⛓ 36 ⛓
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Durante las semanas siguientes, salimos juntos varias veces.
La lectura de poesía en la biblioteca, las clases de sushi y una cita doble con Tae Hyung y JungKook que no fue ni de lejos lo incómoda que yo pensaba que sería.
Yoongi y yo estábamos volviendo a unir nuestras vidas lentamente, pero
esta vez nuestra relación estaba basada en la sinceridad.
Comunicación abierta por ambas partes.
Aunque él seguía sin animarse a hacer nada físico aparte de besarnos.
Y no es que besar a Yoongi fuera algo que nadie pudiera tomarse a la ligera.
Ese hombre podía acelerarme el corazón con sólo mirarme.
Y cuando sus labios tocaban los míos...
Y entonces pasó por la biblioteca un jueves por la tarde, tres semanas después de nuestra cita en el teatro, para pedirme que cenara con él.
En su casa.
— Así podrás ver a Apolo —se apresuró a añadir— Te añora y cada vez que te huele en mí...
Yo levanté la mano.
— Está bien. Me encantará ir a cenar a tu casa y ver a Apolo. Le he echado
mucho de menos.
Yoongi sonrió y me dio las gracias.
La cena no fue tan inquietante como yo esperaba.
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Cuando llegué, Apolo estaba fuera, esperándome, como si supiera que iba a ir a verlo.
Casi me tiró al suelo cuando salí del coche.
— Apolo, por favor —lo reprendió Yoongi, saliendo de la casa y limpiándose las manos en un trapo— Tienes que perdonarlo, Minnie. Lleva
nervioso todo el día.
— Pues ya somos dos —apunté, subiendo la escalera hasta la puerta— ¿Qué estás cocinando?
Él se inclinó, me besó y respondió con ojos brillantes:
— Pollo con miel y almendras.
— Mmmm. Mi favorito.
— Pasa. Ya casi está.
El pollo estaba tan tierno y sabroso como lo recordaba.
La conversación fluyó con naturalidad y Apolo se quedó a mi lado todo el rato, casi siempre
tumbado a mis pies.
Cuando los dos acabamos de comer, Yoongi se levantó para llevar nuestros
platos al fregadero.
— Deja que te ayude —me ofrecí, levantándome.
— Ya puedo yo.
— Pero no me importa.
Él lavó y yo sequé.
Me recordó a la semana que pasamos aislados por la nieve:
Cocinando juntos, riendo.
Guardé el último plato y miré la encimera.
Me volví hacia él.
— Yoongi...
— Minnie... —dijo al mismo tiempo.
Nos reímos.
— Tú primero.
Se acercó a mí y me tomó de la mano.
— Sólo quería darte las gracias por haber venido esta noche. Apolo llevaba meses sin estar tan relajado.
Me separé de la encimera.
— Bueno, me alegro por él, pero ése no ha sido el único motivo por el que he venido.
— Ya lo sé.
Me rozó los nudillos con el pulgar.
Yo me acerqué.
— Créeme. Soy una criatura bastante egoísta.
Me acarició la mejilla y dejó resbalar un dedo índice por mi mandíbula.
— No es verdad. Eres bueno, cariñoso, comprensivo, y...
— Yoongi.
Me puso un dedo en los labios.
— Calla. Déjame acabar.
Yo inspiré hondo y esperé.
— Tú me has hecho feliz. Me has hecho sentir completo.
Bajó la voz.
— Te quiero, Minnie.
No podía respirar.
— Yoongi —dije, cuando recuperé la voz— Yo también te quiero.
Rugió y me rodeó con los brazos.
Sus labios se estamparon contra los míos y me besó con todo el deseo contenido de las últimas semanas.
Yo le puse una mano en la espalda y hundí la otra en su pelo.
Luego ladeé la cabeza para que nuestras bocas encajaran mejor.
Sus labios trazaron un camino de pequeños mordiscos desde mi mejilla a mi oreja.
—Dime que pare, Minnie —susurró, con su cálido aliento contra mi piel—
Dime que pare y lo haré.
—No.
Cerré los ojos.
— No pares.
Él dejó resbalar las manos por mis brazos poniéndome la piel de gallina a su paso.
— No quiero que pienses que te he traído aquí para esto.
Me mordió el lóbulo de la oreja.
— No quiero que pienses que te estoy presionando.
Yo confiaba en él.
Si le pedía que parara, lo haría.
Se separaría de mí y seguiríamos hablando.
Pasaríamos una noche preciosa y me besaría apasionadamente cuando me fuera a mi casa.
La vida seguiría tal como había sido aquellas últimas semanas.
O...
Me liberé de su abrazo y le sonreí con dulzura.
Parecía un poco sorprendido.
Era evidente que no esperaba que me retirara.
Le tendí la mano.
— Sígueme.
Yoongi me tomó la mano y me siguió escaleras arriba hasta su dormitorio.
Tuve que parpadear para contener las lágrimas que asomaron a mis ojos cuando vi su cama.
Me trajo tantos recuerdos...
Pero aún nos quedaban muchos más por construir.
Me acarició la cara.
— Minnie —dijo— Mi precioso y perfecto Mochi.
Se inclinó hacia mí y me dio un beso:
Un largo y apasionado beso con la boca abierta.
Cuando el beso dio paso a la urgencia, se separó de mí.
— Deja que te haga el amor.
Me recogió en brazos, me dejó sobre la cama y me empujó hasta que estuve tumbado.
— Empezaré por tu boca.
Me la mordió con aire juguetón.
De vez en cuando, me daba un breve beso en los labios.
Se tomó su tiempo y fue alimentando mi fuego interior muy lentamente, sólo con la boca.
Él sabía lo que yo quería, sabía lo que él quería, y nos estaba haciendo esperar a los dos.
Pero al final me tomó la cara con ambas manos y me besó.
Me besó de verdad.
Su lengua se deslizó por la mía y sus labios empezaron a moverse con ansia.
Se separó de mí unos minutos después.
— Podría besar tus labios durante horas y no cansarme nunca de su sabor.
Me recorrió de arriba abajo con la vista.
— Pero el resto de tu cuerpo es tan
delicioso...
Sus delicadas manos me desabrocharon la camisa y me la bajaron por los hombros.
Yo arqueé la espalda:
Pocos segundos después, la prenda había desaparecido.
Su boca se posó sobre mi cuello.
— Puedo sentir los acelerados latidos de tu corazón.
Me tomó la mano y se la llevó al pecho.
— Siente el mío.
Yo noté su corazón a través de la camisa.
Estaba muy agitado.
No pude evitarlo.
Le agarré la camisa y se la quité por la cabeza.
Quería sentirlo.
Encima de mí.
Debajo de mí.
Dentro de mí.
En cualquier parte.
Por todas partes.
Mis manos se deslizaron por su pecho y me reencontré con su cuerpo.
La firmeza de su pecho.
La fuerza de sus brazos.
La ardiente necesidad de su expresión.
Y, por primera vez, vi el amor brillando en sus ojos.
Sus labios siguieron descendiendo por mi cuerpo.
— Aquí hay una parte del cuerpo que suele estar muy desatendida —dijo,
llevándose mi brazo a la boca— La cara interior del codo.
Entonces empezó a darme besos en esa pequeña porción de piel tan sensible.
— Sería un pecado imperdonable pasar por alto esta deliciosa exquisitez.
Me lamió y se me puso la piel de gallina.
Aún no había tenido tiempo de
recuperarme, cuando me mordió con suavidad.
— Oh, Dios —gemí.
Yoongi esbozó una sonrisa malvada.
— Y sólo acabo de empezar.
Siguió repartiendo besos por mis brazos, mi clavícula y entre mi pecho.
— Tienes unos botones perfectos. Son del tamaño ideal. Y cuando hago esto... —hizo rodar uno de mis pezones entre los dedos— Todo tú tiemblas de expectación.
Me conocía muy bien.
— ¿Ya sabes lo dulces que son tus pechos?
— No —susurré.
— Pues es una lástima.
Agachó la cabeza y me succionó.
Hizo rodar la punta de la lengua por
encima de mi pezón.
Yo volví a arquear la espalda cuando sentí que me succionaba con más fuerza.
— Más. Por favor —supliqué, cuando me mordió y la aspereza de sus dientes me provocó oleadas de placer que recorrieron todo mi cuerpo.
Se desplazó hasta el otro pecho y sopló.
— Tienes una piel muy receptiva —murmuró, antes de besar la base de mi pecho.
Dibujó un camino hacia arriba con la lengua y se detuvo cuando llegó al
pezón.
Me tomó el pecho con la mano.
— ¿Y éste? Éste es tan dulce como el otro.
Y entonces tiró de mi pezón con los dientes.
Yo le agarré de la cabeza y lo pegué a mí.
Perdí la conciencia del tiempo que pasó jugando con mis pechos:
Mordiéndolos, provocándome, chupándolos.
Llegó un momento en que tiré de él
y Yoongi gimió cuando le metí la lengua en la boca.
Arqueé las caderas en busca de fricción, de algo.
— Espera —musitó contra mis labios— aún no he llegado a las mejores
partes.
Me acarició el vientre con las manos y encendió el fuego que ardía bajo mi
piel.
Yo deslicé los dedos por su pelo y moví las piernas para rozar su erección.
Me bajó la cintura de las bragas y su lengua dibujó un círculo alrededor de
mi ombligo y se metió en él.
— Otra parte del cuerpo que suele ignorarse —dijo— ¿Sabes cuántas
terminaciones nerviosas hay aquí?
No, pero lo que sí sabía era que él conseguiría que todas cobrasen vida.
Luego empezó a desabrocharme los pantalones con intencionada lentitud, tiró de ellos y me los bajó por las piernas.
Yo les di una patada para hacerlos caer de la cama y me senté.
— Me toca.
Le empujé para que se tumbara boca arriba y le quité los pantalones y los bóxers.
Luego me tomé mi tiempo para redescubrir su cuerpo:
Los bien torneados músculos de su pecho, las hendiduras de su estómago, el camino de músculos formados que
conducían hasta...
— Minnie —suspiró, cuando deslicé las manos y empecé a juguetear con su miembro.
— Date la vuelta —le ordené.
Me encantaba su espalda, aquellos anchos hombros con la sensible piel entre ellos.
Dibujé un camino de besos desde su nuca hasta la parte inferior de su
espalda, deleitándome en los escalofríos que lo sacudían.
Luego deshice el camino con la lengua, mientras acariciaba su perfecto cuerpo con las manos.
«Es mío»
Yoongi se dio la vuelta y me arrastró con él hasta que volvió a quedar
encima de mí.
— Me he olvidado de dónde estaba. Ahora tendré que empezar desde el
principio.
Comenzó de nuevo con mi boca y me besó hasta que y a no fui capaz de
pensar con claridad.
Luego deslizó las manos por mis brazos y se retiró.
— Ya hemos hablado de tu boca.
Me besó con suavidad.
— Y de tu cuello —otro beso— De los olvidados codos y el ombligo.
Me besó el codo y me acarició el ombligo con la otra mano.
— Y tengo muy claro que a ellos los
recuerdo muy bien.
Agachó la cabeza hasta mis pechos para darles un beso.
O dos.
O seis.
— Ah, sí, ya me acuerdo.
Bajó por mi cuerpo.
— Estábamos —rodeó mis caderas— justo —rozó ese punto donde estaba hinchada y dolorida— aquí.
Me tomó la rodilla.
Espera, ¿la rodilla?
— La rodilla es una zona erógena para mucha gente —afirmó.
Yo tenía la sensación de que en cuanto a Yoongi se refería, todas mis zonas eran erógenas.
Me empezó a besar la rodilla con suavidad y yo sentía las cosquillas que me provocaba con los labios mientras me la acariciaba por dentro.
Luego me levantó la pierna y besó la delicada piel de detrás de la rodilla.
Nunca pensé que me excitaría tanto que alguien me besara ahí y mentiría si negara que se me escapó un gruñido cuando la dejó para brindarle a la otra rodilla la misma atención,
lamiéndola y besándola un poco más.
— Y-yoongi —gemí, levantando las caderas de la cama— Más arriba.
