17
Los gritos desgarradores provenientes de la biblioteca no parecieron llegar a oídos del pueblo. En el interior de la pequeña habitación utilizada para albergar los libros, el padre Arón pedía piedad incansablemente, ahogándose en quejidos de dolor.
-¡No, por favor! ¡Ten piedad!- suplicó cayendo al suelo, cubierto de sangre.
Beelzebub le dirigió una mirada de hielo y odio. Después de lo que intentó hacer, ese hombre no merecía misericordia.
-¿Piedad?- replicó con irnonía, arqueando una de sus cejas. Su tono fue tan gélido que erizó los vellos del sacerdote.
-¡Por favor, perdóname! ¡No fue mi intención! ¡Soy humano, cometo errores! ¡Ten piedad de mi alma!- el padre Arón rogaba a gritos, arrodillado en el suelo.
Beelzebub no estaba dispuesto a perdonar.
—¿Errores?— vociferó casi al borde de la risa y entre la desesperación, el hombre que se hallaba aún en el suelo, forzó una nerviosa sonrisa esperando que aquel joven considerarla dejarlo libre.
Sin embargo, cuando la expresión glacial regresó al rostro de Beelzebub Arón sintió una oleada de terror invadirlo, casi sofocándolo.
El padre Arón abrió la boca en un grito mudo, con los ojos desorbitados por el pánico cuando Beelzebub inesperadamente lo tomó del cuello de la túnica, zarandeándolo con fuerza.
—Esto va a ser interesante— los ojos carmesí de Beelzebub emitieron un brillo demencial, imponiendo incluso más terror en el hombre que se hallaba presa de su fuerte y brutal agarre.
Tenía en frente al mismo demonio.
De un movimiento rápido y con una fuerza inhumana, el azabache lo arrojó sin cuidado hacia el suelo, donde un dolor insoportable recibió a Arón, haciéndolo retorcerse.
Beelzebub lo pateó una y otra vez, hasta que la sangre se desbordó por su boca y nariz, los huesos crujieron y las costillas se quebraron. Lo zarandeó como un saco hasta que los dientes se le cayeron y cuando el rostro de Arón estuvo tan magullado que difícilmente pudo seguir rogando para que se detenga, se detuvo.
Arón pensó que aquello había sido el final y que ese monstruo se marcharía, dando por terminada su venganza.
Pero no fue así.
Repentinamente sintió como era arrastrado por el azabache, directo a las afueras de la iglesia. Salió por la entrada trasera, donde las piedras rasgaron su piel, realizando cortes punzantes y dolorosos.
Beelzebub caminó sin prisa, adentrándose al frondoso y casi impenetrable bosque.
Avanzando sin inmutarse por los gemidos adoloridos que el hombre emitía, directo a una zona prohibida.
Una zona pantanosa, conocida por engullir a todo aquel que se atreviera a adentrarse en ella. Claro que para Beelzebub, ese fue el menor de sus problemas, sabiendo lidiar con esas cosas.
Se detuvo en seco frente a un profundo pozo y sonrió, volteando con malicia hacia Arón.
—Dulces sueños— susurró antes de arrojarlo al agua pestilenta, observando impávido como se hundía, pataleando en vano.
Tragándose el lodo y las algas asfixiantes.
El alma de Beelzebub, ennegrecida por la ira, ahora contemplaba satisfecho el cadáver flotando en el pozo.
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—No, no, no— chistó, sosténiendola justo antes de que se desplomara sobre el suelo —mi vida depende de la tuya, así que se una buena chica y siéntate— Belfegor no sabía cuánto tiempo más debía soportar esa interminable tortura.
La chica era necia y entre espasmos y palabras incoherentes, se negaba a permanecer más tiempo en el sofá. Se levantaba de a ratos, avanzando torpemente hacia la puerta con el fin de ir por Beelzebub, donde al final era detenida por Belfegor cada que la femenina llegase a la salida.
—Déjame...— murmuró desvanecida, casi como si su alma hubiese sido arrancada de su cuerpo.
Belfegor abrió su boca decidido a protestar, en cambio, se vió interrumpido por el sonido de la puerta abrirse. Beelzebub había llegado y su expresión ensombrecida dejaba en evidencia, o al menos para Belfegor, lo que El Señor de las Moscas acababa de hacer.
—Beel— murmuró, incorporándose con sus piernas flaqueantes y con sus ojos oscuros llenos de lágrimas.
El azabache pareció reaccionar, corriendo a abrazarla fuertemente y sosteniendola entre sus brazos cuando la femenina perdió el equilibrio. __________ se aferró a él, ocultando su rostro en el pecho del contrario, viendosé incapaz de pronunciar otra cosa que no fuese "gracias".
Belfegor presenció la escena en silencio y las náuseas muy pronto hicieron acto de presencia.
Beelzebub la meció suavemente, susurrandole palabras reconfortantes al oído.
—Ya estoy aquí, estás bien ¿ok?— la abrazó con más fuerza, haciéndola sentir segura y protegida.
—Bien, yo ya me voy...— sin agregar nada más, Belfegor abandonó la casa cuanto antes, sin pretender en quedarse más tiempo.
La sala quedó sepultada bajo los sollozos ahogados de la femenina, aún aferrada al azabache como una forma de consuelo.
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Poco a poco, las teorías y rumores no tardaron en propagarse por la pequeña comunidad. La repentina desaparición del padre Arón dejó mucho en que pensar, y la gente no tardó en hacer especulaciones de su posible paradero o las causas que lo obligaron a abandonar el pueblo sin dar aviso. Había pasado casi una semana desde aquel incidente en la iglesia y _____________ aún sentía sobre su cuerpo la horrible sensación que el hombre le dejó. En parte, su curiosidad fue la causante de arrastrarla a eso y si no fuese porque Beel llegó a tiempo, las cosas hubiesen terminado mucho peor para ella.
Se aisló en la soledad de su hogar, evitando cualquier contacto con el exterior y haciendo oído sordos a cualquier tema donde Arón estuviese involucrado. Oír su nombre le provocaba náuseas y recordar su rostro inyectado de lujuria y perversión la hacían estremecerse de terror.
—Tienes que comer— Beelzebub se arrodilló frente a ella, sujetando entre sus manos un plato de estofado tibio.
___________ negó, apartando su decaída mirada. Su estómago no sería capaz de recibir ningún alimento sin arrojarlo después.
Beelzebub sabía que superar el trauma sería tardío, no era un proceso sencillo, pero tampoco podía permitirse dejar que la chica muriera a pausa. Sin protestar, alzó la cuchara con el alimento y sin dar aviso, la llevó a la boca de la contraria.
La chica nunca vió venir esa acción y con los ojos bien abiertos, lo miró incrédula. El azabache no sonreía, aguardando a que ella decidiera cooperar, así sería mucho más sencillo para ambos. ___________ se resignó, comiendo a pausa la comida que había sido preparada para ella.
No tenía buen sabor, y es que Beelzebub no era exactamente un genio en la cocina.
—Eso es— su semblante se suavizó cuando ella comenzó a comer por su cuenta —me quedaré contigo hoy, ¿te parece bien?— preguntó mientras llevaba el plato ya vacío hacia el fregadero.
—Sí...gracias— sonrió un poco más animada, jugando nerviosamente con sus manos —Fui una tonta— dijo seriamente, recordando el motivo principal que la metió en ese embrollo —pero es que nada tiene sentido, Beel— alzó su mirada, viendo como el azabache dejaba de lavar los trastes de un momento a otro —se que suena loco, pero...estoy más que convencida de que uno de mis padres...—
—Ya basta— las frías palabras de Beelzebub suspendieron su frase —ya te lo dije, deja de pensar tanto en esas tonterías. No existe tal cosa— volteó por sobre su hombro, con el entrecejo fruncido —Solo detente— demandó, retomando su tarea.
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____________ se sentía agotada tras varias noches de sueño inquieto, atormentada por horribles pesadillas donde Arón era partícipe de ellas. Beelzebub la notaba mucho más pálida y ojerosa, con un aspecto enfermizo que lo obligó a tomar medidas en el asunto.
Esa noche, al igual que las anteriores, le brindaría su compañía, ofreciéndole dejarla dormir en su cama con el fin de que pudiera descansar mejor.
—Eres demasiado bueno conmigo— expresó débilmente y acurrucándose junto a él, apoyó su cabeza en el amplio pecho del azabache. El calor y aroma reconfortante que Beelzebub emanaba, la tranquilizaron rápidamente.
—Solo quiero que descanses— aseguró, reposando una de sus manos sobre la espalda de la femenina.
Un bostezo se escapó de entre los labios de la chica, siendo una buena señal para el Señor de las Moscas. Tenía la certeza de que esa noche descansaría plácidamente, sin molestos sueños o criaturas infernales irrumpiendo en ellos.
—Gracias Beel— fue lo último que alcanzó a oír antes de que cayera presa del sueño, finalmente libre de toda angustia al menos por esa noche.
Mientras que ella descansaba debidamente, Beelzebub luchaba por alejar los pensamientos que le quitaban el sueño. Desde que había llegado a ese lugar y conoció a ____________, había notado un pequeño detalle, y es que esas inmensas ganas de morir con las que despertaba día tras día, no se habían presentado en todo ese tiempo.
Abrió sus ojos, sorprendido. Por primera vez, el morir no le atraía ni le reconfortaba.
Dos cosas:
Primero:
Mientras escribía esto, me mandaron una cadena de oración que decía "dios está contigo" 🤡
Segundo:
Ya me imagino a Hades cuando vea llegar a Arón viejo marrano al inframundo.
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