Narrador Omnisciente.

Nuevamente observaba a los mortales, era lo único que lo entretenía; los humanos eran muy impredecibles.

—¿Qué haces por estos lugares, querido ángel? —preguntó al sentir la presencia de alguien muy conocido.

—Pase a visitarte. —habló el de cabellos morados, acercándose a aquel rubio.— No hemos dejado de ser amigos, después de todo. —comentó ganándose una carcajada del rubio.

—Nosotros dejamos de ser amigos cuando me traicionaste, —hablo aquel oji gris.

—Tu solo te traicionaste, Rompiste una regla y...

—Mejor cállate, Hitoshi. —soltó mientras volteaba a aquel lugar en el cual podía observar a todos los humanos.— Debo hacer mi trabajo, puedes irte.

—Dije que te vine a visitar.

—No se con quien hablarás, ya que nadie quiere entablar una charla amistosa contigo, querido ángel. —termino mientras sacaba unos papeles.

—¿Cómo es tu trabajo? —pregunto el de ojos morados, intentando hablar con su antiguo mejor amigo.— Nunca comprendí estas cosas de la muerte.

—Tienes muchas cosas que aprender, querido puro. —soltó con burla.— Hoy es siete de Septiembre, nacerán 300 mortales y deberé llevarme el doble, personas que ya no deban seguir ahí. —explicó mirando al montos de nubes rojas que se encontraba en frente.— Oh vaya, —solto sorprendido mirando hacia un lugar, ganándose la atención de Shinsō— Un mortal acaba de encontrar a su esposa con su amante... Tres muertes. —sonrio para luego chasquear sus dedos, seguido de eso el montón de nubes mostró como un hombre disparaba a una mujer, seguido a otro hombre y finalmente se suicidaba.— Vayamos a ver otra cosa...

—¿Cómo puedes hacer esto sin sentir dolor? —preguntó sorprendido.

—Ya no soy un ángel, ¿lo has olvidado?

—Sera mejor que me valla. —se alejo un poco, intentar hablar con Neito siempre era una mala idea. Empezó a abrir sus alas lentamente.

—Oh, algo interesante —comentó el rubio sonriendo,— tu querido maestro ha hecho algo bastante interesante. —en un abrir y cerrar de ojos Hitoshi ya se encontraba a su lado, observando aquellas nuves.

—¿Qué es? —preguntó observando como una mujer abrazaba a su hija recién nacida.— ¿Quién es la niña?

—Una reencarnación... —hablo Monoma mirando igual a la bebé.

—¿Reencarnación de quién? —preguntó ansioso, ganándose una sonrisa burlona.

—Hoy es siete de Septiembre, hace exactamente treinta años murió aquella mortal por la cual termine en este lugar. —Cuando el rubio vio la gran reacción de sorpresa del contrario río.— Tu querido maestro ha traído a la reencarnación de nuestra amada Yuriko...

Sin mas ambos observaban con asombro a aquella niña recién nacida. Neito emocionado y sorprendido, la única mujer a la que había amado había vuelto a la vida, además de que casi nunca enviaban reencarnaciones. Hitoshi discutía mentalmente, ¿acaso su maestro lo estaba premiando?, ¿le estaba dando el regalo de volver a amar a la muchacha?

"—Se llamara Yuriko... —habló aquella mujer a la cual observaban." Y tan solo con eso basto para emocionar a ambos jóvenes.— Hablaré con mi maestro. —soltó el pelimorado con emoción, estaba realmente feliz.

—No olvides que no puedes pisa el mundo mortal, pero yo si. —Empezó a hablar el rubio,— Tengo privilegios, puedo ir a buscar las almas que yo quiera al mundo mortal.

—¿Estas pensando en...? —cuestionó sorprendido.

—Tu la mataste la ultima vez... Yo haré que sea feliz. —sonrió con melancolia.

—Estas mal... —habló Shinsō abriendo sus alas nuevamente.

—Cariño, ¡Soy la muerte! ¿Quién dijo que la muerte estaba bien? —Gano una mirada de repulsión y en menos de un parpadeo el ángel que se encontraba en frente desapareció, dejando en el aire unas cuantas plumas.— Disfruta tus alas, querido amigo. —Monoma tenia un plan, y están vez no fallaría.

"—Algunas veces hacemos locuras por amor."