009.ʀᴏꜱᴀ ᴅᴇ ʟᴏꜱ ᴀʟᴘᴇꜱ
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ʀᴏꜱᴀ ᴅᴇ ʟᴏꜱ ᴀʟᴘᴇꜱ
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━━━27 de Septiembre
MIRÉ EL CIELO CUBIERTO POR UN MANTO GRIS ESPESO. Los últimos días habían sido algo nublados, sin un rayo de sol en ninguna parte.
En el campamento no llovía gracias a las barreras mágicas, pero fuera de ahí, había caído una tormenta impresionante.
Me mordí el labio, preguntándome si le pasaba algo a Apolo que no dejaba ver el sol.
Respiré profundamente, dejando que el aroma a tierra húmeda y pasto recién cortado inundara mis sentidos. Necesitaba despejar mi mente y distraerme un rato de todo el caos que había dentro de mí.
Las cosas entre Michael y yo se habían calmado un poco, pero aún seguíamos pasando mucho tiempo juntos y siempre me miraba de una manera que me hacía sentir mariposas; pero eso era todo.
Ajusté mi agarre en la escopeta, hoy había decidido probar mi puntería con otro tipo de armas. Apunté y cada disparo que resonaba en mis oídos me resultaba un refugio para tapar las emociones que me abrumaban.
Por alguna razón, nadie se había acercado al campo hoy, así que estaba sola.
Me aparté para cargar de nuevo el arma, seleccionando cuidadosamente un cartucho en buenas condiciones. El sonido del metal al hacer contacto con la escopeta me resultaba igual de reconfortante. Mis dedos se movían con destreza, casi inconsciente al hacer todo el proceso como si fuera algo que sabía de memoria aunque solo llevaba dos días desde que empecé a probar armas de fuego.
Una vez todo listo, volví a apuntar a la diana. Había tenido que cambiarlas una y otra vez, porque en la hora que llevaba aquí, ya había despedazado unas diez.
Apreté el gatillo y la escopeta estalló en un estampido ensordecedor. El impacto del disparo hizo que la diana se sacudiera violentamente, y cuando el humo se disipó, sonreía satisfecha al ver que había dado en el centro al primer intento.
Miré el arma en mis manos, una Beretta DT11 calibre 12, era una verdadera belleza, pero tenía un potencial destructivo bastante grande.
—Impresionante —dijo una voz a mis espaldas.
Me giré, y Michael estaba parado a unos metros. Rodé los ojos volviendo la atención al arma para limpiarla, él era el único suicida que se me acercaría.
—Quería probar algo diferente —expliqué encogiendome de hombros.
—Te queda bien —mencionó—, pareciera que te puedes ajustar bien a todo tipo de arma de largo alcance.
—Será por Ares.
—Puede ser.
Michael se acercó un poco más, observando con interés cómo limpiaba la escopeta. Parecía estar disfrutando de la conversación sobre armas, aunque sabía que para mí era una forma de liberar tensiones.
—¿Cómo fue la reunión? —pregunté mirándolo con seriedad.
Los líderes de cabaña habían tenido una reunión de guerra con Quirón. Normalmente yo asistía para cubrir la parte de "vidente residente del campamento", pero me había quedado dormida.
Michael frunció el ceño.
—Vamos a organizar redadas —respondió colocando una nueva diana—, enviaremos exploradores y trataremos de asaltar cualquier refugio de los secuaces de Luke.
«Así que ahora es una guerra de dos bandos que atacan» pensé.
—Entiendo, espero que los dioses nos protejan.
Noté como la espalda de Michael se tensó unos instantes, pero luego actuó como si no hubiera pasado nada.
—Sí, esperemos que sí.
Terminé de limpiar la escopeta y me giré hacia él. En su mirada, percibí una mezcla de preocupación y determinación, y me di cuenta de que estábamos en esto juntos, sin importar lo que estuviera por venir.
—Habrá que tomar muchas medidas para mantener a todos a salvo.