Él me ignoró y siguió bajando para detenerse en mis tobillos y llenármelos de suaves y sencillos besos.
Luego me levantó un pie detrás del otro para besarme las plantas.
— A ver —dijo, mirándome con una segura sonrisa en los labios— Tengo la sensación de que me he olvidado algo. ¿Qué será?
— Eres un hombre muy inteligente. Estoy seguro de que enseguida te
acordarás.
Flexioné las rodillas y las separé.
El rugido bajo que escapó de entre sus labios fue un sonido primitivo que me
hizo estremecer.
Avanzó a gatas por la cama, me quitó las bragas y se pasó mis piernas por encima de los hombros.
Su lengua rozó mi hendidura y yo volví a levantar las caderas.
— Éste es un punto importante. Porque esto —me lamió de nuevo— es puro —lametón— Minnie —lametón— sin adulterar.
— Dios.
— Y después de pasar horas besando tu boca —me abrió los pliegues con los dedos— podría pasarme horas besando, lamiendo y bebiendo de tu dulce —lametón— y húmedo —lametón— sexo.
Posó la boca sobre mí y me penetró con la lengua.
Había pasado mucho tiempo y Yoongi había pasado demasiado
provocándome.
El orgasmo me desgarró tras la primera embestida de su lengua.
Depositó pequeños besos sobre mi clítoris y me acarició con los dedos.
Después, muy lentamente, me bajó las piernas de sus hombros y las volvió a
dejar sobre la cama.
Se acercó a mí a cuatro patas:
Parecía un león.
— Veamos —dijo con voz ronca— Sigamos adelante.
Yo suspiré aliviado cuando se puso encima de mí.
Era glorioso volver a sentir el peso de su cuerpo.
Colocó su polla en mi abertura, luego me recogió las manos y entrelazó sus dedos con los míos.
— Minnie —pronunció mi nombre y yo abrí los ojos para ver el amor y el
deseo que brillaban en los suyos— Soy yo, Yoongi —se internó un poco en mí — y tú, Minnie —un poco más— Nada más.
— Yoongi~
Su nombre no fue más que un jadeo en mis labios.
Él se agachó para besarme mientras se deslizaba, muy despacio, nuestras
manos entrelazadas por encima de mi cabeza.
El beso ganó profundidad y Yoongi se internó un poco más en mí.
Yo gemí cuando dio un último empujón y se hundió completamente en mi interior.
Cuando se retiró me miró a los ojos y adoptó un ritmo muy lento.
Oh, sí.
Mi cuerpo lo recordaba muy bien.
La sensación de dilatación.
De sentirlo encima de mí.
De la forma en que nos movíamos juntos como si fuéramos uno.
Sus dedos estrecharon los míos mientras me penetraba de nuevo.
Sus movimientos eran lentos y cuidadosos y prolongaba al máximo cada embestida.
Medía con detalle cada uno de sus movimientos:
Se retiraba y esperaba que llegara el momento en que sabía que yo ya no podría soportar el vacío, para
deslizarse de nuevo en mi interior y llenarme por completo.
Arqueé la espalda, quería absorberlo del todo.
Tenía los músculos tensos y contraídos y el sudor que le teñía la frente delataba lo mucho que se estaba esforzando por controlar la situación.
— Yoong-gi. Por favor.
Aceleró el ritmo y empezó a balancearse más deprisa, pero seguía sin ir lo bastante rápido.
Yo liberé mis dedos de entre los suyos y tiré de su cabeza mientras le rodeaba las caderas con las piernas.
Empecé a levantar el cuerpo con
cada nueva embestida y los dos dejamos escapar un gemido cuando consiguió adentrarse más.
Sin embargo, seguía yendo demasiado lento.
Le arañé la espalda.
— Maldita sea, Yoongi.
Le mordí la oreja.
— Fóllame.
Él rugió, se echó hacia atrás y me penetró con fuerza.
Empezó a arremeter una y otra vez con largas, duras y profundas embestidas.
Comencé a notar cómo mi clímax volvía a crecer en mi interior.
A él se le hinchaba el pecho cuando se balanceaba hacia delante.
Yo eché la cabeza hacia atrás y le clavé las uñas en la espalda.
