𝐮𝐧𝐢𝐪𝐮𝐞
Se suponía que debía llegar hace más de veinte minutos, pero el tráfico era simplemente caótico. Tuve que bajarme del coche y correr para llegar al edificio, sacrificando mi peinado y mi maquillaje ligero. Mi dona en el cabello resultó algo caída, y era complicado tratar de arreglarlo mientras estaba agitada; mas bien, era imposible.
Corrí escaleras arriba una vez entré, maldiciendo al ascensor que se había averiado justo al verme. Quité los pequeños cabellos adheridos a mi frente por culpa del sudor, y abrí la puerta del estudio de golpe.
— ¡Lo siento muchísimo, señorita Park! —Medio grité, por fin sintiendo el aire volver a mis pulmones. Ella parpadeó, sorprendida, volviendo a dejar su bolso sobre una esquina del cuarto.
¿Pensaba irse?
— ¿Estás bien, Jennie? —Preguntó, completamente preocupada mientras se acercaba. Asentí, respirando con fuerza.
— Sí... Yo sólo... Necesito tomar aire.
Me guió hasta sentarme en el piso, cerrando la puerta e hincándose frente a mí. Me hizo mirarla para que la imitase, inhalando y exhalando con calma.
— ¿Desde hace cuánto estás corriendo? Y no te atrevas a mentirme, ¿de acuerdo?
Respiré una última vez y asentí, ahora sintiendo mi corazón un poco menos acelerado.
— Desde que dieron las cinco en punto. El taxi iba a demorar horas si no me bajaba de allí, así que le pagué y corrí.
— ¿Llevas casi cuarenta minutos corriendo? —Me miró, consternada. Buscó una botella con agua y me la ofreció, poniendo una expresión desesperada.— Eso es peligroso, ¿sabes que si tu cuerpo no hubiese resistido, no podrías levantarte durante algunas horas? —Gruñó, frunciendo el ceño.— No lo hagas más, Jennie. Te daré todos mis números y cuentas para que no te quedes sin opciones de avisarme. La próxima vez te esperaré todo lo que sea, pero no te arriesgues a sufrir algún accidente.
— No tenía cómo avisar, Rosie, y no te preocupes, yo... —Dejé de hablar cuando sus dedos pasaron un mechón de cabello tras de mi oreja. Usualmente no teníamos contacto físico, porque no era ético bajo ninguna circunstancia. Pero ahora parecía tan involuntario de su parte, que omití cualquier comentario al respecto y proseguí. No es como si me molestase que me tocase, de todos modos. Había esperado su momento de confianza desde que me dio la primera clase hace casi un año.— Supongo que tengo muchísima resistencia.
— Así parece. —Me sonrió con calidez, haciéndome saber que no estaba enojada por hacerla esperar.— Bebe un poco de agua, necesitas hidratarte.
— No creo que... —Su mirada severa me obligó a obedecerle, por lo que asentí.— Está bien, pero no me mires así...
Posé mis labios en la boquilla de la botella y me la tragué casi completa, sin siquiera respirar.— ¡Jen! —Me retó, quitándome la botella. Reí ligeramente, tomándola de vuelta.— No tienes que hacer eso, tienes que beber con pausa.
— Lo siento... —Me disculpé, haciendo un suave gesto con la cabeza. Ella aceptó, sentándose a mi lado, aunque manteniendo una distancia considerable. La miré por el gran espejo que teníamos en frente, encontrándome con sus ojos.— ¿Rosie...? —Pregunté, un tanto tímida.
— ¿Sí? —Se volteó a verme, prestándome más atención de la necesaria.
Debía admitir que ella era la primera entrenadora que me daba ese tipo de trato tan dulce, y lo apreciaba como no se imaginaba. Durante años solía toparme con entrenadoras que se rendían conmigo o me respondían como si yo fuese una inútil; me alzaban la voz y me bufaban cada vez que preguntaba, hablaba o me equivocaba en algún paso. Sabía que yo les causaba el colapso, pero Roseanne nunca me demostró eso. Ella era excesivamente respetuosa conmigo, y siempre trataba de darme consejos para mejorar. Asimismo, en contadas ocasiones me había traído bocadillos cuando supo que a veces no alcanzaba a desayunar. Recordaba que las entrenadoras anteriores me prohibían comer, pero ella igualmente me daba todo lo que tuviese.
— ¿Pensabas irte? Cuando llegué, tenías puesto tu bolso.
— No con exactitud. Lo correcto sería decir que iba a buscarte. —Su respuesta me hizo alzar las cejas con sorpresa. Esbozó una diminuta sonrisa al notarlo, continuando con su explicación.— Casi siempre cuando llego aquí, sueles estar bailando sola o esperándome sentada en alguna parte. Hoy no estuviste, y que pasara minuto tras minuto sin que llegaras, me preocupó.
— Ya estoy aquí, ¿ves? —Dije, dándome ánimos internamente para poder levantarme.— Ya no tienes que preocuparte por mí.
— Jennie... —Replicó con agobio.— Debes descansar un poco, estás débil.
— ¿Cómo puedes decir eso? Yo nunca estoy débil. —Me levanté de golpe, sintiendo mis piernas temblar como gelatinas. En realidad, me sentía muerta e inestable, pero no había corrido tanto para quedarme sentada.— Vamos, ensayemos...
— Jennie...
— ¿Por favor? —Supliqué, provocando un suspiro de su parte.— De casualidad, ¿tienes la coreografía que te pedí hace un tiempo? —Lo dije de manera casual, tratando de que pensase que estaba en las condiciones perfectas para bailar. Quería persuadirla, aunque sentía que había sonado algo exigente, cosa que no era.
— Era Move, ¿no? —Asentí, acelerada.— Me pediste que la adaptara a un baile de pareja. Corrígeme si estoy equivocada. —Sonreí en respuesta. No estaba para nada equivocada. Hasta creía que no lo recordaría, porque no estaba segura de que una bailarina que tenía el tiempo contado con lo dedos, se tomase su descanso para hacer una coreografía a petición de una estudiante. Su único trabajo conmigo era enseñarme a bailar y mejorar mi condición física, nada más.— Hice la coreografía, es sólo que el baile es algo provocativo, Jennie. No me lo habías dicho, y no estoy acostumbrada a enseñarle este tipo de bailes a mis practicantes.
— Lo siento por no decirte antes. —No creí que fuese necesario.— Pero realmente estoy emocionada por bailar esa canción con alguien, y tú eres la única que baila conmigo. —Asintió, sabiendo que era verdad.— ... Y también es bueno que me ayudes a mejorar esa parte de mi personalidad, ¿sabes? Me haces cambiar, me gusta cambiar contigo. —Al segundo de decirlo, quise retractarme de semejante barbaridad. Todo lo que dije era cierto, pero sabía que había sonado demasiado sugestiva y eso no me agradaba. No estaba bien. Carraspeé.— Quiero decir, eres demasiado versátil cuando bailas y me has enseñado todo lo que te he pedido, confío en ti para esto también. Me gustaría aprender a controlar mis expresiones, mis movimientos... —Me paré frente al espejo, observándome de pies a cabeza.— ¿Tú crees que puede llegar a ser algo... Provocativa? No sé coquetear, por Dios, ¡es más probable que me sonroje y eso que ya tengo diecinueve años!
La vi levantarse sin decirme nada, arreglando un poco su cabello rubio suelto y sus pantalones de chándal ajustados. No me había fijado en su ropa, tampoco había visto lo hermoso que le quedaba su crop top negro, similar al mío, pero con la diferencia de que era gris.
¿Por qué su abdomen definido me era tan atrayente?
Repentinamente me sentí algo insegura con que no me dijese nada. Esperaba alguna palabra entusiasta de su parte para hacerme sentir mejor, pero eso nunca llegó. De todos modos, yo había cometido el error de dejar escapar mis inseguridades con la persona equivocada. No era su problema, no tenía porqué consolarme.
Me tomó del brazo, llevándome hasta una esquina del cuarto. Puso la canción antes de colocarse al otro lado, dejando que la música empezase para hacer su primer movimiento; giró su cuello, acariciando el largo de este hasta llegar a su clavícula, lo que logró dejarme enteramente estática. Envidiaba su confianza y sensualidad innata, pero de una muy buena forma. Tanto, que ni siquiera había hecho demasiado y ya estaba dispuesta a darle un premio.
Sus ojos se encontraron con los míos a través del espejo, y comenzó a caminar hacia mí con un movimiento de caderas marcado, atrevido, incluso podría decir que alucinante. No exageraba sus pasos, lo hacía de la forma perfecta para hacer caer de rodillas a cualquiera.
Súbitamente se detuvo a centímetros de tocarme, yendo directo a parar la música.
— ¿Escuchaste los chasquidos? En ese momento, tienes que hacer el sonido con la mano, llevando un ritmo. Así. —Me hizo el gesto, encareciéndolo para que fuese más atractivo. Asentí, entendiendo y copiando.— Al inicio, sólo me imitarás. tócate, roza tu clavícula con una mano, y la otra crúzala por tu cintura. Hazlo con los ojos cerrados, y cuando comience el chasquido, yo caminaré hasta estar detrás de ti.
Tragué disimuladamente, poniéndome nerviosa con sus palabras. Si de por sí no estaba acostumbrada a invadir el espacio personal de las personas, me afectaba mucho más que fuese Roseanne la que tratase de invadir el mío. Aún así, no pensaba confesárselo, sobre todo porque se había tomado la molestia de hacer una coreografía sólo para mí. No le pediría que la cambiase.
Tenía la curiosidad de saber si ya había hecho esto con alguien más. Sus expresiones parecían tan desinteresadas y relajadas, que era imposible que fuese su primera vez enseñando o bailando de esa forma frente a alguien. Igualmente, era su trabajo. Sabía controlarse y también sabía que me avergonzaba verla así, por ello tampoco trataba de sonreírme ni hacer alguna broma. Estaba intentando hacerme sentir en confianza, tal y como se lo había pedido.
La canción volvió a comenzar, y reproduje en mi cabeza todo lo que me había dicho. Me adentré en la música, dejándome llevar con toda la naturalidad que tuviese en mi cuerpo. Toqué mi mandíbula y crucé una mano por mi cintura, haciéndolo únicamente superficial. Si quería verme provocativa y segura como ella, entonces debía hacerlo bien.
La mirada de Roseanne me quemó por completo, y supe que no estaba imaginándolo cuando la observé por el espejo, y la vi con sus ojos encima de mí descaradamente. Lo hacía sin querer evidenciarlo demasiado. Incluso desvió la mirada hacia otro lado para que no la notase, y así pudiese aparentar que se concentraba en sí misma. Si mis mejillas habían bajado el tono por el pequeño descanso de la corrida, ahora habían vuelto y con ganas.
Aguanté la respiración cuando nuevamente caminó hacia mí. Estaba increíblemente exasperada y nerviosa como para arriesgarme a que escuchase mi respiración irregular.
Me estremecí por completo cuando sus manos se posaron sobre mi cintura, sintiéndolas subir hasta el borde de mis senos.
Tragué saliva.
El coro comenzó, y con él, deteniendo a Roseanne y alejándola de mí.
— Rosé-ah, ¿l-lo estoy haciendo bien? —La pregunta salió temblorosa de mis labios. Tenía miedo y pena de su respuesta, para ser franca. No quería que por lástima me dijese que lo estaba haciendo bien, pero verdaderamente esperaba que me dijese que lo estaba haciendo bien.
Suspiró, parecía frustrada.
— Lo haces mejor de lo que creí, Jennie. Te tocaste de manera simple, pero te salió tan increíble. —Mis mejillas volvieron a aumentar su tono y una sonrisa inconsciente creció en mis labios. Me gustaba que se tomase el tiempo de buscar las palabras correctas para no sonar imprudente o dura conmigo.
— Gracias, Rosé. —Hice una reverencia, aún nerviosa, pero muy feliz.
Carraspeó, mirándome con una obvia incomodidad.
— Jennie... Necesito tu permiso para seguir con el baile.
Mis cejas se alzaron, algo desconcertada. ¿Lo que seguía era demasiado para ella y para mí? Sin ser capaz de hacerme una idea, respondí: — Confío en ti, nada de lo que venga me molestará.
Botó la respiración que estaba conteniendo, asintiendo, lista para continuar. Esta vez, no colocó la canción desde el principio; la dejó segundos antes del coro, justo donde sus manos se posaban en mi cintura descubierta.
Sus manos subieron por mis costillas con suma lentitud, haciendo que mi piel se encendiese con su toque. No sabía cómo es que aún podía estar concentrada en no parar de chasquear los dedos cuando la tenía a ella, bajando una mano por mi cadera para apretarla con fuerza. La escuché murmurar la letra, mientras me movía de un lado a otro junto a ella. Era suave, sensitivo.
Se escondió en mi cuello, haciéndome sentir frágil por culpa de su respiración caliente. Sentía mis vellos erizándose, y no sabía si decirle cómo me sentía, porque sería vergonzoso admitirle que me estaba gustando.
— No dejes de moverte hasta que yo lo diga, Jennie. —No pude replicar nada con lo que dijo. Sentía que no tenía voz, sentía que me había quedado muda de los nervios.
Seguí moviéndome junto a ella, sus manos escalando hasta mi clavícula, y bajándola por entre mis pechos con suavidad. Mi corazón latió desenfrenado, reaccionando de una manera que, suponía, no debía reaccionar.
Me sorprendía cómo es que ella no notaba lo sofocada que me estaba poniendo. Se veía tan inmutable y profesional en comparación a mí. Tomó mi mano y la chasqueó en alto para luego entrelazar sus dedos con los míos, volviendo a descender por mi cintura, hasta finalizar nuestras manos por sobre mi cabeza.
La respiración se atascó en mi garganta cuando soltó mi mano y me tomó por la cadera, pegando su cuerpo al mío con fuerza. Su fuerte anatomía me envolvía por completo, y el calor que me estaba brindando había hecho que me congelase.
Estaba segura de esto no era parte del baile.
— R-rosé-yah...
Sus labios rozaron mi cuello, haciéndome cerrar los ojos, algo desorientada. Sus manos apretando la piel de mi cintura me hizo reaccionar, confirmándome que nada de lo que estaba pasando era un sueño.
— Eres tan jodidamente hermosa... —Exhaló, provocándome cosquillas y una corriente de excitación.
¿Debía frenar lo que estábamos a punto de hacer? No quería, no podía detenerme. No podía decirle que dejase de tocarme, porque me estaría mintiendo. Ambas lo estaríamos haciendo.
La ética me podía besar el culo.
— T-tú también... —Jadeé imperceptiblemente cuando un par de húmedos besos no se hicieron esperar, mi cuello recibiéndolos sin réplicas.
Me sentía tan pequeña pero tan poderosa a su lado. No me atrevía a voltearme para dar el siguiente paso, pero estaba segura de que si lo hiciese, ella quedaría completamente satisfecha y derrotada ante mí.
— Concédeme el permiso de seguir tocándote... Por favor.
Salió de mi cuello para mirarme a través del espejo. No sabía cómo interpretar el brillo de sus ojos, pero sabía que me había encantado que su voz sonase dura.
Una punzada en la entrepierna me hizo notar lo húmeda que ya estaba, avergonzándome.
— Haz lo que quieras conmigo. —Solté, dejándome caer rendida en su libido.
Sonrió grandemente, dejando que una de sus manos viajase con cuidado al interior de mi buzo. Lo hacía de forma precavida, acariciando mi abdomen bajo en el camino, y procurando que no me espantase con lo que estaba a punto de hacer.
Sus dedos rozaron el borde de mis bragas, tirándola un poco para meter su mano y tocar mi clítoris con dos de sus dedos, sin perder más tiempo.
Mi boca se abrió y mi ceño se frunció suavemente con placer, provocando que mi cabeza cayese hacia atrás. Sus dedos comenzaron a moverse en círculos, lento, esparciendo mis fluidos para que quedase completamente lubricada.
Enterré mis uñas en su brazo cuando aceleró sus movimientos. Su otra mano fue de camino por debajo de mi top deportivo, apretando uno de mis senos con una rudeza precisa, lo suficiente para hacerme gemir. Rozó mi pezón por entre sus dedos, aprovechando mi cuello expuesto para besarlo con ansias.
No recordaba la última vez que estuve en tal estado necesitado. No era de excitarme, al menos no de esta forma tan escandalosa.
— Mírate. —Dijo, su voz sonando autoritaria. Hice caso, sintiendo vergüenza de mí misma con verme de esa forma. No podía ser que fuese yo. Corrí la mirada en un intento de borrar esa imagen de mi cabeza, no quería volver a verla.— ¿No te parece increíble que una chica tan dulce como tú pueda convertirse en esto? —Jadeé con sus palabras, abriendo un poco más las piernas para que tuviese más espacio para tocarme. Su voz era digna de una persona enteramente excitada, y si pensaba esconderlo, falló al momento de presionar su erección contra mi culo.— Tienes un lado maravillosamente delicado y otro malditamente provocativo, Jennie. Eres una mezcla perfecta de ambos mundos; estás lista para ser follada contra la pared mientras te dicen lo hermosa que eres sonrojada y con los labios hinchados. Aprovechas cada momento para demostrarlo, siempre lo has hecho, pero eres tan insegura que no te das cuenta.
Frotó su erección contra mí, haciéndome mover las caderas en un vaivén. Con rapidez, sacó su mano de mi buzo y me volteó, agarrando mi cintura como una posesiva y lanzándose a mi labios en busca de un beso pasional. Me sentí en el cielo, al inicio correspondiéndole sólo por inercia. Luego mis manos fueron a su cuello para acercarla más, lográndome poner los pies en la tierra y decidiendo disfrutar cada segundo que tuviese con ella.
Sus manos apretaron mi culo con fuerza, haciéndome gemir desde el fondo de mi garganta. Mordió mi labio, halándolo y volviendo a besarme al instante. Sus acciones me daban a entender que no sería delicada conmigo, y mi cuerpo suplicaba para que me hiciese las cosas más sucias que se le pudiesen pasar por la cabeza. Quería que me follase con nalgadas, que apretase los muslos con fuerza cuando me alzara, que su cabeza estuviese enterrada en mi intimidad, y que no parase de ser una bruta con sus manos.
Pude sentir su miembro presionarse contra mi abdomen, aumentando aún más la humedad entre mis piernas. Quería seguir probando sus labios una y otra vez, pero también quería que estuviese dentro de mí pronto, dando embestidas rudas y secas. La necesitaba, no podía soportarlo más.
Me alzó por los muslos, ajustándome a su cintura sin dejar de besarme. Se puso de rodillas, recostándome con todo el cuidado que podía brindarme, colocándose entre mis piernas para regalarme una pequeña fricción. El piso duro y frío, era lo que menos importaba.
Se alzó para quitarse el crop top, quedando sólo en un brasier deportivo molesto. Me senté, lamiéndome los labios. Mis manos no pudieron controlarse y tomé el elástico que la mantenía donde estaba, sacándoselo por la cabeza de un tirón. Mi intento de ser atrevida me humilló internamente, pero mi boca se hizo agua por desear lamer sus pechos y apretarlos entre mis palmas. La miré, notando su sonrisa un tanto divertida, cosa que no me tranquilizaba. Me empujó por los hombros, deleitándome con un húmedo beso.
Cuando traté de tocar sus pechos, me tomó las manos, entrelazando nuestros dedos para ponerlas sobre mi cabeza.
— No tenemos mucho tiempo. Tu práctica debería terminar en menos de una hora. —Dijo, su semblante cambiando a uno más desanimado. La miré, parpadeando con la respiración pesada.— ¿Quieres seguir con esto? Podemos parar y sólo besarnos si lo deseas. También podemos detenernos y olvidar que esto pasó. Tú tomas la decisión, yo estaré bien con lo que pidas.
Mi corazón latió ante su afecto inconsciente. Me gustaba que se preocupase por mí y que no buscase sólo autocomplacerse.
— Quiero. —Mi respuesta la hizo confundir, lo supe al mirarla. Tomé sus mejillas para darle un beso cargado de ganas por que me abra las piernas de una vez. Esperaba que con eso se le aclarase mi respuesta.
Sin previo aviso, su lengua se sumergió en mi boca, batallando con la mía entre jadeos y gemidos. Tomó una de mis piernas para enrollarlas en su cintura, meneando sus caderas contra las mías, rozando mi intimidad y robándome quejidos de deseo y desesperación. Me dio un par de cortos besos, alejándose para tomar mi pantalón junto a mis bragas, y retirarlas de un rápido arranque.
— Prometo disfrutar cada parte de ti la próxima vez. —¿La próxima vez? Esbocé una sonrisa tímida, emocionada con que haya dicho aquello. Mis manos taparon mi intimidad cuando me sentí expuesta, haciendo que me mirase con un toque de preocupación.— Amor, no te tapes, por favor. —Tomó mis manos, besándolas con dulzura antes de ponerlas nuevamente sobre mi cabeza.— No soy nadie para decirte que no te sientas incómoda, pero te prometo que el no poder verte me está volviendo loca. Te suplico que no te sientas insegura conmigo, porque no quiero causarte eso.
Asentí, ganándome un beso de su parte que me dejó con las ganas de seguir.
Mirando mi reacción, comenzó a bajar su pantalón con calma, dejando a la vista la prominente erección en la tela de su bóxer. Tragué pesado, sintiendo el calor volviendo a acoplarse en mis mejillas.
Bajó la última tela que cubría su impresionante miembro, dejándolo libre y emocionado, por lo que dio un brinco de excitación. Parecía estar en su estado máximo de erección y eso era lo que me sorprendía, más que su tamaño en sí.
¿Yo había provocado eso?
Miré hacia el techo, percibiendo el nerviosismo recorriéndome en toda la espina dorsal.
Ni siquiera teníamos un preservativo, y quería advertirle sobre eso.— R-rosie...
Se acomodó entre mis piernas, sonriendo cálidamente. Ella ya sabía lo que tenía por decir.
— ¿Te estás cuidando? —Negué. Por un momento pensé en mentirle, ¿pero de qué me serviría?— ¿Has hecho esto antes?
— S-sólo dos veces. —Asintió, ensanchando su sonrisa. De seguro debía pensar que era una inexperta que no sabía ni lo que era un pene, y no estaría del todo equivocada, pero no me gustaría saber que realmente pensaba eso.
— Tomarás una píldora de emergencia y luego te acompañaré al médico. Allí verás qué anticonceptivo quieres usar, ¿sí?
— ¿Por qué querría...? —Dejé la pregunta al aire, confundida. ¿Por qué querría yo tomar anticonceptivos si no tenía relaciones sexuales? Porque a eso se refería, ¿verdad? No hablaba de regular mis hormonas ni mis períodos.
— Desde este momento, estás equivocada si crees que me alejaré de ti, Jennie. Pienso follarte cada vez que pueda, y estoy segura que jamás me saciaré de verte hecha un desastre de gemidos por mi culpa. —Tomó su miembro, frotando su glande de arriba hacia abajo en mi hendidura y clítoris. Enterré los talones en su espalda baja, pidiendo a gritos que empujase de una maldita vez. Mi libido me había cegado por completo, no creía aguantar otros diez segundos más sin sentirla dentro.— Seré cuidadosa, lo prometo.
Alineó su miembro entre mis pliegues, comenzando a empujar suavemente.
Mis paredes dolieron al estirarse para dejarla entrar, y sin tener que pedírselo, me besó, autorizando que mordiese su labio y enterrase mis uñas en sus hombros si era necesario. Y lo era. Debía apaciguar de alguna forma la incomodidad de mi entrepierna.
— Rosie... —Gemí, sintiendo una agradable mezcla de dolor ligero y placer cuando una de sus manos comenzó a jugar con mi clítoris. Empujó por última vez, quedando cada centímetro suyo en mi interior. La veía desesperada por comenzar a bombear, pero seguía besándome con lentitud, haciéndome saber que tenía todo el tiempo del mundo para esperarme.
Con cada segundo mis paredes decidían adaptarse a su tamaño, y los besos que comenzó a depositar por mi cuello, me relajaron de sobremanera. Una succión y una mordida fueron suficiente para hacerme contraer de deseo, bajando mis manos hacia su culo para apretarla aún más contra mí.
No quería decirle explícitamente que me follase ya mismo, pero tenía que encontrar la forma de hacérselo saber. Moví mis caderas contra las de ella, provocándole un rico gemido que la hizo empujar justo como lo estuve esperando.
Comenzó a penetrarme con cuidado de no hacerme daño, pero inevitablemente aumentó el ritmo, teniendo que besarme para callar los fuertes gemidos que estaba soltando. No sabía si el hecho de ser bailarina la ayudaban con sus movimientos durante el sexo, pero definitivamente se estaba moviendo a un ritmo que me hacía chillar.
Se metió en mi cuello, succionando puntos sensibles con un poco de fuerza. Dejaría marcas,lo sabía, y parecía que ambas queríamos eso.
Sus estocadas empezaron a volverse más fuerte, haciendo resonar nuestra piel al chocar, aparte de que estábamos sudadas y muy calientes.
— Maldita sea, Jennie... —Gimió, apoyando sus codos a cada lado de mi cabeza para sostenerse. Tomé sus mejillas, acercándola a mí para besarla con sed. Dió una embestida contundente que me dejó con la boca abierta, jadeando sobre su boca, incapaz de continuar con el beso.
Para tratar de complacerla, tomé la parte trasera de su cuello y la acerqué a mis labios, lamiendo cada centímetro de su piel. Roseanne era deliciosa en cada parte de su ser.
— ¡A-ah! —Gemí cuando aceleró sus embestidas, haciéndome sonrojar con el húmedo sonido de mis fluidos mezclados con los suyos. Estaba tan empapada que ella podía deslizarse con facilidad, logrando que mis paredes se volviesen más que hipersensitivas.
En un descuido de su parte, tomé la valentía que no tenía para voltearnos, quedando sobre ella. Me miró con los ojos brillantes, sus manos recorriendo cada curva de mi cuerpo. Terminó en mi cintura, meciéndome de adelante hacia atrás, mordiendo su labio inferior con fuerza. — Vas a matarme.
Me agaché para darle un último beso, comenzando a subir y bajar por el largo de su miembro.
¿Era normal que mirase con tanta intensidad? Nunca nadie me había mirado como ella lo hacía, y me revolvía el estómago de mil formas con sólo pensarlo. Me gustaba que lo hiciese, honestamente. Esta era una parte de ella que no había tenido la oportunidad de ver y me maravillaba.
¿Seguiríamos dándonos besos después de terminar? Ella me había dicho que me follaría, por supuesto, pero no dijo nada de besarme en momentos cotidianos como lo eran sus clases.
— ¡Sí!
Di cortos y secos saltos, esperando que, sea lo que sea que estuviese haciendo, lo estuviese haciendo bien. No me había sentido cómoda anteriormente en esta posición, pero con ella, estaba segura de que sería mi favorita.
— Más rápido... —Gimió, alzando sus caderas para darme penetraciones más fuertes. Mis pechos rebotaban con el impacto y mi respiración terminó siendo un desastre cuando noté el predecible orgasmo formándose en mi abdomen bajo. Iba a correrme sobre ella y eso se me hacía tan bochornoso como excitante.
Esperaba que Roseanne no se alejase de mí después de esto. Me dolería, lo admitía. Desde este momento siempre habría una parte de mí deseándola a cada instante.
— Ro-rosé, voy a correrme. —Solté, dejando que la confianza se escapase de mí por fin. La escuché gemir una vez más, gruñendo mientras sujetaba mi cintura.
Estar en esta situación, quitaba el pudor. Ya no tenía ninguna duda.
— Tócate. —Habló, lamiendo sus labios al subirme el brasier para ver mis senos desnudos. Jadeé, recordando de forma lamentable que en el edificio nunca estábamos solas. Ansiaba que nadie nos estuviese escuchando o sospechasen de algo, porque los ruidos y la música no solían escucharse fuera del salón, pero nuestros sonidos y pequeños gritos eran tan altos y cuestionables, que nada nos aseguraba de posibles entrometidos.— Quiero ver cómo te corres en mi polla, amor.
Sus palabras sin tapujos, curiosamente avivaron mi deseo. Una de mis manos apretó mi pecho, y la otra bajó para acariciar mi botón sensible frenéticamente, mi ceño frunciéndose ante la cantidad de emociones que estaba sintiendo. Roseanne enloqueció, apretando mi cintura con vigor para hacerme saber que también estaba a punto de acabar.
— Rosie... ¡Ah, Dios, sí! —Gemí a propósito, buscando que gimiese para mí como yo lo había hecho para ella. Me tomó con fuerza para voltearnos, comenzando sus embestidas bestiales. Ni siquiera podía respirar bien, menos si sus fuertes manos estrujaban mi cintura para sujetarse.
Era sumamente posesiva, pasional, actuaba con una brusquedad que lejos de molestarme, me hacía gritar de goce. Se aferraba a mí casi de forma egoísta, como si no quisiese soltarme por nada en el mundo. Sus deseos eran tan primitivos cuando estaba desesperada, que simplemente verla así me hizo colapsar ineludiblemente.
Mis ojos se cerraron con fuerza junto a mis paredes alrededor de su miembro, temblando en espasmos por lo fuerte que el orgasmo me azotó. Ella no había dejado de follarme, lo que sólo alargaba mis estadía en el cielo.
Mordió su labio cuando me sintió débil en sus brazos. Me miró en mi estado más vulnerable mientras seguía con lo suyo, sin detenerse un mísero segundo ni aminorar su fuerza.
No sabía que podía ser multiorgásmica, hasta que volví a caer rendida por segunda y tercera vez, aferrándome a sus brazos y sollozando del placer infernal que estaba viviendo.
— Me voy a correr. —Murmuró entrecortado, su pelo ligeramente despeinado le daban un encanto salvaje. No quería que parase lo que estaba haciendo, pero quería verla llegando al clímax. Una gota de sudor cayó por su cuello y otra por la marcada línea en el centro de su abdomen. Me reavivé, forzándola a que no se saliese de mí.
— Hazlo dentro. —Susurré, tomándola del cuello para acercarla a mis labios. Pareció enardecerse, gimiendo dulce y negando torpemente.
Le excitaba imaginarlo, pero ambas sabíamos que podría traer más consecuencias de las que ya teníamos por hacerlo en la sala de ensayo y sin preservativo.
La verdad era que ninguna se veía preocupada.
Besé sus labios, incitándola más. No quería que retuviera sus ganas de hacerlo, al menos no por ahora.
— N-no, Jen. —Susurró débilmente, tratando de salirse, pero no se lo permití. Agarré su cuello, sintiendo sus movimientos de caderas volviéndose inhábiles.— N-no me hagas esto, por favor... —Suplicó. En otra situación la hubiese dejado, pero ahora sabía que no era lo que ella quería realmente. Sumergí mi lengua en su boca, gimiendo cuando su cuerpo se tensó, enterrándose profundamente.
— Quiero sentir cómo te corres dentro, hazlo.
Eso fue su colmo; comenzó a gemir en mi boca mientras su miembro daba fuertes brincos, advirtiéndome de todos los hilos de fluido que dejó salir. Su cuerpo temblaba, y parecía no querer cegarse del todo, porque si lo hacía, perdería la fuerza de sus brazos y me aplastaría. Silencié sus sonidos, besándola para que se calmase.
Sus brazos se volvieron inestables y con cuidado cayó sobre mí. Me miró con los ojos brillantes, acariciando su nariz con la mía. Cuando sentí la vergüenza retomar mi cuerpo, ella se adelantó en hacer algo que me distrajo; se salió de mí, descendiendo por mi cuerpo con húmedos besos. Respiré con pesadez cuando sentí su aliento chocar con mi humedad. ¿Ella haría lo que yo creía que haría?
— Déjame limpiarte. —Lo dijo en alto, y sin esperar más, comenzó a lamer mi entrada de arriba hacia abajo, haciendo mi cuerpo temblar. Pequeñas corrientes eléctricas me cruzaban por las venas con cada lamida, agradeciendo por que ella supiese los puntos perfectos para hacerme disfrutar con cualquier cosa que hiciese.
Me dejaba hambrienta de más.
La miré, no creyendo que existiese una persona que se viese igual de atractiva y seductora haciendo aquello que ella. Chupó, haciendo que mi centro comenzase a mojarse para tener otra ronda. No podíamos por falta de tiempo, por eso debía detenerse.
Cerré las piernas, acariciando su cabello y alzando su barbilla para que ascendiese hasta mis labios. Volvió a repartir besos, besando por más tiempos mis pechos, los cuales no tuvo tiempo de apreciar. Sumergió su lengua en mi boca respirando de forma calmada, guardando su miembro al interior de sus bóxers.
— ¿Desde hace cuánto querías esto, Rosie? —No quería sonar arrogante, menos cuando me caracterizaba por ser detestablemente insegura. Era sólo que su salvajismo, su manera de verme y tocarme, me hacían preguntar si ella de verdad quería esto desde hace un tiempo, o sólo ocurrió por la estúpida coreografía.
Me ignoró, buscando mi ropa y poniéndomela con delicadeza, como si yo no pudiese ponerme la ropa sola. Reí secamente, sentándome para mirarla. Me robó un beso, levantándose para buscar su brasier deportivo y su crop top.— ¿Pasó algo? —Y encima se hacía la desentendida, Dios.
— ¿Así que vas a ignorar mi pregunta?
Se puso la ropa rápidamente, sentándose contra la pared. Me apuré en arreglar mi ropa, gateando hasta ella para encararla. Sin dejarme discutirle otra vez por su inexistente respuesta, me sentó a ahorcajadas sobre ella, tomando mis mejillas para besarme de una manera igual de ardiente que las anteriores. No resistí y le correspondí, dejando que me halase el labio antes de hablar: — Sólo cállate, Nini. No hace falta que te responda cuando puedo demostrártelo con el tiempo y con un poco de sexo.
weón, estamos en semana santa... Pero si Rosé se pone a subir el wap en estas fechas, yo puedo subir el os.
perdón si hay algún error, después lo corregiré.
gracias por leer •3•
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