ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ ꜱɪᴇᴛᴇ: ᴄʜᴏᴄᴏʟᴀᴛᴇ.
"Malorie amaba a su padre, para ella él era la mejor persona que existía. Sin importar los años ella nunca había conocido a alguien tan atento y especial con ella como lo era él; ni igual de imaginativo, creativo y divertido como lo era su padre.
Su papá era de esas personas tan leales qué siempre estarían para ti, demostrando su amor de una forma tan única que nunca volverías a encontrar algo así en otra parte; él tenía una presencia que cualquiera podría notar, tal vez era por lo alegre que era o probablemente por su magnífico olor a chocolate, ya que a dónde sea que él pasará o llegará, él dejaba su dulce olor y la tristeza que estuviera presente en el lugar, se desvanecía.
Varios hombres podían oler a fragancias masculinas tan costosas, pero él olía a lo qué más amaba una persona; el chocolate. El magnífico chocolate.
Su padre todas las noches le leía cuentos antes de dormir, y cuándo él se fue, Malorie no podía dormir porque le faltaban sus cuentos. Aquellas historias tan creativas y diferentes que le sorprendían cada noche por lo ingenioso que se ponía su padre.
Él siempre lograba sorprenderla todos los días, provocando que ella se sintiera en un cuento de hadas al cual no quisiera salir, pero tenía que hacerlo tarde o temprano.
Definitivamente, su padre era de esas personas qué deberían ser inmortales, ya que él era de esas personas tan sinceras y amables que demostraban su amor con cada palabra, con cada acto y con cada muestra de cariño.
Él era alguien admirable, paciente, magnífico e inteligente. Él era un ídolo a seguir. Él era Tom Anderson.
Pero todo cambio de una forma tan drástica, tan repentina, tan trágica, qué de un día para otro, la persona qué más amaba Malorie en esta vida ya no estaba aquí, y ya no la podría acompañar en los siguientes años de su vida y ni la vería crecer.
El dolor cada día crecía más y más, y no podía hacer nada para eliminarlo.
Todos los días lloraba a todas horas esperando que un día él regresara a su vida, pero nunca fue así.
El tiempo pasaba y la casa se volvió una tumba por completo, y el recuerdo de su padre la atormentaba cada día que transcurría.
Su familia creía que el seguir comiendo y disfrutando el chocolate, sería una forma de honrar a su padre y sentir que él permanecía con ellos, aunque, para Malorie, aquello era una completa tortura. El observar y el oler el chocolate hacía que el dolor aumentara en su cuerpo. Por eso decidió vivir sola, lejos de su hogar.
Cada día que pasaba ella deseaba tener la edad adecuada para irse a vivir sola hasta que el día llego, y por eso ella estaba aquí; observando las calles vacías de esta ciudad que se volvería su hogar en tan poco tiempo.
Su cuerpo era un manojo de nervios ahora mientras caminaba por las calles del lugar dándose cuenta que ya era un poco tarde y el frío era demasiado fuerte para ella. A pesar de eso, el lugar parecía ser bueno. Ella continúo caminando entre las calles que estaban solitarias y llenas de nieve, mientras la luz de luna era lo único que la acompañaba, con su mochila y maleta en sus manos.
Malorie se sentía cansada y con mucho frío, hasta que un olor familiar se hizo presente haciendo que a su cuerpo volviera la calidez; estaba oliendo el olor de su padre..., el olor a chocolate. De inmediato, la mujer siguió el olor hasta llegar a una enorme fábrica, en dónde en su entrada se encontró a un hombre que fumaba un cigarro.
El hombre tiró su cigarro al suelo y lo aplastó con su pie, acercándose a ella con pasos seguros y una enorme sonrisa.
─Hola, soy Leonardo ─dijo el hombre de forma agradable─. ¿Te perdiste?
Malorie temió de su vida y guardó silencio. El hombre lo notó y decidió seguir teniendo el control de la conversación.
─Entiendo la desconfianza ─comentó tranquilo observando la fábrica─. Me gusta estar en este lugar. Siempre me verás al menos una vez a la semana apreciando la fábrica de chocolates de Willy Wonka ─mencionó con una gran sonrisa─. Es lo que más me gusta de mi ciudad, tiene los mejores chocolates.
Malorie suspiró al darse cuenta que el chocolate seguiría presente en su vida y sin darse cuenta, el hombre comenzó a alejarse. La mujer al sentirse tan sola, decidió llamarle esperando que él le ayudara a conseguir un lugar en dónde resguardarse en esta gélida noche.
─¡Espera!
El hombre volteó de inmediato y se acercó a Malorie con la mirada confundida.
─¿Podrías ayudarme a buscar un lugar en dónde quedarme? ─preguntó con nerviosismo la mujer y el asiático bajo la mirada y después la levantó con una sonrisa, mirándola con duda y diversión.
─Tengo el lugar perfecto para ti.
Malorie le volvió a sonreír, decidiendo confiar en él.
─Y, ¿cómo te llamas? ─preguntó atrayendo su atención.
─Malorie ─soltó con voz temblorosa mientras castañeaba sus dientes─. Malorie Anette.
─Nunca había escuchado ese nombre. Ambos son lindos, pero no me gustaría sólo llamarte con uno ─aclaró quitándole su bolsa de las manos y ella lo miró alertada hasta darse cuenta que sólo quería ayudarla con la carga─. Te diré Malette.
La mujer lo miró extrañada y guardo silencio, creyendo que era un juego."
─Recuerda ese día qué nos conocimos ─mencionó el coreano con una sonrisa─. Tengo que admitir que me cautivaste, por eso te hablé. Lo más posible es qué al hombre le haya pasado igual. Podrías ir a hablarle y él te tendrá la confianza qué yo te tuve al conocerte.
Ambos se encontraban recorriendo las calles de la ciudad y Malorie se sentía maravillada ante tanto halago que había recibido. Ella no creía en las palabras de su amigo, pero le encantaba que la insistencia de volver fuera de Leonardo y no de ella, que ya estaba a punto de acceder.
Fue entonces que la pareja llegó a la entrada de la fábrica, y una vez más, el asiático decidió empezar.
─Hay qué entrar ─soltó de repente Leonardo.
─¿Qué? ¿A qué te refieres? ─preguntó Malorie de inmediato por la repentina oferta de su amigo.
Leonardo sonrió y le indicó qué lo siguiera, pero ella se negó con el miedo recorriendo su cuerpo. Ya que Malorie temía no correr con la misma suerte de la otra vez.
─¡Oh, vamos, Malette! ¿Le tienes miedo al chocolatero?
─¿Debería de hacerlo? ─cuestionó burlona y su amigo levanto los hombros con diversión, comenzando a caminar con una sonrisa que ya conocía─. Estás demente.
Y de esa manera, justo como se conocieron, decidieron volver a entrar a esa fábrica siendo una sorpresa magnifica para Wonka y la familia Bucket.
En lo dulce de la vida, Mad-ClepGirl (Dianessa)🐧
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