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Capítulo 13


Esa mañana Sofía despertó sintiéndose más afortunada que nunca, veía todo a su alrededor con más brillo que de costumbre. Se levantó animada y danzó por toda su habitación con total alegría. La anterior había sido sin duda la mejor noche de su vida, al fin pudo sincerarse con su hermano adorado y aclarar todas las cosas que había sucedido recientemente, recuperó su relación con Edward y después de mucho pudo decirle adiós a todas las mentiras; por otro lado estaba lo que sea que tuviera con Tanjiro, el agradable chico se empeñaba en que ella no pudiera pensar en cualquier otro hombre y solo pudiera mirarlo a él, y mira que le salía bien, porque toda la madrugada la pasó soñando con ese dulce y fugaz beso de despedida y en todos los que quedaban por delante.

Abordó el Titanic creyendo que esa semana cambiaría su vida para mal, que sus días felices estaban contados y que ya nunca podría volver a ser libre. Bueno, al menos la parte del cambio era cierta, ya nada volvería a ser lo mismo, ya no se dejaría pisotear ni antepondría el bienestar de alguien más por encima del suyo, Tanjiro la había enseñado a ser egoísta y le había exigido que lo fuera diciéndole que él también lucharía contra vientos y mareas para encontrar su felicidad.

Atontada y ensemismada, la castaña se colocó frente a su armario abierto, hoy esos vestidos se veían preciosos y quería escoger el mejor para su futura cita con el Kamado. Deseaba verse hermosa aunque sabía que al muchacho no le interesaba su apariencia ni cosas tan simples como esa. Pero simplemente quería hacerlo, quería ponerse linda, quería sonrojarlo y recibir de sus labios un halago.

El toque de la puerta irrumpió su duelo por decidir quién sería el afortunado de sus ropajes que conocería hoy al chico del que andaba prendada. Ella no esperaba a nadie a esas horas, estaba sorprendida. Tanjiro no podía ser, habían quedado en la cubierta sobre las diez de la mañana y su hermano estaba cortejando a una mujer que parecía gustarle mucho. Entonces... ¿quién?

Dejando atrás su armario y caminando con pasos lentos, Sofía pudo poner fin a su incertidumbre cuando abrió la puerta y encontró a su madre con uno de sus mayordomos del otro lado. El mundo se le cayó encima y quiso saltar por la borda, ¡había olvidado ese pequeño detalle! Ese pequeño ser al que no le interesaba vender a su hija por intereses propios, esa pequeña arpía que la miraba con superioridad y decepción.

—Hija, alístate—ordenó, adentrándose con descaro y sin permiso en la habitación de la jóven. Miró a los lados buscando algo pero al final se giró para encararla. Tenía una malo alzada, una pose de dama refinada, una expresión de desagrado y una ira de la que se desquitaría con el pobre ser frente a ella—. En unos minutos nos encontramos con Rengoku, tenemos poco tiempo para hacer que se arrepienta de sus decisiones.

—Madre, ¿cómo piensa que puedo lograr eso? —inquirió alzando una ceja. Soltó la puerta y se colocó a tan solo dos pasos de su progenitora para cruzarse de brazos, esperando paciente una respuesta que sabía no le iba a agradar.

—Muéstrale tus encantos, enséñale lo que se pierde —refutó la mayor, alzando el mentón y huyendo de la mirada café de su hija—. No lo sé, muéstrale uno de tus escritos, prepárarle un té, de ser necesario...

La adulta hizo una pausa y la menor frunció el ceño tanto que su rostro se desfiguró.

—De ser necesario.... ¿qué? Sigue—siseó, sin tratar de ocultar su enfado, el cual solo creció al obtener como respuesta de aquella persona un silencio explarecedor, y le llamaremos así porque para Sofía solo significaba que sus sospechas sobre lo que había querido decir era acertadas—. ¿Sugieres que me acueste con un hombre al que conocí hace tres días solo por un compromiso que no deseo? Madre, me estás diciendo que me entregue a un hombre que no amo, que actúe como una mujerzuela.

—Es por el bien de tu familia.

—Estoy cansada de ser la única que se sacrifica por el bien de esta familia—musitó, tratando de ocultar lo doloroso que estaba siendo aquello—. Estoy cansada de tener que dar el paso al frente mientras tú solo empujas desde atrás, cansada de ser un objeto al que vendes al mejor postor y cansada de que dependas de mí para lograr los objetivos que tú sola no puedes conseguir. Kyojuro Rengoku no me ama y yo no lo amo a él tampoco.

—Los matrimonios no tienen por qué ser entre enamorados. Vives en un absurdo cuento de hadas, Sofía. Abre los ojos a la realidad —Se carcajeó, burlándose con empeño de la castaña.

—Estoy enamorada de un chico—confesó provocando que las risas pararan de golpe, ganándose la mirada confusa de su madre—. Lo conocí en el Titanic y es con él con quién quiero pasar el resto de mi vida.

—¡No seas ridícula! ¿Cómo puedes aclamar amar a un hombre al que conoces hace tan poco? ¿Has perdido la cabeza? Es ese pasajero de tercera clase, él solo traerá desgracias a tu futuro y te atará a una ilusión hasta que se acueste contigo, cuando lo haga te va a desechar, porque te ve como la mujerzuela que no quieres ser.

Sofía goleó sin vacilar la mejilla de su madre con su palma abierta. Ni siquiera se arrepintió cuando hubo recobrado la consciencia de lo que hacía. Jamás le perdonaría insinuar semejante cosa. Ahora veía con total claridad cuales eran las prioridades de la mujer que le dio la vida y no sabía cómo había podido estar ciega durante tanto tiempo.

—¡No hables de Tanjiro de ese modo!

—¿Sabes qué? —preguntó Leticia, bestializada. Se sobó la mejilla y posó sus orbes sin brillo ni vida en Sofía. Había cruzado la línea, esa mocosa había cruzado la línea—. No lo intentes con Rengoku si no quieres, ya encontraré otro. Te vas a casar con un hombre rico, así tenga que ponerte un cartel de venta cuando lleguemos a Nueva York. Vas a sacarnos de la pobreza a mí y a tu hermano, no te crié para que estuvieras con un pobretón. ¡Algún día me lo agradecerás!

Sentenció, y sin darle tiempo a responder pasó por su lado a toda velocidad, cerrando la puerta bruscamente, provocando un extruendo que llegó hasta al alma de la protagonista.

La pobre castaña se lanzó al suelo a llorar. No era su culpa, las lágrimas la traicionaban y salían sin autorización, quería detenerlas pero se le hacía completamente imposible, acababa de despertar de un sueño, encontrándose con la cruda y dura realidad... no era amada por su propia madre.

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Del otro lado, en el pasillo, Letizia se acomodó los guantes con desprecio, recordando las palabras de esa socarrona muchacha.

—Lian, descubre cuál es el camarote de ese jóven —solicitó a su mayordomo.

El hombre —que había escuchado todo con claridad y lo había sentido tanto por esa damisela que estaba sufriendo el egoísmo de una mujer avariciosa y malvada— solo pudo asentir con pesar, sabedor de que lo que estaba a punto de proceder no sería agradable.

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Palabras del autor:

IMPORTANTE:

Quiero informarles algo, tengo una cuenta en Twitter que hasta el momento era solamente para tonterías y cosas tontas, pero recientemente una amiga me dió una idea que pienso abrazar. Sería muy lindo si pudieran seguirme, allí estaré publicando adelanto de los capítulos, ediciones para mis historias, portadas, hablando de nuevos proyectos, haciendo encuestas y muchas cositas más, me gustaría tener su apoyo para esto :3

Mi Twitter es: Mio_Uzumaki.

Muchas gracias de antemano a quienes vayan a seguirme.

Hola, soy yo. Les dije que regresé con fuerza, planeo actualizar todos los días hasta terminar la historia, porque siendo sincera ya quiero escribir la tercera parte, de la cual posiblemente mañana publique su anexo.

Me gusta mucho como van las cosas por aquí y como gira esto.

Todos esperan que Leticia haga lago maquiavélico, ¿verdad? :D

Si te está gustando la historia vota y comenta para que llegue a más personas ~(˘▽˘~)(~˘▽˘)~

Lean comeindo palomitas ( ̄ω ̄)🍿

~Sora.

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