Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

ɪ ꜰᴇᴀʀ ᴛʜᴀᴛ ᴛʜᴇʀᴇ'ꜱ ꜱᴛɪʟʟ ꜰᴜʀᴛʜᴇʀ ᴛᴏ ꜰᴀʟʟ

.
.
.
.
.
.
.

.
.
.
.
.
.
.

Rheea:

Wano.

De todos los lugares en la vasta inmensidad del Nuevo Mundo donde el inestable flujo de mis poderes podía haberme llevado a parar, el antiguo Reino de Wano era, por mucho, el peor de todos ellos, porque era el único lugar, en toda la extensión de la Gran Ruta, y realmente también fuera de ella, donde la marca que se agitaba en mi brazo como señal de la bandera de mi padre, no era un poderoso escudo protector tras el que podía esconderme no solamente a mí sino a todas aquellas acciones del pasado distante y reciente que le ponian alto precio a mi cabeza, sino que aquí, en este enigmático país, aquella marca en mi brazo no era nada más que una sentencia de muerte retorcida y más que segura...

Y yo no había salvado la vida de todos y cada uno de los miembros de mi familia a costa de la propia integridad de mi cuerpo y mi vida misma, solo para morir en este país como una desagradable y trágica consecuencia de unos pequeños incidentes pasados que, verdaderamente, no eran la gran cosa pero que, por alguna razón sin sentido, habían conseguido causar el suficiente alboroto en medio de las personas incorrectas para que haber terminado aquí significase para mí un destino peor que el haber muerto destrozada y desangrada flotando en aquel maltrecho trozo de madera en medio de la inmensidad del océano. Maldita sea, yo realmente tenia que salir de este inmundo país, y tenia que hacerlo a toda prisa antes de que el solo rumor de mi presencia llegase a los oídos de todas esas bestias.

—Wano...—. Repetí con mi voz convertida en un crepitante susurro, un eco de mi creciente preocupación que me apresuré a disimular de forma más bien patética debido a la forma en la que la simple mención del nombre de este lugar había bastado para que me derramará el agua encima.

—Así es joven señorita, nos encontramos en la Villa Amasa en la región de Kuri–. El hombre me informó con una expresión velada y ligeramente preocupada mientras sus ojos observaban como su pequeña mocosa insistente se apresurada a limpiar el desastre que mi agua derramada había provocado.

–Lo siento—. Me disculpe de forma distraida y sin sentirlo ni un ápice mientras la información que acaba de recibir daba vueltas en mi mente con catastrófica violencia.

Kuri, maldita sea, en serio que las cosas cada vez se ponían peores para mí, nuevamente deseé haberme ahogado en el océano, al menos eso hubiera sido menos complicado.

—No tiene porque disculparse joven señorita, puedo comprender su inquietud–. El hombre dijo y aquello me hizo suspirar de forma ligera al tiempo que usaba cada gramo de mi resquebrajada fuerza de voluntad para no poner los ojos en blanco ante tal aseveración, ¿cómo podía un simple campesino siquiera comprender algo de tan alta magnitud? Aquel hombre, verdaderamente no tenía ni la más mínima idea, pero, bien pensado, era mejor para mí que así fuera, durante el tiempo que yo tuviese que permanecer en este caótico país, el cual esperaba que no fuera un tiempo largo, era mejor que todos aquellos con los que yo tuviese alguna clase de contacto permanecieran en aquella estúpida ignorancia que los caracterizaba en Wano.

–Mi inquietud va mucho más allá de mi preocupación por mí misma en estos instantes. Soy muy consciente de su situación en este pais y lo que menos quiero es causarles problemas–. Les explique con el tono de voz más cortes y amable que yo era capa de encontrar en mi convulso y ligeramente preocupado interior. Verdaderamente su seguridad no era ni de lejos una de mis prioridades pero tenía que pretender que ese era el caso hasta que consiguiera encontrar una forma de irme se este lugar. –No quiero que me encuentren aquí y...

—¡No tienes que preocuparte, aquí nos caen bien los extranjeros!–. La pequeña mocosa volvió a intervenir con su estridente vocecita interrumpiendo mis palabras de imprevisto provocando que una de mis cejas se arquese en una expresion inquisitiva.

¿Qué les caían bien los extranjeros? Eso realmente era algo inusual en especial si se tenía en consideración el lugar en el que nos encontrábamos. El Reino de Wano no era como ninguno de los otros países del resto del mundo, tenía su propia cultura que básicamente se basaba en el proteccionismo y el aislamiento de todos y cada uno de sus habitantes los cuales no solo vivían en completa ignorancia con respecto a todas las cosas que sucedian en el exterior y tenían un claro atraso a nivel cultural, sino que también era extremadamente hostiles con los extranjeros a los que no se les permitía la entrada bajo ninguna circunstancia, claramente, existían ciertas circunstancia que significaban una excepción a esa última regla pero hacia mucho que estás se habían resquebrajado de forma total para todos y cada uno de los miembros de mi tripulación, lo que significaba que incluso en medio de esta inusual situación donde los habitantes de esta aldea sentían cierta simpatía por los extranjeros, yo no estaba ni cerca de estar a salvo porque mi problema en este país no eran unos cuantos campesinos desnutridos sino que era algo mucho más aterrador.

—En serio, no quiero causarles ningún tipo de problema–. Yo insistí una vez más dejando que mi mirada se posará en el rostro del hombre, buscando transmitirle mis pensamientos y preocupaciones sin necesidad de palabras que pudieran asustar a la pequeña mocosa enérgica que se encontraba terminando de limpiar el agua derramada.

–Entiendo su preocupación joven señorita, pero le aseguro que esta a salvo con nosotros, además se encuentra demasiado débil para ir a cualquier otra parte–. El hombre me dijo y, aunque, mi orgullo me impedía reconocer la razón en sus palabras, yo sabía mejor que nadie que el hombre estaba en lo cierto. Yo estaba más que débil, podía sentirlo en cada ápice de mi cuerpo justo ahora, las heridas que discurrian sobre mi cuerpo cubiertas por las almidonadas vendas de algodón tan solo eran una parte de la entera situación, y ni siquiera eran la peor parte... pero yo no podía dejar que eso me detuviera, yo era una pirata y tenia que salir de aquí y encontrar al resto de mi tripulación.

–Gracias por ayudarme. Pero ahora tengo que irme–. Dije después de unos cuantos minutos de silencio contemplativo, retirando las mantas de mi cuerpo y haciendo el ademán de colocarme de pie, fallando de forma estrepitosa en el acto debido a la abrumadora sensación de mareo que embargó mi entero semblante ante el ligero movimiento que también consiguió que un fuerte dolor de cabeza estallase en la base de mi cráneo provocando que yo tuviese que morderme con fuerza el labio inferior para evitar emitir cualquier sonido de dolor.

Esta bien, tal vez si estaba más débil de lo que yo misma podía reconocer y eso era un maldito problema porque yo realmente necesitaba salir de este maldito país antes de que cualquier persona peligrosa fuera consciente de mi presencia en este lugar y aquello me provocase toda aquella clase de problemas que más me valía evitar en mi estado actual. Yo no era una persona que se sintiera miedo con facilidad, con el paso de los años yo prácticamente me había insensibilizado con respecto al miedo y a las preocupaciones de casi cualquier tipo, pero, en esta ocasión me encontraba en una de esas situaciones que representaban una perfecta excepción a la regla, porque era bien sabido por todos y cada uno de los miembros de mi tripulación que Wano era la excepción a todas nuestras costumbres de hacer lo que quisiéramos sin consecuencia alguna, era una gran alerta roja de la que debíamos mantnernernos alejados a toda costa y no solo porque al ser un país que no estaba afilidado al Gobierno Mundial el título de Shichibukai de mi padre quedaba más que obsoleto sino porque este era el territorio de un Yonko... de uno del que era mejor que nos alejaramos por varias razones.

Un año antes:

Sujeté con fuerza el mango de la lanza que sostenía en mis manos y con la cual me encontraba entrenando, practicando unos cuantos movimientos nuevos en la cubierta vacía de La venganza de la Reina Ana, aprovechando mi soledad en el barco para poder moverme por la amplia cubierta sin ningún tipo de obstáculo o interrupción mientras blandía el arma en el aire con fuerza, ejecutando todos y cada uno de los movimientos con mortifera agilidad mientras mis pies descalzos se movían sobre la cubierta emitiendo pequeños ruidos secos con cada uno de mis pasos, siendo el único ruido, en compañía del ligero silbido de mi respiración, que se elevaba en el silencio del cabo donde habíamos atrancado nuestro barco.

