
La vida de Rosé y Jungkook sorprendido
— ¿Por qué lo hiciste? — preguntó Rosé con curiosidad en sus ojos.
Nos encontramos de nuevo por alguna extraña razón. No había trabajos, exámenes o tareas pendientes, pero ella me llamó y en ese momento no tenía mucho que hacer, así que acepté su invitación. Mientras conversábamos, pude escuchar a su hermano gritar a través de la línea telefónica, algo que no me había dado cuenta mientras seguía charlando con Rosé.
«Sí, vine porque escuché a su hermano gritando por teléfono... esto podría considerarse extremadamente patético», pensé para mí mismo.
En realidad, él fue la razón principal por la que decidí encontrarme con Rosé, aunque me esforzara en negarlo. En el fondo, esperaba que él estuviera aquí cuando llegué. Sin embargo, para mi decepción, no estaba presente.
Sí, tal vez en el fondo esperaba tener la oportunidad de saludarlo, tal vez entablar una conversación y, quién sabe, tal vez invitarlo a salir. Pero mi sorpresa fue enorme cuando Rosé me informó que un tal Taehyung lo había recogido para llevarlo a encontrarse con alguien.
«Jimin fue a una cita a ciegas y Taehyung lo pasó a buscar», eso es lo que me reveló Rosé cuando, de manera casual (o al menos eso aparenté), le pregunté por su hermano. Agradecí internamente por haber logrado disimular mi curiosidad lo suficiente como para evitar cualquier pregunta adicional de su parte.
Quizás, solo quizás, sentí un atisbo de decepción en mi interior. No puedo negar que una pequeña parte de mí esperaba que las circunstancias fueran diferentes.
— ¿Hacer qué? — contesté, manteniendo la mirada fija en ella, mientras mis manos jugueteaban con una suave bola antiestrés que encontré en el sofá donde estábamos sentados.
— Pelear con Minho — respondió de inmediato, buscando una explicación más profunda.
— Estoy cansado de sus tonterías — dije con simpleza, sin encontrar un motivo en particular. Supongo que la defensa siempre ha sido parte de mi naturaleza, tal vez por eso fui seleccionado en Gryffindor —. Dijo cosas estúpidas, me irrité y terminamos peleando. No hay más razón que eso.
— ¿En serio no hay nada más? — preguntó, mostrando su insatisfacción con mi respuesta —. ¿No hay algún motivo oculto?
«¿Qué más quería que le dijera?» A veces, realmente no logro entender el pensamiento de las mujeres.
— Es así. No hay nada más — respondí, apretando con fuerza la bolita en mis manos.
El silencio se instaló entre nosotros, convirtiéndose en un compañero incómodo. Sentía inquietud en el ambiente.
— Gracias — dijo lentamente, formando una sonrisa en sus labios. Apartó un mechón de cabello detrás de su oreja izquierda y dejó la taza de té aún caliente en la pequeña mesa frente a nosotros. Asentí en respuesta.
El silencio persistía, y ella me miraba con expectación, con una expresión extraña en su rostro, como si quisiera decir algo más o hacer algo diferente. El silencio solo empeoraba la situación.
Pasaron unos segundos más y la incomodidad me invadió. Sentí la urgencia de querer irme sin mirar atrás.
Tragué saliva con fuerza cuando la vi cerrar sus párpados, y abrí los ojos de par en par cuando su rostro se acercaba al mío.
Me preocupé de inmediato, pensando que podría estar a punto de desmayarse o enfermarse. Sin embargo, todas esas suposiciones se desvanecieron cuando vi sus labios estirarse mientras se acercaba aún más.
— Espera, espera, espera — balbuceé, tratando de detenerla.
Pero ella no me hizo caso y siguió acercándose, ignorando mis palabras. En un acto reflejo, mi mano se posó rápidamente sobre su rostro, casi golpeándolo, logrando que se detuviera por completo.
— ¿Qué...?
— ¿Qué crees que estás haciendo, pervertida? — exclamé, retirando rápidamente mi mano y agitándola en el aire, tratando de expresar mi desconcierto.
«Puro gérmenes aquí, joder.»
— ¿No... querías? — preguntó incrédula.
— ¿Qué demonios crees que quería hacer? — respondí indignado —. ¿Besarte?
La forma en que lo expresé con repulsión pareció avergonzar a Rosé. Pero, maldita sea, solo pensar en besarla me provocaba náuseas.
— Bueno, yo pensé que... — balbuceó, ruborizada.
— ¡No! — exclamé de inmediato.
— ¿No?
— ¡Qué asco!
— ¿Asco?
— ¡No me gustas!
— ¿No te gusto?
— ¿Vas a repetir todo lo que digo? ¡Me gustan los hombres!
— ¿Te gustan los hombres? — repitió una vez más. Su expresión cambió, sus ojos se abrieron de par en par y reaccionó —. ¡¿Te gustan los hombres?!
— ¡Sí!
— ¿Sí?
— ¡Sí!
— ¡No puede ser! ¡Qué vergüenza, Dios mío! ¡Juro que no lo sabía! ¡Dónde está la maldita ventana!
— ¿Por qué necesitas una ventana?
Antes de que pudiera terminar mi pregunta, ella ya se estaba dirigiendo hacia una ventana.
Para mi buena suerte, la ventana de la que quería tirarse Rosé daba al patio trasero de la casa y la altura evidentemente, al ser el primer piso, no le causaba la muerte de ningún tipo, así que no podía ser inculpado por asesinato si es que Rosé se tiraba.
— ¿Sabes qué? Ya casi se me había olvidado el maldito beso y tú sigues escondiéndote como si no pudiera verte — comenté con exasperación.
Traté de calmar a Rosé, pero parecía que el tiempo no ayudaba. Había pasado casi media hora y, a pesar de todos mis intentos, ella simplemente me miraba, se sonrojaba, lloriqueaba y se escondía bajo una manta.
Por favor, considera que estaba sentada justo a mi lado, en el mismo metro cuadrado, en la misma maldita sala y en el mismo jodido sillón. Era frustrante.
— Lo siento.
Era la enésima vez que la escuchaba decir eso y mi paciencia se estaba agotando.
No era la primera vez que ocurría y, desafortunadamente, sabía que no sería la última.
— Por Dios, Rosé, no fue para tanto. Supéralo — murmuré, rodando los ojos.
Sin embargo, debo recordar que nunca debo subestimar la vergüenza que siente una mujer... especialmente si se trata de Rosé.
— ¿Quieres que lo supere? ¡Escucha cómo hablas! ¡Es vergonzoso, Jungkook! ¡Me humillé! ¡Creí que te gustaba! ¡Jamás olvidaré esto y sé que me lo recordarás el resto de mi vida!
Y sí, eso es exactamente lo que haría.
Jimin emanaba un brillo cada vez más intenso a medida que lo observaba. La luz del sol realzaba sus rasgos de manera perfecta, resaltando especialmente sus ojos y labios, además de su silueta esbelta y su cabello radiante, que parecía tener más vitalidad que yo mismo. O tal vez era simplemente el efecto de estar sentado bajo el sol, luciendo esas prendas claras que le conferían una apariencia aún más deslumbrante.
Jimin poseía una belleza que trascendía cualquier actividad en la que estuviera involucrado, lo cual despertaba en mí un deseo irrefrenable de fotografiarlo, pintarlo y entablar conversaciones con él. Sin embargo, esta última opción resultaba complicada, considerando que siempre estaba acompañado por su hermana.
O mejor dicho, debido a su hermana.
Rosé se estaba convirtiendo cada vez más en una presencia molesta en mi vida, pero la toleraba solo porque me permitía fotografiar en secreto a su hermano. Y admito que, en cierta medida, me caía bien.
No obstante, se estaba volviendo cada vez más frecuente verla acercarse a mí en compañía de Jimin y pasar tiempo juntos. Durante los recesos, prácticamente estábamos siempre juntos, lo que me permitía conocer más detalles de la vida de Jimin y formar parte constante de ella.
Apreciaba enormemente que Rosé estuviera a mi lado, ya que eso significaba que también podía estar cerca de su hermano, Jimin. Sin embargo, ahora que Rosé se había convertido en una presencia constante en mi vida y era evidente que éramos más cercanos, los susurros y rumores en los pasillos se volvían cada vez más ensordecedores.
No era por el simple hecho de que estuviéramos pasando tiempo juntos, sino porque algunos insensatos asumían que nuestra cercanía implicaba una relación romántica. "Ahora se sienten seguros para mostrar su relación", decían.
Váyanse a la mierda.
El silencio que reinaba en mi entorno era inusual. Acostumbrado a la compañía constante de Rosé y Jimin, su ausencia en ese momento me hacía sentir extraño, como si faltara una pieza en el rompecabezas de mi vida.
De repente, una voz familiar resonó en mis oídos, interrumpiendo mi introspección.
— ¡Jungkook!
Mi corazón dio un vuelco al darme cuenta de que Rosé no se encontraba allí. En cambio, mis ojos se encontraron con aquel chico que tenía la habilidad de hacer que mi corazón suspirara, literalmente. Con una sonrisa suave en sus labios, se aproximaba corriendo hacia mí, y finalmente se sentó a mi lado, intentando recuperar el aliento tras su apresurada llegada.
Su presencia inmediatamente provocó que mi corazón latiera con fuerza. Era como si su sonrisa irradiara una luz especial que iluminaba cualquier cosa y disipaba cualquier sensación de soledad. No pude evitar sentirme reconfortado por su cercanía.
— ¡Dios, cómo odio correr! — exclamó con cansancio mientras apoyaba su cabeza en mi hombro, buscando un breve respiro —. Casi llego tarde, y detesto llegar tarde — Se reincorporó, apoyando su espalda en el tronco del árbol que se erguía tras nosotros —. Resulta que Rosé está enferma y no puede venir a clases, así que me pidió que le trajera todos los apuntes. ¿Puedes creer que me lo haya pedido a mí, sabiendo que después de las clases no entiendo nada de lo que escribo? Siempre se queja de que mi letra es horrible, ¿por qué querría mis apuntes? ¿Solo para luego quejarse? — Su indignación me provocó una mezcla de ternura y simpatía —. Aunque supongo que podré explicárselo, tratar de hacerle entender. Quizás sea lo mejor. Por suerte, hoy solo tengo dos clases. ¡Dos clases tan aburridas!
Mientras escuchaba sus palabras, observé su agitada respiración y los gestos en su rostro que reflejaban su frustración y determinación. Era fascinante cómo canalizaba su energía en expresarse con tanta pasión, incluso ante situaciones aparentemente triviales. Me encantaba la forma en que cada detalle cotidiano adquiría importancia en su mente inquieta.
Sonreí, disfrutando de nuestra conversación espontánea bajo la sombra protectora del árbol. Estar a su lado era como sumergirse en un torrente de emociones y pensamientos.
Por lo que seguí sonriendo. No pude parar de hacerlo.
Era la primera vez que estábamos solos, sin la presencia de Rosé, y aunque era Jimin quien hablaba, su voz resonaba en mis oídos como música celestial. Me sentía feliz y complacido solo con escucharlo.
— No te preocupes, a veces no puedo controlarme cuando hablo — murmuró tímidamente, con un atisbo de nerviosismo en sus palabras —. Quiero decir, sí puedo controlarme, pero a veces los nervios me dominan y... en fin... Hay algo que no sé de ti, Jungkook.
— ¿Qué... qué cosa? — balbuceé, tratando de mantener la calma.
Internamente, me reprochaba por ponerme nervioso. ¿Por qué debía ponerme nervioso? Era solo que... Jimin me miraba con la cabeza ladeada, esa sonrisa encantadora y esos ojos que parecían adentrarse en mi alma...
— A-Artes y fotografía. Estoy en mi segundo año. Este año me enfocaré más en... la fotografía — respondí, tratando de serenar mi voz.
— ¡Increíble! Yo estudio danza contemporánea y teatro, al igual que Rosé.
— Lo sé — murmuré, sintiendo un leve golpe de frustración hacia mí mismo.
Quise golpearme mentalmente.
— ¿Lo sabías? — preguntó Jimin, con una mezcla de sorpresa y curiosidad en su voz.
— E-Es decir, Rosé me lo comentó una vez — respondí titubeante, tratando de ocultar mi incomodidad.
No quería admitir que había escuchado una conversación entre él y ese chico alto, donde Jimin mencionaba el dolor de piernas que tenía. Definitivamente no estaba tratando de capturar una foto disimuladamente mientras escuchaba su conversación.
Pero en realidad, era cierto que Rosé me había mencionado algo al respecto... aunque fue algunos días después.
— Espera, si estudias lo mismo que Rosé, ¿por qué no estás con nosotros en las clases de fotografía? — le pregunté, intrigado por su ausencia en nuestras sesiones.
Jimin me regaló una sonrisa enigmática.
— En realidad, sí estoy allí, solo que no suelo asistir regularmente.
— ¿Qué? ¿Por qué?
Sus ojos brillaron con diversión mientras respondía.
— Digamos que mi compañero y yo formamos un equipo muy eficiente, y no necesitamos pasar tanto tiempo en clase para entender al profesor.
Asentí lentamente, procesando su explicación.
— Entiendo. Eso es impresionante.
Jimin asintió con satisfacción.
Mi curiosidad se extendió a la clase de puesta en escena, consciente de que también compartíamos ese curso.
— Y en cuanto a la clase de puesta en escena, ¿también deberías estar allí, no es así?
Jimin dejó escapar una risita juguetona.
Puesta en escena era una clase intrigante, tanto para los estudiantes de teatro como para los de artes, como yo. Era un espacio donde los referentes artísticos de cada estudiante se ponían en juego y se exploraba la creatividad en su máxima expresión.
— Oh, lo sé — Jimin rió suavemente —. Mi compañero y yo le caemos bien al profesor. Los trabajos que están haciendo ustedes ya los hemos realizado. Estamos un poco más avanzados en ese sentido.
Mis cejas se alzaron en sorpresa.
— ¿El profesor puede hacer eso? ¿Aun así, no deberías asistir a las clases? Después de todo, se toma asistencia.
Jimin asintió, mostrando una confianza relajada.
— El profesor puede hacer eso, de hecho, sé que en una ocasión lo hizo contigo — mis mejillas se colorearon al recordar esa situación. Durante mi primer año, el profesor me brindó la oportunidad de avanzar un paso más que el resto. Es una oportunidad que otorga a su discreción y a aquellos a quienes considera más capacitados o dispuestos a aprovecharla —. En cuanto a las clases... recuerda que él nunca ha tomado asistencia. Mi calificación no se verá afectada por mi ausencia.
Aunque su explicación tenía sentido, todavía sentía una ligera inquietud.
— Entiendo. Pero, ¿no te preocupa perderte algo de la clase en sí?
Jimin sonrió con confianza.
— No te preocupes, Jungkook. Estoy al tanto de todo y siempre puedo preguntarle a alguien. Además, siempre estarás ahí, ¿no es así?
Sus palabras, por alguna razón, me llenaron de calidez .
— Tienes razón... — asentí, procesando lo que me acababa de decir, queriendo calmar los erráticos latidos de mi corazón —. Y, ¿qué tan avanzado estás?
— No tanto como piensas — negó suavemente —. Solo dos trabajos más que ustedes.
— Estás por eximirte entonces.
— De hecho...
— Joder, te eximiste.
Una chispa de admiración se encendió en mí.
Jimin asintió, su sonrisa reflejando su satisfacción.
— Si quieres puedo ayudarte si en algún momento tienes dudas.
No tenía necesidad. Ciertamente era el mejor del salón, pero en mi interior, luchaba con la idea de aceptar su ayuda.
— Sí, de hecho, esa clase me cuesta un poco.
Puede que haya mentido, solo un poco.
— Considerando que lo que estudias es diferente, puede que el profesor le pida algunas exigencias extra a ustedes — dijo pensativo —. Eso puede que no pueda ayudarte completamente... pero lo haré con gusto.
Tener a Jimin tan cerca se volvía cada vez más reconfortante. Sentía una extraña y maravillosa conexión con él, ya sea cuando me hablaba o simplemente cuando nuestros ojos se encontraban. Su presencia me llenaba de una felicidad inmensa, tanto que no podía evitar sonreírle de manera despreocupada. Sin duda, estaba cayendo cada vez más bajo su encanto, lo cual me perturbaba y emocionaba al mismo tiempo.
— Gracias.
— No tengo problema. ¡Eres amigo de mi hermana! Por lo tanto, eres mi amigo. Te ayudaré si lo necesitas.
Sus palabras resonaron en mi interior, causando un pequeño pinchazo de decepción al mencionar que era su amigo. Sin embargo, decidí dejar de lado eso y disfrutar del momento. ¿Por qué habría de preocuparme por eso ahora? Tener a Jimin a mi lado era todo lo que necesitaba en ese momento.
Con una sonrisa sincera, le respondí:
— Cuenta conmigo también.
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