Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

La casa de Rosé y coqueteos fallidos

Llevaba más de diez minutos dando vueltas en la misma calle, sintiendo la impaciencia crecer dentro de mí ante lo que estaba a punto de suceder en tan solo unos segundos.

Iba a encontrarme con ella. Estaríamos a solas. Y de alguna manera, eso me aterraba.

«¿Será una persona pervertida?» Deseaba con todas mis fuerzas que no fuera así, porque en ese caso, me sentiría en mi derecho de usar mi propia fuerza para alejarme de ella y nunca más volver.

«¿Y si resulta ser una secuestradora?» Aunque parecía poco probable, considerando que era al menos dos veces más grande que ella, sabía que tenía contactos y podría tener una red de protección que la encubriera. Quién sabe qué podrían hacer.

Debo admitir que la ansiedad y la paranoia se apoderaron un poco de mí en esta extraña situación.

La casa de Rosé se encontraba a tan solo tres casas de distancia de donde estaba dando vueltas, y sinceramente, no quería ir.

«No quería estar con ella. No quería encontrarme con él»

Durante toda la noche, me resultó imposible conciliar el sueño, ya que mi mente se llenaba de imaginaciones sobre el próximo encuentro con los dos hermanos.

Rosé me hostigaba de manera persistente. Era simplemente irritante. No deseaba tenerla cerca bajo ninguna circunstancia. Sin embargo, no me preocupaba demasiado su presencia, pues confiaba en mi propia capacidad para no caer en sus juegos coquetos y de doble intención. Me consideraba lo suficientemente astuto para eso.

En cuanto a Jimin, el chico que por alguna razón lograba hacerme sonrojar, no lo conocía lo suficiente. Su energía entusiasta y su curiosa sonrisa me ponían nervioso. Además, aún conservaba en mi cámara la fotografía que le tomé hace tres días, junto con otras imágenes de hermosos paisajes y momentos memorables. Sin embargo, esta imagen en particular, capturada en ese instante, seguía resonando en mis pensamientos. Era como si hubiera nacido para ser fotografiado, irradiaba una belleza excepcional.

Durante estas dos noches pasadas, no pude evitar volver a contemplar la fotografía y maravillarme con su esplendor. Se veía tan perfecto, como si estuviera destinado a ser inmortalizado a través de una imagen.

Me di cuenta de que estaba divagando demasiado y necesitaba concentrarme. Suspiré y aferré con firmeza el bolso que llevaba colgando, que contenía mi cámara y las imágenes de referencia de diversos artistas para guiarme en el proyecto.

Avancé decidido, caminando con paso firme hasta llegar a la casa de color crema. Una vez frente a la puerta, levanté la mano dispuesto a llamar.

«Aquí vamos», intenté infundir un tono optimista a ese pensamiento, pero solo logré hacer una mueca en mi rostro.

Todo en mi entorno parecía ser una señal de advertencia, susurrándome: «Huye mientras puedas»

No tuve que tocar la puerta, ya que de inmediato Rosé apareció y la abrió bruscamente. Su rostro irradiaba una felicidad extrema, sus ojos estaban tan abiertos como malditos huevos fritos, su cabello tenía un tono anaranjado perfectamente peinado, y ese vestido rosa chillón que llevaba puesto hizo que mi expresión de desconfianza se intensificara.

No voy a mentir, me asusté. Parecía una especie de villana salida de una película de los años dos mil. Era extraña, estrafalaria y demasiado ruidosa.

— ¡Llegaste! — vociferó, tomando mi mano libre y arrastrándome hacia la sala.

Casi me caigo. Dos veces. Y la odié por eso.

Nuestra tarde debería haberse centrado en hacer preguntas relevantes, enfocadas en nuestros gustos y en avanzar con el trabajo. Debería haber sido una tarde agradable, con el proyecto como único objetivo.

Pero tengo una queja, una sola queja que está volviéndome loco: ¡Rosé, por todos demonios bajo mi cama, no se podía concentrar!

