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000.ᴅᴀʟɪᴀ ʀᴏꜱᴀ

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ᴅᴀʟɪᴀ ʀᴏꜱᴀ

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━━━8 de julio

DARLENE

CUANDO ME LEVANTÉ EL DÍA ANTERIOR LO ÚLTIMO QUE PENSÉ QUE HARÍA, sería escaparme con el dios que trató de matarme durante dos años y que ahora es uno de mis amigos.

Y sin embargo, aquí estaba. En mi segundo día en medio de París con Apolo.

—¡Toma la foto! —grité parándome cerca de un barandal, detrás de mí estaba la torre Eiffel.

Apolo rodó los ojos y tomó la foto con la cámara que compramos en una tienda de recuerdos.

—No entiendo por qué elegiste París —dijo entregándome la cámara para que viera cómo salió—. Hay tantos lugares sorprendentes en el mundo y elegiste un básico. Todo el mundo viene a París.

El sol de la tarde iluminaba los Champs de Mars mientras caminábamos por sus senderos, disfrutando de la brisa suave que acariciaba nuestras mejillas. El aroma de los puestos de comida callejera se mezclaba con el perfume de las flores que adornaban el parque.

—Hace mucho que quería venir —respondí sencillamente.

—¿Por qué? —cuestionó—. Ay, por favor. No me digas que por todo el tema de ser la ciudad de Afrodita y el amor. Por favor, no me digas que es eso.

Sus ojos recorrían el paisaje parisino con cierta incredulidad, como si estuviera buscando algo que le confirmara que este lugar era especial por alguna razón diferente a la que esperaba. No pude evitar sonreír ante su actitud.

—París no es solo la ciudad del amor en el sentido romántico. Pensé que te gustaría porque también es una ciudad de arte, belleza y encanto.

—Supongo...

—¿No te gusta París? —pregunté.

Él soltó un suspiro exagerado y se detuvo, clavando su mirada en la mía.

—Solo no entiendo por qué la has elegido.

Me tomé un momento para organizar mis pensamientos antes de hablar, queriendo explicarle mis razones.

—Es por Eros —respondí. Ya sabía que mencionar a papá no sería buena idea. Las cosas siempre se ponían tensas cuando lo mencionaba—. Y mi mamá.

Caminamos en silencio durante unos momentos, dejando que mis palabras se asentaran en el aire antes de continuar. Sentía la mirada inquisitiva de Apolo sobre mí, esperando una explicación más larga.

—Mis padres se conocieron aquí —comencé, tratando de elegir las palabras adecuadas—. Fue en invierno. Lo cuál es un poco raro porque mi mamá tenía mucho trabajo en Londres en esa época, pero por alguna razón su jefe decidió que merecía unas vacaciones después de haber trabajado tan duro por meses.

»Ella era muy joven, apenas tenía diecinueve, y había querido tanto conocer París. Se podría decir que ella si la eligió por lo mismo que todo el mundo "La ciudad de las luces, la ciudad del amor" y todo eso.

Apolo parecía visiblemente interesado. Se detuvo a mi lado, mirándome expectante mientras caminábamos junto al río Sena.

—Fue una casualidad, mamá chocó con él —dije divertida. Siempre me había hecho gracia el encuentro. Una mortal chocando contra el dios del amor—. Fue como si el universo conspirara para juntarlos en ese preciso momento.

Apolo contuvo una carcajada. Algo de lo que había dicho le había divertido, pero cuando lo miré pidiendo una explicación, se detuvo.

—Lo siento, continúa.

Cruzamos un puente, los reflejos dorados del crepúsculo se reflejaban en el agua.

—Se pasaron la noche hablando, compartiendo sueños y anhelos —expliqué casi bailando mientras caminaba—. Se enamoraron perdidamente. Fueron como dos almas que se reconocieron de inmediato. Fue solo una semana, pero vivieron una historia de amor apasionada y llena de aventuras. Recorrieron las calles empedradas de Montmartre de la mano, visitaron los museos y galerías, y se perdieron en la atmósfera romántica que esta ciudad les ofrecía.

Apolo escuchaba atentamente cada palabra que salía de mis labios. Podía ver el brillo en sus ojos, la comprensión en su mirada.

—Aquella semana marcó la vida de mi mamá. Eros no le dijo la verdad hasta que ella tuvo que volver a casa —respondí sintiendo un poco de tristeza. Esa era quizá la única parte que no me gustaba de la historia, hubiera sido lindo que hubieran podido tener su "felices para siempre" juntos—. Mamá nunca se recuperó, siguió amándolo profundamente. Ninguna de sus relaciones posteriores funcionó después de eso. A todos los comparaba con él.

»Aún lo ama, he visto como lo mira cuando aparece por casa. Y él también, ambos se aman profundamente, pero Eros también ama mucho a la Señora Psique —dije frunciendo el ceño—. Lo he escuchado hablar de ella, antes de que la conociera, intentó convencerme de ir a su palacio para presentármela, y la manera en que la describió...bueno, creo que nunca nadie podrá igualar ese amor.

»Creo que es triste para los tres, ambas lo aman y él las ama a ambas, a su manera y supongo que de diferentes formas, pero dudo que ellas se sientan cómodas con la idea de compartir su amor.

Apolo me miraba con seriedad, como si estuviera analizando mis palabras, tratando de encontrarle el sentido.

—Es...interesante.

—¿Solo eso? ¿Es interesante? —cuestioné enarcando una ceja—. ¿No dirás que se lo tiene merecido o algo así?

—Eros no me agrada, Darlene —dijo frunciendo el ceño—. Probablemente nunca pueda perdonarlo por lo que me hizo, pero ya he aprendido que lo que piense de él, no necesitas saberlo. Eres su hija y lo amas igual que el te adora, no necesitas seguir escuchando mi odio hacia él.

Asentí, sonriendo y conforme por su respuesta.

—Wow, el gran Apolo por fin está madurando —bromeé y él rodó los ojos.

—No significa que por dentro no siga pensando que es un cabrón que se merece lo peor de lo peor —agregó sonriendo burlón.

—Y ya tenías que arruinarlo —dije dándole un golpe en el brazo.

Él soltó una carcajada, luego me miró seriamente.

—Si te sirve —dijo con tono reticente, como si le costara mucho tener que decir lo que sea que iba a decir—, reconozco que no debí burlarme de él, y yo he hecho cosas mucho peores, por mucho menos. —Eso lo dijo casi en un susurro, como si no quisiera que lo escuchara.

—Si te sirve —dije en el mismo tono que él había usado—, ya sé que tienes tus partes oscuras, Apolo. He estudiado mucho de mitología y lo he visto en primera mano. —Por un segundo, pareció de verdad avergonzado por lo último.

»Pero también sé que tienes tus cosas buenas...como por ejemplo...bueno...eres increíblemente bueno para...yo diría que...he...¡ah! ¡Tienes una gran personalidad!

Apolo me miró con una expresión entre divertida y ofendida, como si no supiera si debía tomarlo como un cumplido o una burla. Sus ojos azules brillaron con una chispa traviesa y su sonrisa se ensanchó.

—Oh, sí, definitivamente tengo la mejor personalidad de todas —respondió—. Es mi superpoder secreto. Solo espero que algún día me den un reconocimiento oficial por ello.

Ambos rompimos a reír, disfrutando de ese momento de complicidad. A pesar de las complicaciones y los resentimientos pasados, siempre encontrábamos la manera de reírnos juntos. Continué caminando por las orillas del Sena, permitiendo que mis pensamientos se dispersaran entre los reflejos ondulantes del agua.

De repente, Apolo se detuvo y tomó mi mano suavemente, interrumpiendo mis pensamientos. Sus ojos dorados me miraron con una intensidad que hizo que mi corazón se acelerara.

—¿Quieres conocer una ciudad de verdad maravillosa? —preguntó con una gran sonrisa.

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━━━9 de julio

APOLO

No suelo ser alguien que se arrepienta de sus decisiones, pero cuando se trata de Darlene Backer, he comprobado que todo el tiempo, encuentro algo de lo que me arrepiento.

—No aprietes tan fuerte —dije aferrado al asiento.

—Voy bien —dijo ella, pero era claro que estaba muy tensa.

—Estás subiendo mucho.

—No es cierto.

Yo no había estado tan dispuesto a darle las llaves del carro, le había dicho que no estaba lista todavía, pero la emoción de Darlene era tan palpable y muy insistente que, en contra de mi mejor juicio, dije que sí.

Y ahora, mientras dirigía el carro del sol, no podía evitar sentir que había sido una locura aceptar. Había tenido razón, no estaba preparada para esto, y pronto mi temor se hizo realidad.

Las nubes comenzaron a oscurecerse y se formaron copos de nieve en el cielo despejado. Mi rostro se ensombreció mientras observaba cómo la nieve caía lentamente sobre la hermosa ciudad.

—Está comenzando a nevar abajo, ¡aquí no suele nevar!

—¡Apolo, basta! ¡Me estás poniendo nerviosa!

—¡Cuidado con el obelisco!

Avanzábamos a gran velocidad, sobre la ciudad de Buenos Aires.

El carro dio un brusco volantazo y por un instante pensé que íbamos a chocar de lleno contra la estructura de piedra. Sin embargo, Darlene logró maniobrar el vehículo en el último momento, esquivando el obstáculo por apenas unos centímetros. Un suspiro de alivio escapó de mis labios, pero mi preocupación aún estaba lejos de desaparecer.

Continué agarrado al asiento con fuerza. La situación se volvía cada vez más tensa, y mi instinto de autopreservación comenzó a gritar en mi cabeza.

—Darlene, por favor, ¡frena! ¡Esto está yendo demasiado alto! —exclamé, tratando de contener mi miedo mientras intentaba mantener la calma.

La nieve continuaba cayendo, cubriendo el parabrisas y dificultando aún más la visibilidad. Sentía el corazón latir desbocado en mi pecho mientras el carro se acercaba peligrosamente a un obelisco, que se erguía majestuosamente en medio de la ciudad.

—¡Estoy frenando! ¡Deja de gritarme! —dijo casi al borde de la histeria.

Mi pulso se aceleró al escuchar la respuesta desesperada. Su voz temblaba y noté el miedo en sus ojos. No me quedó otra opción que reconocer que al final, yo era el que tenía más años de experiencia y el que tenía poderes asombrosos, así que, obviamente, me tocaba ser el héroe del día.

Respiré profundamente, intentando encontrar la serenidad en medio del caos que nos rodeaba. Mi mente trabajaba a toda velocidad, buscando una solución para evitar un desastre inminente.

Apoyé mi mano en su hombro, tratando de transmitirle confianza. Me incliné hacia ella para poder hablar en voz baja, mientras la nieve seguía cayendo sin cesar.

—Respira hondo, trata de calmarte un poco. No dejaré que nada te pase —Ella me miró con los ojos llenos de lágrimas y el labio temblando, pero asintió e hizo lo que le había pedido—. Bien, ahora reduce la velocidad gradualmente y busquemos un lugar seguro para detenernos. Veamos si podemos encontrar una calle lateral o un estacionamiento vacío.

Darlene asintió, tratando de tranquilizarse. Juntos, comenzamos a planificar nuestro siguiente movimiento. Mientras ella bajaba la velocidad cuidadosamente, me encargué de buscar en el horizonte alguna salida que nos llevara a un lugar seguro.

Finalmente, divisé un pequeño callejón que parecía prometedor. Era estrecho, pero lo suficientemente ancho como para maniobrar y detener el carro. Le indiqué a Darlene que girara en esa dirección, y ella obedeció, haciendo girar el volante con precaución.

El carro se deslizó por el callejón, rodeado de paredes de ladrillo que parecían acercarse peligrosamente. Mi corazón latía con fuerza en mi pecho mientras veía cómo Darlene manejaba con cautela para evitar cualquier obstáculo.

Encontramos un pequeño espacio de estacionamiento al final del callejón. Darlene detuvo el carro lentamente y apagó el motor. Un silencio llenó el espacio, solo interrumpido por el suave crujido de los copos de nieve al caer sobre el vehículo.

Nos miramos el uno al otro, exhaustos pero aliviados. A pesar del miedo y el arrepentimiento, habíamos logrado detenernos a salvo. Sentí un profundo alivio y gratitud, tanto por nuestra seguridad como por la oportunidad de corregir nuestros errores.

—Lo siento —dijo con los ojos llenos de lágrimas.

—Está bien. Quizá deberías empezar con algo más humano —mencioné tratando de darle una sonrisa—. Una bicicleta ¿tal vez?

Ella estalló en carcajadas, y fue el sonido más bonito que haya escuchado en toda mi existencia.

—Anda, vamos —dijo entre risas—. Muéstrame la ciudad.

Pasamos todo el día caminando por la ciudad y por la noche terminamos encontrando un evento municipal. Una especie de festival con foodtrucks y música local. Ya era bastante tarde, aunque para los estándares de Argentina, debía ser super temprano para un momento de fiesta.

—¡Es muy alegre aquí! —exclamó emocionada.

—Sí, Darlene, los festivales suelen ser ambientes animados y festivos —le respondí con una sonrisa mientras continuábamos caminando entre la multitud.

Ella rodó los ojos, pero estaba demasiado entusiasmada como para replicar.

Nos detuvimos frente a uno de los food trucks que ofrecía empanadas. Compramos algunas y nos sentamos en algunas mesitas que había por ahí.

—Entonces dime —dijo con la boca llena—, ¿cuándo visitaste Argentina? Pareces conocer muy bien la zona.

Hice una mueca, y algo avergonzado.

—¿Me creerías si te digo que fue culpa de Hermes?

—Sí.

Asentí.

—Por supuesto que lo creerías.

—Es Hermes, Apolo —dijo—, conozco a sus hijos. Cualquier cosa que me cuentes, por más ridícula y loca que sea, si él estuvo implicado, puedo creerlo. —Tomó un trago de su gaseosa y luego me miró con curiosidad—. Bueno, ¿qué hizo?

—Me puso sus zapatos voladores mientras dormía.

Darlene abrió la boca varias veces, como si estuviera buscando palabras para responder. atónita y confundida, pero claramente divertida.

—Puso...

—Y cuando me desperté, estaba aquí.

Estalló en una carcajada, estiró la cabeza hacia atrás y tenía los ojos brillantes por la diversión, se inclinó hacia adelante, apoyando los codos en la mesa.

—Hay que admitir que el tipo tiene las mejores ideas para bromas —dijo limpiándose una lágrima—, pero al menos sirvió para que ahora puedas enseñarme este bonito lugar.

Sonreí y asentí.

—A veces, las cosas más inesperadas nos llevan a vivir las mejores experiencias.

Nos levantamos de la mesa y continuamos nuestro recorrido por el festival. El aire estaba lleno de aromas tentadores. Pasamos por puestos de artesanías, donde los artistas locales exhibían sus coloridas creaciones. Darlene no dejaba de maravillarse con cada detalle y conversaba animadamente con los artistas.

¡Vamo a meterle onda, carajo! —gritó un hombre subido en una tarima haciendo de DJ. 

Pronto la música estalló, y todos empezaron a bailar. El sonido retumbaba en mis oídos mientras Darlene y yo nos adentrábamos en el bullicio de la multitud. El ritmo de la cumbia argentina se apoderaba de mi cuerpo y me contagiaba de energía.

Ella me miró realmente emocionada.

—¡Esto suena increíble! —exclamó Darlene—. Nunca había escuchado música como esta, pero me encanta.

La tomé de la mano y la acerqué hacia mí, siguiendo el ritmo de la música.

—Es muy contagiosa, ¿no crees? —le dije, entusiasmado—. Es un género musical muy popular en este país.

Darlene rió y asintió, dejándose llevar por la música.

—Puedo entender por qué. ¡Es muy pegajosa! —dijo riendo—. Aunque no tengo ni idea de cómo se baila.

—Solo es cuestión de dejarse llevar.

La arrastré hacia el centro de la zona, donde todos bailaban riendo y felices. Tomé sus manos con firmeza, mirándola a los ojos con complicidad, los suyos brillaban con emoción y una sonrisa radiante iluminaba su rostro. Se soltó el cabello y lo dejó caer al ritmo de la música, mientras movía las caderas con gracia.

El DJ había puesto un remix de distintas canciones, así que cambiaban constantemente.

—¿Qué dice esa? —preguntó cuando cambió de repente. Claro, ella no entendía el español, pero estaba muy interesada en saber lo que estaba escuchando.

Sonreí, era justo lo que ella necesitaba en ese momento.

La acerqué a mí, y traduje un poco la letra en su oído para que pudiera escucharme a pesar del fuerte sonido.

Canta que la vida es una fiesta, no hay mal que por bien no venga, ni pena que no se cure cuando cantas mi canción. Que la vida es una sola, no dejes pasar la hora y pinta de colores ese corazón. La vida es una fiesta.

Ella me miró con una emoción que desbordaba sus ojos, casi como si estuviera a punto de llorar, pero su sonrisa era la más bonita que pudiera haber visto.

La canción duró unos segundos antes de volver a cambiar, la aparté de mí para hacerla girar. Sentía que era como si todo se hubiera alineado para que las canciones fueran exactamente lo que ella me provocaba.

Nos sumergimos en un torbellino de movimientos y risas. Los colores vibrantes de las luces del festival iluminaban nuestros rostros, creando un ambiente mágico a nuestro alrededor.

Ella se dejaba llevar por el ritmo de la música, moviendo sus caderas con gracia y alegría. Era increíble ver cómo se entregaba por completo a la experiencia, sin preocuparse por nada más que disfrutar el momento. Sus ojos brillaban con emoción mientras sus pasos se sincronizaban con los míos.

La siguiente canción comenzó a sonar, y esta vez era un ritmo más rápido. Me miró con entusiasmo, lista para enfrentar el nuevo desafío. Nos tomamos de las manos y comenzamos a girar y movernos alrededor de la pista de baile.

El ambiente estaba cargado de energía y júbilo. Las personas a nuestro alrededor se contagiaban de la alegría y se unían a nosotros en una danza frenética. Los cuerpos se movían al unísono, creando una sinfonía de pasos y risas que llenaba el aire.

Y justo cuando pensé que me había comenzando a librar de las canciones que podían transmitir todo lo que me pasaba con ella, me llevé otra sorpresa. Y esta vez no pude contenerme, la atraje a mí, sujetándola por la cintura y haciéndola girar con suavidad mientras le cantaba.

Me daría tal vergüenza, si te dieras cuenta ahora que no puedo ni mirarte que enloquezco por completo —canté en español, aprovechando que ella no podía saber qué era exactamente lo que le decía—. Eres el centro del cosmos, mi universo paralelo, Me obligo a no gritarte que te quiero, que te quiero. Mi universo paralelo.

Darlene me miró con los ojos brillantes, capturando la esencia de la canción sin comprender las palabras exactas. Pero no importaba, porque nuestros cuerpos ya hablaban el mismo idioma.

Sus manos se apoyaron delicadamente en mi pecho, sintiendo el latir acelerado de mi corazón, y las mías rodearon su cintura, atrayéndola aún más hacia mí. Nos movíamos en sincronía, como si estuviéramos en nuestro propio mundo, ajeno a todo lo demás.

Nuestras miradas se cruzaron y en ese instante el tiempo pareció detenerse. El bullicio del festival desapareció, dejando solo la música y nuestra conexión especial.

—¿Qué significa? —preguntó en un murmullo. Demasiado cerca, demasiado para volverme tan loco como solo ella podía.

—Feliz cumpleaños, Dari —murmuré justo cuando sonaron las doce.

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━━━12 de julio

DARLENE

Y por supuesto, no podíamos dejar de visitar Hawai.

Valió tanto la pena ponernos una falda de hojas y aprender a bailar danzas típicas con un montón de turistas ancianos solo por poder reirme como nunca lo había hecho jamás. 

Apolo me había dado el mejor regalo de todos con este viaje.

—¿Crees que si conseguimos un sándwich de mermelada para tirar al mar, nos encontraremos con Pato? —pregunté comiendo un helado.

—¿Pato? —repitió apoyándose contra una barandilla.

—Pato, el pez —respondí. 

Apolo sonrió, divertido e hizo una mueca como si recién cayera de lo que le estaba hablando.

—No tenemos mermelada —dijo—, pero podemos ver si conseguimos atún.

—¡¿Atún?! ¡No podemos darle a Pato, atún! —repliqué indignada—. ¿Sabes lo que es atún?

—¿Pez?

—¡Es pez! —grité llamando la atención de algunos turistas—. ¡Si Pato come pez sería una abominación!

—Pero, Dari —dijo conteniendo las ganas de reírse a carcajadas—, ¿por qué es tan importante?

Me incliné hacia él, y con un tono obvio, murmuré—. Pato controla el clima.

Nos reímos escandalosamente, y luego de terminar nuestros helados, seguimos explorando un mercado local. Las coloridas tiendas y los aromas exóticos llenaban el aire, creando un ambiente vibrante y emocionante.

Apolo se detuvo frente a un puesto de souvenirs y señaló un sombrero de paja adornado con flores tropicales. Lo tomó y se lo colocó en la cabeza, inclinando ligeramente el ala hacia abajo.

—¿Qué te parece? ¿Crees que debería ser mi nuevo look? —preguntó, haciendo una pose exagerada.

Reprimí una risa y me acerqué a él, admirando su aspecto cómico pero encantador.

—Sin duda alguna, Sunshine. Te ves absolutamente...encantador —dije, conteniendo la risa.

Se inclinó hacia mí, con una sonrisa traviesa en los labios.

—Y sin duda, a tí te sentaría bien algo así —masculló sacando de detrás de su espalda una dalia rosada. Era preciosa, los pétalos se arremolinan alrededor del centro, creando una estructura en capas que se abría delicadamente hacia afuera. 

Apolo se acercó aún más a mí y la colocó en mi cabello.

—Te ves preciosa —dijo inclinando la cabeza hacia un lado, como si estuviera contemplando una obra de arte o algo así.

Me sonrojé.

—Gracias —murmuré.

—Me gusta cuando sonríes —admitió comenzando a caminar nuevamente por el mercado—. Tienes una sonrisa que ilumina corazones.

Mis mejillas ardían mientras Apolo caminaba alegremente por el mercado, dejándome atrás con el corazón palpitando más rápido de lo normal. Sus palabras se aferraron a mí como pequeñas chispas de felicidad, encendiendo un fuego cálido dentro de mi pecho.

Caminé tras él, observando su espalda esbelta y su cabello ondeando suavemente al compás de su paso.

Se detuvo frente a un puesto de artesanías locales y sus ojos brillaron con complicidad. Rápidamente, examinamos los objetos expuestos, cada uno más extravagante que el anterior. Había collares de conchas marinas, muñecos de hula bailarines y hasta una guitarra de ukelele cubierta de flores pintadas a mano.

A medida que avanzábamos, nos encontramos con un puesto de frutas tropicales. Los vivos colores y los aromas dulces nos atraían como un imán.

—¿Qué tal si probamos algunas de estas? —propuso, señalando un montón de mangos jugosos y piñas doradas.

Asentí con entusiasmo, y nos dirigimos al puesto de frutas. El vendedor nos ofreció una muestra de mango maduro y dulce. El sabor me hizo cerrar los ojos con placer.

—¡Esto es increíble! —exclamé, con un pedazo de mango en la mano—. ¡Hawaii tiene las mejores frutas!

Apolo se rió y tomó una rodaja de piña.

—Bueno, ciertamente no teníamos tanta variedad en los tiempos antiguos como ahora.

—Siempre me olvido que eres un anciano.

Él me miró con ofensa, pero luego soltó una carcajada.

—Vamos, mocosa —replicó tomando mi mano—, deja que el anciano te guíe o te perderás.

Mientras el sol se ponía en el horizonte y el cielo se tiñó de tonos cálidos y dorados, nos sentamos en la orilla de la playa, agotados pero felices. Los rayos del sol acariciaban nuestra piel y el sonido suave de las olas nos envolvía en una serenidad reconfortante.

—Hawai es realmente mágico, ¿verdad? —murmuré, mirando el horizonte con admiración.

Apolo se recostó a mi lado y entrelazó sus dedos con los míos.

—Lo es —respondió respirando profundamente.

Mientras observaba el sol sumergirse lentamente en el horizonte, sentí una profunda sensación de gratitud hacia Apolo.

—No puedo agradecerte lo suficiente por este increíble viaje —le dije con voz suave—. Está siendo la mejor aventura de mi vida, y siento que el tiempo se ha detenido para nosotros.

Aunque estábamos viviendo un momento mágico, en el fondo de mi corazón sabía que al regresar a casa tendríamos que enfrentar la cruda realidad de la guerra y todo el dolor que aún nos envolvía.

Observé el mar en calma y las olas que acariciaban suavemente la orilla, como si quisieran susurrarme palabras de consuelo. Sentí un nudo en la garganta al recordar a los valientes soldados que habían perdido la vida en la batalla, a sus familias que aún lloraban su ausencia y a todos aquellos que seguían luchando por un futuro mejor.

Apolo, notando mi cambio de ánimo, apretó suavemente mi mano y me miró con comprensión en sus ojos. Sabía que él también compartía mi dolor y preocupación.

—Sé que el regreso no será fácil —dijo con voz serena—. Pero debemos recordar por qué luchamos y honrar el sacrificio de aquellos que ya no están con nosotros. Juntos superaremos cualquier obstáculo que se nos presente.

Asentí, agradecida por sus palabras reconfortantes. Sabía que tenía razón, pero aún así, el peso de la guerra y los lutos pendientes era abrumador.

Miré nuevamente el horizonte, donde el sol había desaparecido por completo, dejando una estela dorada en el cielo. Sentí un escalofrío recorrer mi espalda mientras una brisa suave acariciaba mi rostro. Era como si el universo quisiera recordarme que incluso en los momentos más oscuros, siempre había luz y esperanza.

—Vamos, te prometí una semana y tenemos dos días libres —dijo poniéndose de pie y ayudándome a levantarme—. Aún nos queda tiempo para un destino más.

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━━━13 de julio

APOLO

La última parada en nuestra gira mundial tenía que ser, obviamente, mi última fascinación personal. 

Estábamos cenando en un bonito restaurante de Tokio llamado "And People", un exclusivo local ubicado en el lujoso distrito de Ginza. El lugar estaba decorado con un techo que proyectaba estrellas y miles de guirnaldas colgaban por todo el lado, resplandeciendo en la oscuridad, dándole un aire acogedor.

—Nunca había cenado en un lugar tan caro —dijo Dari mirando todo con asombro.

—La comida es deliciosa —mencioné entregándole el menú.

La observé mientras examinaba el menú. Se veía tan preciosa, y me estrujaba el corazón pensar en lo cerca que estuve de perderla.

Me sentía agradecido de poder compartir este momento especial con ella, de poder brindarle experiencias únicas en cada destino de nuestro viaje. Estaba decidido a poner todo el mundo a sus pies.

—Todo se ve tan delicioso que no sé por dónde empezar —comentó, pasando sus dedos por las descripciones de los platos—. ¿Qué me recomiendas?

Sonreí, disfrutando de su entusiasmo.

—Podríamos comenzar con sashimi, una selección de pescados crudos y frescos que son una delicia en la cocina japonesa —sugerí—. Luego podríamos probar algunos rolls de sushi, y tal vez aventurarnos con platos más auténticos como el ramen o el okonomiyaki.

Darlene asintió, animada por la idea.

—Confío en tu gusto delicadito de dios.

Llamamos al camarero y realizamos nuestro pedido. Mientras esperábamos los platos, continuamos conversando sobre nuestras experiencias en el viaje hasta ese momento.

El ambiente del restaurante era tranquilo y sofisticado, y la suave música de fondo creaba una atmósfera relajante. Nos sumergimos en una conversación profunda sobre la mejor obra musical existente.

Ella decía Heathers y yo decía Chicago. Fue difícil ponernos de acuerdo, ambos eran muy buenos.

Cuando los platos llegaron a la mesa, habíamos medianamente llegado a la conclusión de que al menos ambos amábamos Mamma Mía.

—A ver, explicame algo —dijo ella tomando un sushi con palillos, aunque debía decir que lo estaba haciendo tan mal que se le caía a cada rato, pero eso no la detuvo.

—¿Qué cosa?

—No te ofendas, pero ¿cómo es que eres el dios de la poesía, y eres tan mal poeta?

—¿Disculpa? —espeté indignado—. No soy un mal poeta.

—Ay por todos los dioses, Apolo —murmuró divertida—. Eres un desastre, si fueras humano y vivieras de la poesía, te morirías de hambre.

Levanté una ceja y la miré con un brillo juguetón en mis ojos.

—Oh, querida, eres demasiado dura conmigo —respondí, haciendo una pausa dramática—. Mi destreza poética es tan vasta como el cielo estrellado que nos envuelve en este hermoso restaurante.

Ella soltó una risa contagiosa y negó con la cabeza.

—Eres el peor que he escuchado.

Sonriendo con complicidad, me incliné sobre la mesa.

—¿Quieres que te cuente un secreto? —murmuré.

Ella sonrió divertida.

—Ahora sí estoy interesada —dijo en el mismo tono, apoyando la barbilla sobre sus manos entrelazadas.

Se veía tan bonita con la luz de las velas iluminando su rostro.

—Soy "mal poeta" porque me gusta molestar a otros —admití con aire malicioso—, me divierte exasperar a todos con mi "incapacidad para hacer una buena poesía".

—¿Dices...que eres malo a propósito? —cuestionó incrédula.

—¿De verdad crees que el dios de las artes podría ser tan malo en cualquier tipo de arte? —dije enarcando una ceja—. Encuentro un arte bastante moderno el hacer que algo que yo pueda crear, algo tan malo que nadie soporte presenciar.

»Nadie puede imitar mi capacidad para arruinar algo tan bello, y aún así, ser tan memorable que todo el mundo me recuerda sin importar qué. Después de todo, el arte se puede manifestar de todas las formas y en maneras bastante raras y únicas.

—Estoy algo perdida —dijo confundida.

Me acomodé mejor en mi asiento, tomando mi copa de vino con elegancia.

—Dentro de la historia de la humanidad, todos pueden decir que el arte es belleza, es una disciplina tan grande que es imposible comprenderla completamente. Todo el mundo es capaz de decir si algo es feo cuando carece de sentido estético, es demasiado fácil. Pero, ¿cuántos pueden hallar la belleza en una propuesta fea? Eso expone toda una complejidad en cuanto a lo que es la definición de belleza y depende mucho de las épocas y culturas.

»Supongo que se podría decir que todo gira en torno al sentido del gusto, la percepción que cada uno ve en la belleza es única e irrepetible, después de todo, es un concepto que solo podemos ver mediante sensaciones, lo que es capaz de provocarnos algo y cómo lo interpretamos.

»En todo caso, las reglas generales de la belleza se derivan de la observación de lo que nos agrada o desagrada. Por fortuna, la libertad del arte no puede encontrar suficiente satisfacción en la mera limitación de lo que es correcto y lo que no.

»Si no hubiera habido tantos cambios a lo largo de la historia sobre lo que se considera bello y lo que no, seguiríamos estancados y no hubiéramos descubierto tantas maneras de expresar algo tan maravilloso como son las expresiones artísticas.

Mientras compartía mis pensamientos sobre la belleza y el arte con Darlene, noté cómo su expresión se transformaba de confusión a fascinación. Había despertado su curiosidad, y eso solo aumentaba mi alegría por poder compartir mis conocimientos con ella.

—Ahora te confieso algo yo—dijo sonriendo.

—Dime.

—Tu poesía actual apesta —comentó—, pero me divierte. Realmente encuentro muy divertido algo que es tan malo, que eso lo hace genial.

Sonreí, contento de que ella entendiera mi punto de vista.

—¿Lo ves? Dentro de mi "mal arte" logré dejarte una impresión que solo tú has captado, nadie más parece haberse dado cuenta...bueno, quizá mis musas solamente, pero ellas se especializan en todo el tema de las artes. Ellas no cuentan.

Ella se sonrojó, pero tenía una sonrisa tan grande que no pude evitar pensar en lo mucho que quería dibujarla así, feliz, hermosa, viva.

—A ver, una vez ZoËë nos contó que aquí en Japón te obsesionaste con los haikus —dijo inclinando la cabeza—, y hasta ahora, solo he escuchado ese horrible haiku que le hiciste a Artemisa, que debo decir que encima estaba pésimo redactado.

—No estaba tan mal —repliqué intentando excusarme. Sabía que había sido uno de mis peores haikus realmente.

—Ni siquiera cuando lo arreglaste seguía respetando las normas de los haikus. Se supone que son tres estrofas: cinco, siete y cinco. Lo que hiciste ni siquiera encajaba por más que estuvieras intentando ser malo en ello.

—Ah entonces sabes del tema —dije levantando las cejas.

—Tuvimos una clase sobre el tema en la Preparatoria Meriwether —respondió rodando los ojos—. Era una escuela progresista en el centro de Manhattan, no usaban el sistema de calificación normal de notas, ni pupitres y se esmeraban en hacer creer que los errores y fallas en el aprendizaje eran solo otra manera de aprender.

—Interesante propuesta.

—Sobre todo mi dislexia lo agradecía —dijo tomando un sorbo de su coca-cola. Dejó la copa en la mesa y luego dio un pequeño aplauso con una sonrisa—. Bueno, entonces si lo haces a propósito, ahora quiero escucharte haciendo un buen haiku ¿Te atreves, oh gran poderoso dios de las artes? —cuestionó con tono burlón.

El desafío había sido lanzado. Darlene quería escuchar una muestra de mi "buena poesía", y yo no podía resistirme a complacerla. Me recosté ligeramente en mi silla, pensando en la forma de impresionarla.

—Muy bien, querida —dije con una sonrisa juguetona—. Te mostraré mi destreza poética y crearé un haiku que despierte tus sentidos y te haga sentir la belleza del mundo a través de mis palabras.

Sus ojos brillaban de anticipación mientras me observaba, esperando ansiosa mi próximo movimiento. Tomé una pausa breve para recoger mis pensamientos y luego comencé:

Bajo estrellas,
mi corazón se desborda,
amor infinito.

En tus ojos, fuego,
ardiente llama que arde,
amor eterno.

Dos almas unidas,
entrelazadas en uno,
amor florece.

En tus brazos, paz,
un refugio del alma,
amor sin final.

Tu risa, mi luz,
un susurro en mi oído,
amor inmortal.

La miré, buscando cualquier indicio de su reacción. Su expresión era una mezcla de sorpresa y admiración.

Noté cómo sus mejillas adquirían un adorable tono rosado y cómo sus ojos irradiaban un brillo especial. Era evidente que mis palabras habían logrado impactarla de una manera que no esperaba. Su nerviosismo era palpable, pero ella intentaba disimularlo con su habitual actitud despreocupada.

—Wow, Apolo. Eso fue... hermoso —murmuró, desviando la mirada hacia su copa de coca-cola, como si necesitara un momento para recuperarse.

Sonreí complacido por su reacción. Me acerqué un poco más, aprovechando la intimidad del momento.

—Hay muchas facetas en mí que todavía desconoces. La poesía es sólo una de ellas —dije en tono suave—. Solo tú sabes mi secreto ahora.

Ella me miró fijamente, parecía estar procesando mis palabras, dejando que la emoción se impregnara en su ser.

Me encontraba absorto en sus ojos, sumergido en la intensidad de ese momento. Sus labios se curvaron en una sonrisa radiante, y podía ver la complicidad en su mirada. Había tocado algo en su interior, esperaba haber despertado emociones que hasta ahora no habían siquiera visto un atisbo de duda.

—Será nuestro pequeño secreto entonces —expresó.

Tomé su mano suavemente, y le besé los nudillos.

—Me agrada eso, sobre todo porque hay partes de mí que solo existen contigo. —El susurro de mi voz se deslizó en el aire.

«Oh preciosa, si supieras todos los secretos que te guardo» pensé sintiendo un nudo en mi pecho.

Pero había aprendido algo con el tiempo, mi amor a veces no era para nada sano. Y Darlene aún era demasiado joven, no estaba lista para la intensidad de él.

Había tanto que quería poder decirle, no soportaba seguir callando después de lo que había pasado. Pero la quería lo suficiente para saber qué hacerlo, cuando aún no estaba preparada, solo la lastimaría.

El problema era cómo callarme.

¿Cómo no decirle lo mucho que la necesitaba? ¿Lo mucho que me hacía falta cada día? Me llenaba el alma a gritos mudos, como un dolor de garganta que no se irá hasta que pudiera decirle que la amo.

«Te miro y pienso: Por favor, que sea para siempre».

Ahora sabía que si la perdía, nunca me repondría, esta vez no sería igual a otras, porque si la perdía de verdad, enloquecería por completo.

—¿Quieres postre? —preguntó mirando por encima de su hombro hacia donde estaban los camareros—. Me gustaría muchísimo algo de chocolate.

Sonreí.

—Chocolate sería maravilloso.

«Ahora sé que todo lo anterior eran simulacros. Tú, Darlene Backer, eres el verdadero incendio».

Capítulo BIEEEEEEEEEEEEEEN LARGO porque es un especial.

La flor que Apolo le regaló, una Dalia rosa simboliza el deseo de intentar hacer feliz a quién se lo das, y como podemos ver, Apolo realmente se esforzó en hacer feliz a Dari a pesar de todo lo que pasó.

¿Notaron que Apolo se rio cuando Dari dijo "Fue como si el universo conspirara para juntarlos en ese preciso momento"? Obviamente para ella es así porque la historia la ha escuchado de Gillian, pero Apolo sabe que eso no fue casusalidad, sabe que Afrodita metió mano.

Y aún cuando él sabía las bases de lo que pasó, la escuchó porque es muy distinto escuchar los tecnicismos de una estrategia como hizo Afrodita, que escucharlo desde alguien que lo lleva marcado en su propia historia de vida.

Con respecto a la estadía en Buenos Aires, ahora sabemos que la nevada del 9 de julio del 2007 fue porque Apolo le terminó prestando el carro del sol a Dari. Lo de "eres muy joven para manejarlo" le duró solo poquitos cuatro meses.

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