Fue entonces cuando el familiar alboroto formado por las voces y risas del resto de los miembros de la tripulación consiguió llamar mi atención de inmediato, deje que la lanza se apoyase en el suelo de madera junto a mis pies mientras volvía la cabeza en dirección al ruido para descubrir que todos los demás se encontraban corriendo en dirección al barco con un aura de apresurada e inusual inquietud rodeandolos por completo mientras se acercaban al barco.

–¡Todo esto es tu culpa, Alina, solo nos traes desgracias!–. Orpheus le espetó a la chica rubia mientras subía al barco, su afilado ceño por completo fruncido mientras arrastraba consigo el inconsciente cuerpo de un hombre desconocido cuyos brazos se encontraban alrededor de sus hombros y los de mi padre quienes, al igual que el misterioso individuo, se encontraban cubiertos de una ligera capa de tierra qué impregnaba todo a su alredor con su olor húmedo.

–¿¡Mi culpa!? Estas completamente demente–. Alina se apresuro a defenderse mientras corría detrás de los tres cargando en sus brazos lo que parecía ser la pequeña figura de un niño de no más de cinco años que se aferraba con fuerza a la tela amarilla del kimono de la chica.

Okay... ¿Qué demonios estaba pasando aquí? La entera situación era por completo desconcertante por múltiples razones.

–Niños, niños, por favor tranquilícense–. La voz de mi padre, firme y autoritaria como de costumbre, se elevo en el aire cortando de raíz cualquier otra réplica que cualquiera de los otros dos chicos pudiese estar a punto de pronunciar mientras subían al barco. –Tenemos que irnos ya.

–¿Qué sucede?–. Pregunte con mi mirada moviendose de uno a otro de los presentes con rapidez en busca de alguna cosa que pudiese ofrecerme una explicación al respecto de lo que estaba pasando.

–Solo digamos que la hospitalidad de Kaido nos has sido revocada–. Respondió mi padre con una sonrisa divertida elevando las comisuras de sus labios al tiempo que, con elegante delicadeza depositaba el cuerpo del misterioso hombre sobre el suelo de la cubierta para luego incorporarse y sacudirse de encima aquella tierra que se encontraba cubriendo sus ropas.

–Siempre tienen que ser todos tan dramáticos–. Hesperia dijo de forma burlesca mientras usaba una de sus perfectas manos para peinar los largos zarcillos blancos se su cabello blanco, apartandolos de su precioso rostro con aquella elegancia que la caracterizaba.

Yo abrí la boca para hacer más preguntas al respecto de la situación, pero antes de que pudiera hacerlo, Orpheus, quien también había dejado de lado al inconsciente extraño, se volvió hacia mí, sujetandome en medio de sus brazos con facilidad para levantarme del suelo y caminar en dirección a la proa del barco.

–Las preguntas las dejarás para después, tu capitan te ha dado una orden–. Dijo Orpheus con un tono de voz que era un poco menos gélido que el que solía usar con el resto de nuestro compañeros pero que seguía siendo tan afilado como una daga. –Nos vamos de aquí–. Espetó mientras me depositaba en el suelo de nuevo justo en el lugar donde debería encontrarse el timón del barco.

–Bien–. Fue todo lo que le dije antes de darle una última mirada a la extraña figura del misterioso hombre inconsciente con su raído kimono cubierto de tierra y al pequeño niño que se aferraba a la ropa de Alina mientras ella lo sujetaba de forma protectora contra su pecho en medio de su acalorada discusión con Crassus.

Actualidad:

–Tengo que salir de aquí–. Repetí una vez más  tratando de colocarme de pie una vez más, ignorando por completo las adoloridas y desgarradoras protestas de mi destrozada anatomía provocando que un fuerte ramalazo de dolor me recorriese con la abrumadora violencia de un rayo haciendo que mi rostro se crispará en una mueca adolorida que en esta ocasión no me vi capaz de reprimir debido a la aguda punzada en mi costado izquierdo.