En todo momento evitaba que siguiéramos adelante. Se distraía constantemente. Hablaba de tonterías sin sentido. Quería que comiéramos. Insistía en salir. Quería ver la televisión. Quería escuchar música. Quería hacer cualquier cosa excepto el maldito trabajo.

— Tomémonos un descanso, aún tenemos tiempo — decía mientras sostenía un vaso de jugo entre sus manos —. El profesor nos conoce, sé que nos daría más tiempo si lo necesitamos. Después, si no logramos terminarlo, podríamos reunirnos de nuevo.

¡Justamente por eso quiero terminarlo rápido!

No quiero volver a encontrarme contigo. No deseo verte nunca más.

Es que si no puedes entender mi expresión de repugnancia, debo decirte que o eres completamente ciega o tremendamente estúpida.

— Rosé, tengo que irme — dije antes de ser empujado nuevamente y caer sentado en el sofá de la sala.

Eran más de las cinco de la tarde y ansiaba salir de esa casa y escapar de ese ambiente tan desagradable, al menos para mí era sumamente incómodo. Además, mi programa favorito y mi cama con sus suaves sábanas de Naruto, las cuales compré con mi propio dinero tras conseguir el empleo en la tienda junto a mi departamento, me esperaban. Pero maldita sea, ella simplemente no lo entendía.

Puedo asegurarte que sería mucho mejor correr bajo una tormenta desatada que estar aquí soportando su aguda voz.

— No puedes irte — negó mientras se dirigía hacia la cocina, sin apartar la mirada de mí —. Ni siquiera has almorzado, has estado hablando todo este tiempo. Debes tomar un café, al menos.

— Rosé...— susurré, exhausto de tener que rogarle.

Estaba rogando. Mi nuevo descubrimiento me hacía sentir una irresistible necesidad de golpearme a mí mismo.

Una bofetada para reiniciar mi cerebro y enfrentar a esa extraña loca.

Resultaba bastante estúpido de mi parte seguir suplicándole a una chica que simplemente no me caía bien y a quien fácilmente podría apartar de mi camino, con la mayor delicadeza posible, por supuesto. Pero mi madre me enseñó que el respeto está por encima de todo, especialmente si me encontraba en su casa y si se trataba de una mujer. Así que aquí estaba yo, soportándola.

«Pobre de mí y mi paciencia»

— Un café y listo — dictaminó mientras se dirigía a la cocina.

No respondí y supongo que ella lo tomó como un sí, porque segundos después regresó con una bandeja repleta de galletas, fruta picada y una taza de café.

— No recuerdo haber aceptado esto — murmuré, haciendo otra de mis famosas muecas.

— Ya es tarde y no has comido nada en todo el día. Solo querías seguir hablando de las cosas que podrían ayudar a la foto — espetó, moviendo la mano de un lado a otro, como si no entendiera mi preocupación por mi maldita nota.

— Vine aquí precisamente para hablar de eso — respondí obvio, sin poder evitar que mi mirada se fijara en el bol rojo lleno de galletas con chispas de chocolate.

«Amo las galletas», pensé para mis adentros, sintiendo una irresistible tentación de tomar una de ellas.

— Lo sé, pero creí que también haríamos otra cosa — tomó un sorbo de su café y continuó con un tono coqueto: — No sé, algo más divertido. 

 «Oh, no... sexo», cruzó por mi mente su insinuación, pero quería aferrarme a la esperanza de que ella fuera tan inocente como aparentaba y que no se refería a eso. 

 El solo pensamiento de tener relaciones con ella... 

 «Dios, no, qué asco», mi instinto me rechazaba de inmediato. No iba a perder mi virginidad con esa engreída. 

 Sí, soy virgen. ¿Algún problema? 

"Pero ya eres mayor", sí maldito metiche, pero el hecho de ser mayor no significa que esté dispuesto a perder mi virginidad con cualquier persona. 

Sí, quiero enamorarme o estar lo suficientemente borracho como para hacerlo con cualquier otra persona que no sea Rosé.

— No entiendo — me enderecé y agarré una galleta, casi atragantándome al comerla de un solo bocado.

— Vamos, Jungkook — canturreó, parpadeando repetidamente como una niña.

«Necesito un baño y vomitar. No puedo seguir aquí»

— Sigo sin entender — dije, limpiando los restos de galleta de mis labios.

— Jungkook, no te hagas el tonto — comenzó a reír, confundida.

— Rosé, no te entiendo — reiteré, tomando otra galleta.

En realidad, sí entendía y detestaba haberlo comprendido.

«Si continúa haciendo esa cara, no dudaré en vomitar sobre su brillante vestido»

Ella fijó su mirada intensamente en silencio, apenas pestañeando. Su mirada, abierta como dos huevos fritos, me asustó. ¿Cómo no iba a asustarme? Era como si estuviera escudriñando mis reacciones, mi carácter distante y mi actitud fría.

«Debe ser la primera vez que alguien la trata así», pensé mientras daba otro mordisco a mi galleta, terminándola.

Su silencio me incomodó, y noté que su pierna derecha comenzaba a moverse inquietamente, lo cual me pareció extraño. Casi podía oír los engranajes de su mente procesando lo que acababa de suceder.

— ¿Realmente viniste solo por eso? — preguntó, dejando su café a un lado y manteniendo sus ojos fijos en mi rostro.

— Sí — respondí, sintiéndome inexplicablemente tímido y frunciendo el ceño.

De repente, me sentí inseguro. No entendía su expresión de sorpresa, ni su sonrojo, ni por qué desvió la mirada avergonzada.

— Yo... Lo siento — susurró.

Asentí y tomé un sorbo nervioso del café, sintiendo cómo el líquido caliente descendía por mi garganta. Me arrepentí de haber actuado de manera tan impulsiva. Necesitaba urgentemente un vaso de agua fresca, pero no sabía cómo decírselo. Tenía mi orgullo y no estaba dispuesto a perderlo frente a ella.

— Tengo que irme — le dije por décima vez, con la voz ronca, mientras recogía mis cosas.

Esta vez, ella no se opuso y me acompañó hasta la puerta, aún perdida en sus pensamientos. No supe cómo interpretar eso.

Después de despedirnos con un simple adiós, me di la vuelta y comencé a caminar lentamente, llegando a la esquina.

Me preguntaba por qué tenía ese comportamiento tan extraño. ¿Seré realmente la primera persona que la trata de esa manera? ¿Por qué me coquetea de manera tan descarada? ¿Qué esperaría conseguir a cambio?

Mientras intentaba formular respuestas a mis preguntas, escuché algo. Me giré y lo vi.

Su risa, junto con la de su amigo de aquel día, resonaba por toda la calle mientras paseaban a un perrito, con los brazos entrelazados.

«Vaya...» pensé, observándolos con cierta curiosidad. 

Pronto, sin que se dieran cuenta, observé cómo se dirigían hacia la casa vecina de la que yo había salido hace unos minutos.

El chico más alto tocó la puerta, mientras Jimin se reía, entretenido por el comentario de su amigo y los ladridos juguetones del perro.

Unos segundos después, un chico bajo, de cabello negro azabache, casi del mismo tamaño que Jimin, abrió la puerta y los saludó a ambos con una sonrisa de gato. Al chico más alto, le dio un beso en los labios, y a Jimin, un beso en la mejilla.

«Entonces no eran novios», pensé, sintiendo un extraño alivio al presenciar esa escena.

Los tres entraron en aquella casa, y fue la única vez en tres semanas que pude verlo de cerca. Me sentí curiosamente aliviado por ello, como si algo dentro de mí se relajara al saber que no había ninguna conexión romántica entre Jimin y aquel chico.


n/a: para los que leyeron "Ella" les irá llegando algunas notificaciones, hice cambios.

espero esta historia les vaya gustando, es la que más me gusta escribir. 

no se olviden de votar y comentar 💬⭐

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro