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•CAPÍTULO CINCUENTA Y SIETE•

"La sorpresa"

El chirriante sonido del celular resuena por algún lado entre mis sueños. Entonces espabilo lentamente al sentirme adolorido por la postura de mi brazo y un peso repentino sobre gran parte de mi cuerpo.

Estamos en el sofá desnudos y enredados entre mantas. La respiración acompasada de mi pequeño me pega de lleno sobre mi cuello, provocando un leve cosquilleo que de gracioso tiene poco ya que se dirige hacia mi ingle reviviendo la nocturna jornada.

Nuevamente retumba el incesante sonido que sumado a las copas de vino y los orgasmos devenidos luego de la intensa sesión nocturna, terminan por despertar a mi pequeño mandón.

—Mmm ¿Puedes atender esa porquería? —murmura entre dormido y sin removerse de encima mío.

—Si te retiras de encima, en una de esas puedo coger el teléfono pequeño —dictamino observando como frunces el seño ante mi pedido y el sonido del teléfono que retumba nuevamente.

—¿Y si mejor te cojo yo? —dices al arrastrar tu cuerpo cerca de mi oído provocando a mi calor, ya que mi muslo recibe gustoso cada movimiento voluntario de tu miembro entusiasmado.

Giro mi cabeza chocando nuestras respiraciones y entonces me aboco a hundirme en el sabor de tus cálidos labios... Labios que me reciben gustoso a pesar de quejarte del aliento mañanero.

Luego comienzas una deliciosa fricción con tu pelvis sobre mi enfurecida dureza, que anhelante espera por cada movimiento que hagas y  en automático me olvido del dolor de mi brazo.

El teléfono interrumpe -nuevamente- los sexi jadeos provenientes de tu pecaminosa boca y en una ráfaga de consciencia te digo: —P-pe... queño, debería... a-atender... —conteniendo mi jadeo sobre que tomas con firmeza mi duro miembro acunado entre tus dedos.

Te separas abruptamente de mi cuerpo entre jadeos acalorado y a tientas rebuscas mi teléfono en la mesa ratona.

—Toma... —arrojas el móvil a mi pecho mientras te ubicas al costado de mi cuerpo y demasiado cerca de mi dureza.

<¿Hola?> cuestiono al accionar el botón verde sin mirar el remitente solo estando atento a cada milimétrico movimiento tuyo.

Y sobre que del otro lado consultan sobre unos arreglos florales y el color de la decoración del supuesto salón exclusivo de fiestas, una caliente boca se aboca a hundir profundo mi dureza en ella.

—¡M-maldición! —se me escapa en un profundo jadeo de mis labios y recibo un "¿Perdón?" Del otro lado.

<P-perdón a u-usted, es.. que... mi gato... eso> miento con lo primero que se me cruza al sentir clavar sus dientes en mi glande mientras me susurra un "Dame tu lechita".

¡Y doble maldición! Porque la organizadora de eventos me habla de colores pasteles y lo único que se me cruza es el blanco leche.

Un "¿Señor Jeon?" Más elevado me saca de mi mente y de su observación. Entonces enfoco mi escasa consciencia al llamado y lo que sea que me diga diciéndole que la llamo luego, escuchando a lo lejos que debemos decidir por la decoración.

Corto la llamada y arrojó el teléfono hacia la alfombra sobre que mi sexi bribón se atora con mi polla y jalándolo de un tirón lo elevo de su pelo con sumo cuidado dictaminando que es un "niño malo" y no merece perdón.

Sobre pasado el medio día en el nosocomio, los cambios de guardia se hacen presente. Los rostros agotadas de los que hicieron largas horas más aquellos que no han tenido ni un minuto de descanso por la movida nocturna de la intensa guardia, se acoplan sobre el ingreso al hospital contándose entre ellos anécdotas que rescatan de la extensa y agotadora jornada.

El rubio residente observa con un amargo sabor sobre su garganta, todo este movimiento al ingresar  extrañando horrores sentir la adrenalina corriendo por sus venas con cada caso que se presente, o de inmiscuirse en la guardia atendiendo lo que se requiera aunque no sea un pequeño paciente.

—¡Doctor Park! —se acerca hasta su persona el fisioterapeuta Ho Seok con una enmarcada sonrisa característica en él.

Jimin sacude sus pensamientos para enfocarse en el alegre personal que de seguro algo de su padre debe tener que anunciarle.

—¡Hobi! —le regresa sonriente, es imposible no contagiarse de su alegre impronta por los pasillos del hospital —. ¿Ha trabajado desde temprano? —le consulta.

—¡Pero! Ya te había dicho que nada de formalismo Jimin, y sí, desde bien entrada la mañana, ya tenía la agenda completa —comenta el alegre licenciado.

—Ok pero te dije Hobi ¿Eso cuenta? —le regresa el rubio doctor observando a lo lejos el arribo del novio del licenciado al lugar donde se encuentran ellos.

—Más vale que sí —el fisiatra cambia su semblante a más serio, repentinamente —Primero me quería disculpar por no poder asistir a su cena de compromiso con el jefe ante todo, es que...

—Es que este mañoso no quería ir solo si no iba yo también, y me tocó guardia -lamentablemente-, así que me disculpo por él —emite el interno Kim aferrado al brazo del Kinesiólogo.

—Pero por favor, nada de disculpas, me parece bien querer compartir momentos juntos. Y de paso, quería desearles lo mejor. Me alegra que tengamos otra parejita en el hospital —comenta sincero el residente a pesar de todas las que paso con el interno, él no guarda rencor. Es más, le gustaría retomar aquel comienzo de amistad que surgió con la magdalena como muestra sincera aquel día en el buffet.

—Muchas gracias doctor Park —emite sonrojado el licenciado por quedar expuesto ante el doctor —Y ¡Felicitaciones por su compromiso! —finaliza.

A lo que se suma un "de parte de los dos" de los labios del interno que alguna que otra vez quiso ahorcar con sus mismos brazos.

Realmente, no supo descifrar si era sincero, pero al fin y al cabo no le importa. Él está aquí para ver a su pequeño.

—Bueno, les agradezco sus buenos deseos, pero si me permiten, debo ver a mi pequeño que con todo esto, lo he dejado de un poco de lado.

Y cuando se vira para encaminarse en dirección hacia la UTI neonatal escucha la voz del interno sonando a sus espaldas.

—¿No se enteró lo del pequeño, doctor Park?

Y en ese momento se oscurece todo a su alrededor, un cuestionamiento así solo suelen ser malos presagios en determinadas situaciones, así que con el corazón en la mano se vira lentamente hacia el interno, rogando por todos los cielos que no sea nada que no se pueda solucionar.

Increíble pero real, tuve que cortar la llamada de la organizadora porque mi pequeño no me dejaba de mamar.

Camino a la florista, hablo con Min por el manos libres que me dice que debo apurarme con darle los detalles a la organizadora. No quiero recargar con detalles a mi pequeño aunque creo que el sabría desenvolverse mejor que yo en este aspecto. Para mi todos los tonos quedan bien. Y si pienso en tonos pastel, nuevamente pienso en leche.

¡Maldición! Siento como me pica la entrepierna de solo imaginar. Debo contenerme o no me podré organizar.

—Señor, llegamos —anuncia el chófer que tuve que contratar por algunos días, dado mi brazo y mi imposibilidad. No veo las horas que saquen este cabestrillo para recuperar mi vida y mi total movilidad.

—Gracias —salgo del coche en busca de la florista que más de diez mensajes en el buzón de voz me dejó.

Al ingresar a la florería, me reciben de lleno los diferentes aromas a diversas flores de las cuales muy poco conocimiento tengo. Solo se que quiero las flores correspondientes a nuestro nacimiento adornando todo el salón de muestra unión.

Para colmo, como muestra de apoyo a la comunidad LGBT se han anunciado reporteros dispuestos a cubrir el evento en apoyo al cambio que se vendrá. Y eso me tiene nervioso aunque intente no estarlo y diga la contrario.

Luego de arreglar con la florista y pagar por el pedido, que se armará directo en Japón por mi solicitud. Salgo en dirección al coche en donde el chófer se encuentra fumando apoyado sobre el lado del conductor algo ido.

Sobre que me observa llegar, arroja el cigarrillo solicitando mi perdón y a lo cual respondo que no hay nada que perdonar, porque de última, el daño se lo hace a él mismo.

Cuando ingreso al coche observo mi celular caído sobre el asiento y varias llamada perdidas de mi pequeño, lo cual me llama la atención de inmediato. Entonces decido llamar para verificar que sucedió.

Luego de varios tonos, mi pequeño bribón acepta el llamado hipando en el intento de emitir labia.

<¿Amor?> cuestiono intranquilo al escuchar su sollozo pero aún así decido contenerlo lo más que pueda para ayudar a calmarlo y me cuente que sucede <Tranquilo pequeño, respira conmigo, despacio, así... eso es...>

Entonces escucho dos palabras que helan mi sangre por completo, y espero que lo que sea que siga a continuación permita mi retorno venoso porque de lo contrario colapsare aquí mismo en el vehículo.

<Nuestro pequeño...> sale de sus temblorosos labios y percibo el mundo detenerse alrededor.


















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