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•CAPÍTULO TREINTA•

"Despabilar"

Suena el despertador a mi costado y revoleo mi brazo para azotarlo contra el suelo en el mejor de los casos. Anoche, en vez de dormir y descansar bien, me la pasé despertando por recurrentes sueños donde el interno y mi bonito se refregaban en exceso.

—¡Maldición! —paso mis manos por mí rostro con el único fin de espabilar mi mente de estúpidos supuestos. Si yo confío en Jeon, ¿por qué me dejo dominar con malos pensamientos? No es como si mi novio me diera razón para desconfiar, pero... ¡Es ese interno quién me genera desconfianza!

La porquería tronadora, vuelve a sonar, aún más fuerte. Pareciera que se empecina en taladrarme la cabeza aunque mi cefalea nada tenga que ver con el pobre despertador.

—¡Cariño! —se escucha el llamado de mi querido padre a lo lejos —. ¡Si no quieres que el desayuno se lo coma tu Caracha, te recomiendo que te apures!

Con razón no estaba lamiendo mi cara este traidor en cuanto me desperté, me cambia por un plato de comida del apa a la primera de cambio.

Junto a la palabra "comida" se me ocurre una brillante idea, que la cena o comilona que tendremos se realice en la casa de mi padre, aquí mismo, así Jeon podrá conversar con mi apa y conocer a mi pequeño demonio peludo de Tasmania y de rebote, a sus dos amigos de aventuras.

Y cuando trato de incorporarme, percibo un ligero peso sobre mis pies. Y al dirigir mi mirada hacia ese lugar, me sorprendo al verlos -acurrucados y bostezando- al par de traviesos inseparables que son los gatos de mi padre, usurpando libremente mi cama.

—Se nota que están cómodos, pequeños atorrantes —comento extendiendo mis brazos en un extenso bostezo ante unas filosas miradas de reojo que abandonan mi cama, contorneando sus caderas a la par.

Y no puedo dejar de sonreír al imaginarme a mi precioso novio diciéndome: "Ni que fueran hermanos tuyos..." Porque este par, sí que saben hacerse los importantes.

De un solo salto me direcciono hacia el baño, para lavar mis dientes y proceder a refrescar mis ideas bajo el agua helada del grifo.

Y cuando siento correr el frío líquido por mi piel -estremeciendo mi cuerpo- pienso que debería usar la primera temperatura del calefón. Pero luego observo hacia el sur, y decido que debo enfriar ésta mañanera erección.

Porque los sueños, que al principio se tornaban en pesadillas, siempre finalizaban con un Jeon follándo duro, abajo o arriba mío.

Y apoyando una mano sobre el azulejo, tomo mi dureza -con destreza- perdido en los recónditos de mi calenturienta mente hasta que escucho entre las diversas sensaciones —: ¿Se puede saber que haces tan temprano, mi pequeño travieso?

"¿JungKook?" Y mi mano se paraliza... Porque una cosa es masturbarme para él, y otra -bien diferente- es ser descubierto como un puberto todo necesitado de una manual despedida de sueños húmedos al albor del nuevo día.

Automáticamente me sonrojo hasta las orejas, sintiendo mis mejillas a punto de explotar. Y sin querer virar para enfrentarlo, solo desembucho como al pasar ¿Qué haces aquí, cariño? Deberías estar durmiendo luego de tu extensa guardia... ¿No te parece?

Y con los minutos contados como un reo condenado a perpetua, trato de regular mi respiración al sentir el firme toque de mi nalga con su mano, para luego percibir el húmedo roce de sus labios sobre mis hombros.

Y juro por mi hermoso Caracha, que si no retengo mis malditas ganas de darme la vuelta y desfallecer entre sus brazos, pasa raspando.

Dejo escapar un profundo pero suave gemido cuando su dedo enjabonado tantea mi fruncida entrada que difiere como pez afuera del agua ante el anticipo.

—J-Jung... K-Kook —logró articular estremecido de pies a cabeza.

—¡Shh..! Calla pequeño, si no quieres que tu padre se entere de tus juegos —murmura pegado a mí oído, con esa gruesa y sugestiva voz que me enloquece.

"¡Y maldita sea! ¿No pensará follar con mi padre y su desayuno servido en la mesa, no?" Se repite en mi ardorosa  cabeza.

—Tú, solo déjate llevar... Debemos desayunar, así -luego- te dejo en tu trabajo, mi pequeño travieso —susurra entre besos y efímeras mordidas a la nívea piel de mi espalda y brazos.

—P-pero... Mi p-padre —susurro entre jadeos y apoyando mi frente sobre los azulejos.

—Él, me dijo: <Jimin está en la ducha, tómate tu tiempo, que aquí los espero>

Me percibo entregado y acorralado, pero sobre todo, anhelante de su toque pasional.

Jungkook -con un movimiento celestial- apresa mi dureza extrayendo sonoros jadeos a medida que acompaño el vaivén de sus manos con el empuje de mis caderas.

Y la percepción de la situación es tal, que advierto a mis piernas ceder estabilidad cuando me entrego a su merced. Confinado entre los azulejos y su bendito e imponente torso mientras su dedo se sume a los confines de mi ser... Glorioso dedo que logra mediante un arqueo, que ore un credo que de religión tiene poco.

—Eso es pequeño, dame todo lo que tienes —murmura besando el lóbulo de mi oreja mientras me masturba asiduamente.

Y naufragando en un erótico limbo de placer, me dejo llevar... Arrastrando mi suciedad y la pena que me genera ver correr, la escasa cordura que me apremia, por el desagüe.

Dándome la vuelta y frunciendo mis labios, lo enfrento -—Eso, estuvo muy mal doctor Jeon.

—Que pena... Con lo que me gusta portarme mal... 

Entre besos, me saca del baño envuelto en mi albornoz. Y al depositarme en mi cama, me comenta que me espera para desayunar junto a mi padre. Retirándose luego de regalarme un beso más fugaz.

Entonces, miro el reloj -algo embobado y más embelesado- dándome cuenta de lo tardío del tiempo a mí favor. Así que apuro mi accionar para llegar cuanto antes, junto a mis amores en la mesa. Y poder tener un poquito más de él, antes de partir a mi deber.

Y al acercarme a la mesa, escucho sus palabras con una certeza, que enamoraría a cualquiera...

Le está comentando a mi padre del accidente que tuvimos, pero que -por suerte- todo salió bien. Quedando solo  una anécdota que contar, aunque él, debe sincerarse diciéndole que cuando me vio ahí... Se sintió morir... Porque sin mí, no le queda nada.

Entonces, una lágrima recorre mi mejilla porque es tan abrumador cada una de las sensaciones que afloran en mi pecho -cada vez que escucho sus sinceras y dulces palabras- que no puedo contener mi aparente emoción.

Muy bien Jeon —dice mi padre —Mi querido hijo te merece, así como tú, lo mereces a él. Y eso, me pone inmensamente feliz... Bienvenido a la familia, hijo. Y recuerda que a partir de hoy, ésta también es tu casa.

Me limpio las lágrimas que no han cesado de derramarse para luego ingresar como si no hubiera escuchado tremenda confesión hace unos instantes.

—Espero que hayas traído el desayuno, cariño —le comento como para aligerar el ambiente.

Hasta que escucho a mi padre. — Ni modo creas que no sé que escuchaste todo apostado a la pared, mi querido hijo, como toda una chismosa de barrio.

—¡Papá! —Lo regaño porque no me gusta quedar expuesto y mucho menos, delante de mi novio.

Ellos, se comunican con la mirada y entre risas, solo meto bocado a mis labios. Ya me veo resignado al complot entre Jeon y mi apa -aunque por dentro- festejo la aparente buena nueva de recibirlo como merecido hijo por estar a mi lado.

En cuanto mi padre se levanta a la cocina, Jeon me aprieta las manos dejando un dulce beso sobre el dorso de las mismas.

A lo que respondo lo que tanto pica por escapar -nuevamente- de mis labios..

—Te amo, mi bonito doctor impoluto...

























AMAMOS AL APA😜LO ENTREGÓ EN BANDEJA AL POBRE HIJO🤣

GRACIAS POR LEER Y COMENTAR😍

LOS AMITO MUCHO❤

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