Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

6

Los últimos rayos del día iluminaron el indiferente rostro del demonio, hasta que finalmente el sol se ocultó en el oeste, abriéndole paso a la noche. La hora favorita del señor de las moscas, donde la oscuridad tomaba el dominio en la tierra, imponiendo sus propias reglas y revelando cosas que el día desconocía.

Aún no había respondido a la pregunta formulada por la castaña, quién impaciente, fijaba su vista en los ojos rojos del azabache pretendiendo obtener respuestas en estos. Desafortunadamente, para _________, aquellos orbes no reflectaban absolutamente nada, resguardando muy bien toda emoción que pudiese revelar sus verdaderas intenciones.

La agradable brisa veraniega que se presentó en el prado zarandeó con gracia los cabellos de ambos, casi como si danzaran.

Y como un suceso inesperado y de manera espontánea, sucedió.

Beelzebub curvó sus labios formando una sonrisa, no por el silencio de los pájaros tras la caída de la noche, ni por el paisaje tan magnífico que la naturaleza le estaba proporcionando . Era una sonrisa maliciosa, reflejando todas sus finalidades más oscuras, esa maldad que residía en su interior y emergía en forma de gestos faciales.

Era la auténtica sonrisa del infierno y ___________ fue una de las pocas que tuvo la oportunidad de contemplar.

-No entiendo, ¿Por qué sonríes?- _________ ladeó su cabeza por la actitud tan extraña que Beel estaba teniendo ahora mismo.

Se encontraba nerviosa por atestiguar esa sonrisa tan demencial, su corazón palpitaba violentamente  y la sensación de que este se desprendería de su pecho la acompañó desde el gesto de Beel.

Aquella sonrisa se enzanchó, dando paso a una suave risa que fue liberada por el propietario de eso labios.

-Disculpa, no puedo evitar reír cada vez que asusto a las personas- Risa tras risa, Beelzebub se disculpó por el mal momento que le hizo  pasar a la castaña, hasta finalmente detenerse.

Su semblante se ensombreció y la sonrisa que logró erizar la piel de la femenina, se desvaneció como si solo se hubiese tratado de una simple ilusión.

-Con respecto a tu pregunta...- El demonio se
centró en las lejanías, iluminadas tenuemente por la luz de la luna -Lo sabrás muy pronto- Eso fue lo último que la boca de Beelzebub dijo esa noche.


Con la llegada de la mañana los locales del pueblo abrieron sus puertas, permitiendo el acceso a las personas madrugadoras. Beelzebub transitaba por la calle principal, directo hacia la florería de la señora Bernard. Una mujer de cincuenta y nueve años de edad, quien era bastante querida en el pueblo.

Estaba molesto, muy molesto.

Pasaron un par de días donde este se abstuvo difícilmente a continuar con los experimentos que tanto le gustaban. Experimentos que la mayoría veía como abominables e inhumanos, aun cuando la realidad era que él no era humano.

Su pasión más exorbitante podía definirse como dolor. Ver como todos a su alrededor se ahogaban en el sufrimiento. Un ser sin alma, sucumbido a las tinieblas por toda la eternidad, deleitándose desde tiempos inmemoriales con los sucesos que ponían fin a la raza humana.

Eso era realmente.

Y para pasar desapercibido entre todos esos mortales no le quedó de otra que cesar con todo lo que llegaba a complacerlo.

Detuvo su andar al llegar a la tienda, dando así con una chica. Esta fumaba un cigarrillo debajo del porche, recargada en una de las columnas de madera.

-¿Beel?- La chica cuya alma solo le correspondía, salió de la florería a la que él estaba a punto de ingresar.

En sus manos cargaba un par de semillas de rosas.

-¿Lo conoces?- La desconocida que no abandonó su posición en todo ese lapso de tiempo, ahora se aproximaba al azabache de manera seductora, meneando sus grandes caderas para que Beelzebub cayera preso en estas.

Miriam era el nombre de aquella chica tan hueca según el demonio que estaba teniendo la desgracia de tenerla casi sobre él.
Morena, y dueña de un cuerpo extremadamente voluptuoso, llegando a ser el anhelo y perdición de cada hombre en la región, pues detrás de esa atrayente sonrisa se escondía el mismo diablo.

Beelzebub no sintió el más mínimo deseo hacia la mujer, quien había posicionado sus manos sobre el pecho del de ojos rojos.

La envidia de muchas mujeres en la zona, sin embargo Beelzebub sólo la vió como un simple experimento defectuoso.

___________  emitió un gesto que para nada era amistoso. El odio en ella era evidente y es que cuando ________ cursaba la escuela, Miriam acostumbraba a gastarle bromas pesadas que pronto se tornarían sus peores pesadillas. Cuando esta acabó su año escolar, Miriam se fue por su lado olvidándose de ella por completo.

Lo cual _________ agradeció rotundamente.

-Quítate- Beelzebub apartó bruscamente a Miriam, su mirada fría y atemorizante daba a entender que no estaba de humor -No me toques humana- Su encolerizada voz bastó para que la mujer tomara distancia.

Miriam acomodó su vestido fulminado con su mirada a Beelzebub. Nunca nadie la trató 
de esa forma tan humillante y ningún hombre se había atrevido a rechazarla como ese sujeto lo hizo.

-¿Cuál es tu problema idiota?- Molesta se encaminó una vez mas hasta él -¿Qué eres tu entonces? ¿Un príncipe?- Puso en duda el estatus del hombre.

Beelzebub sonrío para sus adentros, esa chica no se imaginaba con quien estaba tratando.

-Ya es suficiente- ________ intervino en la discusión sujetando el brazo de Beelzebub -Mejor entremos, no le hagas mucho caso- Tratando de pasar por alto la presencia de Miriam, __________ ingresó a la tienda en compañía del demonio.

En donde ell dulce rostro de la señora Bernard los recibió.

-¿_______? ¿Qué haces aquí?, acabas de salir- rió la de cabellos blancos dirigiéndo sus ojos azules hacia Beelzebub -Oh, tú debes ser el chico ¿no es así?- Lo saludó amistosamente -Permíteme decirte que eres muy guapo, ________ yo que tú lo cuidaría bien- La sonrisa traviesas de la mujer provocó que las mejillas de la castaña se enrojecieran ligeramente.

Un gesto que increíblemente causó que Beelzebub riera sinceramente.

-No es lo que usted piensa señora Bernard- Se excusó tratando de que el enrojecimiento en su rostro disminuyera -Solo somos buenos amigos- Con una sonrisa forzada camuflo la inquietud que esaba experimentando.

La mujer mayor unicamente rió melodiosa por su pequeña tomada del pelo.

-Solo estaba bromeando querida- aclaró con el fin de apaciguar a la chica -Muy bien querido, ¿Qué puedo hacer por ti?- Amablemente se dirigió a Beelzebub, quien se mantuvo remoto en toda la charla -¿Buscas algunas flores en particular? ¿semillas tal vez?- Con sus manos señalizó todo a su alrededor, la tienda era variada pues no solo se visualizaban flores. En esta podías hallar desde tierra fértil hasta decoraciones para jardines.

-Solo unas semillas de rosas- del bolsillo de su pantalon sacó el dinero para pagarle, mas la señora Bernard se negó a recibirlo.

Eso desconcertó un poco a Beelzebub, el cual plasmó su mirada cargada de confusión sobre la mujer mayor.

-Tómalo como un regalo- Guiñó un ojo tan solo generandole cierta extrañeza al azabache, quien consideraba ese acto de generosidad totalmente impropio de los humanos.

La raza humana era codiciosa y con el curso de los siglos, sus mentes fueron ofuscadas por las neblinas del egoísmo y el deseo acaparador que los impulsaba a querer mucho más de lo que les pertenecía. Hallar personas bondadosas en estos tiempos era como buscar una aguja en un pajar, complicado más no imposible.

Un asentimiento de cabeza fue su forma de dar las gracias y sin requerir nada más de la tienda, se marchó en compañía de ___________. Esta abandonó el local despidiéndose de la señora Bernard al mismo tiempo que le deseaba un feliz día.

Caminaron por las calles abstraídos en un intenso mutismo que se vió interrumpido por diversos murmullos provenientes de una casa cercana. ___________ detuvo su marcha, posicionando su mirada en la multitud de personas que rodeaban la cerca.

Beelzebub esperó por ella, no era de su interés saber lo que sucedía en aquella propiedad. Fuese lo que fuese, ese asunto nada tenía que ver con él.

—¿Vienes?— Arqueó una ceja aguardando a un metro de distancia, ___________ tardó un poco en responder, pero finalmente prefirió seguir su camino. 

Una vez estuvieron frente a la casa de ___________, el azabache se preparó para continuar su trayectoria.

—Espera— Lo detuvo, haciendo voltear al hombre  —¿te gustaría quedarte? tengo té y galletas— Sus mejillas tomaron un ligero color carmesí, haciendo que Beelzebub sonriera de lado.

Accediendo a la invitación, los dos ingresaron a la casa vacía en su totalidad. De acuerdo con la chica, el padre de la misma llevó a su esposa a dar un paseo por el bosque, acatando las órdenes del doctor. Quien aseguraba que el aire de la mañana le sentaria bien a la mujer.

Tomó asiento en unas de las sillas que constituían la pequeña cocina, dejando que el sonido del agua caliente vertiéndose en la taza fuese su centro de interés. Muy pronto el aroma a frutos rojos se apropió de sus fosas nasales, obligándolo a inhalar más de la cuenta.
Pasó tiempo desde la última vez que tuvo el placer de ingerir un té como ese, y es que su preparación lo era todo.

—Sabe muy bien— Halagó una vez sus papilas gustativas se deleitaron con el sabor —No probaba un té tan bien elaborado desde hace mucho tiempo— Sus labios formaron una leve sonrisa, sacandole una pequeña risa a la femenina.

—Vamos, no soy tan buena— Tomó asiento frente a él, sosteniendo con ambas manos su respectiva taza, el contenido de esta todavía se mantenía caliente, pudiendo cerciorarse gracias al vapor que emanaba del interior —¿Cómo es que no te quemaste? digo, aun está muy caliente— Su curiosa mirada pasó del té, a él chico.

Fue un detalle insignificante, pero le resultó imposible ignorarlo cuando ella misma presenció como el contrario, sin siquiera soplar con el objetivo de enfriar el contenido, lo llevó a su boca como si solo se tratase de agua fría.

—Estoy acostumbrado a beber cosas calientes— justificó tan sereno como un río en un día de verano —esto no es nada para mí — confiado en su palabra, Beelzebub continuó disfrutando de su té.

___________ no le dió mas vueltas al asunto, imitando la acción de su compañero.

Una vez  acabaron, el azabache se ofreció a lavar las tazas utilizadas. ___________ se negó repetidas veces, pero como ya se lo esperaba, no fue capaz de ganar esa pequeña "discusión".


—Listo, gracias por el té— La sonrisa que mantenía se desvaneció de sus labios en cuanto advirtió la presencia de una biblia, esta se ubicaba en uno pequeño estante de madera a tan sólo unos metros de él.

Un escalofrío se propagó por su espina dorsal, los objetos religiosos eran una de esas cosas que no toleraba. Solo bastaba verlos para que una desagradable sensación se extendiera como fuego por cada parte de él. ___________ atestiguó el cambio tan repentino del chico, decidiendo llevar su mirada a la dirección en la que Beelzebub observaba.

—¿Qué sucede?— Le preguntó aún sin identificar el origen de esa alteración tan drástica.

Este negó, regresando la mirada ahora a las tazas limpias.

—No es nada, recordé que debo preparar un fertilizante para mis plantas— Su pretexto fue tragado por la castaña, quién asintió sin quitarle más tiempo —Te veo en la tarde— Se despidió caminando hacia la salida.

_________ lo acompañó y tan pronto como la puerta se abrió, un vapor tan ardiente como las llamas del infierno la abrazó. Para ser las 8:30 AM, el calor del verano llegaba a sentirse de un modo anormal. Los habitantes más viejos del pueblo aseguraban que esa ola de calor no se daba  desde hace unos veinte años.
No desconfiaba de sus palabras, ella quien vivió toda su vida allí y de todos los veranos que atravesó, el que ahora transitaba fue el más caluroso.

—Deberías quedarte aquí, estás roja— Antes de abandonar la propiedad, Beelzebub se giró hasta ella, radiante y en forma, como si todo ese calor no lo perjudicase en lo más mínimo —Nos vemos— Sin nada que agregar y a paso lento, retornó a su hogar.

—¿Oyeron lo que sucedió en la casa de los Evans?— Todo pueblo o ciudad disponía de esas personas cotillas que se dedicaban a esparcir rumores de un lugar a otro (en mayor o gran cantidad) y como se esperaba, este no era la excepción.

Si bien es cierto que al ser un sitio  pequeño en el que ___________ habitaba, los chismes eran generados por casi todos los residentes. No obstante, existían ciertas mujeres que superaban a todos y eran nada más ni nada menos que las señoras Anson, Carter y Bolton.  Viudas que rondaban entre los sesenta y seis, cincuenta y dos, y sesenta y tres años de edad.

Ni el más mínimo detalle se les escapaba a estas tres, siendo conocidas en la región por criticar todo lo que se moviera, creando y repartiendo rumores inclusive en la misma iglesia.

—Dicen que fue una posesión demoníaca por parte de la hija menor— Las charlas muy pronto se volvieron murmullos, solo incrementando la ira de __________.

La chica fue a la tienda por un poco de pan, teniendo  la desgracia de topárselas en el mismo local. Luchó con todas sus fuerzas para no soltar algo que luego la hiciese arrepentirse, pero las mayores acabaron con la poca paciencia que le quedaba.

Con todas sus fuerzas golpeó el mostrador, sobresaltando a los que concurrieron allí.

—¿No tienen un mejor lugar en donde hablar de sus estúpidos chismes?— Con el ceño fruncido miró a las tres mujeres, que horrorizada, tenían sus ojos bien puestos en la menor —Deberían ocuparse de sus vidas, antes que estár hablando de la de los demás— Pagando al vendedor y tomando su compra dejó el sitio con la rabia al máximo.

Detestaba a esas tres harpías, siempre hablando de cosas que no les concernían, buscando el mínimo defecto en las personas para abalanzarse hacia ellas como un león  dispuesto a destrozar a su presa.

La ira la cegó, impidiéndole prestar atención hacia el frente y teniendo como resultado un choque con alguien que caminaba en dirección contraria.

—Hey, más cuidado— Unas fuertes manos sujetaron sus hombros evitando que perdiese el equilibrio —¿Alguien no está de buenas?— Reconoció esa voz inmediatamente y dispersando todo sentimiento negativo, centró sus ojos en la persona encontrándose con una sonrisa ladina y unos ojos rojos que la observaban atentos.

—Beel..— Susurró apenada —Disculpa, no estaba poniendo atención— Arrepentida ayudó a recoger las cosas que terminaron  en el suelo debido al choque.

—Fue solo un accidente, relájate— Calmado como de costumbre colocó todo dentro de la bolsa que cargaba, llevando sus ojos hacia ella —estás roja ¿cuánto has permanecido bajo el sol?— Su mano fría chocó con la frente de ___________, sintiendo el calor que esta desprendía —Vayamos a un lugar más fresco—

Esta negó, señalando con su cabeza las compras que traía consigo.

—Debo llevar esto a casa, mi padre se encuentra en el trabajo y mi madre decidió visitar la iglesia con una amiga. Tanto tiempo encerrada la sofocó— Aclaró fatigada, estaba agotada y las altas temperaturas no eran de mucha ayuda.

Beelzebub guardó silencio, daba la casualidad que la tienda de la señora Bernard se localizaba justo frente a ellos. El chico ingresó a esta, aturdiendo un poco a __________, la cual se refugió del sol ardiente bajo el barandal del local.

No pasó mucho para que el azabache saliese con una mochila de cuero, guardando todo lo que compraron en esta. Y al final colocándosela a la femenina, quien desconcertada no imaginó lo que su compañero hizo a continuación.

—¿¡Que haces?!— De imprevisto  Beelzebub cargó a la muchacha sobre su espalda, sujetando sus muslos para mantenerla firme.

___________ se aferró a él con todas sus fuerzas, su nerviosismo solo hizo que el demonio carcajeara e iniciara su marcha directo hasta su residencia.

Al llegar esta bajó más que rápido, asignándole un fuerte golpe al hombro de Beelzebub, aún cuando este no era capaz de sentir ningún  dolor.

—Estás loco— Bufó guardándose las ganas de reír.

Cuando el chico quitó el seguro de la puerta, los dos se adentraron a la casa. _________ se despojó de la mochila, sacando lo que yacía en su interior. No era mucho, tan solo unas cuatro latas de comida enlatada, unas semillas y la pequeña bolsa que contenía su pan.

La charla de aquellas tres mujeres se presentó en su cabeza de forma súbita, específicamente unas palabras que resonaron como un eco en su interior.

"Posesión demoníaca".

Ella no dudaba la existencia de esas entidades que respondían al nombre de demonios, llegando a escuchar de las bocas de los sacerdotes diversos casos que afortunadamente
no se dieron allí. Mencionar al diablo y todo lo que lo involucrase era  considerado casi ilícito.
El descuido por parte de los que conformaban la iglesia y que ella se encontrase allí en el momento exacto que sacaron aquel tema de conversación fue prácticamente un milagro.

Claro que por más prohibido que estuvieran esos asuntos, para ella era inviable esquivarlo. Era conciente que no debía involucrarse con cosas de las cuales ella no estaba calificada, sin embargo, la curiosidad llegaba a dominarla en varias ocasiones, llevándose un regaño siempre que preguntaba del tema.

—Beel— lo llamó, en todo el tiempo que ___________ permaneció remota a la realidad, Beemzebub se dedicó a preparar su comida.

—¿Mm?— Con un sonido que confirmaba que estaba prestando atención, el azabache se dispuso a picae las verduras, siendo el sonido del cuchillo lo único que se alcanzaba a oír allí.

—¿Qué opinas de las posesiones demoníacas?— En el momento que la pregunta fue formulada, la maldad en Beelzebub llegó en forma de sonrisa.

Una sonrisa tan retorcida como el propietario, una que anticipaba dicho cuestionamiento.

El silencio que surgió era tal que si una aguja caía al suelo, _________ juraba que la oiría. Tragó saliva inquieta por la respuesta que podría recibir del contrario, que en todos esos segundos tan largos no se atrevió a voltear.

—¿Esto se debe a lo ocurrido en casa de los Evans?— La forma en que le planteó aquello se desprendió de un modo juguetón, casi como el ronroneo de un gato —¿No es así?— Continuó cortando las verduras hasta finalmente llevarlas a la olla.

—¿Oíste los rumores?— Abrió sus ojos en grandes, se sintió estúpida por preguntar eso, pero Beel no parecía el tipo que pusiese atención en esa clase de cosas.

El rió.

—La verdadera pregunta es ¿quién no los oiría?— Se giró para verla, apoyando sus brazos en la mesada, debido a la fuerza ejercida sus fornidos brazos se marcaron por  debajo de su camisa blanca —las posesiones demoníacas solo son..el infierno reflejado en las personas— ___________ pudo jurar que el rostro de su compañero se ensombreció con lo último.

Logrando estremecer cada hueso en ella.

Cuando la noche cayó y ___________ retornó a su hogar, Beelzebub gozó de la soledad. Inmerso en la densa oscuridad que rodeaba su casa. Sus ojos permanecían centrados en el viejo techo de madera, el cual no lograría ser distinguido por el ojo humano a menos que una fuente luminosa lo alumbrara, pero para un ser como él eso no era una problema.

—¿Causando estragos otra vez, Beelzebub?— Una voz ronca que imponía autoridad provino desde una de las esquinas de la sala, mas no fue un motivo que llegase a causar temor en el señor de las moscas —¿Tuviste que ver con la posesión de aquella humana?— el sujeto sonaba molesto.

Y es que ver a Beelzebub siempre lo enfadaba .

—Admito que la idea suena tentadora, pero no es algo que me apasione..Belfegor— Su filosa sonrisa resaltó en medio de la noche.

Y aquel ser oculto entre las sombras, frunció el ceño.

Hace tiempo no actualizaba esta historia, por esa razón decidí extender un poco el capítulo de hoy. Así que sin mas, disfruten.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro