Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

𝔚𝔢 𝔞𝔯𝔢 𝔫𝔬𝔱 𝔱𝔥𝔢 𝔰𝔞𝔪𝔢, 𝔴𝔢'𝔯𝔢 𝔡𝔦𝔣𝔣𝔢𝔯𝔢𝔫𝔱

II: Porque todo iba a ser decidido con...

... el orden de los tributos.

Coriolanus:

La cabeza no dejaba de darme vueltas, quería achacárselo a la posca que había estado bebiendo durante la amarga conversación mantenida con mis compañero de clase, pero sabía que aquello sería tan solo una vil mentira dicha a mi mismo en un patético acto de aquella corrosiva autocompasión que me había envuelto como un opresivo manto desde que la muerte de mi padre nos había dejado tan desamparados en el mundo que todo el peso de este había caído sobre nosotros sin compasión alguna provocando que el pesar, el hambre y la desesperación despedazaran poco a poco nuestros espíritus y que el entero peso de conseguir un futuro prospero recayese enteramente sobre mí, una responsabilidad, por donde quiera que se mirase, demasiado pesada para mí pero de la que yo nunca había renegado por cargar porque ese era el papel que se esperaba que yo, el único y orgulloso vástago de Crassus Snow, desempeñará a la perfección sin proferir ni un solo ápice de queja, y eso era lo que yo había hecho cada día de mi vida hasta ahora, luchando por un futuro que, tan pronto como lo tenia al alcance de mi manos se escurría entre mis dedos como el agua, como la posca que yo, en medio de mis delirios de autocompasión, no dejaba de decir una y otra vez que era la responsable de mi cabeza embotada y el acelerado ritmo de mi respiración. Poco o nada importaba el hecho de que yo tan solo hubiera tomado tres escuetos sorbos de posca porque, por supuesto, en estos precisos instantes era la bebida lo que me estaba haciendo sentir de esta forma tan lamentable y patética, no el estómago vacío con tan solo unas cuantas hojas de col hervida sirviendo como mi única fuente de sustento desde la mañana, no la horrible certeza de que, una vez más, el destino había dado una cruel vuelta en un baile al que yo no había estado invitado y me había empujado fuera del circulo de privilegio y ostentosidad al que yo tenia todo el derecho de nacimiento de pertenecer, por supuesto que era la posca y ninguna otra cosa.

—Vaya, pero que interesante proyecto final —la divertida y arrogante voz de Zyran elevándose a mis espaldas con su burlesca cadencia habitual me devolvió a la realidad con súbita brusquedad, recordándome que en medio de la actual situación yo aún tenia un papel que desempeñar, un papel en el que no podía permitir que nadie viera lo desesperado que me sentía ahora que no tenía el premio Plinth para asegurar mi futuro.

—Cabe aclarar... —la rasposa voz del decano Highbottom se alzó en el aire después de las interrupciones anteriores— ...qué cualquier mentor que sea sorprendido haciendo trampa para dotar a su tributo con una ventaja injusta no tendrá ningún tipo de futuro en lo absoluto, sin importar cual sea el peso de su apellido.

Esta era la primera vez en el entero desarrollo de toda la conversación que sentía que las palabras del decano no estaban siendo dirigidas directamente a mí, lo cual era un completo alivio para mis nervios ya de por si demasiado tenso y erizados, pero que me embargaba con una profunda sensación de curiosidad qué, por unos cuantos instantes, se alzó incluso por encima de mi corrosiva sensación de desesperanza y malestar.

Justo antes de que el decano tuviera tiempo de hacer alguna de sus venenosas aseveraciones los primeros acordes del himno de Panem qué yo tenia la desgracia de conocer de memoria a la perfección gracias a los alaridos de mi abuela, llenaron el entero salón Havensbee, anunciando de esta forma el inicio de la ceremonia de La Cosecha provocando que todos y cada uno de los presentes guardará silencio de forma total, todos estábamos más que expectantes y en vilo por ver por primera vez a aquellos miserables y desafortunados chicos cuyos nombres los harían ser llamados a convertirse en el entrenamiento de los ciudadanos del Capitolio, tal y como el decano tan, alegremente lo había anunciado al tiempo que dejaba muy en claro que mi entero futuro, y la supervivencia de los Snow, dependía por completo de uno de aquellos desdichados niños que al serme asignado pudiese servirme como llave o estaca de mi destino.

Mis labios se movían entonando con firmeza cada una de las estrofas de nuestro himno mientras mi mente no dejaba de dar vueltas y más vueltas como un desenfrenado tiovivo de desesperación y posibilidades, miles de posibilidades al respecto de cual podría ser el tributo que me fuese asignando, los nueve años anteriores que habían traído consigo varias ediciones de Los Juegos del Hambre habían establecido un patrón bastante marcado que hasta el más tonto de los alumnos de La Academia habría sido capaz de notar de primera mano: los tributos provenientes de los Distritos 1 y 2 que solían estar mejor alimentados por sus buenas relaciones con el Capitolio solían producir más vencedores, seguidos de cerca por los tributos de los Distritos 4 y el 11, los distritos responsables de la pesca y la agricultura, lo que significaba que había un total de ocho tributos prometedores qué tenían iguales posibilidades de ganar Los Juegos y concederme el premio Plinth con su sanguinaria victoria, yo era uno, si no es que el mejor estudiante de último año de La Academia, además el apellido en Snow traía consigo un legado de orgullosa grandeza que prácticamente me aseguraba el recibir uno de los mejores tributos del lote, yo esperaba recibir a uno de los cuatro chicos porque, después de todo, Los Juegos del Hambre premiaban la resistencia y la fuerza bruta, y las chicas eran, por naturaleza más pequeñas que los chicos y por lo tanto partían con desventaja, pero, en medio de todo yo no me quejaría si recibía una de ellas, al menos una chica mejor alimentada y un poco educada, tan educada como los niños de los Distritos podían llegar a ser, al menos daría un buen espectáculo entre los ciudadanos del Capitolio, algo que yo ni de chiste podría conseguir con alguna de esas escuálidas y burdas niñas de los Distritos exteriores... lo bueno era, que aquella no era una preocupación que fuese a recaer sobre mí.

—Y aquí vamos... —anunció el decano Highbottom mientras se movía con aquella torpeza que lo caracterizaba hasta sentarse en los escalones frente a nuestros asientos, ocupando un lugar justo junto a los pies de una escandalizada Arachne quien se apresuro apartar su piernas con una mueca de mal disimulada repugnancia siendo esbozada por cada una de las facciones de su rostro— ...que la ceremonia de La Cosecha comience.

Mi entera atención y la de todos y cada uno de los presentes se posó en la pantalla del salón Havensbee donde el emblema nacional de Panem dio paso a la imagen que se encontraba siendo transmitida directamente de uno de Los Distritos, más específicamente del Distrito 1 donde todos los niños en edades elegibles para convertirse en tributos se encontraban ubicados en sendas y tensas filas en lo que yo suponía que era la plaza centra del aquel deprimente y lamentable lugar, todos y cada uno de ellos a la espera de que su nombre no fuese seleccionado en esta ocasión para tener un año más de relativa paz y tranquilidad, viviendo su triviales e insignificantes vidas, muriendo de hambre en Los Distritos en lugar de hacerlo en una arena televisada.

—Distrito 1, el niño será para... —inició Highbottom tan pronto como algo de movimiento fue percibido en la pantalla, y el desdichado seleccionado comenzó a moverse entre la apiñada multitud de aterrorizada niños que, con evidente aprensión, se apartaron de su camino en dirección a la tarima desde la cual su nombre había sido anunciado— ....Zyran Evigheden.

Aquel era un resultado más que obvio, el señor Evigheden era uno de los altos mandos militares del Capitolio, y era obvio que su posición había tenido todo que ver con la asignación del tributo para su primogénito, quien, sonrió con burlesca satisfacción al recibir el regalo que su padre acaba de otorgarle de aquella forma tan perfecta, ladeando la cabeza hacia la izquierda en aquel exasperante gesto de juguetona diversión que yo había visto al rubio llevar a cabo de forma casi involuntaria desde que era un pequeño y presumido niño que se movía con ese aire de arrogante altivez que tan solo se había magnificado a medida que crecía.

—Es un buen tributo, padre hizo un buen trabajo —Koen le dijo a su hermano mayor en un delicado y burlesco susurro que yo tan solo fui capaz de escuchar debido a que ambos hermanos se encontraban justo detrás de mí—. Aunque eso ya lo sabias, ¿no es así?

—Vamos, vamos Koen, no actúes como si no lo supieras, sabes que no hay nada que yo sea capaz de ocultarte, hermanito —fue la respuesta de Zyran mientras le daba un ligero y cariñoso empujón con su hombro al pelinegro.

Eso, sus palabras arrogantes y confiadas y la facilidad con la que conseguían las cosas, tan solo con desearlo y un invisible movimiento de su padre y sus influencias, me hizo fruncir el ceño al tiempo que sentía como la conocida y corrosiva sensación de la amargura se agitaba en el centro de mi pecho como un panal de enfurecidas avispas qué amenazaban con destrozarme de adentro hacia afuera debido a lo enfermo que me hacia sentir la entera injusticia del asunto porque vaya que era injusto en todos y cada uno de los sentidos en los que podía serlo, porque las connotaciones del hecho de que ese tributo le hubiese sido asignado al mayor de los Evigheden, a todas luces gracias a la intervención de su padre en el sorteo, no auguraban nada bueno para mí y mis inexistentes influencias en el nuevo orden establecido en el Capitolio después de la guerra.

Mis ojos se posaron en la pantalla donde el tributo de Zyran finalmente había llegado a la tarima dejándonos ver a todos los espectadores que se trataba de un chico medianamente alto y con una evidente complexión atlética que, sin siquiera pensarlo dos veces, miro en dirección a la cámara con su afilado rostro de fuertes facciones esbozando una expresión de aburrido desinterés que dejaba ver que él no se sentía ni en lo más mínimo impresionado o asustado con la turbulenta dirección que acaba de tomar su destino.

—La niña será para Koen Evigheden —dijo el decano y aquello provocó que todos mis temores y mi amargura se acrecentaran de forma considerable, porque tal parecía que yo estaba en lo cierto: la asignación de los tributos no tenía nada que ver con la excelencia académica, es más, era determinada por las influencias de las familias a las que pertenecían los mentores y eso era una mala noticia para mí y mis expectativas de conseguir el premio Plinth a través de una actuación destacable en el escenario de Los Juegos del Hambre, porque, aunque en el pasado el apellido Snow había sido un perfecto sinónimo de influencia y opulencia, todo eso se había desvanecido en el aire con el fin de la guerra y todo lo que teníamos para sobrevivir ahora eran los restos y las migajas de lo que quedaba de nuestro buen nombre de antaño y aquello no bastaba para mover las influencias necesarias para conseguir un buen tributo que me ayudase a conseguir el premio Plinth.

—Ciertamente pudo ser peor —comento Koen con aquel tono de voz por completo carente de cualquier tipo de emoción o inflexión que el pelinegro acostumbraba a usar cuando se trataba de algo que no estaba directamente relacionado con su hermano mayor.

—No olvides darle las gracias a padre —Zyran le dijo mientras posaba su entera atención en la pantalla donde la niña del Distrito 1 acababa de subir a la tarima para acompañar al tributo del rubio. Se trataba de una niña menuda pero de complexión atlética y delicados rasgos felinos donde sus astutos ojos negros no dejaban de moverse de un lado a otro cono si examinará hasta el más mínimo vestigio de toda la escena, ambos sin duda eran unos tributos impresionantes y prometedores qué les otorgaban a los hermanos Evigheden la posibilidad de destacarse en estos Juegos.

—Es una mierda, pero sabes que lo haré —fue todo lo que dijo Koen con un suspiro escapando de sus labios, siendo eso lo más cercano a una muestra de emoción que el menor de los Evigheden estaba habituado a dejarnos apreciar.

—Distrito 2, el niño será para... —el decano Highbottom hizo una pausa en su declamación para contemplar sus anotaciones con una expresión ligeramente burlesca siendo esbozada por sus facciones—. Ah, que adecuado, será para Sejanus Plinth —aquellas palabras provocaron que un ramalazo de eléctrico desazón me recorriera la entera columna en la forma de un gélido escalofrió qué me esforcé por reprimir a toda prisa para no llamar la atención de Sejanus quien estaba sentado a mi lado con una expresión por completo mortificada.

Nada de esto estaba siendo justo ni en lo más mínimo, que el dinero fuera aquello que se encontraba utilizando como denominador para la distribución de los tributos, de por si ya era una total afrenta para todo el esfuerzo que con tanto ahínco yo había llevado a cabo a lo largo de todos mis excelentes años como estudiante de La Academia, pero el hecho de que nadie más y nadie menos que Sejanus Plinth, un vástago de los Distritos, proveniente del Distrito 2, nada menos, pudiera conseguir un tributo tan bueno con tan solo el sucio dinero de su padre era un completo insulto a todos los valores del Capitolio, era cierto que el dinero hacía girar el mundo pero aún debíamos conservar algo de dignidad y decoro con respecto a aquellos que nos entregaban el dinero.

Suspire y trate de reprimir todas y cada una de mis emociones mientras observaba como el tributo de Sejanus subía a la tarima de su Distrito, era un chico robusto e imponente que no parecía tener ni un solo ápice de miedo.

—Es el diamante de la corona —volví mi rostro en dirección a Sejanus para decirle con el tono de voz más cortes que era capaz de proferir justo ahora.

—Se te olvida... —inició Sejanus con un tono de voz tan agraviado como su expresión—... que yo soy parte de la corona.

—Hey Sejanus, que buen tributo te ha conseguido tu padre —Koen se inclino ligeramente hacia adelante para dejarnos escuchar a la perfección la sardónica crueldad presente en sus palabras—. Es bastante apropiado para ti, ¿no lo crees?

—Justamente como te sucede a ti, Koen —Sejanus le respondió con una tono de voz por completo ácido qué provocó que la diversión en la expresión del pelinegro se desvaneciera por completo dando paso a su acostumbrada máscara de gélida inexpresión donde pude percibir que un tenue vestigio de ira se agitaba detrás de sus oscuros orbes.

