ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ ᴄᴜᴀᴛʀᴏ: ᴇʟ ᴘᴀʀᴀÍꜱᴏ ᴅᴇ ʟᴏꜱ ɴɪÑᴏꜱ.
"The Candy Man (the Candy Man)
Oh, the Candy Man can (the Candy Man can)
The Candy Man can 'cause he mixes it with love
And makes the world taste good (makes the world taste good)"
"The Candy Man makes everything he bakes
Satisfying and delicious
Now you talk about your childhood wishes
You can even eat the dishes
Oh who can take tomorrow (who can take tomorrow)
Dip it in a dream (dip it in a dream)"
The candy man de Sammy Davis Jr.
El tiempo ahí parecía ser como una tortuga y para la pareja era tan pesado que ya sentían que estaban en una celda con custodia de por vida. No se imaginaban simplemente lo que les esperaba, pero en realidad no era nada malo lo que venía; ya que Willy Wonka no era malo, sólo quería aparentar serlo.
Leonardo era un caos, pues se mantenía acostado en el suelo con los ojos cerrados, manteniendo una sonrisa mientras tarareaba una canción. Malorie, por su parte, estaba hambrienta y sedienta, y con la desesperación en su cuerpo, se levantó del suelo para comenzar a caminar por el lugar tratando de perder el tiempo mientras observaba la habitación esperando encontrar una salida, pero no la había. Fue entonces que la puerta se abrió y apareció de ella un desolado y triste Willy Wonka que permanecía cabizbajo y mantenía una postura que transmitía depresión. Y, aunque venía acompañado de uno de esos hombrecillos, parecía sentirse solo.
Al instante, Leonardo se levantó y se acercó al lugar esperando lo peor para él mientras que Malorie lo contempló atentamente sin reconocer al hombre ante su expresión tan cabizbaja. Había algo diferente en el ambiente, y eso no era bueno. Pues bien, ya había acabado el recorrido de la fábrica y había ganado Charlie Bucket; cuando el chocolatero le dio el gran premio, el niño lo rechazó al conocer las reglas que tenía que acatar para recibirlo.
Eso sorprendió a Wonka, pues, a diferencia de él, Charlie sí tenía una familia que apreciaba y amaba y que ponía siempre primero antes que cualquier cosa; antes que el mismo chocolate. A Willy eso simplemente lo descolocó, fue como sí alguien le hubiera dicho que todo lo que creía era mentira, pues, aunque él tenía a sus oompa loompas, sus chocolates y su dinero, y se podía considerar que era una persona millonaria, no lo era. Pues Wonka no conocía el amor y eso le provocó otra crisis existencial.
Primero estaba la muerte y la vejez, y segundo, el amor. Willy Wonka estaba perdido y ya no encontraba sentido a nada; y ya no le importaba ni la pareja que estaba frente a él.
—Sólo... —comenzó a decir Wonka con voz temblorosa—, retírense. Pueden irse —susurró el chocolatero con tristeza, dando la vuelta y comenzando a caminar alejándose del lugar.
El hombrecillo los miró de forma seria mientras el asiático miraba atento las acciones de la mujer. Pero ella seguía sin saber cómo actuar, entonces, la mujer miró a Wonka y se dio cuenta que lo más probable era que tenían que seguirlo para que los lleve a la salida, aunque Malorie no podía hacerlo.
A Malorie de verdad, pese a ser en ocasiones muy mala, odiaba ver a la gente triste. Y la mirada de Wonka la reconocía, porqué ella tenía una similar cuando huyó de casa. Muchas veces, cuando pasas algo grave en tu vida y después te recuperas, te es fácil reconocer cuando alguien sufre algo similar y, por ende, Malorie sabía que Wonka estaba sufriendo una crisis existencial.
La castaña sabía que esas crisis eran peligrosas, pues bien, ella estuvo a punto de quitarse la vida en varias ocasiones, gracias a la existencia de Leonardo fue que ella seguía aquí presente; pero Wonka no. Y aunque a ella le habían gustado aquellos hombrecillos que vivían con Wonka, ella sentía que eso no era suficiente para mantener estable al chocolatero y por ende decidió hacer algo imprudente: ir detrás del hombre.
Leonardo intento detenerla, pero el oompa loompa lo contuvo. Pues aquellas criaturas eran muy sabias, y sabían que, quizá a Wonka le hacía falta algo más que un heredero. A Wonka le faltaba experimentar cada una de las emociones de un humano normal y cada uno de los tipos de amores que existían.
—¡Espera! —exclamó Malorie y Wonka se detuvo.
Para Willy esto era completamente extraño. Hace años que no hablaba con una mujer, es más, para las mujeres él nunca fue atractivo. La única mujer que le había coqueteado era la madre de Violeta y eso fue hace tan sólo unas horas y lo hizo sentir tan asqueroso que no pensaba repetirlo; pero con Malorie era diferente. Con ella le causaba estrés que siguiera insistiendo en él. Sólo quería que se largara y ya no verla más, pero al parecer la mujer era una terca.
—No los demandaré, si temes qué lo haga —aclaró el chocolatero sin más, tratando de ser amable, pero su labio levantado y su cara de fastidio, dio otra impresión que dejo sin palabras a la fémina.
—Yo...
El chocolatero rodó los ojos y comenzó a caminar hacia Malorie con paso firme. Manteniendo su rostro enojado.
—Puedes retirarte. Nada te detiene. —volvió a insistir el hombre con la furia recalcada en sus palabras.
La mujer se impactó ante la frialdad del hombre y el chocolatero al notar que había logrado lo que quería, se alejó de ella. Pero como ya se ha dicho, Malorie era una terca, y con la rapidez necesaria, se acercó a su compañero y le pidió que se fuera, pues ella haría algo imprudente y no quería que su amigo siguiera en estos problemas. Leonardo le pidió que se fuera con él, pero una vez más el oompa loompa se entrometió y le pidió a Leonardo que lo siguiera; ante el miedo del asiático, decidió obedecer y dejó a su amiga allí.
Rápidamente Malorie corrió detrás del chocolatero y llegó a alcanzarlo. Wonka respiró profundo y apretó su mandíbula sin creer que está mujer fuera una completa metida y terca. Estaba desesperado y no entendía por qué ella seguía allí, a pesar de que había sido duro con ella. Además, el hombre no entendía porque los oompa loompa no se la llevaban.
—Te dije qué te retiraras —aclaró de nuevo al darse la vuelta para verla. Una vez más siendo cruel, pero como en otras veces, Malorie no le importo.
De inmediato, la mujer hizo una locura y esa locura fue abalanzarse sobre el hombre y abrazarlo.
Wonka no tenía nada de contacto físico con las personas ni sus oompa loompa le demostraban afecto. Hace tan sólo unas horas había recibido un abrazo de la niña rubia, pero sólo eso, y el volver a tener contacto con una persona, y ahora, de una mujer tan... bonita. Le erizo la piel y se cohibió completamente, mientras la mujer ignoró aquello y se limitó a darle afecto.
—No sé qué tienes en tu cabeza, pero vivo en la ciudad por si necesitas apoyo —susurró la mujer y después se separó de él. Fue entonces que el chocolatero despejo su mente ante las emociones y sensaciones que comenzó a sentir y dio una enorme carcajada por las palabras de Malorie.
—¿Crees que pediría apoyo a la pequeña espía? —cuestionó con burla y la castaña rodó los ojos fastidiada—. Sólo quiero qué vayas a tu casa con tus... —dijo con enojo, aunque de repente se detuvo y comenzó a tartamudear.
—¿Mis padres? —preguntó la fémina levantando la ceja y este asintió restándole importancia comenzando a alejarse de la mujer, pero ella siguió persiguiéndolo—. Para tu información, uno está muerto y la otra no sé nada de ella desde que me alejé —comentó tratando de seguirle el paso, ya que el hombre caminaba demasiado rápido.
—Lo sé —aclaró el hombre sorprendiendo a la mujer—. Eres la única en esta ciudad que se cree "reportera" —comentó entre risas.
Aquello altero a la mujer.
—No soy sólo una reportera —comentó tratando de recuperar el aire por lo rápido que había caminado—. Soy más de lo que imaginas.
El hombre rodó los ojos y sacó una llave que introdujo al cerrojo, dejando ver lo magnífica y extraordinaria qué era su fábrica. Pues tenía una mini puerta que abrió y dejó ver una mucho más grande qué les permitió entrar al pequeño paraíso de azúcar.
Malorie realmente estaba sorprendida del lugar. La habitación tenía una gran cascada de chocolate, árboles llamativos, grandes y de diversos colores, mientras que en el suelo había un pasto verde realmente hermoso. Ella miró asombrada el lugar, observando que también estaban los pequeños hombrecillos en los alrededores trabajando.
