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AVISO: Los que ya leyeron el último capítulo sabrán que al final de este agregué a Baal ¿Qué sucede? Resulta que Baal y Beelzebub son el mismo y ese fue mi error. Belcebú viene de la palabra hebrea Baal Zebub (Señor de las moscas). Baal quiere decir señor o dueño y era el nombre que se le atribuyó a un dios.
A partir de ahora, su nombre será Belfegor.

Pido perdón por ese error.

Así como Beelzebub, Belfegor es considerado uno de los siete príncipes del infierno. Su principal recurso es la pereza y por medio de esta, busca persuadir a los hombres con el fin de que estos se aferren a  la creencia de que pueden enriquecerse sin el más mínimo esfuerzo.

No acostumbraba a salir del infierno, sin embargo, muchos rumores de que Beelzebub había dejado su oscuro hogar para llevarse el alma de una joven lo incitaron a salir de las profundidades abismales y de paso, sacar provecho de la situación.

Ese pueblo estaba rodeado por una inmensurable aura de maldad, justo como le gustaba. Habrían muchas víctimas que caerían en sus sucios trucos y la verdad es que hacía demasiado tiempo no se llevaba varias almas humanas.

—Quien lo diría. La personificación del mal convienendo con el ganado— el hombre salió de entre la penumbra. Lo primero que llamaba la  atención sobre él  eran aquellos ojos marrones. Los ojos más comunes entre los humanos. Pero estos tenían la particularidad de que con sólo verlos, tus ánimos se fueran cuesta abajo.

Era el mismísimo color de la pareza y necedad.

Su cabello era oscuro, completamente alborotado, donde se alcanzaban a distinguir  pequeños mechones blancos que se asemejaban a canas. Dos bolsas negras aguardaban bajo sus ojos y su piel pálida le transmitía un aire anémico.

Pese a su desarreglada y enfermiza  apariencia, poseía un rostro considerablemente atractivo, uno que contrastaba en todos los sentidos  con su verdadera forma, la cual era de temer.

Los asuntos de Belfegor en el mundo humano eran de total irrelevancia para Beelzebub, quien sólo estaba allí para reclamar lo que le pertenecía. Mientras tomara distancia de la chica que era el principal motivo de estar allí, y que no perjudicara su estadía en el mundo humano. Le permitiría hacer lo que quisiese

—Si bueno, adiós— Una sonrisita grávida de "inocencia" se pintó en los labios de Beelzebub. Si Belfegor no se marchaba por cuenta propia, lo echaría a patadas si la situación lo requería.

El demonio de la pareza rodó los ojos, el sitio en el que se encontraba era cómodo. Aun siendo conciente de que era la residencia de Beelzebub, Belfegor ansiaba poder quedarse allí durante los próximos días.

¿Para que esforzarse en conseguir un lugar cuando ya existía este?

—No pienso irme, este lugar se ve acogedor— dicho y hecho, tomó asiento en un viejo sofá sin importarle nada ni nadie.

Beelzebub liberó un suspiro agotador. Belfegor solo traería problemas, aun cuando este presentaba un comportamiento propio de alguien indolente. Y él no iba a permitir que un contratiempo como ese interviniera en sus planes.

Conocía perfectamente el afán de los humanos por llevar chismes de un lado a otro. Todavía continuaba siendo el centro de atención en esos lados y dadas la circunstancias, a Beelzebub no le convenía que las personas supieran de que un chico nuevo habitaba en su hogar temporal.

—Seré generoso, tienes tres segundos para irte— el azabache se puso de píe, sacando del bolsillo de su pantalón, una llave —uno... — Sus botas se estamparon contra la madera del suelo, la cual gracias al peso de estas y a la falta de mantenimiento produció un molesto crujido.

Belfegor le dió la espalda, acomodándose en el sofá dispuesto a pasar por alto la advertencia de su compañero. El también tenía sus trucos después de todo, sin embargo antes de que Beelzebub contara hasta tres, alguien llamó a la puerta.

Inmediatamente la puerta que daba a la habitación del azabache se abrió de sorpresa, y el sofá en el que reposaba el demonio de la pereza se deslizó abruptamente dentro del cuarto del señor de las moscas. Tal suceso no hizo más que molestar a Belfegor, al cual maldijo desde el otro lado de la pared.

—Quédate ahí— decretó sereno, Beelzebub estaba confundido ¿Qué loco llamaba a su puerta a las tres de la madrugada?

Molesto por la situación se acercó hasta la entrada, abriendo la puerta de madera. Llevándose una gran sorpresa al ver que se trataba de ___________.

"Me lleva el infierno"

Fue lo que pensó en ese momento, solo esperaba que Belfegor colaborara y no saliera de su habitación. O tendría que recurrir a métodos no deseados para eliminarlo.

—Beel..— Su voz quebradiza y su frágil apariencia en ese momento, hicieron que el señor de las moscas se preguntara la razón que la llevó a acabar así —perdona que te moleste a esta hora pero.. —de sus ojos lágrimas se desbordaron como un río en plena tormenta —es mi madre, desapareció. Mi padre y yo la hemos buscado por todas partes pero no logramos encontrarla— paulatinamente la desesperación comenzaba a consumirla. Beelzebub arqueó una ceja pensando como reaccionaría una persona normal en esta situación que muchos llamaban crítica.

Él no gozaba de ese gratificante sentimiento llamado "humanidad". Era una criatura hecha de oscuridad, su propósito principal se basaba en torturar y experimentar con todo lo que el mundo le proporcionara.

Animales.

Plantas.

Humanos.

No experimentaba el más mínimo  remordimiento con el sufrimiento de estos ¿Por qué sentir algo por la madre de su presa?
Porque eso es lo que era ella, su presa. Y aunque hacer el papél de "chico bueno" le quedaba bien, la realidad es que lo detestaba. Fingir algo que no era, humano.

Rascó su nuca en un disimulado gesto de confusión ¿debería abrazarla? No, claro que no ¿Tal vez unas palabras de aliento? Tampoco. Sin la más remota idea de cómo proseguir, Beelzebub prefirió  llevar una de sus manos a la cabeza de la contraria, experimentando el tacto del desordenado cabello de la chica, el cual  fácilmente se enredaba entre sus dedos.

—Será mejor que te lleve a casa— y con esas palabras concluyó esa pequeña "charla".

Calmarla no fue tarea sencilla. La desaparición de su madre había causado estragos en sus pensamientos,  incentivandola a actuar impulsivamente, sin lograr  mantener la cabeza fría.  Él no era capaz de ponerse en sus zapatos, de analizar esa profunda angustia, tan solo seguía el papél que se le fue dado en esa historia -que tarde o temprano llegaría a su terminación‐

Con el fin de relajarla, preparó un té de manzanilla y posteriormente se lo entregó. ____________ lo aceptó con sus manos temblorosas y a causa de esa trepidación que parecía casi imposible de moderar, una gran parte del contenido fue derramado por su vestido. Teniendo como resultado varias quemaduras -afortunadamente de menor grado-

—Lo siento..— cual niño pequeño, ella bajó su cabeza temiendo recibir un regaño. Como si hubiese hecho una travesura digna de un castigo —no tengo cabeza para otra cosa, Papá me dijo que me quedara aquí por si volvía pero...ya es de madrugada— por segunda vez su voz se rompió. Mil y un escenarios se presentaban en su mente, cada uno de ellos con un trágico final. Era como si su mente intentara a toda costa abrumarla mucho más de lo que ya estaba.

El azabache se mantuvo remoto y con un pequeño paño limpió las manchas que acabaron por arruinar el vestido de la muchacha. No era una vestimenta sofisticada, es cierto. Pero ni las más insignificantes prendas debían acabar así.

—Estoy seguro de que tu madre ya aparecerá—

Dos días después, el cuerpo sin vida de la señora Birdwhistle fue hallado a orillas de un pequeño arrollo ubicado en las entrañas del bosque.

Cómo era de esperar, los habitantes del lugar no tardaron en iniciar una serie de teorías que se extendieron de boca en boca. El día del entierro no fue distinto, todos lo allí presentes, entre murmullos sacaban sus propias suposiciónes. No hubo un momento de silencio para la ya fallecida, nadie se detuvo a pensar en el dolor que la pérdida de la mujer ocasionó en la familia.

Nadie a excepción de dos personas.

Beelzebub y la señora Bernard. Esta, bajo su oscuro velo lloraba a lágrima viva la pérdida de la Birdwhistle. Una mujer con la que nunca tuvo ninguna clase de roce. Alguien con un alma bondadosa, careciente de cualquier maldad. No era capaz de imaginarse la herida que su muerte dejó en los corazones de su esposo e hija, quienes a unos metros de ella, delante de todos los presentes. Solo guardaban silencio, un silencio que para ella le resultó increíblemente ruidoso.

Aquella familia ya no tenía más lágrimas para llorar. El dolor era demasiado inmenso.

Beelzebub por otro lado, acompañaba a los de la reciente pérdida. Situado entre  __________ y su padre, con una de sus manos efectuaba caricias en la espalda de la muchacha, como si eso le ayudara a recobrar sus ánimos.

Que hipócrita.

Pensó para si mismo, inconcientemente una retorcida sonrisa quiso dibujarse en sus labios, pero no era el lugar ni el momento. Le hechó un vistazo rápido a la chica, sentada en un pequeño banco de madera, cubierta por un velo oscuro. Sus ojos, profundos como el mismo averno y visiblemente hinchados de tanto llorar, miraban un punto en la nada.

Desorientada en las vueltas que daba la vida.

Estaba rota y Beelzebub creyó ese momento  oportuno. Esa vulnerabilidad que tanto le satisfacía sería una herramienta fundamental para llevársela a lo profundo del infierno.

—Debí ser yo y no ella...— los balbuceos del señor Birdwhistle llegaron a sus oídos como una melodía ejecutada por la orquesta más adorada de todos los tiempos —D..debí ser yo y no ella...— Sus palabras eran torpes, casi al borde del llanto, con un  tono de voz casi inaudible, repitiéndolas una y otra vez.

Tratando de convencerse a si mismo que el verdadero culpable de todo era él y nadie más que él.

Beelzebub se inclinó hasta dar con el oído del hombre y una fina línea se formó en sus labios.

—Bienvenido al infierno— las  macabras palabras del ser estremecieron cada fibra de su cuerpo, provocandole deseos de salir corriendo, siendo presa de la culpa que lo atormentaba día y noche. Estaba siendo castigado por transgredir los principios de dios.

Por haber hecho un pacto con una criatura vil y retorcida, que ahora, como si fuese uno más del montón. Yacía a su lado, simplemente recordándole la verdad y al mismo tiempo llevándolo al borde de la locura.

Redimirse ya no era una opción. Sus manos estaban manchadas y debía ser castigado por tal crimen.

A pesar de que el forense estableció que la causa de muerte fue debido a un fuerte golpe en la cabeza, ocscionado por alguna caída, no era lo que la gente del pueblo pensaba. Sospechando que el mismo esposo de la víctima atentó contra ella, a pesar de ya haber sido descartado como sospechoso por la policía local.

Cinco semanas transcurrieron y aunque ___________ ya se encontraba mejor, la herida que la pérdida de su madre causó todavía no cicatrizaba por completo. Las malas lenguas no eran un problema para ella, que hablaran todo lo que quisieran, ella sabía que su padre no sería capaz de cometer semejante crimen con la mujer que amó desde los diecisiete años.

Se negaba a creerlo.

—Tus ojeras han disminuido un poco— Beelzebub sonrío, caminando por la calle principal. Sosteniendo en sus brazos una pila de madera —eso es bueno—

___________ asintió mostrándole una pequeña sonrisa. Estaba agradecida con el azabache, quien en ningún momento se había apartado de su lado en esas semanas de abruma. Muchas veces percibía que el de ojos rojos tenía dificultad para consolarla, y no lo culpaba. No todos eran un experto en el manejo de ese tema, pero que hiciera el intento solo por ella era algo que en verdad estimaba muchísimo.

—Muchas gracias por todo— por séptima vez ella no perdió la oportunidad de expresar su gratitud.

El demonio tan solo se encogió de hombros, viéndose en la necesidad de detenerse cuando sus ojos divisaron algo en la distancia. __________ observó en su misma dirección, entendiendo inmediatamente lo que su amigo captó.

Se trataba de Olivia, una chica de su misma edad. Hija legítima del difunto alcalde del pueblo, quien en una fatídica noche murió en un misterioso incendio junto a su esposa mientras ambos dormían. Nadie sabe quien o que provocó el fuego, pero todos en el pueblo comenzaron a culpar a Olivia, que luego de esa tragedia fue acogida por su abuela.

¿Razón?

Era una chica pelirroja, un color que se asimilaba al fuego y por ende el infierno. Las personas con ese tipo de cabello normalmente eran acusadas de brujería, siendo marginados de la sociedad -o muchas veces ejecutados- Olivia no era la excepción, rara vez salía de su casa y las ocasiones en la que su rostro fue descubierto se podían contar con los dedos de una mano.

Un total enigma, por supuesto que a _____________ todo eso le parecía absurdo. En una ocasión alcanzó a cruzar palabras con la pelirroja y pudo comprobar que se trataba de alguien dulce y tímida.

No de una bruja.

—Veo que ya conociste a Olivia ¿Sucede algo con ella?— con una pizca de picardia la femenina puso atención en su compañero, el cual con un rostro sereno desconfirmó la pregunta de esta.

—...Esa chica..— hizo una pausa sin apartar los ojos de la muchacha ubicada a unos metros de ellos —está maldita— Sus palabras no daban señales de que aquello solo se tratase de una simple broma.

__________ se desconcertó y un escalofrío recorrió su espina dorsal. Beel podía llegar a ser un chico muy extraño si se lo proponía.

Dejaron de lado el tema y continuaron su camino hasta la casa de ____________. Una vez allí, notaron que el padre de la joven aún no regresaba de su trabajo. A la de ojos oscuros no se le hizo extraño, pues en ocasiones le surgían inconvenientes que lo obligaban a permanecer un poco más de tiempo fuera de casa.

Beelzebub en cambio sabía que el hombre posiblemente estuviera por ahí, lamentándose. Gritando y golpeando algún árbol y objeto que tuviese al alcance.

—Bien, repararé el piso de tu habitación— Aclaró él, __________ asintió mientras preparaba un poco de té y galletas para merendar una vez el azabache acabase con aquella tarea que el mismo se ofreció a realizar.

Al cabo de unos minutos, el suelo de madera estaba como nuevo. Para el chico, repararlo no fue un problema.

Tomó asiento frente a ella en el cómodo sofá del comedor, en medio de ambos la pequeña mesa decorada con un mantel floreado servía como soporte para el juego de té. __________ sirvió un poco en la taza que le correspondía a Beelzebub, entregándosela seguido de eso.

—Sabe bien— Habló luego de darle un sorbo más. La temperatura de la bebida no parecía afectarle en lo más mínimo.

___________ agradeció y luego de acabar recogió todo con la ayuda del azabache. Este parecía estar absorto en su mundo, cosa que angustió ligeramente a la femenina. Con un pequeño codazo, sacó al chico de su burbuja, posando sus ojos rojos sobre los de ella.

—¿Qué?— Preguntó sin comprender el motivo del golpe.

—Nada es solo que.. estabas muy distraído ¿te encuentras bien?— Se atrevió a preguntar, tan solo obteniendo un simple asentimiento de cabeza por parte del contrario.

El transcurso de la tarde se desarrolló con normalidad, sin embargo el calor de la temporada estaba sofocando a todos allí. Incluido a la chica, quien en un intento desesperado por refrescarse, se abanicaba con un almohadón.

Beelzebub permanecía de lo más normal, sentado en el suelo de la habitación que pertenecía a la chica, su atención estaba centrada en un libro escrito en latín.  ____________ era incapaz de comprender  la capacidad tan grande que Beelzebub poseía para tolerar las altas temperaturas, juraba que afuera el calor superaba los 40°C, pero ahí estaba el. Fresco como una lechuga.

—Si tanto calor tienes ¿por qué no te das un baño en el río?— Propuso él, pasando la página de su libro en completa calma.

—Debo atravesar el sendero del bosque y la verdad prefiero no exponerme tanto al sol— aclaró ella, acomodándose en una mejor posición sobre su cama —No sabía que comprendías latín— refirió al darle un vistazo al contenido del libro.

—Estoy en proceso de aprendizaje— esclareció cerrando aquel objeto de imprevisto —vaya ¿quien diría que fueras tan curiosa?— Una sonrisa traviesa se formó en los labios del ser, volteándose hacia la chica que no pudo evitar sonrojarse ligeramente por el comentario.

—Fue un accidente— se excusó evadiendo la mirada del chico, quien sólo carcajeó por la reacción recibida —¿Qué es tan gracioso ah?— Con su almohada ejerció un fuerte golpe que impactó en el rostro del azabache, más este no pareció inmutarse.

—Como sea— volvió a hablar ella —¿Por qué no me cuentas un poco sobre ti?— tal pregunta solo provocó confusión en el demonio —¿Qué? Relájate, no es como si fuese a preguntarte cosas muy íntimas. No soy tan cotilla ¿sabes?— rodó los ojos fingiendo indignación.

Beelzebub dió un asentimiento de cabeza todavía no muy convencido, pero decidió apañarselas e improvisar algo rápido.

—Hm...no hay mucho que contar de mi. Vengo de un lugar no tan lejano, no tengo padres ni familiares cercanos y he venido hasta aquí por tranquilidad— Sonrió satisfecho, la información proporcionada no decía mucho sobre él pero ___________ no insistió, tan solo conformándose con aquello.

—Hm...bien— Le dió un rápido vistazo a la hora en el reloj de pared. Este marcaba más 17:00 PM.

Se sobresaltó al recordar que en media hora debía estar en la inglesa para ayudar con la limpieza de la pequeña biblioteca del lugar.

—¿Qué pasa?— esta vez fue Beelzebub quien tuvo curiosidad.

—Oh es solo que en media hora debo  acudir a la iglesia. Te diría que me acompañes pero sé que ese lugar no es de tu..— antes de que su frase concluyera, el contrario la interrumpió.

—Iré— fue su única respuesta. Si bien la idea de estar en la casa de dios le desagradaba por completo, podía soportar su aura. Además sin experimentos que realizar, solo podía sentir aburrimiento.

Aquella respuesta la tomó desprevenida, pero le alegró el hecho de que este finalmente accediera a ir. Muchas veces pensaba que su amigo era una clase de demonio que tenía un fuerte desagrado con todo lo que involucrase lo católico.


Ahí estaba él, haciendo todo lo posible por no soltar una maldición frente a esa construcción que le erizaba los pelos. ___________ fue la primera en entrar, siendo recibida por el Padre Evans. Un agradable señor de aproximadamente unos sesenta años.

—Padre, él es Beel. Tal vez ya sabe de quien se trata— indicó ___________ señalando a su compañero.

La sonrisa  genuina y cálida del mayor  fue borrada de sus labios con la presencia de Beelzebub.

El hombre de cabellos blancos sabía perfectamente de quien se trataba y tenerlo en la casa de dios, como si nada sucediera,  no era algo que le agradara.

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