso, Cronos no podía permitirse dejarlo llegar a esa edad, y la verdad, no creía que Zeus considerara permitírselo tampoco. El titán no era estúpido, sabía que no había forma de que Percy traicionara al Olimpo, pero el dios era paranoico, él si lo creía capaz de darles la espalda.
Era una lucha atacada por ambos frentes.
La incertidumbre y el miedo se entrelazaban en mi mente, pero también sentía una chispa de determinación. Siempre habíamos superado adversidades juntos, habíamos encontrado una manera de luchar y prevalecer, incluso cuando las probabilidades estaban en nuestra contra.
—¿Qué vamos a hacer, Dari? —preguntó preocupado, llamando mi atención.
Lo miré directamente a los ojos, tomando una decisión en ese mismo instante. Había momentos en los que uno no podía quedarse atrapado en el miedo, sino que debía actuar.
—No podemos quedarnos de brazos cruzados —dije con firmeza—. Necesitamos informar al campamento sobre lo que descubriste. Alertar a los demás sobre esto, seguro que podemos armar algún plan, Quirón sabrá más seguramente.
Will asintió, algo apesadumbrado.
—Entonces, ¿nos vamos?
Me sentí mal por él, apenas había pasado dos días con su madre cuando el plan original era quedarnos una semana entera.
El cumpleaños de Naomi era al día siguiente y Will había comprado un bonito regalo para ella.
—Bien, supongamos que te creo —murmuré. Miré por encima de su hombro, dándome cuenta que Will salió del baño apresurado, sacudiéndose polvo de la ropa y con una expresión entre temerosa y enojado—. ¿Qué vienes a decirme?
Ella siguió mi mirada, y se volteó rápidamente hacia mí.
—No podemos hablar aquí, te enviaré un mensaje Iris —masculló entre dientes—. Ellos están tras ese chico.
Mi pulso se aceleró aún más ante sus palabras. Miré al chico sospechoso cerca de la puerta del baño, dándome cuenta de que realmente estábamos en una situación peligrosa.
—¿Tras Will? —pregunté, mi voz apenas un susurro, pero lleno de inquietud.
Alessandra asintió con seriedad, y su mirada se volvió intensa.
—Cronos está interesado en un sanador de su calibre.
El recuerdo de la advertencia de Alessandra destelló en mi mente. No podía irme sin respuestas.
—No, aún no —murmuré—. Vamos a esperar un día, quizá dos.
Will me miró confundido.
—¿Por qué?
La tensión en la habitación era palpable mientras miraba a Will, su rostro reflejaba una mezcla de confusión y preocupación. Respiré hondo antes de explicar mi decisión.
—Porque necesitamos más información antes de tomar medidas.
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Es curiosa la forma en cómo todo puede ir mal en menos de un minuto.
Justo cuando crees que tienes las cosas bajo control, cuando piensas que finalmente has encontrado un camino claro, el destino parece tomar un giro brusco y te arroja a un abismo de caos y confusión.
Esa noche, Will le dijo a su madre que no podríamos quedarnos el tiempo que se había previsto, y que probablemente nos tendríamos que ir al día siguiente o como mucho quedarnos un día después de su cumpleaños.
Naomi sugirió entonces que lo celebraramos esa noche. Propuso ir a cenar a algún restaurante en la ciudad, pero no estaba segura de qué tan buena idea sería eso, considerando que era a Will a quién estaban buscando.
Él no quería preocuparla, pero no era nada seguro sacarlo de la casa.
Pero terminé aceptando, pensando que quizá era mejor no dejarlos solos. Así que ahí estábamos cenando pizza en un local pintoresco.
Y mientras ellos bromeaban, disfrutaban de la comida y la música, mi atención estaba más centrada en nuestro alrededor. Miraba a todos lados en busca de una potencial amenaza, por suerte hasta ese momento todo iba bien.
Sin embargo, la tensión no me abandonaba, estaba segura de que esos semidioses no se rendirían tan fácilmente. Incluso si estaban bajo las ordenes de Alessandra y ella había dicho que estaba de nuestro lado, no podía confiar ciegamente en su palabra. Podía ser una trampa.
Me preguntaba si estaríamos siendo observados en ese momento, si alguno de esos semidioses oscuros estaba esperando su oportunidad para atacar.
Una risa de Will me sacó de mis pensamientos. Estaba contando una anécdota graciosa sobre algo que había sucedido en el campamento, y Naomi parecía estar disfrutando de cada palabra. Me esforcé en sonreír, tratando de relajarme y dejar de estar en estado de alerta constante.
A medida que avanzaba la noche, la tensión en mis hombros no se aliviaba. Los minutos parecían eternos, y cada risa que resonaba en el restaurante me hacía saltar.
—¿Dari, estás bien? —preguntó Naomi llamando mi atención, colocó su mano en mi hombro en un gesto reconfortante.
—Sí, sí… —La verdad es que no podía evitar sentirme como si estuviéramos en medio de un juego peligroso, uno en el que no sabíamos quiénes eran nuestros enemigos y quiénes eran aliados—. Necesito ir al baño —dije poniéndome de pie.
Ambos sonrieron y siguieron hablando, pero noté como Will pareció ponerse alerta de repente. Sabía que si yo me alejaba, él tenía que vigilar.
Dejé la mesa con una sonrisa forzada, tratando de ocultar mi preocupación. Caminé hacia el baño con pasos decididos, pero mi mente estaba en otra parte. Miré alrededor mientras lavaba mis manos, sintiendo el peso de la incertidumbre.
Mis pensamientos eran un torbellino de dudas y precauciones, mientras me esforzaba por concentrarme en la situación. ¿Cómo podía asegurarme de que Will y Naomi estuvieran seguros? ¿Y cómo podría mantenerme alerta sin dejar que la tensión me consumiera por completo?
Mientras mis dedos rozaban la superficie del agua del lavamanos, una extraña y brillante distorsión comenzó a formarse en el líquido. Mis ojos se abrieron de par en par cuando vi cómo las ondas del agua parecían ceder paso a una imagen en movimiento. A medida que el rizo se expandía, se transformó en una imagen clara, como si estuviera viendo una escena en una piscina líquida.
«Un mensaje Iris»
—Darlene —Alessandra me regresaba la mirada desde el otro lado de la llamada.
—Eso fue rápido —murmuré.
Ella sonrió burlona.
—Soy una profesional, no esperes mediocridad de mi parte.
—Dime lo que querías decirme —espeté poniendo los ojos en blanco.
Alessandra suspiró, su mirada intensa a través del mensaje Iris.
—No tengo mucho tiempo, preferiría que habláramos cara a cara.
—No.
Ella me miró con fastidio.
—Sigues sin confiar en mí. Lo entiendo, pero debes creerme, no soy su enemiga.
—Eres el alma gemela de Luke —dije con tono obvio.
—Por si no te has dado cuenta, mi alma gemela le entregó su cuerpo al señor de los titanes y ahora es solo una marioneta —espetó enojada—, además…
Ella pareció perderse en sus pensamientos, como si guardara un secreto doloroso.
—¿Además qué?
Alessandra suspiró, su expresión era agotada, tenía ojeras muy marcadas y parecía que no estaba durmiendo bien.
—Debes creer en mí, soy una aliada del campamento. Si no me crees, pregúntale a tu padre —agregó con cierto tono rencoroso.
Mi corazón latió con más fuerza ante sus palabras. Las implicaciones de lo que decía eran enormes.
—¿Mi padre?
—Sí, Eros sabe bien quién soy.
Una oleada de emociones me recorrió. La mención de mi papá debería haberme dado tranquilidad, quizá esperanza, pero contrario a eso, solo logró preocuparme más.
Si Eros tenía algo que ver con Alessandra, no podía ser del todo bueno, él no era muy conocido por relacionarse con los semidioses y hasta donde sabía, su interés en la guerra era más por mi protección que porque todo esto le importara.
—¿Qué tiene que ver él? —pregunté temiendo lo peor.
—Este fue su plan —dijo Alessandra con la voz rota.
—No entiendo.
Una sensación de hielo me invadió las venas mientras mi mente pensaba en cualquier posibilidad, y todas me parecían horribles.
—Él les dijo quién era yo. Soy el caballo de Troya de los dioses.
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Regresamos a casa después de la cena, con un ambiente ligero pero con un peso invisible que parecía descansar en mis hombros. La risa de Will y los comentarios despreocupados de Naomi no hacían más que chocar con el torbellino de pensamientos que tenía en mi mente. Cada paso que daba se sentía como si fuera en un mundo aparte, uno en el que las revelaciones de Alessandra seguían resonando.
—Él les dijo quién era yo. Soy el caballo de Troya de los dioses.
Naomi y Will continuaban hablando, compartiendo risas y bromas en el camino de regreso, pero mis oídos capturaban sus palabras como un eco distante. Sentía como si estuviera viendo el mundo a través de un cristal empañado, donde las preocupaciones y las dudas eran las únicas cosas claras.
Me fui a dormir sin decir nada, sintiendo la preocupación de la madre y el hijo sobre mí, pero esto era demasiado para procesar. Necesitaba respuestas, y sabía de quién conseguirlas.
No me costó nada quedarme dormida, y en cuanto lo hice, abrí los ojos al taller que tan conocido era ya para mí.
Apolo me recibió con una sonrisa, gesto que se congelo al ver mi expresión.
Sus ojos azules se llenaron de preocupación mientras estudiaba mi rostro. No necesitaba decir una palabra; parecía entender la gravedad de la situación solo con mirarme.
—¿Qué sucede? —preguntó en voz baja, acercándose a mí con cautela.
Dejé escapar un suspiro y me pasé una mano por el cabello, tratando de organizar mis pensamientos antes de hablar.
—El caballo de Troya.
Había algo delicioso en poder sentir las emociones de otros, nunca pueden engañarte. Apolo se tensó al escuchar mis palabras, de repente parecía incómodo, como si no quisiera hablar de eso.
—¿Qué?
Entrecerré los ojos, era claro que había algo ahí que los dioses no sabían.
—¿Qué es el caballo de Troya?
Apolo se rió nerviosamente.
—Bueno, Dari, eso es de cultura general, fue la estrategia con la que los griegos vencieron a los troyanos y…
—Apolo.
Él suspiró, nada complacido con no haber podido distraerme de su objetivo.
—No puedo decírtelo.
—¿Por qué no?
Miró a su alrededor como si estuviera considerando su siguiente movimiento.
—Porque los sueños ya no son seguros —dijo con seriedad—, Morfeo…
—Se pasó al bando de Cronos, lo sé.
Apolo asintió, su expresión sombría y preocupada.
—Morfeo era el guardián de los sueños, y su traición ha hecho que los sueños ya no sean un lugar seguro para obtener información o transmitir mensajes. Cronos tiene acceso a esa esfera ahora, y cualquier cosa que se comparta en los sueños podría ser interceptada.
Mis manos se apretaron en puños, frustración y desesperación mezclándose en mi interior. Mi mente giraba, buscando alguna solución, algún camino que pudiera llevarme a las respuestas que necesitaba.
—Pero tú me has estado visitando todo el tiempo —dije desesperada.
—Sí, pero solo hemos estado pasando el rato —Se acercó a mí, tanto que el calor que solia desprenser me acaricio la piel igual que quedarse dormido bajo el sol del verano—. No hemos hablado de nada que pueda comprometer nuestro bando.
Asentí, comprendiendo la precaución detrás de sus acciones. La magnitud de la amenaza se hacía más evidente con cada palabra que pronunciaba.
Levanté la mirada hacia sus ojos, perdiéndome por completo en lo bonitos que eran, las pequeñísimas motitas doradas como pepitas de oro salpicando el azul; sus pestañas rubias y largas. Casi que se me escapó un suspiro.
—¿No corremos peligro viéndonos aquí si Morfeo es una amenaza?
Él sonrió con tristeza.
—Todo estará bien —murmuró. Aunque me pareció como si estuviera tratando de convencerse más a sí mismo que a mí.
—Apolo.
Negó, contrariado. Sentí como su tristeza e incertidumbre pasaba a ser enojo, su energía parecía vibrar en el aire a mi alrededor. Sus ojos, que momentos antes eran tan suaves y reconfortantes, ahora brillaban con una intensidad que reflejaba su frustración.
—No voy a dejar que esa polilla de sueños me quité este tiempo lejos de esta estúpida guerra —espetó, su voz resonando con un toque de amargura.
Su comentario me tomó por sorpresa, y me encontré observándolo mientras luchaba por entender la mezcla de emociones que estaba experimentando. A pesar de su enojo, podía ver una vulnerabilidad en sus ojos, una especie de deseo de escapar de la realidad que lo rodeaba.
La ira parecía haberse apoderado de él por completo, como una llama que ardía con intensidad en sus ojos. Aunque su rostro estaba cerca del mío, su mirada parecía estar en algún lugar distante, perdida en pensamientos oscuros y peligrosos.
La intensidad de su expresión me dejó momentáneamente sin habla.
—Ey —murmuré, sujetando su rostro, tratando de calmarlo.
Pero antes de que pudiera decir algo más, sus ojos se clavaron en los míos con un brillo que me heló hasta los huesos. No eran los ojos reconfortantes y cálidos que había visto antes; ahora contenían un brillo inquietante, un resplandor que parecía contener cierto toque de locura y posesión.
Era como si algo en su interior hubiera cambiado, como si una parte de él se hubiera dejado llevar por la ira y la oscuridad.
Pero contrario a lo que esperé sentir, considerando que yo conocía muy bien esta faceta suya, no sentí miedo.
Esto es quizá un poco enamorarse conociendo lo malo que hay en la otra persona. Llamenme estúpida por caer sabiendo que Apolo podía ser tan peligroso que podría ser la causa de mi muerte. Pero no podía evitarlo, y una parte de mí quería creer que él ya no era peligroso para mí.
¿Cómo podía serlo? Había bajado al Inframundo por mi alma para salvarme de la muerte.
Quizá era peligroso, pero no me haría daño.
Mis dedos seguían descansando en su mejilla, y podía sentir el calor que emanaba de su piel. Aunque había una tensión palpable en el aire, también había un cierto grado de vulnerabilidad en él, una vulnerabilidad que parecía contradecir su enojo y su oscuridad momentánea. Como si estuviera luchando contra sus propios conflictos internos.
—Haremos lo que podamos —dije en un tono suave, buscando conectar con esa parte de él que sabía que estaba allí, más allá de la furia que lo envolvía—, hay demasiado en juego, no quiero que Morfeo convierta este espacio en una trampa para nosotros.
Parecía luchar consigo mismo, y por un instante, vi una fisura en su mirada, una rendija a través de la cual podía vislumbrar la vulnerabilidad que siempre trataba de esconder.
Al final, asintió con resignación. Mis dedos seguían acariciando su rostro, una acción suave que parecía ofrecerle un destello de tranquilidad, inclinó el rostro hacia mi mano y cerró los ojos.
Me mordí, se veía tan lindo que me estrujaba el corazón sentir tanto sin poder decirlo. Una de mis manos trazó el contorno de su mandíbula, descendiendo lentamente por su cuello, sintiendo la calidez de su piel bajo mis yemas. El corazón me latía con fuerza en el pecho, y el silencio que llenaba el aire se cargaba de una electricidad intensa, como si estuviéramos en medio de un momento crucial.
Apolo dejó escapar un suspiro, y su rostro se inclinó aún más hacia la mano que aún descansaba en sí rostro, la cubrió con la suya, se giró lo suficiente para tomar mi muñeca y dejar un beso suave que envió un cosquilleo por todo mi cuerpo, una sensación que me hizo temblar ligeramente.
Abrió los ojos, fijos en los míos con una intensidad cautivadora. Era como si pudiera ver directamente en mi alma, como si ambos compartiéramos un entendimiento profundo y secreto. La electricidad en el aire parecía acumularse y podía sentir el latido de mi corazón resonando en mis oídos.
Mi dedos se deslizaron por detrás de su cuello, acariciándole la nuca con las uñas, y sentí como se erizaba bajo mi toque. El calor que desprendía era intoxicante, y me paralicé por completo cuando su mano se aferró a mi cintura.
Se me aceleró el pulso, casi como si cada célula de mi cuerpo se hubiera encendido de repente. Mi mirada se deslizó lentamente de sus ojos a sus labios. Quería tanto que me besara.
—Darlene —susurró mi nombre, su voz llena de una mezcla de advertencia.
Levanté una mano para callarlo, no necesitaba palabras. Esto no podía ser imaginación mía, yo le gustaba tanto como él me gustaba a mí. Acaricié su labio inferior, sintiendo lo suaves que eran.
Me incliné hacia adelante, el corazón me latía como loco. Cerré los ojos, dejándome llevar por el impulso de idiotez que me dominó en ese momento.
—No.
Se me heló por completo el cuerpo, su voz sonó con tanta firmeza, la mano que pensé que me estaba sujetando contra él en realidad estaba intentando mantenerme quieta. Apolo apartó la cabeza hacia atrás, ni siquiera mirándome a los ojos.
Inhalé profundamente, tratando de controlar la ola de emociones que me invadieron de repente: ansiedad, miedo, dolor.
«Yo…no entiendo…¿de verdad malinterpreté todo?» pensé sintiendo como los ojos se me llenaban de lágrimas.
Él apartó mis manos de su rostro con suavidad, pero no se alejó. Abrí la boca tratando de decir algo, lo que fuera para entender qué hice mal, pero él se me adelantó cortando cualquier pensamiento que pudiera tener.
—Pronto amanecerá —dijo finalmente soltándome, alejándose como si no hubiera pasado nada—. ¿Tienes alguna otra duda que sí pueda responder ahora?
«¿Así será? ¿Ni siquiera lo mencionará? Bien».
Tragué saliva y respiré hondo en un intento de controlar todo lo que estaba sintiendo. Me paré derecha, con la cabeza en alto.
—Hablando de eso, la verdad sí —dije con un tono seco—, ¿podrías darnos un aventón?
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Me desperté con la cara bañada en lágrimas secas. Ni siquiera me había dado cuenta que al parecer había llorado dormida.
Me limpié la cara, con las sábanas y me senté en la cama. Frente a mí había un tocador antiguo con un enorme espejo que me devolvía la visión del desastre que era. Tenía los ojos rojos e hinchados y mi cabello parecía un nido de pájaros . Suspiré agotada, queriendo volver a dormir, pero sin tontos dioses que me confunden.
El reloj marcaba casi las seis de la mañana, el cielo se veía ligeramente oscuro. Aparté las mantas y me preparé para levantarme, cuando la vi.
Sobre la mesita de noche había una solitaria flor. Un trébol blanco.
«No sí, Darlene, eres bien tonta» pensé mientras me apresuraba a encender el velador y tomar mi libro, buscando rápidamente la explicación, por más escueta que fuera y aunque no fuera de sus propios labios, sentía que al menos era algo.
Amor eterno. Conexión única. Atesoro mis momentos contigo.
Bajé el libro, tomando el trébol y mirándolo sin entender nada.
—Entonces, ¿por qué, Sunshine?
¿Alguien adivina por qué?
Aunque me temo que las cosas van a ir de mal en peor los próximos meses para esta parejita (y para Michael, y Eros, y Afrodita...Ninguno se va a salvar de la que se viene)
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