Él miró la diana, ajustó su arco y flecha, y se preparó para disparar. Su mirada se tornó intensa mientras apuntaba con precisión. La flecha voló velozmente y se clavó en el centro de la diana con un golpe certero.
—Estoy listo para hacer lo que sea necesario —dijo con voz dura—, no perderé a nadie más.
Lo miré con admiración y preocupación. Sabía que él era valiente y leal, pero también era un loco imprudente.
Me aterraba imaginar lo que sería capaz de hacer cuando la próxima batalla se desatara.
Recordé como poco a poco mi sueño de la guerra que pronto vendría se volvía cada vez más nítido, y había una parte de él que me provocaba un dolor tan grande en el alma.
El pavimento estaba destrozado, tenía trechos medio fundidos por fuego griego.
La hoja de una espada se hundió hasta la empuñadura, como si el asfalto fuese de mantequilla, y de la rendija empezó a brotar agua salada a chorro, como de un géiser. Al sacar la hoja, la fisura se ensanchó rápidamente. El puente se estremeció y empezó a desmoronarse.
Caían bloques del tamaño de una casa al río Este. Había gente gritando aterrada y huyendo. Algunos habían caído de bruces y no lograban levantarse. En cuestión de segundos, se abrió una brecha de quince metros en el puente de Williamsburg.
Miré hacia los cables de suspensión a pocos metros de mí, un arco solitario tendido en el suelo.
Y un dolor desgarrador me invadió, como si me hubieran cortado el alma en dos.
No me gustaba nada pensar en esa parte del sueño.
El viento soplaba suavemente, y el aroma a hierba y tierra húmeda llenaba el aire.
Traté de apartar esos pensamientos de mi mente y me enfoqué en el momento presente. Observé a Michael con su arco y flecha, y noté que su expresión había cambiado. Sus ojos reflejaban una mezcla de determinación y dolor, y pude sentir que también estaba lidiando con sus propios miedos.
—¿Qué pasa?
Él soltó un suspiro agotado.
—La semana que viene debía llevar a Will a su casa —explicó—, pero le han asignado la primera redada a mi cabaña. Iremos con los de Demeter, y siendo el líder de la cabaña, me toca ser el líder de la misión.
—Y no podrás acompañarlo —agregué comprendiendo el problema.
—Sí...
Sabía lo importante que era para él cumplir su promesa de llevar a Will a casa y asegurar su seguridad.
Me acerqué a Michael, sintiendo una urgencia en mi interior por aliviar su preocupación. Colocando una mano en su hombro, le ofrecí una sonrisa tranquilizadora.
—Yo puedo acompañar a Will en tu lugar —dije con firmeza. Sus ojos se posaron en mí, mostrando sorpresa y gratitud al mismo tiempo.
—¿Estás segura?
Asentí.
—Claro que sí, Will es uno de mis niños bebés —dije en cierto tono de broma, y él rodó los ojos. Lo miré con seriedad—. No te preocupes, lo mantendré a salvo.
Él bajó la vista.
—Mantente a salvo a ti misma también.
—Lo haré, no te preocupes —murmuré—, y por favor, cuídate en la misión.
—No me dejo vencer tan fácil, Backer —dijo sonriendo de lado.
No pude evitar mirar sus labios un instante, de verdad quería que me besara, al menos para saber qué se sentía ser besada por alguien que ama como él lo hacía.
Pero al verlo de nuevo, solo pude ver una sombra como de muerte que me heló el cuerpo.
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Will estuvo encantado con la idea de que lo acompañara a casa de su mamá en Texas.
El resto del día fue bastante normalito, tuvimos clases y por la noche cenamos y nos sentamos en la fogata a cantar como era habitual.
Me quedé dormida en cuanto apoyé la cabeza en la almohada.
Estaba de pie en medio de Manhattan, rodeada de caos y destrucción. Monstruos de toda índole se abalanzaban sobre el campamento, y los semidioses luchaban valientemente para defenderlo. El sonido ensordecedor de choques de espadas y rugidos de criaturas mitológicas llenaba el aire, haciendo eco en mi mente con una intensidad angustiante.
Mi corazón latía con fuerza mientras observaba la magnitud de la batalla.
La tierra tembló bajo mis pies y el puente de Williamsburg se derrumbó, estaba demasiado lejos esta vez.
Una luz cegadora brillo y mi sueño cambió por completo. El aire era más cálido y el aroma a pintura inundó mis sentidos.
Un carraspeo llamó mi atención, me giré y el corazón se me aceleró como nunca en mi vida. No pude contener mi sonrisa, sus ojos azules me miraban con una ternura que casi me hace desmayar.
—Hola, ángel —dijo sonriendo.
Estaba apoyado contra un taburete, con los brazos cruzados y las piernas estiradas. Extendió su mano hacia mí, y la tomé sin dudarlo.
—Hola, Sunshine —murmuré.
—Tan hermosa como siempre. —Me acercó a él y me besó los nudillos—. Me alegro de verte, Dari.
Sentí cómo mi corazón latía desbocado, su contacto suave y cálido enviaba escalofríos a través de mi piel.
—Hace días que no te veo —dije con cierto tono de reproche, y su sonrisa se ensanchó, me acercó aún más a él, tanto que tuve que levantar la cabeza para poder verlo a los ojos.
—¿Me extrañaste? —Me encogí de hombros—. Tomaré eso como un sí, y sin embargo no me has venido a visitar —replicó en el mismo tono.
Había un ligero brillo irritado en sus ojos que me recordó a cuando se enojaba conmigo en el pasado. Pero fue solo un instante, como si nada hubiera pasado.
—Ya te había dicho que no tenía ni idea de cómo aparecí aquí la primera vez —me defendí—, era obvio que no podría volver.
—Eso parece —masculló rodando los ojos—, por eso decidí traerte yo mismo.
Sonreí intentando apartar el dolor que me provocó esa mirada, fingir que no lo había visto de la misma manera en que él fingió no haberse molestado de repente.
—¿Cuándo dejarás de ser tan absorbente? —cuestioné tratando de sonreír con burla.
Él soltó un bufido.
—Por favor, no seas mentirosa. Te encanta ser el centro de mi atención.
«Bueno sí, pero no necesita saberlo» pensé sonrojada.
Y él sonrió como si me hubiera leído el pensamiento, pero no comentó nada al respecto.
—¿Entonces, me has secuestrado? —pregunté nerviosa, por la idea de que este chismoso me hubiera leído la mente.
—Sí...algo así —murmuró tomándome de las manos y jugando con mis dedos. La cercanía entre nosotros creaba una electricidad que me dejaba sin aliento, y el corazón me latía desbocado en el pecho.
»No diría que es un secuestro, más bien es una invitación sorpresa —respondió con una sonrisa encantadora—. Pensé que te gustaría pasar un rato en mi taller.
—Definitivamente es una sorpresa, y no me quejo —dije, sintiendo cómo el rubor subía a mis mejillas.
—Eso pensé —murmuró—. Tengo un obsequio para tí.
Se movió un poco para tomar de la mesa detrás de él una cajita cuadrada de marfil con detalles en oro rosa.
La tomé en mis manos con cuidado.
—Es preciosa —susurré sin poder apartar la mirada de ella.
—Ábrela —dijo él en el mismo tono.
La abrí lentamente, y una melodía dulce y romantica lleno el aire. En su interior había una bailarina de ballet pequeña, hecha de espejos que danzaba como si fuera una persona real, en el aire y rayos de luz solar brillaban a su alrededor chocando contra los espejitos, creando unos arcoiris preciosos.
—Es impresionante —murmuré, fascinada.
—Aún no termina.
Y me quedé boquiabierta cuando unos segundos después, con un giro grácil, la bailarina se transformó ante mis ojos en una hermosa rosa con bordes suaves y pétalos que resplandecían ante el sol.
—Es...
—Ah te dejé sin palabras ¿no? —comentó riendo.
—Es hermosa —murmuré mirándolo—, ¿pero a qué se debe el regalo?
Apolo se encogió de hombros.
—Es verdad que hemos pasado varios días sin vernos, y te extrañaba —respondió sujetando mi cintura, apoyé las manos en su pecho y sentí mis piernas como gelatina—, pensé que sería un bonito regalo.
Pensé en sus palabras, el señor D había estado desaparecido hacía semanas, Quirón había dicho que estaba en una misión por órdenes de Zeus y me imaginé que Apolo debería haber estado haciendo lo mismo.
—¿Entonces, has estado en alguna misión secreta por ordenes de Zeus? ¿No deberías estar allí ahora, igual que el Señor D? -pregunté curiosa.
—En realidad, sí, sí estoy en eso —respondió divertido—, los dioses podemos estar en más de un lugar a la vez, hay un yo en este momento cumpliendo las órdenes de Zeus y hay otro yo conduciendo el sol, y otro yo aquí contigo.
Lo miré frunciendo el ceño.
«Si podía estar en más de un lugar al mismo tiempo....» detuve el hilo de ese pensamiento. No me correspondía para nada preguntarle por qué no había hecho esto antes.
Él torció los labios.
—Sé lo que estás pensando —dijo apoyando un dedo en mi frente-, no vine antes porque necesitaba todo mi poder divino en esa misión, es la primera vez desde que me fui que me separo en partes de las que debería; pero ahora las cosas están un poco más calmadas.
»Creeme, si hubiera podido venir antes, lo habría hecho. Prefiero estar aquí con tu compañía más que ninguna otra cosa.
La calidez de su toque me dejó una sensación reconfortante, como si sus palabras fueran una caricia a mi alma. Sin embargo, algo en su mirada me hizo pensar que había más en la historia que no me estaba contando.
—Es bueno saber que estás bien y que regresaste —dije, apoyando mi mano contra su rostro y él se inclinó hacia mi tacto—. Y agradezco mucho este hermoso regalo, Sunshine. Es realmente maravilloso.
Él sonrió, pero noté que había una sombra de tristeza en su mirada.
—Me alegra que te guste.
Apolo me miró con una expresión intensa, como si quisiera decir algo pero se contuviera. Sin decir una palabra, me envolvió en un cálido abrazo. Enterró la cara en mi cuello, y su aliento cálido rozó mi piel, enviando un cosquilleo a lo largo de mi espalda. Cerré los ojos y me aferré a él, sintiendo cómo su presencia me envolvía en una sensación de protección y calma.
—Te extraño demasiado, Darlene Backer —dijo contra mi piel, me estremecí apoyándome más contra él y Apolo me sujetó más fuerte—. ¿Qué me has hecho?
Suspiré profundamente, dejando que la cercanía de su cuerpo desvaneciera cualquier rastro de inseguridad que pudiera tener.
Permanecimos en esa posición más tiempo de lo que debía ser, muchísimo menos de lo que deseaba.
—Ya lo decidí —murmuró sonriendo, apartándose y mirándome a los ojos—, voy a robar todos tus sueños.
—¿Qué?—Me reí por lo locas que sonaban sus palabras.
Me acarició la mejilla como si estuviera tocándome con una pluma.
—Voy a robar tus sueños, te secuestraré en ellos, así podré verte cada noche.
Sí, Apolo no estuvo dejando ver el sol porque sabe lo que pasó entre Darlene y Michael. Se nos puso celoso el señor porque no podía meterse por tener que cumplir ordenes de Zeus.
Pero ahora que está un poquito más libre...que la suerte nos acompañe que Don Acosador volvió con todo. XD
Eso sí, también significa que si lo mandan de misión otra vez y es algo que requiere todo su poder, va a ausentarse de nuevo varias noches.
¿Les gustó el regalo de hoy?
MEME TIME....
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