⛓ 24 ⛓
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El bufé no se servía hasta las once, así que volví a dormir hasta tarde y me tomé mi tiempo para vestirme.
Yoongi no me había dicho lo que quería que me pusiera, de modo que me decidí por unos pantalones negros y un jersey de algodón.
También me puse bragas.
Porque no me había dicho que no lo hiciera.
Y porque quería ver qué hacía cuando lo descubriera.
Por supuesto, quien me recibió fue el Min Yoongi calmado, frío y sereno.
No había ni rastro del hombre salvaje que la noche anterior me había poseído contra la puerta, mordiéndome el cuello mientras se corría.
«Joder, sí»
Pero yo tenía que pasar la mañana con su tía, sus amigos y varios
desconocidos.
No me podía poner nervioso sólo porque había disfrutado de una
sesión de sexo alucinante la noche anterior.
Una sesión de sexo alucinante de esas de:
“Fóllame ahora mismo contra la puerta”
«Déjalo ya» dijo Minnie el bueno.
«Enséñale a Yoongi que te has puesto bragas» me aconsejó Minnie el
malo.
Al final, decidí hacerle caso a Minnie el malo.
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Yoongi me observó mientras me acercaba a la cafetera y me servía una taza.
Me di la vuelta para que me pudiera ver bien el culo.
Incluso me contoneé un poco.
— Jimin —me regañó— ¿Estoy viendo costuras?
Yo me quedé inmóvil con la taza de café en la mano.
«Pues sí, estás viendo costuras. ¿Qué piensas hacer al respecto?»
— Ven aquí —me ordenó, dejando la taza de café en la mesa.
Yo me acerqué, notándome los latidos del corazón en la garganta.
Yoongi se levantó y se puso detrás de mí.
— Llevas bragas. Quítatelas. Ahora.
Me desabroché los pantalones y me los bajé.
Luego me quité las bragas.
— Túmbate sobre el brazo del sofá, Jimin.
Me tumbé y le ofrecí mi trasero.
Él me dio un azote.
— No quiero ver más bragas en todo el fin de semana.
Otro azote.
— Cuando acabe de azotarte, te irás a tu habitación y me traerás todas las que tengas.
Azote.
— Las recuperarás cuando yo lo diga.
Azote.
— Algo que tampoco ocurrirá el fin de semana que viene.
Azote.
— Ya te dije ayer por la noche lo que tenías que hacer el fin de semana que viene.
Me dio otro azote.
El calor se empezó a extender por entre mis piernas.
Me encantaba todo lo que me hacía.
Maldita fuera.
Absolutamente todo.
Le acerqué el trasero en busca de algo más.
— Esta mañana no.
Su mano volvió a aterrizar en mi trasero.
— Ponte los pantalones y tráeme lo que te he pedido.
Maldita fuera.
Castigado sin orgasmo.
[ ⛓ ]
Bajamos en ascensor hasta el salón privado en el que se iba a servir el bufé.
Sólo reconocí a Suran y a Tae Hyung, aunque sabía que también asistirían algunos de los socios de Yoongi.
Tae Hyung y Suran estaban hablando en una esquina de la sala, SeokJin y NamJoon llegaron poco después que nosotros.
— Hemos llegado un poco pronto —dijo Yoongi, posándome la mano en la
parte baja de la espalda.
— Tengo que ir a hablar con algunas personas. ¿Quieres que te lleve con Tae Hyung y con Suran o estás bien aquí?
Si me quedaba donde estaba, era posible que SeokJin se acercara a hablar conmigo.
— Aquí estoy bien.
Me rozó la parte superior del brazo.
— No tardaré.
Lo observé mientras se mezclaba con la gente y, poco después, Jin apareció a mi lado.
— Ven aquí —me indicó, estirando de mí hacia un enorme jarrón.
Yo miré a Yoongi.
Estaba enfrascado en una conversación con una atractiva pareja mayor.
— Yoongi vino a nuestra habitación ayer por la noche —explicó— NamJoon se marchó con él poco después de que llegara.
Miró en dirección a su marido.
— Él no me quiere decir qué está pasando, pero creo que tienes razón; Me parece que es algo relacionado contigo.
¿Ése era el motivo del sexo contra la puerta?
