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A la mañana siguiente me quedé dormido.
Me desperté sobresaltado y maldije entre dientes cuando vi la hora que era.
Las seis y cuarto.
Si quería tener el desayuno listo a las siete no me daba tiempo a ducharme.
Corrí al cuarto de baño del dormitorio y me lavé los dientes.
Sin apenas tiempo de mirarme al espejo, me cepillé un poco el pelo y lo acomodé levemente.
Saqué unos vaqueros y una camiseta de manga larga del armario, me sorprendí de que me estuvieran bien, hasta que recordé que en los documentos que rellené había especificado mi talla.
Cuando salía por la puerta, mis ojos se posaron en la cama deshecha.
Se me pasó brevemente por la cabeza dejarla como estaba, pero entonces pensé que era muy probable que Yoongi fuera un maniático del orden.
Y no quería hacerlo enfadar en mi primer fin de semana.
«¿Tu primer fin de semana? -preguntó la parte más sensata de mi cerebro- ¿Acaso crees que habrá más?»
Decidí ignorarla por completo.
Aquella cama individual no era lo bastante grande para dos personas y, mientras la hacía, resoplé decepcionado.
Por lo visto, Yoongi no tenía planeado venir a mi dormitorio.
Y por lo que me había dicho, las noches que pudiera pasar en el suyo serían contadas.
De camino a la cocina pasé junto al gimnasio y oí a Yoongi en la cinta de correr.
Miré mi reloj, preocupado, las siete menos veinticinco.
Ya no tenía tiempo de hacer mi famoso desayuno a base de tostadas francesas, plátano y salsa Foster.
Quizá otro día.
Yoongi entró en el comedor segundos después de que le sirviera un plato de huevos revueltos, tostadas y fruta troceada.
Tenía el cabello recién lavado, olía a aire fresco y menta.
Delicioso.
Se me aceleró el corazón sólo de pensar en saborearlo.
Mientras él comía, yo me quedé de pie a su lado.
No me miró ni una sola vez, pero dejó escapar un pequeño suspiro de satisfacción cuando dio el primer mordisco.
Cuando acabó de comer, me miró.
- Prepárate un plato y desayuna en la cocina. Luego ven a mi habitación dentro de una hora. Página cinco, párrafo dos.
Y tras decir eso, se marchó del comedor.
¿Por qué se molestaba en ordenarme que desayunara justo antes de decirme que fuera a su dormitorio?
Como si fuera a ser capaz de comer nada pensando en sus palabras.
Pero me preparé un huevo revuelto, corté un poco más de fruta y me lo comí en la mesa de la cocina, tal como él me había dicho.
La luz del sol entraba por la ventana y fuera pude verlo paseando con Apolo.
El perro corría por el extenso jardín y asustaba a los pájaros que se posaban en el césped.
Yoongi estaba hablando por teléfono, pero cuando Apolo se acercó a él, estiró el brazo y le acarició el pelo.
Suspiré y recorrí la cocina con la vista.
Me pregunté si la rubia habría comido alguna vez en aquella mesa y si sería una buena cocinera.
Fuera como fuese, ella ya no estaba.
Ahora era yo el que estaba allí, por lo menos durante el fin de semana.
Lavé los platos del desayuno y subí la escalera.
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El segundo párrafo de la página cinco era lo que yo llamaba la postura del ginecólogo.
Allí, tendido en medio de la cama de Yoongi, sin una sola prenda de ropa encima, me sentía como si estuviera en la camilla del médico.
En realidad, eché de menos la finísima bata de papel que te dan en la consulta.
Cerré los ojos y me concentré en mi respiración, mientras me decía que estaba listo para cualquier cosa que Yoongi hubiera preparado.
Quizá por fin me tocaría.
- No abras los ojos.
Me sobresalté.
Ni siquiera lo había oído entrar en la habitación.
- Me gusta verte así, abierto de piernas -dijo- Quiero que finjas que tus manos son las mías. Tócate.
Estaba intentando volverme loco.
Había tratado de imaginar cómo iría el fin de semana y hasta el momento no tenía nada que ver con lo que yo había supuesto.
Yoongi no me había tocado ni una sola vez.
Eso no era justo.
- Ahora, Jimin.
Me llevé las manos a los pechos e imaginé que eran sus dedos los que me acariciaban.
Me resultó muy fácil.
Lo había hecho cientos de veces.
El cálido aliento de Yoongi me rozaba la oreja mientras me tocaba.
Sus caricias empezaban siendo suaves y dulces, pero enseguida se volvían ásperas y a los dos se nos entrecortaba la respiración.
Él estaba necesitado y yo era lo que necesitaba.
Él estaba hambriento y yo era lo único que podía saciar su apetito.
Luego hizo rodar uno de mis pezones entre los dedos con dolorosa lentitud, para después hacer lo mismo con el otro.
Me mordí el interior de la mejilla, perdido en las sensaciones que me estaba provocando.
Me los pellizcó y tiró con fuerza, cuando se me escapó un jadeo tiró aún más fuerte.
Llegados a ese punto, el necesitado era yo.
Lo necesitaba.
Le deseaba.
Me moría por él.
Deslicé una mano por mi estómago, ansioso y desesperado por ser colmado.
Quería que él llenara el vacío que sentía.
Me separó las rodillas y yo me quedé abierto de piernas, ofreciéndome.
Por fin iba a poseerme.
Me poseería y acabaría con aquello de una vez por todas.
Me colmaría como no lo había hecho nunca nadie.
- Me decepcionas, Jimin.
El Yoongi de mis sueños desapareció y mis párpados temblaron.
- No abras los ojos.
Estaba a pocos centímetros de mi cara y yo podía oler su virilidad.
El corazón me latía frenéticamente mientras esperaba que siguiera hablando.
- Ayer por la noche me tuviste dentro de la boca, ¿y ahora utilizas un solo dedo para representar mi polla?
Deslicé otro dedo en mi interior.
Sí.
Mejor.
- Otro.
Añadí un tercero y empecé a moverlos dentro y fuera.
- Más fuerte -me susurró- Yo te follaría con más fuerza.
No iba a aguantar mucho y menos si seguía hablándome de esa forma.
Metí los dedos más adentro, imaginándome que era él quien me penetraba.
Se me tensaron las piernas y se me escapó un quedo gemido.
- Ahora -ordenó Yoongi, y yo exploté.
Durante varios minutos, se hizo un silencio absoluto que se prolongó hasta que mi respiración recuperó la normalidad.
Cuando abrí los ojos, lo vi de pie junto a la cama, con la frente perlada de sudor.
Su erección le presionaba la bragueta.
- Ese ha sido un orgasmo muy fácil, Jimin -dijo, mirándome con sus sensuales ojos verdes- No esperes que ocurra muy a menudo.
La parte positiva, pensé, era que sonaba como si fuera a haber más.
- Esta tarde tengo un compromiso y no comeré aquí. En la nevera hay unos filetes que deberás servirme a las seis para cenar en la mesa del comedor.
Me recorrió el cuerpo con los ojos y yo me obligué a quedarme quieto.
- Será mejor que te duches, esta mañana no te ha dado tiempo a hacerlo.
Maldita fuera, a aquel hombre no se le escapaba nada.
- Y -prosiguió- hay unos DVD de yoga en el gimnasio. Utilízalos. Puedes retirarte.
No lo volví a ver hasta la hora de cenar.
Si lo de los filetes había sido alguna clase de prueba y estaba esperando que fracasara, se iba a llevar una gran decepción.
Yo era famoso por haber conseguido poner de rodillas a más de un hombre con mis filetes.
De acuerdo, era mentira.
Y sabía que no tenía ninguna posibilidad de poner de rodillas a Min Yoongi, pero en cambio era muy capaz de cocinar un buen filete de carne.
Aunque, evidentemente, él no se dignó elogiar mis habilidades culinarias.
Lo que sí hizo fue ordenarme que comiera con él, así que me senté en silencio a su lado.
Corté un trozo de carne y me lo metí en la boca.
Quería preguntarle dónde había estado toda la tarde y si durante la semana vivía en la ciudad.
Pero estábamos en la mesa del comedor y no podía hacerlo.
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Cuando acabamos, me dijo que lo siguiera.
Caminamos por la casa y pasamos por delante de su dormitorio hasta llegar a la habitación que estaba delante de la mía.
Abrió la puerta, se hizo a un lado y me dejó entrar a mí primero.
El cuarto estaba prácticamente a oscuras.
La escasa luz que brillaba procedía de una única lámpara muy pequeña.
Del techo pendían dos gruesas cadenas con grilletes.
Me di media vuelta y me lo quedé mirando con la boca abierta.
A Yoongi se lo veía impasible.
- ¿Confías en mí, Jimin?
- Y-yo... Yo... -tartamudeé.
Él pasó por mi lado y abrió uno de los grilletes.
- ¿Qué pensabas que conllevaría nuestro acuerdo? Creía que eras consciente de la clase de situación en la que te estabas metiendo.
Sí, claro que lo sabía.
Pero pensaba que las cadenas y los grilletes llegarían más tarde.
Mucho más tarde.
- Si queremos progresar, tendrás que confiar en mí.
Abrió el otro grillete.
- Ven aquí.
Yo vacilé.
- O bien -dijo- puedes marcharte y no volver nunca más.
Me acerqué a él.
- Muy bien -aprobó- Desnúdate.
La situación era mucho peor que la noche anterior.
Por lo menos, entonces tenía cierta idea de lo que quería.
Incluso cuando esa misma mañana había estado en su cama no había sido tan horrible.
Pero eso otro era una locura.
La parte insensata de mi cerebro estaba disfrutando como nunca.
Cuando estuve completamente desnudo, me tomó los brazos, me los levantó por encima de la cabeza y me encadenó.
Se alejó un poco y se quitó la camisa.
Luego rebuscó en el cajón de una mesa cercana, sacó un pañuelo negro y se acercó de nuevo.
- Cuando te vende los ojos, se te agudizarán los demás sentidos.
Entonces me ató el pañuelo alrededor de los ojos y la habitación se quedó a oscuras del todo.
Oí algunos pasos y luego nada.
Ninguna luz.
Ningún sonido.
Nada.
Sólo los latidos acelerados de mi corazón y mi respiración temblorosa.
De repente, noté algo muy leve apartándome el corto cabello del cuello y me sobresalté.
- ¿Qué sientes, Jimin? -musitó Yoongi- Sé sincero.
- Miedo -respondí yo, también con un susurro- Tengo miedo.
- Es comprensible, pero absolutamente innecesario. Yo nunca te haría daño.
Algo muy delicado dibujó un círculo en mi pecho.
La excitación empezó a palpitar entre mis piernas.
- ¿Qué sientes ahora? -preguntó él.
- Expectación.
Se rio y el sonido de su risa reverberó por mi espina dorsal.
Noté cómo dibujaba otro círculo; me provocaba sin apenas tocarme.
- Y si te dijera que lo que tengo en la mano es una fusta, ¿qué sentirías?
¿Una fusta?
Me quedé sin aliento.
- Miedo.
La fusta silbó al cortar el aire y aterrizó con fuerza sobre mi pecho.
Jadeé al percibir la sensación.
Me dolió un poco, pero no demasiado.
- ¿Lo ves? -me dijo- No hay nada que temer. No te voy a hacer daño.
La fusta impactó entonces en mis rodillas.
- Abre las piernas.
Al hacerlo, me sentí aún más expuesto.
Se me aceleró el corazón, pero toda yo me encendí de excitación.
Yoongi dejó resbalar la fusta por el interior de mis muslos; empezó en las rodillas y la deslizó hasta llegar al vértice de mis piernas, justo donde me sentía más necesitado.
- Podría azotarte aquí -dijo- ¿Te gustaría?
- Yo... No lo sé -confesé.
La fusta impactó tres veces en rápida sucesión justo cerca de mi clítoris.
Me escoció, pero el escozor fue reemplazado casi inmediatamente por la necesidad de más.
- ¿Y ahora? -preguntó, mientras la fusta se movía entre mis piernas con la suavidad de una mariposa.
- Más -supliqué- Necesito más.
La fusta dibujó una serie de delicados círculos antes de impactar de nuevo contra mi hambriento sexo.
Me azotó una y otra vez y cada nuevo impacto me provocaba una punzada de dolor junto con una dulce sensación de placer.
Entonces me azotó de nuevo y yo grité.
- Estás tan hermoso aquí encadenado, tirando de los grilletes, en mi casa, gritando al recibir mis azotes...
La fusta me volvió a rozar el pecho.
- Tu cuerpo está suplicando liberación, ¿verdad?
- Sí -admití, sorprendido de lo mucho que necesitaba esa liberación.
Tiré de las cadenas.
Quería tocarme y darme el placer que él me negaba.
- Y la tendrás.
La fusta volvió a impactar sobre mi sexo una vez más.
- Pero esta noche no.
Yo gimoteé cuando oí que se alejaba de mí.
Entonces percibí cómo se abría un cajón en algún lugar de la habitación.
Volví a tirar de las cadenas.
¿A qué se refería con eso de «esta noche no»?
- Ahora voy a soltarte -me informó.
- Te irás directamente a la cama. Dormirás desnudo y no te tocarás. Si me desobedeces, habrá severas consecuencias.
Abrió un grillete tras otro y me frotó suavemente ambas muñecas con una loción de olor dulzón.
Luego me quitó el pañuelo de los ojos.
- ¿Me has entendido?
Miré fijamente sus ojos verdes y supe que hablaba muy en serio.
- Sí, Señor.
Me esperaba una noche muy larga.
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Atte. ⚜☦ Ðҽʋιℓ Ɱιɳ ☽⋆
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