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𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 15

La muchedumbre se quedó loca al ver a aquella muchacha entrar del brazo de Kyojuro Rengoku. ¿Cómo era posible que una mera violinista tuviera tal honor? Nadie podía creerlo, sin embargo, estaba pasando, aquello era real. Y no era el solo hecho en sí de llevarse la atención del dueño del Titanic, no, aquella mujer había decidido acudir a semejante cena con un vestido simplón de color crema, ni siquiera traía corsé; sus cabellos estaban recogidos en una trenza, sin ningún adorno o complemento; su rostro se encontraba libre de maquillaje, solo se había colocado un brillo sobre sus labios; además de todo lo anterior, sus zapatos eran bajos, no portaba tacones.

Celeste se sintió diminuta ante tantas miradas de desaprobación, mas la sonrisa del hombre a su lago la hizo olvidar aquello. Recordó sus palabras, él la quería así, le gustaba el lado despreocupado de ella, no le interesaba que calzara con los más finos zapatos o que vistiera con las más modernas ropas.

Zenitsu los vio pasar frente a él y su mandíbula casi toca el piso al descubrir que aquella tierna muchacha, que le había preguntado el primer día por su jefe, hoy tenía el honor de ser su pareja de la noche. Decidió que hoy pondría más esmero que nunca en tocar su violín, quería darles la mejor velada, después de todo, era lo menos que podía hacer por Celeste, quien había sido tan amable con él desde un inicio.

En una de las mesas del comedor, tomaron asiento los dos jóvenes, seguidos por Muzan, el capitán del barco, su hija, a quien Celeste conoció ese mismo día, Senjuro, el pequeño hermano de los Rengoku y la madre de Sofía, quien no parecía tener ganas de rendirse respecto al tema de recobrar el compromiso.

La adulta miró a la pelirrosa con indiferencia, ¿por esto había dejado el gran Kyojuro a su hija? ¿Una simple violinista?

—Buenas noches, Celeste —saludó Senjuro, al no poder aguantar el profundo silencio de la mesa —. Nunca pensé que la muchacha que mi hermano rescató el primer día se convertiría en sus pensamientos mañana, tarde y noche.

—¡Oh! —exclamó ella, encogiéndose de hombros y tratando de ocultar el sonrojo que había provocado el atrevido comentario del jóven.

—Yo nunca pensé que Kyojuro dejara a mi hija por una simple plebeya —siseó Letizia, rompiendo aquel mágico ambiente, ageno a las punzantes miradas de la gente exterior a la mesa.

—¿Todavía se usa esa palabra en pleno siglo XX? —inquirió Celeste, para sí, decidiendo que no buscaría pelea. Recompensaría, de algún modo, la buena acción de su pareja al permitirle asistir como quisiera.

—Rengoku —corrigió Kyojuro, no muy dispuesto a seguir los pasos de la protagonista —. Refiérase a mi como Rengoku, emplee mi apellido, por favor.

Todos interpretaron eso como un freno, aquella mujer debía detenerse o provocaría la auténtica irá en él. Aún así, era muy pronto para rendirse. Letizia lograría de algún modo u otro salvar su pellejo, y si para ello debía ridiculizar a Celeste de forma indirecta en toda la cena, lo haría encantada, porque en ese pecho no había un corazón.

La música de los violines comenzó a sonar.

La primera oportunidad para burlarse de aquella pobre muchacha llegó con el entrante. Sus agudas risas se escucharon al verla tomar la cuchara más pequeña para ello.

—¿Quién te crío, pequeña? —indagó burlesca, tomando la cuchara indicada para mostrársela —. Es esta.

—Resulta que soy huérfana, señora —respondió, tomando la correcta —. En el orfanato no teníamos tiempo para pequeñeces o lujos como estos, no teníamos una familia rica o unos esposos que nos mantuvieran, estábamos muy ocupados ganándonos la vida sin depender de otros.

Aquello le cerró el pico de una sola vez, y no sólo eso, los demás miembros en la mesa tuvieron que reír por lo bajo. Inclusive Muzan trataba de calmarse, no conocía a esa chica, pero ya le caía bien.