–¡Ten cuidado, vas a hacerte daño!–. La niña se apresuró a exclamar al tiempo que corría hacia mí para hacerme tomar asiento sobre el tatami, lo cual hice a regañadientes a causa del abrasador dolor que se encontraba quemando cada ápice de mi destrozada anatomía, haciéndose particularmente fuerte en mi costado izquierdo donde siempre todo me dolía más.

–Es... estoy bien–. Balbuceé aún cuando sabia que era una completa mentira, podía sentir que mi cuerpo en este preciso instante estaba todo menos bien tal y como parecía indicar la sangre que se apresuró a brotar de una de mis heridas empapando la impoluta tela de los vendajes que envolvian mi torso provocando que una maldición se escapase de mis labios ahogando el resto de mis mentiras.

–¡No es verdad, estas sangrando!–. La mocosa volvió a chillar y en esta ocasión realmente tuve que hacer un esfuerzo prácticamente sobrehumano para no darle una bofetada debido a lo escandalosa que estaba siendo en el peor momento posible.

–Querida, ve por vendas limpias–. Su padre le dijo a la ruidosa niña, quien se apresuro a salir corriendo de la habitación a toda prisa para ir en busca de las vendas. Un ligero suspiro de alivio escapando de mis labios mientras recostaba mi espalda contra la pared sin preocuparme realmente por la sangre qué emanaba de mi herida y el dolor que poco a poco comenzaba a remitir, después de todo, yo ya estaba más que acostumbrada a ambas cosas. –Entiendo que quiera irse lo más pronto posible, joven señorita, después de todo los piratas no son muy bien recibidos en este país... –. Aquello me hizo arquear una ceja en una expresión de silenciosa sorpresa, verdaderamente me sorprendía que ese simple campesino hubiera sido capaz de saber que yo era una pirata. –... pero usted está demasiado herida para pensar en ir a cualquier parte, así que si quiere continuar con vida le recomiendo que se quede aquí recuperándose por al menos dos días.

Odiaba reconocer que el campesino tenia razón, pero vaya que estaba en lo correcto, en mi estado actual no llegaría muy lejos, mi cuerpo estaba destrozado y yo misma estaba completamente agotada y en realidad no sería capaz de llegar a ninguna parte, mucho menos emprender la búsqueda de mi padre y el resto de mi tripulación que en estos precisos instantes debían encontrarse en todos los rincones del mundo igual de heridos y confundidos qué yo... por mi maldita culpa... así que, para mí era muy claro lo que tenia que hacer a continuación.

–Bien–. Fue todo lo que dije con un suspiro frustrado y ligeramente exasperado escapando de mis labios mientras mi mente estaba hecha un completo hervidero de caóticos pensamientos teñidos en todos y cada uno de sus vestigios con la correosa y opresiva sensación de la culpa que en estos precisos instantes, con mi mente todo lo despejada que era posible en las actuales circunstancias, no conseguía quitarme de encima, instalada en el centro de mi pecho como un doloroso peso que podía sentir de forma física cada vez que tomaba aire y pensaba en los rostros de todos aquellos que eran mi familia y que habían acabado afectados por mi maldita culpa...

–¡Traje nuevas vendas!–. La pequeña y ruidosa mocosa apareció una vez más en la habitación, trayendo consigo una maltrecha caja de madera que contenía unos cuantos implementos médicos en precarias condiciones, maldita sea, todo en este maldito país estaba en precarias condiciones.

Yo suspire con fuerza y con un delicado movimiento de mi diestra hice a un lado la sabana que se encontraba cubriendo mi cuerpo, disponiendome, por completo de mala gana a dejar que la niña me cambiase las vendas empapadas de sangre. El movimiento dejó al descubierto mi antebrazo derecho, justo allí donde la pálida y delicada piel se encontraba cubierta por toda una infinidad de cicatrices donde, una de ellas resaltaba más que cualquier otra, se trataba del profundo tajo que la afilada hoja de un cuchillo había dejado atrás y cuya cicatriz presentaba un color negro tan oscuro como la noche, como la sombra misma... una cicatriz que solía moverse justo al ritmo que marcaban los latidos del corazón de mi padre y, que en este maldito instante, se encontraba por completo estática provocando que una horrible sensación de precaución e inquietud se agitase en el interior de mi pecho como un pájaro atrapado debajo de un vidrio que buscaba desesperadamente escapar... mi padre era un hombre fuerte, de hecho era el hombre más fuerte del mundo, era el hombre que se convertiría en el rey de los piratas, pero aún así, yo no podía evitar que una profunda sensación de preocupación se instalase en mi interior como un mal virus ante la visión de aquella marca por completo inmóvil después del accidente que había acabado dispersandonos por todo el mundo.

Mis ojos se apartaron de la marca para posarse en el rostro del hombre que se encontraba de pie en la entrada de la habitación contemplando la entera escena con una expresión impasible siendo esbozada por cada una de las líneas de su rostro. Si ese maldito campesino pensaba que yo me iba a quedar aquí "por unos cuantos días" entonces era más estúpido de lo que yo había pensado en primer lugar.

La noche había caído sobre el territorio del país de Wano y aunque yo estaba muy cansada por todos los eventos que se habían sucedio uno tras otro sin descanso alguno en menos de veinticuatro horas, yo verdaderamente no podía permitirme el lujo de perder más tiempo del necesario en este lugar, tenía que encontrar a mi padre y luego al resto de nuestra familia y tenia que hacerlo rápido. Con suave sigilo, me levanté del tatami y tomé las prendas que la mocosa y su padre habían dejado para que yo las usará, dobladas junto a mí en una ordenada pila a la que sólo le hacían falta los zapatos, sin darle más vueltas de las necesarias me las coloque a toda prisa procurando no hacer ni un solo ruido que pudiese llamar la atención de cualquiera de los dos presentes en la silenciosa casa. Las prendas no eran la gran cosa tan solo una delicada camisa interior y un maltrecho y remendado kimono que seguramente había visto mejores días hacia ya mucho tiempo pero que seguramente me servirá para camuflarme en medio de los habitantes de esta región durante el tiempo suficiente para salir de aquí.

Salí de mi habitación con mis pies descalzos deslizandose con delicadeza sobre la madera del suelo mientras yo me aseguraba de no hacer ni el más mínimo ruido en mi camino hacia el exterior, justo antes de salir a la refrescante oscuridad de la noche, mis ojos se toparon con algo que me llamó la atención de forma instantánea: se trataba de una máscara de demonio Tengu que alguien parecía haber olvidado en una pequeña mesa de té ubicada cerca de la puerta y cuya visión provocó que una de mis cejas se arquease de forma ligera antes de que mis manos la tomarán con delicadeza, la punta de mis dedos deslizándose con cuidado sobre la fría cerámica de la máscara antes de colocarmela con un único movimiento, asegurandola detrás de mi cabeza antes de salir de la casa a toda prisa, la máscara era una precaución adicional que quería tomar, sabía muy bien que los civiles en Wano no tenían ni la más mínima idea de lo que sucedía en el mundo exterior, así que no tenían forma de saber que mi rostro se encontraba plasmado en un cartel de se busca de la Marina que le daba la vuelta al mundo entero con una gran recompensa por mi cabeza, pero, tal y como mis caóticos pensamientos lo habían dejando claro, no eran los civiles por quienes me preocupaba, así que un poco de preocupación extra no estaba mal.

La aldea en la que yo había ido a parar por obra de la bondad de aquel campesino y su hija no se encontraba muy lejos de la costa de la región y aquello era todo un maldito alivio, una buena noticia en medio de todo el caos que había envuelto mi vida ellas últimas horas porque en lo que respectaba a la geografía de Wano mis conocimientos eran prácticamente inexistentes, y lo último que yo necesitaba justo ahora era deambular por un país desconocido y hostil en busca del mar qué me permitiese salir de aquí a toda prisa, tal y como estaba apunto de hacerlo justo ahora, mis pies descalzos hundiéndose en la cálida arena de la playa mientras me acercaba cada vez más y más al océano qué se encontraba batiendo en la orilla con sus espumosas aguas llenando el silencio del lugar con un sonido que era más que familiar para mí, un sonido que dejaría que me envolviera de forma perfecta y pacífica en mi viaje mientras abandonaba Wano como si realmente nunca hubiese estado aquí, como si fuera una de esas escenas de mis brumosos sueños que podía fingir que no existían al abrir los ojos.

El agua cálida y espumosa del mar empapó mis pies descalzos y su olor salino impregnó mis fosas nasales provocando que un suspiro de alivio se escapase de mi labios, un ligero y familiar cosquilleo esparciendose por cada ápice de mi entera anatomía mientras cerraba los ojos y me preparaba para usar aquel poder de la fruta del diablo que me permitiría salir de aquí para poder encontrarme con mi padre para así poder reparar mi error y que todo estuviera bien una vez más. Un ligero suspiro se escapo de mis labios y me preparé mental y físicamente para el dolor que azotaría mi cuerpo tan pronto como usará mis poderes, un dolor con el que estaba más que familiarizada y, con al que, de alguna forma estaba acostumbrada, un dolor que me haría querer morir... un dolor que, por alguna extraña y desconcertante razón nunca llegó ni siquiera con el paso de los minutos, ni siquiera aunque estaba tratando con todas mis fuerzas de hacer uso de mis poderes que nunca tardaban más de un par de minutos en manifestarse... ¿pero qué demonios estaba pasando aquí?

Por completo atónita abrí mis ojos intentando comprender lo que estaba sucediendo justo ahora, ¿por qué mis poderes no me estaban respondiendo? ¿Se debía a que tal vez estaba demasiado cansada como para intentar algo tan arriesgado como el tratar de llamar a un Rey del Mar? Con un tembloroso suspiro, me dejé caer de rodillas al suelo dejando que la arena húmeda ensuciara mi kimono mientras yo extendía mi mano derecha en dirección al agua del océano, manteniendola por encima de esta sin llegar a tocarla mientras yo inhalaba profundamente disponiendome a llevar a cabo la demostración más simple de mi poder, aquella que había aprendido a realizar cuando tan solo tenía cinco años, aquella que nunca había requerido demasiado de mi poder ni demandado ningún esfuerzo físico sobrenatural, razón por la cual solía usarla como una inofensiva prueba para comprobar que tan agotado se encontraba mi cuerpo después de haber pasado horas entera usando de mi poder para navegar La venganza de la Reina Ana. Era un movimiento sencillo y casi infantil, sin embargo, en esta ocasión cuando trate de ejecutarlo... no sucedió absolutamente nada, el agua de mar permanecio por completo estática sin una sola ola u onda qué me indicara que mi poder había surtido algún efecto en ella.

¿¡Qué carajo estaba pasando!?

Cerré mis ojos y una vez más trate de hacer uso de mis poderes, haciendo acopio de todas y cada una de mis fuerzas para poder utilizarlos, pero una vez más, no sucedió absolutamente nada.

¿¡Por qué no podía usar mis poderes!?

Una vez trate de utilizarlos, y justo en ese entonces un fuerte y desgarrador ramalazo de eléctrico dolor me recorrio de pies a cabeza con la violencia de la descarga de un rayo qué crispó todas y cada una de las terminaciones nerviosas de mi cuerpo provocando que un jadeo de dolor se escapase de mis labios mientras mi cuerpo caía hacia atrás a causa de aquella aguda punzada que no se parecía a ningún tipo de dolor que hubiese experimentado jamás. Mi espalda impacto con fuerza contra la húmeda arena de la playa y mi diestra fue hasta mi rostro para quitarme la máscara mientras mis dientes se apretaban con fuerza debió al abrumador dolor que se encontraba recorriendo mi entera anatomía justo ahora al tiempo que mis ojos se posaban en las estrellas que se encontraban brillando en el cielo nocturno, haciéndome pensar como de costumbre en todas aquellas personas que significaban algo para mí.

Papá, Orpheus, Hesperia, Alina, Crassus, Momonosuke, Ryuma... y aquel cuyo nombre no quería recordar.

Todas esas personas que habían quedado atrás, por mi maldita culpa.


Notas dd autora;

Holiii 😶‍🌫️, gracias por leer otro capítulo de mi historia, estoy muy emocionada de continuar con ella. Aún los capítulos son introductorios pero ya se están revelando cositas.

Si quieren entender un poco más de la historia y su contexto les recomiendo leer las historias en el perfil de AquileSunset que son las otras partes.

Btw la máscara de Tengu es literalmente este emoji: 👺

Gracias por leer, espero que les guste.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro