11
Las campanadas de la iglesia iniciaron su terrorífico espectáculo, uno que todos allí distinguían muy bien y que consiguió dejar un sabor amargo en la boca de cada persona en el pueblo.
Alguien había muerto.
La gente no tardó en abandonar sus puestos de trabajo o sus hogares, asomándose fuera con la intención de obtener noticias. Entablando conversaciones los unos con los otros y preguntándose quién había sido el desafortunado.
Semejante escándalo incitó a ___________________ a detenerse a mitad de camino, liberándose del agarre de Beelzebub, quien la guiaba por las calles sujetando su mano. La sensación de malestar en su estómago se hizo más fuerte tan pronto ese distintivo aroma a narcisos irrumpió en sus fosas nasales. Ese aroma que estaba presente en el aire pero que nadie a parte de ella parecía notar.
El mismo que se presentó en el funeral de su madre y que desde entonces le generaba repulsión siempre que lo percibía.
—Recordé que tengo algo que hacer...— murmuró saliendo despavorida de allí, justo en dirección contraria hacia donde el hombre la conducía.
Dejándola ir y un poco frustrado, Beelzebub cambió de rumbo, esta vez en dirección a la iglesia, presentándose con el propósito de husmear un poco respecto a la situación. Ese día en particular no tenía nada que hacer, teniendo la certeza de poder hallar algo de entretenimiento con el sufrimiento humano.
La casa de dios fue llenándose paulatinamente y los llantos desgarradores desde el interior llegaron a los oídos de Beelzebub de manera molesta. Su rostro se contrajo en un disimulado gesto de desagrado, y abriéndose paso entre la multitud, presenció como a la distancia, recostada en un ataúd de madera, se hallaba el cuerpo de una joven que no alcanzaba aún su edad adulta.
Se le hizo inevitable el compararla con una muñeca de porcelana, con sus largos cabellos rizados extendidos cual cortina dentro de la caja; y una tes blanca que fue palideciendo aún más gracias a su estado actual. El rostro de la fallecida no le resultó familiar, y aún así aguardó un poco más para conocer con exactitud la razón de su muerte.
Entre pésames y consuelos, un anciano de vestimentas humilde se posicionó a su lado. Con pesar, se sacó el viejo sombrero de paja como muestra de respeto, recitando una oración para sí mismo.
—Que dios la tenga en su gloria—
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—Emma Rogers falleció esta misma tarde— rompió el hielo, esperanzada de que su padre aún conservara un poco de empatía dentro de él.
—Las personas mueren segundo a segundo, ¿qué quieres qué haga?— le dió un último sorbo a su bebida, poniéndose de pié sin demostrar alguna pizca de emoción en su rostro —la chica estaba enferma, como sea...voy a tomar una siesta— indicó secamente, desapareciendo escaleras arriba y dejando la sala de estár envuelta en un sepulcrante silencio.
Los puños de ______________ se cerraron violentamente, viéndose en la necesidad de morder su lengua con tal de evitar que una barbaridad fuese liberada de su boca. Nada tenía que hacer en esa casa, por ende, salió disparada de su propio hogar para así no tener que encontrarse con su padre por el resto del día.
Incluso si no pertenecían al círculo familiar o de amigos, no era de extrañar que la gran mayoría del pueblo asistiera siempre que un funeral se llevara a cabo. Pero ___________________ no tenía el valor suficiente de acudir, no después de la horrible experiencia que vivió en el de su madre, la bomba detonante que condució a su padre a la perdida de cordura.
¿Cómo en tan poco tiempo las cosas cambiaron de forma tan drástica? No hace mucho era feliz, pero ahora todo era difícil de procesar para ella.
Y por una vez, deseeó huir de esa comunidad que sólo acumulaba desgracias.
Estaba tan sumida en sus pensamientos, que jamás se percató de la persona que caminaba en su dirección y con la cual casi acaba estrellándose sino fuese porque la misma la sujetó con firmeza de sus hombros, trayéndola a la realidad con su fuerte tacto.
Aturdida, alzó su vista dispuesta a disculparse, topándose para su sorpresa con esos ojos que tanto divagaban en su cabeza últimamente.
—Conque aquí estabas ¿estás bien?— Beelzebub tomó distancia, aguardando una respuesta de la femenina.
—Lo siento, no me sentía bien— se excusó llevando su mano a la zona de su frente, donde una sensación molesta comenzaba a surgir.
—¿Te duele?— invadiendo su espacio personal, el azabache apartó la mano de la zona, analizándola como si con una mirada fuese capaz de diagnosticar el origen de ese pequeño malestar.
La chica exhaló y mirando en otra dirección, le permitió a su compañero proseguir.
—¿Ya acabó?— su repentina pregunta tuvo como repercusión que Beelzebub le viese con extrañeza —el funeral...—aclaró en un hilo de voz.
—Acaban de llevarla al cementerio, lo escuché de algunas personas que iban hacia allá— explicó sin romper la distancia —al parecer falleció por un caso de anemia— agregó para finalmente alejarse.
________________ asintió, recargándose en un árbol cercano. El calor abrasador de la época no era de ayuda en esos momentos, comenzando a sentir fuertes mareos que la inducieron a sentarse sobre el césped.
—Te debo una disculpa, por mi actitud de hace rato— tomó aire, reconfortándose cuando una inesperada, pero fresca brisa, templó su acalorado rostro.
—Si vamos a disculparnos por actitudes, creo que yo te debo unas cuantas disculpas— sonrió colocándose a su lado. Su comentario fue suficiente para sacarle una risa a la femenina.
Todavía tenía sus dudas respecto a Beelzebub, no obstante, su misterioso pasado seguiría siendo un misterio hasta que él estuviese listo para contarle cada detalle. Por el momento, agradecía su grata compañía.
—Entonces... ¿qué era eso que querías mostrarme?— cambió de tema, abrazándose a sus rodillas.
Fue entonces que el animado rostro de Beelzebub se ensombreció.
—Nada, solo era una excusa para que vinieras conmigo— llevó sus manos a los bolsillos de su pantalón, mirando a la distancia como algunas personas regresaban del cementerio —¿Cómo está tu padre?— su pregunta generó en ________________ un sentimiento de amargura.
—Irreconocible, desde la muerte de mi madre él cambió casi por completo. Ya no sé lo que piensa o lo que siente, es como si hubiese creado una barrera de hielo como mecanismo de defensa y muchas veces comienza a delirar sobre cosas que no tienen sentido. Eso solo incrementa mi preocupación, porque a pesar de todo él sigue siendo mi padre— dejó que sus emociones fluyeran libremente, descargando en el proceso todo lo que llevaba guardando desde hace un buen tiempo —pasó de ser la persona más cariñosa del mundo a un completo extraño que perdió toda empatía o emoción— recargó su cabeza en el tronco del árbol recuperando su respiración —lo siento...— se disculpó al caer en cuenta de que seguramente a Beelzebub no le interesaba oír sobre sus pleitos familiares.
El azabache le regaló una efímera sonrisa, haciéndole entender que no había problemas.
— Las personas que conoces pueden convertirse en personas que desconoces totalmente de la noche a la mañana— agregó con la mirada perdida, como si se esforzara en desentrañar un recuerdo pasado —los humanos son moldeables, egoístas y mentirosos...— aquellas palabras salieron con cierto desprecio y _______________ no pudo estár más conmocionada por eso.
—¿"Los humanos son"? Hablas como si tú fueras alguna criatura mística— bromeó, aunque por dentro esas palabras le producieran cierto escalofrío.
—Ah sí, a eso me refería— corrigió rápidamente, tomando asiento a un costado de la muchacha.
Comenzaba a atardecer y con la puesta del sol, parte del calor se marcharía con el.
—¿Puedo pedirte algo?— la chica rompió el silencio tras varios minutos de permanecer callados —¿podría quedarme contigo hoy?— dejó que un suspiro saliera de sus labios.
Y una vez más el rostro de Beelzebub se tensó. Por un lado la chica no causaba problemas, no era la clase de persona que se dejaba invadir por la curiosidad y que husmeara en cada cuarto con tal de hallar algo interesante.
Por el otro, Belfegor todavía rondaba por los alrededores y la sola idea de que por casualidades del destino demonio y humana se toparan, le erizaba la piel.
—Tal vez fue mucho pedir— agregó la chica al percatarse de que el azabache no había respondido aún.
—Creo que será mejor que te lleve a tu casa— concluyó poniéndose de pie.
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Ver a aquel ser de pie en la entrada de su propiedad, no hacia más que recordarle de la peor forma que todas las desgracias de su familia habían sido por su causa. De un momento a otro, su ritmo cardíaco aumentó y la ausencia de aire volvió mas pesada su respiración; dos señales que no pasaron desapercibidas para su hija, la cual corrió a ayudarlo sin comprender en absoluto que estaba pasando.
—¿Se encuentra bien señor?— Beelzebub se acercó hasta él, sujetándolo mientras que una siniestra sonrisa se formaba en sus labios a espaldas de la muchacha.
Tenerlo allí solo empeoraba su situación.
—Papá, será mejor que vaya en busca del médico. No es normal que estés así— con la angustia hasta el cielo, __________________ corrió por la ayuda del doctor.
Y a pesar de que quizo negarse, las palabras estaban atoradas en sus cuerdas vocales.
—Lo llevaré a su habitación— el comentario del azabache heló por completo al hombre que no pudo impedir que Beelzebub lo conduciera escaleras arriba.
__________________ se había marchado y ahora estaba solo con ese monstruo.
—Vaya, vaya ¿asustado?— habló tras arrojarlo a la cama sin algún cuidado, tomando una silla que allí se encontraba, acercándola hasta un lado de la cama y tomando asiento de manera contraria a la correcta.
Con sus piernas abiertas y a su vez protegiendo su cuerpo con el respaldo de la silla. Creando un especie de puesto de mando con sus brazos apoyados en el borde de madera.
Y eso sólo le causó pesadillas.
—Sabías que esto pasaría. No entiendo porqué te sorprendes. Yo que tú, valoraría el tiempo que te queda con ella— continuó con seriedad —querías una hija, ¿no es así? pues tienes una hija...una que muy pronto regresará conmigo a la morada de los muertos...y todo por tu culpa— para el señor Birdwhistle, las últimas palabras se sintieron como si miles de cuchillas se incrustaran en su pecho.
Añoraba una familia y la tuvo. ¿Pero a qué costo?
Era cuestión de tiempo para que ese ser reclamara lo que por derecho le pertenecía y en un abrir y cerrar de ojos, él lo perdería todo.
__________________ llegó poco después en compañía del médico, quien no encontró ninguna anomalía en el señor Birdwhistle, lo que dejó más tranquila a la muchacha.
—Gracias por cuidar a mi padre mientras no estaba— agradeció al acompañar a su amigo a la salida —¿seguro no quieres quedarte? Ya anocheció— una mueca de disgusto adornó su rostro, pero Beelzebub rechazó la oferta.
—No, estoy bien— repitió por tercera vez frente a la insistencia de la femenina —te veo mañana— dió media vuelta, dispuesto a irse.
—Oye Beel—
inesperadamente, los brazos de _______________ lo rodearon en un fuerte abrazo antes de terminar su oración, lo que llegó a desconsertarlo.
¿A qué se debía eso?
—Lo siento, lo siento— se disculpó cuando ella misma se separó —solo...realmente te lo agradezco— tragó saliva, volteando cuando un ruido en la sala los alertó.
El señor Birdwhistle los observaba seriamente de pie junto al sofá.
—Fue un placer. Nos vemos mañana— se despidió, iniciando su trayectoria hasta su hogar.
—¿Cuánto tiempo pasó desde que recibí un abrazo?...— se cuestionó a sí mismo al estár ya frente a la puerta de su residencia.
Muy pronto, recuerdos dolorosos del pasado se proyectaron en sus pensamientos, obligándolo a buscar una manera de distraerse de todo lo que tanto se esforzó en sepultar.
El abrazo despertó en él sensaciones que creía extintas. Melancólicas memorias de su antaño llegaron cuando menos lo esperó, y en un intento desesperado por enviarlas una vez más a un rincón olvidado, sacudió su cabeza tratando de ahuyentar a su vez, cualquier cosa que fuese una debilidad.
—Espero esto no me traiga problemas— pasó una de sus manos por su apagado rostro, adentrándose en la oscura sala de estár cuando la puerta se abrió.
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