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⛓ 12 ⛓

Nota: Se hará mención de la «“Super Bowl”», por lo que si saben del tema, se presentarán algunas incoherencias entre la realidad y la ficción en esta historia. Se recomienda pasarla por alto.

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Miré por encima del hombro para asegurarme de que nadie estaba mirando.

No, nadie.

Me acerqué al ordenador que tenía delante.

«Hazlo», me animó Minnie el malo.

«Pero eso está mal», contrarrestó Minnie el bueno.

«Nadie se enterará» Minnie el malo era muy malo.

«Lo sabrás tú» Minnie el bueno era un grano en el culo.

Tenía los dedos sobre el teclado.

Ya los había posado sobre las letras.

Min Yoongi.

Sólo tardaría unos segundos en escribir su nombre.

Yoongi.

Además de haberse quedado ya con mis fines de semana, ese hombre estaba empezando a apoderarse también de los días de mi semana.

No podía dejar de pensar en él.

Incluso después de aquella terrible azotaina.

Lo normal sería que no quisiera
volver a verlo.

Tendría que haberme quitado el collar y habérselo mandado por correo.

Y, sin embargo allí estaba, contando las horas que quedaban para que llegara el viernes por la noche.

A las seis.

Ese fin de semana nos veríamos a las seis en punto.

Aquella semana no había recibido ninguna llamada impersonal.

Tampoco había ninguna necesidad.

Miré el reloj.

Quedaban treinta horas y media.

Era un idiota.

Estaba seguro de que ninguna de sus sumisas habría llevado la cuenta de las horas que les faltaba para verlo.

Aunque estábamos hablando de Min Yoongi.

Al pensarlo mejor decidí que todas sus sumisas lo habrían hecho.

Pero debía volver a lo que me ocupaba.

Inspiré hondo, cerré los ojos y tecleé
su nombre lo más rápido que pude.

«Oh, sí, claro –se burló Minnie el bueno– Si no miras no cuenta»

El ordenador zumbó mientras cargaba la información que le había pedido.

Se me aceleró el corazón.

Volví a mirar por encima del hombro.

Luego posé de nuevo los ojos en la pantalla.

Y ahí estaba.

Premio.

Min Yoongi era socio de la biblioteca pública.

O por lo menos tenía un carné.

Aunque nunca lo utilizaba. 

Interesante.

¿Cuándo se lo habrían expedido?

Conté hacia atrás.

Hacía seis años y medio.

Uhm...

Yo ya trabajaba en la biblioteca hacía seis años y medio.

Mientras me preguntaba quién le habría hecho el carné, miré a mi alrededor.

Por allí había pasado mucha gente en ese tiempo.

Podría haber sido cualquiera.

De lo único que estaba seguro era de que no había sido yo.

Si pinchaba en el siguiente enlace...

– ¿Minnie?

– ¡Ahhh!

Estaba seguro de que mis pies se habían elevado treinta centímetros del suelo.

Cuando aterricé de nuevo vi que Kim SeokJin me estaba mirando de una forma un poco rara.

– ¡SeokJin! –dije, llevándome la mano al corazón desbocado– Me has dado
un susto de muerte.

Él sonreía con sorna y me pregunté si habría visto la pantalla.

– ¿Estás preparado para el gran partido? –le pregunté.

Los Giants de JungKook habían llegado a los play-of's que se jugarían la semana siguiente en Filadelfia.

Y él, después de pasar toda la semana con Tae Hyung, le había dado entradas para que pudiera ir a ver el encuentro.

Para ser sincero, debía admitir que me resultaba un poco difícil vivir con esa realidad.

A mí Yoongi sólo me había dado una buena azotada.

«Déjalo ya. Aquí y ahora, ¿recuerdas?»

Estaba seguro de que Yoongi iría al partido, cosa que significaba que sólo
podríamos estar juntos el sábado por la mañana.

Únicamente una noche...

– Aún me quedan algunos detalles por resolver, pero esperaba poder invitarte hoy a comer —dijo SeokJin, sacándome de mis pensamientos.

– Oh.

Miré el reloj.

– No salgo a comer hasta el mediodía.

– No pasa nada. Tengo que hacer algunos recados. ¿Qué te parece si nos
vemos en Delhina a las doce y media?

Nos pusimos de acuerdo y una hora y media después entré en el restaurante
que él había elegido.

Me estaba esperando en un reservado.

Las dos pedimos té helado y, cuando la camarera se marchó, SeokJin se inclinó sobre la mesa.

– Voy a decirte un secreto –anunció– Sé lo tuyo. Y también sé lo de Yoongi.

Me quedé con la boca abierta.

Lo sabía.

Y si SeokJin lo sabía, entonces NamJoon también lo sabía, y si NamJoon lo sabía...

– Te he tomado desprevenido. Debería habértelo dicho de otra forma. Es só-sólo –tartamudeó– Bueno, he pensado que lo mejor era hablar sin rodeos. Y no me importa. Eres estupendo. Y quiero mucho a Yoongi. Lo quiero incondicionalmente.

– Espera un momento –intervine, levantando una mano– ¿Lo sabe Yoongi? ¿Sabe que tú lo sabes y está al corriente de que me has invitado a comer?

Porque, maldita fuera, no sería él quien acabaría con el culo dolorido.

Asintió.

– Sabe que te he invitado a comer. Pero no sabe que yo lo sé.

Yo no quería esconderle secretos a Yoongi.

Suspiré.

¿Por qué tenía que ser todo tan complicado?

– ¿Lo sabe NamJoon? –inquirí.

– Sí. Pero Suran no y no estoy segura de que lo sepa JungKook.

Bebió un sorbo de té.

– NamJoon y yo no lo sabríamos si Chae Rin no se hubiera presentado en
casa hace cuatro meses, llorando como una desesperada.

¿La chica de las perlas había ido a llorarles a NamJoon y a SeokJin?

Vale, eso era demasiado jugoso para negarme a escucharlo.

– Chae Rin, ¿su última sumisa? –pregunté.

SeokJin se volvió a inclinar sobre la mesa.

– Chae Rin nunca fue su sumisa.

La camarera nos interrumpió.

Tuve que hacer tres intentos hasta que conseguí pedir.

¿Chae Rin no había sido su sumisa?

Y entonces, ¿qué fue para él?

– No creo que se la pudiera llamar sumisa –prosiguió SeokJin cuando se fue la camarera– No conozco la terminología del mundillo, pero él nunca le dio un collar. Y eso la irritó muchísimo.

Eso no tenía sentido.

– Pero JungKook la llama «la chica de las perlas» porque siempre llevaba un
collar de perlas.

– Eso era cosa de ella. Quizá estuviera fingiendo que llevaba un collar. No lo
sé.

SeokJin negó con la cabeza.

– Poco después de que Yoongi rompiera con ella, Chae Rin se presentó en nuestro apartamento. Conoce a NamJoon desde la escuela primaria.

Bebí un largo sorbo de mi té.

Era demasiada información para poder procesarla tan deprisa.

– Chae Rin creció con ellos –continuó SeokJin– Y a ella siempre le gustó Yoongi. Él se esforzó mucho por ignorarla, pero la chica era muy insistente. Al final lo consiguió, pero sólo durante seis meses o así.

Me recosté en la silla y traté de decidir si el hecho de que nunca le hubiera puesto su collar era bueno o malo.

¿Qué decía eso de mí?

– ¿Yoongi la besaba? –pregunté.

– ¿Si la besaba? Sí, claro.

Maldita fuera.

Entonces eso sólo iba conmigo.

No quería besarme a mí.

– En cuanto Chae Rin se marchó de casa, yo empecé a pensar –dijo SeokJin, sin advertir mi decepción.

– Pensé en las otras personas. Recuerdo a Soo Hyun y a Ki Hyun. Los dos llevaban collares, pero eran muy sencillos.

Hizo un gesto en dirección al mío.

– Nada comparado con el tuyo. Estoy seguro de que habrá tenido otros, pero nunca llegó a presentárnoslos.

– ¿Por qué me estás contando todo esto?

– Porque te mereces saber lo que has hecho por él y Yoongi no te lo va a
explicar. Es muy orgulloso como para hacerlo por sí mismo.

Yo estaba completamente desconcertado.

– Primero te da ese increíble collar casi inmediatamente después de haberte conocido –dijo SeokJin.

– Habla de ti. Desprende una energía que nunca había visto en él y... No sé. Sencillamente, está cambiado. –arqueó una ceja– He oído decir que haces tostadas francesas.

¿Yoongi hablaba de mí?

¿Les había explicado lo que cocinaba?

La camarera nos trajo las ensaladas.

– Minnie –prosiguió Jin– escúchame. Tienes que tratar a Yoongi con cuidado. Sus padres murieron en un accidente de coche cuando tenía diez años.

Asentí.

Ya había oído hablar de ese accidente.

– Él iba en el coche con ellos –dijo– El vehículo quedó tan destrozado que
tardaron horas en cortarlo para poder sacarlos.

Su voz se apagó hasta convertirse en un susurro.

– No creo que murieran en el acto, pero no lo sé. Él no habla de ello. Nunca lo ha hecho. De lo que sí estoy seguro es de que Yoongi cambió después del accidente. Antes de que murieran sus padres siempre estaba
muy alegre, pero después de la tragedia empezó a mostrarse retraído y triste.

Me miró esperanzado.

– Y ahora tú lo estás volviendo a cambiar. Tú nos estás devolviendo a Yoongi.

[ ⛓ ]

Después de la pequeña bomba, hablamos sobre otras cosas:

El trabajo de SeokJin, las clases que yo daba, sobre Tae Hyung y JungKook...

El tiempo pasó muy deprisa y pronto llegó la hora de volver al trabajo.

Me metí en un taxi pensando en lo que había dicho Jin, eso de que yo
estaba cambiando a Yoongi, que yo se lo estaba devolviendo.

Quería creerlo, pero no podía.

Vale, me había ofrecido muy rápido el collar, pero eso no significaba nada.

¿Y qué si me había llevado a la gala benéfica de su tía?

Nada de eso importaba.

Él era quien era y nuestra relación era la que era.

No había cambiado nada.

Volví la cabeza.

SeokJin estaba en la acera justo detrás del taxi, mirando en mi dirección y hablando con alguien por teléfono.

Su expresión cambió de repente.

Estaba gritando.

¿Por qué estaba gritando?

Se oyó el sonido de metal contra metal.

Las bocinas pitaron con fuerza.

El mundo se puso boca abajo.

Mi cabeza chocó contra algo duro.

Y luego nada.

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Atte. ⚜☦ Ðҽʋιℓ Ɱιɳ ☽⋆

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