Kyojuro colocó una manos sobre los cabellos de Celeste y los revolvió en señal de aprobación, parecía un padre orgulloso de su hija. En definitiva, él jamás se cansaría de ella, cada segundo que pasaba parecía quererla más, y en efectivo, Celeste siempre lo sorprendía.

Letizia guardó sus armas y sus inmensas ganas de abofetearla por semejante acusación. Vio la oportunidad de vengarse cuando la violinista, de una forma un tanto mal educada, bebió de una de las copas haciendo un sonido extraño.

—¿Tampoco te enseñaron a beber en tu orfanato? ¿O es que se necesitan padres para eso? —manifestó, con toda la intención de herirla.

—¡Letizia! —regañó Kyojuro, dando un fuerte golpe sobre la mesa, que llamó la atención de todos. La miró con furia. Estaba a punto de echarla de ahí cuando sintió como la pequeña mano de Celeste tomaba la suya, la misma con la que había hecho el estruendo.

La protagonista besó su palma con todo el cariño del mundo, preocupada por que hubiera ocurrido algún daño.

—Tranquilo —le susurró al verlo mirarla —. Soy más fuerte que eso.

No la dejaría ganar, no comprendía el odio injustificado de aquella mujer hacia su persona, pero no dejaría que arruinara su cena, no cuando aquello era tan importante para Rengoku.

Por un momento solo estaban ellos dos. Kyojuro se reflejaba en los hermosos orbes de Celeste y biseversa. Encontró tranquilidad, ahí, solo con ella.

—Una más y te vas de la mesa —le advirtió a Letizia, recuperando la compostura.

Bendita la hora en la que el destino lo había hecho cruzarse con Celeste.

Después de aquello todo pareció ir bien. Supuestamente la adulta se había rendido en sus fogosos intentos por hacer ver al empresario que a quien había escogido no era la mejor opción.

Supuestamente.

Porque al final llegaron los postres y Celeste dió un pequeño paso en falso que la llevaría al abismo. Había llenado la zona al rededor de su boca con ligeras manchas y restos de dulce. Aquello no solo desató la burla en Letizia, no, todas las mujeres de la sala comenzaron a reír y cuchuchaer, avisando, a las que no la había visto, de lo ridícula que se veía con aquello.

Las risas tardaron en llegar a los hombres, quienes eran más explendorosos en ese sentido, pero cuando lo hicieron, estallaron en comentarios despectivos hacia su persona.

La pelirrosa sintió el mundo hacerse cada vez más pequeño, los dedos apuntándola la minimizaron, las carcajadas sin pena la hicieron sentirse fuera de lugar. Era de humanos equivocarse, pero ella lo había hecho demasiado, tantos errores la llevaron a ser el payaso del Titanic.

Erika sintió pena por la joven, queriendo arremeter en contra de Letizia, pero sabía que eso no llevaría a ningún lado. Senjuro, por otro lado, agachó la cabeza tratando de contenerse, no era trabajo de él defenderla, le tocaba a su hermano eso, aunque si tardaba un segundo más él lo haría.

Rengoku los observó a todos con el ceño fruncido, y justo cuando iba a tomar acción sintió la silla a su lado chillar, indicando que la muchacha se había puesto en pie bruscamente.

Al menos terminó la cena, ya podía irse de ahí habiendo cumplido con Kyojuro. Y eso fue lo que hizo, abandonó la sala sin decir nada, lanzando, antes de irse, la servilleta sobre la mesa.

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Palabras del autor:

Tengo sueño, así que perdonen todo lo que vean mal ಥ‿ಥ

Literal son las 5.20 de la mañana en mi país. ¿Quién actualiza a esta hora?

Primero, me hubiera gustado hacer la cena más larga. En el sentido de detallar con calma cada conversación, pero este capítulo nos hubiera tomado tres más y me ganó la pereza :v

Espero que no les haya molestado eso.

Segundo: ¿Qué verga con Letizia? ¿Por qué es tan mala?

Rengoku: Tirenla por la borda.

Celeste: Cálmate.

Rengoku: que la tiren he dicho.

Bueno ya, la pendejez me gana a esta hora.

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Lean comiendo palomitas ( ̄ω ̄)🍿

~Sora.



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