—Oh por favor Plinth, es escoria de los Distritos, debería sentirse agradecido de que le den la oportunidad de estar aquí, considéralo un acto de piedad —las divertidas palabras de Zyran restallaron con especial crueldad porque el rubio, a diferencia de su hermano, sabía perfectamente como meterse en la cabeza de alguien sin necesidad de hacer uso de insultos o ataques demasiado directos—. Después de todo, no todos los niños de los Distritos tienen el privilegio de poner un solo pie en el Capitolio, si sabes a lo que me refiero.

Por supuesto que Sejanus sabia a lo que Zyran se refería, todos lo sabíamos. Los Evigheden no solían molestar a Sejanus con el origen de su familia, preferían utilizar otros recursos para hacer burla de él, pero cuando Zyran lo hacía tenía una forma particularmente cruel de recordarle al único hijo de los Plinth cual era su lugar en medio en el perfecto orden del Capitolio, un orden al que él nunca sería capaz de pertenecer de forma alguna debido a su lamentable y penoso origen que ni siquiera todo el dinero o todos los premios Plinth del mundo serian capaces de borrar o siquiera cambiar. Aquella era una idea con la que yo mismo estaba más que de acuerdo y tuve que contener una sonrisa divertida ante las palabras del rubio.

—Tengo que ir al baño —la repentina declaración de Koen me hizo parpadear ligeramente desconcertado, apartando mi entera atención del asunto con Sejanus para, sin poder evitarlo, volver la cabeza hacia atrás para posar mi mirada en el menor de los Evigheden quien se había colocado de pie en su asiento sin importarle ni en lo más mínimo interrumpir la ceremonia o llamar la atención de forma innecesaria con su abrupta, y por completo fuera de lugar, forma de actuar.

—Koen... —Zyran se apresuro a envolver sus dedos en torno a la muñeca del susodicho en un gesto delicado y sutil pensando para hacer que su hermano menor volviera a su lugar.

—No tengo interés alguno en esto, he recibido mi tributo y eso es todo lo que me concierne —el pelinegro le espetó con ligera brusquedad al tiempo que tiraba de su muñeca para apartarla del agarre de Zyran, quien no tuvo tiempo de responder de forma alguna antes de que su hermano se apartará de los asientos para luego salir del salón Havensbee dejándome por completo confundido mientras contemplaba la indescifrable expresión que estaba siendo esbozada por las atractivas facciones del rostro de Zyran.

Bien, eso había sido bastante extraño, todos y cada uno de nosotros estábamos más que acostumbrados al extraño comportamiento y los misteriosos impulsos de Koen Evigheden, había sido algo más que cotidiano en medio de nuestra vida a lo largo de los años y, con el paso del tiempo, no solo lo habíamos normalizado sino que nos habíamos familiarizado tanto con aquellas conductas de parte del pelinegro que el hecho de prestarle más atención de la debida ya carecía por completo de propósito e interés, eso era algo que todos sabíamos así que debido a eso, ni siquiera el decano Highbottom se molesto en volver la mirada para observar Koen mientras él salía de la habitación. Sin embargo, había algo por completo inusual en la reacción del menor de los Evigheden qué provocaba que yo no pudiese dejar de pensar en la extraña escena, dejando que envolviera la totalidad de mis pensamientos como un manto, distrayéndome incluso de los siguientes tributos y mentores en ser anunciados, dándole vueltas a la escena una y otra vez en mi cabeza tratando de descubrir que había sido aquello que había conseguido llamarme la atención de tal forma que no podía dejar de pensar en eso.

Pero, fue entonces, con el anuncio de Festus Creed como el mentor de la chica del Distrito 4 cuando me vi obligado a sacudir de forma ligera mi cabeza para despejar mis pensamientos con respecto a Koen y su extraño comportamiento al darme cuenta de algo terrible: mi nombre no había sido mencionado, lo que significaba que mis posibilidades de obtener un tributo decente se agotaban con aterradora rapidez provocando que el familiar aleteo del pánico y la desesperación se agitara en mi pecho trayendo consigo una cruel certeza que me había quedado más que clara en el instante en el que Sejanus había recibido a su increíble tributo: sin dinero con el cual comprar un tributo decente la antigua influencia de los Snow quedaba por completo relegada a un papel sin importancia que nos dejaba a nosotros mismos en medio de una profunda insignificancia en el nuevo orden mundial que se había establecido en el Capitolio cuando la guerra había llegado a su fin, sin dinero no cargábamos nada más con un apellido que nos servía de escudo contra el aislamiento social, un escudo que se desgataba cada vez más y más dejándonos por completo expuestos a la mirada del mundo y a los rumores, rumores que sólo se acrecentarían si yo no conseguía un tributo decente en esta condenada ceremonia.

Si yo no había sido seleccionado como el mentor de alguno de los tributos más fuertes, entonces tal vez podría conformarme con alguno de los tributos de los Distritos intermedios, no era excelentes opciones pero eran algo con lo que yo podría trabajar, solo necesitaba un tributo medianamente aceptable yo encontraría la forma de hacerlo funcionar...

—Distrito 8... —anunció el decano y, nuevamente mi nombre paso sin ser mencionado provocando que mi desesperación se exacerbara cada vez con mayor intensidad de tal forma que ya casi podía sentirla sobre mí entera anatomía como un dolor casi físico, uno que tenia que disimular con todas mis fuerzas si quería continuar interpretando mi papel a la perfección.

Cuando el decano llego al Distrito 11 y no dijo mi nombre la horrible certeza de que se habían olvidado de mí de alguna forma provocó que mi respiración se acelerase tanto que por un instante sentí que estaba apunto de perder el conocimiento de forma patética allí mismo en medio del salón Havensbee porque realmente no se me ocurría nada peor para mi futuro que el hecho de que me hubieran dejado por fuera de la lista de mentores para Los Juegos del Hambre...

Pero, lo había.

—Ah, y esto le gustará mucho señorita Crane... —inició el decano con un tono de voz burlesco y ligeramente cruel—... la niña patética del Distrito 12, será para Coriolanus Snow.

Maldita sea, vaya que lo había.

Lucy Gray Baird.

Ese era el nombre de la patética chica del Distrito 12, ese era el nombre de mi tributo, mi tributo que, a todas luces estaba por completo demente de todas y cada una de las formas en la que una persona, en especial una persona de los Distritos podía estarlo. La chica del Distrito 12? No se me ocurría un insulto peor. El Distrito 12, el más pequeño de todos, un distrito de chiste, con sus chicos desnutridos y artríticos que siempre morían durante los primeros cinco minutos, de eso dependía mi entero futuro y la supervivencia de mi familia, de una chica loca que se había puesto a cantar en medio de la ceremonia de La Cosecha sin ninguna razón aparente. Ciertamente, todo esta perdido para mí y para los Snow.

Mientras caminaba hacia el amplio y elegante comedor de La Academia, la penosa escena de la presentación de Lucy Gray en el Distrito 12 no dejaba de dar vueltas en el convulso hervidero de miseria que estaba hecha mi mente, no podía dejar de pensar en aquella chica de exóticos ropajes y excéntricas ideas, pero no por las razones correctas sino por toda una amalgama de razones incorrectas, aquellas que hacían eco con mi propia miseria y desesperación mientras sentía como el premio Plinth se me escapaba de las manos sin que yo pudiera hacer nada para evitarlo. Realmente, toda mi familia y yo mismo estábamos por completo acabados y aquella era una idea que yo no conseguía sacarme de la cabeza por más que lo intentará debido a la impresionante magnitud de su intensidad.

Por suerte, buena o mala, para mí, había algo cuya intensidad siempre era mayor: El hambre. Hacía ya bastante tiempo que yo no recordaba como se sentía tener el estómago lleno o sentirse satisfecho más allá de aquellas ocasiones en las que comía fuera de mi hogar donde la comida, al igual que el dinero era algo que cada vez abundaba más y más para todos mis amigos y conocidos, para todos, menos para nosotros, la insípida dieta de col hervida y pan viejo era lo único que nos impedía morir de hambre por muy poco realmente, nuestras exiguas porciones de comida eran apenas suficientes para mantenernos con vida y la verdad era que yo siempre tenia tanta hambre que podía enloquecer, normalmente poseía un impresionante sentido del autocontrol qué los años de carencia y pseudo inanición habían traído consigo, pero en estos precisos instantes con todo el peso del estresante día a mis espaldas yo estaba prácticamente a punto de partirme en pedazos debido al delicioso olor de la comida que se encontraba impregnando el aire del comedor.

Me tragué la saliva qué se encontraba llenando mi boca mientras tomaba el plato de borde dorado con el sello de La Academia, una delicada servilleta de lino, un tenedor y un cuchillo con unos movimientos casi robóticos pensandos para no demostrar lo desesperado que estaba por llevarme algo de comida a la boca. Cuando levante la tapa de plata de la primera bandeja humeante el exquisito vapor me baño los labios provocando que casi me pusiera a babear allí mismo de forma patética mientras me servía una modesta ración que no hablara de lo hambriento que yo me encontraba justo ahora, sirviéndome un plato lleno pero no exagerado para un chico de mi tamaño y proporciones.

Deje mi plato en la mesa en medio del plato de Clemensia y Festus, y me dispuse a ir al carro de postres por uno de ellos, el año anterior me había entretenido más de lo debido con la comida y había terminado por perderme la tapioca lo cual había sido por completo una pena. Mi corazón prácticamente se detuvo tan pronto cuando mis ojos de posaron sobre las hileras de tartas de manzana que se alineaban perfectamente en el carrito de los postres, yo realmente no era capaz de recordar cuando había sido la última vez que había probado una tarta, y, la visión del postre fue más que suficiente para provocar que las nubes mi sombrío humor se disparan un poco disponiéndome a tomar una ración mediana cuando alguien me metió debajo de la nariz un plato con una porción enorme.

—Vamos, llévate una grande. Un chico en pleno crecimiento como tú puede con ella —los penetrantes ojos del decano Highbottom se posaron de forma inquietante en mí rostro mientras sostenía el plato de tarta frente a mí.

Yo sonreí de la forma más cortes que era capaz de esbozar justo ahora y tome el plato de tarta de las manos del decano—. Gracias, señor. Siempre hay espacio para un buen pedazo de tarta.

—Si, nunca cuesta demasiado encontrarle un sitio a los placeres. Nadie lo sabe mejor que yo.

—Supongo que no, señor —dije y de inmediato me di cuenta de lo mal que había sonado aquello, mi intención era coincidir con la parte de los placeres pero, de alguna forma mis palabras habían resultado como una despectiva burla con respecto a la personalidad del decano.

—Supones que no —el decano repitió con un tono de voz mordaz e incisivo, y antes de que yo tuviera tiempo de corregirme la presencia de Zyran a mi lado, extendiendo una de sus manos para tomar una porción de tarta consiguió interrumpirme con un tenue sobresalto debido a que no lo había sentido acercarse a mí.

—Disculpen, caballeros —el rubio dijo con una sonrisa encantadora y educada, su repentina intervención al menos había servido para que la inquietante atención del decano se apartase de mí, al menos por el momento.

—Zyran, he de suponer que te sientes satisfecho con tu tributo —cuestionó el decano mientras yo sopesaba la forma de salir huyendo de allí sin que fuera demasiado grosero hacerlo de imprevisto.

—En efecto lo estoy, estoy seguro de que mi tributo, es por mucho, el mejor del lote —dijo Zyran con una sonrisa satisfecho elevando las comisuras de sus labios y exhibiendo sus perfectos dientes—. Es prácticamente un hecho que el premio Plinth será mío.

—Veo que estas muy confiado con respecto a eso —el decano le dijo al mayor de los Evigheden.

—Si no soy yo de seguro lo obtendrá Koen, cono quiera que sea, lo usaremos para comprar un auto o algo así, no es como si alguno de nosotros lo necesitara para pagar la Universidad o alguna de esas cosas —Zyran dijo y, me fue inevitable no sentirme aludido por las divertidas palabras del rubio porque, después de todo, sabía que estaban dirigidas única y exclusivamente a mí tal y como lo habían sido todos los ataques que él y su hermano habían estado llevando a cabo a lo largo del día.

Hablando del diablo... me preguntaba donde estaría Koen, yo podía contar con los dedos de mis manos las escasas ocasiones en las que no había visto a los Evigheden juntos, ambos hermanos eran como uña y carne, eran más que unidos, eran prácticamente inseparables así que era bastante extraño que no estuvieran juntos justo ahora, en especial después de la peculiar escena que había acontecido en medio de la cosecha.

—Entonces, ¿qué planes tienes para después de Los Juegos, Coriolanus? —la repentina pregunta del decano Highbottom me saco de mis pensamientos y me forzó a enfocar mi entera atención en la escena que se encontraba desarrollándose frente a mí.

—Voy a ir a la Universidad —le dije como si fuera lo más obvio del mundo porque, en efecto lo era considerando mi excelente promedio académico.

—¿Y si no obtienes el premio Plinth? —Highbottom cuestionó y, esa pregunta después del mordaz comentario de Zyran se sintió no solo como un ataque directo sino como un agresivo golpe dirigido totalmente a mi persona.

—Bu... bueno, entonces ten... tendremos que pagar la matricula, por supuesto —me las arreglé para balbucear en medio de mi indignado desconcierto.

—¿Ah, si? —el decano rio—. Mírate, con tu camisa remendada y tus zapatos apretados, internado mantener las apariencias. Pavoneándote por el Capitolio, cuando a los Snow no debe quedarles ni una escupidera. Incluso con un premio ya sería complicado, y todavía no tienes ninguno, ¿verdad? ¿Qué pasará contigo entonces? ¿Eh? —pude sentir mi rostro palidecer por completo mientras mi corazón se saltaba un par de latidos en su marcha al escuchar tan horribles y crueles palabras, volviendo mi rostro para mirar a mi alrededor rogando porque nadie hubiese escuchado aquellas declaraciones además de Zyran quien se encontraba escuchando atentamente la entera conversación con una sonrisa divertida y deslumbrante bailando en su labios—. No te preocupes, muchacho. Nadie lo sabe, bueno casi nadie, disfruta de la tarta —fue lo último que el hombre dijo antes de marcharse sin siquiera molestarse en llevar consigo un pedazo de tarta.

