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♠ 01 ♠







Su estómago gruñó en demanda por comida, maldiciendo en voz baja apretando la zona por el dolor.

El hambre lo estaba matando, llevaba días desde la última vez que había probado comida y los rugidos insistentes de su estómago rogando por algún bocado lo estaban volviendo loco, pero no sería tan fácil como la vez anterior.

A paso lento escondiéndose entre los autos, evitando hacer ruido y pasar desapercibido, llegó a cerca de un local, una panadería donde cada día se surtía durante las noches. Los trabajadores cargaban cajas llenas de ingredientes y unos que otros panes prehechos para su venta exclusiva, esto último siendo el objetivo principal del pelinegro.

Los hombres se adentraron al local hasta estar rebosados de la mercancía dejando confianzudamente el vehículo con las puertas traseras abiertas, el pelinegro caminó sobre la acera cubriendo su rostro con la bufanda desgastada hasta el vehículo verificando de reojo si alguien le miraba donde para su suerte la calle estaba casi desolada, a excepción de un hombre fumando en la esquina de la calle que llamó su atención mas giró su vista ignorándolo, al estar cerca del portón trasero del transporte tomó entre su manos un pan grande que hizo su estómago rugir haciéndole.

Cuando en alguna parte, una chillona y aguda voz, acusaba sus actos.

 ¡Está robando el pan! — gritó una mujer dentro del sitio señalándolo —.

— Demonios — maldijo soltando el pan, corriendo lejos de ahí —.

Los gritos seguían, y los hombres seguían tras de él, pronto apareció más gente, tal vez alucinaba, pero más y más personas salían de la nada, entre ellas la policía que llegaron también empezaron a perseguirlo, usó a la aglomeración de gente como escudo, sin embargo a los segundos le pisaban los talones de nuevo.

Comenzó a sudar frío, estaba agotado y el aire de las bajas temperaturas lo hacía más difícil, su vista empezaba a nublarse y sus músculos tensos le impedían seguir huyendo casi estando sin movilidad, sentía el el viento chocar contra él con rapidez al huir entre los callejones, doblando en una esquina y un disparo a sus espaldas resonó entre las paredes oyendo solo un pitido agudo y el impacto en su hombro izquierdo, siseó aguantando un grito e instintivamente apretó la zona al instante sintiendo la humedad de la sangre resbalar entre sus dedos.

De un instante la sordera desapareció, solo escuchando sus pisadas sobre la nieve y sus jadeos, agotado aminoró su carrera dejándose caer en el nevoso suelo contra una muralla del callejón, la adrenalina bajó y el dolor de la bala incrementó siendo insoportable, recargó su espalda contra la pared de ladrillo cercana mirando con horror la escena en su hombro, el líquido creando una ramificación en su brazo y terminar tintando la nieve de aquella particular gama rojiza.

Miró al cielo, notando las nubes grisáceas y los diminutos copos de nieve caer sobre su rostro descubierto, la bufanda había desaparecido en algún punto de su escape, el esfuerzo comenzó a cobrarle factura y poco a poco empezó a ceder al agotamientos entrecerrando los ojos, el pesado sueño apareció y unas ganas inmensas de llorar también, pero no quería dejarse vencer.

No quería morir de esa forma, ni en ese lugar, sollozó pero las lágrimas no salían, todas aquellas gotas de agua tibias las vació sobre aquel pasto esa noche oscura que apenas recordaba, habían pasado años.

La tenue luz que la nieve reflectaba fue cubierta por una silueta, la sombra del hombre encubrió su panorama, parpadeó confundido, y la sombra oscura cobró sentido unos instantes después, viendo al hombre con más claridad.

— Tan joven y vuelto mierda — dijo sarcástico el hombre, mirando la sangre sin sobresaltarse—. Esa herida es grave — señaló su hombro —.

No me diga — respondió irónico, el aire empezaba a faltar —.

El hombre soltó una risilla mirándolo desinteresadamente, antes de que el chico pudiera analizarlo el tipo se arrodilló quedando a su altura, se alejó por instinto pero la mano del hombre alcanzó a detenerlo acariciando sus cabellos, gesto que le desconcertó al chico viendo ahora de cerca el rostro del hombre y su media sonrisa.

Seré claro, niño — habló el hombre calmado en su posición —. Tengo los recursos para ayudarte con eso, a cambio solo pido tu fidelidad — aclaró mientras los ayudaba a sostenerse y llevarlos a rastras a un auto negro que había aparecido frente de ellos en la calle desierta —.