Definitivamente esto era el paraíso de los niños.
No importaba que a una persona no le gustará el chocolate, a esa persona le gustaría estar aquí. Un ejemplo era Malorie; el lugar hizo qué olvidará su desagrado por el azúcar y el chocolate, queriendo recorrer todo de esta fábrica.
El recuerdo de su padre se hizo presente. Pero ella lo ignoró y miró al hombre que la acompañaba, dándole una sonrisa.
—Tu fábrica es lo más maravilloso que he visto en toda mi vida —susurró Malorie de forma involuntaria dejando ver el asombró en su rostro.
Pues todo en el lugar era como un sueño hecho realidad. El hombre no paraba de verla con arrogancia, pues era más que claro que se le había subido su ego.
—Sí, lo suponía. Mi fábrica es mágica —mencionó el hombre restándole importancia.
El chocolatero siguió caminando y Malorie fue detrás de él. Wonka ya se había acostumbrado a su presencia y, por ende, siguió su recorrido con la mujer como su sombra. Y pese a la tristeza del hombre, él decidió revelar la razón por la que ella estuviera aquí.
—Sé sobre ti, Malorie —comentó el chocolatero caminando hasta estar en frente del río de chocolate y después se paró. La castaña lo miró sin entender.
—¿Cómo sabes...?
El hombre quería ser el guía de la conversación y se notaba de inmediato.
—No te hubiera dejado ir tan fácil, sin saber por qué estás aquí y quién eres. Además, no fue difícil localizarte —confesó con una sonrisa—. No soy tan ingenuo como creen.
—No creo que seas ingenuo.
Wonka volteó a ver a la mujer y rodó los ojos fastidiado, sin creer las palabras de la fémina. Aunque aquello no era importante, no ahora.
—No quiero hablar de mí, prefiero conocerlo a usted —dijo la castaña acercándose a él mirándolo con detenimiento—. Según usted ya sabe quién soy, y yo sigo interesada en hacer un reportaje sobre quién es usted, ¿podría ayudarme en eso?
Malorie intentó negociar, pero el chocolatero no iba a aceptar sin importarle que la mujer tuviera una mirada encantadora. No caería en ella.
—¿Crees que soy tonto? —preguntó alzando una ceja.
—Está bien, aunque al menos déjeme ayudarlo. Hace unos instantes era el hombre más único e increíble que conocía, teniendo está magnífica fábrica, ¿qué hizo qué su ánimo se fuera al fondo del mar? —cuestionó la mujer esperando tener una respuesta sobre esto.
Pero Wonka sólo rodó los ojos y decidió evadir sus cuestiones tomando el control de la conversación, como ya lo sabía hacer.
—Vamos, te quiero enseñar algo —murmuró con una sonrisa comenzando a caminar a lado de un árbol—. Prueba lo que gustes, anda —dijo dándole ánimos y ella lo miró confundida por sus actitudes y sus palabras—. Anda, no tengas miedo. Aquí todo es comestible, incluso yo lo soy, pero eso es canibalismo —advirtió apuntándola con su dedo y ella sonrió sin negar.
Eso alegro a Wonka, ya que anteriormente había hecho ese comentario con sus visitas y estás lo tomaron para mal. Y ella no. Y eso lo hizo sentir bien.
—No me gusta el azúcar —aclaró la mujer apuntando al árbol que tenía frutas llenas de dulce.
Al instante, eso descolocó al chocolatero y la miró extrañado.
—No me imagino tu vida sin el azúcar, suena tan aburrida —susurró aquél chocolatero viéndola de forma seria—. Te recomiendo agarrar el césped de mi fábrica, es muy sabroso —recalcó este alegre y ella lo volvió a ver confundida, sin creer realmente que él haya hablado de su césped.
Malorie estaba impactada, el chocolatero era más de lo que había imaginado y ahora él se mostraba diferente; no se mostraba triste y cansado, estaba diferente. Era feliz de compartir sus emociones con ella, compartir su vida. Ambos estaban viviendo un momento mágico y Malorie no sabía si arriesgarse a probarlo o no. No sabía si seguir envuelta en este paraíso de niños o volver a sus traumas de infancia.
En lo dulce de la vida, Mad-ClepGirl (Dianessa)🐧
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