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006.ᴛᴜʟɪᴘÁɴ ᴍᴜʟᴛɪᴄᴏʟᴏʀ

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ᴛᴜʟɪᴘÁɴ ᴍᴜʟᴛɪᴄᴏʟᴏʀ

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━━━14 de Febrero

DARLENE

LA MAÑANA DE SAN VALENTÍN amaneció con un sol radiante que hacía que estar al aire libre fuera una maravilla.

La escuela se encontraba en pleno bullicio porque habían organizado un festival de San Valentín. El patio central había sido transformado en una auténtica feria, con puestos de comida, juegos, música y decoraciones de globos, carteles y guirnaldas de corazones.

El sonido de la música pop se escuchaba en todo el edificio y algunos estudiantes cantaban y bailaban con entusiasmo mientras se terminaban los últimos detalles.

Otros llevaban flores, chocolates y tarjetas de amor para entregar a sus parejas. Los casilleros estaban cubiertos de notas de amor y pegatinas de corazones.

Yo había llegado temprano con dos cajas repletas de productos extras que había hecho de más para los olvidadizos que necesitan una compra de último minuto.

Se suponía que no habrían hasta las tres de la tarde, pero se nos había pedido que fuéramos al mediodía para terminar detalles de decoraciones o de aquellos que habían elegido participar de los puestos.

Los estudiantes paseaban por los diferentes puestos, disfrutando de las atracciones y compartiendo risas con sus amigos. Había puestos de comida con deliciosos bocadillos y bebidas, también se habían preparado juegos de destreza con premios que todos habíamos donado.

Entré en el patio central con mi carrito, una mesa plegable, una silla y las dos cajas de productos, observando a un grupo de estudiantes que había preparado una zona para un karaoke. Al lado, había un puesto de fotos, en el que podían tomarse fotos para llevarse de recuerdo de la feria.

El ambiente era verdaderamente festivo y lleno de alegría, todos disfrutaban de sus amigos y del espíritu del amor y amistad. Mi papá y mi abuela estarían en la luna.

Me dirigí hacia un costado, bien alejado de los puestos y sobre todo, la atención docente que estaban más cerca de la entrada vigilando. Armé mi mesita y me senté dispuesta a vender mis regalos de San Valentín.

Había logrado hacer más de lo que esperaba a tiempo, gracias a los dioses que Nico volvió. El muy condenado había desaparecido una mañana unos días después de año nuevo y me había dejado muerta de preocupación.

Había regresado actuando como si nada y mi mamá me tuvo que detener de que le diera con el palo de matar moscas.

—Me dijiste que necesito entrenar, Darlene —me dijo con expresión culpable pero seria—. No vas a poder cuidarme por siempre en cada momento, y mis poderes requieren de un entrenamiento que no puedo tener a tu lado. Necesito hacer esto solo.

Contra mi buen juicio acepté que era verdad que no podía sobreprotegerlo.

—Al menos dime que vendrás de vez en cuando —pedí.

—Lo haré —asintió—, no te preocupes, no pienso alejarme de mi nueva hermana.

Esa noche se quedó en mi casa, pero por la mañana había vuelto a desaparecer y se había llevado consigo la mitad de la comida en la heladera. Con mi familia nos estábamos acostumbrando a verlo aparecer con con el mismo repentino sigilo con el que se iba.

Mi mamá dijo que le recordaba a un gato callejero que uno alimenta y luego viene de vez en cuando buscando más comida, para marcharse sin más.

Pero hace tres noches tuvo el detalle de quedarse dos días enteros para ayudarme a terminar todo a tiempo. 

A medida que la noche se acercaba, las luces se encendieron, creando una atmósfera mágica y acogedora. Los estudiantes disfrutaban de la música y los juegos, y yo había logrado vender mis dos cajas y ahora tenía unos buenos 400 dólares en el bolsillo.

Estaba doblando la silla y la mesita para ponerla en el carrito cuando unas piernas se atravesaron en mi visión. Lo peor, es que conocía esos zapatos.

Soltando un suspiro, levanté la mirada.

—Hola, Apolo —dije cruzándome de brazos.

—Veo que eres toda una empresaria —comentó divertido.

—Siempre hay algún despistado que se olvidó de comprar su regalo y necesita uno a último minuto —respondí encogiéndome de hombros.

Miró a nuestro alrededor, el aire estaba fresco y por suerte ya casi no nevaba.

—Mucho rojo y corazones —comentó.

—Y sí, es San Valentín —dije con burla.

—¿Quieres dar una vuelta?

Encarqué una ceja, y él me hizo un gesto con la cara como si me estuviera diciendo "lo estoy intentando, pon de tu parte también".

Al final, terminé aceptando solo porque de verdad quería ver los puestos un rato.

Mientras caminamos entre las atracciones, Apolo me señaló un juego de puntería en el que varias personas estaban intentando acertar al blanco con pelotas de cuero.

—No gracias —murmuré. Era un juego de tiro, y si bien es uno de mis talentos, este es uno de los dominios por excelencia de Apolo, enfrentarlo era una pérdida de tiempo.

—No te preocupes —dijo tomando una de las pelotas—, no todos pueden ser tan buenos como yo.

Apolo comenzó a disparar con una precisión asombrosa. Cada tiro suyo daba en el blanco, ni uno solo fallab y luego de que las pelotas se acabaron, bajo la mirada impresionada de todos a nuestro alrededor, el señor del puesto le dio un peluche de Stitch.

Luego me miró con una sonrisa engreída, disfrutando de los aplausos de los mortales.

—Tu turno —dijo con tono sabiendo.

—Eres un tramposo —espeté negándome a participar—, eres el dios del tiro con arco, por supuesto que nadie puede ganarte.

—Eso me hace más inteligente —dijo cruzándose de brazos.

—No lo creo.

—Más valiente —agregó con seguridad.

—Claro.

—Más fuerte —volvió a decir.

—Sí, todo eso.

—Entonces debe ser mi atractivo —sentenció complacido.

—Cuida que tu ego no infle tu cabeza.

Él me miró como si lo que le hubiera dicho hubiera sido una tontería de poco interés y siguió su camino hacia los otros puestos.

Apolo se detuvo en todos en los que podía demostrar sus habilidades y arrasó sin cansarse ni un poquito. Y por cada vez que seguía ganando, el muy payaso seguía alardeando sobre su maravillosa puntería y cómo nadie podía igualarlo, aún así, no pude evitar reirme de la manera en que empezó a flexionar sus brazos exageradamente.

Rodé los ojos, desviando la mirada hacia otro lado por las tonterías del dios orgulloso a mi lado.

Entonces la noté.

—Mira eso —dije dándole un golpe en el brazo atrayendo la atención de él. Apolo miró hacia donde señalaba.

—¿Qué tiene? —cuestionó.

A unos metros de nosotros, había una chica sentada en un banco, miraba de forma anhelante a un chico que caminaba distraído en su dirección, pero no parecía haberla notado.

—Ella está enamorada —murmuré.

Había empezado a notar lo fácil que se me hacía reconocer poco a poco con más fuerza ese brillo en los ojos de las personas, al menos cuando inconscientemente dejaban caer la barrera de la sutileza y se permitían admitir para sí mismos lo que sentían.

—¿Y?

—Observa la verdadera puntería de Eros —respondí divertida.

Apolo se paró a mi lado y me observó con interés, como si estuviera esperando ver lo que podía hacer.

Apunté con un dedo hacía el camino de acera por donde el chico estaba caminando, y hubo como un destello de polvos rosas que brilló en mis dedos, e inmediatamente, el chico se resbaló y cayó de espalda, justo a los pies de la chica.

Ella se apresuró a inclinarse hacia él, preocupada.

—¿Estás bien? —preguntó ansiosa.

El chico se sobó la cabeza y la miró, y por un segundo, pareció deslumbrado.

—Ahora sí —respondió sonriendo.

Me giré hacia Apolo con una sonrisa enorme. Ser parte de esos momentos, ayudar a florecer ese sentimiento y ver el brillo en los ojos de las personas era mi mayor felicidad.

—Con el amor no importa la puntería, importa el momento y la persona indicada —expliqué—. Después de todo, el amor es como un pájaro, reacio a dejarse atrapar, difícil de mantener una vez que lo tomas, y tan fácil de escaparse si no lo cuidas.

Apolo me miró fijamente, como perdido en sus pensamientos y cuando pensé que diría alguna burrada egocéntrica o se reiría, solo dijo—: ¿Quieres un helado?

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APOLO

Caminamos juntos por la feria, rodeados por un mar de colores y sonidos alegres que resonaban en cada rincón del lugar, buscando el puesto de helados.

Al principio, Darlene había estado en la misma postura defensiva que siempre tenía cuando estaba en mi presencia, no podía culparla después de todo lo que había pasado. Pero poco a poco, se fue relajando y comenzó a reír con una facilidad que no me esperé.

Empezaba a entender, en contra de mi orgullo, que Afrodita tenía razón.

Había aparecido en mi templo después de que volví de mi última incursión en la vida de la semidiosa, bastante enojado por la interrupción del molesto hijo de Poseidón.

Afrodita parecía haber sentido mi ira y había venido de metiche a averiguar qué ocurría.

«Vieja chismosa».

—¡No puedes seguir actuando como un imbécil, insufrible, arrogante con cabeza de globo! —me gritó frustrada—. Entiendo que estés celoso, pero ponerte de esta manera porque Darlene esté enamorada de Percy Jackson no arreglará las cosas.

»Ella aún es joven, y él es su primer amor. Tu has tenido milenios para experimentarlo, para sentir el deseo, el anhelo y la pasión que conlleva enamorarse, y ella, te guste o no, también tiene ese derecho. Es tu destino, pasará contigo la eternidad, pero en este momento ella no te quiere y tiene razones para hacerlo.

»La has insultado y amenazado varias veces, y ni siquiera te has disculpado correctamente porque en el fondo sigues enojado con Eros y sigues viendo en ella a mi hijo.

»No puedes culparla por tener recelo de tu presencia, ¡y encima te pones a acosarla! Si quieres el futuro que te fue prometido debes empezar a tomarlo en serio, no basta con solo darle flores, tienes que cambiar de verdad y hacer que ella lo note. Tienes que ser su amigo primero que nada, y un amigo ¡No hace escenas de celos porque no es su derecho hacerlas!

Había odiado cada una de sus palabras. Pero luego, al visitar a Darlene un mes después, tuve que reconocer que lo que Afrodita había dicho era la verdad.

Era cierto que tenía que disculparme, pero también era cierto que aún no lograba separar los sentimientos que tenía por el padre y los que sentía por la hija. 

Y quizá, hasta que no pudiera ver a Darlene como un ser independiente ajeno de Eros, como una criatura inocente que no tenía nada que ver en lo que pasó, no podría ofrecerle las disculpas que ella se merecía.

Y luego ella me preguntó qué se sentía amar y ser correspondido.

El dolor en sus ojos al pensar en el hijo de Poseidón era notorio, ella de verdad estaba intentando quitárselo de la cabeza. Ella anhelaba un amor correspondido, pero sabía que su corazón no estaba listo para eso.

No podía culparla por ello. No cuando yo mismo a veces aún sufría por un amor perdido.

Pensar en él me hacía sentir nostálgico.

Aún después de tantos milenios, el amor que había sentido por aquel joven espartano seguía latente con tanto cariño por lo que pudo haber sido. Nadie me había amado antes cómo lo hizo Jacinto, y yo no había amado a nadie como a él.

Perderlo había sido como si me hubieran arrancado el corazón y en su lugar hubieran dejado una herida sangrante que no lograba cicatrizar del todo.

Recuerdo la primera vez que lo ví, parado junto a un árbol, con cabello negro, sus ojos como amatistas y su piel suave como la seda. Nunca antes había visto una belleza tan perfecta en un mortal.

Me enamoré de él en ese mismo instante, sin importar su condición humana o el destino que le aguardaba.

Pero todo se desvaneció tan rápido como llegó. La muerte de Jacinto causada por los celos enfermizos de Céfiro me destrozó. Me culpé a mi mismo por no haberlo protegido, por no haberle demostrado suficiente mi amor de la manera en él se merecía.

A pesar del tiempo que ha pasado desde entonces, el dolor de su pérdida todavía me duele. Nunca he dejado de pensar en él, y tal vez nunca lo haga. Jacinto fue mi amor más grande, y aunque nuestra historia terminó en tragedia, siempre lo recordaré como uno de los momentos más felices de mi eterna vida.

Nos detuvimos frente al puesto de helados y ella, con los ojos brillantes cual niña pequeña, pidió un cono de vainilla con jarabe de caramelo.

No me di cuenta en qué momento se me escapó una risa al ver cómo se terminó el helado en cuestión de minutos y ya estaba pidiendo otro.

—Pareces aspiradora —comenté divertido viendo como se metía los dedos a la boca para no dejar ningún rastro de helado se perdiera.

Ella me miró, y lentamente, se sacó el dedo de en medio de la boca y me lo enseñó. Luego siguió comiendo como si no le hubiera hecho una ofensa a un dios.

Sonreí, comprendiendo cuan niña era ella en realidad.

Aún tenía una vida por delante, y tal cómo dijo Afrodita, tenía derecho a vivirla sin que yo la hiciera sentir culpable por ello.

Pero qué difícil será cambiar hábitos de milenios asentados en mí. Pero al menos, debía intentarlo.

—Es maravilloso —murmuré. Darlene me miró confundida.

—¿El qué?

—Me preguntaste qué se siente ser correspondido cuando amas profundamente a alguien, la realidad es que he amado más de lo que me han correspondido y nunca de la manera en que me hubiera gustado que fuera —dije mirándola a los ojos.

»Pero nadie lo explicó mejor que Toulouse-Lautrec en Mouling Rouge, "lo más grande que te puede ocurrir, es que ames y seas correspondido".

Darlene me escuchó atentamente. Respetando mis silencios y entendiendo lo difícil que se me hacía hablar de Jacinto.

—Lo amaste mucho —declaró.

—Pensé en darle la inmortalidad para poder estar juntos por la eternidad —admití—. Casi descuidé mis deberes para pasar tiempo con él, mi padre solía ponerse furioso todo el tiempo, pero no me importaba porque Jacinto era...todo lo que siempre había soñado.

Ella asintió.

—¿Así que lo más grande que te puede ocurrir, es que ames y seas correspondido? —preguntó con una sonrisa triste.

No quería preguntárselo, pero era una duda que tenía hace mucho tiempo.

—¿Si amas tanto al hijo de Poseidón, —pregunté. Ella se tensó ante eso, pero esperó a ver qué le decía al final—, por qué nunca le pediste a Eros que te entregara su corazón?

Por un segundo, pensé que tomaría el cartel del puesto de helados e intentaría golpearme.

En su lugar, miró las luces con pequeñas lágrimas en la comisura de sus ojos.

—Porque no sería real —dijo—. Habría sido una mentira, no me habría amado realmente, estaría hechizado y en contra de su voluntad, y yo lo sabría.

»Además, Afrodita dijo que no es mi destino.

—¿Ella te dijo...? —comencé a preguntar, temeroso de que la chismosa esa anduviera metiéndose de más.

—Dijo que Percy estaba ligado a alguien más, no me hace falta ser hija de Eros para darme cuenta que esa persona es Annabeth —explicó haciendo una mueca con los labios—. Los amo a los dos, Apolo. Annabeth es mi mejor amiga, y deseo para ella una felicidad esplendorosa y Percy será esa felicidad, y ella la de él.

»Y cuando amas, haces cualquier sacrificio. Nada te hace más feliz que ver al otro feliz, y nada te hace más triste que ver al otro triste —murmuró. Una lágrima le bajó por la mejilla—. Cuando amas, amas hasta el punto de renunciar a tu amor...por tu amor.

»Además, yo nunca podría construir mi felicidad sobre las lágrimas de alguien más —agregó sonriendo.

Jamás había visto una sonrisa tan triste en mi existencia. Y lo peor, era que por primera vez, podía ver lo puro que era el corazón de Darlene Backer.

Y lo peligrosa que era su manera de amar.

—Amor desmedido —murmuré.

—¿Qué?

—Buscalo en la biblioteca del campamento —dije mirándola seriamente—. Amor desmedido, tu defecto fatídico.

Ella pestañeó confundida, o quizá tratando de quitarse las lágrimas.

—Pero...

—No puedo decírtelo, Darlene. Aprender sobre el defecto fatídico es parte del camino de un héroe, aprender sobre él es lo que te mantendrá viva, pero tienes que aprenderlo por tí misma. Necesitas comprenderlo y ponerle un límite, o acabará contigo misma.

Darlene soltó un suspiro resignado. Se apartó del carrito y caminó unos pasos hasta un árbol enano, apoyándose en su débil tronco.

—Genial, más cosas de semidioses que agregar a la lista —se lamentó con tono dramático

—Sí, bueno, es parte de la aventura —dije tratando de quitarle un poco de importancia—. Solo voy a decirte, y esto lo sé por experiencia, que siempre habrá un nuevo amor por más que uno piense que es el final.

»Ese dolor que ahora sientes, puede que en parte te acompañe por siempre, pero sanará, y encontrarás la felicidad, cuando encuentres a quién te corresponda como mereces.

Extendí la mano por detrás suyo, perdiéndose entre las hojas del árbol y extraje un tulipán.

Había sido sencillo recrear todos los colores en una sola flor, un pensamiento de mi divinidad y allí estaba. Único y deslumbrante, con pétalos de distintos tonos y matices que se mezclaban y combinaban en una sinfonía de colores.

Era como si cada pétalo hubiera sido un lienzo en blanco y los colores hubieran sido pintados a mano con un pincel. Era la verdadera obra de un artista.

Ella lo miró un momento, como perdida en sus pensamientos y luego sonrió.

—Sueño con eso a veces —admitió tomándolo en sus manos.

—¿Con qué?

—No te rías —dijo avergonzada—, pero...sueño con...un amor de cuentos de hadas

Me reí.

Ella soltó un grito irritada y me dio un golpe en el brazo.

—¡No me reía de tí! —exclamé aún riéndome.

—Ajá, sí, seguro —espetó rodando los ojos.

—No está mal que sueñes con eso, todo el mundo quiere eso, aunque digan que no.

Darlene enarcó una ceja.

—¿Y con qué sueñas tú, Apolo?

—Locura y extravagancia —respondí con una sonrisa enorme.

Ella resopló.

—No me sorprende —dijo comenzando a caminar hacia donde había dejado sus cosas—. Eres una marquesina andante, por supuesto que quieres extravagancia.

—Soy el dios del sol, mi lugar es el centro de todo —dije siguiéndola.

Ella se burló. Y yo me reí.

Darlene Backer no era nada de lo que había creído, y esperaba ver más aún.

Estaba listo para ser su amigo, aunque ella no necesitaba saberlo todavía, después de todo, era divertido molestarla.

Primero, capítulo en martes porque lo acabo de terminar en un arranque de inspiración y además, se viene semana santa y espero poder dedicarme a escribir a gusto para traerles el siguiente que ya tengo en mente.

Segundo, aún no etendí si existe realmente un tulipan así o si se refiere a un ramo mulicolor. Así que por el bien de la trama, vamos a fingir que nuestro dios de las artes puso con magia todos los colores en el tulipan con la intención de darle un regalo bien bonito a nuestra niña.

Apolo dandole esta flor tiene un significado muy romántico realmente, solo que se lo dio pensando más a futuro, sabe que ahora ninguno de los dos está en ese punto ni de cerca. Es más como algo que le gustaría que fueran en algún momento, algo con lo que sueña hace milenios.

¿Adivinaron?

Por cierto, ¿les gustaría un grupito  de wpp o de telegram para que hablemos?
Me faltan amiguis fans de PJ con las
que poder hablar, solo tengo una.

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