— ¡Oh, joder, Minnie!
Continuó sin abandonar ese ritmo y deslizó la mano por entre nuestros cuerpos para palmear mi clítoris con los dedos al mismo tiempo que lo hacía con las caderas.
— Me... M-me... Me —tartamudeé.
Yoongi me penetró una última vez y el clímax se apoderó de mí.
Se me escapó un grito al sentir cómo su pene me embestía incesantemente.
Entonces alcancé otro orgasmo que me sacudió de pies a cabeza mientras él seguía penetrándome.
Al poco, su polla empezó a estremecerse dentro de mi cuerpo.
Me embistió unas cuantas veces más y luego se quedó completamente quieto.
Echó la cabeza hacia atrás y gimió.
Su liberación me provocó un nuevo orgasmo.
Se dejó caer encima de mí con la respiración acelerada.
Podía notar los latidos de su corazón mentiras se esforzaba por recuperar el aliento.
Entonces Yoongi levantó la cabeza y me besó.
Después, cuando pudimos volver a movernos, se levantó de la cama y se fue al guardarropa.
Yo me puse de lado para poder ver mejor su figura desnuda mientras abría cajones y encendía unas velas.
La noche había caído por completo, pero la habitación se fue iluminando lentamente a medida que iba encendiendo una vela tras otra.
La luz de éstas jugaba sobre su piel, proyectando sombras que parpadeaban contra su cuerpo.
Cuando regresó a la cama, volví a tumbarme boca arriba.
Yoongi se reclinó un poco y me rodeó con los brazos para que yo pudiera
apoyar la cabeza sobre su pecho.
— Te prometo que no había planeado nada de esto —dijo, dándome suaves
besos en la cabeza— De verdad que no.
Yo me acurruqué contra él y suspiré.
— Pues me alegro de que haya pasado. Me alegro mucho.
Me estrechó con más fuerza.
— Minnie, ya sé que no has traído ropa, pero ¿te quedarías a pasar la noche conmigo?
Se apartó un poco y me miró a los ojos.
— ¿Aquí, en mi cama?
En su cama.
Me resbaló una lágrima por la mejilla.
— Yoongi...
Él me la secó con un dedo.
— Por favor. Quédate a dormir aquí. Conmigo.
Yo me senté y lo besé.
— Sí —asentí entre besos— Sí, me quedaré.
Lo empujé para que se
tumbara en la cama.
— Pero aún tenemos muchas horas hasta que no nos quede más remedio que empezar a pensar en hacer algo tan ordinario como dormir. Así
que de momento... —le reseguí el contorno de los labios con los dedos—déjame empezar con tu boca.
Él soltó un grave gemido.
Cuando comenzamos a movernos juntos otra vez, supe dos cosas:
Yoongi me quería.
Y algún día, muy pronto, yo volvería a llevar su collar.
[ ⛓ ]
Me desperté con los besos que alguien me estaba dando en la clavícula.
Unos labios muy suaves se desplazaban por mi cuello, seguían por mis mejillas y subían hasta mi oreja.
Ya habían pasado dos semanas desde que pasé la primera noche en la cama de Yoongi y siempre que dormía con él me despertaba de formas maravillosas.
— Buenos días —me susurró, haciéndome cosquillas con su cálido aliento.
— Mhm —respondí y me acerqué más mientras me abrazaba.
Despertarme sintiendo sus besos era mi nueva forma favorita de empezar el día.
— He traído el desayuno —anunció.
Vale, retiro lo que he dicho:
Despertarme sintiendo los besos de Yoongi y que me trajera el desayuno a la cama era mi nueva forma favorita de empezar el día.
— ¿Qué has traído? —le pregunté, sentándome.
— A mí.
Me dio un beso en la mejilla.
— A mí.
Me besó la otra.
— Y un acompañamiento a base de mí.
Me dio un dulce beso en los labios.
Por muchos años que viviera, nunca me cansaría de los besos de Yoongi.
Pero ese día era muy importante para nosotros y para nuestra relación y me
sentía un poco juguetón.
Me aparté de él.
— Pues si eso es todo lo que has traído...
Sus fuertes brazos me capturaron y yo me reí cuando me dio media vuelta.
— Aunque si insistes en disfrutar de una comida equilibrada —dijo— también te he traído una tortilla.
Yo le pasé las manos por el pecho.
— No, gracias. He cambiado de opinión y prefiero comerme el de Yoongi.
Se sentó.
— Será mejor que te deje desayunar antes de que se enfríe.
Me trajo una bandeja y la dejó delante de mí.
— ¿De verdad? ¿No vas a comer conmigo?
Él se inclinó y me besó otra vez.
— Yo ya he desayunado y debería prepararme para irme a trabajar. Y tú
también tienes que arreglarte.
Yo fingí un puchero mientras él se iba al baño y lo observé mientras se quitaba los pantalones de la pijama por el camino.
A veces me olvidaba de lo sensible que era Yoongi y de la forma que tenía de tomárselo todo de un modo tan personal.
Nuestra relación había avanzado
mucho durante las últimas semanas, pero de vez en cuando me acordaba de lo frágil que era.
Empecé a comerme la tortilla.
Tenía que animarse un poco.
Aprender a relajarse.
Tal como esperaba, la tortilla era el paraíso servido en un plato:
Huevos esponjosos mezclados con el agrio contraste del queso cheddar; un exquisito bocado tras otro.
Enseguida oí el sonido del agua procedente del baño.
Yoongi desnudo en una ducha de agua caliente.
Eso sí que era el paraíso.
Y no necesitaba ningún plato.
Me comí el resto de la tortilla, me bebí el zumo de naranja recién exprimido
y volví a dejar la bandeja en el vestidor antes de entrar en el cuarto de baño.
Esta estancia era del tamaño de mi apartamento; si quisiera, Yoongi podría celebrar una fiesta en su ducha.
Y a pesar de esas fantásticas dimensiones, jamás nos habíamos duchado juntos.
Estaba de pie bajo el agua y el vaho empañaba el contorno de su figura.
Yo ya sabía, por experiencia, que la ducha tenía dos regaderas superiores y seis salidas laterales.
Cuando me duchaba allí, me daban ganas de quedarme bajo el agua para siempre.
Si a eso le añadía a Yoongi, dudaba mucho que ninguno de los dos consiguiera llegar a tiempo al trabajo.
Me quité el camisón y lo dejé caer al suelo.
Él estaba de espaldas a mí y no podía oír nada con el ruido del agua.
Me lavé los dientes deprisa y luego abrí la puerta de la ducha y entré
respirando aquel vapor neblinoso.
Yoongi se dio la vuelta y yo me acerqué a él sin decir una sola palabra y le rodeé el cuello con los brazos.
Nuestros labios se unieron en un suave beso.
— Buenos días —lo saludé, con los labios pegados a su boca.
— Buenos días. ¿Ocurre algo con el desayuno?
«Sí, Yoongi —quería decirle— Estoy completamente desnudo en tu ducha porque me quiero quejar del desayuno»
— En realidad —contesté— le faltaba algo.
— ¿De verdad? ¿A la tortilla?
— A la tortilla no le pasa nada, pero al final no he podido degustar el de Yoongi.
Le di un beso en la mejilla.
— Ni el tú.
Le besé la otra mejilla.
— Ni el acompañamiento a base de ti.
Le di un beso en los labios.
— Y eso no puede ser, ¿verdad?
— Yo diría que no.
— Mhm.
Recogió mi gel de baño y empezó a enjabonarse las manos.
Pocos minutos después, estaba cubierto de espuma y empecé a lavarme el pelo.
— Ya sé que no hemos hablado de esto a fondo —dijo, mientras el agua
caliente se llevaba la espuma y yo me aclaraba el pelo— Pero te voy a pedir
que me complazcas otra vez.
Me apoyó las manos en los hombros y me miró a los ojos.
— No tenemos por qué empezar nada este fin de semana.
— Ya lo sé —contesté, enjabonándome las manos y deslizándolas por sus brazos— Pero quiero hacerlo.
Me quedé callado un momento; no sabía cómo expresar lo que sentía.
— Nunca pensé que sería algo que necesitara o que llegara a desear tanto. Sigo sin querer estar con otro hombre que no seas tú, pero...
Me obligué a mirarlo a los ojos para, de alguna forma, dejarle bien claro que le estaba hablando muy en serio.
— Ahora comprendo que creyeras necesario recomendarme otros Dominantes.
Él me estrechó con suavidad contra su pecho.
— Gracias —susurró contra mi pelo.
Y en ese momento desapareció cualquier resto de duda y culpabilidad.
Nos quedamos allí abrazados durante algunos segundos, sintiendo cómo se
alejaba el pasado, abrazando nuestro futuro.
Entonces se separó de mí muy
despacio y agachó la cabeza.
Su lengua jugueteó con mis labios y yo suspiré cuando se deslizó por entre
ellos y pude perderme en su experta boca.
Me dejé ir para entregarme a él y
dejé que todas aquellas emociones que giraban en espiral a mi alrededor me atraparan en su remolino.
Me sentía casi superado por lo que sentía.
— Joder —dije, cuando dejó de besarme.
— ¿Tú también lo has sentido?
Cerré un momento los ojos y asentí.
— Cada una de las veces.
Yoongi esbozó una sonrisa ladeada.
— Ven aquí —dijo y me empujó hasta el fondo de la ducha.
Levantó el brazo y cerró el paso de agua a las alcachofas superiores para que sólo nos mojaran las laterales.
Me recogió la pierna derecha y la posó sobre el peldaño de baldosas.
— Justo aquí.
Dejó resbalar la mano por entre mis piernas.
— Estás muy, muy sucio.
¿Sucio?
¿Qué?
Se dio cuenta de mi sorpresa.
— ¿No te acuerdas? —susurró, mientras sus dedos rozaban mi abertura.
Oh...
Se refería a la noche anterior.
Sonreí al recordarlo.
Yo estaba sentado a horcajadas encima de él.
Luego se puso encima de mí y me embistió mientras yo me agarraba al cabecero de la cama.
Alargué el brazo y le tomé la polla ya dura.
— Oh, sí. Ya me acuerdo.
— Gracias a Dios. Si ya lo hubieras olvidado, habría caído en una profunda y oscura depresión.
Lo agarré con más fuerza.
— Sólo hay una cosa que quiero sentir en profundidad.
— Joder, Minnie —dijo, balanceándose contra mi mano.
— Ahora, Yoongi.
Él dejó de moverse.
— Siempre tan impaciente, amor. Tienes que aprender a saborear el placer.
Maldito hombre incorregible.
— Ya saborearé el placer después. Has sido tú quien ha dicho que nos
teníamos que preparar para irnos a trabajar.
Esbozó una sonrisa perezosa.
— Eso ha sido antes de que te metieras en mi ducha.
— Vamos a llegar tarde —insistí, sabiendo muy bien que él haría oídos sordos a mi argumento.
A nadie le importaba que Yoongi llegara tarde, él poseía y dirigía su propio negocio.
Se inclinó y me susurró al oído.
— Te escribiré una nota de justificación.
Yo volví la cabeza para posar la boca sobre sus labios.
— ¿Ah, sí?
— Mhm —dijo contra mi boca— Querida Martha, por favor disculpa el
retraso de Minnie de esta mañana...
— No te atreverás.
Me puso un dedo en los labios.
— Ha sido retenido involuntariamente, aunque bastante a propósito, por un problema de fontanería que ha surgido en mi ducha de forma inexplicable.
Volvió a balancearse con lentitud dentro y fuera de mi mano.
— Tu evidente intento por hacer humor sexual es bastante infantil —le dije.
— ¿Ah, sí? —preguntó, deteniéndose de nuevo— Yo creía que era bastante
bueno para haberlo improvisado en este momento. Además, Martha y yo
estamos así de unidos.
Levantó la mano con dos dedos cruzados.
— Sólo porque Martha haga la vista gorda a tus visitas de los miércoles no
significa que sea tu mejor amiga.
— Al contrario, le debo mucho. Nunca te habría dejado aquella rosa si ella no me hubiera sorprendido con la flor.
Yo me reí, pensando que no sabía lo cerca que había estado de no recibir
aquella rosa.
— Y fue Martha quien me explicó su significado.
— Recuérdame que le envíe una nota de agradecimiento —dijo,
balanceándose de nuevo contra mi mano— Pero será después. Mucho después.
Deslicé la otra mano por su entrepierna, le agarré los testículos y en pocos segundos me había olvidado de Martha, del trabajo y de cualquier cosa remotamente vinculada con nada que no fuera Yoongi.
Nuestros labios se unieron de nuevo.
Pero seguíamos besándonos con
suavidad, porque los dos queríamos saborear y prolongar el momento.
Entonces, él dejó de besarme y me tomó los pechos.
— Nunca me había sentido tan celoso del agua.
Dejó resbalar los dedos por mi piel.
— De cómo te puede tocar por todas partes y al mismo tiempo.
Agachó la cabeza hasta mi pezón y lamió el agua que resbalaba por allí.
Yo apoyé la cabeza contra la pared de la ducha y le solté la polla.
Él se apretó contra mí y me penetró con dos dedos.
Gemí y le rodeé la cintura con una pierna.
Yoongi aceleró el movimiento de sus dedos, añadiendo el pulgar a la fiesta para acariciarme el clítoris con suavidad.
Y entonces, como si no fuera ya suficiente, me susurró:
— «Vergonzosa, vergonzosa,
/ vergonzosa de mi corazón, se mueve la luz del fuego pensativa y distante. Acarrea los platos y los coloca en hilera. A una isla en el agua querría llevármela. Acarrea las velas y enciende el cuarto en penumbra,
/ vergonzosa en el umbral
/ y vergonzosa en las sombras. Y vergonzosa como un conejo, servicial y vergonzosa, A una isla en el lago querría volar con ella»
No dejó de mover las manos ni un segundo.
Me provocó tan despacio que
cuando llegó al último verso de Yeats, yo tenía la sensación de que podía volar.
El orgasmo me recorrió y me estremecí de pies a cabeza.
— Me encanta ver cómo te corres.
Se colocó entre mis piernas y situó su
polla en mi entrada.
— Me la pone muy dura.
Se deslizó en mi interior con facilidad y yo jadeé cuando me penetró
profundamente.
Ni siquiera tuve tiempo de relajarme antes de que empezara a llevarme de nuevo hacia el siguiente clímax.
— Córrete conmigo, Minnie —dijo, embistiéndome una y otra vez— Llévame contigo esta vez.
Nunca podría cansarme de sentirlo dentro de mí o de cómo nuestros cuerpos se movían al unísono.
Lo rodeé con los brazos y le arañé la espalda.
— Sí —dijo con un grave gemido— Joder. Sí.
Yo lo estreché con más fuerza cuando empecé a notar cómo llegaba mi
segundo orgasmo.
Yoongi apoyó una mano a cada lado de mi cabeza y me embistió,
duplicando sus esfuerzos.
— No quiero volver a salir jamás de esta ducha —dijo, penetrándome— No quiero separarme nunca de ti. Porque nunca conseguiré saciarme de esto.
Mi espalda resbalaba por las baldosas mojadas mientras arremetía.
— Nunca... Nunca... Nunca es suficiente.
Me rozó el cuello con los dientes y una de sus manos se deslizó entre nuestros cuerpos, justo hasta donde estábamos unidos.
— Siéntenos. Siénteme. Es un puto gusto.
Me rozó el clítoris con un dedo y noté cómo se me tensaba todo el cuerpo.
Solté un gemido.
Yoongi flexionó las piernas, empujó de nuevo y el orgasmo me sobretomó.
Después de la última embestida, se quedó inmóvil dentro de mí y se corrió con fuerza.
Se mantuvo pegado a mí mientras nuestras respiraciones volvían a la
normalidad y nuestros corazones se relajaban.
El contacto constante del agua nos
devolvió despacio a la realidad de la mañana.
— Joder —dijo, sonriendo contra mi hombro.
— ¿Qué?
— Necesito otra ducha.
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⚘ Atte. ⚜☦ Ðҽʋιℓ Ɱιɳ ☽⋆
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