Capítulo 8
Sofía tenía los ojos en blanco y le dolían los tímpanos de escuchar a esas chicas hablar y cuchuchear barbaridades. Antes era más tolerante, pero ahora que conocía el mundo detrás de la burguesía se le hacía imposible. Quería desaparecer, hundirse en el océano. La tenían hastiada, criticando cada mujer, ofendiendo a los de tercera clase y murmurando los rumores más íntimos de los ricos; ¿es que acaso no tenían respeto por nadie?
Ella sabía que ya había gastado su milagro del día en la mañana, pero necesitaba decesperadamente otro.
Afortunadamente, cuando llegó al comedor a desayunar su madre no mencionó palabra alguna, y eso que había tardado alrededor de media hora. No sé habló más del tema y todos comieron en paz. A Edward parecía agradarle Kyojuro y viceversa, eso le alegró en parte, al menos su hermano y futuro esposo se entendían. La que estaba rarísima era Leticia, seguramente algo muy bueno tuvieron que decirle para que no le formara un escándalo ahí mismo.
Estaba caminando por inercia pura, porque si fuera por ella ya estuviera en su recámara, ideando algún estúpido plan para encontrarse con Tanjiro.
De un momento a otro alguien la agarró del brazo y la jaló hacia una esquina, colocándola contra el pecho cálido de esa misma persona y ocultándola en el acto de esas arpías, estando en la oscuridad. Ella se asustó, mas la astucia de su secuestrador era grande y no la dejó gritar, pues había colocado su mano previamente sobre la boca de la joven. Sofía comenzó a revolverse como loca y al notar que la fuerza del hombre era mayor a la suya empleó uno de esos tacones que tanto odiaba para pisarle el pie.
—¡Ahh! —exclamó por lo bajo el tipo.
La castaña comprendió rápidamente de quién se trataba y cesó los forcejeos, sabiendo que su identidad había sido descubierta, Tanjiro la soltó.
—Casi me matas del susto —reprendió, con una mano en su pecho al girarse para encararlo. Debido al poco espacio, sus cuerpos frente a frente rozaban y sus respiraciones casi que se fundían en una sola.
—Pido perdón, pero es que no sabía cómo acercarme a ti sin llamar la atención —respondió el joven, revolviéndose el cabello nervioso, sonrojado.
—Tranquilo, entre ayer y hoy he tenido más adrenalina corriendo por mis venas que en toda mi vida —confesó, sonriéndole— ¿Cómo está tu pie? Pido perdón yo por eso.
—Oh, tranquila, creo que me quedará marca pero por lo menos no estaré cojo —bromeó, restándole importancia— ¿Cómo puedes tener esos zapatos puestos todo el día? ¿No son incómodos?
—Te acostumbras —dijo, encogiéndose de hombros y corriendo la mirada—. He tenido que usarlos toda mi vida y ya no recuerdo la última vez que me molestaban, aunque si debo admitir que prefiero andar descalza, es una extraña manía que mi madre odia, por lo que he tenido que limitar ese gusto, debo ceñirme a ser una señorita de clase.
Sonaba un poco triste, pero trataba de camuflajearlo alzando el tono y haciendo gestos exagerados, como si quisiera dar a entender que aquello solo le provocaba risa, cuando claramente no era así. Tanjiro fue capaz de ver en esa mirada apagada pero a la vez cristalina, que Sofía guardaba demasiado en su corazon porque las personas a su alrededor no le permitían ser quien era, y no lo entendía, porque aquella mujer era perfecta. Ahora más que antes estaba motivado.
—En ese caso, ¿querrías pasar el día conmigo? —inquirió, tras unos segundos cavilante.
La de orbes café alzó la vista para contemplarlo con una expresión de duda, tenía su ceño fruncido y sus labios entreabiertos. Bien quería que aquella petición no hubiera sido imaginación suya, lo deseaba con todas sus fuerzas, pero volviendo a la realidad, Leticia la mataba y le daba sus restos a las gaviotas.
Tanjiro solo sonrió para asentir, dando a entender que su propuesta era genuina y que no tenía planeado retractarse, él no hacía esas cosas. Esperaría paciente por una contestación, tenía todo el día.
—Lo siento, Tanjiro, mi familia se preocuparía —argumentó, saliendo de su duelo mental. Si bien esa era la respuesta que debía darle, miles de posibilidades se le vinieron a la cabeza, y se vio envuelta en una ardua lucha entre su parte razonable y su parte pasional, entre lo que debía hacer y lo que quería hacer, porque ella quería decirle que si y la voz de su cerebro le gritaba que no.
—Si quieres podríamos pasar solo un rato —siseó como última esperanza. Se sentía avergonzado, mas eso no lo detendría; como le había dicho a Zenitsu, lo único que podría hacerlo cambiar de opinión eran los sentimientos de Sofía.
—Yo... dentro de unas pocas horas más es el almuerzo y seguramente mi madre y mi prometido me buscarán —Agachó su mirada, incapaz de mantenerla dos segundos más en aquellas perlas borgoñas, le pesaba, porque viéndolo a los ojos no podría seguir negándose.
—Lo entiendo —murmuró el varón, rascándose el cuello con una sonrisa triste posada en sus labios. Inesperadamente —para Sofía—, él alargó su mano lo suficiente para colocarla sobre la mejilla derecha de la joven y la obligó a alzar la vista para encararlo. En un gesto cariño, con su pulgar acarició la tersa piel de Brown—. Si quieres mi consejo lo daré, y si no lo quieres lo haré igual. Haz lo que quieras hacer, y no lo que te digan que hagas, se tú misma y ámate como tal. Nunca sabes que ocurrirá mañana, si el barco se hundirá, si te enfermarás, hay millones de panoramas y nunca sabes cuando la vida tuya o la de una persona que amas temrinará. Sé que lo peor que hay es llevarse arrepentimientos, pensar en lo que podías haber hecho y no hiciste por cobarde, cuestionar tus decisiones y creer que podías haberlo hecho mejor. También sé que suena un poco cruel, pero que es cierto.
La muchacha intentó contestar, de verdad que trató, pero no encontraba palabras lo suficientemente sabias para ello. Se sentía tan bien aquel roce de pieles, aquellas miradas cruzadas, sus cuerpos tan cerca, que la desconcertó cuando Tanjiro se apartó para salir del intrincado lugar y despedirse con un movimiento de cabeza.
Estaba alejándose, se estaba yendo a alguna parte sin ella, cuando podían hacerlo juntos.
No quería arrepentirste, tampoco quería decepcionar a su familia, ni mucho menos que se descubriera que todo era una farsa. Las cosas irían bien si solo lo dejaba marcharse. Su corazón palpitaba con fuerza todavía por el recuerdo de sus dedos contra su rostro, de esa sonrisa sincera. Se le nublaba el juicio, se estaba volviendo loca, y solo bastó una decena de segundo para que saliera corriendo a tratar de alcanzarlo.
—¡Tanjiro! —llamó, tomando su hombro.
El hombre dió vuelta en su propio eje para observar a aquella dama con las comisuras de sus labios elevadas a su máximo explendor y sus ojos brillando con fuerza. Le sorprendió que se haya decantado por él, un simple pobre.
—Sofía —susurró felíz.
—¿A dónde vamos? —indagó la mencionada con cierto entusiasmo.
—A todas partes.
.
.
.
Palabras del autor:
Regálenme un Tanjiro, ya casi es mi cumple y lo necesito de urgencia. Es tan hermoso que me causa diabetes solo de recordar su sonrisa, él es el sol que me alumbra todas las mañanas, por favor que alguien se comoadezca y me regale uno ;-;
Si te está gustando la historia vota y comenta para que llegue a más personas ~(˘▽˘~)(~˘▽˘)~
Lean comiendo palomitas ( ̄ω ̄)🍿
~Sora.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro