12
Leer y releer aquellas terroríficas escrituras que indicaban una peligrosa y macabra invocación solo hacía crecer sus dudas. Ese día, decidida a limpiar a profundidad su residencia esperó encontrarse con muchas cosas para variar, arañas, insectos y tal vez algún ratón muerto en algún rincón, pero lo que tenía en sus manos justo ahora, superaba cualquier opción anterior.
Mientras barría la habitación de su padre, reparó que una de las maderas del suelo estaba fuera de lugar. Al principo, intuyendo que se debía al poco mantenimiento del hogar, trató de arreglar el problema, sin esperarse que al momento de apartar la madera, se topara esas antiguas páginas que parecían haber sido arrancadas de algún libro desconocido.
El manuscrito, casi indistinguible por el tiempo que el papel permaneció oculto, expuesto a la suciedad y humedades, contaba con algunos extraños símbolos que ella no era capaz de identificar. No obstante, lo que heló su sangre fue una pequeño dibujo de una criatura de tres cabezas, la de un humano con corona, un gato y otra de una rana, las cuales estaban sostenidas por el lomo y las patas de una araña.
La misma que presenció en aquel libro de la iglesia.
¿Cuál de sus padres había ocultado esto en primer lugar? Fue lo primero que pensó al no encontrar otra explicación que aclarara el porqué tales cosas fueron a parar justamente en la habitación de sus progenitores.
¿Por qué razón tendrían esas extrañas páginas?
¿Qué motivo los llevó a tal punto?
Temiendo lo peor y con el corazón acelerado, pasó al nombre escrito bajo esa desagradable imagen.
Beelzebub.
Leer aquel nombre le causó escalofríos y guardando todo en su sitio correspondiente, abandonó la recámara dejando a medias la limpieza del hogar. Al abrir la puerta, la temperatura era fresca, un buen día soleado donde el calor era opacado por la brisa que meneaba las ramas de los árboles.
Tratando de distraerse con las compras, recorrió los mercados del pueblo en busca de lo necesario. Tomándose su tiempo y mirando entre tanto alguna cosa que llamaba su atención.
-No sabía que las joyas fuesen algo de tu interés- una vaga voz masculina se oyó a sus espaldas, volteando hacia la persona un poco sobresaltada por estár vagando entre pensamientos.
Se trataba de aquel chico de enfermiza apariencia.
-No mucho, pero hay que admitir que son hermosas- fue breve, continuando con su camino.
Belfegor la siguió todo ese tiempo, esquivando a las personas que se concentraban en la zona y de vez en cuando, tomando sin ser visto algo que le gustara.
_______________ continuaba desconfiando de aquel desconocido cuyo nombre todavía era un misterio. Algo en él le indicaba que no era de fiar y por ende, mantenerse los más alejada de él era lo más conveniente.
-¿Necesitas algo?- ya fastidiada por su compañía, se detuvo abruptamente girando en su dirección de manera tosca.
Belfegor carcajeó, pasando su brazo por los hombros de la muchacha quien se tensó por el contacto ajeno.
-Vamos, solo quiero ser amable ¿es que no confías en mí?- llevó su mano a la zona de su corazón, falsamente indignado por el rechazo de la muchacha.
-Así es, no confío en tí- escupió sin filtro alguno, liberándose de su agarre -si me disculpas, tengo mucho que hacer- fue perdiéndose entre la multitud hasta que finamente Belfegor la perdió de vista.
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La puesta de sol tiñó de colores el cielo que una vez fue azul, creando un espectáculo que poco a poco fue perdiendo su belleza, dándole paso a a la noche. Sentada en la colina más alta del lugar, ____________ presenciaba como a la distancia, las lumbres del pueblo se encendían con la llegada de la oscuridad, iluminando los hogares y las desoladas calles de la zona.
Sonrió al percibir una presencia conocida a pocos metros de ella, observándola fijamente en medio de la oscuridad que era ligeramente opacada por la luz de luna. No volteó en ningún momento, permitiéndole a Beelzebub acercarse para tomar asiento a su lado.
-No es seguro estár aquí- declaró recio en su lugar -vamos, te acompañaré a casa- le aseguró alzando el farol que utilizó para esclarecer el camino, dando media vuelta y esperando que ella lo siguiera.
Pero no fue así.
-No quiero regresar a casa...- expresó en un hilo de voz, abrazándose a si misma en busca de consuelo.
La casa en la que creció, acompañada por los cálidos recuerdos de sus padres, ya no sé sentía como su hogar. Con cada nuevo día, desconocía más al único integrante que le quedaba de su familia y los secretos albergados en su residencia. Siempre que sus ojos se encontraban con la cabaña que fue testigo de cada etapa de su vida, solo veía a un viejo pedazo de madera cuyos colores y alegrías se desmoronaron con la repentina muerte de su madre.
Su padre ocultaba cosas, lo presintió al momento de interrogarlo por los pedazos de papeles desgastados que se encontró en su recámara. Recibiendo una reacción violenta por parte de él, quien le prhobibió rotundamente volver a poner un pié en su habitación, amenazándola en el proceso.
De cierta forma comprendió su malhumor, después de todo había hurgado en sus cosas sin autorización.
-¿Tu padre de nuevo se fue?— la mano de Beelzebub se asentó en su hombro y ella volteó con una decaída expresión que confirmó su interrogante —Hm ahora que recuerdo, terminé con mis pendientes. Podría quedarme solo por hoy si aceptas— ofreció curvando sus labios.
______________ contrajo su faz, pensándoselo detenidamente. Un poco de compañía le ayudaría a distraerse de los problemas que la amargaban últimamente.
—Te lo agradecería mucho— accedió abandonando el césped.
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—Ten, el té de manzanilla te ayudará a relajarte— extendiéndole la taza con la infusión que había preparado, Beelzebub le otorgó una leve sonrisa.
____________ aceptó y tan pronto le dió un sorbo a su contenido, una cálida sensación envolvió su cuerpo.
—¿Qué opinas sobre los tratos con el diablo?— su pregunta tan repentina tomó desprevenido al Señor de las Moscas, que en ese momento acababa de verter un poco de té en una segunda taza.
Un denso silencio emanó en el comedor y ______________ esperaba impaciente una respuesta de su amigo. Beelzebub sonrió y dejando la tetera sobre la pequeña mesa, posó sus intensos ojos carmesí en los oscuros de la muchacha, revelandp como de ellos se desprendía un estrépito destello.
—Los humanos hacen lo que sea con tal de tener poder; Riqueza, estatus, son cosas que muchos anhelan y si están dispuestos, harán cualquier por ello, aunque eso signifique ir por el camino fácil y no estár atento a las consecuencias que conlleva tal cosa.— se le fue difícil reprimir la gratificante sonrisa que amenazaba con salir disparada de sus labios al recordar una y mil veces todas las almas que él había obtenido como pago, algunas por adelantadas.
Los humanos eran estúpidos, algunos más que otros por pensar que seres tan ingenuos e insignificantes como ellos serían capaces de burarlo, de pisotearlo a su antojo y salirse con la suya.
Esas personas que se aferraba a la tonta creencia de que saldrían impunes fueron los que de peor manera acabaron.
_____________ no comentó nada al respecto, pasando su atención al contenido de su taza. Le dió un sorbo, seguido de otro y otro hasta que la taza se vacío y el sueño la atrapó en sus fauces; no había conseguido dormir bien las últimas noches y milagrosamente el té comenzaba a surtir efecto.
—¿Te quedarás aquí?— preguntó mientras luchaba por mantener sus párpados abiertos.
Beelzebub se acercó a ella, cubriéndola con una manta por la que minutos antes fue.
—Toda la noche— le aseguró cuando sus ojos ya estaban por sucumbir.
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—¡Beelzebub!— se incorporó alterada del sofá, empapada en sudor y con el corazón acelerado.
La pesadilla que puso fin a su buen sueño había concluido, aunque la desagradable sensación que le dejó aún perduraba en su cuerpo. Y es que sólo hacía falta recordar las facciones tan horripilantes de aquel ser que la asechaba desde los pies de su cama, para que un escalofrío le erizara la piel y su ritmo cardiaco aumentara.
Él, Beelzebub.
—¿Una pesadilla?— la presencia de su amigo la exaltó, no obstante, se tranquilizó al saber que Beel le había hecho compañía —no quería despertarte, lo siento— se disculpó luego de darle una mordida a su tostada —¿vas a desayunar?
______________ negó, la mala experiencia que vivió en ese sueño le habían quitado el apetito y no sería capaz de probar bocado alguno sin arrojarlo.
—Como quieras— Beelzebub captó el mensaje sin insistir, devorando el resto de su desayuno.
Su humor no era el mejor en ese momento y es que si la chica tuvo sueños en los que él estaba involucrado, sabía que solo era cuestión de tiempo para que comenzase a investigar la situación.
—Beel— llamó aún postrada en el sofá.
El azabache, que en ese momento limpiaba su plato y las cosas que utilizó en un primer momento para cocinar, volteó sobre su hombro esperando a que ella proseguiera.
—Creo que uno de mis padres hizo un pacto con un demonio—
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"...Para los semitas paganos fue tarea sencilla concebir a las moscas molestando el sacrificio como imágenes de los espíritus rondando sin derecho a estar allí; y así Beelzebul, el dios que alejaba las moscas, se convirtió en el príncipe de los demonios, en cuyo nombre se exorcizaba a los demonios de los cuerpos de los poseídos..."
—Vaya, ¿una joven creyente leyendo esas cosas? esto sí es interesante— Belfegor le arrebató el libro que difícilmente había conseguido con un conocido que le juró no decir nada para evitar malos entendidos por los habitantes del pueblo.
Fastidiada y ciertamente nerviosa por el chico, trató múltiples veces de quitarle el libro que tanto le costó obtener; pero al ser mucho más alto que ella, él tenía la ventaja y carcajeaba siempre que los esfuerzos de _______________ de conseguirlo fallaban.
Cansada de la actitud de ese sujeto tan irritante, de una patada golpeó su entrepierna y tal acción lo hizo retorcerse. La chica aprovechó ese momento de dolor y agonía para tomar el libro y posteriormente salir corriendo. Oía las constantes amenazas del hombre a la distancia y haciendo caso omiso a cada una de ellas, corrió hacia su residencia donde se encerró temerosa de que ese le hubiese seguido.
Cuidadosamente se asomó por la ventana, mirando en todas direcciones; No había rastro de él, lo que le alivió. Subió a su habitación, cerrando las cortinas y asegurando su puerta con seguro. Con un fósforo encendió una vela que iluminaría su lectura y sin más preámbulos se tumbó en la cama con el fin de retomar su lectura.
Al pasar a la siguiente página, un fuerte estruendo en la planta de abajo la interrumpió.
Extrañada dejó el libro a un lado, creyendo que se trataría de su padre, pero descartó esa idea luego de recordar que este tardaría una semana más en regresar. Entonces, temerosa de que alguien se hubiese infiltrado a su casa, tomó lo más cercano a un arma para defenderse.
Una vieja madera que se había desprendido del suelo no hacia mucho.
En silencio salió de su habitación y bajó con precaución las escaleras que le guiaban al primer piso. Creyó encontrarse lo peor, en cambio, se permitió respirar al ver que sólo se trataba de una olla mal acomodada que había caído al suelo.
Sintiéndose estúpida, acomodó el objeto en su respectivo lugar y tan pronto quiso regresar a su habitación, un poderoso estruendo le heló la sangre. Voltrando una vez mas, se espantó al ver cada utensilio que colgaba sobre la mesada, regados por el suelo.
Con el corazón al borde del colapso, comenzó a organizar cada cosa sin imaginar lo que estaba por venir. Sin previo aviso, uno de los sofás fue arrojado abruptamente hacia ella, consiguiendo esquivarlo por los pelos. Seguido de eso, las puertas iniciaron un macabro espectáculo al comenzar a abrirse y cerrarse sucesivamente acompañadas de una risa siniestra en el aire. Sin dar explicación a aquel suceso, la chica no lo pensó dos veces y huyó despavorida de su hogar antes de que su vida corriese peligro.
No daba crédito lo que acababa de presenciar y cuando su mente se esclareció y el susto pasó, pudo conectar algunas piezas del rompecabezas; suponiendo que aquél ser maquiavélico tenía relación con lo que acababa de suceder.
—Beelzebub...—
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