
VII
Toda la nación entro en temor, al escuchar el decreto del gobernante. Había tropas circulando por las calles, daban los primeros avisos del toque de queda, haciendo que todos eso habitantes terminarán refugiarse.
Affogato ya no sabía que más hacer, las ideas que había obtenido durante mucho tiempo ya no estaban dando sus frutos, ahora el gobernante no parecía estar bajo su control.
Llegó a la sala del trono, se acercó con cuidado, sin llamar la atención de algún posible presente en aquel lugar. Nunca creyó que tendría que usar más incienso, el incienso le había ayudado por mucho tiempo y ahora se encontraba en la necesidad de moverlo y hacerlo más fuerte.
Se sentía aliviado que su secreto hubiera pasado imperceptible, sin embargo el joven príncipe logro encontrar ese olor, por desgracia el emperador jamás hizo caso, lograndose ser más complicado.
Y es que el principe lo había descubierto, pero nunca tomo en cuenta que el emperador le haría más caso al consejero que a él.
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Cuando salió de la sala del trono, camino hasta la zona en donde había algunos soldados, logro mirar a la arquera y de manera tranquila y elegante se acercó a hasta ella.
— Caramel.
— Hmmm...
— Vamos Caramel, no estés molesta conmigo. Solo lo hago por tu bien. No quisiera que estés enojada conmigo, eres lo único que tengo ahora.
— Entonces deja de hacer esto.
— ¡Shhh! No digas esto así nada más.
— No he dicho nada.
— Bueno, entonces que te parece ¿Dar un paseo y hablar de nosotros?
— No.
Su palabras sonó seria. Se giro de nuevo y apunto con su arco hacia aquellos blanco que estaban demasiado lejos, Affogato noto aquello y de manera suave sus manos recorrieron los brazos de la chica.
— Vamos Caramel, me vas a negar un paseo a tu querido amigo.
— No tengo amigos.
— Eso es doloroso de escuchar eso.
— Entonces deja de hacerlo, deja todo en paz y vámonos. Regresemos a la villa los dos juntos.
Affogato miro a Caramel, noto esa mirada llena de esperanzas, de esos ruegos para que aceptará aquella petición, pero no, no quería, estaba más presente sus planes, ahora que pronto acabarían.
— No puedo... En serio. Quiero terminar con estos primeramente.
— Affogato, esto no te hará feliz, esto no va a regresar a la vida nuestras familias. Deja de pensar en esto y deja todo.
Affogato se negó, la chica logro comprender, solo para afirmar con su cabeza. Se giro de nuevo y apunto con su arco hacia aquel blanco.
— Entiendo, solo espero no te equivoques.
Affogato se sintió dolido, no pensó que la chica sería así y es que había pasado tanto tiempo desde que habían hablado, desde que esa chica solo sonreía, ahora se veía triste.
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Pure se encontraba en su habitación, no había salido en ningún momento, las frías ventiscas eran demasiado para él y por ende solo se dedicó a leer.
Aunque su repentina lectura se vio interrumpida, cuando alguien colocó su mano sobre el hombro del rubio, este demostró una suave sonrisa y de manera tranquila hablo.
— Majestad debe de llamar si quiere que...
Al momento de girarse y encarar al dichoso monarca se encontró con alguien más, no era el gobernante, era un sujeto de cabellera escarlata, el hombre tenía un parche en su ojo derecho.
— Tu... Tu no eres el emperador.
Estaba temeroso y a punto de llamar a los guardias, pero aquel hombre se alejo y le indico que guardara silencio con su dedo en sus labios. Pure quedó confundido, preparado de todas maneras en llamar a los guardias.
— Tal vez estés con miedos, eso mismo me dijo el principe, pero solo soy uno de los que te cuidan.
— ¿Eh?
— Veo que usas la ropa, ¿el emperador te obliga a usarla?
— No. La uso porque me siento cómodo y familiar.
— En efecto. Pero bueno, he venido con la intención de protegerte, también el principe, pero debido al decreto seré solo yo seré quien te cuide.
— ¿Decreto? ¿Príncipe? No sabía que el emperador tenía un hijo.
— Es extraño, me imaginé que ya sabias, el príncipe es el más leal al Emperador, sin embargo los ideales del emperador son demasiados diferente, por ende termino traicionando al emperador.
— Solo por eso.
— Por qué descubrió que alguien le hablaba y utilizaba al emperador como un títere. Haciendo todo lo que quisiera la persona.
— Eso es malo. ¿Pero que tiene que ver el decreto?
— El decreto... Es las órdenes del emperador. El ordenó el cierre de nación, con la intención de revelar al traidores de la nación.
— ¿Traidores? O sea el principe y tú.
El hombre afirma.
— Pero el principe no se encuentra aqui, se encuentra en su reino. Usted cómo quien dice es prisionero del emperador, por ese motivo estoy aquí para protegerlo. Y si se puede, sacarlo de aquí.
— ¿Por qué has venido hasta ahora?
— Cuando nosotros huimos, había sido tarde, por el simple hecho de que habían capturado a muchos aliados, en ese momento la seguridad de la nación fue tan alta. Que no pudimos entrar antes, hasta que todo se calmo.
— Entiendo.
— Te diría más, pero prefiero que el principe lo haga, el tiene más conocimientos.
Dicha estás palabras el pelirrojo se acercó hacia los libros que había en aquel lugar, miro con cautela cada uno.
— Veo que el emperador te ha cuidado bien, no me molestaría, pero si algo sucede si algo te incómoda de él, seré capaz de enfrentarme. Aunque el mismo príncipe me haya negado eso.
— ¿Por qué?
— El es fuerte, el emperador entrenó al príncipe.
El rubio de encontraba confundido, antes de que pudiera decir algo más, la persona que hace momentos estaba ahí, había desaparecido. Se levantó de la silla y camino hasta el ventanal que había en esa habitación, miro por el lugar y miro el bello jardín y más allá la capital de aquella nación que se iluminaba.
— Deberías cubrirte bien, hace demasiado frío en estos tiempos.
La voz de Cacao sonó de una manera suave y llena de dulzura, mientras sus brazos rodeaban con cuidado aquel pequeño cuerpo, mientras sus labios besaban el cuello.
— Descuide su majestad. Solo estaba viendo por un momento, me había aburrido de leer.
— Entiendo.
Dark Cacao lo sostuvo, de una manera nupcial, mientras camino hasta la cama en dónde lo recostó y acaricio la mejilla, tomo asiento en la orilla mientras le sonríe con amor.
— Me siento contento de tenerte.
— A mi también... No sé porque.
— No importa, podrás recordar todo poco a poco, no voy a obligarte. Estos días serán muy duros, por eso tendrás todo el tiempo para pensarlo mejor y estar cómodo sin mi presencia.
— ¿Por qué?
— Bueno..
El emperador no pensaba en decir algo más, sin embargo mirar a su querido amado, no obtuvo otro remedio.
— Bueno, fue el decreto que he dado, necesito encontrar a los traidores, no puedo dejar que los traidores consigan más seguidores.
— Entiendo, pero ¿Por qué son traidores?
— Atentaron contra mi consejero. Incluso me siento avergonzado tener que decir que mi propio hijo lidera a todos los traidores.
— No crees que pueda ser cierto, no tomastes medidas o hablastes primeramente.
— ... No entiendo porque defiendes tanto a unos traidores.
— Será porque es un ser humano y necesitan otra oportunidad, aparte porque es tu hijo.
El emperador noto al rubio. Se levantó de la cama, viendo cómo el rubio, tomaba asiento en la cama.
— Le he dado oportunidades de dejar esa vida, pero no se atreve a hacerlo, incluso tengo a alguien muy cercano a él.
— Su majestad debería a menos escucharlo una vez más y dedicarse a cuestionarse si hizo bien o no.
Está vez Pure camino hasta el moreno, le tomo la mano, tratando de hacerlo recapacitar, aunque prácticamente el emperador noto algo de imprudencia y de manera sería hablo.
— Para los traidores jamás habrá una oportunidad, no deberías de preocuparte por problemas de la nación que no te corresponde.
El rubio quedó sorprendido y de manera lenta fue soltando la mano del gobernate. Puesto había notado extraña energía, demostrando superioridad.
— Lo siento.
El moreno no dijo más, solo camino al lado del rubio, hasta que se detuvo en la entrada.
— Ni creas que no me he enterado de la visita que has tenido. Deberás elegir bien el camino, no quiero perderte de nuevo por un error.
Pure se siento un tanto nervioso, lentamente se transformo en miedo, sin contar que la situación estaba siendo demasiado difícil, no sabía si aquel emperador tierno y bondadoso que había demostrado sería igual, pero tras todo esto, ya no sabía que hacer.
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Las tierras del reino Vanilla se encontraban aún siendo investigadas, los primeros informes ya habían sido enviados y después de un tiempo noticias del reino fueron escuchados a los oídos del grupo, incluso Eclair y Espresso se vieron un tanto sorprendido por el repentino decreto, pero el que estaba más molesto y decidido a ir de nuevo era el joven príncipe que se encontraba ahí, quien no podía creer que su padre tomara ese tipo de caminos.
Esperaba que sus colegas estuvieran a salvó, que su más leal amigo estuviera protegido y que tuviera cuidado, puesto tenía a dos personas a quien proteger en esos momentos.
Espresso por su parte había salido de la casa de campaña, camino lejos de los alrededores con la intención de buscar más muestras, iba solo, no era necesario seguridad, sin embargo, la presencia de cierto caballero lo asustó, aunque pronto guardo ese miedo para verse un tanto serio y a la vez enojado.
— He visto que has mandado los primeros informes, ahora me gustaría saber cuál es mi pequeña recompensa.
— Solo puedo decirte que tus reyes no son aptos para darle vida a estas tierras, ellos no son los descendientes originales de estas tierras, aparte debo decirte que está zona jamás volverá a crecer una plata o algo que provenga de estás tierras.
— ¿Que tonterías dices?
— Mira.
El erudito lanzo una semilla, una semilla mágica de una planta proveniente del reino Cacao, cosa que al pasar los segundos comenzó a hechar raíces, esto sorprendió demasiado al paladín, quien regreso la vista al erudito.
— Se que es difícil, pero los libros están relatando todo, pero no relatan la guerra que tuvieron, no sabes si existe otro libro o algo por el estilo.
— No lo sé, tendría que revisar, aunque necesito un poco de emoción, digo, por hacer este lindo trabajo para ti.
El paladín se acercó tanto, quien lentamente las manos las encamino hasta tocar las caderas del erudito, el profesor quería alejarlo, pero el peso del cuerpo del rubio fue superior y es que se había recargado sobre el, mientras sus manos buscaban entrar en la ropa del moreno.
— Entiendo que sean reservado, pero ustedes son los más hermosos que hay en las regiones, sus jóvenes guerreros, eruditos y demás, tienen en cierta forma apariencia femenina, debido a su pequeño cuerpo.
Los labios del rubio llegaron al cuello, besando con dulzura, sus manos finalmente tocaron un poco de piel de aquel moreno, quien fácilmente le había gustado.
— Solemos cuidarnos, no es ninguna novedad... Mmm~
— Ya veo entonces debe...
— Deberías guardar respeto por los eruditos del reino del Cacao.
Madeleine alejo su rostro de aquel cuello, Espresso estaba avergonzado, sin embargo fue liberado de aquel pequeño agarre, cosa que el moreno corrió mientras acomodaba su atuendo, el rubio encaro finalmente al dicho sujeto que lo interrumpió, se encontró con aquel sujeto de cabellos oscuros y uno ojo color rubí.
— Lamento si mi actuar fue descortés, pero es algo que teníamos pendientes.
— Aún tengan con contrato, no es ninguna forma la manera que lo haces, porque no regresas allá y te limitas a tener problemas con el reino del Cacao, recuerda que tú nación no es suficientemente poderosa en combate para que pongas en riesgo todo.
Madeleine miro con enojo al sujeto, miro de reojo al profesor que se veía avergonsado mientras acomodaba su ropa, solo para dar un suspiro y afirmar.
— Está bien, buscaré lo que me has pedido.
Respondió, la segundo se lo dijo al erudito quien se sorprendió, tras escucharlo, ya que pensó que no lo haría.
Finalmente el príncipe retomo la vista hacia el erudito quien lo miro con suma calma, solo para hablar.
— Que buscará.
— Unos archivos, tal vez encuentre más detalle del guerra. Con su información y la información de este reino será suficiente para decirle al emperador de los sucesos.
— De que hay información la habrá, de que el emperador lo quiera escuchar será otro asuntos, si el emperador sigue escuchando a esa persona no tiene caso que sigas trabajando de más.
Dark Choco camino de regreso a la carpa, Espresso lo siguió un poco tratando de hacerle entender que el mismo emperador lo había enviado con esas intenciones.
Pero sus palabras se las había llevado el aire y es que el mismo príncipe se negaba a creer que Dark Cacao había aceptado tal petición.
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