𝗦𝗶𝗲𝘁𝗲
La mañana del sábado la lluvia azotó la ciudad, con tanta fuerza que parecía odio. YoonGi se despertó asustado por un rayo, sentándose de golpe en la cama.
Buscó su celular para comprobar la hora y…
—Mierda, soy un idiota —se golpeó la frente, eran pasadas las doce del mediodía, y había quedado con Park a la una.
Se levantó con rapidez y se encerró en el baño para asearse, maldiciendo internamente. La ducha caliente no duró ni la mitad del tiempo que siempre le llevaba, pero bastaba para oler a limpio. Se colocó ropa limpia y abrigada, tomó dinero y su mochila, para salir o más veloz que pudo, cayendo en cuenta que llovía a más no poder y ningún colectivo pasaba a esa hora.
Extrañamente un coche frenó a unos metros en la calle.
—¿YoonGi?—el chico miró a su costado con el ceño fruncido, desconfiado ya que no conocía ese auto—, soy MoonByul, bobo. ¿Quieres que te lleve?
Oh, su mejor amiga. ¡Bendita sea MoonByul y su auto!
—Muchas gracias, Byul. Voy para la casa de Jimin… tenemos que estudiar—suspiró, mirándola—, ¿qué hacías por este barrio? Tu casa queda del otro lado.
—Estaba con una amiga, vive a unas cuadras de tu casa—sonrió sin dejar de mirar hacia el frente—, así que… ¿tú y Park están juntos?
YoonGi comenzó a toser, apretando la mochila contra su pecho. Sintió calor en toda la cara, seguramente estaba rojo hasta las orejas.
—No, n-no ¡¿c-cómo crees…?!
—Hablo del trabajo para la escuela, Yoon. ¿En qué piensas?—ella lo miró por el retrovisor, conteniendo una carcajada. Era gracioso ver a Min nervioso con tan pocas palabras, disfrutaba de ello, y quería seguir molestándolo pero habían llegado a destino—. Cuídate, Yoon.
—Gracias por el aventón—sonrió, acercándose a besar su mejilla—, t-te veré el lunes, Byul.
Sin más, bajó del auto y se refugió en el hall de la bonita casa. YoonGi tardó exactamente siete minutos en recobrar la compostura, algunas técnicas de respiración para relajarse y olvidar la vergonzosa situación vivida con su amiga. Finalmente tocó el timbre, y no pasó mucho para que un rubio apareciera tras la puerta.
—Oh, YoonGi-ssi—una gran sonrisa se formó en sus labios. El mayor sonrió un poco también, sintiendo el aroma varonil que desprendía el rubio.
Qué bien hueles, quiso decirle. Pero no se atrevió.
—Hola, Jimin.
—Adelante—invitó a que pasara, luego cerró la puerta y caminó junto él—. Mi madre no está, así que podemos quedarnos en el living si quieres. Ella trabaja hasta muy tarde así que no será un problema—el peli-negro asintió, a decir verdad le parecía perfecto, no era muy sociable—.
Toma asiento donde gustes, iré arriba por mi mochila. Y te traeré algo para secarte el cabello, puedes enfermarte.
Un suave rojo carmín pintó la blanca piel de Min, pero asintió con la cabeza. Estaba comenzando a sentir algo de frío por su cabello mojado, no iba a negar que una toalla le venía de maravilla.
—Claro, está bien —murmuró, acercándose a una silla. Colgó las correas de su mochila y estaba a punto de tomar asiento, pero cuando Park se perdió por las escaleras, curioso como un gato se acercó a la pared repleta de cuadros familiares, junto a la puerta por donde acababan de entrar.
Todos, o al menos la mayoría, eran de Park y una mujer idéntica a él, quizá su madre. Pero uno de ellos llamó su atención. Era el rubio, originalmente peli-negro, mucho más rellenito que en la actualidad, disfrazado de dinosaurio imitando una pose que suponía ser amenazadora. Sus ojos casi no se veían, sus mejillas eran como dos bolitas de plastilina.
YoonGi no pudo evitar sonreír pensando en lo tierno que se le veía.
—¡Ay, no, hyung!—el peli-negro se sobresaltó por su repentina aparición, no le había oído bajar las escaleras—, que vergonzoso, no mires esa fotos. Me veo horrible en todas.
—Jimin, sales muy bien en todas, no jodas—puso los ojos en blanco.
—Era una albondiguita—murmuró acercándose a mirar un cuadro, Min hizo lo mismo. Un pequeño Jimin sonreía comiendo ramen, enseñando a la cámara sus palillos con fideos. Se miraba inocente y muy feliz—, o eso solían decirme mis tías—comentó—, luego… toda la familia me llamaba así a veces, e incluso sin saber cómo pasó, el tonto apodo llegó a la escuela.
Algo en la memoria de Min hizo clic, él recordaba vagamente que a veces escuchaba a sus compañeros cuchichear sobre alguien a quien le llamaban albondiguita. Se sintió un tanto incómodo por el ambiente, Park no estaba triste ni mucho menos, pero el mayor pudo notar que revolver el pasado era doloroso. Claro que lo sabía, y en carnes propias.
—Oye, Jimin—tímidamente puso una mano en su hombro, el rubio le miró un poco sorprendido—. Para mí…—oh, claro que iba a usar esa carta a su favor solo para que volviera su semblante alegre—, tú siempre fuiste un niño lindo y adorable—confesó, siendo completamente sincero. El calor de un sonrojo pintó las mejillas de ambos jóvenes.
Y lo único que ha cambiado, es que de niño no tienes nada.
—¡Al fin!—Jimin soltó un grito de felicidad. Después de casi tres horas y media, habían terminado la parte teórica del trabajo, y si bien les faltaba realizar un afiche y practicar la exposición oral, lo dejarían para la próxima—, me duele el trasero.
YoonGi soltó una suave risita al oírle, negando con la cabeza.
—Estoy exhausto—se quejó, apoyando la cabeza sobre la mesa. Jimin sonrió observándolo mientras guardaba cada cosa en el lugar que correspondía.
—¿Tienes hambre, Yoon?—el chico asintió, sin levantarse de la mesa—. Ya vuelvo, hyung.
Park se dirigió a la cocina en busca de algo caliente para beber y algunas galletas con chispas. Cuando regresó con el mayor unos minutos después, llevando una bandeja en las manos, se sorprendió por lo que vió: Yoongi respiraba con tranquilidad, aparentemente acababa de quedarse dormido en una incómoda posición. Le causó ternura verlo así, sin embargo, no podía dejarlo ahí o se haría daño en la espalda.
Dejó la bandeja sobre la mesa, y se acercó al peli-negro. Puso una mano en su cabello, y la nueva sensación lo distrajo por completo de lo que tenía pensado hacer. Las hebras oscuras de su cabello eran sumamente suaves y brillantes, era la primera vez que las acariciaba.
—Mh… ¿Jimin?—balbuceó—, ¿qué estás…?
Park no quitó la mano, a pesar de que YoonGi se estaba enderezando. El mayor miró la mesa, avergonzándose al notar un vaso grande de vidrio con leche caliente junto a una taza transparente con té. Y no hacía falta aclarar a quién correspondía cada bebida.
—Espero no te moleste que preparara leche caliente para tí, recordé que cuando éramos niños te gustaba y…
—Muchas gracias, Jiminie—miró hacia arriba, sonriendo.
El corazón del menor se sacudió con fervor. ¡Si estaba soñando, no quería despertarse nunca!
Este es uno de mis capítulos favoritos🥺
©ʏᴏᴏɴɴɪᴇxᴊɪᴍɪɴɪᴇ5
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