014.ᴘᴇᴏɴɪᴀ ᴍᴜʟᴛɪᴄᴏʟᴏʀ
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ᴘᴇᴏɴɪᴀ ᴍᴜʟᴛɪᴄᴏʟᴏʀ
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━━━13 de Abril
DARLENE
HABÍA ELEGIDO UNOS DISFRACES GENIALES para la fiesta de cumpleaños de Camille, la vecinita de Michael, y sabía que él se iba a enojar cuando viera lo que elegí, pero igual se lo pondría porque no tendría otra opción.
Adoro los finales felices.
Él vendría hoy a buscar el disfraz para mañana, así que aprovecharíamos para jugar videojuegos un rato. Pero mi madre me había encargado que doblara la ropa limpia antes de que Michael llegara. Por supuesto que me había quedado dormida en cuanto volví de la escuela y no lo hice.
Así que ahora tenía el sillón repleto de ropa y apenas iba a la mitad.
Me había puesto una película en la tele para ver mientras, y me encontré Encantada. Mi felicidad pura.
Estaba terminando las últimas prendas cuando estaba empezando la canción de Giselle en el parque. Empecé a cantar a todo pulmón, sin importarme que mi voz no era la mejor de todas, me dejé llevar por la emoción del momento, tratando de imitar los gestos y movimientos de la actriz, cuando sonó el timbre.
—Cómo sabrá que la amas, cómo le muestras cariño, cómo sabrá que en verdad la más, si la amas —cantaba mientras abría la puerta—. No es suficiente que a quien amas des por hecho.
—Hola —dijo divertido Michael, luego de que se recupero del hecho de que prácticamente le grité en la cara. Cerró la puerta y yo regresé a la sala.
No era la primera vez que él venía de visita justo cuando estaba en medio de una película y ya sabía que no me detendría ni a hablar solo porque llegó un invitado, menos si es una película con canciones.
—Haz que se entere o ella puede así decir "cómo sabré si me ama, si acaso soy de él". —Tomé las prendas y las metí en el cesto para guardarlas más tarde, al menos ya había doblado todo—. Te deja notas que te dicen que en su mente siempre estás, él te manda flores sí nublado está. —Podía sentir la mirada de Michael sobre mí mientras acomodaba el desastre sobre la mesita de café, pero él siempre me miraba raro cuando venía y me encontraba cantando, así que le quité importancia. Normalmente sólo servía para darme una crítica que destrozaba mi manera de cantar.
»Encontrará mil maneras, diaria una más tendrá y tú sabrás, y tú sabrás que es tu amor.
—Mi mamá me trajo uno nuevo de su último viaje a Los Ángeles la semana pasada —dijo sacando un videojuego de su mochila y dejándolo en la mesa. Asentí mientras salí de la sala para buscar algo para comer.
—Tu amor reafirma ferviente, pues ella no es vidente, que sienta que estás presente y que tú la amas.
Cuando volví con coca-cola y papas fritas, él ya se había sentado en el sillón y miraba extraño la película.
—Esta hubiera sido buena para disfrazarse —comentó señalando a los personajes—. Un traje y ya.
Dejé las cosas en la mesa y le di un empujón, rodando los ojos por su comentario. Por supuesto que hubiera sido super sencillo solo decirle que se pusiera un traje negro y listo. Pero esa no era la gracia de una fiesta infantil con temática de disfraces Disney.
—¿Vamos a apagarla?
—Cállate y déjame terminar la canción al menos —espeté.
»Por abrazarte más cerca a un baile te invito, o compuso para ti una canción ohhh —Seguí cantando tratando de ignorar la mirada de Michael sobre mí—. Él hallará la manera, sus detalles hablarán; y tú sabrás, y tú sabrás, que es tu amor. Que es tu amor.
Soltó una carcajada justo cuando pasó el salto del príncipe Edward siendo atropellado por los ciclistas.
—Tienes que admitir que el tipo tiene razón —comentó cuando Robert dijo que era una tontería lo de las palomas porque ellas no sabían dónde vivía Nancy.
Rodé los ojos—. Por supuesto que estás de acuerdo con Robert, claramente no tienes el encanto de un príncipe.
Él me miró ofendido.
—Puedo ser muy encantador si me lo propongo —espetó.
—Sí, claro, Michael, seguro que sí —dije burlándome. Centré mi atención nuevamente en la película y seguí cantando—. Porque se viste del color que con tus ojos combinó, un picnic privado él organizó. Su corazón va a ser tuyo y tú siempre lo serás. Y tú sabrás, y tú sabrás, y tú sabrás, que es tu amor.
»Y así sabrás que la amas, si tú le muestras cariño. —Amaba esa parte final donde varias estrofas distintas congeniaban entre sí, remarcando una de las más importante a la hora de tener una relación: el compromiso por intentar que funcione—. No es suficiente que a quien amas des por hechooooo.
Terminé la canción de pie en el sillón, con las manos extendidas hacia arriba, igual que Giselle, sintiendo mi corazón latir con fuerza y mi respiración agitada.
Michael aplaudió rompiendo el momento.
—Vas mejorando, ya no pareces cacatua.
Me bajé del sillón, tomando uno de los almohadones y golpeándolo con él.
—Tienes la sensibilidad de una piedra —espeté.
Él se rió—. Dime por favor que es esa película y puedo usar un traje —pidió casi rogando.
—No, porque incluso Robert es cómo un príncipe. Uno moderno, pero lo es. Es el príncipe de Giselle.
—Pero ahí...
—No, dijiste que nada de príncipes —repliqué—. Tranquilo, la película que elegí no tiene principes, solo un rey, pero a quiénes elegí son obreros.
—¿Obreros? —preguntó enarcando una ceja—. ¿Qué seremos? ¿Blancanieves y un enano?
—¡Que Disney no es solo princesas!
—Ya, claro —dijo rodando los ojos.
Pasamos un par de horas jugando videojuegos, saltando y gritando con emoción cada vez que ganábamos una partida. Pero algo en el ambiente había cambiado. Sentía que Michael estaba distante, como si estuviera perdido en sus pensamientos y no en el juego.
Por un momento, quise preguntarle qué le pasaba, pero decidí no hacerlo. Había algo en su mirada que me impedía hacerlo, Michael no era precisamente el mejor para hablar cuando estaba así. Era más de pensar un tiempo en lo que le pasaba, y cuando llegara a una conclusión, buscaría a alguien para hablar y pedir una última opinión.
Aún así era incómodo. Me sentí nerviosa, sin saber qué esperar. ¿Qué estaba pasando por su cabeza? ¿Por qué estaba tan distante?
Cerca de las nueve de la noche, Michael se tenía que ir.
Le entregué el bolso con su disfraz y él lo miró haciendo una mueca.
—¿Me prometes que no es nada tonto? —pidió.
Sonreí—. Solo pediste a ningún príncipe, y ya no hay tiempo para cambiarlo.
—Está bien —dijo soltando un suspiro resignado—. Nos vemos mañana.
Seguía pensando en lo extraño que se había comportado Michael y en lo mal que me hacía sentir.
—¿Estás bien? —pregunté preocupada.
Él me miró confundido.
—Sí, ¿por?
—Es que... —dudé un poco en decirlo—, parecías muy distraído.
Michael frunció el ceño antes de apartar la mirada hacia el suelo. No parecía querer hablar sobre lo que lo estaba molestando, y yo no quería presionarlo demasiado. Sin embargo, su comportamiento estaba empezando a inquietarme.
—Solo estoy cansado, Dari —dijo finalmente, levantando la cabeza y sonriendo levemente—. Ha sido un día largo.
—Está bien —murmuré insegura.
Aunque traté de creer en sus palabras, no pude evitar sentir que algo más estaba sucediendo. Lo miré a los ojos, buscando alguna pista, y noté que su expresión se suavizaba un poco.
—Lo siento si te hice sentir incómoda —dijo, acercándose para darme un abrazo—. No quiero que te preocupes por mí.
Le devolví el abrazo, disfrutando de la sensación reconfortante de su cercanía. Pero incluso en ese momento, pude sentir que algo no estaba bien. Había una tensión en el aire que no podía ignorar.
Cuando Michael finalmente se alejó, me dio una última mirada antes de alejarse por el pasillo hacia la salida del edificio. Comprendí qué era lo que me preocupaba. Sus ojos parecían estar llenos de tantas emociones diferentes que no podía distinguir una de la otra.
Me quedé allí, mirando su figura desvanecerse en la oscuridad, preguntándome qué estaba pasando en su cabeza y si había algo que pudiera hacer para ayudarlo.
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━━━14 de Abril
Amaneció bastante soleado, amaba la primavera y era un día magnífico para festejar un cumpleaños.
Tenía que ir a la casa de Michael a eso de las tres de la tarde, así que pasé la mañana holgazaneando hasta el mediodía. Luego preparé mi bolso con todo lo que tenía para el disfraz, me cambiaría en su casa porque no iba a ir todo el camino así vestida.
Estaba terminando de hacerme el maquillaje, había visto unos cuantos tutoriales en youtube y me había decidido por uno artístico que sería digno de pasarela. Que sea un disfraz infantil no significa que no pueda ponerme en modo diva.
—Ese color te sienta bien —dijo una voz ya demasiado conocida.
Solté un suspiro y me giré.
Apolo estaba sentado en mi cama, otra vez.
—Hola, Sunshine —saludé volviendo mi atención al maquillaje.
—¿A dónde vas?
—A una fiesta de cumpleaños —respondí dando una última mirada. Satisfecha, dejé la brocha y me giré hacia él para tomar mi bolso.
—¿Y vas así vestida? Te falta algo más...elegante y festivo ¿no?
Miré mi atuendo. Estaba usando un pantalón deportivo y un buzo, lo único que destacaba para un evento era el maquillaje.
—Me cambiaré allá —dije saliendo de la habitación—. Es una fiesta de disfraces.
Apolo me siguió rápidamente.
—¡Genial! —exclamó—. Adoro las fiestas de disfraces.
Me detuve en seco justo en la puerta de mi apartamento, y lo miré enarcando una ceja.
—Disculpa, ¿y a tí quién te invitó?
—Por favor, soy el dios de la música —respondió divertido—, estoy invitado honorablemente a todas las fiestas que existan.
—No a esta —dije con tono burlón—, es una fiesta de seis años.
Apolo frunció el ceño.
—¿Por qué vas a una fiesta infantil?
—Es de la vecina de Michael.
—¿Quién?
Lo miré seriamente, entrecerrando los ojos con enojo.
—¡Tu hijo, miserable insensible! —espeté dándole un golpe en el brazo.
—Lo sé, lo sé —dijo riendo—, solo quería molestarte. Lo siento.
Tenía ganas de tumbarlo de un golpe en plena en la cara. No me hacía gracia que hiciera bromas con respecto a sus hijos.
Solté un bufido, no quería darle mucha importancia. Así que me di la vuelta y me alejé. Y por supuesto, me siguió.
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APOLO
—Podríamos haber venido en mi carro —dije caminando detrás de Darlene.
Me costó un poquito que volviera a sonreir con mi conversación. Le había molestado bastante la broma sobre Michael.
—Son solo un par de calles, Apolo.
—¿Un par? —cuestioné incredulo—. Caminamos 10 calles y un subterráneo, luego 8 calles, y aún faltan 4 más.
—Eso te pasa porque no tienes resistencia —soltó—, estás tan acostumbrado a tener todo en un chasquido de dedos que no soportas el estilo mortal.
—¡Claro que soporto el estilo mortal! —repliqué—. Lo que no soporto es el aburrimiento.
—Si tanto te aburres, vete. De todas maneras no estabas invitado, te colaste.
—Ya te dije que siempre estoy invitado cualquier fiesta.
Seguimos discutiendo hasta que el ruido de una risas y música infantil llenó mis oídos mientras nos acercábamos. Los niños estaban corriendo por todas partes, riendo y jugando.
Pero ella se dirigió a la casa de al lado. Era pequeña, bastante pequeña, pero tenía un lindo jardín delantero repleto de flores muy bien cuidadas.
—Estás bien con la mamá de Michael, ¿verdad? —preguntó deteniéndose en la puerta.
—¡Claro que sí! —respondí—. Me llevo bien con todas mis exs. —Ella enarcó una ceja, cruzándose de brazos—. ¿Qué?
—¿Ya no eres un ex tóxico e imbécil?
La miré ofendido.
—¡No soy un novio tóxico!
—Tu pasado no dice lo mismo —murmuró volviéndose a tocar el timbre.
—¡Voy! —gritaron desde adentro, reconocí la voz de Micahel acercándose y abrió la puerta.
«¡Por todos los dioses! ¡¿Hijo mío, qué te pusiste?!» pensé horrorizado al verlo.
Estaba vestido con pantalones marrones, una camisa vieja de color ocre debajo de un chaleco de piel marron. También llevaba un cinturón negro con bolsitas de tela colgando a los costados y botas marrón clarito. Sobre el cabello castaño se había puesto un gorrito con forma de bellota.
Y se había puesto unas orejas puntiagudas de duendes, pero lo que más destacaba, eran las alas transparentes parecidas a una mariposa, ovaladas y con diseños extravagantes.
—¡Wow! ¡Te quedó genial, Michael! —exclamó Darlene con una sonrisa enorme.
Él la miró con desgana.
—Lo hiciste a propósito, ¿verdad?
—No eres un príncipe —dijo ella con tono sabiondo—, y Terence es un personaje maravilloso.
Michael soltó un gemido, echando la cabeza hacia atrás y luego llevándose las manos al rostro para cubrir el sonrojo.
Luego pareció notar mi presencia.
—¿Papá? —cuestionó frunciendo el ceño. Mirándome a mí y a Dari simultáneamente—. ¿Qué haces aquí?
—Soy el alma de toda fiesta —respondí sonriendo—. Dios de la música y todo eso.
—Se coló —dijo Darlene.
—¡No me colé!
—Viniste porque te dio la gana, nadie te invitó. Eso es colarse.
—No es...
—Mike, me prestas tu baño para poder ponerme el disfraz —pidió interrumpiéndome.
Él asintió y Darlene pasó por su lado, subiendo por las escaleras que daban a un entrepiso al otro lado de la entrada. Michael se hizo a un lado para dejarme pasar y entré.
Observé con curiosidad el lugar, rara vez podía visitar a alguno de mis hijos en sus hogares mortales, sobre todo si se trataba por una emergencia que pusiera sus vidas en peligro.
—Bonita casa —comenté.
—No tienes un disfraz —espetó Michael con los brazos cruzados.
Ya me había acostumbrado a su manera hosca de ser. No me molestaba.
—No hay problema —dije quitándole importancia—. Puedo ponerme algo a último segundo.
Michael me miró con algo que me pareció ira. No entendía por qué estaba tan enojado.
—Me parece sumamente innecesario el regalo que le hiciste —dijo finalmente.
—¿Qué regalo? —En serio, no sabía cuál de todos.
—El arreglo floral —respondió—. El amarillo gigante que mandaste con Hermes.
Solté un suspiro.
—Hijo, se que debe ser algo incómodo para tí —dije acercándome a él y poniendo una mano en su hombro—, es tu amiga y lo mío con tu madre....
—¡No metas a mi mamá en esto! —siseó—. Ella no tiene nada que ver, me da igual cómo hayan sido las cosas entre ustedes dos, eso no es mi asunto. Lo que me importa es que Darlene es mi amiga y no me gusta nada que andes haciéndole regalos inapropiados. Sé cómo eres.
Fruncí el entrecejo—. Cuida como me hablas jovencito —dije apuntándole con un dedo—. Soy tu padre.
—¡Precisamente por eso! —exclamó levantando los brazos con frustración—. Eres mi padre, ¡¿tienes idea de lo desagradable que es que le andes dando florecitas a mi mejor amiga?!
—Michael.
—No, Michael no —espetó furioso—. No voy a dejar que le hagas daño, no a ella. Yo mejor que nadie sé cómo van las cosas para las que se enamoran de tí. ¡Hace menos de un año estabas intentando matarla!
El ambiente estaba cargado de tensión, como si una tormenta eléctrica estuviera a punto de desatarse entre nosotros. Michael estaba furioso, y yo no podía culparlo. Había hecho cosas terribles en el pasado, y él tenía toda la razón de estar preocupado por la seguridad de Darlene.
Pero no podía permitir que mi propio hijo me hablara de esa manera. Yo era el dios del Sol, el más poderoso de los dioses olímpicos. Y sin embargo, aquí estaba, discutiendo con mi propio hijo como si fuera un mortal más.
»Dari es demasiado dulce y de buen corazón, ella no siente rencor; pero yo no olvido tan fácilmente como ella. Y sé que Lee tampoco, ni mucho menos Jackson —agregó—. Y eso que ninguno de los chicos de mi cabaña lo sabe, porque ten por seguro que la aman más a ella, de lo que te respetan y temen a tí.
—Te estás sobrepasando, Michael —murmuré enojado, aunque tratando de mantener la calma. Pero él no estaba dispuesto a escucharme.
Había algo en su tono de voz, en la forma en que hablaba de Dari, que me hizo enfurecer, pero también algo me detenía a reaccionar cómo normalmente haría.
—Dame una sola razón y le contaré a todos mis hermanos lo que le hiciste —dijo con dureza—, no habrá ni uno solo de tus hijos que te rinda culto en el campamento.
El ambiente se tensó aún más, como si el aire se hubiera solidificado. Mi hijo me miró con furia en los ojos, y justo cuando estaba por replicar con la fuerza de mi divinidad, una voz nos sorprendió.
—¡Ya estoy lista!
Ambos miramos hacia arriba, y fue una vista impactante.
Cada escalón que bajaba era un paso más que mi corazón latía más rápido. Nunca había visto una obra de arte más hermosa que ella. El sol brillaba en su cabello y sus ojos parecían tener luz propia.
Sus movimientos se veían elegantes y gráciles, como si estuviera flotando al caminar. Se había puesto un vestido verde brillante con detalles de hojas y se había dejado el cabello suelto, apenas sujeto con broches de perlas blancas. No me había dado cuenta que lo que brillaba era la cantidad enorme de spray dorado que se había puesto para dar la apariencia de un tono rubio.
Llevaba unas alas hadas iguales a las de Michael, pero en ella no se veían tontas, se veía majestuosa.
Finalmente, ella llegó al último escalón y se detuvo, mirándonos con una sonrisa divertida. Me sentí como si de nuevo estuviera atrapado en un hechizo, incapaz de moverme o hablar.
—¿Qué les pasa? —cuestionó riendo—. Cierren la boca, les va a entrar moscas.
Pasó por al lado nuestro, dejando una estela de perfume en el aire, y ambos nos giramos siguiéndola.
—N-No... —intentó decir Michael, pero se le trabó la lengua. Tragó fuerte y respiró, antes de volver a hablar—. ¿Tinkerbell no es rubia?
—Sí, y Terence también, y tú tampoco te pusiste la peluca —respondió ella.
—Me daba comezón.
—Bueno, decidí que era una tontería ponérmela, a los niños a veces no les importa esos detalles a no ser que vayan a un parque temático —dijo encogiéndose de hombros—. Te apuesto a que habrán varias niñas disfrazadas de princesas y algunas no encajaran en la estética del personaje. Lo que importa es divertirse.
Me acerqué a ella, luchando por encontrar las palabras adecuadas para decirle lo que estaba pensando. Darlene me miró con sus grandes ojos, hermosos, y tuve la certeza de que si ahora era capaz de dejarme así, en unos años más me tendría de rodillas por ella.
—Estás hermosa —murmuré.
—Gracias —dijo sonriendo.
Extendí hacia ella mi mano en un puño, y lo miró con curiosidad. Cuando la abrí, dentro había una bonita y delicada peineta con detalles de flores. Estaba hecha de oro rosa y en su superficie se habían esculpido pequeñas peonias con petalos variados: rosa, roja, amarillo, blanco, azul, morado.
Cada flor tenía en el centro un cristal brillante que Hefestos, quién había estado haciendo cada una de las piezas de joyería que le había dado a Darlene, había agregado, dándole un toque de elegancia y sofisticación.
Darlene la miró asombrada.
—¡Es hermosa!
«Digna de tí» pensé sonriendo levemente. Se la coloqué en un costado del cabello, dándole un aire aún más de hada.
—Bonita —murmuré.
Ella sonrió, sonrojándose.
Hubiera sido un hermoso momento....de no ser porque Michael me empujó, pasando su brazo por los hombros de Darlene.
—Vamos a llegar tarde —dijo arrastrándola hacia la salida—. Vas a gustarle a Camille.
Darlene asintió divertida, escuchándolo atentamente a todo lo que él le contaba sobre la cumpleañera.
Fruncí el ceño. No me gustaba nada lo que había pasado con él. No sabía qué era, pero estaba seguro que había algo que me faltaba saber.
Dejo a su elección personal qué disfraz se puso Apolo para colarse a la fiesta.
¿Les gustó que Dari y Michael fueran de Tinkerbell y Terence?
A mí se me hacen una amistad preciosa (mentira, Tink dio a entender que era su novio 😉)
No conseguí una imagen de la peineta porque fue algo que se me ocurrió a último segundo cuando pensaba usar directamente una flor, así que la dejo a imaginación suya, pero acá está la flor.
No tengo nada para el meme time, será para otra ocasión.
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