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La puerta del apartamento contiguo al mío se abrió justo cuando pasé por delante.

Mi mejor amigo, Kim Tae Hyung, salió corriendo al pasillo.

Tae Hyung y yo éramos amigos de toda la vida y habíamos crecido juntos en la misma minúscula ciudad de Busan.

Como en nuestro colegio los sitios de la clase estaban asignados, durante los años de primaria y secundaria pudimos sentarnos siempre juntos.

Y después de graduarnos en el instituto, también fuimos juntos a la misma universidad de Seúl, donde enseguida comprendimos que si queríamos seguir siendo tan buenas amigos, debíamos ser vecinos en lugar de compartir departamento.

Aunque le quería como al hermano que nunca tuve, a veces Tae Hyung podía ser demasiado mandon y autoritario.

Por su parte, a él lo volvía loco mi frecuente necesidad de tranquilidad.

Y, por lo visto, mi entrevista con Yoongi le producía el mismo efecto.

- ¡Park Jimin! -Se puso en jarras-. ¿Tenías el teléfono apagado? Has ido a ver a ese tal Min, ¿verdad?

Me limité a sonreír.

- En serio, Minnie -me dijo- No sé siquiera ni por qué me molesto.

- Lo sé. Dime, ¿por qué te molestas? -le pregunté, mientras él me seguía hasta mi apartamento.

Entré, me senté en el sofá y empecé a leer los documentos que me había dado Yoongi.

- Por cierto, este fin de semana no estaré.

Tae lanzó un sonoro suspiro.

- Has ido a verlo. Sabía que lo harías. En cuanto se te mete algo en la cabeza, no paras hasta conseguirlo, y no piensas en las consecuencias.

Yo seguí leyendo.

- Te crees muy listo. ¿Y qué crees que pensarán en la biblioteca de todo esto? ¿Qué pensará tu padre?

Mi padre seguía viviendo en Busan y, aunque no teníamos una relación muy próxima, estaba convencido de que tendría una opinión muy rigurosa sobre mi visita a las oficinas de Yoongi.

Una opinión muy negativa.

Aunque, por otra parte, no creo que nadie fuera a comentar detalles de mi vida sexual con él.

Dejé los papeles en el sofá.

- Tú no le vas a decir nada a mi padre, y mi vida personal no es asunto de la biblioteca, ¿no te parece?

Tae Hyung se sentó y se examinó las uñas.

- No, no lo entiendo.

Tomó los papeles.

- ¿Qué es esto?

- Dámelos.

Le arranqué los documentos de la mano.

- La verdad -dijo- si tantas ganas tienes de que te dominen, conozco algunos hombres que estarían encantados de hacerlo.

- No me interesan tus exnovios.

- ¿Así que te vas a meter en casa de un desconocido para dejar que te haga "vete tú a saber qué"?

- No funciona así.

Se acercó a mi portátil y lo encendió.

- Y entonces, ¿cómo funciona exactamente?

Se reclinó en el respaldo de la silla, mientras la pantalla cobraba vida.

- ¿Cómo es ser la amante de un hombre rico?

- No seré su amante. Seré su sumiso. Y, por cierto, siéntete como en casa. Por favor, no dudes en utilizar mi portátil.

Tecleó algo con exaltación.

- Muy bien. Su sumiso. Eso está muuucho mejor.

- Pues sí. Todo el mundo sabe que el sumiso es quien tiene el poder en la relación.

Tae Hyung no había investigado tanto como yo.

- ¿Y eso ya lo sabe Min Yoongi?

Había entrado en Google y estaba buscando el nombre de Yoongi.

Estupendo.

Que lo encontrara.

De repente, su atractivo rostro llenó la pantalla.

Nos miraba con sus penetrantes ojos verdes, mientras con un brazo rodeaba la cintura de una preciosa rubia que parecía ir con él.

«Es mío» , dijo una estúpida parte de mi cerebro.

«Sólo de la noche del viernes a la tarde del domingo» , respondió la parte más racional.

- ¿Quién es ésta? -preguntó Tae Hyung.

- Supongo que mi predecesora -murmuré, volviendo a la realidad.

Era un idiota.

Cómo podía pensar que me desearía a mí después de haber tenido a aquella mujer.

- Pues vas a tener que igualar esos preciosos tacones de aguja, amigo mío.

Me limité a asentir.

Y, por supuesto, Tae lo vio.

- Maldita sea, Jimin. Tú nunca has llevado tacones de aguja ni de broma.

Suspiré.

-Ya lo sé.

Él negó con la cabeza y pinchó en el siguiente enlace.

Yo aparté la vista, lo último que necesitaba era ver otra fotografía de aquella diosa rubia.

- Eh, cariño -dijo Tae Hyung- a este sí que lo dejaría dominarme cuando
quisiera.

Levanté la cabeza y vi una fotografía de otro hombre guapo.

El pie de foto rezaba:

«Jeon JungKook,
quarterback de Seúl»

- No me habías dicho que estaba emparentado con un jugador de fútbol profesional.

No lo sabía.

Pero tampoco habría servido de nada que se lo dijera, porque ya no me estaba prestando atención.

- Me pregunto si JungKook estará casado -murmuró Tae Hyung, pinchando en otros enlaces para buscar más información sobre la familia del jugador.

- Parece que no. Hum, quizá podamos investigar más cosas sobre la rubia.

- ¿No tienes nada mejor que hacer?

- No -respondió.

- No tengo nada más que hacer que sentarme aquí y convertir tu vida en un infierno.

- Ya sabes dónde está la salida -le dije, de camino a mi habitación.

Si quería, podía quedarse toda la noche indagando sobre Yoongi, pero yo tenía mucho que leer.

Tomé los papeles que él me había dado y me acurruqué en la cama.

En la primera página figuraba su dirección y sus datos de contacto.

Su casa estaba a dos horas en coche de la ciudad y me pregunté si tendría alguna otra propiedad más cerca.

También me había confiado el código de seguridad de la entrada y su número de teléfono móvil por si necesitaba algo.

«O por si recuperas la cordura», intervino esa molesta parte tan petulante de mi cerebro.

En la segunda página, encontré los detalles sobre el gimnasio y el programa de ejercicios que debería seguir.

Me tragué la incomodidad que sentí al pensar que tendría que correr.

Había más especificaciones sobre las clases de musculación y resistencia a las que quería que asistiera.

Y a pie de página, escrito con una pulcra cursiva, leí el nombre y el número de teléfono del instructor de yoga.

En la página tres me informaba de que el viernes no debía llevar ninguna maleta.

Yoongi me proporcionaría todos los artículos de higiene personal y la ropa que necesitaría.

Interesante.

Pero ¿qué otra cosa esperaba? 

También detallaba las mismas instrucciones que me había dado durante la entrevista:

Ocho horas de sueño.

Una dieta equilibrada...

Nada nuevo.

En la página cuatro, encontré una lista de sus platos favoritos.

Menos mal que se me daba bien cocinar.

Pensé que y a los miraría con más detalle en otro momento.

Página cinco.

Digamos que la página cinco me dejó caliente, excitado, y con muchas ganas de que llegara el viernes.

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Atte. ⚜☦ Ðҽʋιℓ Ɱιɳ ☽⋆

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