Tuve el impulso de soltar el trozo de tarta y salir corriendo por completo despavorido debido al inmenso pánico que había brotado en mi pecho a causa de las crueles palabras del decano, pero antes de que yo siquiera pudiera pensar en dejar de lado en plato con la porción de tarta, Zyran dejo que uno de sus brazos se deslizara alrededor de mis hombros en un gesto de falsa amabilidad que provocó que cada una de las terminaciones nerviosas de mi entera anatomía lanzará chispas qué consiguieron poner de punta cada uno de mis vellos mientras el rubio se recargaba contra mi cuerpo, tan cerca que yo podía percibir a la perfección el dulzón y penetrante olor de su colonia.

—No tienes porque preocuparte por nada, Coryo... —cuando aquel apodo salió de sus labios lo hizo con una burlesca cadencia que dejaba ver que él estaba muy lejos de pronunciarlo con cariño o, aunque fuese, un deje de aprecio—... el decano no dijo nada que yo ya no supiera.

Aquello, estaba muy lejos de resultar tranquilizador para mí, de hecho, todo lo contrario, mis pensamientos estallaron en mi mente uno tras otros con la violenta luminosidad de los fuegos artificiales, provocando que miles de interrogantes aparecieran en mi mente con solo el orden que era dictado por mi creciente histeria, ¿como era posible que el secreto de la decadencia de los Snow se hubiera extendido más allá de los muros de nuestro apartamento? ¿Cómo había sido que los Evigheden y el decano habían obtenido esa información? ¿Quién más estaba al tanto de la penosa situación de mi familia? Estuve a tan solo unos cuantos instantes de preguntarle a Zyran al respecto, dejando de lado todo ápice restante de dignidad, pero entonces nos acercamos a la mesa donde se encontraban los demás y decidí que lo mejor era guardar silencio por ahora.

Me senté en mi lugar entre Clemensia y Festus mientras Zyran se ubicaba en el asiento frente a mí, era tan extraño verlo sin Koen a su lado, se veía y se sentía raro y por completo incorrecto considerando que ambos eran prácticamente siameses.

—¿Donde esta Koen? —le pregunte al rubio sin poder evitarlo.

—Se encuentra un poco abrumado justo ahora, todo el tema de la mudanza lo pone de mal humor —Zyran respondió de forma despreocupada llamando la atención de nuestros otros dos acompañantes con sus palabras.

—¿Mudanza? —cuestionó Festus dejando momentáneamente de lado su plato de comida para centrarse en la conversación.

—Si. Ahora que vamos a graduarnos decidimos que es mejor dejar a nuestro padre con todas sus cosas —explicó el rubio con un tono de voz que dejaba ver que no estaba dispuesto a dar muchos más detalles al respecto.

—¿A donde? —yo pregunte, interviniendo en la conversación para aparentar una normalidad que no sentía debido a que las palabras del decano aún resonaban en mi mente como un mal presagio.

—A algún sitio del Corso. Dentro de poco sacaran a la venta una gran cantidad de esas viviendas tan lujosas. Es obvio que muchos propietarios no tienen el dinero suficiente para permitirse pagar los impuestos —Zyran volvió a hablar de forma desinteresada mientras jugueteaba con su copa de cristal de forma aburrida dejando que la posca en su interior de agitara perezosamente.

—En el Capitolio no se pagan impuestos por las propiedades. Eso es algo de los Distritos —le dije con una tenue sonrisa que hablaba de la obviedad del asunto respaldada por los asentimientos de Festus y Clemmie.

—Ah olvide que eso aún no se hace público, mi error —dijo Zyran con un suspiro escapando de sus labios—. Es una ley nueva, ya saben, para recaudar dinero con el que reconstruir la ciudad —y por más extraño que pareciera en esta ocasión parecía que el comentario del rubio no había sido una mal intencionada burla, en estos precisos instantes, Zyran se encontraba demasiado distraído como para pensar en burlarse de cualquiera, sus palabras habían sido meramente informativas.