—  ¿Por-¡ah!....Por qué querría a un muerto de hambre como yo? — cuestionó recargándose en el mayor, la fragancia del café y el cigarro en sus prendas lo dejó inmerso momentáneamente —.

Necesito a alguien tenaz, dispuesto a sobrevivir a pesar de las circunstancias — contestó limpia y cortamente, acomodó al chico con ayuda de otro hombre dentro del auto —. Eres el ejemplo, otra persona en tu estado ya estaría desmayada o muerta, tienes un espíritu de lucha que admirar niño — dijo con un tono admirante al menor —. Ahora duerme.

El menor le miró cortos instantes antes de desviar la mirada a las calles, apretando sus labios por intolerable dolor, su cabellera fue tocada por el hombre nuevamente, dejándose desvanecer en el acolchonado asiento trasero del auto de ese desconocido hombre.



‧₊˚



Abrió los ojos, comenzando a tener consciencia de los hechos, miró su hombro, estaba vendado mas el dolor persistía, aunque ya no de manera tan insoportable, observó su posición viendo en la comodidad en la que se encontraba, la cama era tres veces más grande que su cuerpo. Tomó asiento en el mueble dejando colgar sus pies a la orilla de esta, viendo unas zapatillas afelpadas que se colocó poniéndose de pie.

Miró la habitación, era realmente elegante.

Ese hombre debe ser multimillonario

Detuvo su vista específicamente en dos puertas, una blanca normal y otra doble de madera en las esquineras, caminó a la primera solo encontrando un privado, un retrete, bañera y lavabo blanco con piso de mármol.

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Fue frente al lavabo, mirándose en el gran espejo arriba del recipiente de aseo, viendo su hombro vendado al igual que parte de su pecho, un pequeño parche en su mejilla y unas puntadas sobre su ceja izquierda. Lavó su rostro solamente secándose con la toalla colgada en la pared saliendo del baño, caminó a la otra puerta apareciendo en sus narices un anciano con traje.

¡AHH! — gritó espantando saltando unos pasos atrás de la impresión —.

El señor Min lo espera en la cocina, señorito.... — habló en hombre haciendo una pausa, cuestionando su nombre —.

 Jeongguk — contestó al anciano, completando su oración —.

El hombre mayor inclinó su cabeza dando una sutil reverencia en el marco de la puerta, el chico salió de la habitación viendo el extenso pasillo que conectaba con más habitaciones para ignorar todo y simplemente admirar el interior de esa mansión, el anciano apresuró su paso yendo delante suyo guiando su caminar, el menor solo le seguía hasta llegar a unas escaleras, con cautela se sostuvo del barandal hasta pisar el suelo, ahí el hombre solo señaló un camino con su brazo extendido a la derecha del chico, continuando el paso solo.

Avanzó al sendero señalado por el anciano notando la puerta en forma de arco donde una extensa mesa de granito se veía a través, caminó hasta llegar viendo la espalda de un hombre con un cinto amarrado a su cintura, era un delantal color crema que contrastaba con su suéter negro y pantalón gris, tenía una presencia totalmente opuesta a la de ese momento que le conoció.

— Que bien que despiertas — habló el hombre, sobresaltándolo —. ¿Te sientes mejor?

 Si, señor — contestó, refiriéndose al hombre como el anciano hizo —.

— Bien — dijo satisfecho emplatando la comida —. Come cuanto gustes — confió al menor —.

Jeongguk agradeció con una reverencia comenzando a comer, y el hombre le acompañaba nada más con un café solo. Los dos convivían en completo silencio durante todo el tiempo que el menor comió y terminará satisfecho. Al vaciar su plato el chico hizo el afán de limpiar mas el hombre le detuvo y el anciano que le había guiado antes fue quien lo hizo, se removió incómodo en su asiento evitando la mirada del hombre frente de él.

¿Te incomodé? — cuestionó el hombre —.

—  Tengo manos propias para lavar mi plato, no necesito que alguien más lo haga por mi — respondió calmadamente mirándolo a los ojos —.

El hombre se asombró mostrando una sonrisa sutil.

No tienes ni un solo pelo en la lengua niño — habló el hombre —.

Soy Jeongguk, no 'niño', señor — contestó molesto —.

Y yo no soy señor no me llames así, no estoy tan viejo — replicó también molesto —. 

Así le llamó el anciano a usted, ¿Cómo supone que sepa como gusta que le hablen? — dijo el chico abrumado —. 

Hubo un corto tiempo de mudez cuando el hombre carcajeó, Jeongguk había pasado de estar enojado a realmente confundido, ese hombre era un botón de emociones que con la brisa misma cambia de estado de ánimo. Unos segundos pasaron y las risas del mayor pararon dando paso a una expresión satisfecha y seria.

Jeongguk, seré directo ahora mismo — comenzó el hombre entrelazando sus manos, apoyando su mentón en el gesto —. Tengo una mafia, no soy un millonario con dinero limpio sacado del banco como una persona con un trabajo común tendría, hago otro 'tipo' de trabajos en el sub-mundo donde los hipócritas adinerados también son parte — explicó sin detenerse, mientras Jeongguk lo escuchaba atento sin mostrar alguna conmoción —. 

— ¿Para qué me quiere entonces? No creo que recoja a cualquier vagabundo que se vaya encontrando en cada esquina donde camine ¿O me equivoco, señor? — cuestionó con la misma actitud del mayor, enfatizando el nombre —. 

No eres ningún tonto, niño — respondió con el mismo tono el hombre —. Ciertamente, hay una razón por la que te traje, pero tu contestación depende del trato consiguiente a tu propia vida, ¿Entiendes? — dijo inclinando un poco su cabeza, dando una impresión amenazadora —.

El chico asintió inmune a la advertencia del mayor.

Necesito un alma joven, un vaso que llenar de experiencia, que se convierta en mi mano derecha, alguien en quien pueda confiar a ciegas incluso si estoy a punto de morir, que sacrifique su vida por la mía sin alegar — expresó con cruda sinceridad —. Y en ti, niño, vi esa seguridad, esa fuerza, ese anhelo de vivir, incluso con esa herida de bala en el brazo no te detuviste, no te importó estar sangrando y morir de un desangrado, solo querías vivir a como diera lugar, tu espíritu de lucha vale más que un soldado experimentado cobarde — halagó honesto —. Te pregunto, ¿Quieres ser parte de mi mafia? — preguntó al acabar de hablar —.

Jeongguk se mantenía sin mostrar emoción, soltando una risilla.

¿Me dirás tu respuesta? — inquirió el mayor —.

Creo, señor, que no tengo otra opción mas que darle el 'Si' ¿Verdad? — respondió dando una mirada rápida a la puerta principal, donde con burda rapidez habían aparecido dos hombres armados —.

El hombre sonrió, quitándose el delantal y dejándolo a un lado.

Me agradas niño — admitió, hablando antes que un reclamo ajeno se dijera —. Min Yoongi, tu jefe de ahora en adelante y hasta el día que mueras — 'o mueras para mi' pensó el mayor, extendiendo su mano al menor —. 

Jeongguk, sin apellido, no pregunte por favor — contestó tomando la mano del hombre con cierta cohibición —. 

Algún día me lo explicarás — dijo seguro el mayor —. Levanta ese culo, te presentaré a todos los de la organización.

El menor obedeció, siguiendo ahora al hombre hasta una sala apartada del comedor, donde un grupo de hombres hablaban entre ellos alrededor de una mesa callándose al momento de notar la presencia del mayor, levantándose al mismo tiempo todos haciendo una reverencia saludando al hombre mientras este les indicaba que volvieran a sus asientos entre gestos.

Éste es Jeongguk, será el que ocupe ese puesto que ninguno de ustedes se decidió en ocupar, así que entrénenlo solo con ese método único que tenemos aquí — dijo lo último con una risilla, girándose al menor —. Bien, el chico es todo suyo, ustedes sabrán quién le enseñará primero — habló con un tono misterioso, dando unas palmadas al menor mientras se iba de la sala —. Suerte niño — deseó al menor antes desaparecer tras las puertas —.

Jeongguk solo observó su entorno, percatándose de la posición en la que había quedado. Un trozo de carne dentro de una jaula de leones muertos de hambre, era la descripción más acertada al panorama. Y si era la única manera de sobrevivir era enfrentárseles, no había nada más alejado de la realidad a la que el menor no hubiese experimentado a ese punto de su escasa vida, estando de acuerdo a superar esos entrenamientos.






ೃ࿔.𓈀

ᴅᴇᴊᴀ ᴜɴᴀ ⭐ ʏ ᴅᴇᴊᴇɴ ᴜɴ 💬

ᴀᴠɪꜱᴇɴᴍᴇ ꜱɪ ᴛᴇɴɢᴏ ᴀʟɢᴜɴᴀ ꜰᴀʟᴛᴀ ᴏʀᴛᴏɢʀᴀꜰɪᴄᴀ

˚꒰αηη꒱˚





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