¿Intentaba demostrarle algo a NamJoon?
¿O se lo habría querido demostrar a sí mismo?
¿Me habría querido demostrar algo a mí?
— Estoy intentando seguir tu consejo —le conté— Estoy siendo muy cuidadoso con él. A veces... —pensé en lo que ocurrió en la biblioteca de su casa— A veces tengo la sensación de que he conseguido llegar a él, y otras veces... —pensé en hacía dos noches— Ni siquiera me importa.
— Nam estaba de mejor humor cuando volvió —me comentó él— Creo que Yoongi le dijo algo que lo tranquilizó.
Yo me mordí el labio mientras intentaba imaginar qué sería eso.
— Te aconsejo que sigas haciendo lo que sea que estés haciendo.
Me estrechó la mano.
— Está funcionando.
— ¿Cuánto tiempo estuvo fuera NamJoon ayer por la noche? —le interrogué.
No recordaba a qué hora me había ido a dormir, pero era bastante tarde.
— Algunas horas —contestó— Nam me dijo que él se había quedado abajo
buscando un piano.
Lo del piano tenía sentido.
Siempre parecía sentirse mejor después de tocar un rato.
Recordé la vez que me senté encima de él mientras tocaba.
Lo que estaba claro era que yo sí que me sentí mejor después de aquello.
Volví a mirar en dirección a la gente.
Yoongi seguía hablando con la pareja mayor.
— ¿Quiénes son? ¿Tienen negocios en común? —pregunté.
No quería seguir pensando en la biblioteca y en el piano, teniendo a SeokJin tan cerca.
Después de haber pasado el día con él en el spa, estaba seguro de que aquél hombre tenía un sexto sentido para cualquier cosa relacionada con el sexo.
— No —contestó, bajando la voz hasta convertirla en un susurro— Son los
padres de Chae Rin.
Me quedé boquiabierto.
«Los padres de Chae Rin»
— ¿Y qué hacen aquí? —pregunté.
— Son amigos de la familia.
— ¿Dónde está Chae Rin?
Miré a mi alrededor con disimulo.
¿Estaría allí?
— No está invitada —respondió Jin con una leve sonrisa.
Entonces NamJoon se acercó a nosotros.
— Chicos...
Su esposo se tomó de su mano.
— ¿Ya es hora de comer?
Yoongi se unió a nosotros.
[ ⛓ ]
Yo me serví mi desayuno habitual más algún sándwich.
NamJoon y SeokJin se sentaron a nuestra mesa, junto con Tae Hyung.
— ¿Cuánto tiempo llevas trabajando en la biblioteca, Minnie? —preguntó Nam, cuando la conversación se alejó del inminente partido.
— En la biblioteca pública llevo siete años —contesté— Pero antes estuve
trabajando en una de las bibliotecas del campus.
— ¿Ah, sí? —se extrañó— Me pregunto si te vi alguna vez. Yo pasaba mucho tiempo en las bibliotecas del campus.
Lo miré entrecerrando los ojos.
Era bastante guapo, pero no tanto como Yoongi lo era para mí.
— No sé —dije, intentando recordar— Es probable que me acordara de ti.
— Es de suponer —convino casi entre dientes.
SeokJin miró alternativamente a Nam y Yoongi y luego me volvió a mirar a mí.
¿Qué estaba pasando?
¿Qué me estaba perdiendo?
Miré a Yoongi.
Nada.
— ¿Te gusta más la biblioteca pública que la del campus? —preguntó NamJoon.
— En la pública hay más variedad de gente —expliqué— Y la verdad es que
los estudiantes universitarios pueden ser un poco odiosos.
Sonreí, tratando de suavizar lo que había dejado de ser una simple pregunta para convertirse en una
conversación un poco tensa.
— ¿Alguna vez te tuve que advertir que bajaras el tono o que dejaras de arrancar páginas de los libros?
Joon se rio.
— No, eso seguro que lo recordaría.
La conversación se volvió a centrar en el partido y, quizá fueran cosas mías,
pero estaba casi convencida de que había oído a Yoongi suspirar de alivio cuando cambiamos de tema.
[ ⛓ ]
Teníamos un palco reservado en el estadio.
Seguía haciendo mucho frío y me
alegré de que pudiéramos ver el partido en un sitio cerrado en lugar de estar al aire libre.
Justo antes del primer descanso, Seúl llevaba una ventaja de tres puntos.
Entonces Yoongi me tomó de la mano y me llevó hacia la salida del palco diciéndole a todo el mundo que volvíamos enseguida.
Recogió un paquete de camino a la puerta.
— ¿Recuerdas que te dije que tenía un plan? —me susurró al oído— Pues
empieza ahora.
Tenía gracia.
Yo estaba convencido de que su plan era lo que había ocurrido la otra noche en la suite, cuando me poseyó por completo, la noche que lo cambió todo.
Se me aceleró el corazón.
¿Qué habría planeado hacer en el
estadio?
Me dio la bolsa.
— Ve a cambiarte. Hay una entrada en el paquete. Reúnete conmigo en los
nuevos asientos antes de que empiece la segunda parte.
Me llevé la bolsa al servicio.
Dentro había una falda corta.
«¿Con este tiempo?»
También había dos mantas muy grandes.
¿Por qué nos cambiábamos de sitio?
¿Y por qué quería que nos sentáramos fuera?
Por lo menos, el palco tenía calefacción.
Pero entonces pensé en los últimos días.
Cualquier cosa.
Yo estaba dispuesto a hacer cualquier cosa que él me pidiera.
Me puse la falda, doblé los pantalones y los metí en el paquete.
Luego dejé las mantas encima.
Miré la entrada:
Si no me equivocaba, estaba en la grada central.
Y no me equivocaba.
Mi nuevo asiento estaba en la primera fila de la grada central.
Y estaba abarrotado.
Nadie dijo nada cuando me senté.
Ni siquiera me miraron.
Yoongi se reunió conmigo algunos minutos más tarde.
Me pasó un brazo por el hombro y me atrajo hacia él.
Empezó a acariciarme el hombro con la mano.
Se me aceleró el corazón al percibir su cercanía.
Entonces se inclinó hacia mí y susurró:
— ¿Sabías que tres de cada cuatro personas fantasean con practicar sexo en público?
Sentí su lengua dentro de la oreja.
— Y yo me pregunto: ¿Por qué fantasear con algo cuando se puede
experimentar?
«Madre Santa...»
— Te voy a follar en la Super Bowl, Jimin.
Me mordió el lóbulo de la oreja y yo inspiré hondo.
— Mientras te estés calladito, nadie se dará cuenta.
«Eres mío»
Me excité sólo de pensar en lo que había dicho.
Miré a la gente que teníamos alrededor.
Todo el mundo estaba tapado con mantas.
Empecé a comprender su plan.
Yoongi seguía acariciándome el hombro.
— Quiero que te levantes y te envuelvas en la manta. Déjala abierta por detrás —dijo— Luego apoya un pie en la barandilla que tienes enfrente.
Me acerqué a la barandilla, sintiendo cómo se me humedecían los muslos al
pensar en lo que quería hacer Yoongi; en lo que me iba a hacer.
Alguien interceptó un pase en el campo.
La multitud que nos rodeaba vitoreó al equipo.
Yo me envolví en la manta y me di cuenta de que era más larga de lo que creía.
No se colaba ni una brizna de aire.
Entonces empezó la cuenta atrás en el terreno de juego.
Diez, nueve, ocho... —Yoongi se puso detrás de mí— Cinco, cuatro, tres... —la gente que estaba a nuestro alrededor se puso en pie— Uno.
Todo el mundo gritó cuando los
jugadores abandonaron el campo.
Yoongi nos envolvió con la otra manta.
Éramos como cualquier otra pareja
abrazada.
No había ninguna diferencia.
Aunque, en realidad, yo podía sentir la diferencia presionando caliente y dura contra mí.
En el terreno de juego, vi a un montón de empleados que se apresuraban para prepararlo todo.
Una mano de Yoongi se deslizó bajo mi falda.
Yo jadeé al notar cómo hacía rodar mi pezón por entre sus dedos con la otra.
— Tienes que estarte calladito —me advirtió.
Me puso frenético:
Sus lentas caricias por debajo de la falda, mientras notaba su erección, dura como madera, rígida detrás de mí.
Y durante todo el tiempo no dejó de murmurarme al oído:
Me decía lo bien que me iba a sentir, cómo apenas podía esperar y lo dura que se la ponía.
Sabía lo que estaba haciendo.
Se estaba vengando por nuestro encuentro en la biblioteca de su casa, cuando le hice tocar el piano mientras yo me movía encima de él.
Era una venganza y esa venganza era un infierno.
Y un cielo.
Era el cielo y el infierno a la vez; ambos estaban mezclados y tan entrelazados que ya no podía diferenciarlos.
De repente, las luces del estadio se atenuaron.
Yoongi dio un paso atrás y noté cómo se desabrochaba los pantalones.
— Inclínate un poco sobre la barandilla.
Se acercó a mí.
Yo miré a mi derecha.
Había otra pareja apoyada en la barandilla, uno al lado del otro.
No nos estaban prestando ninguna atención.
— No lo sabe nadie —aseguró él, levantándome la falda por debajo
de las mantas— La gente está tan absorta en su propio mundo que no se da cuenta de lo que pasa a su alrededor. Podría estar ocurriendo junto a ellos lo más trascendental y se les pasaría completamente por alto.
Deslizó un dedo en mi interior.
— Aunque en este caso nos viene muy bien.
Alguien apareció en el escenario y la multitud bramó, con un estruendo de
ruidos y aplausos.
Yoongi me penetró.
El pequeño grito que se me escapó
quedó ahogado por los gritos del público.
Se empezó a mover al ritmo de la música.
Podríamos haber estado bailando.
Lo retiro:
Estábamos bailando.
Era una danza lenta, seductora y erótica.
Me rodeó con los brazos y me pegó un poco más a su cuerpo, mientras me embestía de nuevo.
Yo abrí algo más las piernas y él se internó más profundamente con la
siguiente embestida.
— Estamos rodeados de gente —me susurró al oído— y nadie sabe lo que
estamos haciendo.
Penetró aún más.
— Probablemente hasta podrías gritar.
Me pellizcó un pezón y yo me mordí el labio.
La canción cambió y Yoongi redujo el ritmo, tomándose su tiempo,
moviéndose con discreción.
Pero seguíamos conectados y sentirlo dentro de mí era divino.
Redujo un poco más el ritmo, pero era suficiente.
La velocidad no importaba.
Lo que importaba era que seguía allí.
Que me seguía poseyendo.
La siguiente canción fue aún más lenta.
Él adoptó un ritmo más lento también, pero seguía en mi interior.
Podía ir despacio o rápido.
Podía amarme contra una puerta o en un estadio lleno de gente.
Él haría cualquier cosa que decidiera, pero seguía allí.
Por fin, la música aceleró.
Yoongi movió la mano y empezó a excitarme el clítoris; cada nueva caricia era más áspera.
Por un momento, temí desplomarme por encima de la barandilla.
O que me fallaran las piernas.
A nuestro alrededor, la gente se movía al ritmo de la música y, bajo las mantas, la mano de Yoongi y su cuerpo seguían marcando nuestro propio ritmo.
Yo me eché hacia atrás cuando él empujó hacia delante y dejó escapar un pequeño gemido.
Empezó a acelerar, embistiéndome y acariciándome mientras la canción llegaba a su fin.
Vi unas luces brillar ante mis ojos, que quizá fueran fuegos artificiales.
Era difícil de decir.
Entonces sonaron siete notas en alto,
acentuadas por las profundas embestidas de Yoongi.
— Córrete conmigo —me susurró, empujando una última vez, y los dos
llegamos juntos al clímax, mientras la multitud rugía demostrando su entusiasmo por el artista del escenario.
Nos quedamos allí quietos, contra la barandilla, mientras la gente de nuestro alrededor se iba tranquilizando.
Mientras nuestros corazones se calmaban.
Él se quedó pegado a mí como no lo había hecho nunca antes y pude sentir su corazón latiendo contra mi espalda.
Notaba su ritmo acelerado.
— Esto es lo que yo llamo una media parte alucinante —dijo contra mi cuello.
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⚘ Atte. ⚜☦ Ðҽʋιℓ Ɱιɳ ☽⋆
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