Festus y Clemensia se lanzaron a hacerle todo tipo de preguntas al rubio, preguntas relacionadas con aquella información que él, muy seguramente había escuchado de su padre y que provocó que el pánico se agitara con violencia en mi interior aún a pesar de todos y cada uno de mis intentos por reprimirlo. Una nueva ley que establecida un impuesto por nuestro apartamento, ¿a cuanto podría llegar a ascender para que varios propietarios tuvieran que vender sus propiedades antes de pagarlo? Nosotros a penas si éramos capaces de sobrevivir con el miserable sueldo de Tigris, la irrisoria pensión militar que recibía la Abuelatriz por los servicios que el abuelo había prestado a Panem, y mi retribución como dependiente y huérfano de un héroe de guerra que desapareciera tan pronto como como me graduara en unas cuantas semanas, era más que obvio que no estábamos en condiciones para pagar los impuestos, entonces... ¿eso significaba que perderíamos el apartamento? Era lo único que nos quedaba en este mundo, ni siquiera venderlo nos ayudaría, quedaríamos en la calle, en medio de mi estado de pánico actual ni siquiera estaba seguro de que el premio Plinth fuera suficiente para ayudarnos en este caso, estábamos más que perdidos.

—¿Estas bien? —la delicada voz de Clemensia se elevó en mi dirección arrancándome de mis aterradas divagaciones con una dolorosa fuerza—. Estas mortalmente pálido.

—Creo que es la posca... —me apresuré a responderle fingiendo una compostura que hacía tiempo había volado por la ventana—... me revuelve el estómago.

—Entendible, sabe a guerra después de todo —dijo Zyran mientras apartaba su propia copa sin interés alguno por la bebida mientras su atractivo rostro esbozaba una ligera mueca de asco y desagrado.

El mayor de los Evigheden estaba siendo extrañamente agradable conmigo ahora mismo, pero yo sabía mejor que nadie que no podía confirme de su repentina amabilidad, aunque era imposible saberlo con certeza yo estaba más que seguro de que Zyran Evigheden era, por mucho, el más peligroso de los dos hermanos debido a la naturalidad con la que era capaz de camuflar su mortífera naturaleza detrás de su atractivo encanto que a menudo solía usar como su mejor y afilada arma qué yo no quería que terminará clavada en medio de mis ojos, después de todo las cosas ya estaban demasiado mal como para tener que lidiar con alguna de las retorcidas trampas y juegos del rubio.

Asentí ante sus palabras de forma distraída mientras mi mente no dejaba de romperse en pedazos debido al caos que se había desatado en su interior a causa de la sucesión de eventos, cada vez más trágicos, que este día, ilusoriamente tan prometedor, había traído consigo dejándome con la misma convicción que había movido todas y cada una de mis acciones desde hacía ya demasiado tiempo como para recordarlo: tenía que hacer lo que fuera necesario para sobrevivir, tenía que conseguir el premio Plinth a como diera lugar porque era la única forma de tener un futuro. Después de la Universidad yo tenia pensando embarcarme en una profesión lucrativa que nos permitiera emerger de las cenizas de nuestra miseria, sin una educación, ¿qué puertas me serían abiertas? Intente usar mi aterrorizada imaginación para visualizarme en un puesto de baja categoría en la ciudad... ¿Haciendo qué? ¿Gestionando la distribución de carbón a los Distritos? ¿Limpiando las jaulas de los monstruos genéticos del laboratorio de las mutaciones? ¿Recaudando los impuestos de alguno de mis antiguos compañeros de clase, en su lujoso departamento del Corso, mientras yo vivía en un mugriento y patético agujero cincuenta manzanas más allá? Y eso en el mejor de los casos, si es que yo llegaba a tener algo de suerte. Costaba encontrar trabajo en el Capitolio, y yo no sería nada más que un estudiante graduado de La Academia sin un solo centavo para subsistir. ¿Cómo íbamos a vivir? ¿De créditos? Las deudas con el Capitolio solían saldarse con el indecoroso ingreso al cuerpo de los agentes de la paz, y eso suponía un compromiso de veinte años en alguno de esos Distritos olvidados de la mano de Dios y por completo atrasado donde todo sus habitantes no serian poco más que sucios y vulgares anímales.

El día, tan prometedor al inicio con la certeza de que el premio Plinth estaba en mis manos, asegurando mi brillante futuro se encontraba derrumbándose a mi alrededor sin piedad alguna dejándome muy claro que mi única posibilidad, por mínima que fuera de conseguir sobrevivir recaía sobre los décimos Juegos del Hambre y sobre los escuálidos hombros de mi lamentable tributo, y yo estaba dispuesto a hacer absolutamente todo lo que fuera necesario para que esa patética niña alcanzará la victoria en Los Juegos y trajera consigo el premio que me impediría desaparecer del panorama del Capitolio.

Yo estaba dispuesto a hacer absolutamente todo, sin importar que fuera, no tenía ninguna duda al respecto.


Nota de autora:

Holaaaa, el capítulo me salió super largo pero estoy orgullosa de como quedo, espero que les guste tanto como a mí me gustó jeje.

Me da risa que Coryo esta en mood: No me va a tragar la pobreza.

Espero que les guste, acepto reclamos, quejas, sugerencias o transferencias bancarias jeje 😶‍🌫️

Si ven los guiones cortos, mi celular es un qlro, después lo corrijo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro